MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL FUEGO, ONCE DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
POR LA MAÑANA.
A pesar de la resaca y de querer esconderse en la cama durante un tiempo, Giorgino se obligó a levantarse. Su madre ya no estaba en casa, seguramente había salido al campo y seguramente seguía enfadada...
Y cuando se entere que me voy a ir en una caravana larga... No me lo quiero ni imaginar.
Por fortuna no estaba solo y algunos se habían ofrecido a ayudarle con aquel asunto y calmar un poco la reacción que previsiblemente tendría Martha al enterarse de la noticia.
Lo primero que hizo tras alisarse un poco la ropa, pues había dormido tal cual había llegado la noche anterior, y salir en busca de su madre, seguramente no estaría demasiado lejos. La encontró en la pequeña huerta que tenían tras la casa y corrió hacia ella para darle un abrazo.
-¡Mamá! ¡Mamá! ¡Ya he vuelto!
La envolvió con sus brazos y le dio dos sonoros besos mientras su madre permanecía con el rostro neutro.
-Claro... Has vuelto y ahora te acuerdas de tu pobre madre ¿Verdad? Pero ayer por la tarde preferiste quedarte hasta tarde bebiendo en vez de venir a casa. ¿Es así como quieres a tu madre?
-Lo siento mamá, es que teníamos que entregarle lo que recuperamos a la Señorita Ameiko y después los chicos quisieron celebrar que todo había salido bien y... Lo siento mucho.
Lo de la visita a la casa de Petunia era mejor no mencionarlo, aquello había sido un poco bochornoso, o al menos lo que recordaba. Le puso cara triste a su madre, sentía que no aprobara su nuevo modo de vida, aunque tenía razón en que debía de haber vuelto a casa con ella antes. Martha al comprobar que su hijo seguía entero y a pesar del enfado lo abrazó con fuerza.
-Eres una calamidad... ¡Me vas a matar a disgustos! Y además aquí hay mucho que hacer, espero que la juerga de anoche te dejara con fuerzas para ayudarme, el invierno está todavía a mitad y hay que seguir juntando leña y limpiando la maleza de los campos, comprobar que el forraje sigue seco...
-Ejem, ejem. -Giorgino hizo un sonido para llamar la atención de su madre, lo que le iba a decir no le iba a gustar nada.- Es que... no puedo. Me comprometí a ayudar a los primos con unos arreglos en el carro de la abuela y quería ir con el tío a... Bueno, eso es una sorpresa. Además, no hace falta que hagas tanto, con el dinero que te di de la anterior vez que fuimos al pantano podrás pasar muchos meses cómodamente. ¡Y ahora tengo más dinero! Toma mamá, para ti. -Giorgino entregó a su madre una bolsa con cincuenta monedas de plata y aprovechando el desconcierto de Martha aprovechó para fugarse.- ¡Tengo que irme mamá! ¡Pero te prometo que hoy volveré temprano, te ayudaré y cenaremos juntos!
Se marchó corriendo en busca de su tío, necesitaba de su ayuda para negociar una compra que quería hacer, él tenía mayor experiencia en estos temas y además conocía al vendedor, así que Giorgino esperaba sacar un buen precio.
-¡Tito! ¡Tito! ¡Tienes que acompañarme al tratante de caballos que está en el pueblo! Quiero comprarle un burro a mi madre, así la ayudará a transportar las cosas más pesadas y estará de mejor humor cuando le digamos que me voy con vosotros en la caravana. ¿Me ayudarás con eso también?
Finalmente y aprovechando un viaje que tenía que hacer al pueblo su tío accedió a acompañarle. Observaron los burros que había y escogieron el mejor de todos, uno fuerte y joven que podría transportar bastante peso en la granja. Mientras su tío regateaba el precio, como todo buen varisio hace, Giorgino se dio un paseo por los establos.
-¡Tito! ¡Tito! ¡Espera! ¡Mira este caballo! ¿No es precioso? ¡Lo quiero también! Estoy seguro que es un caballo muy veloz, mira sus patas tío Sandru.
Como buen joven que acababa de recibir sus primeros sueldos el dinero le quemaba en la bolsa y aunque su tío intentó poner algún reparo Giorgino le expuso todos los argumentos que se le ocurrieron a favor de la compra.
-Así podré practicar montura, eso es importante para todo buen caravanero ¿A que sí? Y además, si tengo un caballo podré hacer carreras con él y no tendré que coger prestado uno de tus carros. -Giorgino puso una sonrisa culpable mientras recordaba la valla que había estropeado la última vez.- Y también te lo dejaré a ti para que pasees cuando quieras tito. ¿A que es una buena compra?
Sandru seguía teniendo sus reparos pero finalmente tuvo que acceder a los deseos de su sobrino, al fin y al cabo se trataba de su dinero y se le ocurrían cosas muchos peores en las que el joven podría gastarse el dinero. Así que comenzó a renegociar el precio, teniendo en cuenta que ahora comprarían un burro y un caballo.
-¡Mira este caballo tío! ¡Es enano! ¿Habías visto alguna vez un caballo así? Jajajaja. -Giorgino no había visto nunca un poni, no eran muy frecuentes por Punta Arena y le hacía gracia un caballo de ese tamaño.- Al principio creía que era un potro un poco raro, pero el mozo de cuadras me ha dicho que son así, que no crecen más. ¿Es verdad tío? -Tras asegurarse que no le estaban tomando el pelo tomó una decisión.-¡Se lo voy a comprar a la abuela tito! ¡Ya verás como le gusta! Siempre se anda quejando que le gustaría volver a montar pero que subirse a un caballo le cuesta mucho y que además si se cae se llevaría un buen golpe, con uno de estos ponis podrá hacerlo.
Resignado ante la avalancha consumista de su sobrino, Sandru se puso a renegociar por tercera vez el precio de las monturas hasta que consiguió una oferta que le pareció razonable. Giorgino pagó la cantidad encantado con los nuevos animales que había adquirido y pensando en lo felices que se pondrían su madre y su abuela al recibir sus regalos.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL SOL, VEINTISIETE DE ABADIO.
GALDURIA, VARISIA.
POR LA TARDE.
Los días de preparativos se pasaron volando y Giorgino, ya que iba a ser su primer viaje se implicó al máximo en todo lo que pudo, o lo que le dejaron: ayudando a acomodar el carro de la abuela para las vicisitudes del viaje, revisando el susodicho carro para que todo estuviera perfectamente funcional y limpio, acompañó a Sandru y a sus primos siempre que le era posible y de vez en cuando pasaba por la posada para confraternizar un poco y también para saber si el resto de los que formarían el grupo le necesitaba para algo.
