Habían pasado unos días desde que entregaran la piedra a Caín Veiner. Al final sólo Klaus y Kilian decidieron ver qué tipo de trabajos iba a proponerles el anciano. Sin embargo, la propuesta tuvo que retrasarse. Siendo sólo dos, no estaban en disposición de acometer cualquier encargo, necesitaban compañeros. Compañeros de los que ahora no disponían. Aunque el mago se ofreció a buscárselos, también invitó al guerrero y al druida a que hicieran lo mismo.
Mientras esos compañeros aparecían, Kilian pasaba la mayor parte del tiempo en El Sincasíos ardiente, que al final se había convertido en una especie de hogar. Klaus pasaba por allí de vez en cuando a la espera de noticias, pero el joven druida tenía la necesidad de salir de la ciudad con frecuencia.
Una de esas noches, mientras Kilian miraba concentrado una cerveza, oyó una conocida voz a su lado.
—Hola carajaula.
Kilian se giró y no podía creerse lo que sus ojos vieron. ¡Era Dunkel! ¿Qué hacía él allí? El maestro del joven le miraba con una sonrisa divertida, quizás incluso cruel. Entonces, como si previera una reacción violenta de su pupilo, lo agarró fuertemente por el hombro para evitar que se levantara.
—No intentes empezar una pelea que sólo puede acabar contigo muerto o en un calabozo—el viejo maestro de armas soltó el hombro del joven y extendiendo la mano señaló a la parroquia—. Hay muchos testigos Kilian. ¿Entiendes?
Tras el sobresalto y la consecuente reacción de asombro, los pensamientos se sucedieron uno detrás de otro como si de agua volcada por una noria se tratase. Pensó en una y mil excusas para acabar con la vida de aquel hombre en ese mismo instante. Pero como Dunkel había dicho, cualquier excusa que hubiera puesto habría acabado con sus huesos entre rejas y posteriormente en ejecución.
Se maldijo así mismo, lo habían encontrado. Y aunque tenía la certeza de por qué se encontraba allí, no tenía la menor intención de decirle nada. Notaba como literalmente, sus entrañas le ardían pidiendo venganza, pero en lugar de eso, miro a su antiguo maestro dibujando una media sonrisa de complacencia y le dijo:
- Pues toma asiento hombre, y dime que se te ofrece –le invitó estirando el brazo. - Que supongo que no estás aquí para invitarme a cenar y tener un debate sobre la importancia de la lealtad en la época actual. –concluyó mirándolo mientras que, como antaño era costumbre en Hem, con la espalda empujaba la silla para que esta se levantara sobre sus patas traseras.
—Ironía—dijo con desdén, entonces se dirigió al camarero—. Ponme una cerveza.
Cuando Dunkel cogió la jarra y se la bebió de un trago. Después posó la jarra en la barra con fuerza, se relamió los labios y le hizo un gesto al camarero para que le pusiera otra.
—¿Cómo te va chico?—le preguntó ignorando cualquier referencia a la lealtad—Ha sido difícil encontrarte. Te enseñé bien.
Escuchó la respuesta de Dunkel mientas terminaba su cerveza. Una vez acabada esta, cambió de posición dándose la vuelta y dejando caer la espalda sobre el mostrador, estiró los brazos en la barra y miró de manera despreocupada a todos los que se encontraban sentados en las mesas. Ya había visto la manera de actuar de su antiguo mentor y quería percatarse de que entre los parroquianos allí presentes, no hubiese alguien que estuviese mirándolos esperando algún tipo de señal. Finalmente, dejó escapar un profundo suspiro antes de comenzar a decir:
- Bueno ya sabes, desde que me dejaste sin trabajo las cosas no han sido tan fáciles. Pero bueno, al menos estoy vivo, que ya es mucho más de lo que pueden decir otros ¿Verdad? –respondió a Dunkel de manera sarcástica y continúo diciendo. - No te voy a negar que me hayas entrenado bien, pero tampoco me he escondido. Aunque como comprenderás, por razones obvias, tampoco me iba a quedar en Luthgil.
