Aeropuerto Internacional de Ivato, Antananarivo. Madagascar.
El joven pelirrojo descendió del avión charlando con una chica, despreocupadamente. Se intercambiaron números de terminal móvil. Casi tropezó con el primer escalón pero ella le cogió del codo, riendo, y no sucedió nada malo. Los dos rieron, y se despidieron antes de ir ella a buscar su equipaje facturado. No debía hacerlo así él, que iba arrastrando su pequeña maleta de cabina, y que aún se veía más pequeña en contraste con su enorme envergadura.
Cuando llegó a la zona de aduanas le guiñó un ojo a la agente, que le estaba preguntando si tenía nada que declarar. No, no lo tenía. La agente no contestó, muy seria. Pero le dejó pasar, y cuando lo hubo hecho ella se giró y le siguió con la mirada, esta vez sí con una sonrisa suave dibujada en su rostro adusto.
Así era Sean. Encantador.
Cuando salió de la zona de pasajeros, el sol cautivó sus retinas. Las grandes superficies acristaladas dejaban ver un cielo azul límpido, y el verdor de una zona tropical, aún alejada de la urbe. Y Sean esperaba ver algo más. Alguien más.
Con los ojos azules entrecerrados buscó. Buscó otro rostro tremendamente parecido al suyo, blanco y pecoso, y una larga melena pelirroja...
Pero parecía que esa persona aún no había llegado. Aunque tal vez sí, realmente. En aquel momento, mientras Sean escrutaba a todas las personas que caminaban por la terminal buscando a su hermana, un pequeño alboroto llamó la atención al otro lado de las cristaleras que delimitaban aquella zona con el exterior del edificio. Pudo ver como un todoterreno pintado de verde camuflaje, que venía a cierta velocidad, paraba directamente en la zona destinada a los taxis, o por lo menos eso se imaginó al ver la reacción que tuvieron los taxistas que había allí parados ante la presencia del nuevo vehículo. Del todoterreno descendió una chica, la que él estaba esperando, a toda prisa, sin pararse a subir las ventanillas del coche ni de cerrarlo, corriendo, sabiendo que llegaba tarde y pidiendo disculpas a diestro y siniestro por dejar el coche en aquella zona a los taxistas que se acercaron a ella para decirle que allí no podía parar. Los gestos de los nativos eran tan claros como oscura era su piel. -Miala tsiny...Miala tsiny... -decía a unos y otros mientras intentaba en vano que dejaran de indicarle que allí no podía dejar el todoterreno- ¡Lo entiendo! ¡Lo sé! ¡Lo sé! Solo serán dos minutos... roa, ¡roa! -dijo señalando su reloj, “solo dos minutos”, lo justo para recogerlo, ya debería estar esperándola. Entonces, como por arte de magia, pareció que comprendieron que no iba a dejar el coche estacionado allí indefinidamente y, con una sonrisa, comenzaron a repetir su gesto dejándole vía libre para que fuera al interior del aeropuerto. Roa. Roa. ¡Ok! ¡Ok! Sí, era Charlotte. No había ninguna duda de aquello aun a pesar de llevar puestas unas botas de trabajo, unos pantalones caquis de faena manchados de arriba abajo, una camiseta de tirantes del mismo color que rivalizaba en churretes con los pantalones y unas gafas oscuras que le protegían los ojos de la brillante luz que resaltaba aún más si cabía el color de su pelo en mitad de aquel grupo de nativos. Sean la vio cruzar a la carrera el carril que la separaba de la entrada al interior de la terminal y entrar como una exhalación a través de las puertas de cristal, no sin antes pedirles a los taxistas, con un gesto más que claro y una sonrisa a la que difícilmente podrían decirle que no, que le cuidaran el coche. Cuando Charlotte cruzó las puertas, la brillante luz del medio día en el exterior contrastó rápidamente con la luminosidad en el interior de la terminal y dejó de ver por unos segundos. Todo se había vuelto oscuro a su alrededor. Detuvo en seco su carrera cuando una pequeña luz de aviso interior le indicó que si seguía corriendo allí dentro terminaría estampándose contra algo duro, cuando recibió un fuerte impacto lateral que casi la tira al suelo de no ser por unos potentes brazos que la agarraron rápidamente por la cintura. -¡Disculpe! ¡Disculpe! –se disculpó una voz masculina, supuestamente del dueño de aquellos brazos, al que intentaba definir mientras parpadeaba rápidamente para recuperar su visión-No pensé que se pararía en seco delante mía...iba corriendo con tanta prisa... De repente se dio cuenta de una cosa... y levantó su mano para quitarse las gafas. Se hizo la luz. -¡No! ¡No! Disculpe usted... las gafas... me he quedado a oscuras –dijo con una tímida sonrisa mientras se fijaba en los apuestos rasgos de aquel tipo que le estaba hablando en inglés. -¿Está bien, verdad? Llego tarde, si me disculpa... -le dijo aquel tipo que, soltándola, echó a correr hacia el exterior donde un coche oscuro y con los cristales tintados le estaba esperando. Charlotte se lo quedó mirando hasta que subió al vehículo y este echó a andar desapareciendo de su vista. Mordía una de las patillas de sus gafas, estudiando la situación y maldiciéndose. Me he quedado a oscuras. Me he quedado a oscuras. ¡Dios! ¿No he podido decir otra cosa? Noooo Simplemente... Me he quedado a oscuras. Se estará riendo hasta que se acuerde. Con la cantidad de frases ingeniosas que hay por ahí para decir en estos momentos. Me he quedado a oscuras... ¡Arggggghhhh! Pero ya no tenía remedio, así que decidió olvidarse de aquel tipo y del ridículo que acababa de hacer y se volvió de nuevo hacia la puerta por la que se llegaba desde la pista de aterrizaje. Una enorme sonrisa apareció en sus labios, y la tensión que había acumulado desde que supo que el avión en el que venía su hermano había despegado, desapareció por completo cuando lo vio allí, sano y salvo, igual de guapo que siempre. -¡SEAN! –gritó, echando a correr hacia él dispuesta a fundirse en un enorme abrazo.
La había localizado mucho antes de que ella siquiera supiese si se había metido en la terminal del aeropuerto o en cualquier otra parte, cegada como estaba por sus propias gafas. Había asistido sonriente a su entrada arrolladora, a su encontronazo con el apuesto hombre que se alejó de allí con prisas, las prisas propias del viajero, pero con el aire de quien piensa que ha valido la pena estrellarse contra alguien así, por una vez.
