BOSQUECILLO DE MURO DE SALMUERA, CARAVANA DE SANDRU VHISKI:
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DE LAS ESTRELLAS, DÉCIMO SEXTO DE CALISTRIL.
AVANZADA LA TARDE, ANTES DEL OCASO.
Vankor se había sentado junto a su hermano Bevelek y permaneció en silencio, mirando a Kromdal y la Destripabueyes, mientras estos discutían. Esperaba que no llegara la sangre al río, pero cuando lamano de la mujer se cerró sobre el hacha se temió lo peor. Todo él se puso en tensión, listo para saltar y poner fin a aquel despropósito, pero no hizo falta. Ameiko hizo acto de presencia y su sola aparición pareció relajar los ánimos.
Despues, tan solo quedó escuchar y cuando Ameiko pronunció su nombre no pudo evitar sonrojarse. Kromdal habló entonces y no pudo evitar echar una carcajada ante sus comentarios. Tras el amago de tormenta, aquello era un rayo de sol. Y cuando oyó la frase con la que acababa el bárbaro, le gustó.
Y así, en un deso de imitarle, se levantó y alzando uno de sus puños, habló.
-Y con mis puños.
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DÍA DE LAS ESTRELLAS, DÉCIMO SEXTO DE CALISTRIL.
AVANZADA LA TARDE, ANTES DEL OCASO.
Kromdal parece tener muy mal rollo con Kelda, supongo que son cosas de bárbaros. No espero que ellos tengan diplomacia ni capacidad de diálogo. Suspiro cuando veo la escena, pues sé que no hay nada que yo pueda hacer para intervenir en mejorar aquello:
"Será un viaje largo."
Entonces llega Ameiko y habla. Se da un poco de vueltas pero decide que afrontará su destino. Supongo que eso se refiere a reclamar su trono y por aquello tendremos que viajar a esas lejanas tierras, enfrentarnos a terribles peligros y ser así capaz de recuperar de los demonios aquello que le robaron a sus antepasados. No será una gesta sencilla, incluso se antoja como un sueño imposible, pero si creemos con suficiente fervor que podemos hacerlo, lo conseguiremos.
Le respondo sin dudar:
- "Si con mi vida o mi muerte puedo ayudarte, lo haré."
Me acerco y me pongo de rodillas frente a ella antes de contestar:
- "Cuenta con mi espada."
Tengo varias, aunque ninguna está en un muy buen estado, pero todas ellas las pongo a su disposición para conseguir su objetivo. Si puedo ayudarla a vengarse de aquellos demonios que desplazaron a nuestros antepasados, sería honrarlos y hacerlos sentir orgullosos. Mi abuelo y no parecía muy orgulloso de mí y creo que debo demostrarle a todos ellos que, si bien de una forma distinta a como ellos eran y sin ser un samurai completo, seré digno de su sangre y de su nombre.
Llegará el momento en que tendremos que ponernos a prueba y demostrar con nuestra propia sangre si somos capaces de una campaña tan épica como aquella. Hemos limpiado un castillo abandonado de unos demonios, no es nada comparado con restaurar una dinastía legendaria y sacar a los peores demonios de un imperio que no sé en qué estado estará ahora. Solo tenemos nuestro valor y pasión, con eso bastará. Tendrá que bastar.
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Aportándole el tiempo suficiente, Ameiko retornó de su paseo meditado su futuro, despejadas las dudas y afrontadas las tribulaciones. Tras ello reunió a los aventureros y les habló sobre sus futuras intenciones. Habló con corrección y diplomacia, como cabría esperar de una princesa a la hora de tratar sensibilidades variadas y temas delicados, tratando de ganarse a sus compañeros de viaje y asaltantes del castillo para un último gran viaje. Tras ello y mientras se llenaba la panza con la cena, tocaba al resto decidirse.
