Partida Rol por web

VIGÉSIMO NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: AL ALBA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

A la orden, señor. ¡Frontera, Guepardo, Sabandija! ¡A mi!

Cuando los tuvo bien a tiro, ladró con su voz átona y deprimente: me buscáis las bayas que necesita Rastrojo. Para eso, os pedid a un compañero más fuerte que os permita pasarle lo suficiente del equipo como para quedaros bien ligeros. Marcharéis en avanzadilla rastreando en busca de las bayas, o de cualquier cosa que os parezca peligrosa. ¡Prohibido enfrentarse a nada! Solamente ver e informar, y jamás ir en solitario. Uno avanza y otro se queda un trecho atrás, vigilando a su hermano. Entonces el primero para y el segundo avanza a su vez otro trecho. ¿Entendido? El tercero va y viene regularmente para informar, aunque no ocurra nada raro y entretanto se queda de apoyo un poco más atrás. ¿Alguna pregunta?

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AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: AL ALBA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

No tuvieron problemas en la tarea de recoger leña; fue la suficiente como para que los fuegos durasen toda la noche, y calentasen mínimamente a los que pudieron situarse cerca de ellos, además de iluminar las cercanías, aunque más bien lo que hacían era crear sombras amenazadoras entre los árboles.

Tras terminar aquella labor, en cuanto pudo, preparó su tienda de campaña, y se dispuso a dormir el primer tramo de la noche. Teniendo guardia mediada la misma, era imperativo dormir rápido, y estar fresco cuando llegase su turno. Cuando se le despertó para entrar de servicio, volvió a ser consciente del frío que atenazaba a aquellas tierras, intensificado por la humedad por la lluvia. La guardia tampoco tuvo especiales sobresaltos, y la sensación de no ver más allá de unos pocos metros, hizo que estuviesen más alerta que otras veces, si es que era posible. En todo caso, cuando se produjo el cambio de guardia, volvió a su tienda y entró en un letargo que duró hasta que llegó el día siguiente.

Nada más despertarse, se puso la coraza... Visto lo que había sucedido la víspera, no había lugar para los excesos de confianza; toda protección sería poca. Se revisó rápidamente la herida. Tenía buena pinta y se estaba cerrando, por lo que parecía, bastante bien. Sabedor de que los que tenían habilidades de sanador, estarían cansados por el trabajo del día anterior, y de esa misma noche, prefirió dejar que la naturaleza siguiese su curso, y recuperarse como otras tantas veces había hecho.

Tras preparar sus cosas para el viaje, y habiendo recogido la tienda de campaña, se acercó a buscar el desayuno, pues empezar el día con algo caliente en el cuerpo, ayudaba sin duda a moverse mejor. Tras ello, se dispuso a recibir las órdenes que fuesen menester por parte de los mandos.

Empezaba un nuevo día. Se suponía que deberían llegar a Carnonegro, para ponerse a las órdenes del Inquisidor, de modo que en algún momento se debería dar la orden de emprender la marcha.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: AL ALBA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Desde la tienda de los convalecientes escuchó el berrido de Ballestero. No supo identificar si se trataba uno de auxilio o quizás uno de enrabietado. Lo que quedaba claro era que se tenía que presentar ante el suboficial. O lo que fuera, exactamente. Suspiró, se despidió de los presentes en la tienda con un gesto de mano y media sonrisa y salió para ver qué le ocurría al segundo de Hostigadores.

Allí escuchó con detenimiento las órdenes de Ballestero, muy seguro de sí mismo, muy planeado y concebido el plan y finalmente, ante el turno de preguntas el explorador se quedó unos momentos en silencio, mirando fijamente al ballestero, sopesando qué decirle.

- Sí, jefe Ballestero. Tengo tres dudas. La primera, si avanzamos en ese orden llegará un momento que el tercero, en un ir y venir con una distancia mayor y mayor a recorrer, terminará por perder la referencia del campamento o lo que es más fácil, de sus dos compañeros adelantados, quedando fácilmente solo - adujo si mal no había entendido las intenciones de su superior.

- La segunda, si Frontera viene en la expedición de reconocimiento, ¿Quien hará el desayuno para tanta boca hambrienta? - dijo barriendo con un gesto de mano a toda la Compañía -. Él es nuestro mejor, fundamental y por no decir único cocinero y quien sabe, junto quizás Reyezuelo, el estado y administración de los víveres que tenemos. Cuales emplear y cuales no - añadió a sus dudas.

