Las estrellas guardan el saber de lo que sucedió y de lo que para unos era ciertos y para otros nunca ocurrió…
Es el momento de que antes de desaparecer muestren sus secretos, partes de vuestra vida olvidadas, o que nunca llegaron a revelarse…
Es el momento de escuchar y aprender, pues las lágrimas que el pasado trajo, un nuevo mañana alzaran…
Una constelación comienza a brillar más que las demás… Escorpio será el primero en revelar el pasado que tanto atormentó y creó una coraza en la que guardó un corazón, y armó con un gran aguijón del que defender su soledad…
En vuestras mentes resuena el débil viento que parece mecer las arenas del suelo, y entonces poco a poco vuestra mirada viaja hasta el pasado, frente a vosotros un pequeño escorpión recorre un campo de arenas y roca…
La mirada se eleva y al final veis una pequeña casa, una casa humilde y pobre pero en el que desde vuestra distancia se pueden oír miles de risas. Poco a poco vuestra mente os deja entrar en aquel hogar, donde dos pobres ascuas ardían en un débil fuego que apenas llenaban de calor la única sala que conformaba la residencia de aquella familia.
Un pobre camastro, una mesa, un pequeño menaje para cocinar y una silla… era todo lo que rodeaba y poseían en este hogar. En esa silla jugaban una mujer de negros cabellos, tildados de colores carmesí, y en sus rodillas, una pequeña niña… que con cabellos dorados llenaba de luz y sonrisa la tristeza de aquel lugar…
Madre hija sonreían, rodeadas de opresión y cruel hostilidad el tenerse la una a la otra, valía la pena para viajar con sus mentes hacía cualquier lugar… juntas todo lo lograrían…
Puede que la sonrisa en su rostro fuera algo ahora increíble, pero esa era la vida de Anabel antaño… Pero cruel destino que siempre cambia. Un día las separó…
Vuestra mente parecía moverse en el tiempo y adelantarse unos días, llevándoos hasta el momento en el que la tristeza parecía dibujar el rostro que vosotros conoceríais de la guerrera.
Postrada de rodillas, sus lágrimas se perdían entre alaridos de dolor, pues una parte de su corazón se resquebrajaba creando una herida que nunca cicatrizaría… Entre sus manos, el cuerpo inerte de su pequeña Coryne, su pelo dorado parecía ahora opaco, sin vida…
Tan solo se había separado de ella para buscar algo que comer, y al volver, el cuerpo de la pequeña se encontraba frío y sin vida en la puerta del hogar, y entre sus manos, una pequeña muñeca que llena de polvo y raída, había sido la única testigo de lo sucedido…
Un lamento de ira llena el lugar, y poco a poco mientras las lágrimas se secan entre las manos de Anabel, tu espada cae y crea una mella en el frío acero…
Secas tus lágrimas y cierras los ojos de tu pequeña y tras despedirte de ella, andas buscando un culpable por aquella situación…
Mientras tus pasos se alejan en los vidriosos ojos de aquella muñeca se recrea todo lo sucedido…
Un hombre, con paso truncado, seguido del troquel de un bastón… Sus manos juguetean con una baraja mientras busca un nuevo regalo para su querida Shionne… Y entonces frente a él encontró una nueva joya que endulzaría las murallas de su fortaleza… Una pequeña niña, de pelo dorado y sonrisa angelical…
Vaechio sin pensarlo, avanza a hacia ella, y tras una sonrisa de la pequeña sin cruzar palabra tira de ella para llevarla lejos de su hogar, lejos de su familia… El miedo recorre el pequeño cuerpo de Coryne y tras un movimiento en falso la pequeña se golpea contra la puerta…
Un hilo de sangre muestra el principio del fin de aquel pequeño ángel.
El regalo de Vaechio se había roto, sin mucho pesar se aleja del lugar apoyado en su bastón mientras en su mente se dibujan mil y una escusas con las que agasajar a su esposa, mientras la vida de la pequeña Coryne se pierde ante el pobre fuego de su hogar…
Las arenas del tiempo vuelven a cambiar, y os muestran de nuevo el cuerpo caído de la pequeña Coryne, mientras su madre se aleja con la espada caída creando surcos en la arena…
Lástima que sus ojos, no llegasen a ver lo que después sucedería… Una bruma escarlata rodeaba a la pequeña Coryne, y mientras Anabel se alejaba, su corazón volvería a latir…
Un látido débil que poco a poco crecería hasta la normalidad, la pequeña volvía a la vida y antes de que el ocaso llegara al día sus ojos se abrieron de nuevo…
Mientras su pequeña, ella creía olvidar ante las garras de la muerte, Anabel protegió su corazón en una triste coraza, nada volvería a dañarla… La muerte sería un billete de ida junto a su más preciado tesoro, pero antes de que llegara, sabría cómo defenderse.
La constelación que empieza a serpentear, se ilumina entre el resto y ante un estallido de luz, ante vuestro ojos una silenciosa pitón repta por el suelo rocoso de una montaña, dejando atrás una marchita piel… una piel que nunca verá su final pues la fuerte pezuña de un Carnero aplasta dicha serpiente. Con desdén deja que el ofidio caiga ante el vacío retorciéndose de dolor, con tan solo una muerte en soledad como futuro…
Tras ese vacío vuestra mirada os enseña los muros de una gran fortaleza, grandes muros de piedra guardan miles de secretos, que el carnero desde lo alto de las rocas puede ver y gracias a ello os contará…
Ante una ventana, como cada mañana, aquella mujer mira al vacío preguntándose el porqué de su soledad, el porqué tanta desdicha. Su cuerpo trémulo y sinuoso muestra la estirpe de las arpías, pero en su espalda dos heridas, muestran la marca de una promesa.
Sus alas fueron arrancadas como muestra de amor hacia su único amor, ella se obligaría a seguir a su lado, mientras el dedicase cada día a buscar a la pequeña criatura que un día fue robada. Una linda criatura de cabellos rubios.
Shionne, en sus aposentos lloraba, y ante sus súbditos el carácter se agriaba pensando que cualquiera de ellos tendría en posesión a su descendiente. Tan solo ante Vaechio se mostraba dulce y pasional pues así su promesa lo exigía.
Vaechio gozaba de su cuerpo, cada noche, prometiéndole que al día siguiente volvería a buscarla, mientras la estrechaba entre sus sabanas.
Muchas mañanas Vaechio buscó solución al problema con alguna que otra sustituta, cualquier niña de pelos rubios y sería ideal.
Incluso hubo un día en el que encontró al sustituto perfecto, una pequeña y dulce niña de bellos cabellos y gráciles movimientos, desvencijada, cerca de un triste hogar, en cuya puerta tan solo un charco de sangre habitaba… al parecer la señal de Naivé, había hecho mella entre los habitantes de aquel lugar.
Vaechio, arropó a la pequeña y la llevó frente a Shionne, ella sería su mentora, pero aunque hubiera una sustituta, ella sabía que ella no era aquella delicada criatura que un día dio a luz.
Un rápido movimiento y el tiempo pareció pasar… ante vuestra mirada, un Vaechio hastiado de intentar satisfacer a una Shionne que ahora solo sabía reprochar.
Pronto sus sentimientos serían cobrados, poco a poco creó una red de mentiras y de muertes que se cernían sobre la figura de Shionne, que ayudados por el carácter triste de un mujer pérdida, crearon la imagen de la Arpía de la Fortaleza, la cual había cortado sus alas pero no sus garras.
Unas garras que poco a poco fueron creando una red de odio y aprensión que pronto acabarían con su vida.