La prueba es que cuando llegó fuera, antes de marcharse del todo en su coche oscuro, se giró y se quedó un segundo mirando hacia ella, el rostro con una expresión entre intrigada y satisfecha.
La mirada se cruzó con la de Charlotte, y también lo hicieron las sonrisas. Quizá volverían a toparse, a encontrarse, parecía decir. Pero ella, que mordisqueaba la pata de sus culpables gafas, apenas fue consciente de ello, su pensamiento aún puesto en su propia excusa, en sus frases aturulladas.
No hubo tiempo para más, tampoco. Él se fue, y ella se giró hacia la zona de llegadas. Y entonces sí, ella le vio por fin.
Sean le guiñó un ojo, abrió los brazos y la invitó a enterrarse en ellos, en su enorme corpulencia de deportista incansable.
-¡Menos mal! ¡Creí que estabas demasiado pendiente de... otros ojos, hermanita! Unos que no eran precisamente de este pelirrojo, aquí, abandonado a su suerte!! ¡Jajaja!
Se rió, con la risa franca e infantil de siempre, la risa de su padre, y la estrechó con una delicadeza que asombraba en contraste con su fuerza.
-¡Estás espléndida! -Lo dijo sincero, mientras le hacía dar una vuelta sobre sí misma, agarrándola por una mano, en un improvisado y cómico paso de baile. No le importaron lo más mínimo ni los churretones, ni el barro pegado a los pantalones, ni la evidente espontaneidad con que su hermana había dejado de hacer lo que fuera que estuviera haciendo sólo cinco minutos antes de salir conduciendo como una loca hacia el aeropuerto.
Él estaba también espléndido, y la estampa de ambos abrazándose y riendo sacó en más de un rostro una sonrisa admirativa, una expresión en algunos casos de envidia, en otros de complicidad.
-Bueno, bueno, bueno... y que no mola nada esto de vernos aquí, ¿eh? No en casa, no en Londres, ni en París, ni siquiera en un lugar mínimamente respetable y conservador. ¡No! ¡A la tronera de mi Lotte hay que ir a verla al culo del mundo! Bueno, al ombligo, si vamos a ser precisos, ¡jajaja!
Los brazos fuertes y firmes de su hermano la abrazaron por fin y fue entonces cuando fue consciente de todo el tiempo que había pasado desde que estuvieron así por última vez, de todo lo que lo había echado de menos. El tiempo pasaba volando en su trabajo, cada día era una aventura, sabía a qué hora empezaba pero no a la que iba a acabar, ni en qué condiciones lo haría. Sí, le encantaba su trabajo y le encantaba estar allí, pero siempre le faltaba algo. Y era tener cerca de ella a las personas que quería. -¡Has venido! ¡Has venido! ¡Aún no me lo puedo creer! Ja, ja, ja –reía mientras se dejaba guiar en aquel improvisado baile de salón al que Sean quiso bailar en mitad de la terminal del aeropuerto y al que se sumó con verdadera pasión, no importándole en absoluto que la gente los mirara, curiosos, haciéndose miles de preguntas respecto a aquella escena. Los brazos de Sean le hicieron dar una vuelta de trescientos sesenta grados que terminó entre sus brazos, tal y como había empezado, ambos riendo, contentos de reencontrarse. Los ojos de Lotti se quedaron fijos en los de su hermano y sonrió con picardía mientras con un movimiento rápido le hincaba los dedos entre las costillas y empezaba a hacerle cosquillas donde ella sabía que las tenía. -¡Me has estado espiando! ¿Es que no se puede tener intimidad ni en la terminal de un aeropuerto local a miles de kilómetros de casa? –le dijo riendo-¡Cotilla!-levantó las manos y le agarró las suyas para que no intentara buscarle las cosquillas a ella-¿Te refieres a ese tipo, eh? Menudo viaje se ha llevado, y me he llevado... pero era guapo ¿verdad? –dijo mientras un leve tono rosado le cubría las mejillas-Pero ¡como siempre! Los guapos se alejan pronto de las pelirrojas, prefieren los coches de lunas tintadas. Seguro que dentro iba una rubia despampanante, no lo veo con una chica local, aunque...¿Quién sabe? –le dijo encogiéndose de hombros mientras se reía- Pero bueno, las probabilidades de volver a verlo, a él y a la rubia, son escasas por no decir nulas sabiendo a donde te voy a llevar después de que muevas tu culo y te montes en... ¡mi flamante deportivo verde! Con una señal teatrera, señaló al antiguo y usado todoterreno verde que los esperaba en la puerta, mientras lo agarraba del brazo y lo instaba a andar y acompañarla hacia el vehículo mientras las preguntas comenzaron a fluir, una detrás de otra, de su boca como si hiciera años que no sabía nada de ellos, como si no se hubieran hablado cada vez que habían podido por Internet. Estaba feliz, contenta, y no podía evitar que se notara a kilómetros de distancia. -Cuéntame cómo ha sido el viaje, ¿todo bien? ¿Cómo están papá y mamá? ¿Cómo va todo por casa? Llegaron al todoterreno y Lotti tuvo que distribuir otra buena ración de sonrisas entre todos los taxistas que, efectivamente, habían estado echándole un ojo al coche, mientras que parloteaba algunas palabras y pequeñas frases en malgache que Sean, aún sin saber lo que estaba diciendo exactamente, entendía a la perfección como gracias, disculpas y mil gracias todas juntas, a las que los nativos respondían con palabras parecidas, las mismas sonrisas y los mismos gestos mundialmente conocidos de ‘no hay de qué’. El lenguaje corporal era el mejor traductor en cualquier rincón del mundo, no dejaba de ser curioso ver cómo funcionaba, y lo bien que se le daba a Lotti hacerse entender en aquel lugar. Se subieron al coche y, como siempre, Lotti le hizo una señal a Sean- El cinturón, que esto es igual o más peligroso que París en hora punta, aunque con baches, sin semáforos y alguna que otra cosa de cuatro patas cruzando por pasos de peatones inexistentes en el momento más imprevisto-dijo mientras accionaba el contacto y comenzaba a salir del aparcamiento con cuidado- Por cierto, antes de ir a casa tenemos que pasar a recoger la cena, he encargado algo especial para esta noche –le dijo con cierto aire misterioso- Pero necesito que decidas una cosa, donde quieres que cenemos. Metió la primera y enfiló el carril de salida del aeropuerto que no era más que una carretera mal pavimentada con agujeros llenos de agua por las lluvias de la tarde tropical en aquella época del año. Entonces, Sean se dio cuenta de que el coche olía raro, cierto tufillo curioso que no sabía definir, tal vez por no haberlo olido nunca anteriormente. Y pareció que en el mismo momento, Lotti se dio cuenta de aquel detalle pues abrió la ventanilla de su lado y se volvió hacia él con una enorme sonrisa, bueno, realmente la misma sonrisa que no la había abandonado desde que lo vio. -Hueles a lémur. Les gusta juguetear dentro cuando estoy con ellos en la reserva. Los dejo que entren y salgan sin problema...y claro, hacen sus cositas donde pillan...¡pero te prometo que tu asiento está limpio de todo resto natural que huela! –rió divertida mientras devolvía su atención a la carretera- Por cierto, venga, me hace falta que te decidas. ¿Dónde te apetece cenar? En un sitio paradisiaco, cerca de la playa, velas, flores... ¿o en la tronera de tu hermana? –dijo con retintín recordando la frase que le había soltado como bienvenida en el aeropuerto. Ella ya tenía pensado a donde le gustaría llevarlo, pero el orden de los factores no alteraba la suma, así que cualquier sitio que le apeteciera sería bueno, y la comida la iban a llevar con ellos así que por eso no había ningún problema. Aquella noche sería perfecta. Todos los días que él pasaran allí juntos, serían perfectos.
