La voz de Helena se interrumpió cuando vio aparecer aquella figura. No había visto algo semejante. Las fuerzas ocultas de la casa de LaCroix podrían haber interferido de alguna manera en sus propios pensamientos. Un temblor le sobrevino. Cruzó su estómago y subió hasta la garganta, donde se quedó atravesado, impidiéndole articular palabras.
Observó a Marvin tomar unas fotografías. Si hubiera podido hablar, tal vez se lo hubiese impedido: a las criaturas del otro mundo no les gusta ser vistas por más ojos, solo ante las que ellas mismas se revelan.
Raban había salido corriendo escaleras abajo y aunque su salud mental parecía debilitarse, seguía siendo un billete para salir de aquella casa con lo que quería.
De pronto una inhalación casi ahogada, con esfuerzo, salió de la garganta de Helena.
— Tenemos que ir a buscar a Raban. Puedo estabilizarle y que siga siendo esa arma que ambos necesitamos, Señor Kitterman.
Giró el su cuerpo para ver los rasguños en la puerta. Tal vez habían salido demasiado pronto, pero volver a entrar, aunque les protegiera, haría que perdieran a Raban.
— Si pudiera estar segura...de qué se trata... —Un susurró salió de la médium. Un pensamiento que aún la mantenía inmóvil.
Antes de ir escaleras abajo, apretó sus manos, estrechando el anillo que llevaba, sintiendo su calor, su textura y buscando en su conocimiento. Un instante de concentración. Una comunión con el mismo Señor de las Tinieblas.
Tirada oculta
Motivo: Misticismo+Conocimiento: Averiguar sobre el ENTE
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 6(+9)=15 (Exito) [5, 1]
Fuera el anillo un simple artilugio o una superstición, lo cierto es que hubo algo que conectó en tu mente. El Vermin Misteriis... aquel poema que habías encontrado traducido por la que parecía ser la caligrafía de Seamus y Shub-Niggurath: la cabra del millón de retoños.
Ya no te cabía duda. Esa extraña aparición de aroma putrefacto y apariencia que asemeja a la de una criatura de otra dimensión no era más que uno de sus retoños. Teniendo en cuenta que no parecía tener sangre humana sobre sí, tal vez el italiano lo había abatido con cierta facilidad. Sea lo que fuera que estuviera sucediendo en esa casa, ese parecía ser solo el comienzo.
Raban había corrido escaleras abajo y el aroma putrefacto de la aparición que tenían frente a ustedes no hacía más fácil el quedarse allí. ¿Seguirían a Raban al piso inferior? Al pasar junto a esa cosa, una sustancia viscosa inundó sus zapatos. Parecía tener un extraño color verdoso y se asemejaba más a la savia que a la sangre. ¿Sería esa cosa entonces una planta? Una especie de planta de pesadilla, claro. Claro que ese olor en sus zapatos no se quitaría tan fácilmente.
Al por fin abandonar la seguridad de la salita, vieron la puerta de la biblioteca donde antes habían visto a Marvin salir abrirse y dos figuras se revelaron pronto.
Seguimos en la escena "Planta baja - Distribuidor".
Seguimos entonces en esta escena.
Antes de salir, tomaron las pertenencias de los dos difuntos. Las llaves del coche de Raban desaparecieron en uno de los bolsillos del italiano, así como el mechero y los analgésicos que parecía llevar Helena. Después de pensarlo un momento, tomó también los guantes, que se enfundó antes de coger el símbolo arcano, como si temiera que lo afectara.
-Llevad también lo demás, pero cuidado con ese alfiler. -Dijo a Marvin y a Sophie, mientras lideraba el ascenso.
Ascendieron las escaleras, pero una vez más aquella maldita mansión parecía dispuesta a no permitir que atravesaran sus oscuros recovecos sin pagar un precio en sangre. En esa ocasión fue Sophie la que, al atravesar los traicioneros escalones, acabó por tropezar y herirse la pierna en el mismo lugar donde antes le había sucedido al italiano.
Por suerte, pudieron liberarla rápidamente y en cuestión de segundos habían dejado atrás aquel sótano convertido en cementerio para alcanzar la relativa seguridad de la biblioteca.
-Véndate esa herida antes de hacer cualquier otra cosa, Sophie. -Sugirió Gianlucca, que estaba observando a su alrededor con ojo crítico. No hacía tanto que habían salido de esa habitación, y no estaba completamente seguro de si lo que le habían contado tenía sentido.
-Señor Kitterman, por favor, muéstrenos dónde han escondido esa cosa. -Pidió al periodista con amabilidad, pero con firmeza. -A ser posible, sin tocarla. Ni usted ni yo ganaremos nada más que problemas si continúa manchando su alma con hechicería infernal.
Sophie cogió las llaves de la casa de Helena y las guardó en su bolso. ¿Curiosidad morbosa? Posiblemente, ahora la mujer ya no las necesitaría y, quizás, allí encontrara pruebas de que había sido una farsante. Mientras pensaba en eso, su mirada se dirigió nuevamente hacia el cuerpo de la pitonisa y, por un instante, se sintió ruin... Su cuerpo todavía estaba caliente y ella se estaba planteando la idea de destapar sus mentiras y mostrarle al mundo las estafas que habría estado cometiendo...
«Está muerta... Si hubiera querido escuchar... Si hubiera...»