Ahora todo se vuelve oscuridad y después… a lo lejos un rayo de luz… poco a poco vuestra mirada os acerca aquella luz que no es otra cosa que la melena de Shioban, tapando su rostro inundado en lágrimas.
Durante años ha vivido entre los muros del castillo de Vaechio y Shionne, ignorada por Vaechio por sus quehaceres y dominada por la tristeza de Shionne.
Obligada a creer que fue odiada en su cuna, que fue abandonada, y que tan solo la lástima te hizo conservar la vida junto a los que hoy te dan de comer, estudios y cobijo.
Lástima que los poderes de una bruja se desvelen solos, y siempre lo hacen en el peor momento para algunos, y en el mejor para otros.
Los poderes de Shioban empiezan a despertar…
En su mente un pasado, un aquelarre donde Gala y Naivé son nombradas Emperatrices… Luego un Destierro… Gala, Emperatriz del Cambio debe de abandonarse al destierro si prefiere conservar su vida… vuestra mirada se fija en su vientre… tenso, abultado… esperando un nuevo día para dar a luz…
Otra imagen, la luz de los ojos de la pequeña criatura, la delatan… Es Shioban, en los brazos de tu madre… en los brazos de Gala…
Más imágenes en tu cabeza se agolpan, primero una casa a lo lejos que ahora tras conocer lo que conoces reconoces como el hogar de Anabel, luego Vaechio que camina contigo en sus brazos y luego el rostro de la hechicera que hoy día es tu señora, robándote del lado de tu madre… ansias de poder en sus ojos, y lágrimas al despertar en los de Gala…
Miles de días buscando, sin una respuesta…
Ahora miles de noticias, vuelven al pensamiento de Shioban, el anuncio del Imperio de la muerte de Gala… El destierro de la Emperatriz del Destino…
Ahora tan solo hay lágrimas y vuestra mirada se turbia para dar lugar a una nueva imagen, Vaechio culpado de la muerte de Shionne, el cuerpo frio de su dama tendido sobre el suelo, y el paso quebrado de Vaechio, alejándose del castillo, con ansias de conocer, un nuevo poder que gobernar y a sus espaldas una fortaleza que el miedo y el dolor derruirán. Atrás deja un castillo, una vida y un amor, que poco a poco carcomerán su esencia y le harán sentir compasión.
Pues miles de muertes llevan su nombre, y estan firmadas con sus propias manos, pero al menos la de Shionne, no.
Una última imagen se hace presente en vuestras mentes, sentís el odio y el rencor de aquella persona en la que vuestra mirada se centra… La visión se aleja y veis a una Shioban llena de lágrimas y con la cara llena de ira… al fondo la triste Shioban en su oculta ventana, preguntando por un mañana… y acto después, Shioban se abalanza sobre ella, sobre tu maestra y como ella misma día tras día te había dicho que tu madre haría contigo, terminas con su vida, ahogando su vida por el cuello con tus propias manos.
Un aliento de vida que termina en Shionne, y un aliento de venganza que se espira dentro de la triste Shioban…
A lo lejos, en la calle, el cuerpo desvencijado de la serpiente es descarnado y despedazado por las garras y el pico de un búho regio, que sin piedad destroza una vida mientras, que el destino se escurre entre golpes de testa, al igual que imitan los carneros jugando por ser reyes entre las rocas.
Dos constelaciones brillan al unísono, poco a poco se alejan hasta ser la luz que ilumina el rostro de una bella mujer en el cielo… De su cintura prende una araña que trabajosa crea sedas que cubren su cuerpo, mientras que en su brazo descansa un halcón que tras miraros con desdén comienza a caer en picado como destinado a romper su vuelo ante vuestra mirada…
Cuando el batir de sus alas alza el vuelo, tras su sombra descubrís una aldea cercana, vitoreando a alguien por la llegada de su libertador.
Las esperanzas de todo ellos se alzas indemnes tras los pasos de su guardián, su recias botas levantan la arena que el miedo y la lluvia habían dejado batida contra el suelo.
Poco a poco, la mirada de aquella mujer os lleva hasta su rostro. Apacible, confiado y sereno sigue su caminar entre las miradas lastimeras que aguardan unas palabras de su salvador.
Arnau, adora esa sensación… ser admirado, perseguido con ansias de conocer de él, que sus palabras sean ordenes, en medio de un caos que para todos tiene tan solo una culpable.
Lástima que todos aquellos que admiran a Arnau, desconozcan, que la misma mano que los protege se aprovecha de sus sentimientos, y hace de su confianza la capa que vela todos sus actos.
Pues dentro de ese gesto protector, y guardián, se esconde una mirada que tan solo se apacigua cuando la roja sangre recorre por sus manos, tras una batalla injusta. Pero al fin y al cabo, una mirada oculta que la mayoría no suele ver, pues el blanco de su sonrisa y sus palabras lo ocultan de la verdad.
La mirada de la mujer se entorna, como enturbiada por miles de lágrimas, y es entonces que vuestra visión recorren las calles de la aldea en un día lluvioso.
Las calles vacías, tan solo son recorridas por el frio de la tarde, y los cauces y alcantarillas que llenos de agua y fango recorren la ciudad. Como atraída por un sonido apenas perceptible por vosotros, la visión avanza rauda en busca de algo que debe mostraros antes de partir.
En la oscuridad de un callejón, contra la pared de un viejo tugurio, Arnau fuerza la ropa de una débil mujer, mientras que su llanto se confunde con las gotas de lluvia que cae sobre su rostro. Sus palabras se confunden entre los ecos de la tormenta.
Las manos de Arnau, buscan bajo su ropa, deseando cerrar la noche, con un mero capricho. Tras varios forcejeos y un momento de irónica suerte, la bella mujer, escapa de sus manos, y desorientada por sus lágrimas y la tormenta vaga sin rumbo por las calles buscando una morada que le auxilie de su captor.
Arnau, no tiene prisa, ni aflicción, adecente su ropa, y carga su ballesta con un virote envenenado y con paso lento pero seguro va en busca de la doncella.
El miedo hace mella de su presa, y hace que tropiece una y otra vez, la voz de su garganta no puede apenas salir, pero un rayo de esperanza se abre ante sus ojos, pues al final de un frio callejón, las puertas de su casa aguardan el refugio que tanto ansiaba…
En su mente, se dibujaba ya dentro de su hogar, cerca del fuego, arropada junto a su pequeña, mientras el aldabón de la puerta quebraba las intenciones del despiadado protector.
Avanza, con la ropa desvencijada, sus pies se descalzan por culpa del agua y los pasos traviesos que cruzan sus nervios.
Y antes de que se dé cuenta, a tan solo unos pasos de su casa, una flecha atraviesa su espalda, dejando una herida abierta que poco a poco se recubre de la negra ponzoña con la que su saeta había sido enjugada.
La pobre mujer herida cae al suelo, y tras ella los lentos pasos de su captor, se acercan, recuperan su virote volviendo a romper la piel en su viaje de vuelta y se va, olvidándose de lo que aquella noche pasó, olvidándose de cuanto pudiera suponer aquella muerte en aquellas calles, pues tan solo significaba una muerte más… sin dueño, que pronto sería por voz popular adjudicada a la sombra de Naivé.
La lluvia pesa sobre la mujer, que mientras el veneno hace mella en su cuerpo, va robando las esperanzas de volver a acunar a su pequeña que tan solo hace unos días acaba de nacer…
Una vez más en el suelo se levanta y con el último aliento de vida abre el portón de su hogar para caer muerta ante su hija tirando, en un último intento de aferrarse a la vida, todo lo que había encima de una pequeña mesa.