Sin abandonar su posición, giro la cabeza para mirar a Dunkel. El hecho de que se encontrase allí y que en todo este tiempo Erin no se hubiese puesto en contacto con él pidiendo ayuda a través de sus aves, le hacía estar tranquilo. Así que Kilian tenía la certeza de saber por qué su antiguo maestro se encontraba allí. Aun así, creyó que era propicio cerciorarse; por lo que sin abandonar el tono calmado que había llevado hasta ahora en la conversación, le cuestionó:
- Pero no rompamos tal emotivo encuentro hablando solo de mí, ¿Qué se te ofrece Dunkel? ¿Qué ha sido de ti? Me imagino que alguien de tu dilatada experiencia no ha venido hasta aquí para que le ayude a encontrar trabajo, o le firme algún tipo de carta de recomendación –concluyó.
—No hay nadie chico, si quisiera matarte ya lo habría hecho—respondió adivinando las intenciones de Kilian—. Tanto a ti como tu amigo el druida. Pero no iba a dedicar tanto tiempo a enseñarte para luego quererte muerto.
Las palabras de Dunkel sonaron a amenaza pero no así su tono. ¿Lo había sido realmente o simplemente constataba un hecho?
—¿No vas a preguntar por qué ocurrió todo?
La respuesta de Dunkel no impresionó en absoluto a Kilian. Él sabía que si estaba vivo era cuestión de suerte. Si en lugar de él, hubiese sido otro de sus compañeros el que Erin hubiese elegido para quedarse con ella tras los entrenamientos, quizás a día de hoy estaría muerto. Sin embargo, lo dicho por Dunkel si lo puso en alerta. ¿Desde cuándo llevaba observándolo? Solo había mencionado a Klaus, por lo que intuía que el antiguo maestro de armas de los Lutt, lo había encontrado recientemente. Pero todo cálculo se disipó al escuchar su última frase.
- No he dejado de preguntármelo desde aquel día –respondió instintivamente con absoluta rotundidad. - Me es imposible entender que alguien en tu situación tuviese verdaderos motivos para haber llevado a cabo un acto tan terrible.
Kilian hizo una breve pausa antes de continuar diciendo:
-Supongo que ahora me contarás tu versión de los hechos, aunque no creo que me hayas estado buscando únicamente para ello. Por lo que cuando acabes, podrías decirme de verdad qué quieres de mí. –finalizó el guerrero, al que los recuerdos de aquel día le estaban invadiendo y volviendo en esos momentos, un tanto taciturno.
—Tres veces—dijo en referencia a las veces que le había preguntado qué hacía allí—. Venga chico, te tenía por alguien inteligente. Ya sabes porque estoy aquí. Quiero saber dónde están los chiquillos Lutt.
Dunkel le dio un lento trago a la cerveza.
—Siento decirte que los Lutt no eran esa relumbrante familia de labró su fortuna como aventureros. Nada decente puede crecer bajo las narices de la Hermandad de Nazir. Y cuando forjas tu posición con el apoyo de según qué personas, tienes que ser elegir bien. Harold no lo hizo. Si hubiera sido al revés, el muerto sería yo—entonces el maestro miró a su pupilo a los ojos—. ¿Qué habrías hecho tú entonces?
Kilian se sintió desconcertado. ¿La hermandad de Nazir? ¿Acaso lo que decía Dunkel era cierto? Él no tenía la capacidad de saberlo, pero de lo que si tenía la certeza es que a él lo habían tratado bien en esa casa, a pesar de sus diferencias con Brent. Y que antes de que esta muriera dando la vida por su hija, y en menor medida por él, le prometió a Lucrecia Lutt que protegería a su hija. Por lo que, aunque ahora no estaba a su lado, no traicionaría una promesa y menos tratándose de Erin.
- Claro que sé a lo que has venido, pero no creo que te tengas que estar andando por las ramas –respondió en referencia a la cuestión de su inteligencia. - En cuanto a qué habría hecho yo. Pues supongo que nada más saber la verdadera naturaleza de mis señores, habría abandonado esa casa y hoy por hoy estaría en otra ciudad sirviendo a otro señor. O justamente lo que estoy haciendo ahora, ganarme la vida honradamente ayudando en lo que pueda a los desfavorecidos.
