Partida Rol por web

VIGÉSIMO NOVENO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Lombriz emprendió la marcha cuando Capitán lo ordenó, manteniendo la mano derecha sobre el pomo de su hacha por lo que pudiera pasar. La primera impresión había sido mala, aquel aprendiz estúpido que se merecía algo más que un puño en los dientes, y la segunda parecía ir por el mismo camino, pues si el bocazas de Varecnae decía que los inquisidores eran tipos peligrosos, no era buena señal, sobre todo después de aquella tontería sobre si éramos esclavos por ser negros ¿Qué mierda había significado eso? Nada bueno.

De todas formas, el pueblo no parecía malo, incluso estaban cavando una forma en plan cuadrado o similar ¿Para ellos? Ojalá, deseó Lombriz. Un campamento para ellos solos era una muy buena idea, pues podrían manejarlo a su antojo y eso atraería a gente, los que algunos llamaban 'Seguidores de campamento'. Eso sería mucho mejor aún, gente civil que trabajase con y para ellos.

El negocio estaba en cualquier parte. Continuó caminando.

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AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

El típico incidente. Pero la ballesta no la desmontó. Podía quedarse así un rato, luego trataría la madera. Aseguró el gatillo, para que no se disparara accidentalmente, pero dejó también el virote puesto.

De todos modos era difícil que alguien reparara en el negro pequeño curtido como un trozo de cuero mordido y vuelto a morder estando al lado el magnífico Ponzoña o el enorme Barril. Incluso el pintiparado Reyezuelo, o Palomita, Campaña y muchos otros atraían al ojo antes que a él y a su ballesta. Así le satisfacía.

Reanudó la marcha en orden y sin dejar de espiar a los lados.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

A pesar del despliegue de poder sombrío que había sido desplegado contra el Segundo Mago, Barril acató la orden del Capitán de manera inmediata. Recuperó la verticalidad sin que apenas se notase que estaba preparado para saltar sobre el petimetre con faldas y saltarle los dientes a puñetazos. Aunque bueno, una buena mano en el cuello y que intentara conjurar sin aire en la garganta hubiera sido más efectivo; sí, se apuntó mentalmente aquella táctica mientras dirigía apenas una mirada cubierta de acero al Aprendiz Oscuro.

Y es que aquí todo era oscuro, oscuro esto, oscuro lo otro, era una particularidad coincidente que la Compañía Negra, formada por Oscuros y los K'Hlata de piel de ébano hubiera llegado a Nidal, país de las sombras por excelencia donde reinaba la oscuridad. Todo muy oscuro y sombrío, la verdad.

Continuó la marcha según la orden, pero no volvió a su puesto en la formación, sino que hizo un gesto a Grito para que lo tuviera todo bajo control y mantuvo su puesto junto al Capitán. El cabezota de Matagatos no había tomado en serio su propuesta de escoger un Guardaespaldas y técnicamente era la cabeza de la serpiente, así que el fornido Oscuro se quedó a su lado de manera preventiva. Incluso a caballo eran prácticamente igual de altos, si bien gracias a la buena envergadura de Hechizado, el Capitán despuntaba ligeramente, aunque Barril parecía tan pesado y voluminoso como montura y jinete.

— Pensé que se metería bajo las faldas de ese tipo y le comería la polla ahí mismo... — murmuró entre dientes.

Barril dejó de elucubrar en los actos del Primer Mago y dedicó su atención a los alrededores del poblado y de la supuestamente cercana figura del Inquisidor. Si no le gustaban la duda ni la debilidad, se había encontrado con la gente adecuada.

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MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: ANTES DEL MEDIODÍA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Keropis alcanzó la carreta cuando la potente voz de Capitán llamaba a la Compañía a reemprender la marcha. Campaña, el hercúleo oscuro de armadura broncínea, tomaba en ese instante entre sus gigantescas manos los dos asideros de la vetusta carretilla. Sin aparente esfuerzo, el inmenso mercenario la izó e inició su anadeante andar.

El ermitaño se colocó a su lado, acompasando el paso al pesado caminar del oscuro. Habían marchado hombro con hombro desde su partida de Verdín, pero apenas habían cruzado un par de palabras cuando se relevaban para soportar la carga de la carretilla. No podían ser dos hombres más diferentes: el oscuro era una mole de tamaño descomunal y musculatura apabullante, mientras que el ermitaño era de estatura media y desgarbado; dónde Campaña era bondadoso y afable, Keropis era lacónico y solitario. Pero en situación de combate, los dos eran soldados que funcionaban en sincronía con la misma eficiencia y frialdad de una picadora de carne.

