Planta Superior - Dormitorio noreste

Era aparentemente un dormitorio para las visitas. La cama está lista y junto a la chimenea hay madera y yesca, pero todos los muebles (armario, silla y arcón) están vacíos y todos los signos, in­cluyendo el omnipresente polvo, muestran que la habitación lleva años sin usar.

Esta habitación hacía difícil la movilidad por la cantidad de muebles y cosas. Los dos tenían buen espacio para caminar, pero solo podrían caber tres personas más. Si entrara alguien más, de seguro tendrían problemas para movilizarse. El polvo abundaba y la oscuridad hacía muy difícil ver alrededor. ¿Habría forma de encender una fuente de luz? ¿Cerillas? ¿Faroles?

Mientras tanto, afuera la tormenta azotaba las ventanas incluso en esta habitación desolada.

Una vez comprobó los cuadros, la mujer apuntó en su libreta los datos, subrayando el nombre que había conseguido. Tendría que buscar información sobre este, pues en ese instante nada venía a su mente. Pero tampoco pareció frustrarla, pues con paso tranquilo se encaminó hacia la habitación más próxima a ella. Entró minutos después de Theodore, aunque no fue hasta ese instante que se percató de que había tomado el mismo camino.

Dentro de la habitación, la mujer observó a su alrededor, estaba oscura y no le apetecía ir golpeándose en todas partes. Por lo que tras cerrar la puerta detrás de ella, buscó en su alrededor alguna cosa que pudiera servirle para encender y dar luz.- Una casa con gran encanto, si lo que te gusta es el terror ¿No cree? -Le preguntó a Theo mientras se movía con cuidado por la habitación, sin tocar nada para no levantar el polvo que los rodeaba, pero claramente buscando cualquier cosa que pudiese llamar su atención.

Entrar en aquella habitación parecía lo más normal en el momento. La casa había estado sin habitar y se notaba por el polvo que se veía a simple vista aún con la suave luz de la penumbra.

Me giré al ver que la luz del pasillo se iba apagando alertado porque se estuviera cerrando la puerta y vi a Isobel detrás de mí.

- No voy a negarlo, la casa tiene ese tipo de encanto, si pudiera definir el olor de las casas de terror, sin duda sería este - dije haciendo una broma e inhalando un poco del olor ambiente.

Oía a Isobel moverse, suponía que buscando algo de luz.

- ¿Ha dado con el interruptor? - le pregunté.

Comencé a moverme en dirección a la chimenea, había visto de reojo que había madera y yesca y al menos querría comprobar el estado de ambas para ver si podía llegar a encender el hogar, dar luz a la habitación y ya de paso, calentarla.

Justo tras la entrada, ambos lograron ver a tiempo lo que sería un cable eléctrico peligroso chispeando. ¿Eso no era un riesgo? Por las marcas que tenía por fuera, se podía pensar que uno que otro roedor había cobrado su deuda con ellos y los había torturado hasta hacerlos caer. De haber tropezado con él, se habrían podido llevar un fuerte corrientazo. Cuando Theodore se acercó a la chimenea, vio que los implementos allí parecían viejos, pero con esfuerzo se podría encender una fogata. Por otra parte, notaron que había un pequeño farol con aceite listo para ser utilizado, aunque ese se veía reciente, no como el resto de la habitación. De seguro era obra de Warhus. Tenía una cajetilla de cerillas a su lado. Si lo abrieron, vieron que tenía tres nada más. ¿Las había sacado? De seguro había tenido que repartirlas en otras habitaciones para cuando otros herederos llegaran allí.

Isobel se dispuso a inspeccionar la habitación igualmente y lo que vio fue una especie de compuerta en el techo. ¿Llevaría a un ático? Era lo más seguro. Como la compuerta estaba justo por el espacio donde se caminaba, lo más seguro era que ocupara parte del poco espacio en el cual se podía caminar, así que ¿Cuál sería el mejor momento para bajarla?

Del pasillo afuera de la habitación, pudieron escuchar un fuerte ruido metálico, seguido por este mismo ruido golpeando varias veces contra el suelo. También una expresión de molestia. ¿Qué pasó allí afuera?

- Cuidado.-Exclamó con un tono suave la mujer al ver los cables que chisporroteaban frente a ellos. Estaba segura de que él lo habría visto también, pero no estaba de más avisar. Vio como el hombre se dirigía hacia la chimenea, ella nunca había sido muy habilidosa en esos temas, normalmente el fuego moría antes de llegar a devorar alguna rama, por lo que... Lo dejaría en manos de su amigo. Aunque al ver el farolillo de aceite esta lo alcanzó con cuidado para mostrárselo al hombre que la acompañaba.- Quizás esto sea más útil, quiere probar a encenderlo.-Le preguntó mientras se lo acercaba junto a las míseras cerillas. Una vez a su altura se lo entregó con delicadeza.- Creo que podría sernos más útil, sobretodo si queremos ir allí.-Dijo señalando la compuerta que se ocultaba entre las sombras en el techo. No la quiso abrir de primeras, antes quería volver a repasar toda la habitación, por si algo se les escapaba.

