MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA TARDE.
El medioelfo escuchó con atención las historias que Kromdal contaba sobre las tierras del norte. La palabra "maldito" hizo que el joven se removiera inquieto en su taburete. Haber interactuado con Vishkirville era algo que le puso, y aun le ponía al recordar y vigilar al can, los pelos de punta. Y eso que solo era un chucho. Se preguntó que sería una maldición que anidaba en todo un castillo... Sin duda algo mucho, pero que mucho peor que el perro de Sandru. Le resultó extraño la tranquilidad con que todos recibían la noticia.
Tal vez nunca han visto una maldición cara a cara, reflexionó.
El comentario de Giorgino hizo que el explorador enarcara una ceja de extrañeza.
¿Tres veces?, se preguntó sorprendido. Vaya, supongo que eso hará que un varisio jamás se endeude, determinó con lógica. El muchacho no se veía pagando el triple por un préstamo.
Cuando Hattori vino con nueva cerveza, Kelsier negó con la cabeza pero se lo agradeció.
- Yo estoy servido, gracias - afirmó enseñando su pichel aun medio lleno. La cerveza se le antojaba amarga y la cabeza comenzaba a dolerle. El joven semielfo, acostumbrado al agua de los manantiales y la leche de vaca, oveja y cabra, aun no estaba muy preparado para el alcohol.
Algún día tendré que estarlo. La cebada, el trigo y el olivo son naturales, ¿no?, pensó con ironía. Y apuró otro sorbito.
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DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA TARDE.
-¡Muy expléndido Kromdal! Me alegra que vengas con nosotros en la caravana, ningún bandido se atreverá a atacarnos si sabe lo que es bueno. -Sin embargo las palabras del bárbaro sobre el castillo le pusieron los pelos de punta.- Tito, menos mal que vamos con la abuela y Desna nos protegerá, no me gustaría acercarme mucho al castillo de no ser porque vamos a ayudar a la Señorita Ameiko.
Pero las penas y los temores siempre eran menos con una jarra de cerveza y para eso ya había dispuesto un remedio el viejo Hattori.
-Yo tampoco me opongo a que me invites Hattori y tómate una con nosotros hombre, seremos compañeros de caravana, eso es como ser de la familia.
El viejo se tomaba muy en serio su papel en la posada y pocas veces se permitía el lujo de desatender sus tareas, lo normal era que estuviera barriendo con su escoba y atento a todo lo que sucedía, sobre todo si sospechaba que Ameiko podía necesitarle.
Giorgino se extrañó de que Kelsier rechazara su jarra, parecía algo más pensativo y serio de lo habitual, quizás a él tampoco le gustaba mucho que el castillo estuviera maldito
-¡Yo me quedo con la suya! -Se apresuró a decir Giorgino.- ¿Estás seguro que no quieres otra Kelsier?
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DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA TARDE.
El joven semielfo asintió sonriente a la pregunta de Giorgino.
- Puedes quedarte con mi segunda cerveza - confirmó mientras se levantó, agarró su taburete y se movió unos pasos hacia un lado, empujando levemente al joven Vishki, animándolo con un movimiento de cabeza a que se moviera un poco hacia un lado de la mesa, ocupando parte del espacio anterior de Giorgino y dejando un nuevo espacio para que el anciano Hattori pudiera sentarse.
- Te desplazo a ti porque a Kromdal, por mucho que empujara, no podría y a tu tío le respeto. Solo quedabas tú, Giorgino - dijo con una sonrisa aviesa y tono coloquial al varisio físicamente de su edad. O posiblemente mayor.
Bueno, es lo más cercano a mi tamaño con quien puedo meterme, pensó con resignado humor.
- ¿La Sra. Mvasthi podría encargarse de una maldición? - preguntó al poco un sorprendido Kelsier, ante el comentario del aprendiz de carretero. Le había visto en acción con sus cartas y era algo sorprendente. También le había visto emplear los poderes de Desna para curar la terrible herida que había tenido el explorador en la batalla con los goblins. Pero, ¿Podría enfrentarse contra una maldición?
No se yo... Si fuera así, ¿Por qué no elimina la de Vishkirville?, meditó con lógica el muchacho.
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DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA TARDE.
Giorgino recibió con alegría su siguiente jarra de cerveza, al fin y al cabo era un día para olvidar ciertas cosas y para celebrar la nueva aventura en la que todos se iban a embarcar en breve.
-Gracias Kelsier. ¡A tu salud!
Giorgino se apartó cuando el semielfo fue desplazándolo de su sitio, ni siquiera necesitaba una explicación pero Kelsier era muy correcto y educado.
-No hay problema Kelsier, así entraremos todos. Oye Kromdal ¿Cuantos hombres harían falta para moverte? -Intentó calcular un número en base a poner copias de si mismo que empujaran a un bárbaro imaginario.- ¿Seis? Quizás más...
Y mientras el bárbaro saciaba su curiosidad la pregunta de Kelsier lo dejó pensativo. Antes de decir nada intercambió una mirada con su tío.
-Pues supongo que sí, pero solo si Desna quiere claro, a veces los dioses prefieren que busquemos otras soluciones.
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DÍA DEL JURAMENTO, DIEZ DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA TARDE.
Sandru agradece a Hattori su generosa contribución a la mesa y cabecea complacido cuando le convidan a compartir bebida, viandas y compañía. Sonríe abiertamente cuando Kelsier habla de respeto y le hace una deferente inclinación de cabeza. Su padre le había criado bien al menos.
Luego se queda mirando a Giorgio, por su pregunta a Propiedad Transitiva.
– ¿Cuántos hombre dices? Bien, depende si Kromdal quiere ser movido y de cuántos quedarían en pie o corriendo después de diez segundos, jo, jo, jo. Me aventuraría a apostar a que es más fácil que le mueva una sola mujer. O quizás un hombre con algo que decir. –
Tras ese último comentario, Sandru se levanta sacando su pipa, y señala la puerta que da al exterior al fornido shoanti.
– Vamos amigo, creo que tenías algo que decirme. –
Tras eso el varisio se encamina al exterior de la posada, donde planea escuchar lo que el bárbaro tenga que comentar con él a la vez que se hacía una buena pipa.