Ashley no cabía en sí por lo que estaba viendo. - ¿Zac? ¿Mi facultad? Pero... ¿Quién es ese tipo? - no podía escuchar la conversación, no podía entender muy bien lo que estaba pasando y aunque aquél doctor le estaba dando una mala espina terrible, sus excéntricas ideas parecían estar llevándola a ver lo que era su vida pasada. ¿O estaba ahora en una alucinación y los chispazos la estaban despertando?
Como fuera, cerró el puño. - Ya que me has taladrado el cerebro, quiero ver la peli a todo color y con audio. - la adrenalina de Ashley estaba por las nubes, su ritmo cardíaco se disparó, pero aún con todo miró con determinación al Dr. Agon. - ¡Más voltaje!
¡Mola! - comentó con una gran sonrisa que nadie pudo ver, pero por su tono era evidente. - Ya habéis oído, más potencia. - dijo a los encargados del voltaje, quienes parecían reticentes a darle al botón para subirlo. - Oh venga ¿os da miedo freirla? ¡La estamos curando! ¡Incluso ella quiere que la curemos! ¡Tenemos su consentimiento!
Chascó la lengua, molesto y sin darle tiempo a los demás a hacer o decir nada, él mismo se dirigió a subir un par de voltios. Fue entonces cuando Ashley empezó a ver todo más claro... Demasiado claro incluso.
Aún con la anestesia, el dolor que sentía Ashley en la cabeza era horrible, un dolor provocado por su propio cerebro, por los electrodos y por intentar juntar las dos realidades en las que vivía, algo que la anestesia no podía paliar. Se levantó del tirón de la silla con un vómito, sacándose a la fuerza con el impulso del movimiento los cables de su cabeza. - ¡Limpieza en pasillo tres! - bromeó el doctor, quien parecía haber disfrutado un montón con todo aquello.
Pero al poco entró en el lugar una mujer trajeada acompañada del padre de Ashley.
¡Cabronazo! ¡¿Qué le has hecho a mi hija?! - gritó realmente enfadado, alzando un dedo acusador hacia el doctor Agon. - Aprovecharte de una pobre chiquilla confundida para realizar tus macabros experimentos ¡debería darte vergüenza!
La mujer se interpuso entre él y el Doctor Agon, evitando así que ocurriera ningún tipo de conflicto. - ¡Señor Hill, tranquilícese! ¡El Doctor Agon es uno de nuestros mejores doctores, estoy segura de que ha ayudado en lo posible a su hija! - se giró con una mirada apenada hacia la joven, buscando en ella algo de apoyo.
Sentía que la cabeza le iba a explotar. Su estómago indicaba que no estaba en las mejores condiciones, y su cerebro le decía que las cosas iban de todo menos bien. A pesar de todo, aquello que había soñado se sentía real... Demasiado real. No sabía por qué, pero empezaba a creer toda esa parafernalia de Ashleys dispersas por múltiples líneas temporales, y lo que era aún más sorprendente, le daba una explicación más racional al asunto que simplemente decir que se había vuelto loca.
Cuando vio entrar a su "padre", lo que quería era de todo menos gritos en la sala. — ¡Basta! - chilló, un poco más alto de lo que pretendía. Aún tenía las neuronas algo fritas, literalmente. — Es un hijo de puta sádico y ególatra, pero al menos algo ha hecho. Ya me encuentro mucho mejor - mintió, mirando aun así con desprecio al doctor y a la mujer que intentaba defenderle. — Pero su forma de actuar deja mucho que desear, doctor. Dudo mucho que sea el protocolo estándar cuando dijo que literalmente "no tuvieran miedo a freírme el cerebro". Además, aún no recuerdo todo. Si es amnesia, desde luego no me la ha curado - mintió una vez más. Comenzaba a salirle natural, y sentía que de ahora en adelante tendría que hacerlo mucho para que no sintieran que había más cosas raras. Eso de actuar como la otra Ashley le repugnaba, pero tendría que aprender a hacerlo.