El ruido metálico de los platos, rompe el sueño de la pequeña recién nacida, que pronto despertará a un mundo más sombrío, más frío y más llano.
Los llantos de la pequeña despiertan la curiosidad de los vecinos que pronto encuentran a la mujer en el suelo, y a la pobre criatura envuelta en llantos… Una criatura, marcada por las lágrimas de la vida, que pronto traerían a su memoria el olor de la muerte.
La imagen se centra en los ojos de la pequeña, que inundados entre lágrimas, se abren eternos con un verde esmeralda. Una mirada que poco a poco parece cambiar con el tiempo, ha perdido su inocencia, ha perdido su candor, pero aún no se ha zafado del olor de la muerte que un día llamo a su puerta, cuando tan solo era una cría.
Ahora que la imagen se abre veis quien es la dueña de aquella mirada, una línea negra ahora acentúa su mirada, pero el verde perlado no lo ha perdido. La visión que las estrellas os muestra se vuelve hasta una escena donde Ailish, habla con una vecina del día que murió su madre.
Ella recuerda aún el sonido del último suspiro de su madre, donde miles de metales cayeron como campanas fúnebres ante el suelo.
Sus allegados, la cubren de lo que su mente crearon de aquella noche… Herida por la mano de Naivé, caía muerta ante los ojos de su pequeña.
Ese recuerdo falso, se instala en su mente, y poco a poco crean de su odio una maldición, que pronto prenderá del vientre de Naivé, inundando en dolor y llanto a su descendiente.
Un dolor superior al que sufre el cuerpo cuando se abre entre armas o explosiones, un dolor como cuando tu corazón se abre entre una herida que aunque cicatrice nunca dejara de sangra, un herida en el propia alma.
La misma herida que la mente de Ailish recrea, cuando piensa en el rostro de su madre, y tan solo el tañido del metal se apodera de su mente, cegando su mirada, y cualquier recuerdo.
Ahora los ojos de la constelación se cierran, y dejan ante vosotros una sensación de soledad virgen, la misma que siente con cada aliento Ailish al recordar que esta viva, o la misma falsa virginidad que sufre el pueblo que sigue creyendo en la palabra de Arnau, pues aún sus matanzas no han sido descubiertas, pues sus víctimas aún caen, en una virginal silencio.
En cielo vuelve a brillar y es entonces que dos constelaciones comienzan a parecer tomar vida… El zorro y el dragón comienzan a crear una danza envolvente uno tras otro en un círculo continuo que poco a poco se difumina creando la imagen en vuestra mente de una gota de agua que se estrella contra el mar.
Vuestra mente vuelve a viajar hasta una habitación donde sentada y sola, reposa Naivé… Su pequeña Eriel duerme plácidamente en sus aposentos acunada bajo un bello dosel, mientras su madre, a tan solo unos metros tras una puerta deja escapar unas lágrimas entre sus dedos.
Los muros de su morada no son suficientes para ocultar los sentimientos de odio y aprensión que día a día crecen en las calles del pueblo.
Miles de noticias de asesinatos y ajusticiamientos llegan como bandera de los movimientos y revueltas que día a día se suceden en las calles.
A penas es capaz ella sola de de dictar justicia entre todos los asesinos, pues la mayoría son aclamados por el pueblo.
Las mazmorras día a día se repletan de insurrectos que han sido descubiertos por sus fieles como asesinos, delincuentes o proscritos. Y unido a la soledad, se hacen como una inmensa losa que día a día hunden un poco más el ánimo de Naivé, que tan solo desea ver un día donde la paz y reiné en su imperio, y tenga derecho a disfrutar un minuto de su libertad…
El Emperador era una figura que poco a poco se alejaba de ella, ni siquiera ya compartían alcoba, las noches palabras entre lágrimas y soledad… aunque esa noche sería diferente.
La imagen parece borrarse como los colores que se difuminan en una acuarela, y después un pasillo de piedra, iluminado por varias antorchas y el turno de guardia avanza por el corredor, esperando dar por lo menos una noche que descansar a su señora.
Según los pasos de Cole, avanzan por el pasillo, los sollozos y lamentos se escuchan con más claridad.
Sacando su arma en ristre temiendo, que aquellos sonidos fueran frutos de una tortura, abre las puertas de los aposentos de la Emperatriz, y en contraste con las palabras e ideas que día a día se escuchan de Naivé, entre los muros del castillo, encuentra a una mujer abatida, dueña de las lágrimas y sin consuelo.
No es su lugar, ni tampoco es algo que él desee hacer, pero algo le empuja a entrar y al menos cortar el llanto de su señora.
Una caricia paga el gesto del guardia, y Naivé, empieza a contar de forma sincera, cuáles son sus temores, cuales sus carencias y como día a día incrementan sus miedos.
La imagen parece avanzar en el tiempo, y mientras tras las vidrieras de la ventana muestran el paso de las estaciones, el trato de Guardia y Emperatriz se hace más cercano, la rutina se convierte costumbre; el llanto, sonrisa; y lo que un día fueron caricias, ahora parecen ser besos de deseo, manos que se ocultan bajo la ropa, cuerpos que se pierden entre las sabanas y que ahora cambian los lamentos por jadeos de lujuria y pasión.
El corazón de la Emperatriz parece empezar a resurgir, aunque fuera todo parece igual o peor, la imagen de Naivé se sigue destruyendo ajenas a esa alcoba donde el tiempo se para.
Cole no piensa en romper ningún día ese vinculo, mostrando la realidad que se vive fuera de los muros, pues aún no sabe cuál de las dos Naivés, es la verdadera, aquella que se muestra orgullosa de sus muertes y día a día decide alzar su mano sesgando varias vida o aquella que un día encontró en su habitación, hundida por las muertes que poco a poco asolaban el lugar, dibujando una bandera donde solo el miedo y la culpabilidad tenía cabida.
La imagen vuelve a borrarse y ahora parece que la nueva imagen se llena de colores fríos y tenues que tan solo son avivados por las llamas que sostienen aquellos que han decidido atacar y eliminar el poder de Naivé.
No había tiempo para explicaciones, ni tiempo para pensar, debía huir para conservar su vida, o esperar y enfrentar su Destino… maldita palabra que enarbolaba su castillo, su imperio y su prole.
Sus manos se posaron sobre su vientre hacía tiempo que sabía que una nueva vida inundaba su ser. En su mente se dibujo la muerte de su pequeña Eriel, y entonces la respuesta estaba sabida.
Corrió junto a su pequeña, y utilizando una pasillo del servicio abandonó el castillo, abandonó su Imperio y abandonó todo y cuanto había poseído, entre todo, lo que más añoraba tras su partida era a Cole. El guardia que llenó su vida de sueños, ilusiones, promesas y lo más importante… una nueva vida…
La imagen volvía a borrarse como corrientes de agua, que parecían abrirse tras el llanto de una niña… tan solo los brazos de una madre la acunaban mecidos y seguidos por los ojos de una hermana.
Kuvia había llegado, sin un padre cerca al que recordar, y un exilio que marcaría su vida… aunque había algo que aún marcaría aún más su existencia.
Una maldición que se formó tras la muerte de una madre, por su recién nacida… y que ahora años después se volvía contra la familia de la Emperatriz, marcando ahora a la recién nacida, que una y otra vez haría recordar a todos los que tuviera alrededor el dolor que sintió el pueblo que vivía bajo el Imperio de Naivé, aunque nunca fue atacado por esta… una bruja sin poder para atacar, tan solo cuando fuera atacada, sufriendo el dolor que todos y cada uno de los ciudadanos del Imperio alguna vez había sufrido.