El único momento que se le hizo largo fue en el que decidieron decirle a su madre que no pasaría el resto del invierno con ella, reaccionó mal como era de esperar, pero las intervenciones de Koya y Sandru, así como los regalos que le hicieron sirvieron para mitigar un poco su tristeza.
-No te preocupes mamá, estarás bien, tienes dinero por si ocurre alguna emergencia y el burro te quitará el trabajo más pesado si tienes que mover algo, pero puedes pasar lo que queda de invierno tranquilamente, o incluso pagar a alguien para que te ayude. Guarda bien el dinero no me gustaría que te lo robaran. -En realidad no habían tenido nunca problemas de ese tipo, quizás porque su otro tío era el cabecilla de los scarnazi de la zona o simplemente porque siempre habían sido pobres y no había mucho que robar.- No le digas a nadie que te lo he dejado y si tienes que gastarlo hazlo poco a poco. -Giorgino sonrió orgulloso, esos consejos le habían dado a él y ahora podía ofrecérselos a su madre.- Te voy a dejar otra bolsa con cincuenta platas más en el Dragón Oxidado, por si pasara algo muy grave, Desna no lo permita. Y no te preocupes, estaré bien, tío Sandru conoce el camino a la perfección, cuando quieras darte cuenta estaremos de vuelta.
Era mejor no entrar en muchos detalles con su madre para no preocuparla más de lo que estaba, así que le dio un fuerte abrazos y muchos sonoros besos antes de despedirse.
-¡Adiós mamá! ¡Te quiero!
De aquella despedida ya habían pasado un par de días y Giorgino todavía la recordaba, no lo iba a admitir, pero echaba de menos a su madre en ocasiones, era la vez que más lejos había estado de casa y más tiempo fuera, tardaría en regresar si es que lo hacía, aunque prefería ser positivo y pensar que todo iba a salir bien.
Y por fin habían llegado a su primer destino: Galduria. Giorgino se puso de pie en el pescante y comenzó a golpear la pared del carro mientras gritaba.
-¡Abuela! ¡Abuela! ¡Ya llegamos a Galduria! ¡Ya puedo verla!
Fue la primera ciudad que visitaría en su vida y como solía suceder siempre guardaría una memoria agradable de ella: El paseo junto a Koya y Vankor por sus calles, como los había dejado en la Sociedad Presagiada y después como había pregonado la presencia de la caravana y de la gran adivina que los acompañaba. Al día siguiente hicieron buena venta y a Giorgino le gustaba pensar que en parte había sido por su aportación.
En cuanto al amor, la distancia con Petunia fue haciendo que poco a poco pensara menos en ella y gracias a los consejos de su abuela se fuera preparando para los nuevos amores que llegarían. En Galduria conoció algunas muchachas bonitas, conversó con ellas y trabó cierta amistad, pero ninguna pasó de eso. Sin embargo el viaje no había hecho más que empezar.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DE LA LUNA, VEINTIOCHO DE ABADIO.
OREJA DE LOBO, VARISIA.
AL ANOCHECER.
El viaje entre Galduria y Oreja de Lobo se le hizo realmente corto, ni siquiera tuvieron que hacer noche en el camino, les bastó apurar un poco las monturas, algo que a Giorgino le encantó porque nunca le dejaban ir demasiado rápido, y cuando ya anochecía llegaron a una zona cercana.
La ciudad tenía su historia y como buenos varisios supersticiosos decidieron no adentrarse en ella por la noche temiendo ser atacados por hombres lobo. A cambio montaron un campamento a las afueras y todos se reunieron en torno a una hoguera donde la abuela Koya y otros contaron relatos de miedo, algunos de hombres lobo. A Giorgino le preocupaba sobre todo el tema de las mujeres lobo, por eso decidió que en Oreja de Lobo sería prudente y no intimaría demasiado con ninguna mujer.
Tras las historias de miedo llegaron también las canciones que animaron un poco más el campamento, las anécdotas de los viajeros y algunas bromas y conversaciones distendidas.
Giorgino sonrió antes de preguntarle una duda a Shalelu.
-Oye Shalelu. ¿Los elfos nunca os ponéis enfermos verdad? No recuerdo haberte visto enferma nunca.
Shalelu, con el rostro adusto, lo que para Giorgino significaba que se estaba tomando su pregunta muy en serio, respondió desde el árbol al que se había encaramado para que los hombres lobo no pudieran comérsela, era una elfa muy lista e inteligente.
-Yo nunca me pongo enferma.
Giorgino sonrió, en realidad ya sabía por su abuela que los elfos apenas se ponían enfermos, pero aprovechando el ambiente distendido tan solo quería hacer una broma.
-¡Claro! Porque si no serías Shalelu Andomala jajajaja ¡Andomala! ¿Lo entendéis? jajajaja
Giorgino se reía de su broma mientras la elfa negaba con la cabeza incrédula y volvía su mirada de nuevo hacia el bosque. Aquella noche pasó sin ningún incidente reseñable, gracias a la protección de Desna.
Al día siguiente Sandru consiguió organizar un poco de mercadería con los habitantes del pueblo. A decir verdad tenían un carácter demasiado reservado para Giorgino, pero temiendo que cualquiera de ellos pudiera ser un hombre lobo tampoco intentó hacer amigos entre ellos, se limitaba a ayudar a la abuela y a su tío con lo que necesitaran y a mirar a las muchachas de lejos, suspirando por ella.
Que pena que puedan ser mujeres lobo, si no con alguna de ellas no me importaría ir a dar un buen paseo por el campo.
Pero cualquiera se arriesgaba, prefería seguir practicando en solitario y esperar a tiempos mejores.
Tras unas horas de buen comercio y una comida ligera el grupo volvió a emprender la marcha.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL FUEGO, PRIMERO DE CALISTRIL.
PANTANO DEL CUERVO (RAVENMOOR), VARISIA.
MEDIODÍA.
Los dos días siguientes avanzaron sin descanso parando solamente para dormir, había que aprovechar que las carreteras estaban en bastante buen estado para recorrer la mayor distancia posible. Así fue como llegaron al Pantano del Cuervo.
-¿Habéis visto que de cuervos? ¡Nunca había visto tantos! No me extraña que este lugar se llame así...
