Partida Rol por web

TRIGÉSIMO SEGUNDO DÍA DE LA RUPTURA DE LA ROCA.

AÑO: 4715 RA.

MES: FARASTO (INICIOS DE LA PRIMAVERA, MES TRES).

DÍA: 5, DÍA DEL JURAMENTO (LUNA LLENA). - DÍA DE LOS HUESOS.

HORA: POR LA TARDE. - CLIMA: NUBLADO. TEMPERATURA TEMPLADA.

- "Así es, mi señor, este es uno de mis negocios. Intuyo que sois uno de los oficiales de la Compañía Negra. ¿Podría hablar con vos en privado?" -

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DÍA: 5, DÍA DEL JURAMENTO (LUNA LLENA). - DÍA DE LOS HUESOS.

HORA: POR LA TARDE. - CLIMA: NUBLADO. TEMPERATURA TEMPLADA

Tras las palabras de Analista, Keropis se dejó caer en la caja del carro, mandando una muda negación con la cabeza hacia Desastre.

Siguieron avanzando a trompicones entre los campos que rodeaban Carnonegro. Asomado por la parte trasera del vetusto carromato, el eremita se entretuvo en observar el paisaje. Tras la lluvia, todos los colores parecían haberse acentuado: el marrón oscuro de la tierra húmeda del camino sembrado de charcos; el brillante verdor de la hierba que poblaba las lindes de la senda; el dorado intenso de la mies y, más allá, el gris profundo de un tejado de pizarra de una de las casas de la periferia del pueblo. A pesar de las nubes que seguían cubriendo la mayor parte del cielo, algún rayo de sol conseguía atravesarlas y arrancar diminutos destellos de las gotas de lluvia que perlaban las hojas de los árboles.

Al fin llegaron a la lechería. Un coro de mugidos les dio la bienvenida, junto al olor del estiércol fresco. Cuando el ermitaño descendió del carro, un lugareño ya se acercaba a Lengua Negra​​ con una amplia sonrisa confiada en el rostro. Keropis permaneció unos pasos a la espalda del oscuro, sin dejar de estudiar el ir y venir de los trabajadores de la lechería, que se afanaban aquí y allá alimentando y ordeñando a las vacas.

Por último, posó los refulgentes ojos en el tal Brasili. Estudió sus rasgos y su postura, intentando discernir lo que pudiera ocultarse tras esa sonrisa de suficiencia.

—¿ Podría hablar ​​​​​​​con vos en privado?

Al escuchar esa pregunta, el Guardián de los Muertos se tensó como un arco a punto de disparar. Su mano izquierda, oculta tras el escudo, tomó la guarda del kopesh, liberando una pulgada de la herrumbrosa hoja y aprestando el pomo para desenvainar con mayor facilidad.

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La oscura había seguido a la comitiva atenta a su entorno, sin dejar de vigilar incluso cuando Analista echó la bronca a dos de los veteranos de la compañía.

No había perdido vista de cuanto la rodeaba, los lugares, las casas, los propios lugareños.... Aunque sus ojos claros y su gesto no era amenazante, más bien distraído, cualquiera que la conociera sabría que estaba haciendo un esfuerzo por permanecer alerta.
Pero en el momento que oyó la pregunta del ganadero, sus ojos se clavaron como pedazos de hielo en el hombre. Intuía que Analista accedería, aunque esperaba que al menos se llevara a uno de ellos por si acaso. Barril desde luego era una buena opción, tanto por tamaño como por rango, sin embargo, podía parecer extremadamente amenazante. Ella sin embargo, gracias a su tamaño y su género, era una buena opción.

Dio un pequeño paso en dirección a ellos dos, pero sin que resultara amenazante y esperó la respuesta...

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Reyezuelo avanzaba a la lechería, pensativo y dolorido por su nueva creencia de que Analista no era más que un corrupto.

Debo tener cuidado de no exponer lo que pienso o... Reyezuelo recordó el fustarium que padeció el último aprendiz de analista, Sacorroto. Nunca llegó a conocerlo bien ni sus motivos, pero había abandonado una misión en tiempo de guerra y le creía una basura cobarde. La pena impuesta por Lengua Negra, quien era entonces líder y Cabo de los Hostigadores, había sido el procedimiento de fustarium: maniatarlo y que cada miembro del Pelotón le golpease una vez con un palo, hasta que encontró la muerte.