Al Doctor Agon parecía que no le importaban los comentarios de Ashley, al menos no todos. - ¿Ve? ¡Está mejor! Si no fuera por mí... - comentó con un tono que denotaba superioridad, sarcasmo, pero sobre todo, interés. - Pero hay que seguir tratándola, como ha admitido, no se ha curado del todo.
Se cruzó de brazos, arqueó una ceja y miró a Ashley. - Aunque si ella no quiere estar aquí, tampoco la puedo retener. Si te quedas, podemos seguir descubriendo cosas interesantes, como hasta ahora. - una pequeña sonrisa apareció en la cara del doctor, entonces miró con picardía a la mujer de la habitación. - Que sepas que todo lo que hemos hecho está firmado y documentado, esta chiquilla es una valiente, así que no he tenido que saltarme ningún procedimiento legal. - rio, entonces se aclaró la voz. - Por motivos legales, debo decir y asegurar que nunca me he saltado ningún procedimiento legal. - comentó, aunque cualquiera podía ver que no estaba muy convencido.
¿Y bien? ¿Qué dices? - la seguridad de estar allí encerrada en el hospital le daba a Ashley la oportunidad de seguir descubriendo cosas nuevas sin tener que arriesgarse a pasarse fingiendo ser otra persona, por otra parte, le limitaba mucho la libertad a la hora de realizar actividades en aquél mundo que ahora sabía que no era el suyo, aunque si muy parecido.
Ashley no daba crédito a lo que estaba oyendo. ¿Aquel individuo pretendía seguir experimentando con ella, con esa sonrisa sardónica y una autosuficiencia que no cabía en la sala? Si su ego fuera una manifestación física, seguramente todos los presentes estarían ahogándose.
— ¿Usted quién diablos se cree que es? ¡Ni loca me quedo en sus manos! No crea que por haber accedido a ser su conejillo de indias una vez lo seguiré haciendo después de cómo se ha portado conmigo. Si tengo que seguir un tratamiento, será bien lejos de usted.
Con ello dicho esperó a ver qué pasaba con ella. Su "padre" estaba allí, de manera que el doctor no podría seguir haciendo presiones para que se quedara y pudiera hacerle más cosas a su cuerpo, pero al menos ya tenía la excusa que necesitaba para sus comportamientos raros que no concordaran con la otra Ashley. Una pérdida de memoria usualmente siempre solía explicar todo, y quizá podría aprovecharse de ello en un futuro no muy lejano.
Bueno, pues asunto arreglado ¿no? - dijo intentando calmar los ánimos. - Que Ashley, quien ya parece encontrarse algo mejor tras la ayuda del Doctor Agon, vuelva a su hogar y el Doctor Agon que trate a otros pacientes. - mientras hablaba, intentaba separar a los dos, devolviendo a la chiquilla junto a su padre.
El Doctor Agon por su parte, solo levantó los hombros, como si no fuera con él la cosa. A quien parecía que si que le importaba mucho el tema era a Martha Wheeler, quien estaba en la puerta esperando con los brazos abierto a Ashley. La abrazó fuerte y le miró su vendada cabeza, pues si bien el taladro era minúsculo, era conveniente tener bien cubierta la perforación. - Que barbaridad... - murmuró.
Le acarició el pelo e intentó buscar su mirada. - Al menos ahora ya estás mejor ¿verdad? Ahora a casa a descansar y a ponerse mucho mejor, no te preocupes por las clases. - le comentó con una sonrisa, aunque se notaba una gran pena en su mirada, para finalmente separarse de ella y enviarla junto a su padre.
George Hill, quien agarró de la mano a su hija, se marchó cojeando y bastante cabreado de aquél hospital, aunque sin quejarse pues después de todo habían ayudado a su hija, aunque de una forma bastante desagradable y grotesca.
Cuando subieron ambos al taxi (pues su padre ya no podía conducir por la pierna), finalmente resopló resignado. - Cielo... - comentó. - ¿Por qué no me has avisado? Sabes que eres lo más importante de mi vida y que cuando tenga que parar el mundo por y para ti, lo haré. - le puso una mano en la pierna a su hija. - Cuéntame todo lo que necesites ¿vale?