- Claro que tampoco me has contado en qué posición te encontrabas tú, parece que estabas coaccionado por alguien, pero no me puedo imaginar por quien. –dijo dejándolo caer de soslayo, como si en realidad no tuviese la menor importancia para él.
Aprovecho ese momento para hacerle una indicación al camarero en la barra para que le pusiese otra cerveza y haciendo un breve encogimiento de hombros continuó diciendo.
- Pero a fin de cuentas, tu fuiste el que me enseñaste que es deber de un soldado proteger a su señor.
—No chico, te preguntó qué habrías hecho si Harold me hubiera matado a mí.
Dunkel vació una vez más su jarra y volvió a hacerle el gesto al camarero para que se la vaciara. El viejo maestro de armas era un consumado bebedor.
—Mi posición es la misma que tenía Harold. Ya te lo he dicho, en Luthgil no crece nada decente. Pero el objetivo sí lo es. Mi señor lo puso en peligro y no pude convencerle de lo contrario. Y pasó lo que pasó—el hombre hizo una pausa y golpeó con los dedos la barra—. Pero como también te he dicho antes, no iba a dedicar tanto tiempo a entrenarte para luego quererte muerto. No chico, te quiero de mi lado.
La situación le tenía bastante confuso, pero tenía que contestarle y puso su empeño en hacerlo de la manera mas sosegada posible.
- Como ya te he dicho, si hubieses sido tú quién hubiese caído en aquel momento, seguramente lo primero que hubiese hecho sería refrenar el ataque de esa noche. Una vez aclarado el asunto y tras haber pedido las pertinentes explicaciones, si no me hubiesen convencido hoy no estaría al servicio de los Lutt. –respondió con suma tranquilidad. Mientras le daba un sorbo a la cerveza que le acababan de traer.
Tras ello, posó la jarra sobre la barra y continuó diciendo:
- Incluso es posible que estuviera investigando por mi cuenta por qué habían acabado contigo. –dijo en un tono que reflejaba que verdaderamente se estaba cuestionando aquella situación.
- En cualquier caso, en referencia a lo de que me quieres junto a ti, como comprenderás ahora me gano la vida de otra manera. Yo no tengo señor al que servir, sino que sirvo a las causas que considere justas. –enunció en un tono bastante elocuente y prosiguió: - Y tú me hablas de perseguir a alguien que ni siquiera sé si está vivo –concluyó volvió a asir la jarra para tomar otro trago, pues no quería entrar en el tema de Erin.
—Así que no querrías vengarme. Después de la cara que has puesto al verme debería sentirme decepcionado, pero hace tiempo aprendí que la vida es ingrata.
Dunkel vació una vez más su jarra.
—No intentes engañarme chico. Erin y Brent siguen vivos. ¿Sabes? Es una pena que llegaseis tan pronto a la Hacienda Lutt. Pero te tomaste muy en serio tu tarea de entrenar en lugar de retozar con la chiquilla. Vosotros todavía no sabíais nada sobre la verdad de la familia, estábamos a tiempo de explicaros la verdad. Ahora es tarde, estará contaminada por su hermano.
El maestro de armas se levantó de su silla.
—Puedo pasar por alto que no quieras ayudarme, pero no que colabores con ellos—fue la primera auténtica advertencia que Kilian detectó—. Una cosa es que no quiera matarte y pero si me obligas no dudaré. Pero siempre puedes cambiar de opinión, si lo haces deja un mensaje aquí mismo. Todavía estás a tiempo de elegir mejor de lo que lo hizo Harold.
Mientras lo escuchaba, el semblante de Kilian se ensombrecía más y más. Se sentía enfadado, pero no sabía muy bien por qué, casi sin tiempo a que Dunkel acabase su frase, el guerrero respondió:
- ¿Qué no te hubiese vengado? Si lo que cuentas es verdad, hoy por hoy sería mi mayor propósito, ¿acaso no me has oído antes? Pero créeme que es muy difícil que crea TÚ verdad, cuando mis ojos vieron otra cosa.