La voz de Gianlucca arrancó a Sophie de su ensimismamiento. Sintió un estremecimiento recorrer su cuerpo y sus pupilas se dirigieron hacia el alfiler que señalaba el italiano. Le sonaba haber visto a Helena utilizándolo, pero no tenía ni idea de cómo funcionaba. Con cuidado lo cogió y lo observó detenidamente antes de meterlo en un bolsillo de su bolso. No quería cometer el descuido de meter la mano y acabar pinchándose. Tras eso cogió el pulverizador y se lo acercó a la nariz. El fuerte olor a cannabis le revolvió el estómago y sintió un pequeño mareo. Lo metió también en el bolso, al igual que las ganzúas que Gianlucca había encontrado entre las pertenencias de Raban.
Al levantarse se dio cuenta de que no se sentía muy bien. El olor del cannabis la había dejado ligeramente aturdida, pero no dijo nada. No quería que pensaran que era una frágil damisela que siempre tenían que proteger. Así que se incorporó y caminó detrás de los dos hombres, en dirección a las escaleras...
En el momento en el que su pie resbaló por culpa de la pringue resbaladiza y del leve aturdimiento que no le permitió reaccionar a tiempo, maldijo su estupidez.
Sintió el dolor lacerante, como las astillas atravesaban como cuchillas su gruesa ropa y se clavaban en su piel. Apretó con fuerza los dientes para no gritar, pero no pudo reprimir un sollozo en cuanto Gianlucca y Marvin la sacaron del agujero.
Al entrar en la salita se dejó caer en una de los sillones. Era consciente de que se había hecho daño de verdad y necesitaba limpiarse las heridas, pero no disponía de material adecuado. Miró a Gianlucca y sus labios se curvaron en una sonrisa forzada.
— Estoy bien, no te preocupes...
Le mintió, intentando aparentar serenidad, aunque sus pupilas estaban ligeramente dilatadas y su piel brillaba por el sudor frío que recubría su cuerpo.
De los objetos de Raban y Helena, he cogido:
Las llaves de la casa de Helena, el alfiler, el pulverizador y las ganzúas.
A Rey muerto...
Aquello parecía el lejano Oeste, donde cuando alguien moria en un duelo, se le quitaban las botas. Y en este caso, la pitonisa y el ex-futuro alcalde de la ciudad, eran los que mordían el suelo. En este caso, las tablas del sótano. Y a ellos no solo le habían quitado las botas.
Negué con la cabeza. Ni a los muertos se los respeta, pero, por otro lado, tampoco lo iban a necesitar. Me agaché y recogí el libro de Helena. Ese libro con lenguaje extraño, que, según había entendido, podría ser bastante importante. Al menos, místicamente hablando.
Al entrar en aquella habitación, un ligero escalofrío recorrió mi espina dorsal. Quizá porque allí estaba ese objeto y no me parecia del todo el mejor sitio para estar.
- Allí.- Señalé con un dedo una estantería polvorienta.- Detrás del libro gordo. El de "Las Eróticas aventuras de Hercules". El que está entre "La soledad de los Números primos" y "Gente que viene y... Bah!". ¿Ve el libro Rojo? ¿El de "Te dejo es Jodete, al revés?" Pues ahí.
Lo dije con cierto temor y miedo, pero cierto quejido de la mujer me llamo la atención. Más aún que estuviera herida y el otro caballero no se prestase ayudarla.
- Si me permite...- Dije acercándome a la mujer y me arrodillé a sus pies.- No sé de medicina, pero algo podremos hacer entre los dos. Quizá improvisar una venda. ¿Se encuentra bien?- Giré lentamente la mirada hacia Gianluca, tan solo para darle una advertencia.- Yo no lo tocaría, señor Massari. Te hace ver cosas y envilece la mente con promesas... y promesas...
En silencio, se acercó al lugar donde Marvin había indicado que estaba aquella cosa, y con el mismo cuidado con el que operaría si se acercase a una serpiente venenosa, posó la punta de sus dedos sobre uno de los libros. Allí se detuvo, como si incluso a esa distancia fuese capaz de sentir la oscura hechicería de aquel objeto.
Sólo unos momentos después, cuando estuvo seguro de que nada sucedía, extrajo el libro y echó un vistazo al fondo de la estantería, pero sin hacer ademán de coger nada. Simplemente se mantuvo allí, evaluando y juzgando, para finalmente volver a colocar el libro en su lugar, bloqueando el acceso.
En su mente, se debatía entre estudiarlo y destruirlo. Su primer impulso era echarlo al fuego, pero temía que de alguna forma pudiese estar relacionado con el resto de las apariciones, y que romperlo prematuramente pudiera despertar algo peor. Tras unos largos segundos de duda, suspiró y se giró hacia los otros a tiempo de ver cómo el periodista se ofrecía a ayudar a Sophie con sus heridas.
-La señorita Sophie sabe de primeros auxilios, señor Kitterman, mucho más que yo. -Intervino, acercándose. -Mi tarea es salvar almas, no cuerpos.
-Aunque, si usted también es experto, agradeceremos su ayuda. Creo que todos estamos heridos después de abatir a tres demonios. -Añadió, y era evidente que no mentía. Una de sus manos estaba visiblemente magullada, y las dos perneras del pantalón de su traje estaban desgarradas y manchadas de sangre. Sin embargo, a pesar de ello, el italiano conservaba casi todo su aplomo.
-En cualquier caso, al menos sí podemos usar la ciencia. -Comentó, sacando los analgésicos, y se tomó uno mientras ofrecía otro a Sophie. Después, se agachó junto al sillón donde descansaba en ese momento la joven Wallace, y posó una mano sobre la de ella. -¿Necesitas algo más? Podemos ir a buscar agua y trapos a la cocina, si es necesario.
Las atenciones de los dos hombres abrumó un poco a Sophie. Sus mejillas recuperaron un poco del color que habían perdido, mientras negaba suavemente con la cabeza.