Por fortuna para ellos las cosas aparentaban tranquilidad pues como Yukiya, una de las cocineras que su tío había contratado para el viaje, les aseguró, hacía un año la región había sido asolada por continuos ataques de goblins y por si fuera poco también un espantapájaros poseído. Giorgino no le tenía miedo a los goblins, se había enfrentado a ellos y había sobrevivido, pero lo del espantapájaros era otra cosa. Se pasó el resto del tiempo que pasaron en la región vigilando las figuras inertes de los campos.
-¿Se ha movido? ¡Creo que se ha movido!
-Fue solo el viento Giorgino.
-Ah... El viento... sí, claro jejeje.
Tampoco estuvieron demasiado allí, cosa que el muchacho agradeció, el grupo regresó al camino en busca de su siguiente objetivo.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DE LA LUNA, CUARTO DE CALISTRIL.
ENSENADA DE RODERIC, VARISIA.
MEDIODÍA.
Tan solo tardaron dos días en recorrer la distancia que les separaba de Ensenada Roderic, el anticipo del que podía ser su próxima parada: Puerto Enigma.
Giorgino no ocultaba su entusiasmo por llegar cuanto antes, todos sabían de su pasión por los barcos y su sueño de poder navegar, ahora que ya estaba participando en una gran caravana parecía su próximo objetivo. Por eso insistió a todo el que quiso escucharle o no pudo escapar, en que debían sopesar la idea de coger un carguero que les acercara al Muro de Salmuera, lo que seguramente les ahorrase tiempo y otros quebraderos de cabeza, al menos esos eran sus principales argumentos, aunque estaba lejos de poder probarlos. Además había escuchado un montón de historias de aquellos puertos, de los piratas y de la vida disoluta de las mujeres portuarias lo que aumentaba sus ganas de llegar.
-Estoy seguro que en Puerto Enigma podré conocer a una buena pirata que comparta su tesoro conmigo jajaja.
Claro que la verdad es que parar en Puerto Enigma no estaba en los planes de su tío Sandru, un lugar demasiado peligroso donde podían perder la mercancía si no también la vida. A esto se unió el sueño de su abuela donde Desna le había mandado una visión: No debían parar en Puerto Enigma. No había más que discutir, a pesar del pequeño revés Ensenada Roderick tenía todo lo que Giorgino necesitaba para embarcar o intimar con mujeres, ya visitarían Puerto Enigma en otra ocasión, las visiones de su abuela debían tomarlas muy en serio.
Aunque su idea de coger un barco no pareció tener muy buena acogida en cuanto llegaron su tío le mandó una misión muy importante y Giorgino, orgulloso de su responsabilidad, se dirigió al pueblo junto a sus dos primos y sus amigos Kelsier y Serveris con intención de averiguar cual era la mejor manera de vadear el río. Era una misión que se le antojaba sencilla de cumplir y por eso marchó confiado en tan buena compañía mientras compartían algunas confidencias y aprovechaban a conocerse mejor, esa era una de las partes que más le gustaba de viajar en la caravana: estrechar lazos con sus amigos.
-Que a nadie se le olvide que tenemos que comprarle una empanadilla de anchoas a la abuela, que seguro que os ponéis a mirar a las mujeres y luego se nos olvida.
Aquella era su segunda misión, llevarle un pequeño trozo de alegría a su preocupada abuela pues sufría mucho cuando tenía esos horribles sueños.
Volvieron en perfecto estado, habiendo averiguado lo que su tío les había encomendado, conociendo un poco más el pueblo y publicitando la presencia de la caravana para mercadear al día siguiente, como también la de su abuela para aquellos y aquellas que quisieran conocer su futuro.
-Toma abuela, te hemos comprado varias empanadillas de anchoa, el vendedor me ha dicho que se conservan bastante bien así que puedes comértelas durante el viaje.
Cumplidas sus misiones ayudó a montar todo el campamento para pasar la noche y tenerlo todo listo para el día siguiente cuando la gente fuera a comerciar.
Tras una plácida noche soñando con las mieles y los placeres que Ensenada Roderick le tenía reservado se levantó lleno de energía y comenzó a ayudar a su tío y a sus primos. Así pasó gran parte del día y ya se acercaba el atardecer, el momento que Giorgino había estado esperando, cuando su tío les diera permiso para regresar al pueblo tras una dura jornada de trabajo. El muchacho no lo sabía, pero Desna y Shelyn tenían otros planes para él.
-Giorgino, hijo, ven aquí.
Acudió al llamado de la abuela feliz de poder ayudarla con algo.
-¿Sí, abuela? -La abuela lo esperaba a la puerta de su carro acompañada de una de sus clientas, estaba teniendo un buen día.- ¿Que puedo hacer por ti?
-Necesito que acompañes a la Señorita Margarita a su casa, vive sola y necesita que alguien le arregle la cerca de su casa. ¿Tu tienes experiencia, verdad?
¡No, mierda! Si voy se me hará de noche y tendré que regresar al campamento sin poder pasar por el pueblo...
Sopesó negarse y aplazar la reparación para el día siguiente, pero no quería dejar mal a su abuela con una clienta, era una de las mejores porque siempre satisfacía las necesidades que tenían y Giorgino sabía que era importante para ella. Además el comentario de su experiencia arreglando cercas estaba seguro que no había sido al azar, en el fondo también se lo debía. Resignado contestó.
-Sí... Claro abuela... Acompañaré a la Señorita Margarita.
La Señorita Margarita, a decir verdad ya no tenía edad de seguir siendo señorita, era sin lugar a dudas más vieja que la Señorita Ameiko, aunque mucho menos estilizada, lo que compensaba con una mayor voluptuosidad pero el conjunto no había resultado suficiente para que encontrara un esposo que le arreglara la cerca mientras Giorgino disfrutaba de las mieles y los cantos de sirena que el puerto de Ensenada Roderick prometían. Lo que si resultó es ser una mujer amable y bastante simpática de un carácter y forma de ser típicamente varisios.
-No se preocupe Señorita Margarita, le dejaré la cerca como nueva.
El muchacho se puso de inmediato y comenzó a trabajar lo más rápido que podía con la esperanza de terminar a tiempo y poder acercarse después al pueblo. El estropicio no era tanto como pensaba.
Lo de la cerca del alquimista si que fue gordo.
El pensamiento le animó y no paraba de coger clavos, juntar tablas, martillear aquí, cavar un poco allá... Estaba realizando un trabajo duro y el calor comenzaba a hacer mella, sobre todo en la frente y en la camisa del muchacho que estaba empapado en sudor. Se secó la frente con la manga y contempló la obra, no era la mejor cerca que había hecho, pero aguantaría lo suficiente.
