Rajmia que había permanecido callada, atónita por todo lo que se estaba hablando en aquel lugar, se enterneció al escuchar a Shem echarse la culpa por todo lo ocurrido. Si bien era cierto que le parecía una cobardía por su parte el haber callado en lugar de intervenir y contarle todo a su padre, en parte comprendía cómo debía sentirse, traicionado por sus hermanos en los que confiaba.
Se dirigió hacia el forjado, mirándolo con ternura y sintiéndose culpable por haberlo juzgado tan duramente en un principio.
- Shem, entiendo que te sientas responsable de esta situación, pero tú no tienes toda la culpa. ¿Cómo podrías imaginar que tu hermano Adín llegaría tan lejos? -suspiró, para continuar diciendo- Tu padre tiene razón, es peligroso que vayas solo. Por favor, permítenos ayudarte.
Por otro lado, se volvió hacia Hanken, horrorizada por sus palabras. - ¿A qué te refieres exactamente con que quizá esto solamente tenga una salida? ¿Conoces alguna forma de destruirlos por completo, por duro que eso te resulte como creador de los forjados?
- ¡¿Mesné?! –pensó sobresaltado Kilian al que la noticia del destino de los forjados le dejó en shock.
Su ciudad natal estaba en peligro. Ya habían pasado muchos años desde que la tuviera que abandonarla; y sin embargo sus recuerdos se arremolinaron formando secuencias de aquella feliz infancia junto a su madre, hermana y vecinos.
Tenía la mirada fija en el suelo cuando volvió en sí, los puños cerrados casi herméticos, y la mandíbula tan apretada que podía escuchar como rechinaba. Estaba tremendamente enfadado, como pocas veces había estado. Levanto la mirada hacia Shem y dijo en un tono gélido, carente de cualquier signo de afecto:
- Tú, si vas a venir recoge tus cosas, nos vamos. - Y mandando una mirada furtiva al profesor Vorpymyprov añadió: - Será mejor que sus caballos sean tan rápidos que consigamos llegar antes de que lleguen a Mesné...
- O todos sabrán de donde salieron tus hijos y quien es el verdadero responsable de esto –pensó Kilian mientras daba media vuelta y con largos pasos se dirigía a abandonar la habitación para dirigirse a donde ya se encontraba Zhukov.
Zhukov les miraba a todos con aspecto aburrido, los brazos entrecruzados y dando golpecitos en el suelo con el pie. Aunque una reflexión le vino a la mente ante el comportamiento de Shem respecto a su... padre y la revelación de que era un Paladín del Consorte. Se vio reflejado en la culpa de Shem, solo que, al contrario que el clérigo, Shem no tenia motivos para sentirla.
Su mente vago hasta el ultimo recuerdo que tenia de su adorado padre, con gesto muy serio y el ceño fruncido, rodeado de toda la jerarquía de su orden, firmando el papel que degradaba a Zhukov al puesto que, si bien él siempre había querido, su padre jamas hubiera dejado que tuviera; por ser uno de los menos prestigiosos de la orden. Fue así como se convirtió en clérigo errante, una experiencia que aun le generaba sentimientos encontrados: Por un lugar la deshonra por su error, aunque también la felicidad amarga por conseguir su deseo así como el alivio por abandonar la vida aburrida y sedentaria del templo; pero sobretodo la tortura que fue ver a su padre mirarle con ese gesto de desprecio y decepción al otro lado de la mesa.
Una pequeña lagrima brillo en la mejilla de Zhukov. Pero conforme Kilian fue hacia el salió de sus pensamientos y, sonriendo a su amigo, soltó con su voz de siempre.
— Gracias, Kilian, estoy casi sobrio.
-¿Paladín?
Aethron dio un paso al frente y se acercó a Shem.
-Shem, estoy seguro de que no hay nada en tus votos que te obligue a cargar solo con esta carga. Como paladín de Nihal que soy se perfectamente lo que esto supone para ti, y créeme que no vas a encontrar unos compañeros mejores que Barril, Rajmia, Kilian, Elbrietas y Klaus para esta misión.
El aasimar le tendió la mano al forjado ofreciéndosela con complicidad tras saber lo que es jurar los votos de paladín.
-Nihal estará con nosotros y juntos, haremos que esta historia quede sólo para que sea contada en las tabernas hasta que nos cansemos de ella.