— Estoy bien, caballeros, sólo necesito descansar un poco.
Había seguido con la mirada los movimientos de Gianlucca. Cuando éste sacó el libro de la estantería y escuchó las advertencias del señor Kitterman, su corazón se encogió y durante unos segundos aguantó la respiración. Pero al ver que no sacaba lo que fuera que estuviera allí escondido, soltó el aire que había estado reteniendo y bajó la mirada para contemplar sus pantalones desgarrados. No se atrevía a subirse las perneras y dejar al descubierto sus lastimadas piernas. Prefería no verlo, al menos mientras no tuviera nada con qué desinfectar las heridas.
Al moverse sintió un dolor agudo en el costado, por la zona de las costillas y supo que también se había hecho daño allí. Pestañeó al sentir el contacto de la mano de Gianlucca y le miró a los ojos, entornando ligeramente los párpados.
— ¿Qué estás insinuando? No, no pienso quedarme aquí, parada, mientras te dedicas a deambular por esta endemoniada casa. Ninguno de los tres vamos a separarnos, ¿entendido?
Preguntó, mirando también al reportero.
— No sé si es que son unos cobardes ególatras o es que ha pasado algo, pero hace un rato escuchamos voces en la cocina y, cuando Gianlucca disparó a las aberraciones, nadie salió a ver si necesitábamos ayuda. No sé si seguirán allí o no, pero si vamos, vamos los tres juntos. Además...
De nuevo miró a Gianlucca.
— Tú tampoco estás para tirar cohetes que digamos.
Sus labios se torcieron ligeramente en una sonrisa irónica.
— Para desinfectar las heridas necesitaremos alcohol. Echemos un vistazo por aquí y si no, vayamos juntos a la cocina. Me niego a creer que no haya ni una botella en esta casa...
Tras eso se levantó, apretando los dientes al sentir como sus heridas se resentían y echó un vistazo por la sala, buscando algo que pudiera utilizar para desinfectar las heridas y hacer improvisados vendajes.
Tirada oculta
Motivo: Percepción
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 6(+4)=10 (Fracaso) [1, 5]
Motivo: Misticismo
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 8(+8)=16 (Exito) [5, 3]
Motivo: Buscar
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 5(+7)=12 (Exito) [3, 2]
Dejo tirado Misticismo para evaluar la "cosa"
Dejo tirado Buscar por si encontramos algo que sirva de ayuda a nuestras heridas
Y creo que nos moveremos a la cocina, ¿no, chicos?
Por mi sí, vamos a la cocina ^^
Gianlucca se acercó a donde Marvin señaló que estaba aquel objeto y este pudo ver que se encontraba envuelto por un trapo rojo. Si lo movió, vio algo que parecía de extremo valor y el brillo de este como reflejaba las llamas hizo que los tres le miraran. Claro que su interior era opaco, e incluso parecía dar la impresión de que aquella opacidad se movía como nubes desplazadas por el viento en el cielo. Era realmente una pieza impresionante. Se veía como una fina joya y no sería posible tomarla solo con una mano. ¿Cuánto podría costar una piedra preciosa como esa? Si el italiano la tomaba, se daría cuenta que necesitaría de sus dos manos para cargarla.
Tras tomar la decisión de desplazarse pronto, comenzaron a investigar la habitación. Allí estaban todos los objetos que tanto Theodore como Raban habían reunido, así como el libro que Marvin había traído consigo de otra estancia. Adicionalmente, lograron ver algunos otros objetos de valor en esa salita: un servicio de café vacío, tabaco en abundancia sobre una mesita redonda de bronce y cristal; lámparas decorativas y una alfombra que cubre el suelo. De seguro Isobel podría determinar el valor de todos objetos con facilidad. Sin embargo, no encontraron nada más. Tal vez en la cocina contarían con mejor suerte.
Si dejaron aquella joya en aquel lugar, se marcharon en dirección a la cocina.
Para poder registrar toda la habitación, esto les toma 2 asaltos y Misticismo toma 1 asalto, así que pasarán 3 asaltos antes de desplazarse.
Y nuevamente, Gianlucca, recuerda que las tiradas son ocultas siempre.
Seguimos en la escena "Planta baja - Cocina".
La vista de aquel cristal misterioso era sobrecogedora. Su belleza era tal que te embargaba la necesidad de tocarlo. Incluso empezaste a fantasear qué hacer con él una vez salieras de allí: venderlo, subastarlo... Tras eso, podrías hacer grandes cosas: obras de caridad, asistir a más eventos benéficos, galerías... Incluso podrías comenzar realmente tu iglesia. Tú no sucumbirías al poder que Marvin mencionaba, de eso estabas seguro. Tenías el poder sagrado de Dios de tu lado.
Analizaste de cerca el objeto y aquella neblina dentro de este y lo que te vino a la mente fue lecturas sobre objetos que funcionaban como sellos para entidades antiguas: buenas y malas que alguna vez habían desafiado la soberanía humana. ¿Sería este el caso con esa preciosa joya?
El grupo por fin se había separado y Sophie se dirigió hacia la salita con unos heridos Isobel y Matthew, quienes la acompañaron para poder sentarse a reposar por sus heridas. La viuda tuvo que apoyarse en Marvin para poder terminar de subir las escaleras que faltaban y luego fue ayudada por Matthew en la travesía hasta la salita. Tal vez era el trayecto más largo que había tenido que recorrer desde su caída en el ático en su condición, mas el detective hizo lo posible por ayudarla a caminar, aunque luego Sophie se ofreció ella misma a ser de ayuda. Tal vez estaba herida, pero tenía más libertad de movimiento que los dos antes mencionados.
