15 de mayo de 2018
6:45AM, Carretera hacía la vieja mina de Calebourne.
66 grados Fahrenheit. 19 grados Celsius.
Y vamos con las noticias locales, ¿Michael?
La carretera al lugar sufre grandes retenciones y nuestros periodistas informan de que la seguridad del recinto ha dejado de dar paso a la gente al aparcamiento de la mina. La gente se está buscando las mañas para aparcar en el descampado junto a la mina, ¿es esto una mala organización por parte de Eriksson Enterprises?
La radio del coche daba el parte sobre la noticia mas sensacionalista del día, la cola y la caravana en la que Nathan pronto se vería inmerso. Su coche relucía aquella madrugada de mayo, lo había pasado la noche anterior por uno de los lavaderos de J.Lockwell y había salido contento con el resultado. Si tan solo consiguiera llegar a esa condenada mina antes que todos los demás idiotas que habían cogido el coche…
Tenía cita a las 7:15 AM para la entrevista y podía ver a lo lejos la caravana de coches, y muy al fondo, aun recortándose con los primeros rayos de la mañana, el edificio que hacía las veces de cantina y oficinas, ya dentro del recinto vallado de la mina.
-¡Oye malimbero, que me baho aquí weon!-Decía un hombre de piel tostada más adelante, bajándose del carro de un compañero.- No podemos demorarnos más, ¿ah?-Seguramente un chicano que había perdido la paciencia. Echándose una chaqueta a los hombros el tipo se hizo a un lado de la carretera, ganándose un par de pitidos de unos coches que pasaban, haciéndoles un corte de manga, y echando a andar a prisa hacia la mina. Quizá era la mejor opción.
Silver City. Su puñetero último cartucho.
New York ya quedaba atrás, donde había peleado con uñas y dientes para triunfar. Pero era el mismo sitio donde había miles de personas buscando lo mismo, y si era sincero, un buen puñado eran bastante mejores que él en lo suyo. En una ciudad que pasaba de uno a cuatro millones de habitantes sólo en Manhattan entre semana, todos peleando por conseguir más — más dinero, más poder, más atractivo — descubrió que no era lo suficientemente hábil para seguir el ritmo de los mejores. Y eso se tradujo en una carta de despido, un frío apretón de manos y una caja de cartón con las pocas cosas que tenía sobre la mesa. Ese día llovía.
Así que cuando las noticias bombardearon con la reapertura de las minas de Silver City, pensó que era su oportunidad. ¿Qué otro desgraciado conduciría hasta el culo del mundo para conseguir un trabajo de oficina? Porque mano de obra barata había de sobra, bien lo sabía él, ¿pero gente cualificada? ¿Allí? Todo sería coser y cantar. Llegaría a la oficina, mostraría su currículum con sus estudios y su experiencia en Wall Street y esos paletos de Eriksson Enterprises aplaudirían que estuviera allí. Nathan incluso se permitió planear sus próximos años, escalando posiciones hasta comprarse un pequeño rancho. ¿Por qué no? Quizás toda su vida había estado equivocado y su futuro estaba en el oeste. Por Dios, que salga bien.
—Debería llamar a inmigración —suspiró, mirando la larga fila de coches ante él. ¿Qué imagen daría si llegaba a las oficinas cubierto de polvo del camino? La primera impresión lo era todo. Se había preocupado de dejar propina al tipo del lavadero de coches para que se lo dejase reluciente, y ahora sabía que lo mejor era dejarlo ahí aparcado mientras recorría el resto del tramo a pie. Es algo temporal. Cuando tengas tu trabajo, podrás aparcar en tu propia plaza. O incluso compartir coche y ahorrarte unos pavos... Un repentino claxon le sacó de sus ensoñaciones y Nathan resopló. Cogió la cartera con sus papeles y un sandwich para media mañana y aparcó a un lado mientras ignoraba los exabruptos de los demás conductores.
7:10AM
Recinto de la Mina de Calebourne
Había sido un paseo largo, a veces esquivando a gente que finalmente hacia lo mismo que Nathan en cuanto tenían un hueco: Hacerse a un lado e ir a pie. Más cláxones.