- Y tercera, estamos en invierno. La inmensa mayoría de frutos silvestres son de finales de verano y de otoño. La posibilidad de encontrar algunos raya lo ínfimo. Dudo que encontremos nada, o gran cosa, y menos si no debemos alejarnos mucho del campamento y, supongo, si no disponemos de mucho tiempo para no demorar la marcha a Carnonegro - comentó el jaguar. Tras unos instantes de silencio volvió a tomar la palabra.

- Pero si aun así no hay cambio de órdenes... haremos todo lo que esté en nuestra mano para lograr que el chamán tenga sus preciadas bayas - sentenció el explorador.

Que probablemente terminarán por ser el desayuno de un caprichoso Rastrojo, pensó con total convicción, armándose de paciencia.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

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Mientras le hablaba Guepardo, se dio cuenta de otro detalle, pero lo dejó para luego.
──Soldado Guepardo, ──graznó, ──vosotros vais ligeros. Nosotros no. Os paráis a buscar bayas y a escuchar, o quizá a rastrear un poco el suelo del bosque. Intentáis no hacer ruido. Por eso la velocidad de vuestra marcha ligeros de peso es la misma que la nuestra cargados. El que va y viene no tiene que hacer un camino más o menos largo cada vez, y puede ir y venir porque, como los otros dos, va ligero. ──Joder, era una clásica maniobra de avanzadilla. ──Si es difícil o no encontrar esas bayas... ──Se encogió de hombros. ──Por eso confío en vosotros. La compañía entera confía en vuestro saber. Se que lo vais a intentar con todas vuestras fuerzas.

Se paró un instante. Ahora venían los detalles. Levantó una mano indicando que no había terminado.

──Y, de paso que buscáis bayas ──parada apreciativa ──si alguien intenta hacernos caer en una emboscada como la que nos hicieron ayer, huis como conejos para dar la alarma. Y si no podéis, al ver que el que va y viene regularmente no ha venido, nos temeremos lo peor y acudiremos en vuestro auxilio. ¿Entendido? Por eso quien va y viene lo tiene que hacer incluso si no pasa nada raro.

Entonces vino cuando quedó claro que hasta que Dante y Khadesa no pudieran moverse, esto no iba a marchar:

──Pero eso será cuando salgamos. Ahora tú y Sabandija peinaréis los alrededores sin alejaros mucho, y Frontera cocinará.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

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Tras la batalla no había hecho demasiado por socializar, una vez hubo terminado sus tareas se centró en prestar atención a sus animales. Ambos habían sido heridos y eso le preocupaba, más después de ver agonizante a Dante. Por suerte para él sus monturas no habían sufrido un daño similar. Ambas habían sido impactadas por ataques superficiales, Orgullo tenía algo de pelo quemado, pero nada preocupante.

No tardó en desplegar su tienda y colocar a sus dos animales cerca de ella, a la mañana siguiente se puso en pie temprano, dormir en mitad del camino no era agradable, menos rodeados de posibles enemigos. En cuanto se puso en pie y terminó con sus tareas se acercó a una distancia prudente de la zona de los heridos. Le hubiera gustado conversar con su primo Lagrimita tras la batalla, pero no había tenido ocasión pues el oscuro había trabajado en salvar vidas por la noche.

Convencido de poder ofrecer una solución caminó hacia el grupo que se formaba en torno a Khadesa y habló.

—Puede ir conmigo en Jerifalte, iré a paso tranquilo y así no tendrá que andar, es un caballo grande, irá cómoda —dijo en un tono monocorde.

Ella le había salvado la vida tiempo atrás, mejor lisiado que muerto. Eso era lo que pensaba la mayoría de los días, aunque aquel en concreto y con la humedad del terreno el dolor de su cadera le martilleaba de forma incesante.

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Había sido una nochecita de perros, turnándose para vigilar a los heridos, además de dándole vueltas a todo lo que había ocurrido. ¿Volvería Elsa a por más? ¿Es que en esa condenada tierra uno no podía dar dos pasos sin toparse con un monstruo? Y el ritual de Serpiente no ayudaba a tranquilizar el hilo mental del oscuro, pues por mucho que tratara de convencerse de que era necesario, sabía también que estaba mal. Aquello apestaba a corrupción, y bastante les había salpicado ya el Señor del Dolor, para ahora ser más marcados por ese otro cretino. 