Pero no puedo ir al pueblo así, huelo fatal...
Seguramente no olería peor que cualquier marino recién llegado a puerto, pero Giorgino era un chico coqueto y algo presumido, le gustaba estar limpio y arreglado.
Si vuelvo al campamento tardaré un rato y seguro que el tío Sandru me dice que ya es tarde para regresar al pueblo.
Por fortuna Giorgino era un muchacho con recursos y con el suficiente desparpajo para salir bien de ese tipo de situaciones.
-Señorita Margarita, ya he terminado. ¿Le importa que me lave un poco ahí detrás? He visto que tiene un barreño.
-Claro Giorgino, no hay problema. -Respondió la mujer desde el interior.- Ahora salgo, te has ganado una propina.
Giorgino no podía creérselo, encima le iban a pagar, desde luego aquel era su día de suerte. A toda prisa se deshizo de la camisa y comenzó a asearse con el agua del barreño: los brazos, el torso, los sobacos y finalmente metió la cabeza entera durante unos segundos mientras se revolvía el pelo.
-!AAAHHHHH! Ahora si que estoy fresco como una lechuga.
-Se te ha caído la camisa al suelo. -Dijo Margarita que se había acercado y sostenía la camisa en una mano al otro lado del barreño.- Toma.
La camisa olería un poco mal, pero le sacudiría unas cuantas veces y serviría para quitarle parte del mal olor y el polvo que se había acumulado. Giorgino estiró la mano pero en un claro error de coordinación la mano de Margarita se abrió un poco antes de que el muchacho pudiera cogerla y cayó al barreño. Giorgino vio como su camisa se hundía al mismo tiempo que sus esperanzas de ir al pueblo aquella noche.
-¡Uy! ¡Lo siento...! De todas formas estaba sucia ¿Verdad?
-No... No pasa nada... -Había estado torpe y no había conseguido cogerla a tiempo, era su culpa.- Yo... Vaya... Tengo que... La cogeré y regresaré al campamento, no se preocupe.
-Vaya, lo siento mucho Giorgino. -Margarita rodeó el tonel y acarició la mejilla del muchacho intentando consolarlo.- No dejaré que te marches así, coge la camisa, la pondremos cerca del fuego y no tardará en secar. Es una tela muy fina y buena ¿No ves? Pronto estará lista. Y mientras tanto te daré algo para que no pases frío.
Escurrieron la camisa y entraron en la casa donde la pusieron en una silla cerca del fuego mientras Margarita le invitaba a un trago.
-Esto te hará entrar en calor. -Dijo mientras miraba a Giorgino con curiosidad y sonreía.- ¿Sabes? Eres un muchacho muy fuerte, has hecho un buen trabajo con la cerca.
-Gracias Señorita Margarita. ¿Pero fuerte? ¡Tendría que ver a mi primo Vankor! ¡O a mi primo Bevelek, que también está fuerte pero de otra forma! jajajaja.
-Jajajaja. Eres muy divertido, supongo que tendrás a todas las chicas detrás de ti, toma, bebe otro trago.
-Bueno... sí... la verdad es que... Usted también es muy agradable Señorita Margarita.
Compartió unos cuantos tragos con Margarita, charlaron y sin darse cuenta estaban riendo y pasándoselo en grande juntos. Con los tragos le pareció que la mesa era cada vez más pequeña o que Margarita estaba cada vez más cerca hasta que finalmente la mujer halagaba su anatomía con caricias cariñosas. Pudo salir corriendo, o haberse marchado con alguna excusa, pero finalmente dejó que Margarita le diera su propina. No era la mujer más atractiva, ni la más joven, pero era una buena varisia, cariñosa y llena de amor para dar. Giorgino nunca olvidaría aquel encuentro, el primero de todos y que le marcaría para siempre.
Regresó al campamento contento, con un sentimiento extraño, aunque esa noche apenas habló con nadie y se fue a la cama sin necesidad de practicar por primera vez en mucho tiempo. Solo la abuela pareció reparar en algo, pues intercambió una mirada con una sonrisa que no supo descifrar.
¿Lo sabe? ¿Se me notará en la cara? ¿Se habrá dado cuenta el resto?
Al día siguiente tampoco visitó el pueblo, tenía que asegurarse que la cerca de la Señorita Margarita seguía en perfecto estado.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DE LA LUNA, UNDÉCIMO DE CALISTRIL.
CARRETERA NORTE, VARISIA.
MEDIODÍA.
Giorgino sintió tremendamente tener que abandonar a Margarita, solo habían sido dos días, o más bien dos tardes, pero él sentía que habían sido las más importantes de su vida. Con Margarita había descubierto las mieles del placer con una mujer y justo cuando comenzaba a saborearlas tenía que abandonar Ensenada Roderick.
Pasó unos días algo cabizbajo, aunque algunas conversaciones con Kromdal y su abuela que siempre trataban de aconsejarle en cuanto a sus relaciones hicieron que finalmente se lanzara una noche y confesara que durante su estancia en Ensenada Roderick había conocido a una mujer y compartido lecho con ella, quería que todos supieran que ya era un hombre hecho y derecho, aunque también un caballero, por eso no entró en demasiados detalles. Bien es cierto, y eso sería algo que se iría exagerando a lo largo de los años, describió a Margarita más joven y agraciada de lo que realmente era y solo deseaba volver de nuevo para compartir más tiempo juntos. No se podía decir que estuviera enamorado, pero había sido la primera y la única hasta entonces y por lo tanto no podía dejar de pensar en ella.
-¿Sabéis? Hoy mientras recorríamos el camino le hice una canción a Margarita. -Todos estaban alrededor de la hoguera y era el momento perfecto para cantar.- Dice así.
Se puso en pie y comenzó a tocar las palmas marcando el ritmo para quien quisiera pudiera seguirlo con sus instrumentos.
-Margarita se llama mi amor, Margarita la de Ensenada Roderick.... Una chica muy llena de amor, y tan solo, solo para mi. Margarita el pañuelo sacó, cuando la caravana vio partir, y entonces su gran corazón, se partió en pedazos mil. ¡No llores más por mi! La más hermosa flor, que vamos a volver en la otra estación.
Todavía no la tenía terminada y estaba claro que tenía que pulir mucho más la letra, pero lo importante era el sentimiento que encerraba.