El joven medioelfo sintió un escalofrío por su cuerpo conforme diversas emociones lo embargaban. Por un lado ya había dado su opinión al respecto, cuando Ameiko aun descansaba tras salir de la inconsciencia. Pero por otro, aun surgían dudas y temores. No de lo que podría encontrarse en Minkai, en caso de seguirle. Sino por lo que podría llegar a dejar atrás sin saber si llegaría jamás a recuperarlo. Con aquello en mente el explorador no pudo evitar lanzar una mirada a su madre y preguntarse qué elegiría ella.
A pesar del poco contacto entre la madre y el hijo, a pesar de los roces nada afortunados entre ambos, el hijo deseaba que Shalelu se embarcara en aquello. Puede que públicamente la relación resultara lamentable, pero internamente Kelsier seguía estimando y admirando a su madre. No tanto como progenitora, sino como indómita exploradora y protectora, y el tenerla cerca le alegraría. Sin embargo, era tan complicado hablar con ella...
En los últimos años solo había logrado de ella escasa atención, nulo afecto y conversaciones decepcionantes. Por ello no se atrevía a pedirle que se embarcara en aquella nueva aventura. Con las últimas experiencias en los diálogos entre ambos, el rechazo y la negativa eran el resultado predominante. Probablemente pedirle que se uniera a ellos supondría una nueva negativa. Tal vez por espíritu de contradicción.
¿Y si le pido que no venga?, elucubró el joven. Con eso, probablemente, vendría con el resto, pensó con cierta ingenuidad. Finalmente negó con la cabeza y se limitó a refugiarse en la esperanza de que su madre, por propia voluntad, aceptara la petición de Ameiko.
Kromdal, Serveris y Vankor se pronunciaron al respecto. Su manera de expresarse le recordó a un antiguo cuento donde un grupo de héroes ponían sus habilidades y sus armas a disposición de una causa noble en aras de derrotar a un terrible enemigo mediante la destrucción de un artefacto.
¿Era un collar o un pendiente?, trató de recordar. Finalmente se encogió de hombros y él mismo dio una respuesta al dilema que se exponía, verificando lo que ya dijera anteriormente.
- Cuenta conmigo, Ameiko - dijo el explorador. Entonces sintió cómo todos le miraban, con intensidad, como si faltara algo más por añadir. El joven parpadeó confuso y entonces cayó en la cuenta -. ¡Oh! ¡Y con mi arco! - exclamó mientras el resto parecía sonreír y asentir satisfactoriamente.
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No pudo mas que bajar la cabeza cuando Ameiko le mencionó entre los jóvenes y feroces guerreros. Mientras el resto de ellos, incluido su hermano y primo pequeño se habían ido a combatir en el interior del castillo él se había quedado al calor del fuego "vigilando" el campamento. Por mucho que se mirara no encontraba a nadie feroz y menos a un guerrero. Era un humilde trabajador de caravanas que en los últimos tiempos se había visto empujado a combatir contra cosas que jamás hubiera pensado. ¿Era ese su camino?
No tardaron en empezar a pronunciarse acerca del requerimiento de Ameiko. Kromdal y se hacha aceptaron en continuar viajando con el grupo, su hermano Vankor imitó al bárbaro y puso a disposición de la señorita Kaijitsu sus puños y el joven Serveris hizo valer su juramento familiar. La pregunta que cortó el apetito del siempre voraz Bevelek fue ¿qué haría él? ¿Más viajes a tierras desconocidas, con peligrosos enemigos? No parecía un lugar para un joven tranquilo con ganas de establecerse y formar una familia, era su momento de hablar.
—He escuchado en silencio todas las últimas novedades y me he mantenido así hasta ahora. Desde que conozco y formo parte de este grupo, hemos sido una caravana pero ahora nos hemos convertido en algo que me cuesta entender y francamente creo que estáis todos locos. Un viaje a un terreno incierto en busca de algo que parece más propio de un cuento. ¡Locos! Así que iré para poner un poco de cordura en todo lo que nos pase, supongo que esa es mi tarea aquí.
