Partida Rol por web

Se había armado cierto revuelo en la cocina, mas no se escuchaban pasos acercarse aún, así que de seguro Theodore aún no regresaría. Eso les daría tiempo de tomar algunas cosas, pero ¿sus cuerpos lo aguantarían? ¿Más que solo las estatuillas? ¿Y qué harían con el cráneo del niño?

Así como antes, escucharon algunas voces en la cocina, aunque las frases se cortaban.

- Huele delicioso… - se escuchó la voz de Sophie para luego un grito de su parte - ¡Theodore! – y su voz somó temblorosa para lo siguiente - ¿Qué ha ocurrido? -.

- Bueno, con un poco de… postre, ¿no? – y esa era la voz de Marvin, quien también recibió enérgico al recién llegado - ¡Theodore amigo!... Las raciones… van a ser muy escasas -.

- ¡Sophie, Kitterman, Gianlucca! – respondió Theodore igual de animoso, a pesar de que él ya sabía que estaban allí -… Prenderlo… produciéndole quemaduras graves - ¿hablaban de Matthew ahora? -. Ambos están malheridos… ¿Dónde están el señor Raban, la señora Blavatsky y… Warhus? -, aunque parecía recordar por qué había subido en realidad -. No soy médico, aunque mi asistencia… pueden ser útiles -.

- Rompa una silla… apague, señor Kitterman - se escuchó entonces Gianlucca -. ¿Están conscientes? ¿Dijeron qué les había sucedido…? – y el italiano parecía tan orgulloso como de costumbre. Sonaba desconfiado, incluso -. Raban y Helena están muertos, Theodore… hemos pagado con sangre el precio de salvarlo – y se detuvo allí, aunque su voz seguía firme. Luego prosiguió -… se han abierto puertas que el ser humano jamás debería cruzar… han cruzado demonios que ansían… y el alma de los hombres -. Había fragmentos claros y otros confusos. ¿Sería intervención de la casa también o de Seamus? – Parece difícil de creer,… al recibidor para ver a uno de los tres demonios… hazlo con cuidado… va a poner a prueba tu temple – y lo demás no pudieron comprenderlo.

La voz de Theodore se escuchó de nuevo - … parece tener una hemorragia interna… feas quemaduras… hemos dado con una sala que… especie de altar a una religión – y pausó un rato por algo -. Deberíamos reunirnos… no creo que podamos hacerlo aquí… - y se quedó en silencio.

-… No me digas que se han quedado allí – y la voz de Sophie se escuchó de nuevo, rasgada -. No… no pueden estar en ese lugar - ¿hablaba de ustedes? -… ¿Por qué tirasteis ese tabique? -.

Tal vez contagiado por el tono atemorizado de Sophie, Theodore habló de nuevo – C… claro que se han quedado allí -… parecían estar huyendo de algo… nos encontramos con ese tabique y lo tiramos… ayudadme a sacarlos de ahí -.

¿Bajarían? ¿Qué harían ustedes? ¿Se quedarían allí sin hacer nada más? ¿Tomarían más objetos del lugar?

Con cuidado dejó la estatuilla sobre las piernas y miró al contrario con una media sonrisa.- Es cierto que... En el mercado negro pagarían una gran fortuna por estas pequeñas.-Respondió con gran naturalidad en un tono suave e íntimo, se inclinó con cuidado, sin poder evitar dejar aparecer una mueca de dolor. Se llevó la mano al costado y tomó aire de manera pausada.- Quién sabe...-Lo miró de nuevo.- Si salimos con vida, tal vez podría presentarle alguno de mis compradores.-Pese al dolor que sentía, y el cansancio al que se veía sometido el cuerpo... Intentaba hablar con tranquilidad. Al menos eso hacía cuando las voces volvieron a llegarles.

