Partida Rol por web

¿Dónde estabas y cómo habías llegado allí? No lo sabías. Las imágenes sobre lo que habías visto aún eran vívidas en tu mente. Tu respiración aún seguía agitada y sentías tu corazón a punto de salirse de tu pecho. Habías corrido a alguna parte de la casa para alejarte del peligro, pero ahora estabas solo. ¿Dónde? Bueno, estabas dentro de la casa. Eso lo sabías porque aún escuchabas la fuerte tormenta golpear contra las ventanas, habías cerrado la puerta, tal vez para protegerte y ahora estabas solo.

No lograbas recordar tus pasos para llegar hasta allí, pero apenas en ese momento recuperabas el control de ti mismo. Al menos habías llegado a una habitación ligeramente más cálida. ¿Había una chimenea? Lo cierto era que aún se sentía el calor de esta en el ambiente.

¿Dónde estaba? 

No tenía ni idea. Solo sabia que en cierto momento creí ver algo que me hizo correr. Y yo que pensaba que estaba más templado... Tampoco es que fuera un cobarde, pero... ganar el Pulitzer de forma póstuma no me hacía mucha gracia, la verdad. Y con todo, me había quedado aislado del resto y perdido.

Al menos hacía allí más calor, pero... ¿Quién había encendido la chimenea de hecho? ¿Cuándo llegamos estaba encendida? Quizá estaba en alguna habitación cerca del tubo de la chimenea, aun en la planta superior. Solo tendría que orientarme... y serenarme un poco.

Mientras te ibas serenando, te pusiste a pensar en lo que podría haber sucedido. Sin embargo, el pánico había hecho que no supieras a dónde corrías, solo corriste para alejarte del peligro. Miraste por la ventana y notaste la vista al ras del suelo. Eso quería decir que no estabas en la segunda planta, sino en la primera. Al menos eso lo tenías claro. Viste que en ese lugar había una linterna de aceite que parecía lista para encenderse, así que podrías hacerlo. Al mirar a tu alrededor, aún presa del miedo, no podías ver muchos detalles, pero sí viste un escritorio con algunos cajones abiertos y una enorme biblioteca. Al menos eso te servía para saber dónde estabas.

¿Dónde estabas y cómo habías llegado allí? No lo sabías. Las imágenes sobre lo que habías visto aún eran vívidas en tu mente. Tu respiración aún seguía agitada y sentías tu corazón a punto de salirse de tu pecho. Habías corrido a alguna parte de la casa para alejarte del peligro, pero ahora estabas solo. ¿Dónde? Bueno, estabas dentro de la casa. Eso lo sabías porque aún escuchabas la fuerte tormenta golpear contra las ventanas, aunque ahora estabas sola.

No lograbas recordar tus pasos para llegar hasta allí, pero apenas en ese momento recuperabas el control de ti misma. El dolor en tu tobillo por la caída, así como en tu cadera y manos, empezó a hacerse consciente en ti. ¿Cómo habías bajado del ático? ¿Siquiera habías usado las escaleras? Por el dolor que sentías en tu cuerpo, tal vez no. Te costaba estar de pie en ese momento, aunque seguías sintiendo tu respiración acelerada. La estancia donde estabas te resultaba familiar, pero aún no tenías la calma para saber exactamente qué lugar era. Si intentabas calmarte, tal vez lo descubrirías.

Su cuerpo temblaba, miró sus manos y las apretó entre ellas para intentar parar aquel temblor... El corazón estaba apunto de salir de su pecho y su respiración cada vez era más rápida por el miedo. En sus oídos, el fuerte sonido del bombeo de sangre hacía que le costase concentrarse en nada. Ni siquiera sintió el dolor en su cuerpo durante los primeros minutos, la adrenalina que corría por su cuerpo parecía anestesiarla, pero según esta empezaba a desaparecer... Los daños empezaron a hacerse notar.