Acudió a Analista cuando el oficial lo llamó, también estaba allí Frontera, Lengua Negra les dió una reprimenda por el comportamiento anterior que habían mostrado. Reyezuelo, que tanta bronca había sentido consigo mismo por fallarle a su maestro, no pudo sentir ni culpa pues su mente estaba en otro lado.

-Si, maestro. Me disculpo, no volverá a suceder.-

Con ojos funestos y cargados de decepción miró a su maestro cuando hablaba sobre la dura situación económica de la compañía, e intentó sopesar sus verdaderas intenciones para confirmar si era verdad que le importaba o si era todo una farsa. Ya no entiendo ni estoy seguro de nada. El castor se sentía en arenas movedizas.

En eso, un par de niños se les aproximaron y cada uno le entregó un par de notas a Analista. ¿Y estos? La mirada funesta de Reyezuelo se intensificó. Estas formas nunca auguran nada que sea honesto.

Entonces el aparente dueño de la lechería se acercó a recibir a la caravana comercial. Analista comenzó a hacer su arte diplomático y comercial, mientras el castor observaba cada detalle de cerca para aprender. Ya investigaré el otro asunto más adelante, ahora, a lo mío.

Reconoció al mercader, y a su sonrisa tan característica. Momentos antes lo habían cruzado con el grupo de asalto de camino al torreón, antes de llevarse cautiva a la joven Enrietta. Seguro ni me reconoce ahora que no llevo mis abalorios puestos. Las joyas y plumas K'haltas podían llegar a ser muy vistosas y ciertamente, una moda diferente. Aunque a Barril...

Brasili pidió estar a solas con Analista, lo que puso en alerta a Reyezuelo. Desconfiado y todo de su maestro, no dejaba de ser un soldado en una misión y con un deber, el cuál no era solo aprender, sino también, custodiar.

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Analista aún estaba dando vueltas a una de las notas recibidas. Tendría que hablar con Frontera del éxito de Malagente con las verduras y tendrían que afinar en cuanto a las cantidades, si bien los precios no parecían tan desorbitados. El otro punto de la nota, debería plantearlo a la soldadesca en grupo para que decidieran de forma individualizada si estaban interesados en una abrigada muda de lino y lana para realizar el pedido. La otra apenas había despertado su interés y había roto la nota en mil pedazos. 

Pero todo ello no lo distrajo de lo realmente importante. 

-En efecto, Maese Brasili. Tenéis al suerte de contar con dos de los oficiales de la Compañía en esta comitiva -dijo con total aplomo. El ganadero no tenía razón alguna para conocer cómo funcionaba y quiénes componían la oficialía de la duodécima-. El Cabo Barril, aquí presente -un gesto grácil de su mano señaló al imponente Barril- y yo mismo. Si lo deseáis, podéis comentarnos privadamente cuanto queráis. Si persistís en la necesidad de la privacidad para con mi persona, no os negaré tal privilegio, si bien él también acabará sabiendo de nuestra conversación salvo que se tratara de un asunto... de orden íntimo o personal. Inter pares. Espero que lo entendáis. 

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- "No es mi deseo ofender, pero un Cabo no es un Oficial, y él resulta demasiado intimidatorio. Preferiría hablar con vos a solas si es posible..." -

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El comentario de Keropis hizo que Barril volviera a otros tiempos, unos en los que no iban de puntillas, temerosos de llamar a una puerta con fuerza por si ofendían a algún soplagaitas de pellejo fino. Desde luego si él estuviera a cargo de aquellos asuntos algunas cosas se harían de otra manera. Que fueran para bien o para mal nunca se sabría, ya que habían elegido una vía en la que Barril tenía poco que aportar. Notó la mirada de Lengua Negra, pero tampoco creyó que Keropis hubiera dicho nada que él no pensara; además lo había expresado sólo para los oídos de los miembros de la Compañía, por lo que los ofendiditos estaban a salvo de sus salvajes palabras. Pero se guardó la respuesta para Analista para cuando estuvieran de nuevo a solas.

Barril se adelantó cuando Analista le introdujo ante el dueño de la lechería, pero el relamido bigotes ganadero se presentaba de manera lamigosa, parloteando como una gallina clueca cuando Barril detectó algo que no le gustó.

— Hola señor Brasili. Intimidatorio o no me permito destacar que sin el aparente deseo de ofender, acabas de dejar por mentiroso a Analista, oficial de la Compañía Negra al servicio del Inquisidor Serpejo. Y es que te acaba de decir que estás delante de dos oficiales de la misma y le desdices con evidente desparpajo. Te lo ha dicho claramente y luego me ha presentado. No sé si sufres de alguna impedimenta en tus oídos que disculpe tus palabras, claro, pero el mero deseo de no ofender no significa que no lo hayas hecho.

