El Hotel Petit Palace Savoy Alfonso XII es un hotel de lujo junto al Parque de El Retiro de Madrid, ideal para escapadas en pareja, viajes de negocios o fines de semana con amigos. Ubicado en un antiguo palacete del siglo XIX, este hotel con vistas al Retiro de Madrid te ofrece la máxima comodidad en un ambiente selecto.
Las habitaciones dobles del Hotel Petit Palace Savoy Alfonso XII están pensadas para acoger a 1 ó 2 personas con la máxima comodidad y servicios de lujo: grandes camas, baño con ducha hidromasaje, secador, espejo de maquillaje, portátil, Wifi gratis, minibar, kettle,TV, amenities… Reserva habitaciones dobles en el Retiro de Madrid y regálate el mejor viaje.
¡Pues comenzamos la partida! De momento el ritmo va a ser algo inestable, porque vuestros compañeros están terminando la ficha. Pero según vaya teniendo tiempo y hueco, os iré contestando y así vamos adelantando. Dado que vosotros vais en pareja, comentaros que espero que no os vengáis arribísima y os lieis a poner un montón de post seguidos. Sed un poco consecuentes con vuestro querido y adorado máster, no vaya a ser que tenga 300 mensajes que leer vuestros. Me gusta leerlo todo, así que espero no tener que hacer lecturas en diagonal por no tener tiempo suficiente para leeros.
Entre las escenas vais a ver un montón de sitios a los que podéis dirigiros. Aunque quizá lo más importante sería empezar por ir al Ministerio.
Tal y como digo en las reglas, cuando querais ir a un lugar, lo dejais indicado en "notas de juego" y os abriré la nueva escena para que podais postear en ella. No es necesario tampoco que vayáis todo el rato juntos y tenéis la escena de whatsapp para escribiros si es necesario.
La llegada a Madrid había sido tal y como Thadeus se la esperaba. Era un país curioso. Todo el mundo hablaba del clima y la comida y, hasta el momento, el sol no parecía tener intención alguna de seguir dominando los azulados cielos de la capital de España. Eso daba que pensar... al final, aunque aquel lugar que, -¡oh, sorpresa!-, resultaba estar en Europa y no en sudamérica, parecía estar a la cola de los países europeos en lo que a sociedad mágica respecta, si la famosa comida española era igual de confiable que el consabido clima, aquello podría convertirse en algo parecido a unas vacaciones. Pero unas vacaciones con misterios, claro. De lo contrario se convertirían en un tedio insustancial como aquella vez que Nefertari y él se fueron de retiro espiritual a la India. Aquello del "Om" no solo no consiguió relajarles sino que acabaron discutiendo una vez más.
Pero en España... todo parecía diferente. Había como cierto ambiente distendido en el aire.
El botones acomodó el baul de viaje de los Blackwood en un lado de la suite que habían reservado y se quedó esperando con una amplia sonrisa en los labios. Thadeus entendió el código a la primera. Esperaba una propina. A Thadeus le encantaba dar propinas. Era curioso como los nomaj las recibían. Normalmente se ponían contentísimos y en aquel extraño país, con aquellos billetes de colores... ¡de colores!... daba gusto soltar un poco de lastre.
- Toma, macho... - le espetó al botones a la vez que le alcanzaba un billetito azul con un veinte en un lateral y unos puentes en el otro. - Lleva a tu chica a un local molón y poneros hasta las trancas a mi salud. Y lo dijo de corazón. Al final, aquel chico había sido muy amable y cuidadoso a la hora de tratar a su baúl. Aquel cubículo de cuero y remaches tenía personalidad propia y si se le daba mal trato desordenaba su contenido y todo se volvía un desastre. Mezclaba los animal print entre sí y uno ya no sabía si iba de leopardo, de tigre o de gato savannah. Horror. Pero él... el botones, lo había transportado con cuidado y respeto. Bien por él. Y sin embargo, ante las palabras de Thadeus puso un mohín extraño y se retiró refunfuñando.
- Adoro este sitio, amor mío. ¿No te parece increíble que hayan forrado el suelo con moqueta de cebra? Dime la verdad... se lo pediste expresamente cuando hiciste la reserva? Como eres. Sabes tan bien cómo hacerme feliz.