Por otra parte, los tres hombres que decidieron bajar a la cripta notaron que las escaleras eran estrechas y que solo podían bajar dos a la vez, así que se vieron en la necesidad de agruparse. Theodore bajó primero, seguido de cerca por Gianlucca y Marvin fue el último, pues se quedó un poco más ayudando a Isobel para que la mujer pudiera caminar. Mientras tanto, el investigador encabezó el grupo al ser él quien podía orientarlos. Así, llegaron los tres hombres a la oscura cripta. Esta área conecta la planta subterránea de la torre con la pared del pozo y con el terreno exterior. Está excavada en un terreno firme pero muy húmedo, por lo que el moho y las raicillas del jardín crecen por doquier, atravesando el revestido y la bóveda de ladrillo que cubre paredes y techo. Por medio de ese túnel podrían salir al jardín delantero de la mansión, pero la lluvia seguía siendo tan feroz como hasta ahora. Theodore les mostró entonces aquella pared que se veían mucho más reciente que el resto de la casa. Había un agujero en un costado de esta por el cual podrían entrar y salir agachados, alzando un poco los pies. Theodore les indicó que allí se encontraba el lugar del cual les había hablado antes.
Gracias a la luz de la linterna, pudieron ver que ese lugar se asemejaba a una capilla, aunque había ya algunas raíces asomándose por el suelo y tierra por doquier. Había algunos espacio con formas circulares pequeñas sin el polvo que todo lo demás parecía tener, así que era muy posible que algo ya hubiera sido removido de allí. En la mitad más alejada de la entrada está dominada por la presencia de una piedra que nace del mismo suelo y ha sido tallada para simular un altar. Toda la parte superior está manchada por una sustancia oscura que, si alguno se acercó a examinar, no es exactamente sangre. Tras el altar hay cráneos y columnas vertebrales animales colgando de la parte superior de aquella profana capilla.
En la zona más cercana a la entrada hay una mesita de madera con una cacerola de cobre manchada con el mismo menjunje que tiñe el altar y cuchillos usados para el sacrificio de animales. En una estantería hay dibujos toscos hechos a mano que reproducen una ceremonia pagana: gente bailando alrededor de una hoguera y la aparición de una forma borrosa, enorme, que parece una planta con largos tentáculos y una enorme boca llena de dientes. Junto a estos, hay material de dibujo y un plato de comida podrida, mas está en muy mal estado como para identificar lo que es. En otra estantería hay estatuillas de piedra caliza, adobe y madera, representando seres de formas irracionales, abotargadas, canceriformes, con masas de tentáculos, bocas rezumantes y miembros retorcidos de forma imposible. Estas podrían ser evaluadas por Isobel, si la mujer no lo había hecho ya. Toda la parafernalia proviene de distintos autores y épocas, pero está inspirada por la misma religiosidad perversa o demencia.
Hay un taburete solitario en una esquina, mas parece haber algo debajo de este. Cubierto por un paño negro, había un objeto redondo, el cual Theodore advirtió que se trataba del cráneo de un niño pequeño. Marvin empezó a fotografiar todo el lugar, las pinturas, las marchas, incluso el altar y la olla de cobre con la sustancia extraña, cuyo olor les recordaba a la “sangre” de las abominaciones que habían visto antes en el sótano. ¿Estaría relacionado con esas cosas?
Gianlucca empezó a soltar sus rezos para ahuyentar a la maldad que se asomaba por cada parte de ese altar pagano mientras analizaba las pinturas con atención. Se podía decir que muchas de las cosas que allí habían podrían provenir de Branshaw Manor por su estilo y sus intenciones, pero ¿estaría en lo correcto? Lo que más llamó su atención fueron los rituales representados en las pinturas y sus conocimientos de lo oculto lo llevaron a reconocer a la bestia representada en estos: además de su parecido con las abominaciones que habían enfrentado, también hubo un detalle que fue lo suficientemente esclarecedor: esta parecía mucho más grande que las demás que habían enfrentado hasta ahora y los monstruos que habían visto hasta ahora no eran más que sus vástagos. Así que era Shub Niggurath, la cabra del millón de retoños. No cabía duda que Seamus había estado rindiendo culto a esta deidad pagana. ¿Había este sacrificado a un niño incluso? ¿Por qué habría guardado el cráneo si eso lo incriminaba directamente? Tal vez, de haber subido al último piso de la torre, lo habría descubierto, pero eso nunca sucedió. No pudo sacar más de aquella búsqueda, así que Marvin fue el primero en decidir alejarse del tétrico lugar. Luego salió Theodore y, por último, el italiano. Todos decidieron dirigirse a la salita por tal vez diferentes motivaciones: Theodore iría con Isobel, pues estaba preocupado por su amiga. A Gianlucca le preocupaba Sophie y Marvin se dirigía hacia allí porque todos los demás irían allí. Lo que no esperarían sería que el caos estaba por desatarse en ese preciso lugar.
El otro grupo se había desplazado con calma por las heridas que tenían, llegando a la salita sin problemas adicionales. Era una fortuna, pues ninguno estaba en condiciones óptimas para enfrentar un combate. En su camino, vieron una abominación cuyo aliento putrefacto podía sentirse aún a pesar de no moverse. Era una mezcla entre una planta y un extraño animal. Sus tentáculos estaban llenos de púas y su boca tenía varias hileras de dientes.