No podía parar de reírse, viendo a toda aquella nube de taxistas rodeando a Charlotte, su Lottie, y a ella con ellos. Hablaban malgache, que ella apenas chapurreaba, pero se entendían además con el francés mucho mejor chapurreado por ellos que lo que ella lo hacía con su idioma local.
Todo eran gestos, inclinaciones y caras sonrientes, por parte de todos. Salieron del aparcamiento en su flamante vejestorio verde camuflado por el barro, escoltados aún por la nube parlanchina y gesticulante.
Una vez fuera, Sean empezó a olisquear cómicamente. Justo era cuando ella estaba dando explicaciones. Que si la cena, que si el paraíso, que si su tronera... que si los lemures.
-¡Cacas de lemur! Estupendo. ¡Oh, sí! Yo poniéndome mi carísimo toque de Hugo Boss, y tú ambientando con caca de lemur. ¡Perfecto, perfecto! ¡¡Jajajaja!!
Si preocuparse del cinturón, que aunque ella le había mandado abrocharse, como siempre, él, como siempre, había ostensiblemente dejado colgar a un lado, puso su enorme y pecosa manaza sobre la cabeza de su hermana, y la meneó, en un gesto idéntico al que hacía su padre, Shawn, desde que ella era un renacuajo.
-Casi que te diré que me lleves al paraíso, hermanita. Sí, sí, vamos a ese paraíso que dices, seguro. Que si tu tronera huele como tu coche, primero tengo que acostumbrarme. ¡Jajaja! -Era un exagerado, y lo era a conciencia, naturalmente. Pero le encantaba chincharla, y esperaba que ella le respondiera, era un eterno toma y daca, uno que empezó antes de que ninguno de los dos tuviera ni siquiera una pizca de uso de razón. Se acercó a ella y la olisqueó también, aún más cómicamente que antes.- ¡Oh, por lo menos tú no hueles a lemur! Mmmm... espera.... ¿a qué hueles, Lottie...? ¿no habrás estado fumando alguna hierba de por aquí, eh? ¡Jajajaja!
Era él, su Sean, su hermano. La familia, los recuerdos, la confianza, todo a la vez. Tenerlo allí, en un lugar como aquél, era volver a casa, aún estando en la exótica Madagascar, atravesando pueblitos de cuento de hadas.
El paisaje atrapaba, las gentes, el colorido. Pero él, tan pendiente de eso como de Lottie, seguía tan alborozado como cuando ambos eran chiquillos.
Cuando por fin consiguió parar de reír se frotó los ojos como un niño grande, las pestañas rojizas húmedas de lágrimas por la risa, y ya más contenido, que no serio, la miró y asintió, volviendo a las preguntas de antes, como si tal cosa.
-Papá y mamá están de maravilla. No parece ni que estén tan viejos como son, la verdad. Bobos el uno con el otro, joder, siguen como dos tortolitos adolescentes, haciendo y diciendo las mismas tonterías de siempre. Papá tropezando con los muebles, con la alfombra, con cualquier cosa. Mamá recomponiendo los estropicios, sonriendo y poniendo su buen juicio a cualquier situación. ¡Y riñéndome ambos! Que si tengo que sentar cabeza, que si he de mejorar mis notas, que si he de descansar más, que si he de salir menos. -Lo decía imitando la voz ora de su padre, gruesa y grave, ora de su madre, suave y musical.- Jejeje. No serían ellos si no me ametrallaran, claro, contigo delante cualquiera se compara, ¡la empollona - repelente - buena chica de Lottie!
Le hizo un amago de lanzarse a buscarle las cosquillas como ella había hecho con él, pero, desde luego, sólo fue una amenaza, Sean era en realidad perro ladrador y poco mordedor, demasiado prudente para ponerles en peligro mientras ella conducía.
-Pero te mandan besos, recuerdos, y alguna que otra cosita que me han dado para ti, lo llevo en la maleta. ¡Oh! Y me han ordenado que te vigile, y que les haga un informe. ¡Completo! ¡Jajajaja! ¡Y ya sé por dónde empezar! ¡Por tus encuentros clandestinos con guapos de coches con lunas tintadas! ¡Y por dónde seguir! ¡Por tus olorosas experiencias con juguetones y traviesos animalillos! ¡Jajajaja!
