Partida Rol por web

Te ocultas en las sombras de un árbol. Hace frío. Por ahora puedes pasar desapercibida, siempre que no tengan perros. O eso esperas, que no los tengan. En tal caso, te tocará ir al río, pero hace un frío que mata pingüinos. No es una buena opción y más con esa falda y ese corsé que no te quitaron tras la actuación.

- Ha tenío que ir por argún lao - se escucha la voz en el campamento, ademas de barullo.

Es cuestión de tiempo que te cacen como cazan a un zorro. O a una zorra. En el buen sentido, claro.

Me apoyo con ambas manos en el árbol, usando mi fuerza interna para mantenerme serena, con mi respiración a un ritmo, sin hacer el menor ruido aunque mi corazón retumbe en mi pecho.

De nuevo el bastardo vuelve a hablar, pero ahora le acompañan otros ruidos. Aquello me hace preguntarme cuantos han ido con él y qué tan lejos me llevaron de mi familia.

El hogar de los gitanos no es la tierra. Un día será un pedazo, al siguiente otro, en un viaje de pueblo en pueblo. A donde están mis hermanos es a donde tengo que regresar. Por esta vez tengo la única certeza de que si me vuelven a atrapar no los volveré a ver.

Mis prendas continúan ajustadas a mi figura. Si continúan acercándose no tendré mucha opción. Intento pensar en qué hacer, pese a los momentos frenéticos que pese a mi silencio no me traen calma. El río es demasiado frío, pero si me quito la falda, la escondo, y me sumerjo, es menos probable que me atrapen.

No tengo mucho tiempo, ni opciones. Si me buscan con esa insistencia, es por algo. Dejaré mis zapatos y, si lo logro, la falda en algún hueco entre la hierba o un árbol, y soportaré ese río.
 

Te quitas la falda quedándote en esos calzones blancos tan bonitos que usas para deslumbrar a los hombres en la actuación, pero que para la noche, no es lo mejor. Aún así, tienes razón, las monedas que tintinean cosidas al bajo de tu falda, no te ayuda nada al escape y te podrían detectar.

Pero ... es tu mejor falda. Vas a tener que trabajar para coserte otra de nuevo.

El río... en enero está helado por esos lares, lo que te permitiría escapar por ahí, pero no sumergirte a menos que quieras morir, esta vez congelada.

Sigues escuchando voces de fondo. Te fijas que hay unos matorrales al otro lado de la orilla.

La ropa interior es tan blanca que bajo la luz de la luna es casi deslumbrante, pero en estos momentos el ruido habría sido peor. Mientras avanzo, observo al río. El frío no me ayudará, y al saltar puedo hacer el ruido suficiente para que me descubran.

Del otro lado hay matorrales. Podría usarlos a mi favor, pero no puedo avanzar mucho más sin cruzar o sin que me encuentren. Si voy a hacer algo, será después de que se alejen.

Busco un lugar donde esconderme de nuevo, así sea a la sombra de un árbol, una zanja o algún matorral.

En el lado en el que estás no tienes nada, pero has visto el matorral en el el otro lado que no te asegura que te proteja de nada, pero si está oscuro y consigues ocultar los calzones, lo mismo tienes una oportunidad.

En este lado del riachuelo encuentras piedras, bayas y piñas.

Y en el centro el río helado con una capa que te parece lo suficientemente grande como para pasar por encima

El peligro dominan cualquier temor que pudiera albergar. El espíritu trabaja únicamente para escapar, sin temer otras consecuencias. Los peligros, por ahora, confío en sortearlos si los tuviera que enfrentar, pero hay algo aun peor que la naturaleza: los hombres. Los bayos son crueles.

Comienzo a cruzar.

Al principio pareces temerosa, pero finalmente, consigues cruzar sin problemas, eso si, muerta casi de fui por la escasez de ropa y las temperatura invernales. Pero eso es siempre mejor que perder la virtud a manos de un hombre no puro.

al pasar esa zona de río y bosque comienzas a reconocer un poco el camino. Hay una bifurcación frente a ti, sabes que un lado te llevara a una zona bastante inhóspita de la región donde escuchaste hablar horrores. La otra sigue por el bosque. 

Escuchas los ladridos de los perros pisándote los talones

El agua es como si me rasgaran las piernas. Aprieto los dientes mientras cruzo. Me estremezco por culpa del frío, pero entonces pienso en mis hermanos, en que si escapo aun puedo regresar, en que aun puedo sobrevivir, y sigo. Los perros no están lejos, tengo que darme prisa.

No voy a escapar del relámpago para llegar al trueno, por esa zona no voy a ir.

Tampoco sabía que tenían perros. Mi corazón quiere escapar de mi pecho. A los hombres los puedo eludir, pero a estos otros animales no. Soy sigilosa, se me da bien la actuación y el espectáculo, pero no trepar árboles. Si no los pierdo ahora, soy perdida.

Además de la doncellez, puedo perder la vida, o peor aún, la libertad.

Los ladridos de perros provienen ya de varios flancos y ves luces.

Entonces, por sorpresa unos brazos fuertes te agarran por detrás, tapándote la boca y tirando te ti hacia un lugar menos visible.Escuchas una voz masculina susurrando en tu oído.

- Te tengo preciosa. Más te vale no gritar, si no quieres alertarlos

¿Que te tenía? Eso no podía ser posible...pero ¿qué espectativa era mejor?

Todos mis músculos se paralizan al ser atrapada. Creí que eran los mismos de los que habían escapada, e intenté removerme, pero su agarre era demasiado fuerte.

No sabía que quería de mí, y la forma en que me había apresado me hizo temer lo peor. Me llevó a un lugar más apartado y oscuro, lejos de los otros, pero no disminuyó mi miedo ni un ápice.

No grité, porque lidiar con uno siempre es más fácil que lidiar con dos, pero sigo temiendo por mí.

- A saber que ha hecho una preciosidad como tu, para que la persigan. ¿les has robado, gitanita? - entiendes un poco de deseo en la voz, pero también preocupación - Encomiendate a mi y yo podré salvarte. Dicen que sois muy fogosas

seguias escuchando perros y pasos, así como voces, alrededor tuya. 

- Decídete pronto, no queda mucho tiempo

Robado si, pero en este caso y por desafortunada vez la hurtada fui yo.

De nuevo se abre ante mí la encrucijada. Podría intentar de nuevo liberarme, pero haria un escándalo y me pondría en evidencia ante los bayos de los que vengo huyendo.

Uno contra varios... la opción parece ligeramente obvia.

No me gusta la forma en que me habla, y menos en la que me sujeta, además de que se ve de cuidado. Podría ser más fuerte que los otros. Pero si me libero de él, luego de que marchen los demás, es siempre más fácil correr u ocultarse de uno solo.

- Vamos preciosa - te susurra al oido con un aliento cálido y dulzón - A mi lado...a mi lado no te pasará nada. 

Era mucho mejor que el gitanica o que los payos esos que al parecer, dios sabe lo que querrían hacer contigo. 

- Una palabra y te los quitaré de encima. Pero si no dices nada, daré el grito de alerta y vendrán con sus sabuesos - está demasiado cerca de lo que sería cortés y más para tí.

Tengo que preguntar, necesito preguntar, porque con sus palabras mi desconcierto es tal que me pregunto si no tomé la desición incorrecta.

Porque si algo he aprendido de los hombres es que son arrogantes. Pero él se escucha tan seguro de sí mismo que de pronto suena aun más peligroso que los otros hombres.

Por primera vez, siento aquello que casi nunca he sentido: miedo.

Por temor más que por convicción, susurro.

- ¿Qué es lo que quieres?