La mujer mostró una mirada más fría, y la sonrisa que había mantenido hasta ese instante desapareció. Con cuidado guardó de nuevo la estatuilla y se quedó pendiente de las partes de la conversación que les iba llegando ¿Hasta que punto era bueno que supieran de la situación que vivían? Tal vez Theo se había pasado dando datos ¿De verdad podían confiar en todos? Chistó la lengua con molestia y miró al hombre que la acompañaba. La diferencia entre los que estaban arriba y él... Tal vez no era demasiada, pero estaba bastante segura de que no la mataría. Había tenido demasiadas oportunidades de hacerlo, y seguía cuidándola incluso cuando él estaba tan malherido.- Quiero pensar que... No nos darán caza, aunque no pongo la mano en el fuego al decir eso.-La especie humana solía dejarse llevar por la avaricia y el poderes... ¿Acaso allí no pasaba? Raban y Helena estaban muertos ¿Realmente no habían sido ellos los que habían acabado con ellos? No quería ser paranoica, pero era difícil cuando aquellas palabras se colaban entre las grietas.

Miró de nuevo el lugar, donde los otros veían peligro ella no lo había notado ¿Por qué tanta preocupación por abrir el lugar? - ¿Deberíamos esperar a ser encontrados? 

Al parecer, se estaba entendiendo con la mujer, aunque ver su mueca de dolor... sí la preocupó. Por un momento dejó la estatuilla en sus piernas y alzó su mano buena hacia la mujer, pero al ver que esta estaba bien, o al menos intentaba estarlo, volvió a bajarla. Si salían vivos de eso... sonrió de lado. De cualquier forma, le gustaba poder entenderse con la mujer. —Veo que podemos entendernos, milady. Aunque es cierto que... nos falta, quizá, lo más difícil por hacer antes de preocuparnos de qué hacer con estas estatuillas —y entonces, las voces le hicieron saltar el corazón del susto, poniéndose de inmediato en alerta de nuevo.

Escuchó atentamente los restos de la conversación que llegaban a ellos, frunciendo el ceño y, tal vez por la humedad o por lo que estaba escuchando, comenzando a sudar frío. ¡Maldito imbécil! Pensó para sus adentros al escuchar cómo el profesor, en su opinión, hablaba de más. No confiaba nada en Gianlucca. ¿En Sophie? Menos todavía. Y en Marvin... ¡ese hombre había estado con Raban y Helena! Los disparos que habían escuchado, los gritos... ¿Y el abogado? Matthew chasqueó la lengua, sintiendo cómo sus manos empezaban a hormiguear y su corazón latía más rápido por la adrenalina. Sus alarmas de peligro se encendían todas al instante. Se giró hacia Isobel, y que ella pensase lo mismo que él no era buena señal. —Yo... no soy tan esperanzador. Tienen un arma con ellos, y estoy seguro de que Sir Raban debía llevar una con él. Si fueron ellos quienes los asesinaron, no estamos en una buena posición.

Entonces, vino la pregunta de la mujer. La decisión crítica, una que podía decidir si vivían o morían en el peor de los casos. Quería creer... que si podían ser mínimamente de utilidad, no los matarían. Al menos no de inmediato. Después de todo, si algo tenía claro es que no eran los humanos la única amenaza que rondaba esa mansión. —Aunque me pese, es lo único que podemos hacer por ahora. Aunque saliéramos de aquí, no hay algún lugar al que podamos ir con esta tormenta, y no llegaríamos demasiado lejos por nosotros mismos —entonces, con la frente perlada en sudor, se le ocurrió algo más—. ¿Sabes disparar?

Ninguno de los dos parecía en óptimas condiciones para subir, pero era eso o esperar a ser acorrolados por los otros herederos. La otra opción era subir desde la cripta al patio delantero, pero ¿acaso podrían hacerlo? ¿Isobel soportaría aquello?

Mientras parecían tomar decisiones, las conversaciones seguían en la cocina. ¿Entonces Theodore les había abandonado?

- … pero estáis tomando una mala decisión… Y estamos heridos. No vamos a ayudar… - ese era Gianlucca.

- ¿Y si no llegamos a tiempo? – preguntó Theodore consternado -. … tirado ocultaba una habitación… parecía que la habían levantado… pero van a ser parches temporales, esas heridas serán el menor de nuestros problemas -.

- Las vendas están listas – se escuchó la voz de Marvin animoso -. … y algún trozo de madera, si alguno de ustedes… quizá podíamos hacer alguna antorcha… -.