Isobel, tal vez por estar más preocupada por su propio cansancio que algo más, se sorprendió, mas no hubo mayor reacción de esta. Por su parte, a Matthew le costó mantener la compostura y por poco tropieza y cae. Afortunadamente no lo hizo, pero su corazón se aceleró, sus pupilas se dilataron y empezó a temblar. ¿Qué era eso? Sophie explicó que Gianlucca y ella se habían enfrentado a esa criatura en la habitación sellada del segundo piso, además de matar dos de esas cosas en el sótano, aunque eran de mayor tamaño. ¿Cómo lo habían logrado? Entraron a la salita, en donde estaban todas las cosas que habían recolectado hasta ahora: las cajas del ático que había bajado Theodore, los libros que había sacado Marvin de la biblioteca y, prácticamente descompuesta a un lado, estaba la caja que Raban había cargado como si fuera el tesoro más preciado. Sin embargo, en la habitación había algo más, algo que todos se preguntaban de qué se trataba. Algo que Gianlucca había visto, pero que Isobel y Matthew aún no habían logrado ver. Por algún motivo, había una enorme joya en la mitad de la habitación con un paño de color rojo debajo que la protegía de entrar en contacto directo con el suelo.
El brillo de esta reflejaba las llamas dela chimenea y su interior era opaco, e incluso parecía dar la impresión de que aquella opacidad se movía como nubes desplazadas por el viento en el cielo. ¿Acaso estas nubes se movían en su interior? Era realmente una pieza impresionante. Se veía como una fina joya y no sería posible tomarla solo con una mano. ¿Cuánto podría costar una piedra preciosa como esa? El impulso natural de los dos que no la habían visto era tomarla, por supuesto, pero Sophie trató de no permitirlo. Claro que para ella también fue difícil resistir el impulso. Se veía tan hermosa que dejar de mirarla era difícil. Hubo alguien que no se tomó sus palabras demasiado bien: Matthew miró de mala manera a Sophie y le pidió que se apartara. Si era un bien de la mansión, tenía el derecho de tocarla. Era como si una idea estuviera resonando en su mente... un susurro de un fantasma.
Sophie parece querer quedársela... No puedes permitirlo...
Mientras tanto, Isobel también parecía en desacuerdo, diciendo que ella debía valorarla. Era su deber y ella no debería impedirlo. Aunque su mirada era mucho más dura, como si también a ella le llegara un susurro del otro lado.
Eres tú quien podrá ver su valor... Ella no lo comprendería...
La empresaria se veía confundida. ¿Qué estaba pasando con ellos? Intentó explicar que creían que ese cristal era parte del ritual que Seamus estaba realizando en esa casa y Gianlucca sospechaba de que necesitaban un sacrificio. Podía ser malvado y por eso debían destruirlo. ¿Destruirlo? Era inaudito. Era demasiado valioso. Si lo destruían, ¿cómo podrían sacarle provecho luego? Los dos heridos no estaban de acuerdo y Sophie siguió interponiéndose. Incluso gritó que lo destruiría tras aprovecharse de la debilidad de ambos para empujarlos hacia atrás, mas no pudo con ambos. Por lo mismo, se encontró con un molesto Matthew que sacó su pistola y le apuntó a Sophie con el rostro desfigurado del enojo. Esta alzó las manos con temor, mientras las nubes dentro del cristal parecían agitarse por dentro de este. Una tormenta se desataba en su interior. ¿Cómo era posible? ¿Reaccionaba a lo sucedido de alguna manera? La mujer intentó mostrárselo al detective, quien seguía apuntando su arma hacia Sophie, pero este no escuchaba. Ella apretó el atizador que tenía en su mano, decidida a destruir el cristal, mas no era prudente. Si se movía, sabía que sería asesinada. La mujer trató de razonar con Matthew de nuevo, pero este seguía sin escuchar. Entonces, algo que los sorprendió a todos pasó: la casa tembló. Isobel necesitaba ayuda para mantenerse en pie y Matthew, quien no la había soltado para que no se cayera, se distrajo un momento porque esta tocó sus quemaduras involuntariamente. Sophie aprovechó eso para intentar quitarle el arma, pero este logró mantenerla en su mano y, en medio del forcejeó... se escuchó un disparo.
Los demás, quienes ya se encontraban en el distribuidor cuando el temblor azotó la casa, escucharon el disparo también, cosa que los alarmó y decidieron apresurar el paso. Theodore vio a la criatura inerte en el suelo del distribuidor y su reacción fue similar a la del detective, pero Marvin le tocó el hombro y con su usual tono tranquilo, le restó importancia para intentar ayudarlo a tranquilizarse. Si no hubiera sido por eso, era posible que el profesor hubiera salido corriendo de esa abominación. Gianlucca, cuya mano diestra estaba hinchada y vendada, abrió la puerta con la otra mano, aunque tuvo algunos problemas para hacerlo. Por eso, fue el periodista quien se ofreció a hacerlo. Parecía que la puerta no había quedado muy bien desde que el italiano había intentado forzarla. ¿Cómo podrían haber sabido que el símbolo que Helena había tallado en la puerta los habría protegido por un poco más de aquello que estaban a punto de encontrarse?
El disparo no había impactado en ninguno de los herederos, por suerte, mas sí había agrietado la joya. ¿Era entonces una baratija? Mas lo que sucedió después sería algo que los tres hombres lograrían presenciar también justo tras abrir la puerta. Una extraña niebla salió por la grieta de la joya y empezó a cubrir la habitación mientras una amenaza aún mayor surgía de esta. Unos tentáculos mucho más enormes de lo que ninguno hubiera visto hasta el momento, unas fauces enormes que podrían devorarlos a todos de un bocado, unos ojos vacíos con solo un recubrimiento naranja que parecía contener las llamas del mismísimo infierno. Esa apariencia híbrida entre bestia y planta desafiaba toda lógica, y el único que parecía no mostrarle temor inicialmente era Gianlucca, quien sacó su crucifijo y empezó a espetar sus exorcismos en latín a gran velocidad. Todos los demás se habían congelado en su sitio, sucumbiendo al temor que la aparición les daba.
