La herida producida por el hombre oso era profunda y casi te impedía respirar, pero cuando notas que el capitán se dirige a su barco, viste una oportunidad al fin de poder liberarte de todo ese espectáculo de piratas y hombres bestias.
Corres lo más rápido que puedas, no te importaba la sangre que brotaba de ti, solo querías tu libertad y de morir en el intento, que sea al menos un buen intento.
Te adentras en el bosque cercano, te pierdes en la niebla y en la maleza del lugar, el silencio era solo una ilusión y las criaturas que ahí olfateaban una presa, eran incalculables.
No te importaba, no temías, estabas feliz, con el corazón a punto de salir de tu cuerpo y con la herida ardiendo punzante cuan vara caliente apoyada en tu piel.
A pesar de todo y contra todo, eras libre de una buena vez.
La noche era fría, tus pocos ropajes eran un factor extra de molestia que acrecentaban tus posibilidades de muerte.
Te recuestas sobre una roca, observas que el horizonte se torna brumoso, casi imperceptible ya, te sientes cansado, muy cansado.
El sueño eterno te llama, la oscuridad perpetua se cierne sobre ti, la muerte sonríe a tu destino.