- …Tu mano presenta un aspecto deplorable... – era Sophie quien hablaba esta vez - astillas clavadas y un esguince en el dedo índice… improvisar un vendaje compresivo… Le di un analgésico hace un rato… tengo una linterna -.

Gianlucca volvía a escucharse - … buena decisión… no es algo que podamos afrontar a la ligera… romper sillas, señor Kitterman… he matado un demonio y se ha hecho astillas… el recibidor, y podría usarla para avivar ese fuego… -.

 Y por último, Sophie volvió a hablar - Tendrá que esperar… heridas, señor Massari… no vas a poder utilizar esta mano…  es bastante considerable... -.

Y aunque la conversación pudo haber continuado, de repente, la casa empezó a temblar de nuevo con fuerza, casi como si estuviera queriendo impedir algo que estaba pasando. El interior de ese lugar dejó caer polvo sobre los dos, pero más allá de sentir un leve mareo por el vértigo sumado al estado de ambos, hubo algo que les sorprendió. Una urgencia, una imagen en sus cabezas. El objeto en las manos de Raban podía estar en peligro de perderse en ese temblor. Si no fuera valioso, ¿por qué estaría en una caja como esa? ¿Y si esos asesinos se la llevaban? ¿Theodore se les uniría? Ya había abandonado a Isobel una vez, así que ¿por qué no lo haría de nuevo?

El temblor fue bastante largo, pero por fin había terminado. ¿Sería seguro quedarse allí?

Su pregunta se vio opacada por las tenues voces que se escuchaban en las paredes. Con un gesto grave, Matthew guardó silencio e intentó llevar toda su atención hacia lo que escuchaba, chasqueando la lengua. Frunció más el ceño de nuevo. Maldito Theodore. La desconfianza por Gianlucca no podía hacer más que crecer. Llevaba las manos al fuego asegurando que ellos habían asesinado a Raban. Esos disparos que habían escuchado... ¡no podía estar más claro! ¿Estaban ellos heridos? Por lo que discernía, era Gianlucca quien lo estaba. Y ciertamente, al detective no le importaba precisamente. Ni un poco. Había algo que le importaba muchísimo más.

Cuando se hizo el temblor, el detective soltó un quejido por su brazo. Por un momento apoyó esa mano en el suelo, chillando, teniendo que sostenerse con la otra mientras apretaba los dientes. Ver el polvo que salía del techo no era buena señal. Por lo que entendía, no los ayudarían... menos con un herido entre ellos. Sophia, por lo que había visto, estaba demasiada acaramelada con Gianlucca, tal vez persiguiendo su fortuna, y Marvin... él tampoco le causaba confianza. Había estado un largo rato con la bruja y Raban, y era el único que estaba allí ahora. 

—Milady, creo que nuestra suerte se ha acabado, si es que en algún momento tuvimos. Si no nos movemos por nosotros mismos, dudo que alguien más nos ayude. Seré sincero: creo que ellos han matado a Raban y a la otra mujer. Y algo me dice que preferirán dejarnos morir a ayudarnos, si no es que prefieren encargarse de nosotros ellos mismos para aligerar el peso. No sé si el profesor es alguien el que se pueda confiar, pero por lo que he escuchado, no me brinda demasiada confianza. Es estúpido lo que diré, ¿pero cree ser usted capaz de moverse? —miró por un momento hacia el techo— Esta cosa puede caernos en cualquier momento encima.

Quería responder al contrario ante la última pregunta, se había girado hacia él para poder observarlo y las primeras palabras habían brotado de sus labios de manera susurrante.- Siento decir ...-Pero entonces se quedó completamente callada, y su afilada mirada viajó hacia donde venían las voces. Algo en su interior se removió inquieto, de la última persona que esperaba una traición era de Theodore... Habían estado años compartiendo amistad, lo había apoyado económicamente y había donado algunas obras ¡Incluso algunas tardes las pasaban juntos tomando té y charlando! Y allí estaba, vendiéndolos de tal manera que era imposible excusarlo de ninguna forma. Apretó los puños contra el suelo con gran molestia Estúpido... ¿Acaso no conoces lo de tantear el terreno antes de soltar todo? Se había llevado la mano a la frente, pero hasta el movimiento más pequeño era doloroso aún. Quería descansar, quería poder cerrar un rato los ojos y que el cuerpo no la torturase tanto. Pero no iba a ser en ese momento, estaba claro que...