Se llevó la mano hacia el tobillo, era lo que más le dolía en ese instante. No se explicaba como había conseguido bajar hasta ese lugar ¿Dónde estaba? Intentó ponerse en pie, pero entonces sintió como un intenso dolor se hacía completamente con su tobillo, piernas e incluso cadera. Volvió a dejarse caer, buscando no forzar demasiado su cuerpo por ahora. Tenía que averiguar donde estaba, tenía que salir de ese sitio ¿Qué había visto? ¿Qué era eso? ¿Un fantasma? Sintió como su cuerpo se erizaba como el de un gato asustado. 

Apoyándose en lo más cercano que tuviese, se empezó a levantar despacio. Intentando no forzar el tobillo, así como tampoco su cadera o el resto de su cuerpo. Buscó una caja o algo sobre lo que sentarse, para después intentar saber donde estaba. Buscando algo familiar o que le diera pistas.

Con cada segundo que pasaba, te hacías cada vez más consciente del dolor de tu cuerpo. Al intentar ponerte de pie, notaste el dolor en tu cadera. ¿Habías caído sentada? Eso podría explicarlo. Lastimosamente, no veías nada que pudieras usar para sentarte y los rayos no ayudaban con tu latente nerviosismo. Sin embargo, un olor llegó a tu nariz. El olor a tierra seca. Lo seguiste y viste en el suelo la materia que se había estrechado contra la pared cuando estaban en la salita. Claro que miraste alrededor y solo viste un montón de puertas que te parecían iguales. No lograste identificar la puerta de entrada, ni la de la salita.

Fue entonces que escuchaste pasos aproximarse y viste una figura ancha acercarse a ti. Al principio, la luz tenue no te permitía saber de quién se trataba y tu mente te indicaba que podía ser peligroso. ¿Esa cosa te había seguido? ¿Cómo era posible? Claro que, antes de que gritaras o decidieras huir, la figura de aclaró era Matthew. Al menos sabías que, por la matera y las escaleras, te encontrabas en el distribuidor de la planta baja. Y otra cosa: ¿Por qué Matthew estaba tan mojado e iba hacia ti?

¿Dónde estabas y cómo habías llegado allí? No lo sabías. Las imágenes sobre lo que habías visto aún eran vívidas en tu mente. Tu respiración aún seguía agitada y sentías tu corazón a punto de salirse de tu pecho. Habías corrido a alguna parte de la casa para alejarte del peligro, pero ahora estabas sola. ¿Dónde? Bueno, estabas dentro de la casa. Eso lo sabías porque aún escuchabas la fuerte tormenta golpear contra las ventanas, habías cerrado la puerta, tal vez para protegerte y ahora estabas sola.

No lograbas recordar tus pasos para llegar hasta allí, pero apenas en ese momento recuperabas el control de ti misma. Al menos habías llegado a una habitación que no tenía esa cosa allí, pero aún veías arañas en el suelo. ¿Dónde estabas exactamente?

¿Dónde estabas y cómo habías llegado allí? No lo sabías. Las imágenes sobre lo que habías visto aún eran vívidas en tu mente. Tu respiración aún seguía agitada y sentías tu corazón a punto de salirse de tu pecho. Habías corrido a alguna parte de la casa para alejarte del peligro, pero ahora estabas sola. ¿Dónde? Bueno, estabas dentro de la casa. Eso lo sabías porque aún escuchabas la fuerte tormenta golpear contra las ventanas, habías cerrado la puerta, tal vez para protegerte y ahora estabas solo.

No lograbas recordar tus pasos para llegar hasta allí, pero apenas en ese momento recuperabas el control de ti mismo. Al menos habías llegado a una habitación que no tenía esa cosa allí, pero este lugar no parecía la habitación de una casa. ¿Dónde estabas exactamente? Lo que sí notaste es que aún tenías la botella de vino en tu mano. Si bien habías limpiado un poco la botella, la etiqueta ya no decía nada esclarecedor.