-Que se prepare todo para partir... Veamos que estado tienen nuestros pacientes-ordenó un algo ojeroso Capitán, apenas respondiendo con asentimientos a los cumplidos, antes de empezar la tarea de comprobar que todos pudieran viajar. Les esperaban hoy, así que más valía no faltar a la cita. 

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

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Se acaba de levantar, prácticamente, y ya le reclamaban a gritos. Se acercó hasta donde Ballestero ya había reunido a Guepardo y Sabandija. La verdad es que no le apetecía nada buscar moras, no por el hecho en sí, sino porque eran para Rastrojo. Por un momento creyó que igual se libraba, al intervenir Guepardo intentando relegarle a cocinas, pero parece que iba a ser una tarea para todo el día. Maldición.

—Entendido, Ballestero —respondió con sequedad y desgana—. Ninguna duda por mi parte. Si me permitís, voy a preparar el desayuno que ya voy con retraso...

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La noche transcurrió sin incidente alguno, y la Compañía pudo descansar lo que quedaba del día. Romo se encontraba con ciertas heridas del combate, pero no eran preocupantes y no necesitaba atención médica inmediata. Otros necesitaban una mayor atención. El guerrero realizó su turno de guardia correspondiente durante la noche, pero no hubo sorpresas.

Al día siguiente, Romo se levantó como el resto, y tras asearse y vestirse, recogió sus pertenencias y quedó a la espera de las órdenes pertinentes. Entendía que iban a tener que ponerse en marcha ya, pero andaban a la espera si uno de sus caballos podría sobrevivir o no. 

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HORA: AL ALBA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Cuando llegó el alba, pilló a Ponzoña despierto. Apenas había pegado ojo y sentía su cerebro espeso como un rancho mal cocinado. 

-¿Órdenes del día? -repitió ante la pregunta de Ballestero-. Sí, claro. Recoged todo cuanto haya que recoger y estad preparados para partir en cuanto el capitán dé las órdenes pertinentes al respecto. No sé si saldremos hoy. Dependerá del estado de los enfermos y de la montura de Analista, imagino. No obstante, listos para dejar este agujero atrás. 

Cuando Ballestero partió, miró en otra dirección, aquella en la que sabía estaba Khadesa. Su tobillo apenas le dolía, quizá anestesiado por el dolor que sentía en su corazón ante el estado de su esposa. Caminó con paso vivo cuando fue interceptado por Barril.

-¿Bayas? -la repetición empezaba a ser un mal hábito matutino-. Sí, entiendo, pero ahora... Voy a ver cómo está mi mujer. Díselo a Ballestero si no te importa y que se encargue él de eso -le dijo sabiéndole mal no encargarse él de ello. Pero su urgencia nacía de las mismas entrañas y dejando atrás al cabo, siguió andando hasta alcanzar el lugar en el que yacía tumbada Khadesa. Pudo ver cómo entreabría sus ojos y cómo sonreía y con aquella sonrisa, el sol regresó a la vida y al corazón del Hiena-. Khadesa -dijo en un susurro ronco arrodillándose a su lado y tomando sus manos-. ¿Cómo estás, hembra mía? Creí que iba a perderte.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: TEMPRANO POR LA MAÑANA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Lo bueno de la lluvia de la noche era que hacía que el camino estuviera embarrado y lleno de charcos. Y si el camino estaba embarrado y lleno de charcos, entonces no se levantaba polvo y no tenía que cubrirse el rostro con la prenda de Piojillo, cuyo olor lo tenía más que clavado en su nariz.

Lo malo era que sus botas se hundían en el barro que toda la Compañía Negra había pisoteado antes que él, resultando en un lodo resbaladizo y trabajoso para la marcha. Pero era lo que había. Quejarse era de menguados y de débiles.

Gobaldet insistía en que no quedaba mucho para Carnonegro. Sabueso no había recorrido nunca ese camino, así que no lo sabía. Pero suponía que el hombre decía la verdad y no había calculado mal. Diferentes olores llegaban a él. Sí, debía quedar poco. Siguió caminando cargando el equipo que le mandaran cargar hasta que le ordenaran parar. A Sabueso eso se le daba bien.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: TEMPRANO POR LA MAÑANA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Complacido con que dante finalmente no hubiera de ser sacrificado, Barril se echó la mochila al hombro mientras observaba al personal. Algunos heridos y magullados, algunos poseídos por la locura del combate parecían que ofrecían sus cuellos para morir. Sí que pesaba una puta maldición sobre la Compañía, porque Barril no recordaba ningún enemigo que tuviera ese comportamiento en una lucha contra ellos. Aquello era de locos, ciertamente. Mientras se descolgaba hacia la retaguardia en sus ir y venir sin cuadro de tiempo, palmeó el hombro a Rastrojo.

