—Bueno, bueno, cariño... ¡Nada es digno de nosotros! Pero por el bien de estos desgraciados tenemos que hacerlo. Es nuestro deber— "Y por el bien de nuestro matrimonio" añadió mentalmente. Nefertari empezaba a impacientarse. Era una mujer de acción y estar al lado de una camilla no era precisamente la aventura que andaba buscando— Si quieres podemos aparecernos en el hotel, cogemos algo de ropa que no tenga malas vibraciones encima y volvemos... Aunque creo que podrías aprovecharla para inspirarte en alguna colección salvaje y con muchos rasgados.

La noche había sido larga e incómoda. Y dura... muy dura. Thadeus veía allí a su esposa, en un incómodo sillón mientras que él apenas podía girarse en una cama casi microscópica y tremendamente incómoda. Ni podía dormir él, ni podía dormir ella, ni podía cederle su cama ni, mucho peor, podía compartirla con ella. El mago comenzaba a estabilizarse pero pasar la noche en el Hospital le resultaba una idea pésima. Él necesitaba que su amada le abrazase y dormirse haciendo la cucharita. 

La sola referencia a la ropa hizo que Thadeus se erizase como un gato. Lo había intentado pero la respuesta era un no rotundo.

—Mi amor... coge estos harapos y quémalos, tíralos a la basura o arrójalos por un precipicio. Pero sácalos de mi vista. Prefiero seguir vestido con este camisón que me deja el culo al aire que llevar eso ensangrentado y destrozado por una planta comemagos. Y ve al Hotel... por favor. Pasa la noche allí y duerme bien. Creo recordar que encargamos una gran cama. Aprovéchala esta noche tu sola porque mañana te aseguro que daremos buena cuenta de los muelles del colchón. Y cuando te despiertes vente para aquí y tráeme ropa del baúl. Me fío de tu criterio... ya sabes que sí. Pero no tiene sentido que nos quedemos aquí los dos y pasemos ambos una mala noche. 

—Bueno, bueno... yo que quería ver esas pantorrillas al aire— la maga hizo una filigrana en el aire para hacer que la la ropa se desintegrase— pero no te creas que te vas a librar de mí, Thaddy. Voy a dormir aquí y voy a hacerlo muy bien, aunque no hagamos cosas divertidas

Nefertari se inclinó para besar a su marido y acabó dándole un lametón. Se había convertido en el rizoso gato blanco que en tantas casas se había colado. Estirando las patas delanteras mientras clavaba suavemente las uñas en la cama, lanzó un suave maullido, dio un par de vueltas sobre su espalda y finalmente se tumbó junto a Thadeus en una postura que, ni con toda su flexibilidad podría recrear en su forma humana

Thadeus quedó en paños menores por el efecto del hechizo de su mujer. En otras ocasiones, como efecto inmediato a aquel sortilegio, una jauría de pasión desatada se habría apoderado del matrimonio Blackwood-Fairblood. Pero la convalecencia del marido hizo que la cosa se quedase en un acurrucamiento tierno en la cama del Hospital. Ella en forma de una preciosa gatita de pelo rizado y él, en su forma humana, se aprestó a replicar la postura de la cucharita en la cual, ahora, habría de ser él la cucharita. No como cuando ambos eran humanos...

—Te adoro, mi gatita. —susurró mientras propinaba un tierno beso en su cabecita felina.

JUEVES, 26 DE JUNIO 2025
ALBA 7.00 am, CLIMA DESPEJADO, 16ºC

A la mañana siguiente uno de los medimagos entró para comprobar el estado de Thadeus. Ambos se despertaron al oír cómo abría la puerta.

Buenos días. Le dijo, parece que ha pasado un día perfectamente, sus heridas están del todo sanadas y ya podéis marcharos. Pero antes alguien quiere hablar con vosotros. Se trata de Rafaella Gionanni, la jefa de medimagos del Hospital Leonor de enfermedades y heridas mágicas. Quería haceros unas preguntas sobre el ataque que habéis recibido.

Aun en su forma gatuna, Nefertari se lamió la pata tranquilamente antes de pasárselas por las orejas, como si aquello no fuese con ella. Prefería que su marido se encargase de hablar con la gente, porque como lo hiciese ella, alguno podría salir volando por la ventana, en venganza por el trato que su esposo había recibido. No. Lo suyo era la acción y posar para las fotos, no hablar sin saltar al cuello de la gente.

