Tras la ceremonia fúnebre, llegaba la hora de prepararse para el viaje. Vanadiato acababa de transmitirle su plan al alcalde de Entrebosques y mientras éste se lo transmitía a sus convencino, los vindicadores se habían reunido para despedirse de su compañera. La decisión de Vanadiato había sido extraña, pero nadie la había puesto en duda. La única que estaba molesta, por motivos más que evidentes, era Vincenza. Pero la espadachina tampoco iba a quejarse abiertamente, junto a los vindicadores había acabado encontrando su lugar.
Berilion pinchó un pequeño barril de cerveza y comenzó a llenar jarras y repartirlas. Vanadiato cogió la primera de ellas y la alzó en dirección a Morowe.
—Por Morowe N'Daria Razzia, una auténtica vindicadora. Que halles fortuna en tus viajes y siempre encuentres historias que contar como hacen los de tu condición. Éste es tu viaje, la aventura que llevas tanto tiempo buscando. Estoy seguro de que encontrarás respuestas. Y no lo olvides, cuando no sepas hacia dónde ir... Una vez Vindicador, siempre Vindicador. Aquí siempre tendrás un hueco.
Morowe se apresuró a tomar su jarra para devolver el saludo a Vanadiato mientras respondía de manera enérgica:
- ¡Siempre Vindicador!
Como bien aprendió de su maestro, se mantuvo firme sonriendo a todos los presentes, pese a que en su interior sentía como la congoja poco a poco se iba apoderando de ella. En poco tiempo se separaría de aquellos que durante tanto tiempo habían sido sus compañeros y que poco a poco se convirtieron en amigos, por lo que lo último que pretendía es que aquello fuese una despedida llena de llantos.
- Quiero daros las gracias por todo lo que he vivido junto a vosotros compañeros –comenzó diciendo. – Sé que ahora estaréis tristes por mi marcha, pero mirad el lado positivo. ¿Habéis pensado la de horas de sueño que vais a recuperar cuando ya no os interrumpa las siestas con mis ensayos?
Y dicho eso, dio un gran trago a la cerveza para poder deshacer el nudo que se estaba formando en su garganta.
—Para ser un bardo has sido una buena compañera de armas—dijo Berilion, siempre pensando en la batalla. Aunque lo cierto era que viniendo del bárbaro se trataba de un gran cumplido.
—Ten mucho cuidado—dijo una preocupada Cobalia—, no creo que lo que esos Guardianes Errantes se lleven entre manos sea algo sencillo.
—Seguro que no—dijo Eiren—. Si algo no me gusta de la vida de aventurero es que nunca coge nadie un trabajo fácil. ¿Por qué no vais a lo seguro?
—¡Porque el mundo necesita héroes!—respondió la idealista Tulia—. Y eso Morowe lo sabe mejor que nadie. Los héroes nacen frente a la adversidad. Coger trabajos fáciles no te convierte en aventurero, sino en mercenario.
Todos los vindicadores hablaban excepto Vincenza. La espadachina estaba silenciosa y arisca, evidentemente era a la que peor estaba encajando la despedida.
- Tranquilos, he aprendido de los mejores. Así que creo que, aunque no resulte sencillo, mi ayuda les podrá resultar útil –respondió sonriente a Cobalia y al resto de sus compañeros.
Posteriormente, se quedó mirando a Vincenza y dijo con tono divertido:
- ¿Qué pasa Vinny? ¿No piensas decirme nada? Porque esto no es para nada una despedida, pero que menos que un hasta pronto. -argumentó haciendose la ofendida - Pero bueno, no pretendo que esto sea ningún tipo de escena ñoña ni del tipo “no te olvides de mí” porque entre otras cosas sé positivamente que no podrías. –concluyo en tono de broma guiñándole el ojo para que aquella situación fuese menos dura.
Vincenza sonrió de lado.
—Creo que puedo olvidarme de cualquier chica que se va corriendo detrás de cualquier culo metálico. Esas cosas nunca te van a dar nada de que yo no pueda. Simplemente hubiera preferido que te fueras en lugar de que Vanadiato te ofreciera como mercancía.
—¿Preferirías haber ido tú?—preguntó Tulia—¿Acaso has encontrado al héroe en tu interior?
—No te creas. Ya viajé con uno de esos guardianes y la cosa no acabó bien. Imagino que el resto será igual. Hermanitas de la caridad.
—A veces me preguntó qué haces con nosotros—dijo Tulia poniendo los ojos en blancos—. Parece que te molesta ayudar a los demás.
Vincenza se encogió de hombros.
—Hasta ahora tenía un claro motivo—dijo mirando a Morowe—. Y Vanadiato tiene algo que la mayoría de vosotros no tiene. Sentido común. Con un jefe así no me importa ser un "héroe".
La espadachina entonces se dirigió hacia la bardo.
—En fin. Pórtate bien, yo me encargaré de que a tu vueltas tengas un buen puñado de historias para contar.
Poniendo una expresión exagerada de incredulidad y de sentirse ofendida respondió:
- ¿Yo? ¿Portarme bien? –hizo una pausa donde cambio su tono de voz haciendo que sonase un poco traviesa. - Pero si no hay ni un solo minuto en el que no tenga una actitud ejemplar – concluyó sonriendo a Vincenza con la expresión de no haber roto un plato en su vida.
Tras ello se refirió a los presentes diciendo:
- Espero que a mi vuelta tengáis muchas cosas que contarme porque yo os pienso cantar y relatar miles historias sobre los “culos metálicos” – volvió a hacer una ligera pausa como pensando bien sus palabras y continuó diciendo: - Y bueno, si veis que tardo en volver… entonces no me esperéis para cenar.
Quizás este estaba siendo de los momentos más amargos de su vida, a la par de cuando se tuvo que separar de su maestro. La marcha iba a ser dura, pero la posibilidad de no volverlos a ver lo era aun mas.
Vincenza sonrió a Morowe.
—Vamos Mowe, no te has portado bien en tu vida. Y ahora que no me vas a tener a mí para vigilarme... ¿O era al revés?
La espadachina se encogió de hombros. Parecía que su malhumor se había desvanecido.
—En fin, no vamos a tener una despedida sentimental ni nada de eso. Cuídate.
—Bueno, no todas tenemos tu corazón frío como el hielo—dijo Tulia secándose una invisible página—. ¡Te echaremos de menos Morowe!
Uno a uno los vindicadores se fueron despidiendo de su compañera. Las despedidas eran algo habitual para los aventureros, pero nunca era fácil. La vida a la que se dedicaban era difícil y peligrosa y siempre existía el riesgo de que no se volvieran a ver.
Morowe continúa aquí.