-¿Hugo Boss? ¿¡Te has comprado Hugo Boss!? -preguntó Charlotte divertida conteniéndose la risa-¿Para venir a Madagascar? ¡Venga ya! ¿Para impresionar a los animales de la reserva con tu caro aroma?-cada palabra que decía hacia más difícil contener la risa- Posiblemente consigas que arruguen la nariz y echen a correr poniendo tierra de por medio. O mejor... ¡Sí, sí! ¡MEJOOOOOOR! -dijo levantando la voz mientras su imaginación ataba cabos rápidamente buscando las consecuencias de un olor tan peculiar en aquel lugar-Tal vez le gustes demasiado a más de un bicho salvaje y...Ja, ja, ja, ja -explotó riendo al imaginarse a Sean perseguido por algún lémur macho adulto o por algún otro macho atraído por el olor. Y exageró para asustar a su hermano- ¡Ohhh! ¡Como les guste a los machos adultos de lémur o a algún fosa no respondo por lo que puedan intentar contigo! ¡Oh, Dios! ¡Tendré que tener la cámara de video lista! ¡Siiiii! ¡Un fosa, a un fosa seguro que eso le gusta! ¿Sabes lo que es un fosa? ¡Ohhhh! Ja,ja,ja,ja. Exageró, mucho, pero su hermano no podía saberlo, o tal vez era demasiado evidente después de tantos años que se estaba quedando con él en aquel momento. Era difícil que ningún fosa se le acercara tanto de repente solo por que le llamara la atención el olor y estaba segura de que los lémures ni se le acercarían si detectaban algún olor diferente al humano. Aunque tal vez tendría que estudiar eso ahora que tenía allí a Hugo Man. Tomó nota mental de aquello. -¡Que no se te ocurra! -le advirtió riendo Charlotte a Sean cuando por el rabillo del ojo vio que se acercaba a ella con los dedos dispuestos a hacerle cosquillas-¡Estoy conduciendo! -exclamó mientras se apretaba hacia su puerta poniendo la máxima distancia posible entre ella y su hermano y procuraba no perder de vista la carretera y aquellas peligrosas manos al mismo tiempo. Sabía que no la tocaría, iba conduciendo y Sean sabía lo peligroso que podía resultar provocarla de aquella manera , pero solo de pensar en las cosquillas que tenía cuando le ponían un dedo encima le provocaban risa floja. Era la eterna guerra entre ambos, nunca crecerían, y saber los puntos débiles de tu contrincante y saber que él sabe los tuyos, llevaba muchas veces a un empate técnico que no iba a más…aunque muchas veces las carcajadas y los gritos pidiendo parar resonaban en casa haciendo que sus padres se miraran y se rieran por lo bajo negando resignados. Igual que la guerra había empezado terminó cuando su hermano recuperó un poco la compostura y le resumió la situación en París. Charlotte escuchó atenta y sonrió cuando escuchó que Sean traía regalos. -¿Qué es lo que te han dado para mi? Venga, dímelo, no puedo esperar a abrir esa maleta. ¡Y no son viejos! Que manía la tuya de llamarlos así, ya te gustaría llegar a esa edad tan enamorado de tu pareja como lo están ellos dos, mas quisiéramos los dos, no los he visto discutir en ninguna ocasión...bueno sí, sí que lo hacen, pero ¡a los cinco minutos ya se les ha pasado! -dijo guardando después silencio para escuchar el resto de las noticias que le traía su hermano. Escuchó las últimas frases abriendo los ojos de la sorpresa ante lo que iba escuchando e iba a protestar al pensar que realmente sus padres habían pedido aquella investigación en toda regla, cuando se dio cuenta de que había picado, que se lo había estado creyendo todo, así que se lo pensó mejor y siguió conduciendo en silencio mientras pensaba en algo y una idea que se formó rápidamente en su mente, cobró una forma nítida y clara en cuestión de segundos y revoloteó con vida propia haciendo que en su cara apareciera una expresión de picardía tan bien conocida por Sean, que ya podía estar asustándose en serio, pues aquello solo significaba una cosa. La hermana mayor hacia acto de presencia. Una clara venganza acechaba en el horizonte cual huracán desatado. -De acuerdo. Te han pedido un examen exhaustivo de cómo estoy aquí, de lo que hago, de con quien ando...de qué fumo -dijo con retintín lanzándole una mirada divertida porque se imaginaba que tenía todas las ganas de saber lo que se fumaba allí...y probarlo- Y tenemos pocos días para hacerlo, ¡no hay que perder ni un minuto! Así que... ¡empezaremos directamente hoy! Ve apuntando, ¡ve apuntando Hugo Man! -dijo entre risas mientras cogía otra carretera secundaria de tierra y aceleraba el coche-Paso uno. Acostumbrarse al olor. Primordial. La broma de su hermano cobró forma en su mente e imaginó a su madre haciendo una lista de todas aquellas cosas para que Sean no se olvidara de ninguna y metiéndosela en el bolsillo interior de la maleta para que no se la dejara olvidada sobre la cama y volviera con toda la información bien recabada. Dinos con quien anda. Que come, bebe, fuma, que suelo pisa y donde duerme. Si duerme las horas necesarias. Si tiene el dormitorio ordenado... ¡Por tus encuentros clandestinos con guapos de coches con lunas tintadas! Volvió a recordar aquella frase que había usado Sean. Charlotte sonrió. Su madre alucinaría si Sean le contaba eso, porque no le contaría lo simple que había sido ese encuentro, sino que exageraría pareciendo cualquier otra cosa que no fuera causal como había sido. Se dio cuenta de que lo había vuelto a hacer, había vuelto a dejar pasar una bonita oportunidad de conocer a alguien allí además de a sus compañeros de trabajo, tal vez no hubiera sucedido nada si hubiera dicho un 'buenas tardes, disculpe por pararme así, está usted bien, me llamo Charlotte', pero había soltado aquella frase estúpida y se había quedado parada, sin decir nada más, bloqueada y educadamente correcta, sin dar la oportunidad de que sucediera nada más. Mierda... ¡otra vez! No aprenderé a comportarme en esas situaciones inesperadas. Aunque de todas formas, tal vez aquello no hubiera propiciado ningún cambio en los acontecimientos, claro. Nunca lo sabría. Miró fugazmente a Sean. Tal vez algún día tuviera que preguntarle como lo hacía para llamar la atención de las chicas de aquella manera en la que lo hacia, casi sin querer, sin pretenderlo, de esa forma tan casual que era innata en él y que tan bien sabía aprovechar. Un bache le hizo olvidar todo lo que no fue y pudo haber sido con aquel pedazo de hombre y le hizo devolver la atención a la carretera. Había dejado atrás varios pueblitos pequeños llenos de nativos a los que había pitado y saludado al pasar, siendo respondida alegremente por todos y cada uno de ellos, y ahora circulaban por un camino de tierra en bastante buen estado que parecía sacado de una película de ciencia ficción. O eso por lo menos había pensado Charlotte la primera vez que había pasado por allí y visto aquel espectáculo de la naturaleza. -Queda un poco aún. Y tenemos que recoger la comida antes. Te voy a adelantar uno de los platos que he encargado... -dijo maliciosamente- gusanos gigantes crujientes. ¡Te van a encantar! ¡Es como si te comieras una patata frita de esas gordas bien doradita y crujiente!-levantó la mano y le indicó más o menos como sería de gordo aquel gusano antes de llevarla hasta su boca y chuparse los dedos-Ummmm, delicatessen.