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AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Finalmente reanudaron la marcha, aunque Sabueso seguía intranquilo. Incluso tras haber sido brutalmente diezmados antes de llegar a su mundo, por lo que le habían contado, la Compañía Negra todavía era capaz de comportarse con ligereza y orgullo como si fuera un ejército poderoso. En Nidal el débil obedecía al fuerte, y en la tierra de los susurros no era frecuente saber realmente a quién tenías delante. Un desliz con la persona equivocada podría significar un fin bastante lento y doloroso.

Aquel día sin embargo era una excepción. Iban a ver a un inquisidor que sabían que lo era. Y Sabueso imploraba a Zon-Kuthon que los mercenarios mantuviesen la lengua quieta, las armas guardadas y la actitud debidamente servil y reverente que debían tener ante alguien poderoso. Y peligroso.

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DÍA: 2, DÍA DE LA LUNA.

HORA: MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

La Compañía Negra, acompañada por el aprendiz de las artes oscuras Varecnae, llegó hasta las inmediaciones del pueblo de Carnonegro, en la Cuenca de Ridwan, en el país de Nidal.

El pueblo estaba rodeado de generosos pastos donde los lugareños criaban grandes rebaños de vacas y cabras. El pueblo parecía estar habitado por al menos quinientas personas, agrupadas en unas cincuenta familias y casas. Parecía que muchos de sus habitantes eran granjeros, ganaderos y pastores.

Sin duda carnonegro debía ser un importante productor de carne, cuero, sillas de montar, y otros productos derivados de la ganadería y el pastoreo, como el queso. Parecía que las cabras eran importantes en el lugar, pues había cráneos de carnero puestos como motivo decorativo en casi todas las casas.

Parecía haber en el pueblo algunos altares y pequeños santuarios dedicados a Zon-Kuthon.

La principal fortificación era un torreón, sin duda propiedad del señor feudal, en lo alto de una colina rodeada por una sencilla empalizada y un foso seco, situada en la parte norte de los campos que rodeaban el pueblo.

En la plaza del pueblo parecían haber otros edificios relevantes, como la Alcaldía y una Herrería. Otros edificios notables, además de las casas, parecían ser una curtiduría, el matadero municipal, almacenes, una casa de postas para caravanas cerca del pueblo al Sur, un rancho de caballos fuera del pueblo al Este, una fábrica de jabón, lechería, un cuartel, una panadería, y algunos edificios más.

El pueblo estaba rodeado de ricos pastos y parecía estar dotado de pozos que le proporcionaban agua fresca.

La Compañía se percató pronto que los lugareños parecían estar cavando una zanja grande con forma cuadrada en los pastos al Este del pueblo, alrededor de un pozo. En el lugar podían verse algunas costrucciones hechas de cañas, como lo que parecían ser unos establos y un almacén.

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Barril se detuvo por un momento, apreciando los sonidos y olores que le llegaban de la población. Habían pasado muchos días desde que tuviera en ciernes la posibilidad de acogerse a una población y sus comodidades y placeres. Ráfagas de aire impregnadas de olor a humo, carne y productos lácteos alcanzaban a la Compañía, quizás con la promesa de algunas comodidades.

Sin embargo el ojo experto de Barril evaluaba la población con la habilidad de un bebedor profesional en busca de una taberna o licorería. En principio no vio ni lo uno ni lo otro, si bien la promesa de leche de cabra fermentada y carne tierna, de momento acallaron sus instintos alcohólicos.

Evaluó la zona del cuartel en un intento de calcular las fuerzas que había allí congregadas, y así mismo trató de dar sentido al trabajo que hacían los aldeanos en torno a los cultivos; Era bastante esfuerzo cavar allí, así que tendrían una buena razón. Puede que sufrieran robos o incursiones a los mismos o quizás era una medida ante la previsión de un ataque a mayor escala. Sin duda el Inquisidor se encargaría de darles los detalles que considerara ya que a efectos prácticos ahora estaban a su servicio. Si debían afincarse aquí o tomar otra dirección es algo que sus nuevos patrones debían decidir. Se sirvió de comentar con el Capitán y la plana que orbitaba alrededor de su posición.