El rugido maloliente de esta hizo que sus estómagos se revolvieran e Isobel empezó a vomitar, como si en aquellas arcadas saliera todo lo que había sufrido. Sophie, siendo quien estaba más cerca de la bestia, temió por su vida, mas sus piernas no reaccionaban y cayó al suelo de rodillas, paralizada del temor. Matthew, a pesar de tener una pistola en su mano, no parecía tener la fortaleza mental de alzarla hacia esa cosa. Theodore, quien ya se había espantado por el cuerpo en el pasillo, no pudo con la presión y sintió una fuerte presión en su pecho que le cortó el aire*. Empezó a marearse y cayó al suelo dolorido, sintiendo que su consciencia se disipaba de a poco. Isobel, quien apenas y lograba contener sus arcadas, miró a su amigo con angustia y gritó su nombre mientras este convulsionaba, intentando aferrarse a la vida. Se dejó de mover poco a poco y, con una expresión de dolor, las venas del cuello sobresaltadas por la presión y los ojos abiertos, la vida del profesor se extinguió. Ya no podría llevar esos fondos a la universidad, ni podría aspirar a crecer su carrera. Esa maldita casa había extinguido sus anhelos.
¿Cómo podrían vencer a esa bestia? Tenían armas, podrían intentar luchar, al menos. Gianlucca fue el primero en disparar, aunque intentó hacerlo con su mano fuerte, pero esta estaba demasiado hinchada como para poder encajar bien los dedos en el gatillo. Por este motivo, soltó el arma, cosa que podría resultarle en una complicación mayor después. Marvin sería el siguiente en intentarlo, pero su temor hizo que no apuntara bien y lo que haría sería disparar hacia la nada, pegándole a un valioso cuadro que pudo ser parte de la herencia. Aunque ninguno podría estar pensando en eso en ese momento, ¿verdad? Isobel, quien por fin parecía recuperarse un poco tras vomitar, aunque aún temblando y al borde de un ataque de pánico, haló el traje del detective, diciéndole con voz débil que salieran de allí, que huyeran. Debían irse. Matthew, viendo cómo la viuda parecía estar en un estado deplorable, se armó del coraje que le quedaba y disparó hacia la bestia, aunque este falló por poco. Sus quemaduras tampoco le ayudaban demasiado, pero había sido el que más se había acercado a golpearla. ¿Era posible escapar de esa cosa? Sophie, aún asustada y sin poder pararse por sí misma, miró a la criatura cuyo cuerpo estaba justo frente a ella y se mordió el labio inferior para intentar recuperar algo de compostura. Tras esto, entierra con toda la fuerza que sus brazos le permiten el atizador en el tentáculo más cercano que tenía, haciendo que la criatura suelte un chillido agudo que les obligó a taparse los oídos. Aún más furiosa, se dispuso a atacar y obviamente la mujer que la había herido sería la primera en recibir un golpe. Forcejeó para liberarse del atizador y, mientras ese líquido verdoso que parecía savia y que sería su sangre salpicaba sus ropas, pudo sentir un latigazo de este tentáculo en su rostro que le dejó una cortada. Teniendo en cuenta que a Helena le había atravesado el pecho, eso no resultaba tan malo. Quien no tendría tanta suerte sería el periodista, pues este recibió el segundo ataque de aquella abominación en una de sus piernas, siendo atravesado el muslo sin misericordia alguna. Las púas que esa cosa tenía en sus tentáculos solo aumentaban el dolor y el hombre soltó un quejido de dolor.
Gianlucca se veía molesto y no parecía dispuesto a ceder. Debía cumplir su misión a como diera lugar, sin importar a quién debiera usar, pero ahora había dejado caer su arma, así que tomó la que era de Raban. Si se agachaba para tomar la suya, quedaría expuesto y ya no la veía. La había perdido de vista. Por lo mismo, tendría que buscarla. Este no parecía siquiera conmocionado por la muerte de Theodore. Su misión era lo único que importaba. Intentó disparar de nuevo, pero incluso si disparaba con su mano buena, no tendría la misma puntería. Falló un segundo disparo. ¿Qué hacer? Isobel volvió a insistirle a Matthew para que huyeran, pues esa cosa aún no parecía verlos. La viuda se veía pálida y sudaba frío. No podía moverse sola, sin duda. Por eso, recurría al detective, quien se debatía entre seguir a la hermosa mujer o acabar con el peligro. Era mejor que fueran los demás y no ellos, ¿verdad? Después de todo, el italiano ni siquiera había intentado ayudarles cuando los vio tan heridos. Tentando su suerte, Matthew ayudó a la viuda a ponerse de pie y siguió apuntando su arma a la bestia mientras caminaba hacia atrás. Marvin alistó su pistola de nuevo, pues casi la deja caer por el dolor, y aunque disparó, no logró darle a la cosa. El dolor lo había hecho ver borroso y su condición tras casi morir una vez le pasó factura. ¿Podrían ganar? Matthew se giró hacia la puerta y vio el símbolo dejado por Helena tallado. Avisó de eso al grupo y Gianlucca, quien seguía mostrándose altivo ante la criatura abismal dio a entender que se trataba de un símbolo de protección. No sabía cuánto tiempo aguantaría, pero podían usarlo. Si encerraban a la criatura en esa habitación, tendrían una oportunidad, por mínima que fuera de salir. Tal vez era lo único en lo cual se habían puesto de acuerdo esta vez. El detective siguió avanzando hacia la salida con