-Jooooder....
Sean estaba admirando los nervudos gigantes arbóreos que les flanqueaban. No pareció darse cuenta de la pulla de su hermana, la cabeza echada hacia atrás, para alcanzar toda la envergadura de aquellos surrealistas soldados de un ejército de fantasía.
-Había oído hablar de los baobabs, incluso los había visto en alguna foto, en alguna parte, claro. ¡Pero esto es impresionante! No me extraña que andes tan colgada, Lottie, ¡estás viviendo en una alucinación! ¡Jajajaja!
Regresó a su posición normal, los ojos achicados por la risa, el rostro pecoso congestionado. Y entonces sí, atacó.
-¡Oh! ¿Gusanos? ¿Crujientes gusanos? Bien, bien. Aunque yo veré de cocinarlos de otro modo, si me los proporcionas. Tienes que conseguirme un buen puñado de los más gordos, vivos. Y te los prepararé con mi receta especial. ¡Te encantará! Los herviré, y los machacaré, para que formen una papilla bieeeeen viscosa, así, ¿ves? -Con la mano le rozaba el brazo, como si estuviera untándolo con algo. -¿Te imaginas tragándolos? Con cuchara, claro, porque sería una blanca y cremosa... mmmmm.... sustancia.... imagina la textura... un poco grumosa. ¿Saberán dulces...? ¿Cómo saben los gusanos gooooordos hervidos y machacados, Lottie...?
Estaba disfrutando. Sabía que, aunque su hermana no tenía ni pizca de la aprensión y el asco que muchos otros, los gusanos eran su punto débil. Quizá por eso su subconsciente los había elegido para fastidiarle a él. Pero ahora le devolvía la pelota, como hacían siempre, desde críos. Uno empezaba, el otro seguía apretando un poquito más, luego el otro, y así hasta que la cosa se ponía fea... y se tronchaban de risa, volviendo la paz entre golpes, cosquillas y chanzas.
Cuando escuchó la expresión sorprendida de su hermano ante aquella visión, Charlotte se dio cuenta de que aquellos arboles estaban ejerciendo en su hermano la misma sensación que le provocaron a ella meses antes. Volvió a sentir aquella emoción, aquel sentirse pequeña en mitad de lo que la naturaleza puede crear y saberse parte de todo aquello, conectada a aquel paisaje por un instante. Saber que una parte de su corazón estaría allí para siempre.
Detuvo el coche fuera de la carretera, justo donde unos metros más adelante esta se bifurcaba en dos trazados y olvidó por un instante la guerra que se traían entre ambos, disfrutando también ella de los baobabs. Nunca se cansaría de mirarlos, ni de imaginar ser una pequeña hormiga andurreando entre aquellos gigantes.
-¿Colgada? ¿Yo? –preguntó irónicamente- Mira quien fue a hablar... -terminó diciendo mientras se volvía a mirarlo y ver aquella mirada boba que le salía cuando algo le asombraba de verdad. Alargó la mano y le limpió la barbilla de imaginarias babas derramadas en su momento de éxtasis- Cierra la boca, hermanito. Lo único que me faltaba es tener que limpiar el coche de babas francesitas, anda... -explotó en risas, encantada porque aquel primer encuentro con algo exclusivo de aquella zona le hubiera gustado tanto. Tenía tantas ganas de tenerlo allí con ella, de que él fuera partícipe de aquella vivencia, que estaba deseosa de mostrarle el resto de cosas que podía ofrecer aquel pequeño paraíso.
-Si... gusaaaaaanoooooos crujieenteeeess... –amenazó cuando Sean comenzó a retomar la conversación anterior-¿Cocinar? ¿Tú? ¿Ha conseguido mamá que te metas en la cocina para algo más que para asaltar el frigorífico?-lo miró sorprendida por la noticia-No te pienso conseguir gusanos vivos, menudo asco...y no, ¡no me cuentes la receta!-le dijo aprensiva cuando empezó a relatar lo que pensaba hacer con aquellos asquerosos bichos-¡No me toques! ¡Deja! ¡Deja! –exclamó intentando retirarse de aquella mano que imaginaba cubierta con aquella pegajosa y blanquecina crema en la que serían convertidos. Le agarró la mano, con asco, intentando que parase de tocarla, mientras no podía dejar de ver en su imaginación como sería preparar aquel plato y comerlo. Sintió como todo su vello se erizaba ante aquel pensamiento y un escalofrío le recorría la espalda sin poder evitarlo-¡Como no te estés quieto te embarco en el siguiente avión de vuelta a casa! –le gritó dándole un ultimátum antes de empezar a reír como una loca-¡Paaaaaraaaaaa!
Ha vuelto a quedarse conmigo...¡será! ¡Esta me la paga!
De repente, su vista se desvió hacia algún punto fuera del coche, por encima del hombro de Sean, más allá de la ventana que quedaba ahora a espaldas de su hermano al estar este vuelto hacia ella.
-¡Uis....! ¡Te han visto! Ahora se correrá la voz de que has atacado a Lotti Dunne y se vengarán por la noche...cuando estés bien dormidito y despreocupadooooo, con la guardia baja.... ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! ¡Te has metido en un buen lio pelirrojo! ¡Acabas de atacar a Lotti Dunne! -exclamó triunfal mientras se mordía el labio para no estallar en carcajadas al ver el espectáculo que se desarrollaba a espaldas de su hermano, donde cuatro pares de ojos miraban sorprendido el interior del vehículo.
Sean se volvió hacia su hermana primero, luego hacia los lemures, y de nuevo a ella, quedándose mirándola con los ojos como platos, falsamente sorprendido, y con una sonrisa ladina y gamberra cruzándole el rostro.
-¿¿¡¡ZAS, ZAS, ZAS!!??
Acompañó las onomatopeyas con un gesto inequívoco y soez, burlándose de ella ostensiblemente, tomando al instante la oportunidad que ella acababa de brindarle, y exprimiéndola como una fruta jugosa y madura.
