Llevaba muchísimo tiempo esperando la confirmación de la carta, merodeando el buzón mientras contaba los días que había pasado desde su solicitud. Al llegar el paquete lo primero que hizo fue inmortalizarlo con su cámara y llamar a Amelia para compartir su alegría, un placer añadido al saber que ella también estaría ahí.

Ponerse la túnica y la máscara le hizo sentir que estaba en una película de serie B, donde un grupo de personas se reunían sin saber qué iba a pasar. ¿Una cabaña con asesinos encerrados? ¿Tal vez estuviera encantada? ¿Algo paranormal detrás de todo esto? Las múltiples opciones le hacía sonreír y comprobando que todo su equipo estaba en la mochila bien guardado.

Al llegar y ver al grupo de congregados buscó con la mirada a una coleta rubia, reconociéndola tanto por su estatura como por su voz. Se acercó por detrás para abrazarla, quitándose la máscara y dándole un beso en la coronilla.

- Te encontré.- Sonrió, mirando esta vez al resto, quien parecía que se estaban presentando.- Trevor.

Había sido de las últimas en llegar, rallando la hora estipulada, me mezclé entre los presentes cuando el presidente de la fraternidad comenzó a hablar. Me quité la siniestra indumentaria y observé al resto. Me había resultado fascinante llevarlo puesto, pero se estaba mejor sin la máscara. 

La mayoría de los elegidos eran estudiantes, como no, aunque había algunas excepciones. Y alumnos de todo tipo, desde mis popularidad hasta los más calladitos, estaba claro que habían escogido a gente de todos lados. 

- Carol Morton, un placer, aunque a mi seguramente sólo me reconozcan los estudiosos que se pasan por la biblioteca - saludé cordialmente levantando la máscara que aún llevaba en la mano.

El presidente de la fraternidad permitió que todos hablaran y se presentaran. Mientras tanto, sus acompañantes comenzaban a recoger algunos objetos que les serían entregados.

Cada uno recibió una mochila con comida suficiente, algo de medicina, agua suficiente y una libreta por si querían escribir.

- Hemos dado eso para hacer su visita más amena, ya que la prueba será permanecer allí por su cuenta y como algunos no tienen seguro médico, no podemos responder por daños colaterales - rió y continuó hablando.

- Por favor, síganme - y entonces, el presidente comenzó a marchar. Retiró el sello que bloqueaba la entrada a la casa y agregó aprovechando el silencio.

- Este terreno le ha pertenecido a mi familia por generaciones, pero esta casa ha sido siempre la parte intocable de él. Por eso, haremos que entren, para comprobar que todo está bien - sus palabras parecían ser un chiste que solo él disfrutaba.

Al entrar en la propiedad, pudieron ver muchas piedras alrededor, algunos troncos de árboles caídos, ratas por montones huyendo de sus pasos y, al ver al frente y ver aquella casa, pudieron notar su peculiar decoración. Pergaminos budistas por todas partes: puertas, ventanas, paredes, escaleras... Todo lo que se pudiera los poseía.

- Mi padre dice que estos pergaminos se pusieron aquí para mantener al mal enclaustrado. Bueno, vamos a ver qué sucede cuando abra la puerta - y así, rompió los pergaminos que dejaban la puerta sellada. Su rostro parecía no arrepentirse de aquello y disfrutarlo. Siguió caminando, al igual que sus dos secuaces.

Espero que llegaran al lugar donde iban a pasar la noche y los miró con una gran sonrisa mientras se organizaban - Pronto comenzará la verdadera prueba -.

Al fin las presentaciones terminaron. La mayoría eran jóvenes que en su vida habían realizado algún esfuerzo físico, en ese sentido no debería preocuparse más que de Oliver. Aunque no tenía idea de que se proponían hacer, ya que en la mochila que le entregaron había incluso medicinas. ¿Esperaban que hubiera heridos? Puede que solo fuera una precaución, pero tuvo la sensación que aquello tenía un significado oculto. Ya había visto que a sus “anfitriones” les gustaba el misterio y la exageración. Podría ser solo para alentar el miedo en todos ellos.

-Pues se van a joder conmigo- pensó colgándose la mochila al hombro y siguiendo a las tres figuras que habían organizado todo. La casa en sí, resultaba bastante inquietante, más por su total estado de abandono que otra cosa. Estaba seguro que no pasaría nada al romper esos papeles, aunque esperaba algún truco por parte de ellos, quizás algún sonido sepulcral o cosas así. Todo para continuar con el espectáculo.