Se sentía incómodo con la situación, hizo un gesto de desaprobación y negación con la cabeza antes de continuar diciendo:
- Pues claro, que están vivos, claro que ayude a Erin. Lucrecia me lo hizo prometer antes de dar a vida por su hija… y por mí.
Se percató de que su respiración se aceleraba; tenía la boca seca, y sin embargo le dijo a su maestro:
- Y… ¿Y ahora me dices que ella está en peligro por mi culpa? ¿Por hacer lo que tú me enseñaste? ¿Por proteger a tu señor pase lo que pase? –su cabeza era un maremágnum de pensamientos entrecruzados, pero prosiguió: - Dime Dunkel, ¿Quieres que colabore contigo? Pues muy bien, pero dame pruebas de tu verdad. Deja de darme frases entreveradas y háblame de una puta vez con claridad quienes eran Harold y Lucrecia Lutt, porque si voy a tener que romper una promesa, al menos quiero estar seguro de que estoy haciendo lo correcto.
Kilian agachó la cabeza, se sentía como si estuviese entrenando durante varias horas, tomo la cerveza, e iba a darle un trago, pero antes con un tono de voz seco dijo:
- Pero si colaboro contigo prométeme una cosa, tu y yo haremos todo lo posible para salvar a Erin.
—Lo que tus ojos vieron no contradice nada de lo que yo te he contado. Y Lucrecia te salvó, sí, pero para que tú salvaras a su hija. Puede que los Lutth te cogieran cariño, pero creéme, que si hubieras sido un problema para ellos, no habrían dudado en deshacerse de ti.
Dunkel hizo una pausa, como si estuviera pensando algo.
—No es mucho lo que voy a contarte chico. No mientras no esté seguro de tu lealtad. No sin actos. Harold y Lucrecia se instalaron en Luthgil con el apoyo de gente importante. Lo suficiente como para que la Hermandad de Nazir no se enfrentara abiertamente a ellos. ¿Por qué se instalaron allí? Para saber lo que en la ciudad ocurría y, si era posible, influir en ello. Y lo hicieron muy bien, construyeron su hacienda, crearon su propia heráldica, vendieron su historia de aventureros, se relacionaron con la gente importante de la ciudad... Pero al final Harold tomó la decisión equivocada y lo puso en peligro todo.
Kilian negaba con la cabeza una y otra vez, cada vez más confundido. Todo lo que le decían cada vez se volvía más enrevesado. La aparición de Dunkel, la verdad sobre Harold Lutt, la hermandad de Nazir… El solo quería que Erin viviese en paz después de haber perdido todo lo que tenía. Y por lo visto, la propuesta de Dunkel no contemplaba ese deseo.
- Has venido aquí, quieres que confíe en ti, pero tú no puedes confiar en mí. ¿Y todo por qué? Porque estas juzgando si soy leal o no. Pues perdona que te diga, pero no puedo tolerar que tú cuestiones mi lealtad.
Tras eso Kilian levanto la cabeza y miro a Dunkel fijamente, su mirada era profunda y fría, como cuando superaban ampliamente sus niveles de paciencia. Dio un leve sorbo a su cerveza para aclararse la voz y le indicó a su maestro:
- Te diré algo. No sé dónde se encuentran los Lutt. Tampoco sé nada de ellos desde que me separé de Erin, ni sé qué acto esperas ver por mi parte. Pero hay algo que sí sé; si no me puedes garantizar su seguridad, no haré nada. No voy a ser participe en la muerte de Erin solo porque tu creas que es igual que su padre.
—Verás chico, siempre me ha gustado el alto concepto que tienes sobre ti, pero no voy a revelarte el trabajo de años cuando lo mejor que podrías darme, lo desconoces. Mi oferta sigue en pie, pero te lo explicaré para que lo entiendas, eres un niño al que acaban de invitar a cenar en la mesa de los mayores. Y uno no sienta allí poniendo condiciones, sino en silencio y obedeciendo.
Dunkel esbozó una media sonrisa y se encogió de hombros.
—Pero está bien, si quieres salvar a la chica por encima de todo puedes intentarlo. Al menos nadie dirá que no lo hiciste dignamente. Tampoco nadie dirá que yo no lo intenté contigo.