-¿Cuando esté con... qué bajo...? ¿La qué...? Mmmmm... Bien dormidito y despreocupado....??
Se rió con carcajadas imparables, dejando que la imagen de los lemures violándole durante la noche, indefenso, asaltara a Lotti.
-¡Y cómo exhiben sus trofeos, los degenerados!, ¿has visto? -Señaló los genitales de los animalillos, con fingido horror.- ¡Ohhhh! No puedo esperar a que llegue la noche, ¡qué experiencia! ¡Menuda venganza la tuya! ¡La suya! ¡Jajajaja!
Se retorcía entre lo que se reía y la pantomima simulando mojigatería y espanto, cubriéndose la cara con las manos, e inmediatamente repitiendo el gesto obsceno para atacar a Lotti con desfachatez.
Lo sieeeeentooooo, me lo has puesto a..... HUEVOOOOOOOO!!!!!!
XDDDDDD
Los ojos de Charlotte se abrieron como platos al ver la reacción de su hermano, sin saber muy bien a qué venía aquella reacción espontánea de ardor y cachondeo juvenil, cuando su mirada se centró más allá de él y vio salir corriendo a los lémures asustados por los gritos de Sean. Y entonces, las siguientes palabras de su hermano, le descubrieron la conexión entre los lémures, lo que ella había dicho y los aspavientos de su hermano. Sintió la sangre subir a sus mejillas y algo gruñir en su interior al saber la coña en la que se estaba viendo inmersa gracias a la broma que ella misma había gestado y que se había vuelto en su contra. -¡Mira que eres malpensado! ¡Yo no he dicho que ellos vayan a ...! ¡Sean! ¡PARAAAA de hacer eso! –exclamó entre escandalizada y divertida al mismo tiempo, pensando que en algún lugar de aquella planicie, algún nativo estuviera mirando al interior del coche, cosa nada rara a razón del tono de voz elevado de su hermano- ¡Quieres dejar de hacer eso! ¡Los has asustado! –dijo intentando buscar una razón para que parara mientras no podía parar de reír mientras miraba a todos lados buscando un par de ojos oscuros escandalizados mirando al coche. -¿Sus trofeos...? –rió sin poder pararse ella, ni parar a su hermano- ¿De qué trofe...? –preguntó sin llegar a terminar la frase cuando la luz se hizo en su mente-¡SERAS! ¡TROFEOS! ¡Oh! Dios mío... ¡Eso no se me va a olvidar en la vida! –exclamó poniendo cara de horror al saber que cada vez que viera a un lémur se iba a acordar de aquello porque ¿cómo olvidarlo?- No acabas de llegar y ya estas influyendo en mi trabajo, ¡mala influencia que eres! ¡Para qué te habré dicho que vengas! ¡Ahora ya no podré pensar nada más que en cuál de ellos gana el primer premio! Lotti estalló en carcajadas incontrolables cuando se imaginó evaluando quien sería el ganador del primer premio aunque... ahora que lo pensaba.. ¡Ya lo sabía! Cuando visualizó la imagen del lémur que había venido a su memoria las risas se hicieron más fuertes, el rojo de sus mejillas se acrecentó y las lágrimas le corrieron por la cara sin poder contenerlas ni un ápice mientras luchaba por secárselas y trataba de impedir que su hermano siguiera haciendo aquellos movimientos. -¡Mas quisieras que se te tiraran encima por la noche! ¡No pensaba que te gustaban peluditos, pequeñitos y con la cola laaaaargaaaaaaaa! –bromeó a su vez sin poder parar de reir- ¡Oh¡ ¡Oh¡ ¡Oh¡ y yo que pensaba que te gustaban las chicas de piernas largas y esbelta figura...¡¡¡y ahora resulta que los prefieres peludos!!! ¡Mamá no se lo va a creer cuando se lo cuente! -dijo dando palmas divertida. Aquellos momentos le encantaban. Su hermano sabía tomarle el pelo de aquella manera tan casual que era imposible sentirse herida, ni enfadarse, ni tan siquiera no participar en la broma y reírse a carcajadas. Había intentando miles de veces no provocar ninguna situación que la llevara a momentos de tomadura de pelo como aquel, pero por más que lo intentaba Sean siempre era más rápido, más punzante, más... de todo. Tenía la batalla perdida pero ¡seguiría luchando por ganar algún día! Mientras se limpiaba las lágrimas e intentaba contener la risa miró más adelante en el camino. Oculta desde allí por uno de aquellos troncos de baobats, una señal se intuía, más que verse realmente, pero Lotti sabía que estaba allí. Y ahora, en aquel cruce es cuando tenía que tomar la decisión de a donde llevar a su hermano. Después de la broma del aeropuerto, había decidido que tenía que enfrentarse a todo lo bueno y lo malo que podía ofrecer Madagascar, pero allí, después de aquellas risas pensó si sería capaz de llevarlo directamente a dormir a una tienda de campaña, lavarse en un barreño de agua que tendría que ir a recoger a un kilómetro de distancia, a no dormir sintiendo el incómodo zumbido de las alillas de los mosquitos de tamaño extragrande que vagaban por las noches y que luchaban por abrirse paso a través de la mosquitera y alcanzar su menú nocturno, mientras los lémures intentaban violarlo. Sonrió. Iba a ser que no. Y además, él le había pedido ir al hotel. ¿Cómo decirle realmente que no? Había vuelto a ganar el muy desvergonzado. Así que cogería el camino que aquella señal le indicaba que debía de tomar si quería ir al hotel que ella había reservado para la estancia de su hermano. No iban a desperdiciar aquello, más aún cuando le habían dado un par de días libres para estar con él. Negó con la cabeza y se inclinó sobre su hermano, abriendo la portezuela de la guantera del salpicadero y rebuscando algo en su interior. Tras unos instantes de búsqueda infructuosa, lanzó un grito de triunfo y sacó de él lo que había estado buscando: un comunicador. Pulsó el botón de encendido y tras unos segundos de espera un pequeño bip indicó que se había recibido un mensaje. Lotti activó la lectura y una voz masculina surgió solicita con un fuerte acento isleño dejando un mensaje en francés. “¿Los espero entonces hoy mismo, señorita Dunne?” Lotti sonrió, sabiendo que la respuesta a esa pregunta era afirmativa. Miró a Sean por un instante para tenerlo claro y decidió contestar a la llamada rapidamente. Segundos más tarde, al otro lado del terminal, alguien contestó su llamada. -Señorita Dunne, le he dejado un mensaje en... -Lo sé, lo he escuchado. Sí, preparalo todo. Dormiremos allí esta noche. ¡Gracias! –le sonrió al rostro oscuro que aparecía en la pantalla y colgó la llamada, mirando a su hermano pícaramente- ¡Te has librado de una buena pelirrojo! No lo sabes bien... ¡Vamos! Nos esperan –dijo arrancando de nuevo el vehículo y poniéndolo en marcha.