Días después se cruzaron con otra caravana varisia y aquello era muy extraño y sorprendente, aunque a Giorgino le sirvió de experiencia para ver como trabajaban otros varisios. Sin embargo no fue ese hecho el que recordaría de aquella parada, lo que le marcó entonces fue "El pañuelo".
Después de compartir cena y conversaciones con sus amigos e intercambiar impresiones con los miembros de la otra caravana decidió que era hora de irse a dormir. Cual sería su sorpresa que al ir a entrar a la caravana de su abuela encontró un pañuelo atado en la puerta. Se quedó congelado con la mano estirada a medio camino del picaporte mientras miraba fijamente la prenda.
¿Un pañuelo? ¿La abuela?
Cuando Koya le había dicho que si alguna vez uno de ellos necesitaba intimidad en el carro debía colgar un pañuelo vistoso, nunca pensó que lo diría por ella. Pero allí estaba y Giorgino no sabía muy bien que hacer. Su primer impulso fue cotillear, pero todos los ventanucos estaban tapados con las cortinas.
¿Y ahora que hago?
Estaba claro que no podía entrar, y volver a la hoguera ocasionaría demasiadas preguntas, además de que lo estaba matando la curiosidad.
Me esconderé detrás de un árbol y veré quien sale.
Se encaminó hacia un árbol cercano intentando no hacer más ruido del que había hecho y apoyó su espalda contra el tronco mientras se dejaba caer y se sentaba en el suelo. En el silencio del lugar a veces le parecía escuchar una canción, quizás fuera la gente de la hoguera que aún seguía celebrando la noche.
A pesar de su intento, el joven pronto se aburrió y se quedó dormido, lo único que descubrió aquella noche es que dormir apoyado en un árbol le iba a dar el día de viaje la siguiente jornada.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
VIAJE DE LA CARAVANA DEL VEINTICINCO DE ABADIO, AL UNDÉCIMO DE CALISTRIL.
Shalelu observó desde la ventana de su refugio el bosque que rodeaba Punta Arena. El sonido del viento entre los árboles, el cantar de los pájaros y los distintos sonidos de los animales oriundos creaban una visión perfecta. Una visión que siempre la relajaba y la ayudaba a meditar. Y ahora más que nunca necesitaba poder centrar sus pensamientos para prepararse para el viaje que iba a empezar al día siguiente.
Los pensamientos venían y se iban convertidos en niebla, no eran importantes, pero había otros que insistían en quedarse y no los conseguía convertir en esa niebla relajante.
Iba a echar de menos ese bosque… Hacía mucho que no se alejaba de Punta Arena tanto tiempo…
Por Ameiko, era importante para ella descubrir el pasado de su familia… La ayudaría y la protegería.
Pasarían cerca de Hoja Sollozante, quizás de regreso podría pasar unos días… Solo para visitar...
¡Desna la ayudase! Kelsier también iba… ¡poniéndose en peligro!
Se masajeó las sienes, ese último pensamiento siempre le daba dolor de cabeza. ¿Cómo dejar que su hijo se pusiera en peligro de esta forma? Pero a la vez… No podía prohibirle seguir su camino, el que él mismo había escogido. Por lo menos ella estaría para asegurarse que no hacía ninguna tontería…
Se levantó con un suspiro, estaba claro que no iba a poder concentrarse para poder meditar, pensó mientras cogía el arco y salía del refugio sin un rumbo fijo.
Sólo ella y el bosque.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL FUEGO, DÉCIMO QUINTO DE CALISTRIL.
BOSQUE ADYACENTE A LA ALDEA DE MURO DE SALMUERA.
PASADO EL MEDIODÍA.
Siempre me gustó cabalgar y Roiyaru es un gran compañero para recorrer estos caminos. Su andar es suave y su pelaje muy suave y brillante. Ni siquiera huele mal como otros caballos. Es sobre su lomo que ya he recorrido una gran cantidad de kilómetros en los que he visto los cambios que el clima causa cuando se aleja mucho de casa. Nunca había salido de Punta Arena y ahora estoy mucho más lejos. Hemos recorrido varios pueblos y he visto montañas que no sabía que existían, atravesado ríos e incluso conocido pueblos muy distintos, todas ellas muy grandes experiencias. He disfrutado este viaje como no había disfrutado toda mi vida.
Recuerdo cuando estaba en mi casa, aquella noche en que decidí irme. No podía dejar de pensar en cuanto se esforzó mi madre por brindarme una educación que consideraba digna de su hijo. Me enseñó a hablar el tien y gran parte de la cultura de su pueblo ancestral. Me enseñó lo que es ser un samurái y su significado.
Mi padre no estaba de acuerdo y me lo hacía saber demasiado seguido. Peleaba seguido con mi madre acerca de que ella me metía ideas tontas en la cabeza y de que yo era un varisio que debía labrar la tierra como él. Que debía ser un granjero y heredar esa granja como él lo hizo de su padre. Cuando me atrapaba entrenándome o haciendo ejercicios, me golpeaba y me enviaba a labrar la tierra.
Incluso el resto del pueblo me hacía saber que yo era distinto. Cuando era pequeño, los otros niños me golpeaban o arrojaban piedras por mi aspecto distinto. Mis ojos rasgados y facciones siempre les parecieron raros y decían que yo era medio demonio. Nunca tuve más amigos que Giorgino, el único que a pesar de ser menor que yo, nunca me miró mal.
Pero todas esas diferencias no conseguirían que claudicase en mi intento de ser quien deseo. Las historias y enseñanzas de mi madre siempre encendieron mi corazón y admiraba esa cultura mucho más de lo que pensaba de los sucios y barbáricos varisios, a quienes solo guía la codicia y el placer personal, sin conocer la palabra deber. Por eso me esmeré aún más en entrenarme a escondidas que fuese, en aprender de mi madre, en criar a Roiyaru como la montura de un verdadero samurái y en seguir creyendo en mi legado sin importar lo que otros dijeran.
Pero entonces mamá murió y todos dijeron que se quitó la vida. Solo me bastó ver su cuerpo para saber que no fue así pues ella misma me enseñó el seppuku y el corte con el que se realiza. Eso fue obra de terceros y ella merecía justicia pero fue mi propio padre quien se autoconvenció con esa mierda y le negó a la venganza que su honor merecía. Jamás se lo perdonaré.
