- Lo siento, Erik, temo que este piso no es para usted.
Aquel ridículo hombrecillo no perdía su estúpida amabilidad y esa sonrisa boba, ni siquiera para rechazarle. A él. A él sin haber mirado su historial académico ni sus antecedentes penales. A él que le había contado que venía recomendado por la Plataforma Ciudadana. A él que podría pagarse una casa en la playa si quisiera. ¿Tal vez era por eso?
- ¿Es que acaso que sea de Aquilea y tenga nivel de ingresos no me hace apto para este apartamento de baja renta? Haber dicho desde el principio que buscaban inmigrantes o necesitados pero en el anuncio que vi en casa, y me consta que eran documentos oficiales, no decía...
- Sencillamente no es el candidato que buscábamos pero le deseo suerte en su búsqueda de independencia.
Erik salió de allí y dio un portazo. Era ya por la tarde y había perdido un par de horas de olas por esa estafa así que estaba malhumorado. En su móvil varias llamadas de su madre. Histérica desde que le dijo que si ella le había echado de casa, él sabría justo a donde mudarse: A ese Faro Pródigo que había descubierto junto a otros documentos en el cajón de su despacho. El alquiler era lo suficientemente bajo como para que su padre le pudiera pasar el dinero sin despertar su ira. Podría decir que era para gasolina. O para comprarse un traje para las entrevistas. Pero algo no debió leer entre tantos documentos secretos. Equilibrio de Antaño. Cónclave. Recaudador. Uno.
No se iba a dar el gusto de decirle a su madre que aquello no había funcionado. Su madre no le quería en casa. Y a ser posible lejos. No era por aquella última expulsión del Internado. Si estaba en ese internado era precisamente porque ya no le quería cerca.
"Mierda"
Aunque no le cogiera el móvil, allí estaba su madre, parada frente al muelle. Siempre sabía dónde estaba. Seguro que le espiaba, seguro que...
- Erik, sabes perfectamente que ese cajón está cerrado con llave por una razón. Si no puedo ausentarme de casa sin que tu padre te ate en corto, me gustaría que me dijerais cómo vamos a mantener vuestro estilo de vida.
- Así que sabías que... Un momento... Has sido tú ¿verdad? Tú has llamado a este tipo y le has dicho que no me admitiera.
- Ya es bastante malo que asaltes mis cosas privadas ¿ahora también vas a acusarme de tus fracasos? Muy típico de ti, Erik. Vamos, cogeremos un taxi.
- ¿No has venido con el chofer, madre? Raro en ti...
- No tenemos chofer desde esta mañana. Es otro de los cambios que he tenido que hacer.
Aquello ablandó algo a Erik. Es cierto que su madre se mataba por trabajar en su bufete de abogados y que últimamente parecía más nerviosa que nunca. Si había tenido que renunciar a tener chofer, significaba que la fortuna de los Van Houten, tras múltiples advertencias, estaba siendo en verdad dilapidada.
En el taxi que le alejaba de su añorada playa y le internaba en aquella parte de la ciudad aburrida de edificios monumentales y gente estirada, su madre solo añadió:
- En Aquilea el alquiler es caro. Deberías pensar buscar un piso en Buenos Aires, por ejemplo. O en Brasil. ¿No te gusta tanto el surf?
- Aquilea es perfecta para el surf. Aunque tú jamás te acerques a las playas. ¿Es por no quemarte o porque te duele como papá tontea con las socorristas?
Su madre esbozó una sonrisa. Las dagas de su hijo la estimulaban y divertían. Y nunca se enfadaba. Erik tuvo también que rendirse y sonreír ante la imperturbabilidad de Nadia Van Houten.
Su padre les esperaba en casa, una antigua mansión señorial propiedad de los Van Houten desde hace generaciones y que tal vez fuera el último resquicio de la alta alcurnia que fueron una vez.
Pero a su padre le gustaba tan poco ese caserón obsoleto como a él. Prefería pasarse la vida en su barco, invitar a amigos, frecuentar los locales de moda del puerto. Y su madre consentía todo eso con agrado. Tal vez fuera el éxito de su matrimonio, cuando la brillante abogada decidió cazar al play boy trece años menor que ella para darle un descendiente antes de que perdiera su oportunidad de ser madre.
Peter Van Hauten sonrió al verles, minimizando todo lo ocurrido y mediando, como siempre, para que todo fuera bien en la familia; Erik y Nadia eran las dos personas que más admiraba en el mundo.
- Vamos, pronto encontrarás otra cosa, ¿has pensado e ir a Brasil?- dijo durante la cena- Y desde luego no va a ser un internado, sino tu propio apartamento. Estoy seguro que eso te dará la madurez que necesitas para terminar de tener un futuro perfecto, hijo. Es imposible que un campeón como tú no triunfe, ¿verdad, Nadia?
Erik terminó de cenar y miró los apartamentos que su madre había seleccionado para él en su iPad. Después arrojó la tableta sin ningún cuidado a la cama, se arregló y decidió salir con Mike y los demás a la caza de turistas alemanas a Arenas Blancas. Al salir vio a su padre que le guiñó un ojo mientras se escabullía también de madrugada. Probablemente a gastarse lo que cuesta una semana de chofer.