- A este paso... Serán pocas las cosas que deba valorar si no dejan de tirar cosas.-Aquello lo dijo con un tono más divertido y desenfadado. En realidad cuanto menos debiera valorar mejor le iría. Sobretodo tras las miradas de algunos de ellos. Si las miradas matasen...

- Echemos un ojo por aquí. Y si lo desea podemos subir al ático

Me detuve y miré a la pared donde estaban los cables chisporroteando.

- Gracias - le dije.

Entonces ella misma me acercó un farolillo de aceite.

- Será mejor que intentar encender la chimenea y más sencillo, nos costaría mucho encender una llama aquí - apunté.

En ese momento un ruido sonó desde fuera de la habitación.

- Quizá estén a oscuras como nosotros, pero podrían tener un poco de cuidado -dije con cierto tono de hastío -. No es la mejor manera de honrar la memoria de nuestro colega, destruir lo que nos ha dejado en herencia.

Tomé una cerilla y la encendí, abrí la tapa del farolillo y aproximé la llamita al habitáculo del combustible. La llama prendió el aceite y la luz brotó con más fuerza. Isobel propuso echar un vistazo por la habitación y asentí.

- Veamos que tenemos por aquí, luego ya preguntaremos que se ha roto - comenté.

Afortunada o desafortunadamente, a pesar de tener consigo los faroles, no pudieron encontrar nada más que los muebles viejos y empolvados, así como el armario lleno de telarañas. Al menos habían conseguido los faroles, pero tenían poco aceite, así que lo mejor era usarlos en caso de extrema necesidad. Había algunas antorchas por la casa, así que no sería necesario todo el tiempo, pero si esas antorchas se apagaban por las fuertes lluvias, solo tendrían los faroles como fuente de luz.

Isobel y Theodore pudieron ensuciar un poco sus ropas por el polvo y los insectos muertos, mas no encontraron nada de valor. Tal vez en el ático tendrían más suerte. Después de todo, la gente excéntrica suele ocultar sus objetos de valor para no ser asaltados. ¿Sería el difunto LaCroix igual?

Si querían bajar las escaleras del ático, se encontraron con una cuerda cubierta entre telarañas y  polvo que colgaba de la mitad de aquella compuerta. De seguro bastaría con un halón para desplegar las escaleras al ático.

- Nada - atestigüé -. Aquí no hay nada.

Miré entonces aquella cuerda que bajaba la compuerta que nos daría acceso al ático.

- Vamos a buscar aquí, a ver que nos encontramos - dije.

Aparté las telarañas con la mano, sacudiéndolas en el aire y frotando contra algún mueble para retirarlas de mis dedos y alcancé la cuerda para tirar de ella.

Sujeté el farolillo a la par que Theodore abría la escalerilla que daba al ático. Era difícil saber que nos esperaba en ese lugar, por lo que se preparó para lo que fuese a venir o pasar. 

- Tenga cuidado, por favor.-Pidió mientras alzaba un poco aquel farolillo para darle luz al hombre. Sin duda debían cuidar la reserva de aceite, pero subir sin luz a ese lugar era como tirarse de cabeza por un barranco.

Al no encontrar nada que pareciera de valor en aquel lugar, decidieron subir. La cuerda estaba llena de esas telarañas que tan molestas eran y que, tras tanto tiempo de no ser sacudidas, ahora parecían más una tela pegajosa que se pegaba a la piel de los dos. Al encontrar la manera más efectiva de sacudirla de sus trajes, halaron la cuerda, por lo cual una gran cantidad de polvo bajó, junto con insectos que parecían rehusarse a entregar parte de su territorio para caer sobre Theodore. La marea de polvo y suciedad llevó a que el hombre tosiera descontroladamente por un momento y sus ojos se irritaron. Después de que el ataque de tos pasara, ambos subieron por las rechinantes escaleras. ¿Cuánto aguantarían? Solo esperaban que soportaran lo suficiente.

Justo antes de que subieran, escucharon un grito de quien parecía un hombre pasar de cerca por la entrada de la habitación junto con fuertes zancadas. ¿Corría? Eso parecía. Fuera por lo sorpresivo o por la expectativa de lo que encontrarían en el ático, Theodore se vio afectado por ello también.