Jadeaba ¿Qué acababa de ver? No era posible no era natural. Aquella criatura, sin duda debí imaginármela pero ¿y si era de verdad? Mi cabeza giraba y giraba pensando en que podía ser. Pero sin duda era algo que no conocía, ni se parecía a nada que conociera. Podía pensar en que fuera un perro, pero el comportamiento de las arañas y de aquella criatura al devorarlas, no era propia de uno, a no ser que llevase mucho tiempo hambriento. Pero aquello tampoco parecía tener lógica.

Me miré las manos. Recordé que tenía la botella en ellas, no sabía si, al apartarme, la había dejado caer.

Entonces miré también a mi alrededor. Imaginé que no estaría demasiado lejos, pero me sorprendí al no reconocer el lugar.

Era verdad que no había visitado todas las habitaciones, pero no tenía ni idea de donde estaba de la mansión. Normalmente, aunque no conocieras una casa o piso, la arquitectura era simple y permitía reconocer donde uno se encontraba.

Con todo ello, comencé a inspeccionar el lugar donde me encontraba. Un repaso rápido debía decirme algo.

Me acordé de que no estaba solo cuando nos encontramos con aquella criatura, miré a mi alrededor, en busca de Gianlucca y de Sophie.

Mientras recuperaba la respiración, Sophie apoyó la espalda contra la puerta y dejó escapar un sollozo. Se cubrió la boca con mano temblorosa, intentando ahogar el agudo pitido que salía de lo más profundo de su pecho. Lo que había visto había sido horrible... Aquella criatura no podía existir, estaba más allá de cualquier comprensión humana...

De repente se dio cuenta de que estaba sola. Había salido corriendo, presa del pánico y se había metido en no sabía dónde... Ahogó un nuevo gemido y se despegó de la puerta, mientras alzaba la mano que todavía sujetaba el mechero y prendía la pequeña y trémula llama. 

Desde que había llegado a la casa había procurado no separarse de Gianlucca, era la única persona, de los que habían asistido a aquella peculiar invitación, en la que medianamente confiaba. Sabía que ocultaba cosas, pero ejercía en ella una extraña fascinación y le gustaba su compañía. Ahora él ya no estaba, pero... ¿Dónde se había metido? Todo estaba confuso en su mente, lo único que podía recordar era la imagen de aquella especie de pulpo, lleno de colmillos, avanzando...

— ¡Oh, Gianlucca...!

Ahogó un nuevo gemido y respiró profundamente. Tenía que calmarse, tenía que averiguar dónde estaba y regresar... Ahora más que nunca deseaba abandonar aquella horrible mansión. 

Tragó saliva y empezó a mirar a uno y otro lado, con la titilante luz que desprendía la pequeña llama de su mechero.

Sea lo que fuere que habías visto, te había hecho salir de allí sin pensártelo dos veces. Sin embargo, las arañas, el lugar... Tardaste un poco en darte cuenta, mas notaste que el lugar te era familiar. De hecho, habías estado ahí momentos antes y ahora sabías por qué. Si no estabas mal, era el pasillo distribuidor del segundo piso. Estabas junto a las escaleras y seguías apoyada sobre la puerta.

La estancia era más fría que las demás y la tormenta no cedía. Para tu mala suerte, parecía que parte del agua se estaba filtrando y mojaba en parte tu traje. La fría brisa te hizo estornudar y sabías que lo mejor era buscar refugio, pero... ¿a dónde ir? No podías ver mucho sin ningún tipo de iluminación, así que solo pudiste ver unas escaleras que parecían subir entre paredes de ladrillos rocosos. También parecían bajar. ¿A dónde llevarían?

Detrás de ti, había una cortina que ondeaba un poco y de donde se filtraba algo de luz. Lo cierto es que no veías a Sophie ni a Gianlucca allí. Estabas solo. ¿Sería posible que ellos estuvieran tras la cortina?

No paraba de preguntarme como había llegado hasta aquel lugar. Sentí el temblor de mi cuerpo por el frío seguido de un estornudo y palpé mi ropa para notar que estaba mojada.

- Mierda - me quejé.