Asumió el silencio a su pregunta como algo afirmativo y se quito la mochila que traía consigo para guardar aquella genial mascara cuando ellos empezaron a repartir otras. -Vaya... no me esperaba esto. -Comento alegre mientras, sacaba el contenido de la misma y la metía en la suya, prácticamente vacía a excepción de una linterna, comida y agua. Así que ahora tenia mas comida, mas agua y medicinas. Con su mochila llena de lo que la otra contuviera, la dejo allí mismo mientras se echaba a la espalda la suya. Finalmente decidió ponerse en un lateral de la cabeza la mascara tapando su oreja derecha, mientras en la mano jugueteaba con la linterna por si necesitaran de usarla.

Thomas se agarro el pecho al ver como aquella gente quitaba el seguro de la casa y abrían las puertas para entrar dentro. -Tíos... esto va a ser genial... -No podía ocultar su nerviosismo mientras, admiraba cada esquina de la arquitectura de aquella casa, mientras seguía a los anfitriones.

Observé el contenido de nuestras mochilas sin demasiado interés. Era lo típico: comida, agua, una linterna para poder ver en la noche... aunque me desconcertó por completo la presencia de medicinas. ¿Medicinas para qué? ¿Es que temían que alguien fuera a resultar herido? Supuse que sería por las ratas. Aquellos animalejos podían ser muy molestos si se lo proponían, y más de una vez había escuchado que a más de un hillbilly sureño le habían mordido en los labios porque el aliento les olía a comida.

Me desagradó, sin embargo, la manera desdeñosa en que Min-ho había roto aquellos pergaminos budistas que mantenían la puerta sellada. Puede que aquellos pergaminos solo fuesen patrañas religiosas, pero que lo hiciera de una manera tan irrespetuosa... Dirigí una mirada a los jóvenes de ascendencia surcoreana y al anciano de la barba. Lo más probable es que a ellos no les hubiera agradado lo sucedido.

Colgándome bien la mochila a la espalda, decidí echar a andar al interior de la vivienda, detrás de aquellos dos jóvenes, el muchacho moreno de aspecto serio y aquel chaval de pelo rizado que ya parecía estar flipándolo con aquella inquietante y vieja casa abandonada.

-Ey, tranqui, Tommy -dije, acercándome a él y posando una mano sobre su hombro-. Que aún no han aparecido los fantasmas de mujeres con pelo largo...

El anciano también entraría sin ningún atisbo de duda, bajaría la cabeza en forma de agradecimiento por aquella nueva mochila y su contenido y mientras veía como los sellos eran rotos, sintió como algo más se rompía, o mejor dicho, se hacía evidente, esa cicatriz que habían dejado a cada sello roto tenía un buen nombre: Brecha Generacional.

Al parecer lo que unos apreciaban como algo importante de conservar otros lo catalogaban como historias de viejos o habladurías; por desgracia Kazuo estaba entre esos dos mundos, por su edad creía que los sellos y los signos budistas de protección o retención eran algo real, pero al pasar tanto tiempo con la juventud cambiante estos pensamientos de su propia juventud se fueron diluyendo.

Al final, el resultado de romper los papeles, tan solo le creó un sentimiento encontrado consigo mismo y lo que sería su pasado y sus creencias. Nada más, no le molestó en absoluto que los rompieran o siquiera temió por el hecho de entrar a un lugar con ellos. Solo que, le trajo viejos recuerdos al pobre anciano.

-No se debe hablar a la ligera de los fantasmas, yo cuando era profesor siempre hacía un examen donde todos sacaban sobresalientes para que pudieran ir al baño tranquilos... ya que siempre cuando el fantasma les asaltase con mostrar la buena calificación los dejaría en paz... 

No es problema.

Respondo con cortesía al equipo de seguridad. Al menos para mí no lo sería, menos aún si le habían invitado ya que seguro que sería por algún motivo, pese a desconocerlo. Mis ojos bailan entonces hacia la chica de dos nacionalidades con cierta curiosidad, pero la entrega de la mochila cambia mi atención hacia ello. Comida, productos básicos y medicinas.

Esto pinta para largo...