Fue por esa época que conocí a Ameiko. Ella fue un gran apoyo para mí a pesar de no conocernos mucho. Nunca hablamos mucho pero siempre fue cálida conmigo y siempre se preocupó de abrirme las puertas de su posada cuando lo necesitase. Eso es algo que siempre agradeceré pues veía en ella todo lo bueno de mi cultura ancestral y solo en su presencia me sentía orgulloso de una sangre que siempre fue motivo de burla y desprecio.
Entonces la relación con mi padre fue decayendo mientras él se sumía más y más en el alcohol. Ya ni siquiera labraba y solo yo me encargaba de ello. Poco lo veía y menos aun hablábamos. Comenzamos a evitarnos y nuestra convivencia se hizo imposible. Cuando podía me arrancaba al Dragón Oxidado pero cuando volvía, ahí mi padre me hablaba para reprocharme las malas juntas, de caravaneros y Ameiko, gente poco honrada que no trabajaba la tierra como corresponde.
Fue una suerte para mí estar en el Dragón Oxidado cuando decidimos ir al Pantano de Tocón de Samuera a buscar los naufragios. Yo estaba en la granja cuando fueron a encargarse de los goblin y no supe del asunto hasta que terminó, pero no dejaría pasar la oportunidad de ir a luchar para recuperar las cosas de Ameiko de esa ciénaga.
Pero la partida de la granja de mi padre no fue fácil. Aparecí frente a él con mi armadura y el daisho que mi madre me legó. Le hablé, esperando que me entendiese a pesar del alcohol que había bebido:
- “Adios padre. Me iré de la granja y seré el yojimbo de la Dama Ameiko Kaijitsu y forjaré para mí una leyenda de honor y deber. Seré un samurai como mi abuelo y sus antepasados. Demostraré a todo el mundo que soy digno de mi legado. Te amo padre, adiós.”
Pero él no quería escuchar aquello y me gritó mientras cruzaba el umbral:
- "¡Jamás serás alguien importante! ¡Jamás te recordarán ni serás útil! ¡Pudiste haber tenido un futuro y una tierra que labrar, pero morirás solo en un pantano y solo las ratas recordarán tus huesos para roerlos hasta que sean polvo! ¡Eres un imbécil y no eres mi hijo!"
Pero sus palabras no me detuvieron aunque tampoco tenía la fortaleza de responderle. Simplemente monté a Roiyaru y me fui de ahí con un nudo en la garganta. La misión del pantano sería al día siguiente y debía estar preparado para lo que fuese a encontrar.
Explorar y luchar allá fue una gran experiencia pero nada me marcó tanto como luchar contra el esqueleto de mi abuelo. Su combate estaba bien, fue una prueba para mí y en el fondo me sentí honrado de poder medirme contra mi ancestro, pero sus palabras finales causaron un quiebre, un antes y después pues me desconoció como descendiente y me llamó “sucio mestizo”. La gran diferencia entre la reacción que se esperaría de mí es que aquello no me hizo odiar más mi parte varisia sino que sembró odio a mi parte tien pues no me interesa formar parte de una cultura que me desprecia solo por mi origen. Por lo menos los niños varisios me molestaban de ignorantes pensando que era un demonio, mi abuelo sabía que soy un joven como cualquier otro y decidió marginarme por mi origen.
Es por ello que desde ese día he pensado que en vez de lamentarme por mi naturaleza dual, debo vanagloriarme de poder contar con lo mejor de cada uno de los pueblos y orgullecerme de lo que me vuelve distinto a los demás, sea lo que sea. Por eso rechacé con mucho respeto el ofrecimiento de Ameiko a ser su yojimbo, un samurái a su servicio y elegí el camino del ronin, pues mis métodos son los de un guerrero tien pero mi corazón es varisio, libre y siempre lo será. Hago las cosas que hago porque me nacen y ayudo a quien ayudo porque así siento que debo hacerlo, no por un contrato o un deber escrito en piedra. Soy libre para elegir qué hacer y mi único deber es para con mis propios valores.
Cuando volví, herido y enfermo, era un joven completamente nuevo al que se marchó. Cuando Koya amablemente me atendió, no estaba sanando las heridas del viejo Serveris, estaba ayudando a un nuevo Serveris a nacer.
Aun así me dolió la última pelea con mi padre. A pesar de no desearlo y decirme que no iría a verlo nunca más, fui a su casa a los días después junto antes de partir en este viaje. Lo encontré trabajando la tierra y me dio gusto saber que no moriría de hambre borracho y que mi partida le acercó un poco más a como era antes. Le saludé parcamente y él apenas correspondió con una mirada. Sin perder tiempo, le dije que partiría en el viaje y que no nos veríamos en un buen tiempo. Él me dijo que yo era un granjero y debía actuar como tal, que me dejase de esas idioteces y volviese a la granja. Esa vez, por primera vez en la vida, le respondí:
- “No, soy un samurái.”
Me miró extrañado pero mi atuendo, con mi armadura cuatro espejos y mi daisho al cinto, con el Alcaudón Susurrante entre él, me daba un aspecto fiero y decidido. Mi rostro era de acero al igual que mi espada y las palabras que salían de su ebria boca no serían capaces de detenerme. Bajó la vista y siguió trabajando antes de decirme que saliese de sus tierras, que yo era un extraño. Le hice una pequeña reverencia y me marché, aunque esta vez estaba en paz.
Así comenzó este viaje para mí, sobre el lomo de mi fiel amigo y ataviado con estas piezas de exótico equipo que me hacen parecer fuera de lugar a pesar de que entre estos carros me siento por primera vez como en casa.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL JURAMENTO, VEINTICUATRO DE ABADIO.
PUNTA ARENA.
LA NOCHE ANTES DE PARTIR.
La tarde antes de partir de Punta Arena, Hattori organizó el equipaje de su señora y lo llevó a la caravana. Ameiko Kaijitsu-sama viajaba ligera, apenas un par de arcones para la ropa, la funda de su instrumento, sus armas y poco más. Al volver a la posada fue cuando Hattori reparó que su propio equipaje era mucho menor. Acostumbrado a pasar la mayor parte del tiempo en el Dragón Oxidado, apenas tenía un par de pantalones y camisas de algodón que llevaba por fuera y que, recogidas por un cinturón de tela, tenían cierta semejanza a un kimono. Su calzado consistía en unas geta desgastadas que le resultaban sumamente cómodas en sus quehaceres diarios pero serían del todo inadecuadas para el viaje.
