El ambiente húmedo se encontraba impregnado del olor característico de la sangre, todos comenzaron a verse mutuamente para comprobar el estado de salud o alguna nueva característica que pueda presentar una amenaza para la vida de esa persona. Un golpe se había escuchado de cerca, pues tras de un árbol que tapaba la vista se encontraba Malaqgoron luchando contra alguien a quien no habían visto antes, se trataba nada menos que de un miembro del clan Yiga y sus ropajes no correspondían a los de un asesino cualquiera pues este se notaba más fuerte. Para sorpresa de muchos todos se encontraban allí.
El maestro Yiga combatía contra Malaqgoron a muerte quien había caído por una ráfaga de viento que produjo la espada del maestro, iba asestarle el golpe final cuando en el medio se interpuso el cadáver de Elwer Dugarion para defenderlo, llevándose así la pena extrema aunque no era nada nuevo para un cadáver. El maestro había recibido daño por parte de los afilados huesos de Elwer haciéndolo retroceder y al percatarse que algunas personas, al menos los que no dormían, se encontraban viendo atónitos aquella batalla. El maestro Yiga lanzó una serie de shuriken que rozaron a los observadores y algunos otros fueron a parar a varios árboles, lamentablemente uno de ellos dio a Zejin en el hombro haciéndolo gritar del dolor, cuando voltearon de nuevo para ubicar al asesino este ya no se encontraba ahí, y así los rayos del sol que escapaban tras los escasos espacios entre las nubes grises dieron la bienvenida a otro día.
- Que entretenido, aunque creo que es demasiado pronto para armar jaleo. – dije mientras me acercaba a donde se habría producido la pelea y daba un bostezo grande. Mis tripas rugían, era hora de comer. Tras dar unos pasos por el lugar me acerqué al cadáver, que ya no se movía, y cogí el hueso más grande de todos para luego apartarme y empezar a rumiarlo.
- Para ser un viejo está bastante sabroso, aunque los prefiero más jóvenes. Cuando se hacen mayores los huesos pierden el sabor, y lo malo es que a este no le queda nada de carne. Tendré que ir a caza algo.
La ardilla apareció de improviso, correteando entre las piernas de los supervivientes reunidos y encaramándose a la cabeza de Malaqgoron, el más fuerte del grupo.
-¡No os fiéis de quienes más inocentes parecen! -exclamó, con una aguda vocecilla-. ¡La maldad podría ocultarse incluso bajo la apariencia de un niño! ¡Tenéis que salir de la aldea mientras aún estáis a tiempo! ¡Él os destruirá a todos si os quedáis!
No todas las noticias eran buenas, pues cuando Malaqgoron se reincorporaba había notado algo que le hacía arrugar la cara del dolor, pues un tajo muy grande atravesaba su estómago verdoso. Malaqgoron cayó produciendo un pequeño temblor en la tierra así como el sonido del golpe al caer que retumbaba los oídos de los aldeanos.
Sientes muy de cerca a una persona a la que tus ojos no logran ubicar, un escalofrío repentino que fue la premisa a una sensación punzante, el dolor se acentúa cada vez más y más y no tardas en darte cuenta que alguien te ha cortado en el costado derecho del torso y la sangre no paraba de brotar de tu herida.
Debbrunia no podía parar de temblar mientras mostraba un rostro consumido por el terror
-¡Malaqgoron!- gritó con dolor mientras se aproximaba al goron, si bien este no le daba confianza plena lo veia como un hermano respetable de su clan además de parecerle el más fuerte del grupo, su partida le llenaba de dolor y miedo, haber presenciado la pelea con el maestro Yiga le dejaba muy en claro que el final que sentía cerca no lo estaba...
Estaba desolado.. sentía que había perdido no solo a un compañero, desgraciadamente a un compañero de desventura, pero también a un amigo, al menos a un amigo incipiente. Y, por lo muy hosco que había sido, al final defendiéndonos todos había dado prueba de su verdadera naturaleza, del corazón de oro que latía en su pecho.
“Malaqgoron no habría querido que desperdiciemos nuestro tiempo llorando su traspaso, sino que nos esforcemos hallando el culpable. Compañeros, si algún tiene pistas, si algún tiene sospechas, que las diga para guiar a los demás en su voto, porque yo no puedo guiar a nadie. Zejin, por favor, habla! Y todos que sepan algo, que hablen. Ya habiendo votado en el mismo sentido pudimos acabar con el penúltimo Yiga – tenemos que poner otra vez un voto en común para dar con el último, pero para esto… necesitamos información, al menos yo la necesito.”
La ardilla escucha las palabras de Weirton y, rápidamente, se dirige hasta Debbrunia, comenzando a saltar sobre su cabeza a la vez que emitía un agudo chillido, como si estuviera pretendiendo mandar un mensaje.