Isobel a cuestas, mas esta parecía que fuera a desmayarse en cualquier momento por la palidez de su piel y lo desorbitado de su mirada. El detective intentó disparar a la bestia para cegar lo que parecía uno de sus ojos, pero falló. Era muy difícil apuntar con su mano quemada y con la viuda a cuestas. Sophie vio el arma que Gianlucca había dejado caer casi justo a sus pies. Ella no era una experta en usar armas de fuego, pero era una situación desesperada. Si quería sobrevivir, debía siquiera intentarlo... y eso hizo. La tomó y disparó a la abominación. Su pulso no era tan firme como el de los demás y cerró los ojos al disparar, mas su suerte llevó a que uno de los dos disparos sí le pegara a esa cosa en el ojo, haciendo que retrocediera y que soltara aquel ensordecedor chillido de nuevo. Lastimosamente, a la pistola del italiano se le acabaron las balas en ese preciso momento, así que la mujer tendría que volver a usar el atizador si quería luchar. El disparo parecía haber dejado a la criatura desorientada, pues al intentar atrapar a Sophie entre sus fauces, falló por poco y la mujer se salvó. Igualmente, intentó atacar al italiano y este, preparado para contraatacar, se encontró con su fallo. La criatura agitaba sus tentáculos sin rumbo, cosa que aprovechó el detective para salir con Isobel. Gianlucca se debatió un momento qué hacer, si arriesgarse a acercarse con Sophie, pero al ver que Marvin intentó ir con ella para ayudarla a levantarse, se adelantó y le tendió una mano. El periodista espetó algo por lo bajo incómodo, pero dejó que hicieran lo que quisieran y salió junto a la viuda y el detective.
Para mala fortuna del hombre, la empresaria aún no podía mover sus piernas, mas el tiempo se les acababa. La criatura se estaba recuperando, así que el italiano arrastró a Sophie con algo de brusquedad para sacarla de ahí, cosa que hizo que sus piernas ardieran por los cortes que ya tenía, y luego la mujer se soltó de este, arrastrándose por apenas unos segundos antes de que otro tentáculo la agarrara y cerraron la puerta. Se podían sentir los golpes de los tentáculos a la puerta, mas no parecía que fuera a ser capaz de sobrepasarla pronto. ¿Se habían salvado?
Isobel, quien luchaba por mantenerse consciente, pidió a Marvin, el cual ayudaba a llevarla también, que sacara un mechero de sus bolsillos y le prendiera fuego a ese lugar. El periodista, comprendiendo el porqué, asintió y dijo que él tenía otro, así que ayudaría. Encendió así una de las viejas mesas y las plantas secas, de modo que no se propagara antes de que ellos pudieran salir. Luego, lanzó su propio mechero con toda su fuerza hasta las llamas y este estalló, propagando el fuego con mayor velocidad. El que se conocería como el incendio de la mansión Lacroix comenzó de esa manera. Sophie, tras recuperar el aliento, buscó en sus bolsillos el mechero, pero no pudo dar con él*. ¿Lo había perdido? ¿Cuándo? Gianlucca ayudó a que la mujer se parara y caminaron a la salida desde el porche cuya puerta habían dejado abierta los otros tres herederos que salieron primero. El chofer de Isobel salió a recibirlos a los tres y, tras recibir indicaciones de marcharse rápido e ir a un hospital, ayudó a subir a la mujer, le indicó a Matthew y Marvin que se unieran y emprendió marcha, dejando atrás a los otros dos herederos. ¿Por qué lo hacían? El detective, tras tantas cosas que pasaron, tocó los bolsillos de su pantalón y se permitió sonreír. Isobel miró la casa por última vez como si ese gesto le sirviera para despedirse de Theodore y Marvin, aliviado de estar vivo, suspiró y se rio. De seguro se ganaría un Pulitzer con el artículo que escribiría.
Los chillidos de la criatura se escuchaban incluso encima de las fuertes lluvias mientras Gianlucca y Sophie buscaban el auto de Raban, pero no estaba. Este había indicado a su subordinado que se lo llevara para terminar un trabajo, así que, lastimosamente, las llaves que Gianlucca llevaba consigo no le servirían de mucho. Lo que salvaría el pellejo de los dos herederos restantes sería la vuelta del chofer personal de Sophie, quien se había quedado en caso de que su señora necesitara su ayuda. Al verlos afuera, empezó a pintar y las llamas se empezaron a divisar por las ventanas, estallando los vidrios. Estos corrieron y le dijeron al chofer que los sacara de allí. Se dirigirían a la mansión del patriarca de los Massari. Era mucho más cerca de aquel lugar que la casa y la fábrica de Sophie. Y como si solo esperara a que salieran de ese maldito lugar, la lluvia se detuvo, permitiendo a la casa arder.
...
ANUNCIO DE ÚLTIMA HORA...
Un incendio en una vieja mansión en las afueras de la ciudad fue reportado en la noche de ayer. Se trataba de la mansión de Seamus Lacroix, un heredero ermitaño y solitario, conocido en su ciudad. Según reportes policiales, su dueño había muerto hacía un mes y su abogado estaba a cargo de la sucesión. No se encontró ningún cuerpo al controlar el incendio y el abogado del difunto, identificado como Robert Warhus, está desaparecido.
En la cripta de la mansión se halló una habitación secreta con posibles indicios de rituales satánicos vinculados con Branshaw Manor, así como un extraño símbolo pintado en el suelo de la terraza.