Sólo el hecho de que un civil no tiene porqué conocer nuestra estructura militar podría disculparte, si es que Analista lo considera adecuado, claro. Porque lo mismo no es suficiente ni eso y él piensa que hay que actuar de otra manera. Qué dices Analista, ¿cómo vamos a enfocar esto? Habla con él en privado de creerlo necesario, pero a lo mejor luego lo debo de hacer yo. —

El gargantuesco Oscuro, a pesar de sus palabras de tono acerado se aparta un par de pasos del ganadero y de Analista. Si capitulaba y buscaba no intimidar con su físico o buscaba espacio para blandir su enorme espada de doble puño, era algo que sólo un experto soldado podría tratar de adivinar.

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Palomita se relajó levemente tras las palabras del cabo Barril y dejó que en sus labios se formara una sonrisa. Suponía que ahora él preferiría que estuvieran ambos, pero sólo imaginar a ese hombre en una entrevista con Barril, casi hacía que Palomita deseara que se mantuviera en sus trece y decidiera hablar a solas con Analista.

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Analista alzó ambas manos. 

-Cabo Barril, tranquilo. Podemos disculpar el desconocimiento de Maese Brasili sobre nuestra organización interna. Entiendo que lo único que ha hecho ha sido trasladar la jerarquía habitual de las órdenes militares nidalesas a nuestra compañía mercenaria, y que no era su intención tacharme de mentiroso -dijo un Analista conciliador-. ¿Verdad? Bien, Maese Brasili, ya que buscáis mi confidencialidad, retirémonos unos pasos y decidme lo que os atribula. 

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El hombre asiente y se aparta unos cuantos pasos junto con Analista para poder hablar con él en privado.

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Cuando ya habían alcanzado una distancia prudencial que frustraría los oídos curiosos pero que permitía mantener contacto visual con Analista por parte de los miembros de su grupo, se detuvo y se dirigió al ganadero.

-Decidme, Maese Brasili, ¿de qué deseabais hablar conmigo?

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- "Buenas tardes, mi señor." - Empieza el hombre, algo atribulado, aunque ganando confianza poco a poco.

- "Este siempre ha sido un pueblo que vivía de la ganadería caprina, pero los pastos eran anormalmente verdes y abundantes, ideales para que hubiera sitio de sobras también para las explotaciones ganaderas. La cosa parecía muy buena idea, y de hecho así lo ha sido durante años, aunque siempre han habido ciertas tensiones y tirantes. Nada concreto, pero a veces uno cree ver estremecedoras miradas de odio en cada pastor de cabras con el que se cruza.

En los últimos tiempos, tengo la sensación de que la hostilidad ha ido en aumento, aunque espero que sólo sean imaginaciones mías.

En cualquier caso, la vuestra es una organización armada de aspecto poderoso y quisiera contar con vuestra buena voluntad y una medida de protección. A tal efecto, me gustaría "obsequiaros" con dos de mis mejores vacas lecheras, si os parece bien." -

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Analista escuchó atentamente lo que Brasili iba desgranándole. Asintió mudamente y cuando esté finalmente guardó silencio, habló.

-Os entiendo, Maese Brasili. No obstante y antes de que se tome decisión alguna al respecto, me gustaría formularos algunas preguntas, que espero tengáis a bien responder. De un lado, y pese a que en teoría no debería haber ningún problema para la mutua convivencia, parece ser que al ser dos gremios que compiten entre sí, existen disensiones y una cierta desconfianza. Esta hostilidad de la que me habláis, ¿procede únicamente de los cabreros o es algo recíproco? -La mirada de Analista era inquisitiva-. Afirmáis asimismo que tenéis la sensación de que la hostilidad va en aumento. ¿Solo es una sensación o hay hechos que avalen vuestra prudente afirmación? De igual forma, ¿hay algo que, no diré justifique, pero que haya provocado, sin duda de forma no intencional, ese aumento de hostilidades? -Las preguntas se sucedían de forma pausada y meditada-. Prometo no aburriros mucho más con mi carácter curioso. ¿Hay alguna organización de cabreros o alguno de ellos es, como vos, el principal ganadero caprino? Y ya para concluir, cuando solicitáis una medida de protección, ¿de qué habláis exactamente?