— Buen trabajo lo de Dante, Segundo Mago, parece que te estás ganando el título a marchas forzadas. —

A Serpiente apenas le dedicó una mirada. Sabía que el sobrado jovenzuelo se tomaría a chanza cualquier intento de felicitarle, así que le dejó rumiar sus magias y ponzoñas a gusto. Había hecho algo con la efigie quemada, pero el grueso Oscuro no habría podido decir el qué. Si lo que fuera había impedido que sufrieran el ataque de las sombras, sólo los dioses lo sabían. La cuestión era que el propio Serpiente hubiera sido atacado por ellas, así que la verdadera pregunta era, ¿actuaría de la misma manera si su pellejo estaba a salvo? Barril creía creer que sí, pero Serpiente se había estado meando en el Juramento desde que hizo tratos con el Señor del Dolor, así que ¿quién sabía? Un recuerdo de algo que había pasado en la batalla, le hizo lanzarle un comentario antes de continuar rezagándose.

— Estuvo cojonudo el truco de hacerme crecer, Mago Serpiente, puedes repetirlo en las luchas que lo consideres, no me resistiré. Parece que tus poderes han ganado fuerza. —

Después se descolgó hasta la retaguardia donde observó como Palomita hacía marchar a los Reclutas con una oculta sonrisa. Alguno tendría que ir corriendo alrededor de la Compañía, para ver si se desfogaba y no se ponía a correr en los combates. Barril sacudió la cabeza mientras saludaba a Palomita de vuelta a su puesto en formación; todos habíamos tenido un primer día.

TRANSCURREN VARIAS HORAS DE VIAJE POR EL CAMINO.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA.

La Compañía lleva varias horas de camino y el Sol avanza hacia su cénit.

En un momento dado los exploradores de entre los Hostigadores, Frontera y Guepardo, piden un alto: hay alguien un poco más adelante junto al camino. Parece un joven con una túnica negra que observa cómo pasta su mula. Cuando escucha los sonidos del avance de la Duodécima, el muchacho se alarma y aferra con fuerza su bastón.

Después, poco a poco, parece relajarse. Su pasmo y miedo son sustituidos por curiosidad y conforme os acercáis os mira casi con la boca abierta.

TRANSCURREN VARIAS HORAS DE VIAJE POR EL CAMINO.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA.

Se movía rápido y en silencio. Para él poder internarse en el frondoso bosque era un premio y si además lograba moras para Rastrojo mejor que mejor. Era una espinita que tenía clavada desde hacía tiempo. ¡Todavía recordaba el extremo dulzor de las primeras moras que había probado en aquellas frías y extrañas tierras! un enorme contraste tras todas las amarguras por las que habían pasado. Además ahora tenía el permiso de Ponzoña y nadie podría evitar que se las entregara al Segundo Mago.

Le llevo un rato encontrar la zarza, pero al final dio con ella. Una buenas moras muy apetitosas. Recordó entonces las enseñanzas de Ojopocho. Debía probarlas si quería asegurarse de que no ser engañado por una planta de similar aspecto, pero diferentes características.

Podría darle cagalera al Segundo Mago.- Se llevó una con miedo a la boca y...

- ¡Mmmmmmmmmmmmm!- No pudo evitar una exclamación de puro gusto. Se apresuró a volver cogiendo todas las moras que pudo encontrar, aún con el regusto dulce en el paladar.

Debería probar otra para asegurarme...¡Oh sí, bendito dulzor! ¿No era lo más cercano a un beso en los labios que sentía en mucho tiempo? ¡Hacía tanto que no le daban un beso! sumido en sus pensamientos y en los recuerdos de las mujeres con las que había yacido, Sabandija no se percató de ninguna figura que se les acercara pro el camino. Fue directo a Ballestero.

-Señor, tengo las moras que me pidió. ¿Quiere que se las lleve al Segundo Mago?- Quería entregárselas él mismo para garatizarse sus favores.

TRANSCURREN VARIAS HORAS DE VIAJE POR EL CAMINO.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA.