Sabía que debía apartarme de lo que fuera que me estuviera mojando, además de la corriente que conseguiría que mi cuerpo se enfriase lo suficiente para que mis defensas estuvieran con la guardia baja ante un resfriado.

No veía a mis acompañantes por ninguna parte aunque quizá sí que estuvieran tras aquella cortina ondeante.

Después de pensarlo un instante y, como no recordaba haber visto aquella cortina antes, preferí no atravesarla. Si había luz quizá me expusiera más a la intemperie y acabase por empeorar mi situación.

Sin embargo tenía otras opciones, subir o bajar. Debía encontrar refugio.

Pensándolo bien, decidí bajar aquellas escaleras, si había agua filtrándose en el lugar en el que estaba, bajar en altura me ayudaría a zafarme de ese agua filtrada, y quizá subir me llevaría a un lugar en el que el agua se filtrase más.

Frotándome los hombros para intentar entrar en calor, me encaminé a bajar aquellas escaleras.

El mismo nerviosismo y la adrenalina seguían pasándote factura, así que era difícil calmarse. Por tanto, decidiste ocuparte del problema más urgente, el cual era precisamente dejar de mojarte. No era mucho, pero al menos te podrías refugiar... o eso esperabas.

Aún cargabas la botella de vino contigo. Se decía que, en momentos de hipotermia, el licor ayudaba a calentar el cuerpo. Al menos eso era lo que usaban los rescatistas en las montañas, ¿verdad? Tendrías que intentarlo si querías comprobarlo, pero por el momento bajaste.

Las escaleras eran en caracol y, aunque la oscuridad te jugaba una mala pasada, al menos supiste que las paredes eran en piedra cuando tocaste la pared. Por la forma en espiral que tenía la estancia, concluiste que era una especie de faro, aunque luego recordaste ver una torre en un costado de la casa antes de entrar. De seguro era allí donde te encontrabas, aunque no estabas seguro de cómo habías llegado allí.

¿Dónde estabas y cómo habías llegado allí? No lo sabías. Las imágenes sobre lo que habías visto aún eran vívidas en tu mente. Tu respiración aún seguía agitada y sentías tu corazón a punto de salirse de tu pecho. Habías corrido a alguna parte de la casa para alejarte del peligro, pero ahora estabas solo. ¿Dónde? Bueno, estabas dentro de la casa. Eso lo sabías porque aún escuchabas la fuerte tormenta golpear contra las paredes.

No lograbas recordar tus pasos para llegar hasta allí, pero apenas en ese momento recuperabas el control de ti mismo. Al menos habías llegado a una habitación que no tenía esa cosa allí, pero este lugar olía a humedad. El olor era tan concentrado que tus ojos lagrimeaban involuntariamente. ¿O era por esa aparición que lo hacías?

No tenías idea de dónde estabas. Fuera por haber visto aquella aparición o por el corazón que parecía estar a punto de salirse de tu pecho, no lograbas aún serenar tu respiración y agitación para poder recomponerte. ¿Dónde estabas? El olor a humedad seguía presente y ciertamente era un lugar frío. La tormenta no se escuchaba tan intensamente como en otras partes de la casa, mas su eco seguía llegando a tus oídos.

Si respiraste muy profundamente, te topaste con el polvo entrando por tu nariz y haciéndote toser. A pesar de esto, seguías perdido. No sabías exactamente cómo habías llegado allí ni cómo volver a donde estabas antes, junto a Helena y Marvin. Lo que sí escuchaste fue pisadas cercanas sobre tu cabeza. ¿Qué harías en esas circunstancias?

La ofuscación por la aparición de aquella criatura hacía mella en tu percepción y, por algún motivo, no eras capaz de discernir tu entorno. El miedo podía ser algo que incluso a alguien como tú le afectara, después de todo. Claro que, a medida que pasaba el tiempo, tu mente y tu corazón se calmaban y notaste que había unas escaleras, pero estas solo subían. Por lo que había dicho Helena antes, parecía haber un sótano en la casa. ¿Sería ese el lugar en el cual te encontrabas?