Ah, al fin la entrada. La barrera del recinto estaba bajada y un segurata hacia lo posible por impedir que la gente entrara al recinto con sus vehículos. Ya estaba mandando al primer tipo a aparcar al descampado cuando Nathan llegó, el atareado hombre le hizo gesto de que pasara por la garita donde había un compañero suyo tomando nota. Enseguida cogió el nombre de Nathan y tras comprobar que no hubiera ningún arma en su maletín, y pasarle un detector de metales, le dejó pasar.
Fuera como fuera, el edificio del recinto, antes de llegar a la mina, era un sencillo edificio de una sola planta, con la cantina/cafetería cerca de la entrada. Era un sitio viejo, se notaba por las cristaleras desgastadas de tantos arañazos y lluvia, además tan solo dejaban ver las figuras del interior algo difuminadas.
A mano izquierda el aparcamiento, la mitad de las plazas estaban llenas. Y más adelante, siguiendo la cantina, estaba la parte de oficinas, las puertas dobles abiertas de par en par escupían una cola de gente hacia el exterior. Al menos él tenía cita.
La gente en la cola lo miraba casi con desprecio al verle saltarse esta, aunque no era el único que lo hacía, un par de hombres con bata y casco de obra, ingenieros seguramente, pasaban hacia las oficinas con un café en la mano, charlando entre ellos en un idioma extranjero: por lo claras de sus facciones, seguramente eran un par de noruegos de Eriksson Enterprises.
La mujer esperaba en el hall de recepción, algo nerviosa y con un dedo presionando el comunicador en su oreja.
-¿Si, ha pasado ya?, menos mal, estamos teniendo un montón de retrasos con la gente…Creo que ya le veo. Te dejo.-La mujer sonrió al ver a alguien trajeado, que destacaba entre la gente.
-¿Nathan?-Dijo acercándose.-Debe ser usted-Ofreció su mano para un formal estrechón.- Acompáñeme, le estamos esperando para la entrevista. Soy Trisha, por cierto.
La mujer se giró y echó a andar hacia el ala izquierda del edificio, lejos de la cola de gente que se agolpaba en recepción para entregar sus credenciales y optar a una entrevista. Había dos recepcionistas más que miraron casi con envidia a Trisha
Miró el móvil y calculó cuánto tiempo había estado caminando. Suspiró, al menos estaba en buena forma y no hacía calor. Anotó mentalmente que en esa época del año hacía buen clima para cuando se instalase — porque le iban a dar el trabajo, vaya que sí — y volviese a salir a correr. No sería igual que ir a Central Park y hacer el recorrido habitual junto a otros cientos de personas, pero sería un cambio de aires interesante.
Los edificios eran tal y como se los imaginaba. Sospechaba que hasta que los noruegos no tuvieran un balance suficientemente positivo no harían reformas, o incluso nunca. ¿Qué harían los empleados, quejarse? Nathan sabía que al igual que él, muchos de los que terminarían trabajando entre esas cuatro paredes eran desesperados que se aferraban a un clavo ardiendo.
Era hora de entrar, se comprobó en un cristal el peinado, el nudo de la corbata y los dientes, y se abrió camino entre la gente usando la cartera como improvisado escudo— A ver... paso... quitaos joder... — mientras le resbalaban las miradas de desprecio. Era una de las ventajas de haberse curtido en Wall Street, que sólo dolía lo que hacía daño de verdad. ¿Insultos y miradas? Él era mejor que todos ellos y lo sabían, por no decir que cuando él estuviera sentado tras una mesa y vinieran a llorarle ya cambiarían de actitud.
—Hola Trisha —devolvió el apretón de manos mojándose instintivamente los labios. Mi enhorabuena a Recursos Humanos, qué bomboncito. ¿Le invito a un café? No... mejor espero. No hay prisa— Están ustedes hasta arriba, ¿eh? Le pones a este sitio unas luces y algo de música y cualquiera podría confundirlo con la discoteca de moda.
Mientras se alejaba, dedicó una última mirada al montón de desarrapados que se agolpaban en la puerta para mendigar un puesto de trabajo. Era una mirada que parecía decir esto es la jungla. Y yo soy un depredador.