Los años parecen pasar y ante vuestros ojos la pequeña Kuvia empieza a crecer… ahora ya se yergue sobre sus pies, la maldición sigue con ella. Y cada mañana al despertar su madre mira sus ojos, que sin saberlo son la prueba más sincera del nombre de su padre, pues parecen conservar el fuego con el que ambos se miraban cada vez que yacían entre su alcoba.
Una mirada que a día de hoy, demuestra que parecen ser dos gotas de aguas, tan diferentes y tan iguales, tan discordes a la vez, como los peces que nadan en contra la corriente, que luchan para demostrar su verdad, una verdad que día tras día es callada, y mojada entre palabras que no se saben explicar.
Las estrellas volverían a brillar, el oso abrazaría con fuerza a su constelación cercana, el camaleón, y pronto desaparecerían en un atronador estallido, que tras una fuerte luz haría que vuestras mentes volvieran a viajar, esta vez a un prado cercano donde un Toro pastaba tranquilo, hasta que los pasos pesados de una bota llegaron hasta el cercado, el ambiente se enrarecía, el animal lo notaba, y pronto arremetía contra la barrera que separaban al animal de Erial.
Una siniestra sonrisa en su rostro que cesaría cuando con un gesto de su mano, heló el corazón del miura, y escuchó el golpe de su cuerpo caer contra el suelo…
Como absorbidos por unas fuerza sobrenatural, erais atraídos hacía una estancia lejana. Poco a poco el espacio se paraba a vuestro lado, y pronto reconocisteis el lugar, que aunque odiado, era poco visitado
Ante vosotros la sala del trono, una trono que pese a tener Emperatriz y Emperador solo disponía de un asiento. En él se sentaba día a día la triste Naivé a espera de saber de su Imperio, sus salidas estaban prohibidas por protección ante su vida. Sabía que odio y la ira llenaban los corazones de la mayoría, pero sin saber el porqué, nunca podría ayudar, tan solo esperar mientras veía como día a día su trono se desmoronaba.
Sus suspiros llenaron vuestra mente que poco a poco fueron cambiazos por una risa tétrica y sombría, esa risa era la del Emperador Erial, que jugaba en las afueras de la fortaleza a un helado ajedrez, donde gustoso jugaba con la figura de la reina helada en sus manos…
Su vida había sido una carrera de éxitos, había conseguido todo lo que había querido, la identidad de aquel macabro asesino, siempre estaba velada por sus palabras. Su mente urdía la mayoría de asesinatos del país, rompiendo lazos que un futuro le pudieran afectar a él.
Se había propuesto, engatusar a la Emperatriz, y lo consiguió, no solo con siguió un lado a su diestra, sino afianzar su unión con una pequeña criatura. Ese fue el momento clave para empezar a desvincularse de Naivé, y lo que le rodeaba.
Su plan era que todos odiasen a la dama del Imperio, y que alabasen las doctrinas del Emperador que negaba sus actos, y tras unos años de indecisión, lo alzasen como su liberador.
Manos de un liberador, llenas de sangre de inocentes, que cuando descubrían sus juegos, inmediatamente se apagaban sus vidas.
Había conseguido que su figura se camuflase entre los muros del castillo como lo hace la piel de un camaleón, mostrando su verdadero rostro a los aliados, que cerraban sus manos junto a él, en torno al cuello de sus presas. Y camuflándose bajo un halo de inocencia y preocupación sobre aquellos que debían ser su parapeto y darían muestra y fidelidad de su inocencia.
Ejemplo de ello fue, el comandante de su ejército, el comandante de las filas del Destino, que utilizaba sus filas, para salvaguardar las vidas de aquellos que dominaban las tierras del Imperio… esa era la función de Mandrágora en este reino.
Conocía las palabras que se hablaban del carácter frío y destructor de los Emperadores, aunque también conocía cara a cara y día a día, la actitud de estos. Y sinceramente distaban mucho de aquello que los ciudadanos querían adoctrinar.
La emperatriz, se esforzaba en salvaguardar a aquellos que vivían bajo sus tierras, incluso guardaba y cuidaba con cariño y ahínco la vida de dos pequeños que fueron descubiertos solos y sin amparo. Ella había decidido filiar su vida a la de ellos, enseñar todo lo que pudiera, y ayudar a que el día de mañana no guardaran rencor a quienes la abandonaran.
Por otra parte el emperador era un hombre docto y cuidadoso, diariamente se andaba meditabundo por los bosques y praderas del castillo buscando una solución para todo el caos que se avecinaba… un caos que día a día cernía más el collar de la muerte sobre sus ciudadanos y que miedo deseaba liberar a toda costa.
Miles de veces habían hablado sobre la necesidad que ambos se profesaban, uno guardaba sus vidas, y el otro daba fuerzas para continuar férreo en su empezó por encontrar una solución…
Vanas palabras que a solas se pronunciaban y que en el mismo momento el viento borraba.
Llegó un momento en que las palabras de Erial, sonaron extrañas sobre Mandrágora, como cansado de seguir en aquella situación, había llegado el momento de posicionarse, o estaba con él, o con la emperatriz, pero pronto ambos caminos no correrían paralelos.
La decisión era clara, no traicionaría la voluntad de su señora, pero tampoco lo haría con su emperador, lo mejor era marcharse, lejos donde los gritos y llantos no hicieran volver atrás sus pasos. Y esperar a que el tiempo declarase una respuesta segura para todos.
Lástima que el día de su decisión fuera justo aquel… las puertas del castillo se abrían a una marabunta de aldeanos que furiosos clamaban por la vida de su señora, estaban hartos de opresión y sangré, ahora serían ellos los que dominarían la situación.
Palabras que había instaurado Erial en la conciencia de todo un Imperio y puertas que el mismo abriría bajo la protección de un disfraz con el que día a día se sentía cada vez más cómodo.
Los pasillos de la fortaleza se llenaban de opresores sedientos de sangre mientras un tranquilo Mandrágora, se disponía a despedirse de sus emperadores, antes de partir.
Pasillos callados que pronto fueron inundados por masas de gente clamando venganza. No había tiempo para despedidas debía de salvar su vida, y confiar en el destino. Varias vidas tubo que atildas con su látigo antes de salir de aquella cárcel de muerte en la que se había convertido el castillo.
Y sin saberlo, unas vidas inocentes había sido fustigadas por el cuero de su látigo, desgarrando un posible futuro, pues durante la reyerta, un pasillo se derrumbaba, el fuego avanzaba como bandera entre maderas y columnas, mientras al final tras una puerta cerrada, dos pequeños mellizos se abrazaban bajo las sabanas, temerosos de los gritos que aullaban por cobrarse una vida.
Temerosos de estar solos, sin saber que poco después Naivé quemaría sus manos, intentando abrir aquella puerta que cerraba a los pequeños Elm… obligada a separarse de ellos por un golpe del destino, todo cambia sin previo aviso, nada permanece, aunque la huella de aquel fuego se limpiara de sus manos, la herida seguiría abierta, pues poco volvería a saber en vida de ellos.
Cruel destino que pisotea las vidas de los que yacen bajo su yugo, como un miura rompe los lazos que unirían a Mandrágora hacía un destino certero… O como Erial rompe las vidas de todos y cuantos le rodean con el único propósito de alzarse invicto sobre una población calmada.