Guepardo no creyó que encontrasen nada. No solo porque cubrían un espacio ridículo del entorno, obligados a avanzar para no descolgarse de la caravana, explorando casi en línea recta, sino sencillamente porque no era época de frutas silvestres. Diversos frutos secos, quizás. Pero no bayas, fresas o cualquier otra fruta del bosque comestible. Por eso cuando el jaguar observó las moras encontradas por Sabandija no pudo ocultar su incredulidad.

Nunca te acostarás sin aprender algo nuevo, se dijo el explorador, comprendiendo que Nidal no era como el resto de las tierras o regiones que había conocido. O bien los frutos eran corruptos creciendo de manera antinatural, como ya viera en la naturaleza del Bosque Sombrío, o quizás alguna deidad o entidad, quizás la Madre, había sentido algo de misericordia y piedad por los desdichados habitantes de esa nación oscura y lúgubre, aportándole frutos y recursos incluso fuera de temporada, algo muy necesario ante todas las restricciones que había visto hasta el momento.

Qué menos. Esta pobre gente lo merece, admitió. Rastrojo tendría sus moras. Otra cuestión es qué haría con ellas. ¿Algo sobrenatural con su magia? Quizás. ¿Algo natural como atiborrarse de ellas? Muy probablemente.

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HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA.

Cuando Sabandija regresó con las frutas y le preguntó, asintió. Por si había dudas, señaló a Rastrojo y pronunció una sílaba. ──Si.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA

"Así que esto es Carnonegro" pensó Capitán al llegar al pueblo, echando un vistazo desde lomos de Hechizado. A simple vista parecía un lugar más grande que Verdín, quizás incluso tuviera una taberna para que los hombres pudieran relajarse un poco... Aunque tendría que insistir en el "poco", no sea que tuvieran más problemas. Por lo que parecía, también había un mirón, aunque en este momento uno que podría resultar útil.

-Compañía, atentos por si acaso-dijo, antes de acercarse con Hechizado a paso tranquilo hasta el muchacho.

-Saludos. Mi nombre es Capitán, buscamos al inquisidor Serpejo. ¿Sabes donde podemos encontrarle?

TRANSCURREN VARIAS HORAS DE VIAJE POR EL CAMINO.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA

Avanzaban con cuidado buscando las dichosas moras, hasta que Sabandija milagrosamente encontró un buen puñado y pudieron dejar de hacer el paripé.

Ni siquiera media hora más tarde, observaron a un muchacho a la linde del camino, que miraba pastar a una mula y se les quedó mirando asustado.

—Guepardo, mira, alguien en el camino... Podría ser un pastor o algo, pero esas ropas... me da mal yuyu, amigo.

Con un gesto y un silbido, Guepardo, prudente, señalizó el alto a la columna de la Compañía. Pronto se acercaron los mandos a caballo e iniciaron un diálogo con el desconocido, pero Frontera no le quitó el ojo de encima. Parecía alguna especie de mago o monje... y ninguna de esas dos cosas era nada bueno en ese puto sitio.

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Al ir a final de la compañía Desastre no supo, en un primer momento, por qué se habían detenido. Al igual que pensaba "perrito de su ama" también el seguidor de la carnaza del tigre tenía muy claro que la lluvia había sido beneficiosa. A ver, no es que el polvo fuera a molestarle en demasía, pero el barro era, por supuesto, muchísimo mejor.

Y era una maldición compartida, aún más por los jinetes o quienes llevaban armaduras pesadas. Se viera como se viera, había sido casi un paseo agradable, aunque las heridas, por supuesto, molestaban.

Miró entonces a "cara de pan"

- ¿Crees que habremos llegado ya entonces? ¿Cómo es este pueblo? ¿habías estado ya en él, no?

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HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRESCA.

- "¡Vaya extraño acento! Sin duda debéis ser de muy lejos. ¡Uy, perdón por la descortesía! Soy Varecnae, el Aprendiz Oscuro.

¿El Inquisidor? Creo que he visto a un Inquisidor en las afueras de Carnonegro, aquí al lado siguiendo el camino. Parecía muy atareado dirigiendo unas obras. Al parecer llevan días cavando fosos o trincheras, o algo así.

¿Vuestro nombre es Capitán? ¿Pero eso no es un rango? ¿Sois el líder de toda esta gente? ¿Esos son Fetchlings?" - Dice esto último señalando con la barbilla a algunos de los K'Hlata.