Trisha alzó las dos cejas ante el comentario y esbozó una de esas sonrisas políticamente correctas, si le hizo gracia, no le pareció el mejor comentario en un lugar y situación como en la que estaban en ese momento, acto seguido le condujo hasta una sala con paredes de cristal, muy chic todo, para los años noventa eso sí. Se notaba que aún no habían hecho una reforma en condiciones de aquel lugar más allá de “tapar agujeros y adecentar”. Los cristales debían de haberlos pulido hace poco, eso sí, porque se transparentaban pero se notaban los bordes algo menos transparentes.
-Bien, tome asiento. Nathan Faust…-Pasó algunos credenciales en su tablet, deslizando el dedo y apoyándose en la mesa escritorio de la sala, sin siquiera sentarse. – Ah sí, el agente financiero de Wall Street. ¡Qué bien!, ¿sabe noruego?, oh bueno, no responda, no es estrictamente necesario saberlo. Por ahora.
Tras echarle un breve vistazo y seguramente comparando su imagen con la que tenía en su tablet, tomó asiento y cruzo las piernas con elegancia, dejando la tablet en un soporte compuesto de varios stacks de post-its sin usar, todo bastante improvisado, pero hacia el apaño.
Nathan no tardó en saber que Trisha escondía algo más que palabras amables. Lanzaba puyas aquí y allí, comentarios mordaces y buscaba las cosquillas de Nathan con naturalidad y profesionalidad a la vez. A veces le interrumpía y simulaba recibir una llamada, porque era imposible que recibiera tantas llamadas en unos pocos minutos a ese pinganillo que no se había quitado de la oreja.
-Claro…Si…Sí. Luego nos vamos de compras, he visto un bolso la mar de chulo en el centro.-Comentaba por ese pinganillo.
-¿Y qué opina usted de los homosexuales? ¿Si yo fuera homosexual como reaccionaria?- Era una entrevista a machete, de las de quiero aflojarme la corbata porque me estás dando mucha caña.
El reloj en la pared movía sus manecillas lentamente, y las preguntas se sucedían. De repente Trisha puso música en su tablet y le pidió su opinión sobre la canción que sonaba. Era una de esas de ascensor casi, ni se conocía su origen, probablemente la había cogido de alguna página libre de derechos por joder al personal.
-Veo aquí que ha trabajado en Wall Street, pero tampoco veo que fuera de los mejores empleados…si no, pues no estaría aquí. ¿Por qué cree que Eriksson Enterprises debería contratarle? ¿Qué puede aportar a una empresa que ha exportado a su mayoría de personal cualificado directamente del país natal?. En ese país no se lleva el estilo de…vender a tu abuela por un puñado de dólares.- Y ahora apuñalaba su carrera profesional. Si las paredes hablasen dirían “TIERRA TRAGAME”.
Motivo: Influencia de Nathan (¿Permanecer impasible ante provocaciones y frivolidad?)
Tirada: 1d100
Dificultad: 72-
Resultado: 30 (Exito)
Motivo: Influencia de Nathan (¿Hacer la cobra con el tema de los homosexuales?)
Tirada: 1d100
Dificultad: 72-
Resultado: 58 (Exito)
Motivo: Influencia de Nathan (¿La musica es para un entorno laboral?)
Tirada: 1d100
Dificultad: 72-
Resultado: 29 (Exito)
Motivo: Influencia de Nathan (¿Despreciar su carrera laboral?)
Tirada: 1d100
Dificultad: 72-
Resultado: 60 (Exito)
Uf, supercobra en todas las puñaladas de entrevista. Puede usté quedar como un señor:
-A base de no perder los nervios cuando a uno le ningunean y hablan por telefono de cosas de fuera del trabajo.
-Hacer el bien queda con el tema de los homosexuales.
-Dorarle la perla a la señorita Trisha por su elección musical para una canción relajadora.
-No saltarle al cuello cuando le dicen a uno que es un cerdo capitalista.
Nathan se sentó cómodamente en lo que pensaba se trataba de una simple sala de espera a que llegara el responsable de RRHH mientras la guapa recepcionista le daba conversación. Conversación que empezó siendo la típica de ascensor o la que mantienes con alguien junto a la máquina de café, y cuando le interrumpió la primera vez, Nathan no le dio la menor importancia, incluso le hizo un gesto para invitarle a responder a la llamada. Cuando le interrumpió una segunda, le sorprendió que Eriksson Enterprises hubiera contratado a alguien con tan poco don de gentes para atender a las visitas.
