Despertó, como siempre, en su habitación usual. ¿Cuánto tiempo habría pasado? ¿Sería siquiera su línea de tiempo y mundo anterior? Echó un ojo al móvil que descansaba sobre la mesita de noche, y suspiró aliviada. Solo habían pasado dos días. Se tomó unos momentos para revisar los mensajes de texto, intentando sacar algo de información de ahí. Zac estaba contento de que le hubiera pagado los cincuenta pavos que le debía; seguramente había conseguido vender los apuntes de filología que hizo toda aquella noche. También tenía mensajes del tal Kyle Wood, del que ahora sabía más cosas... por otras Ashleys. Parecía un buen chaval, y si bien no era su tipo... quizá podría ser un buen amigo, si se esforzaba un poco.
Sonrió con un peso menos encima, sabiendo que al fin Zac la dejaría en paz, siempre y cuando no volviera a comprarle esa estúpida hierba. Tenía que dejarla, por su bien y por el de su padre. Se levantó de la cama, aún temerosa sin embargo. Las experiencias que había vivido, y que se negaba a olvidar, le decían que todo podía ser una ilusión, o que simplemente la "verdadera" Ashley había decidido volver a tomar las riendas de algo que no le pertenecía. Sin embargo, cuando llegó a la cocina y vio a su padre, cojo como siempre y con ojeras por las horas extras, supo que aquellas sospechas eran infundadas.
— Papá... Me alegro de verte - dijo ella simplemente, corriendo a abrazarle con lágrimas en los ojos, lo cual hizo que el hombre la mirara, confundido, aunque correspondiendo a su gesto con un infinito cariño y ternura. Se quedó así un momento, escuchando a su padre preguntarle si todo iba bien, y entonces se separó, sonriendo y enjugándose una lágrima del ojo. — Sí, todo bien. Solo ha sido un mal sueño...
Desde aquel día volvió a su vida normal. Decidió esforzarse más en la carrera de filología, atendiendo ahora a las clases del señor Preston y otros profesores, alejándose cada vez más de su vida pasada. De vez en cuando sentía el mono por la maría, pero se mantuvo firme en sus convicciones, e incluso asistió a grupos anónimos de ayuda para gente con dependencia. Allí conoció a otras personas que, desafortunadamente, habían acabado mucho peor que ella. Y eso la ayudaba a continuar con una vida más o menos sana, por mucho que la tentación estuviera ahí, durante un tiempo.
Acabó por contactar también con Verónica, agradeciéndole su ayuda, a pesar de que esta Verónica no la había conocido nunca. Si había conseguido lo que había conseguido había sido gracias a ella, incluso si no había sido "esa" Verónica la que le había ayudado. No obstante, tanto David, como Banes y ella conocían los entresijos del diario. Con toda la situación bajo control, Ashley le explicó a la rubia lo que había pasado, omitiendo los detalles más macabros o delicados, al final solo contándole lo más superficial. Ella entendió con su actitud repelente de siempre, pero Ashley tenía la sensación de que, eventualmente, se llevarían bien ahora que no pendían de un hilo sus destinos.
Así, más o menos, Ashley Hill (al menos la de este mundo), tuvo un desenlace feliz. Seguían teniendo problemas, como la cojera de su padre, o la cantidad desorbitada de horas extra que hacía para mantenerla, a ella y a él, con un nivel de vida decente. Y muchos más problemas que surgirían en el futuro, por supuesto. Pero ella estaba lista para afrontarlos. Había aprendido mucho de todas esas Ashleys, de las experiencias que había vivido. La habían marcado de por vida, para bien y para mal.
Por todo esto, el que maneja los hilos de Ashley decidió cortarlos al fin, dejándola a su libre albedrío. Ya le había dado todo lo que podía darle: un final feliz. Quizá no digno de cuento de hadas, pero feliz al fin y al cabo.