Elbrietas se estaba acariciando la barbilla pensativa. Esto le recordaba a aquel profesor de pintas asiáticas de la academia de los caballeros del guantelete... Era un señor mayor, enseñaba a los novicios defensa personal. La primera vez que le pusieron a pelear con el, mientras el venerable anciano se inclinó hacia delante Elbrietas le rompió la nariz de un derechazo. Tuvieron que explicarle que eso era una reverencia. Que iba a saber ella, era un hombre viejo y pensó que intentaba darle un cabezazo a velocidad de anciano, le habían dicho que era un pelea. La siguiente vez le derribó con un derechazo directo a la entrepierna. El pobre anciano se dobló como un acordeón de taberna susurrando algo sobre la indecorosidad de golpear el mayor tesoro de un hombre y cosas así. Después de eso la llevaron a unas clases de filosofía muy extrañas en las que la gente hablaba de cosas como juncos vacíos, el ruido de árboles que nadie oye y manos dando palmas. Nunca sintió tantas ganas de partir caras como entonces...
- Bueno...
Miro a Aethorn preguntándose si él también recordaría esos días y buscando la complicidad de su amigo.
- Esto Aethorn amigo mío me recuerda mucho a las clases del venerable anciano ese que enseñaba defensa personal en los Custodios de Guantelete. Lo que tiene Adín es uno de esos líos filosofoexistenciales del copón como los del árbol que no hace ruido, sabes. A ver. La gente normal que entra en la depre pues se emborracha, pero el alcohol no les afecta, se mete sustancias, pero seguro que son inmunes a los venenos varios y pues sigue su naturaleza lujuriosa, pero no creo que tengan la capacidad mecánica para esas cosas.
Elbrietas se encogió de hombros dando a entender que no necesitaba una respuesta.
- En conclusión. A ver. Shem. La culpa es una semilla. Una semilla muy peligrosa, puede dar lugar a unas flores bonitas que tapen el agujero en el que se enterró la semilla, o pueden dar lugar a unas raíces que te estrangulen y te destrocen. Si tú padre os ha enseñado algo es que cada uno es responsable de sus actos, el culpable no es quien no quiso o no pudo detener un crimen. El culpable es sólo quien lo cometió. Vamos a ayudar a tú hermano. Con palabras o con puños. Pero lo lograremos. Animate hojalata. Los gnomos entendemos mucho de desgracias, las hemos pasado canutas con desastres, muertes y mucha mala suerte. Pero nunca hay que perder ni la ilusión ni la esperanza.
Dicho lo cual no pudo controlar una involuntaria mirada hacia Zhukov, no pudiendo evitar preguntarse si era precisamente eso lo que había pasado con el pueblo enano. Que habían perdido las dos cosas más importantes de la vida. Eso explicaría bastantes cosas. No pudo evitar si no sentir una profunda tristeza.
—Gracias por vuestras palabras—agradeció el forjado—. Entiendo lo que queréis decir. Sé que cuando me quise dar cuenta de las intenciones de mi hermano ya era demasiado tarde para poder hacer algo. Pero estos días... dormido... han sido demasiados. No puedo seguir de brazos cruzados.
—Puede que lo único que podáis hacer sea matar a Adín—dijo contdavía con la voz rota—. Luchad contra él como haríais contra cualquier enemigo. Dañad su cuerpo y su corazón se romperá en pedazos. Puede que el corazón sea resistente al paso del tiempo, pero no al daño.
El gnomo agachó la cabeza apesadumbrado. Ningún padre podía desear la muerte de un hijo, por muy horrible que fuera.
—Espera un momento Elbrietas.
El gnomo se movió con su peculiar silla hasta un armarió, lo abrió y cogió de él un frasco con un líquido de color blanco. Después se lo tendió a la gnoma.
—Elbrietas, es una poción de Agrandar Persona. Pero es especial, sólo funciona con gnomos. Si en algún momento necesitas ser más grande y más fuerte, tómatela—por último se despidió—. Buen viaje.
Después se limitó a ver con tristeza como los aventureros se marchaban a luchar contra sus hijos.
El grupo salió de la universidad mientras y fue en busca de algo de comer, mientras Shem y Aethorn iban a buscar los caballos que les había prometido el profesor Vorpymyprov. Tras un rápido almuerzo, el grupo abandonó Fuerte Antares. Mesné estaba en la otra punta de Benerluxia y Adín les llevaba varios días de ventaja. No tenían tiempo de perder.
—Hay algo que necesito que sepáis—dijo Shem al inicio del viaje—. Hace nueve meses, formaba parte de los Siete Escudos. Cazando un vampiro la situación se puso peliaguda y le prometí al Consorte que si conseguíamos sobrevivir, no levantaría mi espada ni mi escudo contra un enemigo durante un año. Soy consciente de los peligros que podemos encontrarnos en el camino y aunque os asistiré en todo lo que esté en mi mano, no atacaré a ningún enemigo. Espero que lo entendáis.