Thadeus comenzó a corretear por la habitación y a manosearlo todo. Todo lo que circundaba el mundo nomaj le fascinaba extraordinariamente. Por eso, cuando viajaban, preferían no ir a hoteles mágicos siempre que fuera posible. Y allí, en Madrid, daba la sensación de que todo era posible.
- Bien... ¿por dónde empezamos?
—Mi amor, ¿cómo no iba a pedirlo? ¿Te puedes creer que les pareció raro que reservase desde Estados Unidos por teléfono en vez de por Internet. Creían que era una estafa de esas— Nefertari entro en la habitación y se dedicó a mirarla con atención, aunque al contrario que su marido, no la recorrió enseguida, sino que se dedicó a examinar donde podría poner algunos de sus trastos— Hay que ver que desconfiados son estos nomaj.
Después de comprobar que la puerta estaba cerrada, Nefertari se acercó a al ventana y cerró las cortinas antes de sacar su varita para ordenar las cosas. No había mucho que colocar, puesto que para cambiarse de ropa bastaba con entrar al baúl, pero si tenían que poner algo de ropa en el armario, para que cuando los nomaj limpiadores entrasen a hacer la cama y adecentar el cuarto, viesen algo de ropa. Cuando su marido hizo aquella pregunta le abrazó y le plantó un beso en la mejilla.
—Primero preparemos la habitación un poquito contra nomaj. Oye, ¿los ellos suelen llevar cemento de vacaciones? Quería dejar al lado de la ventana un saco. Por si tenemos tiempo libre— Nefertari había descubierto hacía poco que el cemento era perfecto para echar sobre los lienzos y así hibridar la pintura y la escultura. Esperaba que aquella maravillosa técnica fuese valorada. Tras un movimiento de varita, parte de la ropa de la mujer voló del baúl al armario, pegando antes una pequeña sacudida para airearse, mientras la mujer se movía entre ella con naturalidad. —Cuando terminemos podemos dar una vuelta. He leído que en Madrid hay una cosa llamada Rastro, como de rastrear. Me da buenas vibraciones. O si quieres podemos ir directamente al Ministerio.
Tirada oculta
Motivo: Hechizo "narrativo" de colocar ropa
Tirada: 2d100
Resultado: 161 [86, 75]
- Rastrear, ¿eh? - Thadeus consideró la idea durante unos segundos durante los cuales frunció el ceño en varias ocasiones. Las posibilidades parecían multiplicarse y aquella ciudad no paraba de sorprenderle y brindarle potenciales aventuras aquí y allá. - Pero, rastrear... ¿el qué? - Acabó por preguntar al aire mientras se encogía de hombros. - Pienso que lo mejor es acudir al Ministerio y presentar nuestros respetos al Rey de España. Porque digo yo que en el Ministerio nos atenderá el Rey, ¿no? Al fin y al cabo, España es una monarquía y entiendo que estos asuntos los debe tratar directamente el Rey. Aunque... pensándolo bien, el Reino Unido también lo es y la Reina de Inglaterra no tiene ni idea de la existencia de la magia.
De nuevo Thadeus se encogió de hombros. Muchas eran las dudas que le asaltaban. Habían viajado hasta otro continente para un encargo del que no sabían absolutamente nada. Hecho en sí que les excitaba sobremanera pero igualmente suponía ciertamente frustrante.
Fue entonces cuando se dirigió al baúl que el botones había ubicado en un lado de la gran suite y acarició su lomo como si fuera un enorme San Bernardo.
- ¿Cómo está hoy mi baulito...? ¿Cansado del viaje...? Si te portas bien y no haces ruido mientras mami y papi estemos fuera, te prometo que engrasaré tus bisagras. Y ahora déjame entrar que necesito cambiarme para nuestra reunión en el Ministerio. Nefertari, mi amor... ¿cuál crees que habría de ser el color adecuado para presentarme formalmente ante los españoles? Su bandera es roja y amarilla... ¿qué te parece si me pongo mi traje naranja? Es la combinación de ambos colores. Estoy seguro que pillarán la referencia y agradecerán el homenaje.
Como por ensalmo, Thadeus penetró en el baúl y se introdujo en un amplio vestidor del que colgaban trajes, sombreros y complementos de todos los colores y estilos. Desde dentro siguió hablando con su esposa.