Este será tu último post, intenta hacer todo lo que quieras antes de irte a dormir, dentro del escenario en el que estás.
Estaba contenta de marcharse al fin del hospital, no lo podía negar. Había sido una experiencia horrible, aunque provechosa, pero no quería volver a repetirla ni por todo el dinero del mundo. Cuando salió y vio a Martha que la esperaba con esa ternura sintió una punzada de celos por la otra Ashley, pero recordó que igualmente no era su vida, y la suya propia no estaba tan mal. Agradeció con un gesto de la cabeza la preocupación de la profesora y trató de sonreír lo mejor que pudo.
Una vez en el taxi, hablando con su padre, tuvo que pensar durante unos instantes cómo hablaría de ahora en adelante con él. Quizá era buena idea dejar en claro que podría tener ciertos comportamientos... erráticos. — No lo sé, papá... Para mí era todo diferente desde esta mañana. Sentía que era yo y al mismo tiempo no era yo. La amnesia quizá me vaya haciendo estas cosas de vez en cuando... - Hizo una pausa, tragando saliva. A pesar de que no fuera su padre como tal, se veía exactamente igual, hablaba con la misma voz, y aunque había diferencias notables entre uno y otro... Al final no podía evitar pensar que era su padre. Se lo tenía que repetir muchas veces a sí misma para tener presente que su verdadero padre estaba en otra dimensión. — Intentaré recordar pronto, pero no sé cuándo eso pase. Es como si tuviera lagunas, todo entremezclado en mi cabeza. Tengo... miedo.
Ahora que lo había soltado se sentía mucho más tranquila. Hasta ahora había actuado valiente, intentando no ver lo jodido de su situación, pero ahora que se había desahogado veía lo perdida que estaba realmente. Indefensa ante los designios de aquella otra Ashley, si es que la historia que había decidido creer no era mentira. Rezaba por que Ben encontrara la solución, fuera como fuera. Y mientras tanto, intentaría encontrar la solución por su propia mano.
Una vez llegó a casa, le dio un beso en la mejilla a su padre y le dijo que necesitaba descansar un poco. Aún le dolía la cabeza, y echarse en la cama no sonaba como un mal plan. Sin embargo, con la posibilidad de que al día siguiente no se levantara en aquella habitación, dejó un mensaje escrito bajo la almohada, para que su padre no lo encontrara por si le daba por entrar en la habitación de noche para ver cómo estaba. En él, se comunicaba con la posible Ashley que llegara a su línea dimensional.
Si estás leyendo esto, es que yo, Ashley Hill, ya no estoy aquí. No sé de dónde vengas ni quién seas, pero espero que intentes arreglar esto como yo. No tienes que ir a la uni, tienes una buena excusa. Alega amnesia o que te encuentras mal, y ellos entenderán. Solo no llames demasiado la atención, y busca la forma de que esta locura pare. Sé que hay alguien por ahí que se llama Ben, un tipo con traje y pelo negro. No lo conoces, pero yo a él sí... más o menos. Quizá él te pueda contar más. Ojalá pudiera ayudar más en esto, pero espero que tú, seas quien seas, tengas más suerte.
Atentamente,
Ashley Hill
La preocupación de su padre era notoria ante las palabras de su hija, pero intentó mantener una sonrisa para no contagiarle dicha preocupación a Ashley y así de paso, intentar animarla con su presencia y apoyo. Pero era evidente que estaba siendo bastante duro para él también, no le gustaba ver sufrir a su pobre hija.
Una vez en casa, Ashley se sintió más cómoda en un cuarto que era exactamente igual que el suyo, pero con las suficientes diferencias como para hacerle ver que no estaba aún en su casa. Tras escribir la nota, a Ashley solo le quedaba un asunto pendiente, descansar y recuperarse de aquél día tan duro y movido.
Al menos había tenido la suerte de comprender un poco de que iba todo aquello, pues si más Ashleys estaban en aquella situación, podía tener por seguro que no iban a tener las cosas tan claras como ella, a pesar de que no es que las tuviera muy claras.