Las autoridades recompensarán generosamente cualquier información brindada por testigos sobre el caso...
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Isobel
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 12(+4)=16 (Exito) [6, 6]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Matthew
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+2)=9 (Fracaso) [4, 3]
Tirada oculta
Motivo: Mesmerismo Sophie
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+3)=10 (Fracaso) [2, 5]
Tirada oculta
Motivo: Mesmerismo Isobel
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+3)=10 (Fracaso) [6, 1]
Tirada oculta
Motivo: Mesmerismo Matthew
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 5(+3)=8 (Fracaso) [3, 2]
Tirada oculta
Motivo: Potencia Sophie
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 6(+2)=8 (Fracaso) [4, 2]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Theodore
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 6(+3)=9 (Fracaso) [5, 1]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Gianlucca
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+5)=12 (Exito) [1, 6]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Isobel
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 6(+2)=8 (Fracaso) [3, 3]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Marvin
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 5(+3)=8 (Fracaso) [4, 1]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Marvin
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 8 (Fracaso) [6, 2]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Sophie
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 2(+4)=6 (Fracaso) [1, 1]
Tirada oculta
Motivo: Voluntad Theodore
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 9(+1)=10 (Fracaso) [5, 4]
Tirada oculta
Motivo: Puntos de shock
Tirada: 1d6
Resultado: 6(+3)=9 [6]
Tirada oculta
Motivo: Resistencia Theodore
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 8(+2)=10 (Fracaso) [4, 4]
Tirada oculta
Motivo: Disparo 1 Gianlucca
Tirada: 2d6
Resultado: 2(+4)=6 [1, 1]
Tirada oculta
Motivo: Disparo Marvin
Tirada: 2d6
Resultado: 2(+1)=3 [1, 1]
Tirada oculta
Motivo: Puntería Isobel
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 5(+1)=6 (Fracaso) [2, 3]
Tirada oculta
Motivo: Puntería Matthew
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+4)=11 (Fracaso) [3, 4]
Tirada oculta
Motivo: Potencia Sophie
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 12(+2)=14 (Exito) [6, 6]
Tirada oculta
Motivo: Daño Sophie
Tirada: 1d6
Resultado: 4(+2)=6 [4]
Tirada oculta
Motivo: Ataque criatura 1
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 12(+7)=19 (Exito) [6, 6]
Motivo: 1-Gianlucca, 2-Isobel, 3-Marvin, 4-Matthew, 5-Sophie
Tirada: 1d6
Resultado: 5 [5]
Motivo: Daño tentáculo a Sophie
Tirada: 2d6
Resultado: 2(+1)=3 [1, 1]
Tirada oculta
Motivo: Ataque tentáculo 2
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 7(+7)=14 (Exito) [4, 3]
Motivo: 1-Gianlucca, 2-Isobel, 3-Marvin, 4-Matthew, 5-Sophie
Tirada: 1d6
Resultado: 6 [6]
Motivo: 1-Gianlucca, 2-Isobel, 3-Marvin, 4-Matthew, 5-Sophie
Tirada: 1d6
Resultado: 3 [3]
Motivo: Daño tentáculo a marvin
Tirada: 2d6
Resultado: 10(+1)=11 [6, 4]
Motivo: Disparo Gianlucca
Tirada: 2d6
Resultado: 5(+4)=9 [2, 3]
Tirada oculta
Motivo: Suerte Matthew
Tirada: 2d6
Resultado: 4(+2)=6 [1, 3]
Tirada oculta
Motivo: Suerte Isobel
Tirada: 2d6
Resultado: 4(+3)=7 [2, 2]
Tirada oculta
Motivo: Disparo Marvin
Tirada: 2d6
Resultado: 6(+4)=10 [4, 2]
Tirada oculta
Motivo: Disparo Matthew
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 4(+5)=9 (Fracaso) [3, 1]
Tirada oculta
Motivo: Disparo Sophie
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 10(+3)=13 (Exito) [5, 5]
Tirada oculta
Motivo: Disparo Sophie 2
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 8(+3)=11 (Fracaso) [3, 5]
Tirada oculta
Motivo: Daño disparo Sophie
Tirada: 2d6
Resultado: 8(+4)=12 [3, 5]
Tirada oculta
Motivo: Ataque mordida
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 4(+7)=11 (Fracaso) [1, 3]
Tirada oculta
Motivo: Ataque tentáculo
Tirada: 2d6
Dificultad: 12+
Resultado: 3(+7)=10 (Fracaso) [1, 2]
Matthew pierde 2 puntos de shock al ver el cuerpo de la abominación.
Theodore pierde 2 puntos de shock al ver el cuerpo de la abominación.
Todos excepto Gianlucca pierden 9 puntos de shock al ver a la cosa invocada.
*Destino funesto Theodore: Debes hacer una tirada de Resistencia dificultad 12. De tener éxito en esta tirada, caerás inconsciente durante 2d6 asaltos. Luego, despertarás con la quinta parte (redondeando hacia abajo, mínimo un punto de Vida) de tus puntos máximos de vida. En caso de que falles la tirada… no hay más oportunidades. Tu personaje muere de un paro cardiaco. Al obtener un 10 en la tirada, Theodore sufre un paro cardíaco.
Sophie hace 6 puntos de daño a la cosa invocada.
Sophie recibe 1 puntos de daño.
Marvin recibe 9 puntos de daño.
Sophie hace 12 puntos de daño a la cosa invocada.
*Destino funesto Sophie: Uno de los objetos más importantes del equipo que lleva el personaje se pierde, pero no lo sabrá hasta que lo necesite. Sophie pierde su mechero.