— Parece un buen sitio donde echar raíces. Al menos durante un año y un día. —

Por último dirigió su atención al hombre que había señalado el Aprendiz Oscuro como el Inquisidor. Tendrían una entrevista con él más pronto que tarde, así que tratar de calar al tipo sería algo que ayudaría en la charla. También era cierto que Barril no tenía pensado hablar mucho. Era un hombre de acciones más que de palabras, si bien solía tener cosas interesantes que decir a aquellos bajo su mando.

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Desde las obras del foso, al Este del pueblo, un hombre de cabello largo canoso os hace un gesto de saludo y para que os acerquéis.

Ese simple gesto transmite una tranquila autoridad que por un momento os hace pensar en el Viejo Capitán, el de antes de la fatídica batalla de Fuerte Chuda.

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HORA: AL ALBA. - CLIMA: NUBES DISPERSAS. TEMPERATURA FRÍA.

Tras una noche de cuidados y descanso, Preocupado se sentía mucho mejor. No estaba recuperado del todo, pero al menos ya no perdía sangre a cada paso que daba. Agradeció a Grito haberle dejado fuera de los turnos de vigilancia y agradeció también a Capitán, Plumilla y Lagrimita por los cuidados que le habían ofrecido. Finalmente, agradeció a los buenos espíritus por haberles protegido durante la noche, que había transcurrido sin ningún percance pese a las preocupaciones de Preocupado.

Tras asearse y desayunar, ayudó a sus hermanos a recoger el campamento como buenamente pudo y poco después reanudaron la marcha. Si todo iba bien, ese mismo día llegarían a su destino, Carnonegro. Preocupado llevaba su petate, sus lanzas y su escudo, y se había puesto de nuevo la armadura. Esta última le rozaba en las heridas recién curadas, pero no le gustaban nada esos caminos y no se fiaba de lo que se pudieran encontrar en las próximas horas. La noche había transcurrido tranquila, y eso únicamente le ponía más nervioso. 

HORA: MEDIODÍA. - CLIMA: CIELO DESPEJADO. TEMPERATURA FRESCA.

Cuando llevaban un rato caminando, la columna se detuvo. Preocupado temía que se tratara de otra emboscada, ya que desde su posición no alcanzaba a ver el motivo por el que habían parado. Poco después, sin el ruido de los carros, los caballos y los pasos de toda la Compañía, pudo escuchar la voz de alguien joven que conversaba con Capitán. Preocupado también vio cómo Rastrojo se dirigía hacia el final de la columna y, con curiosidad, se asomó por el flanco del camino para poder ver mejor qué estaba ocurriendo. Pudo ver entonces a un joven vestido con largos ropajes y un bastón.

- No me gusta ese tío, y menos aún me gusta su nombre. Aprendiz Oscuro... Suena a brujas -dijo en un susurro para sí mismo. 

En ese momento unas sombras pasaron toda velocidad en dirección a la cola, donde se había posicionado Rastrojo. Lo zarandearon y tiraron al suelo como si de dos grandes manos negras se tratase. "Mierda, sabía que era una bruja. Esto no pinta nada bien" pensó cada vez más tenso, mientras miraba a su alrededor por si finalmente sí que se trataba de otra emboscada. 

Transcurrieron varios minutos y no pasó nada más "fuera de lo normal". Preocupado no entendía muy bien qué había ocurrido con ese joven y sus manos negras, y aunque todo pareciese tranquilo de nuevo, él seguía sin fiarse del brujo que ahora les acompañaba. Había escuchado también algo de un foso enorme, que poco a poco pudo ver con sus propios ojos según se adentraban en el pueblo. Los fosos no le gustaban, ¿y si estaban caminando directos hacia una trampa? Dentro de un foso eres una presa fácil para tus enemigos y aquí los enemigos abundaban.

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Pues ese debía ser. Pintas siniestras, arma extraña y aire de mando... Si eso no era el inquisidor, Capitán no tenía claro qué podía serlo. Además, el hecho de que les estuviera esperando y además les indicara que se acercaran parecía dejar poco espacio a la imaginación. Al que no se veía por ningún lado era al señor de Malar, lo que en cierto modo era una lástima de cara a las presentaciones... Además de que había parte del pago que aún debía efectuarse, en aquel mismo pueblo según el contrato. Un pago que, de momento, el líder de la Duodécima no veía. 