No era un gran guerrero, ni siquiera uno notable como mucho y en un día generoso se calificaría a él mismo como mediocre. Sin embargo había sobrevivido al monstruo del pantano, al asalto al campamento goblin, a los esqueletos y al mobat, quizás no fuera tan inútil como pensaba. Nunca en su vida se había planteado ir tan lejos de Puntarena y aunque no estaba entre sus sueños alejarse tanto; en aquel momento al calor del fuego y con la tripa llena le parecía una opción interesante.
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Sandru ocultó su sonrisa durante todo el discurso de Ameiko y tras las muestras de apoyo de los jóvenes de la caravana. Era una sonrisa sincera, que nacía del corazón y que cantaba y clamaba de alegría. Pero no podía mostrarla porque sería como bailar desnudo a la luz de la hoguera.
Por supuesto que su seña de identidad en el trato con Ameiko era la verdad. Al menos en casi todo a lo que a la joven se refería. Había algo en su interior, algo que nació antes de su hermano Alder y que murió con él. Algo que no haría bien a nadie de ser sabido, y de cuyo duelo nacían cosas hermosas, como la fuerza para ayudar a una verdadera amiga a completar su destino.
El que la caravana viajara en pos de una misión que ninguno de sus miembros alcanzaba a soñar solamente daba más fuerza al alegre espíritu del varisio, que sabía por fin que este era además el Último Viaje que su madre llevaba años profetizando, uno que les llevaría al olvido o a la leyenda, sólo Desna lo sabía.
Sandru no dijo nada, sólo asintió con la cabeza en una profunda reverencia hacia su más querida amiga mientras vaciaba la cazoleta de su pipa. Alguien debía velar por todos aquellos que ofrecían su valor a Ameiko y ese era su papel, el ser las manos y los ojos de quien se internaba en territorio desconocido para afrontar peligros sin igual en pos de un objetivo imposible. Era algo en lo que cualquier varisio se embarcaría con el corazón alegre y el pulso firme. Y tratándose de buenos amigos y algo más, no había ni siquiera la sombra de una duda en el corazón de Sandru cuando aceptó su destino. Emprender el Viaje.
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¿Egoista? Sí, mucho.- Pensó Koya ante el discurso de su buena amiga.¡En menudo brete les metía a todos! En especial pensaba en ella misma, claro, a su edad, pero también en su hijo Sandru, su nieto Giorgino y...Vankor. ¿Tan infeliz se había sentido la "princesita" con su vida de posadera? Koya se reconcomía por dentro, pero en el fondo sabía lo que sentía la joven Ameiko así que su voluble carácter iba apaciguándose por momentos. ¿Acaso Koya no había sido una cabra loca a su misma edad? ¡Ay si alguien se parara al menos a escuchar sus historietas!
Se iban a caer de culo.- Los impetuosos jóvenes hablaban, mostrando su fidelidad para con Ameiko y sus buenas intenciones. Su ingenuidad la enternecía sacándole una sonrisa bobalicona que ocultó con un gesto de su mano. La pitonisa no dijo nada. Se limitó a mantener una expresión solemne ya que la situación lo requería y caminar en busca de su nieto Giorgino. Al pasar junto a Vankor, su mano de piel arrugada jugueteó con los cabellos del joven, entrelazándose en ellos. Ese olor, el de su pelo, se le quedaría grabado durante mucho tiempo.
Mi último viaje.- No podía dejar que el miedo la atenazara. A veces pensaba si sería el último porque acabaría con su vida. Así lo había sentido en el castillo, contra Kikonu. Y si no era su muerte, la propia, la que acabara con su existencia en este mundo, lo sería la muerte de sus seres queridos. No veía en qué ganaba ella con todo aquello.
En pasar más tiempo del poco que te queda con ellos, vieja.- Disfrutar de su compañía era lo poco que le daba fuerzas para emprender aquel viaje a lo desconocido.