Rajmia, que siempre había sido una félida de fuertes convicciones y que cumplía sus promesas, fuesen cuales fuesen, no podía entender mejor a Shem.
-Tranquilo, Shem, comprendo que quieras cumplir tu palabra y eso te honra. Cualquier ayuda que puedas darnos será bienvenida. Además, no todo es atacar, un planteamiento estratégico puede llegar a ser muy útil.
Sin embargo, no podía dejar de darle vueltas a qué habría podido suceder para que Shem hubiese tenido que prometer no atacar a ningún enemigo durante un año. -Rajmia, no es el momento de indagar. Sé paciente, que ya habrá ocasión de preguntarle a Shem... -se dijo a sí misma.
- Y encima para complicar mas el asunto, tendremos que protegerlo para que no muera si es que entramos en alguna trifulca –pensó Kilian, el cual, agachó la cabeza y se llevó la mano izquierda a su frente pues ya estaba empezando a impacientarse.
Además de eso, el hecho de que tuviera prisa por llegar a Mesné, no hizo que pasase por alto el hecho de que; aunque Shem había sido apagado por comportarse de una manera errática, ahora el profesor lo dejaba marchar a por sus hermanos. Algo fallaba en toda esta ecuación, pero ahora no tenía tiempo para sacar conclusiones de ello, lo haría durante el largo camino hasta su ciudad.
Estaba con todo el grupo escuchando sus pensamientos y mirando sus posturas mientras su mente iba procesando toda la carga de información que iban aportando tanto el Forjado como su padre. A medida que iba escuchando la situación su ceño se fruncía ligeramente, y es que por propia naturaleza desconfiaba de los forjados, que estuvieran todos tan envueltos en asuntos tan turbios no ayudaba en que confiara tanto en el maestro como en Shem.
Espero pacientemente intentando no hacer una mueca al escuchar que aquel forjado no lucharía con ellos, sino que se mantendría completamente apartado de la batalla. Aquello hizo que sus pensamientos volaran aún más rápido en su mente empezando a hacerse ideas quizás preconcebidas pero tan validas como cualquiera. Miro a sus compañeros y hermanos y se mordió el labio, no sabía con quién expresar aquellas ideas que lo alarmaban, quizás no era el momento adecuado allí delante de los dos implicados, pero sentía que no podía dejar que siguieran ganándose aún más confianza y desbordando encantos.
Miro a Elbrietas, a Rajmia, Zhukov, Aethorn y Jace, todos parecían obnubilados por aquellos tipos, en mayor o menor medida, por ser una leyenda para los enanos, el maestro de uno de ellos, o simplemente porque los demás eran simpáticos en general y solían confiar en la gente. No podía decirlo allí de todas formas así que solo apretó los labios y escondió los puños esperando a marcharse lo antes posible y poder tratar con todos los demás a solas sus pensamientos sobre los forjados y el maestro de los mismos.
Elbrietas iba andando cerca de Shem con paso tranquilo y los brazos cruzados sobre la cabeza. Dándole vueltas a algunas cosas que le daban curiosidad...
¿Quién sería el hijo favorito del profesor? Yo misma venga de una familia con muchos hermanos y si, que a todos se nos quiere mucho y todas esas cosas. Pero siempre hay un favorito. Uno al que tienes por digamos... tú heredero, uno que será tú legado. En quien volcar tus conocimientos. Lo que me lleva a pensar ¿Y si el favorito de Vorpymyprov es Adín y fue el mismo quien le enseñó a manipular los corazones forjados?
Shem se puso a hablar y sus compañeros comentaban y hablaban. Bueno, Shem era un gran gigante de metal. Aunque no atacará podía...
¿Y si...?
- Vampiros... ¿Veis cómo no traen nunca nada bueno y sólo dolores de cabeza? No te preocupes Shem. En cualquier pueblo o taberna donde alguien te moleste, tú di: Elbrietas ahora. Y yo me acerco a quien te moleste, me pongo a su altura y le rompo la cara. Y... Como yo lo veo eres un forjado grande y fuerte. Es posible que seas capaz de levantarme con armadura. Oooooooh...
A Elbrietas le brillaban los ojos con mucha ilusión y expectación.
- Tenemos mucho que practicar en nuestros caminos. Puede que tú no pegues, pero podrías lanzarme a mí sobre nuestros enemigos. Sería la maniobra del puño meteoro. Yo no soy muy rápida, pero de esa forma podría caer directamente sobre los hechiceros enemigos o sus jefes... Shem, tú y yo vamos a ser muy buenos amigos. Y tenemos mucho que practicar para dominar el futuro Puño Meteoro.