¿Listo para que Sean entre en escena de tu mano, TGG? ;) Siento haber tardado tanto en contestar, pero tengo la cabeza en otro lado estos dias. ¡Bienvenido!
- ¡Jajajaja! Mala influencia ¿yo? Muy gracioso, de veras, muy gracioso que aquella que tiene una cohorte de sicarios violadores (sean monos o lo que fuese que sean estos bichos) diga que YO soy una mala influencia... - decía entre carcajada suya y carcajada de su hermana. Era como si nunca se hubieran separado.
Sin embargo parecía que el "golpe" era mucho más fuerte para su hermanita ya que la pobre estaba llorando de risa, amén de cuestionar su sexualidad, claro.
- ¡Hey! Lo que me gusta o me deje de gustar no es asunto de nadie y... ¿quién sabe? tal vez una peluda caricia es lo que necesito. No hay que hacerle asco a nada sin probar antes, Lotti... y tú y los cosos estos ¿has probado? Digo, como sabes tanto acerca de su "ZAS ZAS ZAS" ¡Jajajaja!
Dejaron el cachondeo por un rato ya que ella estaba aparentemente concentrada en el manejo y alguna que otra cosa más (se sonreía sola a menudo). Él iba concentrado (más o menos) en la belleza del paisaje y los baobabs. Parecía algo fuera de lo común, una de tantas cosas que podría ver en algún film de ciencia ficción de esos que ve cada tanto pero no, era ahí nomás y bien al sur de su casa. Era algo sencillamente impresiona...
-¡HEY!
... de pronto su hermana se había inclinado sobre él y había sacado algo de algún lado a lo cual le siguió algo parecido al alarido que se espera que uno largue al ganar la lotería o algo así. Estridente era poco. Pensaba decir algo pero como su hermana se puso inmediatamente a hablar quedo con la boca abierta y sin decir ni pío. Cosa rara pero el movimiento (y el grito) lo había sorprendido algo. No mucho, pero algo.
- Bueno, al parecer mi muerte por violación fue pospuesta ¿eh? Ok, lástima, ya me hacía la ilusión... ¿Quién nos espera a donde y por qué? ¿Algo peor que tus monos? ¿Que me tienes reservado? Venga, dime.
Listo y esperemos que bien.
No pasa nada con la demora (hasta mejor te diría xD)
Y gracias, a ver que tal sale.
Lotti colgó el teminal y se lo colocó en la muñeca, donde debería habérselo colocado nada más salir de la reserva por si alguien necesitaba contactar con ella por alguna urgencia, nada raro conociendo a la panda que dejaba sola dos días.
-¿Muerte por violación? Más quisieras… aunque creo que te gustaría, por eso la pospongo, no la elimino de los planes para estos días –le dijo mirándole con picardía- no cantes victoria, ellos tienen que tener su recompensa y ya de camino…me podrás decir que te parecen sus trofeos. Y da por hecho que mamá se enterará de tus nuevos gustos reconocidos. No sé lo que le va a sorprender más, si que me encante caer en brazos de un despampanante desconocido o que a su hijo le haga ilusión conocer como es un lémur en la intimidad…. –terminó poniendo cara de niña buena y lanzándole un touché a su hermano relativo con su amenaza al salir del aeropuerto. Le guiño un ojo y miró hacia delante, señalándole con la barbilla la indicación que había semi oculta por el tronco del árbol que tenían a la derecha. -Ahí es a donde vamos.
Ahora que se fijaba, Sean pudo ver la indicación que su hermana le señalaba. En letras claras, rodeadas de un intrincado pero exótico dibujo de flores de colores llamativos, aparecían escritas dos palabras y los kilómetros que aún faltaban para destino. Edén Logde 35Km -Creo que te gustará –dijo a la vez que pisaba el acelerador y hacia avanzar al todoterreno por el camino que indicaba la señal.
Unos doscientos metros más adelante, el camino descendía repentinamente, bajando por la colina en la que estaban situados y dejando atrás la imponente imagen de los baobats que se vio rápidamente sustituida por otro tipo de vegetación autóctona, más baja, más compacta y, poco a poco, el camino de tierra los condujo hasta un bosque que parecía cubrir toda la superficie que se podía distinguir desde allí. El camino, bastante bien cuidado, no dejaba de ser de tierra y aquí y allá mostraba buenos agujeros y de vez en cuando los rastros inconfundibles de pequeñas torrenteras que debían de bajar llenas de agua cuando lloviera, aunque en aquellos momentos eran simplemente pequeños hilos de agua lo que por ellas descendían.
Lotti, acomodó la velocidad del vehículo a aquella nueva orografía y de vez en cuando detenía el coche para indicarle, escondidos entre las ramas, algún que otro lémur, algún pájaro que nunca podrían ver en París o alguna mariposa de radiantes colores.
Unos treinta minutos más tarde, la vegetación se abrió de repente delante de ellos, dejando paso a un mirador natural a la derecha de la carretera. Lotti condujo hacia allí el coche y lo detuvo, dejando que su hermano admirara las vistas.
-Esa es la playa a la que vamos. Desde aquí no se ve el hotel al que vamos, pero te puedes hacer una idea de a donde te llevo. Prometo que dormirás en un colchón mullidito y todas esas cosas… -dijo mirándole con cariño- Te gustará –asintió esperando que así fuera y recordando algo que sabía que disfrutarían a la orilla del agua- ¡Y hacen unos cocteles que te van a quitar las ganas de volver a casa!
- ¡Ya lo creo que me gustará! - dijo mientras observaba el paisaje - Realmente te has superado, hermanita ¡que lugar, Dios! - Le costaba casi no gritar cuando hablaba. Estaba seguro que su hermana iba a ponerlo en algún lugar especial pero no se imaginó que tan especial. Parecía algo o para millonarios o algo salido de alguna película, no algo que estuviera a su alcance.