A la tercera ocasión, una bombilla se encendió en la cabeza de Nathan, y tuvo que controlarse para sonreír abiertamente, como cuando descubría al asesino en thriller policiaco. Esta es la entrevista. Ella es al puñetera responsable de hacerme la entrevista. Joder Nate, qué lento has estado. Si sólo hubieras picado el anzuelo te habrían puesto en la calle a media charla. Silenciosamente, reconoció que el método era bueno. Cualquiera era capaz de prepararse una entrevista para dar las respuestas adecuadas pero, ¿cómo reaccionar ante alguien que te ningunea? ¿Que te pone contra las cuerdas? Ahí se reconocen los verdaderos profesionales. Una vez que Nathan supo cómo funcionaba la cabeza de la guapa muchacha, supo exactamente lo que decir.
¿Y qué opina usted de los homosexuales? ¿Si yo fuera homosexual como reaccionaria?
—La vida sexual de cada uno es asunto suyo —afirmó rotundamente. No era del todo sincero, pero esa empresa era noruega y sabía que esos puñeteros europeos eran muy liberales en cuanto a quién se follaba a quién. Si tú fueras lesbiana sería una auténtica lástima quiso decir, pero prefirió sonreír— No hablamos de una enfermedad infecciosa, precisamente, ¿por qué debería preocuparme? Ademas, yo he venido aquí a buscar trabajo, no una compañera sexual.
Las preguntas continuaron, y Nathan continuó respondiendo aparentando creer que era una conversación informal.
De repente Trisha puso música en su tablet y le pidió su opinión sobre la canción que sonaba. Era una de esas de ascensor casi, ni se conocía su origen, probablemente la había cogido de alguna página libre de derechos por joder al personal.
—Uhm, es pegadiza. Es difícil encontrar buena música últimamente, pero veo que ya sé a quién acudir cuando quiera descubrir grupos de calidad. ¿Es de algún grupo local? —añadió, como si le importara lo más mínimo.
Veo aquí que ha trabajado en Wall Street, pero tampoco veo que fuera de los mejores empleados…si no, pues no estaría aquí. ¿Por qué cree que Eriksson Enterprises debería contratarle? ¿Qué puede aportar a una empresa que ha exportado a su mayoría de personal cualificado directamente del país natal?. En ese país no se lleva el estilo de…vender a tu abuela por un puñado de dólares
La morenaza había decidido atacar bajo la línea de flotación, pero a esas alturas Nathan se sentía tan cómodo como si hubiera estado respondiendo en una entrevista de una hamburguesería— Porque precisamente mi experiencia me ha enseñado a reconocer las buenas oportunidades cuando aparecen, y la inversión de Eriksson Enterprises es algo que va a hacer mucho bien a esta ciudad. Y también mucho dinero— decidió deslizar esa pequeña información para dejar claro que era alguien que estaba allí para dar el todo por el todo— Estoy seguro de que el personal noruego roza la excelencia, pero seamos sinceros: los americanos tenemos una forma de trabajar distinta, y si Eriksson no organiza un equipo multinacional para que trabaje codo con codo, les va a resultar muy difícil adaptarse al ritmo estadounidense. He aprendido que en las grandes empresas de este país trabajan auténticos tiburones, y es mejor que la Eriksson Enterprises tenga su propio tiburón para que proteja a sus salmones.
La entrevista marchaba, o al menos eso pensaba Nathan porque no le largaron de allí, ni tampoco vio que Trisha pusiera una cara de haber escuchado el horror en las palabras de Nathan. Iba haciendo como que anotaba cosas en la tablet, pero en realidad no lo hacía y se notaba, era un gesto exagerado y ensayado solo para ver cómo cuanto de espabilado estaba Nathan.
8AM aproximadamente
Oficinas de Eriksson Enterprises
Trisha andaba con un café en la mano y había servido otro para Nathan pese a las negativas del hombre, era otra de esas pruebas de las entrevistas que hacen y no tiene solución negativa o positiva en realidad.
Una alarma infernal avisaba de la inminente apertura de las compuertas de la mina.