Las estrellas empezaron de nuevo a brillar, en aquel efímero cielo, y mientras una carpa parecía bailar sobre las ondas del agua, los brazos de un enorme Kraken lo arrastraron creando ondas que dejarían huella en aquella agua, que parecía densarse entre destellos para mostraros posteriormente una habitación, reconocida a ojos de Prue.
Una habitación frio, tan solo llena por los recuerdos de horas y minutos que pasaba mirando por la ventana esperando la llegada del día en que sus dudas se disiparan.
Naivé parecía amable ante ellos, pero miles de voces se alzaban odiándola y deseando su muerte, miles de muertes se anunciaban con su bandera.
Ningún cuerpo podía contener un alma tan distinta a la vez. Su hermano agradecía sus cuidados, y la suplantación del papel de una madre que siempre nos había dado. Prue, sin embargo, odiaba aquella actitud, sabía que no podía ser verdad. Que nadie podía querer a unos pequeños que fueron abandonados por su madre.
O al menos eso habían escuchado una y otra vez de la boca de algunos seguidores de Naivé. Gracias a que sus pequeñas lagunas fueron acunadas por palabras emponzoñadas creció odiando a su madrastra.
Y más aún cuando el día en que se fue, lo hizo dejando a dos pequeños hermanos encerrados en una habitación, mientras el odio y el fuego destrozaban el castillo fuera de aquella sala.
Muchos fueron los gritos que encontraros tras que la reyerta acabara, pero ni rastro de Naivé.
El hermano de Prue necesitaba encontrar a la Emperatriz, y demostrarle a Prue, que se equivocaba, ella tan solo esperaba poder demostrar a Mustard, que fue él, el que creyó en falsas quimeras.
Años pasaron por sus almas, hasta el día en que tras escuchar una voz en sus mentes, donde se anunciaba la muerte de aquella a la que buscaban.
Llegaron a tiempo para ver como la primogénita de Naivé, amortajaba a su madre entre llantos, pero tarde llegó Prue para encontrar la respuesta que tanto le marcaría en su vida.
Naivé ocupó su mente por unos instantes, y le demostró que siempre quiso lo mejor para todos, que siempre se preocupó por los que sufrían y que su cariño no era un intento de suplantación, sino el intento de enmendar un error del que ella se obligaba a ser culpable por ser la emperatriz del imperio que los había abandonado.
Prue se creía culpable por odiarla, pero como siempre hace una madre, Naivé ya la había perdonado, antes de que sus mejillas se manchasen con una lágrima… Una lágrima que tras estrellarse contra el suelo difumino la imagen, y cuando los colores reflejados se pararon una imagen del futuro llegaría a vuestras mentes.
Una bruja delgada, de pelo cobrizo, leía y releía él como volver atrás en el tiempo, debía de evitar una masacre, debía de evitar la muerte de inocentes en aquel lugar.
Tan sólo una norma, impedía que su trabajo fuera rápido y leal, no podía de hablar de un tiempo que aún no había llegado.
Con pesar y a sabiendas de que todo sería más difícil para ella, encendió el caldero que pronto la haría volver a un tiempo que ya había vivido.
Y tras lanzar una cerilla encendida, un humo oscuro consumía su cuerpo, mientras poco a poco en un pasado su cuerpo poco apoco aparecía bajo un manto negro que pronto se alzaría en un lugar conocido, aunque aún sus puertas estaban abiertas…
La imagen se volvía a recomponer tras ser inundada por el humo que envolvía a la bruja, para luego mostrar la imagen del encuentro de la bruja de pelo rojizo con Naivé.
Las palabras no salían de la bruja de vestimenta oscura, recordó una norma y sintiendo que ese sería el precio de lo que haría, asumió una nueva identidad, un nombre y olvido nombrar un pasado, pues la Emperatriz nunca lo preguntó, puede que supiese quien era en verdad, o puede que le engañase, tan solo decidió que Elvira, aquella mujer que vino de los días donde ya no existía aquel miedo que ahora inundaba el corazón de Naivé, permaneciese a su lado.
La nombró, hija de la Muerte, pues le otorgó el don de conocer el nombre de los que pronto caerían, creando así un registro de los que posiblemente pudieran perder la vida en su imperio… un intento desesperado de ayudar a que la muerte no saludase tan a menudo a los que vivían en su Imperio.
Pero eran muchos los nombres que pronto se escribían en aquel libro curtido día a día con la oscura piel de los que caían a causa de su traición al imperio.
La imagen volvía a ser borrosa, y ahora en vuestras mentes se dibujaba el primer día del cónclave, tras que las puertas se cerraran.
Elvira y Prue permanecían calladas, observadoras de cuanto les rodeaba. Lástima que Prue, no conociese su destino, pese a que Elvira le aviso desde el primer día….
El destino de todos, está escrito... incluso el mio.
En su libro ya estaba escrito el momento de su muerte, aunque esperaba que ahora todo fuera diferente.
Muchos años habían pasado desde aquel aquelarre que hoy lo vivía desde una segunda mirada, una mirada que ya conocía como Prue, y ahora una mirada que vivía como Elvira.
Dos mujeres que vivían con diferente mirada, mientras su alma sabía que tan solo podían compartir un solo lecho en el destino. Pues dentro de unos años cuando todo esto pasase Prue sería conocida como la Parca, aunque eso son aguas que volverán a un mismo camino, aguas que fluyen desde un nacimiento y poco a poco vuelven al principio.
Tengo serios proglemas, para escribir como normalmente lo hago porque tengo el internet jodio de mi portatil, y tengo que andar entre Explorer y Firefox a saltos...
Por ahora dejo esto por aquí colgado y espero en menos de dos horas poder tener el resto colgado... Porque vaya tela como esta la informatica del siglo XXI... pufff
Las estrellas vuelven a brillar y entonces dos constelaciones parecen corren huyendo de un pasado. La pantera y el carnero dejan atrás la zona celeste, dejando tan solo la estela de una flecha que atraviesa sus caminos…
Un rayo de luz ciega vuestras miradas, y tras ella una habitación oscura, don de Ankara descansa. En una humilde habitación, tras la puerta de esa habitación miles de problemas recorren los pasillos del lugar. El odio de los ciudadanos, las dudas de Prue, los silencios de Naivé, las tramas de Erial…
Un gesto en su cara parece romper en segundos en un llanto cuando los músculos de su rostro se tensan y tras una diabólica risa comienza a reír.
Que estúpido el destino que pone en manos de alguien como Naivé todo un imperio cuando ni siquiera es capaz de controlar su familia.
Y como es lógico un estúpido solo puede rodearse de estúpidos. Ser la sirvienta de Naivé, le había ayudado todo este tiempo, para poder urdir planes contra ella, sin que se dieran cuenta, tras su marcha de trono, demostraría que la servidumbre vale mucho más que para estar a los pies de los demás.
El carácter abatido de Naivé, había ayudado a todo esto, pues si hubiera sido una correcta Emperatriz, no dejaría que nada se escapara a su mirada. Sin embargo, no preguntaba, tan solo entristecía a cada noticia. Noticias que Ankara se encargaba de distorsionar, pues la mayoría de las noticias venían causadas por malas obras que ella misma había originado.
Día a día, se recordaba como hasta ahora había ido ganando espacio dentro del castillo de forma tan sibilina.
En parte conocía que Erial, no fuera de gran ayuda contra su mujer, pero eso incluso la ayudaba, si alguna vez surgían problemas fácil sería volcar la culpa sobre el que más alto estuviera para que el golpe fuera mayor, y ante el ruido poder escabullirse.