Deducción de primero, me recrimino. Llegamos entonces hacia una casa y entreabro un momento la boca... casi parece invitarme a entrar y la historia que cuenta sólo me alienta a acercarme cerca de la entrada: quiero ser uno de los primeros en atravesar la entrada, preguntándome cómo de en serio se tomarían todo aquello. Claramente algunos no tanto, pero seguro que para algunos sería inspirador.

Pronto llegaría la prueba. Sonaba grandielocuente.

Thomas sintió una mano ajena posando en su hombro y por un momento se giro con rapidez para ver lo que pudiera llegar a ser pero su expresión se suavizo cuando vio que no era mas que uno de los que estaban allí.

-¿Que? A lo siento, me suelo dejar llevar por la emoción. Es que... llevo tanto tiempo esperando esto que aun no me lo creo. Si solo una de las cosas que he leído o han contado sea verdad... Y esta casa y sus cimientos tienen miles de historias para contar, es alucinante, hasta las telarañas tienen su propia historia. Mira esas grietas, como salieron, porque... Hay tanto que analizar, que buscar. Que... -La cara del chico le advirtio que parara.

-Perdona me volví a perder. Es que estudio arquitectura ¿Sabes? Entre otras claro. -Intento sonreír de manera que el labio superior no temblara antes de volver a mirar al frente y caminar junto al chico.

Se fueron adentrando cada vez más en la ruinosa casa, lo cual hizo que algunas tablas crujieran y el polvo se levantara en algunos sectores. Cualquiera que sufriera de alergias, estaría pasando penurias por eso. Sin embargo, los guías no parecían inmutarse.

Esta vez fue el mejor amigo del presidente de la fraternidad quien se giró hacia ustedes. Este chico era conocido por ser más serio que sus amigos, era un artista reconocido, un idol adolescente, pero se caracteriza por su seriedad. Siempre callado y nunca se le podía ver coqueteando con numerosas mujeres. Es más, había rumores de que era homosexual, pero nada confirmado.

- Los dejaremos en el cuarto a continuación. Se dice que esta casa es resguardada por una muñeca que guarda el rencor del asesinato del dueño de este lugar. Su prueba será permanecer una noche en ese lugar. A quien trate de escapar o salga de la habitación será descalificado. Estarán encerrados y en total oscuridad - su rostro no mostraba emoción alguna, casi como si fuera un procedimiento de rutina de un trabajo común.

- Si alguno quiere retirarse ahora, puede hacerlo - y con ello, abrió la puerta.

Todos decidieron continuar, aunque tanto suspenso y drama para llegar a una sola habitación hizo que más de uno se replanteara su decisión. Sin embargo, siguieron adelante.

Al ir pasando uno a uno, pudieron ver que el lugar estaba lleno de polvo, seguro de siglos sin haber sido abierto, lo cual llevaba a estar en unas condiciones realmente insalubres. Con algo de repulsión, entraron y pudieron ver que había algo cubierto con una manta en el centro de la habitación. Tal vez esta manta fue blanca en algún momento, pero ya había perdido su pureza. Cuando todos estaban adentro, el chico cerró la puerta con fuerza y el polvo se levantó por la brisa.

Ya estaban allí, con un extraño objeto tapado mientras esperaban que sucediera algo, una broma o algo por el estilo. Sin embargo, aquello nunca llegó, solo un silencio absoluto y una total oscuridad.

Pasaron unas cuantas horas con la luz de la linterna hasta que una brisa helada inundó el lugar. Era inesperado, puesto que las corrientes de aire no deberían ser tan fuertes allí, pero contra todo pronóstico, algo parecido a un huracán barrió la habitación, levantó todo su polvo y echó a volar la manta y descubrió a una muñeca de tamaño real en la mitad de la habitación. Esta permanecía de rodillas junto a lo que parecían los restos de un cuerpo.

Sus ropas denotaban lo antiguo de su proceder, incluso para los poco conocedores.

Trataron de acercarse, pero apenas dieron el primer paso, los ojos de la muñeca se giraron hacia el grupo y abrió su boca con brusquedad. Un chillido similar al de un cerdo al ser degollado salió por su boca con una potencia tal que la casa tembló y sintieron el suelo desmoronarse bajo sus pies. El golpe contra algo supremamente rígido los aturdió y parecía que hubieran perdido la consciencia.