-Parece que ese es nuestro patrón. Compañía, todos tranquilos, hay que dar buena impresión-dijo antes de acercarse. La cercanía del petimetre vestido de negro no acababa de tranquilizarle, pero probablemente iban a tener que tratar con él antes de dejar atrás aquel lugar, así que tanto daba que estuviera allí. Una vez quedó cerca, saludó con una inclinación de cabeza respetuosa al hombre antes de preguntar:

-¿Inquisidor Karrukh Serpejo?

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El tal Serpejo demostraba a todos los que le observaban que tenía autoridad y que la ejercía con la costumbre del que lleva años ostentándola. Parecía estar al mando de los que fuera que estuvieran protegiendo y los aldeanos ni levantaban la cabeza si el tipo andaba cerca, lo cual era una buena señal de disciplina. Barril evaluó la extraña arma que el Inquisidor portaba; había avisto a otros en las arenas de gladiadores usar cadenas armadas de ese tipo, un arma peligrosa y difícil de manejar la cual obligaba a un duro entrenamiento para ser usada con efectividad, lo cual hablaba de su disciplina y su experiencia.

Barril se acercó con el Capitán, dándole un par de pasos de ventaja en señal de respeto y para dejar claro quién ostentaba el mayor rango de entre los hombres y mujeres que acababan de llegar a Carnonegro. Aun se preguntaba qué narices sería un "Fetchling" de esos que había mencionado el Aprendiz Oscuro al dirigirse a los K'Hlata, antes justo de llamarles salvajes y sugerir su atado. Había gente con la lengua muy larga y a pesar de que se suponía que para mago iban los inteligentes, había mucho tonto de los cojones en esa profesión.

Alzó un enorme brazo para pedir alto a la compañía, para  luego bajar la mano con la palma hacia abajo en un gesto que llamaba al silencio en dirección a toda la columna mientras se producía la conversación entre el Capitán y el Inquisidor Serpejo. Luego tras volverse, adoptó una posición neutra con los brazos extendido a los costados con las palmas hacia afuera, mostrando que no llevaba nada oculto en ellas y concentró su atención en las palabras del Inquisidor. Según contrato sería quien dirigiera sus próximos movimientos, y una primera impresión favorable seguramente les sería útil para el futuro cercano.

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- "Y usted debe ser el Capitán de la Compañía Negra." - Le recibe con una amplia sonrisa y un fuerte apretón de manos que transmite serenidad, confianza y una considerable fuerza física pese a su avejentado aspecto.

- "Por favor, pasen por aquí, ese es el puente oeste, que da acceso a lo que espero pueda ser su campamento en días venideros. Por aquí." - Y empieza a andar hacia un puente que franquea la zanja.

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Cuando, finalmente, llegaron a un lugar desde que el pueblo era visible, Cielo se llevó una buena impresión del mismo... Ganado, pastos, un torreón para el Señor de esas tierras, un cuartel... parecía un lugar organizado y próspero. Llegaban sonidos distantes de actividad; por lo menos, se adivinaba una herrería... lugar de gran valor para toda tropa que se preciase.

-No tiene mala pinta... y ese foso, con un pozo en medio... ¿están preparando un fortín? Con una buena muralla alrededor, probablemente no estaría nada mal.

Calló cuando el Inquisidor saludó y se acercó a la Compañía. Desde ese momento, centró su atención en ese hombre, el que sería su patrón por una temporada; desde luego, la sensación que daba era de alguien con poder, confiado, un líder, en resumen... Por una parte le alegró... Tener un patrón fuerte siempre daba confianza a quienes trabajaban para él. Y eso podría ser un factor importante para el bien de todos.

Tras la orden del Carril, la Compañía guardó silencio... y cuando empezó de nuevo a avanzar, Cielo volvió a centrar su atención en los alrededores, quedándose de cuantos detalles pudo del entorno.

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Tras la reanudación de la marcha, finalmente llegaron a su destino, un pequeño pueblo que sería su nuevo hogar, al menos por el momento. Pronto tuvieron en encuentro con el Inquisidor conocido como Karrukh Serpejo, el cual les dió la bienvenida. El Cabo Barril hizo un gesto para que todo el mundo estuviera callado y en posición, algo que el guerreo cumplió a rajatabla. Ahora quedaba esperar la conversación entre el Capitán y el Inquisidor y esperar las nuevas órdenes. 

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El tipo tenía magnetismo, con ese aspecto de veterano sabio y su sonrisa que quería transmitir... confianza no era, más bien superioridad. Pero sus ojos delataban que su trabajo era el de servir a Zon-Putón y había acero y dolor en ellos. Sin duda pasaba un buen rato manejando su cadena armada para inculcar a los demás su fe.