En pocas ocasiones Naivé, dudo de las palabras que tan dulces escupía Ankara hacía su señora, tan solo una vez hubo dudas, pues el silencio de todos excepto con la sirvienta, hacían que Naivé sospechara, pero pronto una grácil acción, hizo que esa mala imagen se borrara.
Nadie puede ser oscuro si es su intención el bien de unos pequeños inocentes. Ankara se había servido de esa duda para aumentar su poder, no importaba el precio, tan solo importaba la recompensa, que como bien veía día a día era bien alta.
Tan solo hicieron falta dos pequeños, dos niños robados del calor de su hogar… ahora en vuestra imagen se muestran imágenes de una Ankara temblorosa, empapada por la lluvia, y con gesto débil, que casi simulando una agonía se postraban ante su señora en su lujosa habitación.
Ankara mostró las dos criaturas, que lloraban al compás de la tormenta, según los labios de Ankara, habían perdido a su madre, un alma sin corazón que alborotaba la ciudad, deseoso de una bolsa de oro, había matado a la mujer, sin importar que de su pecho aún colgasen sendos hijos, mientras la vida de su madre escapaba.
Naivé no podía dejar que el destino abofeteara las vidas de aquellos inocentes, y los aceptó entre sus muros, jurando que no dejarían que nunca perdiesen la esperanza pues el destino siempre da una segunda oportunidad.
Ambos niños crecieron bajo el amparo del Imperio, y bajo la mirada de Ankara, que día a día se esforzaba por embaucar a la pequeña de los gemelos, arrastrarla hasta sus oscuros pensamientos, para poder ganar así una fiel aliada, que no mordería su mano, pues era la misma que los había encontrado…
De todos en el castillo era sabido que los pequeños habían sido robados, pues incluso un guarda de los calabozos acompaño a Ankara para robarlos, pero nadie habló, pues todos creían firmes en las palabras de Ankara, cuando estas decían que todo eran ordenes de su señora, y que si alguien quería conocer la venganza de la Emperatriz solo debía de abrir la boca.
El silencio se hizo muro, y el tiempo venda, que ocultó aquella verdad….
La escena parece correr ante vuestros ojos, donde ahora encontráis abatido, sin ganas de alzar la mirada, tan solo de hundir su alma contra el suelo, y demostrar que hasta una muerte sería poco pago para él, pues ahora que tras la rebelión de los ciudadanos, muchas de las mentiras se alzaban a la luz, descubría que sus manos, estaban manchadas de sufrimiento y dolor que sin saber día a día había ocasionado.
Ante el guarda unos grilletes abiertos, y en el suelo una llave que el mismo guarda lanza para que se pierda, mientras en su mente se dibujan los recuerdos que las estrellas poco a poco os desvelan.
Ese guardia no es otro que Kalin, que con gesto solemne acompañaba a la sirvienta de Naivé hasta una plaza.
En la plaza Kalin, esperaría a que Ankara volviera de un hospicio, donde conseguiría el nuevo juguete de la Emperatriz, dos hijos a los que criar, junto a su pequeña Eriel, según contaban, no importaba de donde fueran tan solo que se equipararan en edad a la pequeña Eriel y así poder servir de compañía tras los muros fríos del Imperio.
Días después, llegó hasta el calabozo, un prisionero, que era acusado de la muerte de niños en el Imperio, varios eran las familias rotas por sus hazañas.
La cara del preso, desprendía inocencia, mientras que los actos que se le acusaban mostraban el alma más despiadada que se pudiera desvelar.
Poco a poco el olor de los calabozos, esbozo en su rostro la figura del hambre, del dolor y la clemencia. Pues día tras día una madre iba hasta las mazmorras en busca del rostro de aquel que había sesgado la vida de sus gemelos, y día a día Kalin, paraba a esa madre sin dejarle entrar.
Maldito destino, que esgrime con fuerza el arco de la ambición, que por ser asido por la mano de Ankara, creo una herida que nunca se borrará de la mente de Kalin, pues aunque él nunca cogió ese arco, ahora él se considera la flecha, que hiere y mata a manos de la traición.
Las estrellas que conformaban el Fénix y el Toro, comenzaron a vibrar, como pendientes de la noche que estaba por pasar, mientras su movimiento dibujaban en el cielo, distantes pero simétricas, dos astas que se retorcían y luego elevaban hacía el infinito…
A diferencia de anteriores constelaciones en estas, no hubo luz que inundara sus mentes, tan solo oscuridad.
La noche de la vida envolvía vuestras miradas, mientras os dabais cuenta por el aroma, que no era otra cosa que la ceguera de la muerte lo que os enseñaba aquella constelación, pronto una pequeña luz iluminaba en el fondo de aquella espesura, donde dos ojos se adivinaban… rojos amaneciendo a una nueva vida, llevando la luz del sol hacía aquel cuerpo que antes permanecía marchito.
La luz se vuelve a apagar, y en vuestra mente una nueva imagen se vuelve a recrear. Algunos no conocéis su imagen pero su nombre resuena en vuestras mentes, es Gala, aquella que salió indemne del anterior aquelarre y fue nombrada Emperatriz del Cambio, aquella misma que había tuvo que exiliarse para encontrar minutos de paz, que le dejaran criar a su pequeña niña, y no tuviera que andar viviendo entre batallas y muertes como pasó con su primogénito.
Gala, llega hasta las cercanías de una casa, que pronto reconocéis de nuevo, era la tercera que vez que la veíais, pero ya conocidos por todos… La casa de Anabel.
La Emperatriz del Cambio huele la muerte en el ambiente y sabe que es momento del cambio, durante mucho tiempo ha usado el cuerpo de algunos caídos, para ocultar su verdadero rostro, no puede dejar que la capturen, no hasta hablar con Naivé, y plasmarle su intención de crear un Imperio sin dolor, distinto a aquel que anunció la dama misteriosa que apareció en aquel último aquelarre.
Deja unos minutos a su pequeña sobre el suelo, para poder hacer paso al traspaso de alma, dejando que aire consuma lo que quede del cuerpo que tras abandonar, se desvanecerá en tan solo cenizas.
Avanza hasta encontrar el cuerpo de la pequeña de Anabel, que yace inerte sobre el suelo… apenas acaba de expirar… Es un buen momento para utilizar aquel cuerpo, la madre se aleja por el camino sin volver atrás… y es entonces cuando Gala se transforma en tan solo un soplo de fuego que poco a poco inunda el diminuto cuerpo, dejando que poco a poco su corazón vuelva a latir…
Tan solo pasan unos minutos mientras la vida llena de nuevo el nuevo cuerpo de Gala, tiempo suficiente para que aquel cuerpo adoptara el cuerpo de toda una mujer, tan solo una marca distinguiría a Gala siempre del resto, unos ojos llenos del fuego de la vida, que hacían que ese cuerpo pudiese alzarse entre los caídos.
Pronto volvió hasta donde se debía encontrar su pequeña, pero los brazos de Vaechio ya habían hecho cuenta de aquella dulce criatura. Ahora tenía dos empresas en la vida, encontrar a Naivé, y encontrar a su pequeña Alexandra… Ese era el nombre que ella había pensado para ella, el nombre de toda una reina, y que ahora ella llevaría como estandarte que siempre le recordaría su búsqueda.
La luz se vuelve a hacer tenues y ahora muestra la imagen de las calles de la ciudad que llevan hasta la fortaleza donde reside Naivé, un hombre, es llevado ante el castillo. Esta acusado de sesgar la vida de varios pequeños, entre ellos la vida de dos gemelos y la de una pequeña hija de una guerrera del Imperio, pues han sido de las muchas muertes de niños que se han acontecido en poco tiempo en la zona.