- Y por lo que respecta al asunto del cemento... ¿sabes? Me he fijado y he visto que hay mucha gente por las calles trabajando con cemento. Las calles y las... ¿cómo se llama eso redondo tan curioso? Ah, sí... rotondas. Las rotondas tienen gente dándole al cemento aquí y allá. Esta debe de ser una ciudad muy cultural en ese sentido. ¿No crees que deberías hacer lo propio y trabajar el cemento al aire libre dónde los madrileños aprecien tu técnica?
Lo cierto era que Thadeus admiraba las obras de arte que confeccionaba Nefertari. Admiraba su destreza y realmente se enorgullecía del resultado. Pero la elección de materiales a veces le disgustaba. Y ese era el caso del cemento. ¿Podría haber algo más sucio? Un polvo que quedaba en suspensión tiñéndolo todo de un mate color grisáceo... que atascaba las fosas nasales impidiendo respirar y picaba en los ojos... y que, para colmo, se convertía en una especie de barro de secado rápido una vez se mojaba. No... a Thadeus no le gustaba la actual época artística de su esposa. Pero no se lo iba a decir... jamás.
—Bueno, iremos antes al ministerio, pero tengamos en cuenta ese lugar. No se pone un nombre así por poner. Seguro que es un buen lugar donde buscar informantes, por lo menos.— una vez colocada la ropa en el armario y adecentado todo para que pareciese una habitación nomaj (o la idea que Nefertari tenía de una habitación nomaj) miró en dirección al baúl. Estaba claro para todo el que tuviese ojos que el naranja no era su color, pero efectivamente, era un bonito homenaje, por lo que no le dijo nada.— Es un detalle tierno, querido. Pero yo pondría algún complemento más, para que quedase más claro. ¿Vás a llevar algún abalorio? Podías llevar uno con forma de algo típico de aquí: un sombrero mariachi, un jamón, una escena taurina... ¡Oh! O uno en forma de plato de paella. Yo no me decido, ¿que me aconsejas? No creo que sea buena idea que vayamos los dos del mismo color.
Nefertari hablaba mientras se miraba en el espejo de la habitación. ¿Cómo era posible que los nomaj no tuviesen un espejo decente que les diese consejos y les animase? Así iban todos habitualmente a esa cosa que llamaban trabajar, con cara aburrida y somnolienta, como si fuesen autómatas. Estaba claro que necesitaban un poco de autoestima para ser felices. Las pocas veces que había tenido que madrugar y los había visto le habían dado mucha pena. Ojalá pudiesen regalarles espejos
—¿Insinuas que ponga el caballete en medio de una rotonda, rodeada de tráfico, con un ruido infernal, el sol y el humo y me ponga a trabajar con el cemento y el óleo ahí? ¿AHÍ?— unos segundos de silencio después, la bruja levantó las dos manos al aire y exclamó emocionada— ¡ME ENCANTA! Ay, mi amor. Siempre tienes las mejores ideas. Trabajar con los artistas locales. Es perfecto.
- De cualquier modo, lo importante es conocer de primera mano la naturaleza primordial de nuestra visita a este país, esto es; el misterio que hemos venido a resolver. El asunto del cemento ya llegará. Te lo prometo mi amor.
En apenas unos minutos (cuarenta o cuarenta y cinco) Thadeus volvió a salir del armario-vestidor pulcramente equipado. Con su traje de tres piezas naranja butano, camisa, corbata y sombrero a juego. Y unos zapatos pulcramente pulidos que parecían emitir destellos al roce del sol español. En su mano, el bastón en cuyo interior guardaba su varita de tilo y en su rostro, unas llamativas gafas de sol negras y doradas.
- ¿Sabes, mi amor...? Una de las cosas que más me gustan de desenvolverme entre los nomaj es, precisamente, usar los inventos que han ideado para hacer lo mismo que hacemos nosotros con magia, pero sin. Por ejemplo... los taxis. - Thadeus emitió un chillidito de emoción. - ¿No te parece increíble? Sales a al calle... levantas la mano... gritas "taxi" a pleno pulmón y... ¡aparece un coche dispuesto a llevarte a dónde quieras! Es como convocar un coche con el hechizo Accio pero sin magia. Me parece fascinante. Cierto es que, a veces no funciona y el coche pasa de largo simplemente. Pero la vida no sería lo mismo sin imprevistos, ¿no te parece?
El mago miró a través de las gafas de sol a su mujer con deseo. Él había tardado casi una hora en estar listo y, sin embargo ella, en apenas unos minutos lucía sexy, dispuesta y resplandeciente. Su talante y su determinación hacían de Nefertari alguien imposible de ignorar. Magnética. No era de extrañar que Thadeus estuviera completamente enamorado de ella.