Acostumbrado a los rigores de la edad y a atender a clientes trasnochadores, poco le importaba su propia comodidad, así que con una mezcla de indiferencia y resignación se dirigió a su habitación en la posada dispuesto a pasar la última noche. Sobre su cama, para su sorpresa, se encontró ropa de viaje de lana, una capa de abrigo y unas botas de cuero flexible tan adecuadas para la monta como para largas marchas. La joven Ameiko Kaijitsu-sama no había se había olvidado de equiparle y además lo había hecho con mayor generosidad que ningún otro Kaijitsu al que había servido. Aún embargado por la emoción del regalo, barrió una última vez la planta baja de la posada prestando atención a cada detalle, despidiéndose del lugar en el que había pasado tantos y tan apacibles años.
VEINTISIETE DE ABADÍO Y POSTERIORES
GALDURIA Y PRIMERA ETAPA DEL VIAJE
Desde antes de que partiese la caravana, había visto a Sandu, Giorgino y Vankor reunirse al atardecer, casi a diario, para entrenarse con las armas y así estar preparados el peor de los escenarios.
Había reflexionado sobre eso y al pasar por Galduria compró flechas para el arco que consiguieron en el Pantano. Al día siguiente, cuando Sandru, Giorgino y Vankor comenzaron su entrenamiento, Hattori se acercó con su arco, se situó en las proximidades, se arrodilló y comenzó a practicar.
Durante los primeros días de ejercicio no llegó a disparar una sola flecha. Colocaba el arco en posición, evaluaba su peso, observaba como este ascendía y descendía rítmicamente a la par que su respiración. Llegado el momento, Hattori contenía la respiración y tensaba la cuerda como cargando una flecha imaginaria, con la mirada clavada en su objetivo. En su mente desaparecían los ruidos de la caravana, del bosque y de los jóvenes guerreros ejercitándose cerca de él. Alcanzado ese silencio en su mente, soltaba la cuerda, expiraba, se centraba en sus sensaciones y volvía a repetir.
Tras varios días comenzó a tirar con flechas. Los primeros disparos erraron por mucho (No era batidor gracias a su puntería sino a su paciencia y su capacidad de observación que le permitía descubrir lugares adecuados para instalar trampas para conejos, así como su habilidad para encontrar setas y forrajear). A pesar de su mala puntería inicial, conforme pasaron los días, las flechas se acercaban más al objetivo. Después de practicar un rato con el arco, realizaba ejercicios de Tai Chi, que mantenían sus articulaciones razonablemente flexibles y evitaba que la fuerza abandonase del todo sus músculos a pesar de su edad.
Un día, practicando con el arco una flecha alcanzó por primera vez el blanco. A su espalda, Giorgino se percató ello, se lo indicó a Sandru y Vankor y los tres prorrumpieron bromistas en aplausos y vítores. Esa noche siguieron con la broma amistosa de la celebración y le insistieron tanto que no pudo rechazar un pichel de cerveza.
DÍA DE LA LUNA, VEINTIOCHO DE ABADIO.
OREJA DE LOBO, VARISIA.
AL ANOCHECER.
Aunque reconocía que Koya-sama contaba con el mayor repertorio de historias que había conocido y algunas de las que contaban eran nuevas para Hattori, la mayoría las había escuchado de boca de otro en al menos una ocasión. Conocerlas de antemano no hacía que el viejo posadero hubiese perdido el gusto a escuchar cuentos, ya que un mismo cuento era diferente cuando lo contaban narradores diferentes. A Hattori le agradaban especialmente en boca de Koya-sama y disfrutó enormemente las historias de hombres lobo y las advertencias que hacía a sus sobrinos con gesto grave, abriendo muchos los ojos, mostrando sus uñas a modo de garra, enseñando los dientes a modo de colmillos con la fantasmagórica luz de la hoguera iluminando su rostro y su crepitar acompañando el relato. Aquella noche, el rostro de la adivina y los de sus jóvenes sobrinos eran poemas.
PANTANO DEL CUERVO, ENSENADA DE RODERIC Y CARRETERA NORTE, VARISIA.
Somos lo que hacemos. Y durante los siguientes días, en los que la caravana avanzó a buen ritmo, Hattori fue asumiendo que, de algún modo, se habían convertido en aventureros. La rutina tranquila del Dragón Oxidado había dado paso a una rutina bien diferente. Contemplar paisajes sobrecogedores y hermosos, visitar poblaciones amenazadas habitadas por gentes tenaces que medraban gracias a una dosis cotidiana de heroicidad y la capacidad de empezar de cero era ahora lo habitual. Ahora el riesgo acompañaba la rutina.
Se cruzaban con gente que no sabían si eran amigos o enemigos. Desconocidos en los que necesitaban confiar para proveerse. Era en esos momentos en los que tener un líder de caravana perspicaz y carismático podía suponer la diferencia entre el éxito y el desastre. Con Sandru-sama estaban en las mejores manos. El receloso Hattori se acostumbró a confiar, un poco. Y por las noches, en torno a la hoguera, su silencios se fueron haciendo más breves.
DÍA DE LA LUNA, UNDÉCIMO DE CALISTRIL.
CARRETERA NORTE, VARISIA.
MEDIODÍA.
Las montañas de las tierras de los Linnorm Kings se alzaban en el horizonte. La caravana avanzaba en pleno invierno y su señora se veía cada vez más apagada. Los últimos días no había practicado ni una vez con su instrumento ni había tarareado siquiera alguna de las canciones con las que solía acompañar la marcha al partir la caravana. Hattori caminó un rato a su lado y a pesar de conocer sus estados de ánimo y conocer un buen número trucos para mejorarlos, en esta ocasión no sabía cómo animarla. Tratando de apelar al lado creativo de su señora, Hattori improvisó un Haiku:
Invierno reina
El legado aguarda
Avanza el loto
Ameiko Kaijitsu-sama sonrió débilmente al oírlo. - Estoy bien Hattori, tan solo un poco cansada.
El sendero se estaba volviendo impracticable. De hecho cualquiera diría que iban campo a través en vez de siguiendo un sendero. El carro de los pasajeros que iba en primer lugar había pasado sin saberlo por encima de una madriguera de conejos y esta se había hundido bajo su peso dejando una rueda atrapada. - Anda Hattori - Dijo Ameiko Kaijitsu-sama- ve a echarles una mano, ya queda poco. Me recuperaré después de una noche durmiendo bajo techo, la aldea del Muro de Salmuera ha de estar detrás de esa arboleda, cuando lleguemos recuperaré fuerzas.