El pelo tapa su rostro mientras es arrastrado con los grilletes sobre sus manos, pero no hace falta que se muestre su rostro pues aún así varios dibujáis el rostro que su cabellera tapa, es Aeidos… sin duda.
Tras llegar al castillo, y hacer llegar su captura a Naivé, esta no duda un segundo en su sentencia, pues nadie podría tener peor corazón que aquel que alza la mano contra un niño… Ni siquiera la muerte es una buena solución, pues pronto resolvería ante él miles de lágrimas que se derramarían por sus actos.
Será llevado al calabozo, y padecerá hambre, dolor y soledad, hasta que el tiempo, juez y verdugo dicte la hora de su muerte.
Aeidos clama a los cielos su inocencia, pero nadie le cree… es presa de las mentiras que inundan el castillo, y a pesar de no tener la culpa cumplirá esa sentencia, mientras día a día odiará el nombre de Naivé así como su destino, pues no hay mayor ciego que el que no quiere ver.
Día tras día, pasa su pena en aquella cárcel, donde la humedad y las ratas son las únicas que aderezan el lugar, mientras, diariamente escucha los gritos desolados de una de las madres que sin paragón, pide ver la cara del verdugo de aquel que sesgó el mayor tesoro de su vida.
Aeidos, aún reo, y marchito tras el tiempo, mantiene ese dolor en su mente, y desea que si él, al menos no pudiera librarse de su condena, que al menos aquella mujer, encuentre remedio al dolor.
Pocos días quedan para que la muerte vele los ojos de Aeidos, cuando las voces de los ciudadanos parecen inundar el lugar. La traición vestirá de gala aquella noche, afortunadamente para él, pues mientras el castillo es sitiado, escucha como la verja chirriante de su celda se abre, y ve como el guardia que lo custodiaba, abre sus grilletes y espera a que este se vaya.
El guardia que tanto días lo había escuchado en silencio, sin apenas abrir la boca tan solo para suspirar, ahora le daba una nueva oportunidad, la mente de Aeidos le estaba jugando una mala pasada pues mientras avanzaba a trompicones por el pasillo, mirando atrás desconcertado, se creía culpable de aquellos delitos…
Pronto el agua, y el pan hicieron que la cordura volviera a su testa, aunque habría una herida que siempre estaría pendiente de cicatrizar en su mente, la herida de aquella madre que día tras día, suplicaba por la muertes de sus pequeños.
La imagen se borra dejando nuevos huecos en el firmamento mientras dos conciencias se mantienen férreas a sus sentimientos, puros e inocentes… Alexandra que aún guarda ese nombre como su mejor recuerdo, y Aeidos que noche tras noche, volvería a despertarse entre los gritos de dolor de aquella madre que siempre le marcó…
Dos constelaciones volvían a brillar, un león y un caballo andaban serenos uno frente al otro, sus miradas se cruzaban interrogantes… diferencias entre sus cuerpos pero una misma mirada…
Una ligera niebla, lleno vuestras mentes y poco a poco se abría dejando un claro que descubría un triste hogar.
Miles de lágrimas rotas contra el suelo, mientras el mero recuerdo de unas risas invadía el lugar… una madre que acariciaba las mantas que habían dado calor a sus pequeños...
Era de noche, ni siquiera había amanecido… y ya estaba en pie, enjugando sus lágrimas con sus recuerdos. Las horas no estaban ya hechas para la joven Drakonia, pues el día seguía teniendo el mismo color gris desde que los perdiera, encontrando tan solo un charco de sangre en el umbral de su puerta, donde se empapaba la ropa que los acunaba…
Desde hace unos días habían descubierto a un traidor, que era acusado de la muerte y desaparición de miles de pequeños. Entre ellos los hijos de Drakonia.
No importaba cuantos días hubieran pasado… Necesitaba hablar con aquel mísero asesino, que indigno de marcar la vida de los adultos se ceñía sobre los indefensos. Día tras día ascendía las grises calles de la ciudad en busca de una respuesta… de un lugar donde poder llorar a sus pequeños, de un lugar donde recordar para que siempre la esperaran, pero siempre recibía la misma respuesta, el guardia de la Mazmorra impedía su paso, y tras rogarle día tras día, siempre rompía a llorar, abriendo más la herida que rasgaba su alma.
Lágrimas que nunca encontraron el consuelo de una respuesta, y aún menos cuando el pueblo harto de tanto odio y represión decidió acabar con la vida de su señora… pues ese mismo día perdió la pista de aquel villano.
Ahora tan solo quedaban en su mente recuerdos añiles, que ensombrecían aquel bello rostro, que tan solo sabía llorar, aún más cuando al cerrar la puerta de su casa, las risas de los pequeños abordaban su mente. Recordando que aquel hogar una vez estuvo vivo, recordando los días donde las caricias se cambiaban con ternura, recordando días donde una madre estaba completa, sin heridas que rasgaran su existencia a cada segundo, en cada lamento.
Entre lágrimas etéreas volvía la densa niebla a cubrir vuestra visión y ahora al disiparse pronto visteis la imagen de dos pequeños que eran educados en gráciles estancias… hacía tiempo desde que esa escena se había realizado, pero sus rostros era reconocibles, un sonriente Mustard, prestaba atención a la lección del día, mientras su melliza miraba triste por la ventana, dejando de lado el mundo que inundaba aquel lugar, siendo mera viajera de sus sueños, donde no vivían acogidos sino arropados, con una madre de verdad.
Mustard, abraza a su hermana, mientras mira a Naivé, la cual les sonríe entristecida, pues saben que entre esos abrazos, tan solo hay una verdad, que en este mundo ya no albergaban a nadie más. La Emperatriz luchaba por que aquella verdad cambiara, por poder hacerlos suyos con normalidad, pero la triste mirada de Prue siempre le recordaba la verdad.
Mil y una vez, Ankara les ha contado la historia donde por suerte del destino los encontró a ambos, moribundos entre los brazos de su madre inerte. Ambos gemelos agradecían la hospitalidad y familia que habían encontrado gracias a Ankara, y aún más agradecían que nunca fueran separados.
Unos hermanos tan diferentes y tan unidos, en uno la máscara de la sonrisa brillaba para ser ensombrecida con el triste rostro de la soledad del otro, como si de las máscaras del teatro de Dante se tratará.
El viento remueve las imágenes que como formadas por arena vuelven a asentarse para desvelar el momento del entierro de Naivé…
El momento en que aquellos hermanos se unían en un abrazo, mientras observaban a su hermanastra Eriel, ayudando al último viaje de Naivé, aunque las lágrimas corrían sus rostros un sentimiento brotaban en su interior, la familia que siempre habían buscado, se desvanecía entre sus miradas… cada segundo separaba a los tres que una vez fueron uno, a partir de ese momento el destino marcaba un camino para cada uno… había llegado el momento de la verdadera soledad…
Como si de una torre se tratase el ambiente empieza de nuevo a caer y de nuevo el pasado vuelve a sus mentes. Un rostro sombrío, una mirada engalanada y un corazón que tan solo piensa en el poder…
Ankara desgarra el vientre de un pobre mendigo que pide limosna, delante del candil de un hogar… Entre tambaleos e incredulidad el desdichado hombre, abandona el lugar, para encontrar un lugar donde dar fin a su incierta existencia, tambaleos que abren sin querer la puerta de un hogar…
Donde dos pequeños descansan, arropados mientras su madre busca algo de leña con la que calentar el hogar…
La mirada de Ankara se llena de gozo, pues lo que andaba buscando, lo había hallado y por partida doble. Abandona en lugar portando en los brazos a Prue y a Mustard… negándoles la posibilidad de crecer en un hogar, negándoles la posibilidad de conocer a la madre que siempre lloraría su muerte…
Drakonia acababa de perder a sus hijos, mientras que ellos ganaban una madre muerta entre las mentiras y engaños que Ankara arrastraría durante el tiempo. Mentira que ahora las estrellas han desvelado, ahora que la muerte vela las miradas de ambos.