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¿A este punto hemos llegado ya? ¿Bailamos al son que nos imponen unos aldeanos? Creo con franca sinceridad que nos están convirtiendo en corderos en vez de los lobos que antes éramos.

Palomita estaba ofendida y miro tanto a Barril como a Keropis, que sabia opinaban igual que ella. Suponía que Frontera o Reyezuelo harían llegar sus palabras a Analista.

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-Analista debe tener sus motivos.- Dijo Reyezuelo, aunque en realidad compartía el mismo pensamiento que la bella Palomita.

Reyezuelo se quedó asombrado de que el comerciante no reconociera al Cabo como a un oficial. Analista dijo que el comerciante podía estar asimilando que la compañía tenía el mismo orden jerárquico que la tropa Nidalesa. Pero, y si... ¿Varecnae? Pensó en el aprendiz oscuro y lo que sucedió en la última batalla.

El aprendiz de analista conocía bien la estructura jerárquica de la compañía, la había estudiado y estaba seguro de que Analista había querido jugar una mentira con lo del Cabo. Aunque en la realidad actual la situación era otra, en teoría los oficiales eran solo cuatro, en orden ellos eran Capitán, Teniente, Analista y Portaestandarte, y luego había suboficiales, los Sargentos y Cabos, usualmente líderes y segundos de cada pelotón respectivamente.

El noble castor estaba seguro de que Analista y Barril lo sabían, o eligieron obviarlo porque en la práctica tanto Barril como Ponzoña hacían las de Teniente y todos los respetábamos como tal. Pero quién no conocia y se mostró interesado en saber fue Varecnae, el mago que dejó convivir en el campamento Capitán para que aprendiera sobre la Duodécima.

Reyezuelo le dijo el orden teórico correcto a cambio de información sobre la nobleza local, como carecía de relevancia práctica y estaba allí para aprender con autorización de los oficiales no le pareció mal.

Varecnae, ¿podría ser un espía? En el asedio mis hermanos empezaron a despertar luego de que él se mostró en batalla cuando ya estaba ganada, y atacó con su yúyu ácido al demonio-cabra luego de que yo dijera de capturarlo con vida con visto bueno de Capitán. ¿Habría querido matarlo para evitar que hable? ¿Habría estado causando él el sopor profundo hasta que salió de su carpa?

-Cabo, ¿puedo tener unas palabras?- Dijo acercándose a Barril mientras no perdía contacto visual con Analista, si estaba en lo cierto ese Brasili podía ser peligroso. Joder, si ya parezco Preocupado, tengo que tratar de evitar salir de patrulla tan seguido con él.

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Cuando Analista habló, dejó claro cual era el juego que había elegido jugar con el lechero, a pesar de que éste les había puesto la oportunidad en bandeja para que pudieran reclamar la ofensa recibida, tal y como los nidaleses gustaban de hacer tan a menudo. Pero Analista había decidido recorrer la senda de la diplomacia, la cual compartía una fina línea con la mansedumbre, como algunos Infantes (para el regocijo de Barril) estaban señalando. Se apartó un par de pasos en pos de la recia Palomita a la que levantó una mano en un gesto a medias entre la impotencia y la contención mientras compartía en voz baja con ella y los más cercanos.

— Le he dado un sendero que no ha querido recorrer, sus razones tendrá. Pero al menos espero haberle dado munición para desplumar a ese tipo debidamente. El mando ha elegido llevar este tema desde una perspectiva a la que no estamos acostumbrados, cierto es. Si eso nos lleva a algún lugar es algo que veremos en un futuro, pero no lo desestimemos simplemente por no haberlo intentado nunca.

Por otra parte sí que empiezo a estar hasta el nabo de estos sucios faltones que saben lanzar mierda a la cara de los demás y esperan salir impunes de ello, pero no toleran el salpicar ajeno de una mota de barro en sus botas.

Tú dirás, Reyezuelo. —

El lenguaje corporal del enorme Oscuro contradecía sus palabras, ya que evidentemente estaba haciendo un esfuerzo considerable por no cortarle a aquel tipo al menos una oreja para que aprendiera a escuchar correctamente con la otra. Dejó caer laxa a un lado la mano que había agarrado con una fuerza capaz de hacer crujir el cuero el pomo la daga que llevaba al cinto. Por suerte estaba de espaldas al tipo, y la daga fuera de la vista.

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El lenguaje corporal de Barril indicaba que estaba conteniendo una gran furia, y Reyezuelo no quería ser quien la haga explotar, ya había presenciado lo explosivo que podía ser el oscuro cuando conocieron al Alcalde Micelette, y su esposa, Lady Ifigenia.