El temblor bajo ellos la hizo soltar un chillido agudo a la par que se llevaba la mano que tenía en el suelo hacia el costado y con la otra se intentaba mantener firme y no caerse por el movimiento. Alzó la mirada hacia el techo, pero casi al instante entrecerró algo los ojos por la caída de la arena y polvo. Eso no era bueno, claro que no era bueno. Si aquello se replicaba podrían acabar sepultados en aquel lugar, y la idea no le gustaba lo más mínimo.

- Joder...-Musitó mientras se reacomodaba bien, arrugando la frente por el dolor consiguió sentarse, y tras eso miró a Matthew cuando empezó a hablar.- Tal vez ya no importe demasiado pero... Iba a deciros que desgraciadamente jamás toqué un arma.-Con sumo cuidado se movió un poco sobre el suelo. Acercó una de las manos hacia la mejilla del contrario y lo acarició con uno de los dedos de manera lenta.- No siempre se gana, milord... Pero eso no quiere decir que se lo vayamos a poner fácil.-Retiró la mano mientras alzaba un poco la mirada hacia el techo.- No sé hasta que punto esto puede ser una traición, no sé siquiera si podemos confiar ya en nadie que no seamos nosotros mismos...-No podía saber si Theo era o no de fiar. Hasta donde ella creía, si lo era... Pero también le había demostrado que en realidad poco le importaba Isobel. La había dejado completamente sola cuando se había caído, y en ese momento la estaba vendiendo al otro grupo. Con una mueca de claro disgusto miró a su alrededor.- Una pregunta difícil... No es lo que más me llame, ni tampoco lo que más me apetezca. Pero ni quiero acabar sepultada bajo esta casa, ni tampoco ser cazada cual ratón... Haré cuanto pueda por moverme.-Se acomodó bien el bolso, y tras eso se levantó de manera lenta.- Debemos movernos, querido.

Saber que Isobel no sabía disparar evocó un gesto amargo en el detective, mas tampoco era algo que cambiase demasiado demasiado las tornas de la situación...o tal vez sí. En el peor de los casos, la mujer tendría que hacerse con su arma. Usando una sola mano, las posibilidades de fallar y recargar lo limitaban inmensamente. La caricia de la mujer lo sorprendió y le hizo abrir los ojos, pero no era que pudiera hacerse ideas más allá o sentir gusto por aquello estando en el estado en el que se encontraba. Isobel era una hermosa mujer, pero en esos momentos, sobre todo después de la quemadura, Matthew no tenía mente para aquello. Más ante lo que sucedía... frunció el ceño ante las palabras de la mujer y asintió. Él realmente no creía en Theodore, ni en nadie allí. Y era posible que solo lo hiciera en la mujer porque ambos se veían en una posición parecida y se entendían... Eso quería creer. Sus fines parecían más o menos los mismos. Viendo cómo se levantaba sola, se sintió impotente de no poder ayudarla. Sin embargo, debían moverse. Él mismo se levantó como pudo, intentando no quejarse en el proceso. —Nuestra única opción es acercarnos en silencio a ellos. Escuchemos lo que traman, y la situación en la que están. En el mejor de los casos, será mejor mostrarnos antes de que ellos nos tomen desprevenidos a nosotros.

Tenían un plan y un objetivo: sobrevivir. Tal vez, en otras circunstancias, la cercanía entre ambos podría haber llevado a algo más, pero la situación no ayudaba al romance, aunque Gianlucca pareciera diferir. Con cuidado, ambos se pusieron de pie, sintiendo de nuevo el cansancio que sus heridas traían, mas el último esfuerzo por la supervivencia les había dado la fuerza.

Con ayuda de Matthew, Isobel logró pasar por el hueco que los dos hombres le habían hecho a aquella improvisada pared y lograron salir del altar. Se dispusieron a subir las escalas mientras el sonido de la tormenta se hacía fuerte de nuevo. En ese momento, les era difícil escuchar lo que pasaba en la cocina, mas era fácil saber que tampoco serían fácilmente escuchados. Por fin llegaron a la planta baja de la torre cuando la cortina se corrió.