Y encima parecía que el licor era bueno ¿Que mas se podía pedir? Bueno, muchas nativas amigables y ligeras de ropa no vendrían para nada mal, pero no pensaba pedirle mas a esa belleza de lo que ya le estaba dando. Lotti (y puede que hasta que Dios) se habían pasado de generosos.
Aprovechando que estaban detenidos se abalanzó sobre ella y la abrazó medio bestialmente a la vez que, gritando, le decía - ¡Te has pasado! - (violento beso en la mejilla) - ¡Por un lugar así soporto a todos los MONOS LASCIVOS DEL MUNDO! ¡Esto son hermanas y no lo que tienen otros!
Se estaba pasando un poco con el abrazo (la estaba apretando quizá un poco fuerte) pero no se daba ni cuenta. Estaba mas que contento, la cosa pintaba cada vez mejor...
- ¡Vamos! ¿Que esperamos? ¡Arranca! -
A todo esto seguía sin soltarla.
Había soñado con aquel momento muchas noches. Desde el primer día que vio aquella playa y aquel hotel sabía que si venía alguien a verla lo alojaría allí, costase lo que costase. Se imaginó con su hermano y con sus padres, con Omar y Estel y, al final, su hermano había podido ver aquello y sus amigos lo harían dias después si todo salía según lo previsto. Bueno.... y ¡si ella seguí viva!
-¡Si me sigues apretando tanto me vas a dejar sin respiración!-le dijo a Sean entre risas intentando parar aquel abrazo demoledor-Me alegro que te guste. Y solo has visto la playa, espera a ver lo demás. Incluidos tus... 'monos'-terminó con una sonrisa mientras metía sus manos entre su pecho y el de su hermano y hacía palanca para separarlo-que no son monos, sino 'lémures', aunque puedes llamarlos como quieras. En la oscuridad los dos son peludos, asi que el nombre es lo de menos a corta distancia-se cachondeó de su hermano mientras le ponía el cinturón de seguridad.
Arrancó el coche y siguió su camino, esta vez bajando por una pronunciada cuesta que los llevaría hasta el nivel del mar.
-¿Sabes lo que me mandó mamá para mi cumpleaños?-preguntó curiosa mientras conducía sin perder detalle del camino de tierra, intentando evitar los baches más hondos. No tenía muy claro que su madre hubiera hablado de aquello con Sean, pero la lectura de aquel diario le había parecido tan apasionante que tenía que comentárselo, no podía quedarse callada-Me mandó un fichero... con su diario. El que escribió cuando estuvo en Egipto. No sé cuantas veces lo he leído ya, he perdido la cuenta pero no me canso de releerlo. Es apasionante. Vivir algo así tiene que ser...no se definirlo, pero ¡tiene que ser mágico! ¡Y encima volver con papá! Y eso que hay muchas cosas que no están escritas, es imposible escribirlo todo...-miró de reojo a Sean esperando ver su reacción. No habían hablado demasiado de aquella parte de la historia de sus padres. Siempre había sido algo que pertenecía al pasado de ellos, algo que Sean y ella no habían vivido, pero con lo que habían convivido desde que tenían uso de razón, tal vez ella más que él. Lotti tenía unas ganas locas de ir a Egipto, pero su trabajo la llevaba siempre a lugares totalmente diferentes. Algún día llegará la oportunidad. Y no diré que no, cueste lo que cueste. Y si no llega la buscaré yo, ¡que diablos!
-Luego te lo enseñaré si tenemos ganas, primero hay que acomodarse y darle al hermano pequeño todos los mimos que necesita después de un viaje tan largo. ¡Ah! Por cierto, procura portarte bien con las nativas, que yo me quedo aquí trabajando-le dijo con un tono que ya hubiera querido tener más de una de sus antiguas profesoras-Y tengo que seguir siendo la respetable señorita Dunne.
En aquel momento, el camino describía una curva pronunciada a la izquierda, casi de ciento ochenta grados. De repente, el camino se volvió llano, el horizonte se amplió ante ellos y descubrió el rincón de Madagascar en el que vivirían los siguientes días.
-¡Bienvenido a Playa Baobat!-anunció Lotti cuando detuvo el coche frente al césped de las instalaciones-Estas en Eden Lodge, el único resort totalmente ecológico de la isla. Es básico, no esperes jacuzzis ni cosas así...pero es una delicia. Estamos dentro del parque natural, podrás ver lémures en libertad total aunque están acostumbrados ya a la presencia humana. Por las noches, claro.-rió picara.
Delante de los ojos de Sean se abría una superficie de unas ocho hectáreas cubiertas de césped y vegetación autóctona. Salpicadas entre el verde que lo cubría todo, ocho construcciones de madera, ocho cabañas, se levantaban, alejadas entre sí. Y justo detrás de ellas, el azul intenso del mar de Madagascar se unía con el cielo completamente raso a aquellas horas del día.
-Me trajeron aquí a las pocas semanas de llegar a la isla. Hay otros sitios más europeos, ya sabes, hoteles de cinco estrellas y cosas así, pero esto tiene su encanto...no puedes encontrar algo parecido en Europa-le comentó, agarrada al volante del todoterreno, su mentón apoyado en sus manos mientras observaba el paisaje que ofrecía el complejo desde allí. Su voz destilaba ilusión por estar allí, emoción por estar con su hermano, pero a la vez un poco de tristeza porque sabía que su vida no estaba allí y que en poco tiempo abandonaría la isla, tal vez para siempre. Aunque siempre la llevaría en su corazón
-Realmente no se si dejarte salir del coche...-se volvió hacia él para mirarlo, la risa hacía brillar sus ojos-Me da la sensación de que la fama de Charlotte se va a ir al garete conforme bajes del coche-¡Oh! ¡Sí que lo haría! Conforme su hermano conociera a la hija de la dueña o a cualquiera de las chicas nativas que allí trabajaban se iba a desatar un tornado francés que dejaría huella en Madagascar. Pero ...¡y lo que se iban a reir juntos! Sí, estaba segura de que no iba a pasar desapercibido. Ya se encargaría él de que no fuera así, ¡como si no lo conociera!
-¡Vamos Romeo! ¡Esa es tu cabaña!-le dijo dándole un puñetazo cariñoso en su brazo y señalándole una de las cabañas más apartadas.
Sigue en la Escena "Madagascar".