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La Última Cena (Cronicas Giovanni 1)

01_Preludio Ara Hildenbrank

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13/09/2013, 16:18
Narradora

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14/09/2013, 01:24
Narradora

El invierno estaba siendo el más crudo de los que recuerdas en los años de vida. Acabas de regresar de cortar leña que amontonas junto a la chimenea mientras te frotas las manos y ves hervir un puchero en la lumbre, que no quieres que se apague.

Por las contraventanas puedes ver la luna llena iluminando todo los alrededores de tu pequeña casita casi en el linde del bosque. Es un lugar tranquilo generalmente. Un lugar apartado del mundanal ruido de la ciudad de Bremen, pero lo suficientemente cerca para poder ir a truecar algún conejo cazado, hierbas o agua de purificación. Y ellos prefieren tenerte ahí, alejada, para que la magia negra que dicen que practicas, se quede en tu hoyo de perversión.

Si. Magia negra. Claro. Pero cuando se quedan en estado con sus relaciones extramatrimoniales y desean arrancarse ese hijo, bien que recurren a tí, tus hierbas y tus remedios, tus palos introducidos en la partes nobles salvan más vidas de las que quitan.

Enciendes una vela en el aparador y entre la lumbre y la llama oscilante, la habitación parece más grande de lo que realmente es. Echas unas hierbas sobre el agua de la cacerola y hueles el producto. Está perfecto en este momento. Preparas un ungüento para la piel y ...quién sabe qué más cosas puede hacer ese potingue. El caso es que la señora Schimidt pagará unas buenas monedas por este preparadao para las verrugas de su mano y su cara. Pero debes tener cuidado, si es muy eficaz, te acusarán de bruja y ... no es la primera vez que sucede.

Entonces,mientras estás remangándote para poder sacar del fuego el caldero, escuchas un golpe en la puerta.

¿Quién será a estas horas y tan lejos de la ciudad?

 

Notas de juego

Ya tienes el post inicial

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27/07/2014, 15:17
Ara Hildenbrank

Allí se estaba bien, hacía poco que había ido a la ciudad y lo último que había podido comprobar era que la gente, como siempre, mucho aprecio no le tenía. Aún así se sentía orgullosa de no caer en el juego de aquellos ciudadanos que la acusaban de ser algo que no era, todo por saber tratar enfermedades y pequeños problemas corporales que pudieran suceder. No iba a seguirles el juego dejando de atenderles por lo que le pudieran decir o hacer, ella seguía ejerciendo su querida profesión, no solo por amor a ella si no como una manera de honrar a su querida y amada madre, en paz descansase, la cual le enseñó mucho de lo que ahora sabía. Mientras vigilaba que el fuego no se apagase, y se aseguraba de que las hierbas hirviesen junto con el agua, se puso a preparar su cena. No tenía mucha hambre, por lo que cogió un cacho de pan y cortó un triángulo de queso, acomodándose en la silla mientras observaba hervir el preparado para las verrugas de la señora Schimidt, quien tenía la manía de ensuciar el nombre de Ara.

Realmente poco le importaba, tenía lo suficiente para vivir y hacía algo que le encantaba, que era curar a los heridos y enfermos. Lo que dijesen de ella le entraba por un oído y le salía por el otro a no ser que se mencionase a su difunta madre, lo que provocaba la ira de Ara y hacía que quizá durante días no dejase que nadie le dirigiera la palabra ni siquiera para pedirle ayuda. Su madre para ella había sido todo, ella la había criado desde que vio el mundo por primera vez y había sido siempre la luz en su oscura vida, la cual últimamente se iba cada vez más hacia la soledad a causa de la desconfianza hacia las personas que la rodeaban, haciéndole la vida imposible.

Tras terminar de cenar, se acercó al caldero arremangándose y ya dispuesta a sacarlo del fuego escuchó como tocaban a su puerta. "¿Será alguna urgencia? Será mejor comprobarlo cuanto antes" Sacó del fuego el caldero y lo dejó sobre la piedra fría para que enfriase antes de dirigirse a la puerta con mirada de extrañeza. " La gente no suele venir a estas horas tan tardías..." Volvió sobre sus pasos, y cogió el cuchillo con el que había cortado el queso yendo de nuevo hacia la puerta, la cual abrió un poco, dejando quizá tres dedos de visión.

-¿Quien es?-

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28/07/2014, 12:52
Narradora

Abres la puerta y notas un viento helado que es normal en esa región. En la puerta no hay nadie. Nadie de nadie. Al fondo, el bosque está oscuro y ves las ramas tiritar de frio, si es que eso puede sucederle a un árbol.

La rendijita que dejas, te permite ver un poco de luz de luna sobre la madera de tu entrada, distinguiendo una silueta cuadrada del tamano de un palmo por un par de palmos.