-¡Hoho! Aquel que tiene la reliquia estará acaso limpio de sangre, o se la abran robado? -Dijo el tercer animal en discordia, pues el al igual que otros era sabedor de quien recogió la reliquia en las ruinas.
Debbrunia miro a la ardilla con curiosidad
-¿que pasa pequeña?- Pensaba que la ardilla no iba a contestarle realmente pero en estos momentos quería darle importancia a todas las creaturas con las que estaba conviviendo y quiensabe tal vez la pequeña ardilla sería la más cuerda de todos los animales presentes porque el lobo y el buho claramente solo sentian odio hacia el grupo y en estos momentos la cosa estaba para mantenerse unidos no separarse más
-¡Tienes que salir de la aldea, antes de que él decida atacarte! -rogó la ardillita, con voz chillona, correteando por los brazos de la goron-. ¡Tus amigos no estarán seguros mientras permanezcan aquí, tienes que salvarlos!
Debbrunia se sorprendio al escuchar a la ardilla hablar
-oh vaya... uhm la verdad yo también quisiera acabar con esto, salvar a todos e irme, pero les he dicho a tus compañeros que no es tan sencillo, la maldición nos obliga a permanecer aquí- dijo Debbrunia con desanimo mientras colocaba a la pequeña ardilla en una de sus manos y le acariciaba la cabeza con un dedo -yo propongo pequeña que animales y viajeros trabajemos en equipo para encontrar al Yiga que falta y por mi goromadre que nos vamos todos de acá y no volvemos a perturbar la naturaleza, mas que quiza robándole una o dos roquitas- al decir esto el estomago de Debbrunia soltó un crujido, ya llevaba rato sin comer nada y el stress siempre le abría el apetito
No podía aguantar más el sufrimiento que nos echaban, a los cazatesoros, en cara de haber causado a los demás con nuestro afán por las reliquias – los animales se nos lo echaban en cara.
Me fui al cuerpo de Malaqgoron yaciendo muerto y saqué las dos estatuillas de su bolsillo. Murmuré: “Amigo, tú me comprenderías, me temo que estas reliquias, en lugar de darnos la llave para poder acabar con la maldición, solo nos han traído desgracias.”
Me acerqué al lobo y al búho y puse las estatuillas delante de ellos. “Tomadlas y hablad. Hay alguien más entre nosotros, los cazatesoros, que tiene une reliquia, y estoy seguro de que la entregará también una vez que haya cumplido su uso, porque ella sí tiene un uso bienhechora para todos nosotros, y que ya conocemos nosotros los cazatesoros.”
A mis compañeros les expliqué: “Me temo que los últimos ataques quizá no hayan sido sólo obra del último poseído de los Yiga, sino que también nos hicimos más enemigos aún sacando las reliquias de este lugar. Como Malaqgoron, ya declaré abiertamente ante vosotros que igual que él buscaba reliquias aquí. Mi intención siempre había sido ponerlas en uso para acabar con la maldición, pero veo que es probable que me equivoqué, que causé aún más trastornos tomándolas. Así que los devuelvo a la naturaleza de este lugar.”
*UUUUUIIIIIIII* - Emitió un gruñido un nuevo animal uniéndose a la extraña comitiva.
Iros de aquí *HHGGF HHGGF* no sois bien recibidos
Las lágrimas por la inesperada pérdida de Malaggoron apenas dejaban hablar al niño:
-Yo no tengo gororreliquia alguna, y además soy inocente. Bastante tengo ya con estar goroherido, ¡solo quiero volver a mi gorocasa! No sé quién puede ser el goromalo, ¡ojalá tuviera algo para saberlo!
Tras ver cómo herían de gravedad e incluso mataban a mis compañeros de viaje, un reflejo cegador pasó por delante de mis ojos. Cadáveres, vidas, almas que habían sido despojadas de sus cuerpos. La gota que colmó el vaso fue el llanto de Goronleone, que me trajo de vuelta a la realidad. Resoplé muy fuerte una y otra vez, casi hiperventilando. Había que salir de aquí. Cuando vi que Goronleone seguía llorando, decidí acudir a su socorro.
-Ea, ea. Ya está. -dije, mientras me agachaba y lo rodeaba con mi brazo- No pasa nada, todo esto se va a terminar muy pronto. Tranquilo.
Sin moverme de mi posición, grité a aquellos animales.
-¿Quieren que nos vayamos? ¡Si lo intentamos, la tormenta acabará con nosotros! ¡Déjennos ir a casa de una vez, y todo se acabará! -grité, entre lágrimas-
-¡Hoho! Faltan aun faltan. -Contesto a Weirton. -Llevaros vuestra muerte fuera de aquí, devolver lo robado. -Aleteo.