Heridos por el destino, desgarrados por una mentira, que enfrenta las miradas de madre e hijo y segundo tras segundo los hace dudar. Como el reflejo de un espejo, que alza su mano para encontrarse con un igual y al final del trayecto tan solo encuentra un frio cristal…
Una nueva constelación parecía brilla, mientras la noche llegaba en el cenit con esplendor, una tortuga que avanzaba con oprimiendo las estrellas a su paso.
Mientras las estrellas se arremolinan el vacio hace mella en vuestras mentes dejando en ellas una mera imagen donde un niño de pelo alborotado, mantiene las manos aferradas a las faldas de una mujer, mientras cocina, entre inmensas ollas.
Aquel pequeño muchacho ex Xar, que cernido sobre las faldas de una criada de Vaechio pasa los días y las noches, temeroso de quedar solo en un lugar, donde el miedo reina, y tan solo se descansa al caer la noche.
Aquella sirvienta parecía soportar sus caricias férreas con tesón, pero sin el brillo de una madre en la mirada, tan solo el brillo que el odio produce cuando se sabe que se está produciendo dolor.
Como si una luz se apagará la imagen se desvanece hasta devolveros el día en que Xar presenció la muerte de aquella sirvienta con sus propios ojos, la fiera mujer de Vaechio destrozaría la vida de aquella mujer entre golpes y sangre.
La sirvienta se agarraba el vientre que parecía estar en cinta, acabando a la vez con ellas dos… En ese momento la vida de Xar cambió, no supo otra cosa que vivir, del provecho del mal ajeno, pues su vida apenas tenía ya valor.
No descansó hasta encontrar en sus oídos la muerte de Shionne, aquella muerte parecía darle paz, mientras ante sus ojos se abría un paisaje yermo, que sin saberlo, le daba paso al mundo de la verdadera orfandad.
Pues mientras ese paisaje ahora seco será testigo de esa situación, años atrás lo fue de otra que a continuación os muestra.
Shionne descansa de la ajetreada noche que tras los llantos de su bebe, logra hacer que duerma… Necesita un poco de aire fresco que le devuelva el aliento y las ganas de descansar, momento en el cual, una de las sirvientas, orgullosa, y envidiosa con el buen destino que la harpía tenía al lado de Vaechio, decide dar punto y final a aquella situación.
Robará al hijo de su señora, lo ocultara durante un tiempo, y luego fingirá que es suyo, mientras día a día escucha los lamentos de la que en un día fue tan afortunada.
Maldito destino que aprieta las vidas de aquellos que discurren por sus caminos, como apretó el corazón de Shionne mientras buscaba a su pequeño, hasta encontrar a aquella que sabía el paradero de su hijo, y como lo seguiría haciendo pues aún apaleada el secreto se fue con ella a la tumba, y con una pérdida sin recuperar fue la mujer de Vaechio, dejando un hijo sin madre, y una alma sin consolar.
Antes de que la noche llegara a su fin, en el mapa celeste un lobo y un cisne se dibujaron… prestos se enfrenaron hasta romper en una estallido donde ambas constelaciones desaparecían, mientras alrededor, una aureola de paz y luz lucía, cual melena de un León.
Aquella sabana de brillos dorados, os condujeron a un mundo tildados de colores ocres y grises, donde sin previo aviso, a sabiendas de lo que se iba a ver Eriel, comenzó a llorar, un alma sin rumbo, donde las lágrimas dejan paso a una verdad.
Entre tonos grises y dorados, se muestran el rostro en llanto de la hija de Naivé, mientras las saladas lágrimas reflejan como espejos lo que sucede frente a ella. Las manos de Eriel, aferran el cuello de Naivé.
Las lágrimas de madre hija se entremezclan en un etéreo viento mientras la vida de la emperatriz poco a poco se apaga.
Un segundo roto, por el tiempo, donde ahora Naivé amortaja el cuerpo de su madre cubriéndola con velos oscuros, tapando aquella mirada que vio como su propia hija sesgaba su vida.
Rota la imagen en mil pedazos vuelve a recomponerse, mostrando la imagen de Naivé y Gala, separada por una misteriosa mujer, que les desvela parte del futuro… Una quebrada, y varios días frente a ella os hacen reconocerla… Es Eriel la dama que fue al pasado, para avisar a su madre de un futuro incierto, y fue ella misma la que antes de dejar el lugar, toco su rostro por última vez en un gesto carnal.
Gesto que parece volver atrás en el tiempo mostrándoos un momento donde Naivé disfrutaba de las caricias y abrazos de su pequeña.
Besos y abrazos convertidos ahora en llantos, impensable pensar como tanto amor desencadenaría un adiós… Marcado por el púrpura de la tristeza, y gris del olvido.
Mientras Eriel alza su mano intentando tocar de nuevo aquel joven rostro, la visión se rompe ante ella dejando atrás otra imagen ahora tan solo gris… Ahora es un pequeño muchacho rubio de ojos atigrados, el que vaga por el camino con la frente alta, la mirada pérdida, y la herida de una pérdida entre sus manos.
Geralt, camina tras conocer la noticia de la muerte de su madre, ahora más que nunca debe encontrar alivio para ese imperio en subterfugio que era el de Gala.
Sus pasos dejaban un claro rastro de lo que el mundo se había formado para él, luchas, odio y temor… ni un segundo para olvidar, tan solo huellas de miedo y el rencor, tras una senda donde el único descanso era la muerte.
Geralt, tenía claro cuál debía de ser el final de todo aquello, y para ello debía de encontrar a aquella que ahora dominaba el imperio, debía de encontrar a Naivé.
Su mente era firme, y no dudaría en llevar a cabo su labor, entre sus manos, y pequeño frasco donde espinas y otras hierbas se mezclaban con cierto destilado para dar lugar a una opaca y silente solución.
La imagen se rompe para ver como en un tiempo más actual, Geralt descansa sobre una piedra lejana, mirando a Naivé. Entre los dedos de Geralt se mueve nervioso un frasco vacio…
Parece que todo lo que había pensado se ve tachado, pues Naivé sigue en pie… incluso es capaz de acercarse hacia su primogénita.
Pero pronto, todo vuelve sobre la senda fijada, pues el cuerpo de Naivé empieza a adormecerse, la suerte de aquel veneno llegó con retraso a su corazón.
La vida de Naivé se escapa, mientras el velo de la muerte se instauraba en su ser… Una sorpresa para él, que su primogénita quisiera robar aquel momento para sí, y ser ella la que robase la vida de su madre.
Pero eso nunca ocurrió, pues aquel opaco y silente brebaje dio por muerte a Naivé, ganando la batallas a las manos de Eriel, siendo el primero llegar a aquella meta donde ahora solo guarda silencio, despojada de un Imperio, despojada del aliento.
Poco a poco, las estrellas rompen su fulgor y se apagan dejando ahora un cielo fúnebre, donde tan solo se espera la llegada del alba. Dejando en vuestras miradas lágrimas y recuerdos que la muerte hace recordar, donde el coraje de una hija, puede llegar a matar, donde el valor de los primogénitos siempre llega hasta el final.