- Te preguntaría si estás lista... pero es evidente que lo estás. Cuando quieras. - concluyó inclinándose en un gesto caballeroso.
—Por favor, si todavía no me he maquillado. Serán un par de minutos
Nefetari se llevó la mano al pelo ante los elogios de su esposo y puso los ojos en blanco con una coqueta sonrisa y comenzó a retocarse con rapidez. Seguía ruborizándose como el primer día con los piropos de Thadeus y se consideraba afortunada de haber logrado llamar su atención en el instituto, aunque le costase un gran esfuerzo. Cuando terminó de maquillarse, se expuso a su marido con los brazos abiertos en un claro gesto de "tachán". Finalmente, se había decidido por un mono ajustado de color purpura, con la superior decorada con lentejuelas plateadas, a juego con unos enormes pendientes.
—Lo que no entiendo es como meten los caballos dentro del coche. ¿Crees que en España meterán toros? Bueno, lo que sea. Hay que reconocer que son ingeniosos. ¿Plataforma o botines?— preguntó enseñando a su marido un par de zapatos de cada. Los zapatos de plataforma le hacía parecer aún más alta, y acentuaban la diferencia de altura con su marido, pero también tenían un estilo único. Claro, que los botines eran espectaculares e increíblemente cómodos— Hmmm mejor los botines. Puede que nos toque andar mucho. Por cierto querido, ¿sabes dónde está el Ministerio?
Nefertari se acercó a su marido y le agarró del brazo, mirándole con ojillos de cachorro desvalido, como hacía cada vez que iba a pedirle algo. Ronroneando, frotó la cabeza contra su cuello.
—¿Y si en vez de taxi vamos en metro? No tardaremos mucho más, o incluso quizá menos, si hay mucho tráfico... y los músicos callejeros...
- ¿Metro...? Oh, sí... Excelente idea. Es tan "underground".
Casi en un estertor Thadeus se puso a reír sonoramente por su propia broma. Metro... Underground... Lo pilláis, ¿verdad? Tanto incluso que tuvo que quitarse las gafas de sol para secarse las lágrimas. Lo que le recordó que... oh, Nefertari estaba maquillándose y a él, en cambio, se le había olvidado marcarse un poco la ralla del ojo. Le gustaba... le daba un aspecto misterioso y una llamada penetrante. Se sentó al lado de su esposa, junto al tocador, y la observó cómo maquillaba sus ojos y sus labios. La amaba y la deseaba tanto... Tomó uno de los lápices de Nefertari y lo aplicó sobre sus propios ojos oscuros.
- ¿Sabes, mi amor...? Desde que hemos emprendido este viaje estoy verdaderamente intrigado con ese llamamiendo por parte del Ministerio Ibérico de Magia. Porque, claro... va dirigido a todo el mundo. ¿Acaso no tienen aurores para estas cosas? Quiero decir... que lo mismo tenemos que colaborar con investigadores locales. Esto podría estar bien pero... ¿y si hay más gente que ha respondido al llamamiento?
La pregunta quedó suspendida en el aire. Thadeus devolvió el lápiz al neceser de su esposa y agradeció que se lo prestase con un delicado beso en la mejilla. Después caminó un par de pasos hacia la puerta de la suite. Quería ya salir y ponerse en marcha. Solo el hecho de saber que iba a probar el Metro de aquella ciudad le excitaba sobremanera y, aunque no quería apresurar a la bella Nefertari, sí quería salir cuanto antes.
- No me gustaría tener que competir con otros para resolver este misterio. Creo que eso sería perjudicial para el asunto.
— No es competir cuando nosotros estamos en el juego— respondió con seguridad, dándole un golpecito en la nariz— No tenemos rival, y lo sabes.
La mujer aplaudió emocionada e hizo un gesto triunfal con los codos flexionados. Iban a ir en metro. Y por si eso no fuese suficiente, el misterio iba a empezar. Era cierto que con otros implicados no podrían degustar y deleitarse de cada matiz del caso, estirando la investigación todo lo posible, pero aun así, lo disfrutarían. No había duda.
—Venga, vayamos. Con un poco de suerte, el caso será tan interesante como todo el secretismo que hay a su alrededor.
Vamos al ministerio vía metro.