MEEEEC MEEEC MEEEEEEC MEEEEC.
“Por favor, despejen la zona de entrada a la mina. Apertura de compuertas inminente” Decía una voz pregrabada de mujer mientras una lucecita naranja en un pasillo daba vueltecitas.
De repente una explosión distante se escuchó en la distancia, por encima de sus cabezas. Los cristales de la oficina, y de los que daban al exterior temblaron y parte del enyesado del techo se descascarilló. Los ojos de Trisha se ensancharon y esta hizo lo que el protocolo marcaba, seguramente. Dejó el vaso de café en el escritorio, salpicando algunos post-its y se metio debajo de la mesa. La alarma de apertura se había callado al instante.
-¿Qué ha sido eso?-Preguntaba alarmada a Nathan. La recepcionista apenas si se asomaba desde debajo de la mesa, con los dedos en el borde de está tomando un tono más pálido de la fuerza con la que se agarraba.
Apenas le dio tiempo a responder, una segunda explosión, más cercana, hizo que los cristales no solo temblaran, si no que uno en la misma oficina se salió de su marco y calló lentamente sobre las losetas del pasillo, haciéndose añicos. Trisha emitió un gritito desde su refugio bajo la mesa.
Nathan pudo ver por uno de los ventanales la entrada a la mina, y como una…cosa alada de repente se materializaba y al hacerlo le estaba arreando un tremendo patadón a una de las compuertas y esta salía volando mina adentro, con trozos de pared incluidos. El ruido no fue suficiente como para sacudir más cristales pero era como atizar un gong con un avión a reacción. La entrada tenia montada una polvareda del copón, y la alarma de varios coches sonaba en el aparcamiento, la gente se alejaba de la entrada a la mina a toda costa.
—JESUS —exclamó, visiblemente sorprendido por la sirena que anunciaba la apertura de la mina. Le había pillado desprevenido, pero sólo tuvo que ver cómo se comportaba la improvisada entrevistadora para saber que era algo habitual y que tendría que acostumbrarse. La consiguiente explosión le hizo pensar que quizás todo seguía siendo parte de la prueba. Qué retorcidos son estos noruegos.
Cuando quiso darse cuenta, Trisha estaba debajo de la mesa como un gato asustadizo, y Nathan estuvo a punto de echarse a reír por lo ridículo de la situación. ¿En serio pensaban que iba a picar con algo así? Un momento. Un neoyorquino que hubiera vivido en la ciudad de los rascacielos los últimos treinta años sabía lo que es el miedo. Cada año le recordaban en Septiembre que los monstruos existían y que tenían forma humana, y que era bueno ser un cobarde. Era bueno porque los héroes terminaban siendo nombres en una pared de hormigón. Y por eso Nathan sabía reconocer cuando alguien tenía miedo de verdad. Y la muchachita lo tenía. Esto no está planeado.
Como si quisiera confirmar sus pensamientos, una segunda explosión le hizo encogerse y retroceder hacia la mesa mientras observaba el ventanal frente a él. Algo se estrelló a sus pies haciéndose añicos, pero Nathan estaba intentando ayudar a su cerebro a comprender lo que veían sus ojos: una figura antinatural, como un buitre monstruoso, algo extrañamente grande, derribaba la puerta de la mina como si fuera de madera.
—¿Qué... coño? —dijo, ignorando sus más básico sentido de preservación y acercándose al ventanal para ver qué era aquella cosa que acababa de aparecer de la nada.
Uno de los ventanales se resquebrajo, cediendo finalmente al impacto de las ondas sonoras y dejando paso a Nathan a la propia calle, o exponiendolo aun mas, según se viera. Trisha parecia estar hablando por el pinganillo en un idioma desconocido, sonando algo alarmada. Hasta que la cobertura se fue, al menos.
Continua en: https://www.comunidadumbria.com/partida/fragmentos-de-humanidad/prologo--2?__Pg=1
Voy a pasarte a otra escena, hay algunas partes de esta nueva escena que no has podido ver pero como es un gran post, y resume en general la situación tanto dentro como fuera de las oficinas, me parece bien que lo leas. Además ya están por ahí otros jugadores :P
Con el post anterior considero que podrás pescar el momento exacto en que Nathan ve lo que sucede.