A pesar de que a Rajmia siempre le había parecido demasiado alocado el carácter de Elbrietas, en esta ocasión, consiguió arrancarle una carcajada con su propuesta.
-Shem, amigo, no sé si podrás tirar o no a Elbrietas para dominar... -se detuvo un momento a pensar-... el ¿Puño Meteoro era? Pero te aseguro que cuando esta pequeña gnoma se propone algo, no descansa hasta conseguirlo. -Miró hacia la gnoma y le guiñó un ojo con complicidad.- Como mínimo, tendrás que intentarlo. No tienes otra opción.
A Shem parecía gustarle la actitud positiva de Elbrietas. Era algo normal en todo el mundo cuando la conocía, una sensación que duraba al menos hasta que la gnoma perdía los papeles. Después podías seguir siendo su amigo o podías acabar como los Caballeros del Guantelete.
—No soy mucho más fuerte que cualquier humano—dijo negando con la cabeza—. Aunque creas que soy un gigantón de acero, mi cuerpo también está hecho de piedra y madera. Quizás incluso alguno de tus compañeros sea más fuerte que yo. Pero con esa armadura que llevas no creo que ninguno de nosotros pueda lanzarte. Además, no deseo tratar mi promesa al consorte de forma retorcida. Aunque mi promesa fuera la de no levantar mi espada y mi escudo, la intención detrás de la misma era muy clara.
Parecía que le forjado no iba a decir nada más cuando añadió.
—De todas formas, no veo ningún motivo por el que no practiquemos ese Puño Meteoro. Para saber si algo es realmente posible primero hay que probarlo, ¿no te parece?
Jace compuso una sonrisa divertida cuando el forjado le respondió a la gnoma.
—¡Mirad chicos! Tenemos a alguien tan recto como Aethorn pero mucho más divertido. Ya le hemos sacado algo positivo a todo esto. ¡Jajajajajaja!
Zhukov respiró profundamente al salir de la ciudad, contento. Había algo mágico al salir a la naturaleza, hacia el horizonte solo colinas, arboles y campos sembrados; bajo los pies la dura grava del camino y a su alrededor, sus amigos.
El clerigo se entretuvo charlando con Aethorn que parecía pensativo desde que salieran de Fuerte Antares. Su charla se vio cortada al soltar una gran carcajada cuando Elbrietas soltó su divertida idea.
— Si el no puede contigo, yo estoy dispuesto a lanzarte Elbrietas. Lo que no se es si eso te convertiría en una arma sagrada.—Rio y se giro hacia Vryn— ¡No te falta razon, mago! Aethorn amigo, alegra esa cara y empieza a divertirte un poco, hombre!
Se acerco lentamente hasta donde estaba su amigo para tirar suavemente a de algo de la ropa de Killian para que se adelantaran un poco al grupo y poder susurrarle aquello que estaba rondando por la cabeza antes que a nadie. – Creo…que puede que Adin este dentro de alguna forma de Shem y que posiblemente este aquí para llevarnos hasta ellos y ser sus conejillos de india para seguir intentando tener un cuerpo de verdad…..
No detallo demasiado, no podía hacerlo susurrando, con suerte mas adelante podrían hablar a solas con alguno de los demás para confrontar opiniones, pero por ahora, quería que Killian supiera de sus pensamientos y estuviera tan atento como el de ese supuesto comportamiento errático de Shem
Al ver que Jace y Barril bromeaban con el carácter más formal del aasimar, Rajmia, a la que siempre le había llamado la atención ese carácter suyo desde que se conocieron, y que era una de las razones por las que lo admiraba, salió en su defensa.
-Chicos, dejad tranquilo a Aethorn. ¡Qué os gusta meteros con él! -le echó una mirada cómplice a su amigo, quien pareció esbozar una pequeña sonrisa de agradecimiento, pero a su vez miraba a los otros dos aventureros sin molestarse en absoluto por la broma. Girándose de nuevo hacia Jace y Barril, añadió -¡Si no tuviese tanta paciencia algún día acabaríais discutiendo! -y les sonrió divertida por la cara que pusieron ante su comentario.
Con un nuevo y extraño compañero, los Guardianes Errantes reemprendieron el viaje de vuelta al norte. Pero ese no era el viaje que ellos esperaban, no volvían a Aguasfrías a festejar y esperar un nuevo trabajo, sino que se marchaban a Mesné, a salvar ese pequeño pueblo de un funesto destino.
Aethorn continúa aquí.
Barril, Elbrietas, Klaus y Rajmia continúan aquí.
Kilian continúa aquí.