Cuando el hombre dio paso a la Compañía hacia el interior del supuesto recinto, a Barril le surgieron algunas preguntas, pero se dijo a sí mismo que eso era cosa del Capitán. Quizás el Inquisidor diera un discurso allí mismo, o puede que les emplazara a una reunión con los cuadros de mandos. En todo caso buscó la mirada del Capitán para dar la orden de avance, fuera esta mediante gesto o meramente siguiendo al líder de la Duodécima, una vez autorizado, emplazó a los hombres a cruzar ese puente.

Al llegar a la construcción, evaluó un par de veces su solidez, pero tras no saber qué opinar al respecto, buscó con la mirada por un segundo a Analista. Si él tenía algo que aportar sobre si los carros podrían pasar sin problemas, ya lo comunicaría. En todo caso dudaba que el Inquisidor le llevara por un puente frágil, si bien esta clase de gente a veces buscaban el probar a sus empleados, y cualquier momento era bueno para ello.

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En seguida, una vez todo aclarado de todas todas, recordó que debía desmontar la ballesta, si no por desconfianza, porque uno no podía llevar una herramienta tan delicada como esta todo el día montada. Y amaba a su ballesta más que a casi todas las personas que no fueran de la Compañía. Y, dentro de la Compañía, como si fuera un hermano más.

Guardó silencio, cómo no, y permaneció en su lugar tranquilo, aprovechando para mirar el campamento naciente con ojo crítico. ¿Quién se creía este para planificar el campamento sin dar a la Compañía la oportunidad de opinar al respecto? No se trataba de señalar el lugar, lo que podía llegar a discutirse o no, sino que se metía directamente a poner los cimientos, entrando en un terreno que no debía ser el suyo.

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Al final de la comitiva seguía Sabueso. Captó el olor del pueblo. Carnonegro era un simple pueblo ganadero más de la Cuenca de Ridwan, donde las familias temerosas de Su Señor vivían agradeciendo cada día el sufrimiento de seguir vivos. Y más aún se cuidarían de agradecer a Zon-Kuthon si tenían en su insignificante pueblo la presencia de un Inquisidor.

Siguió marchando en silencio con su pelotón, expectante y temeroso él también de cuanto pudiera ocurrir en el encuentro con su nuevo patrón. Aún le seguía resultando tremendamente extraño ser parte de aquella extraña y orgullosa compañía mercenaria, con contratos y patrones. Una vida muy distinta a la que había llevado hasta ahora.

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Plumilla se había mantenido totalmente en silencio durante la travesía, pensativa y observando a su alrededor. Trataba de memorizar lo que veía a su alrededor, buscando aplicar los conocimientos que había entrenado con Guepardo días atrás en Verdín. Eso le ayudó a no caer en pensamientos negativos sobre su papel en la enfermería el día anterior. ¿Cómo podía ser que fuera tan torpe en sus quehaceres? Conocía sus tareas, le gustaba ayudar a sanar a los heridos… A veces pensaba que algún espíritu… No, eran los espíritus, era que aun no había recuperado aquello que ese… “eso” le había robado.

El cansancio de la noche en vela, siendo más un estorbo que una ayuda, pesaba en su andar y en sus pensamientos, esperaba poder haber conseguido memorizar un mínimo del camino y sus alrededores, pero sabía que no sería mucho.

El encuentro con el aprendiz y su subsecuente acompañamiento hasta Carnonegro era una curiosidad y novedad, y como tal, trató de observarlo. Por suerte no era la única con la curiosidad con el nuevo… Debía sentirse muy observado… O quizás no le importase… mmm…

Y finalmente llegaron a Carnonegro, Plumilla suspiró aliviada de que la Compañía no hubiera encontrado más problemas en el camino. Ojeó a su alrededor la población, aunque se centró más en las gentes que iban y venían, trabajando y en sus quehaceres. Era importante conocer el ánimo de la gente del lugar al que iban a estacionarse. Iban a ser sus nuevos vecinos… ¿Podrían ir a visitar el pueblo? En Verdín no había tenido la oportunidad y tenía muchas ganas de poder conocer mejor a la gente común que habitaba esos lares.

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La Compañía Negra cruzó por el puente de madera hacia lo que tendría que ser su Campamento en días venideros.