Al oír las palabras que el líder de la infantería le decía a Palomita, el castor dudó de si realmente Barril sabía que no era un oficial propiamente dicho, el castor optó por ser cuidadoso.

-Al despedirnos, ¿Podría preguntar al mercader si conoce al mago Varecnae para medir su reacción? Ya le explicaré con más tiempo la razón.- Preguntó el K'halta al enorme oscuro, era a uno de los pocos hombres de la Duodécima con el que tenía que mirar ligeramente hacia arriba para encontrar sus ojos.

No sería muy alocado pensar que alguien que posee tantos negocios pueda meter en su bolsillo a un mago, después de todo, la soldada de un mes entero de la mayoría de mis hermanos no alcanza ni para comprar un kilo de carne de los que vende sin rebajas.

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Lengua Negra y el ganadero se habían apartado un trecho, pero la mirada de todos los mercenarios restantes no se apartaban de la pareja. Cualquier movimiento fuera de lugar del tal Basili sería recompensado con un palmo de buen acero en los riñones. Keropis asintió en silencio ante las palabras de Barril, sin apartar sus refulgentes ojos de Analista y su peculiar nuevo amigo: un comerciante que, rodeado de soldados armados, no había ni pestañeado cuando la mole acorazada del líder de la Infantería de la Duodécima había insinuado que necesitaría tener una charla privada con él. Y seguro que esa charla implicaría guanteletes de malla ensangrentados y mandíbulas rotas. O exhibía una soberbia que rayaba en las tendencias suicidas o poseía dotes ocultas que podían convertir tal situación de tremenda desventaja en una victoria segura. Poderosas dotes, debían ser...

Cuando Reyezuelo planteó su intención de lanzar un cebo a tan desconcertante presa, el ermita susurró:

—Ya hasss tentado la sssuerte una vez, Cassstorrr... Lengua Negrrra no esss de losss que aguantan dosss inssultosss en un día... Y sssu autorrridad esss el másss prrreciado de sssusss tesssorrrosss...

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- "Bueno... los ganaderos es probable que hayamos pecado de arrogantes en más de una ocasión, especialmente al sabernos con el respaldo de la Corte local de Ridwan y de las autoridades feudales y religiosas del pueblo. Puede que, en parte, el resentimiento de los cabreros haya estado algo justificado.

Primero eran miradas torvas, frases ambiguas y veladas amenazas, pero esta mañana faltaba un toro, y no cualquier toro, sino el más bravo de todo el rebaño. Mis vaqueros han visto manchas de sangre y extrañas huellas, aunque cuando yo he ido a verlas, alguien las había pisado y ya no se discernían apenas.

La mitad larga del pueblo vive directa o indirectamente de los rebaños de cabras, incluso el Alcalde y su mujer son propietarios de la mayor parte.

Si pudierais ponerle protección a mi casa y mi familia, tal vez algunos centinelas bien escondidos. Puedo hacer que os merezca la pena, además de las vacas, dispongo de algo de oro..." -

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Analista escuchó detenidamente cuanto el ganadero tenía que decirle. Pese a su apariencia tranquila, su parpadeo, cómo se tironeaba inconsciente de la manga, una mirada que parecía vigilar cuanto se movía hablaban de una buena dosis de nerviosismo a duras penas contenido y de cierto miedo. 

Su revelación acerca del toro desaparecido y de la sangre presente más las extrañas huellas, le llevaron a pensar que no eran los únicos que habían sufrido un ataque por parte de los hombres cabra. Apenas llevaban allí dos días, y todo era turbio. Y cómo no, ellos estaban en el eje de aquella rueda en movimiento, fruto de unas tensiones de las que ni siquiera eran conscientes y aún menos responsables.

Viejas rencillas entre dos grupos. Frente a él tenía al principal ganadero. Ahora sabía que había otro interlocutor válido. El alcalde y su mujer. Quizá no fuera mala idea hablar con ellos en un futuro próximo. 

-Entiendo, maese Brasili. ¿De cuántos hombres estaríamos hablando? ¿Y los queréis dentro de la casa o fuera de ella? ¿Durante el día o por la noche? ¿Y por cuánto tiempo? -preguntó-. Os pueden parecer preguntas baladís, pero de cara a un acuerdo, necesito saber qué deseáis y qué puedo ofreceros, incluso antes de hablar del precio.