Poco después después Ameiko Kaijitsu-sama se desplomaba inconsciente.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DE LA LUNA, VEINTIOCHO DE ABADIO.
OREJA DE LOBO, VARISIA.
AL ANOCHECER.
Koya había captado la atención de la mayoría de los integrantes de la caravana con su propuesta sobre contar historias de miedo.
Bien hecho.- Se dijo a sí misma, vanagloriándose de su don de palabra. Ahora sólo tenía que rematar la jugada con una historia de miedo que dejara a todos sin ganas para ir a aquel pueblucho, nido de alimañas. A poco que fuera cierto lo que contaban de Oreja de Lobo no le hacía gracia que Giorgino fuese a meter allí las narices. ¿Pero qué historia contar? Ameiko no parecía muy dispuesta a asustar a los chiquillos. Aprovechando el tema de los hombres lobos Koya decidió que lo mejor sería improvisar y usar alguna de las historias verídicas que conocía con algunos fantasiosos adornos de su inagotable imaginación.
Esperó a que los que lo deseaban se reunieran ante el fuego de la hoguera. El frescor de la noche y las danzantes llamas que proyectaban sombras móviles eran un marco incomparable para desatar el miedo en el cuerpo de aquellos más inocentes y puros. Koya conocía bien esa emoción, el miedo. Una vez se despertaba era difícil de controlar y, además, era contagiosa.
- ¿Conocéis la historia de la Troceadora?- Dijo misteriosa. Jugaba con los más jóvenes pues seguro que Ameiko o Shalelu podrían echarle por tierra la historia. El Troceador había existido, y muy cerca de Punta Arena, pero Koya lo cambiaba de sexo para sus propios intereses.- Yo no conozco muchos licántropos… salvo las historias que se cuentan. Mi madre era mucho más anciana que yo… y vivió más tiempo y tampoco me habló mucho más acerca de dichas personas. Pero sí oyó hablar de la Troceadora y cómo usaba Oreja de Lobo como su escondrijo temporal. Muchas de sus víctimas fueron de los alrededores.– Explicó Koya.
- Era una artista local de aquí, de Oreja de Lobo, devota de Shelim. Y era guapa, muuuy guapa.– Comenzó a explicar Koya mientras clavaba su mirada en su nieto. De cabellos dorados como el oro y piel blanca como la luz de la luna. - Algunos dicen que superó la enfermedad tras unos años, otros que hacía pactos con alguna clase de demonio para ello… no se sabe muy bien.- La anciana se inclinó hacia delante para que las llamas iluminaran su ajado rostro que con la titilante luz de la hoguera y las sombras que proyectaban sobre él era terrorífico. No hay nada que asustara más a los jóvenes que la vejez.
- El caso es que se acabó descubriendo que era la responsable de una serie de desapariciones. Tenía la mente trastornada… Y como podéis suponer pro el nombre que la pusieron, mataba a sus víctimas en su forma de lobo y las cortaba en trocitos para desgustarlas en su forma humana. Así creía aplacar su bestia interior. Lo que más le gustaban eran los jóvenes tiernos, vírgenes ya que sabían mucho más deliciosos.¡Slupr!- La vieja se rechupeteó los dedos como si se hubiese comido el jugoso muslo de Bevelek y aún le quedara la grasilla en los mismos.
MITAD DEL INVIERNO DEL AÑO 4708 RA.
DÍA DEL JURAMENTO, CATORCE CALISTRIL.
Después de todo el día de trabajo y esfuerzo la noche fue muy bien recibida por el varisio. No perdió el tiempo y tras cenar lo que los cocineros de la caravana prepararon, un excelente aunque demasiado contundente potaje,
Bevelek se fue a dormir con celeridad. Se notó cansado y eso le animó a preparar su improvisado catre con el saco de dormir. El sueño no tardó en apresarle y sus párpados se hicieron terriblemente pesados. En no mucho tiempo su mente se adentró en un mundo onírico que generalmente era poco fructífero y nada interesante, pero que sin embargo aquella noche germinó de forma inusual en su psique.
La densa y oscura neblina de los sueños se iba diluyendo para dejar lugar a un camino de arena clara y fina en la que los pies del varisio se hundían levemente a medida que avanzaba de forma irrefrenable. Un ruido que poco a poco se fue transformando en una voz que susurraba unas palabras al viento que él no era capaz de comprender. Andar cada vez era más complicado y cada paso que daba era más lento y penoso. Sus piernas se hundían cada vez más en la arena hasta que por sorpresa se encontró enterrado hasta la cintura. Presa del pánico intentó excavar para salir de aquella prisión natural, sin embargo por más que cavaba nada cambiaba a su alrededor y seguía rodeado de arena. Sentía que el aire se le escapaba y que respirar era cada vez más complicado. En mitad de aquel compendio de terribles sentimientos volvió a escuchar la voz con mayor potencia y ante sus ojos apareció un matojo que ardía pero no se consumía. Se movía como zarandeado por el viento y pese a que pareciera imposible de creer de él surgían las palabras que escuchaba.
El matojo se movía como un ente con vida propia y poco a poco su tamaño iba aumentando hasta convertirse en un imponente árbol que no cejaba de arder. Las palabras cada vez resonaban con más fuerza y la voz era cada vez más ronca, pero Bevelek seguía sin ser capaz de entender nada de lo que decía. Sin embargo el temor comenzó a hacerse presa de él e intentó correr hacia el otro lado para huir de aquel peligroso y llameante árbol que le gritaba con dureza. Sus piernas por desgracia seguían atrapadas y cuando intentó darse la vuelta su cuerpo se hundió en la arena con gran velocidad. La arena entraba en su garganta y ahogaba sus gritos de forma irremediable.
Bevelek se despertó en mitad de su carro peleado y atrapado en su propio saco de dormir y golpeando al aire con sus brazos como si tratara de salir nadando de un pozo. Su respiración estaba agitada y su ancho torso subía y bajaba de forma notoria. Nunca recordaba los sueños cuando se despertaba y sin embargo en aquella ocasión recordaba cada pequeño detalle de lo sucedido, cada momento de sufrimiento y cada instante de la pesadilla. No obstante no era capaz de explicar con claridad lo que había vivido. Había visto cosas que no creería, matojos ardiendo más allá de sus sueños y arenas movedizas que engullían a personas aunque todos esos sucesos desaparecerían como las gotas de sudor en su frente tras su próxima cabezada. Sin duda el potaje de la noche había sido demasiado pesado y por eso había soñado cosas extrañas.