Thadeus sonrió como pudo al medimago. La noche, efectivamente, no había sido una bicoca. Nefertari, en su forma felina, había tenido algún sueño agitado que otro y se había movido en sueños con bastante violencia. Incluso en una ocasión había sacado las uñas y había arañado la tripa del marido. Pero, claro... resultaba tan absolutamente monísima cuando se comportaba así que Thadeus ni siquiera lo mencionó a la mañana siguiente.

Eso sí... aunque las noticias del medimago eran a todas luces, buenas, la prioridad de este era volver a l Hotel para ponerse algo de ropa.

—Le ruego cierta presteza... —confesó el mago visiblemente impaciente. —Me gustaría poder volver a vestirme como una persona normal y no como un naúfrago. Bueno... como una persona "normal" tampoco. Digamos que como lo que yo considero "normal" en el caso de que fuese "normal" vestir como yo visto a diario. Que, por otro lado, sé que no es en absoluto "normal" sino tremendamente fabuloso... porque, claro, si lo que yo considero "normal", fuera considerado "normal" por la gente "normal" entonces yo tendría que idear otra forma de vestirme que me diferenciara de la gente "normal". 

La perorata fue acompañada de una especie de coreografía ya que cada vez que aplicaba las comillas, sus manos las dibujaba en el aire con lo que Thadeus parecía que estaba bailando una danza regional en lugar de manteniendo una conversación. 

El medimago trató de seguir la conversación que estaba teniendo Thadeus con él, pero cada vez que repetía la palabra "normal" sentía como si la cabeza le fuera a explotar. Por suerte, y antes de que éste pudiera contestarle, una mujer interrumpió el monólogo del ya recuperado paciente.

Buenos días y disculpad mi presencia en vuestra habitación. Me han informado de que habéis recibido un ataque de una gigantesca planta y hemos obtenido ya los resultados. La variedad que os ha atacado, es una especie autóctona del centro de una selva del Congo. Es un ser mágico del que aún no conocíamos su existencia en Madrid y aún menos en el Retiro. No entendemos qué hacía ahí, ni tampoco por qué os atacó. Pero lo que es cierto, es que gracia a la muestra que habéis traído hemos podido identificarla, ya que otros magos y muggles habían sido atacados por el mismo ser y no habíamos logrado averiguar de qué se trataba. Así que, daros las gracias por ello. Dijo mientras tendía la mano a Thadeus y sonreía a la gata-Nefertari.

¿Tengo entendido que colaboráis con el MIM, verdad?

Al oír aquello, Nefertari se convirtió de nuevo en humana, con un gesto muy sorprendido y excitado. Parecía la viva expresión de la alegría y es que aquellas palabras eran miel para sus oídos. EL Congo... África... Su querida África... No era Kenia, pero desde luego, era mucho mejor y seguramente más desarrollado que aquel país en el que se encontraba ahora mismo.

—¿De dónde ha dicho que es esa planta? ¿Del Congo?— Nefertari miró ilusionada a su marido. Se había olvidado completamente de su misión y su expresión decía claramente "¿podemos, podemos, podemos, podemos?" La pregunta de la mujer le hizo volver a la realidad.— EL MIM, sí, sí... bueno, pero no. ¡Es más importante que eso! Nosotros nos dedicamos a los asuntos INTERNACIONALES, y parece que alguien ha traído algo del Congo, ¿verdad, mi amor?

Thadeus dio un respingo cuando su preciosa mujer regresó a su forma habitual de diosa de ébano. La miró como si fuera la primera vez, con el amor tatuado en sus ojos. Verla así, como una niña que quería, que necesitaba, que se moría por ir al parque de atracciones. Solo que en esa ocasión, el parque de atracciones estaba nada menos que en el Congo. 

—¿El Congo...? —preguntó al aire mientras sopesaba las opciones y, por qué no decirlo, trataba de ubicar en el mapa aquel lugar. ¿Eso no estaba en ese sitio al que su mujer se iba de vez en cuando, tras una discusión o cuándo simplemente se hartaba de él y volvía nueva? Si no, por lo menos estaría cerca. Él no había ido nunca y ahora era su mujer quién casi le invitaba.... le imploraba que la llevase. 

El mago sonrió ampliamente y miró a la señora Gioanni a la vez que ponía los ojos en blanco en un gesto que significaba algo parecido a... "¿qué le voy a hacer?"

—Muchas gracias por su visita, señora... pero ya ha oído a mi señora. ¡Los Blackwood-Fairblood se marchan al Congo!