La conversación con Irati me estaba dejando más pensativo y meditabundo de lo que en mí era habitual, y también más silencioso. No supe entender cómo me hacía sentir el hecho de que le sorprendiera que pensase en no volver prácticamente a verla al saber de su intención de convertirse en una deidad. ¿De verdad era algo así tan sorprendente? ¿Se suponía que me daría igual? La idea de que esa fuera la imagen que proyectaba de mí mismo terminó por preocuparme.
¿Tan despreocupado e insensible parecía?
Tampoco me pasó desapercibida la broma que me gastaría al hablar de la forma de ayudar a su madre. ¿Que creía que la conocía más? Puede que sí, que ese fuera el problema. Realmente, tampoco nos conocíamos tanto. Éramos compañeros de armas, habíamos compartido mucho, pero no nos conocíamos tanto en realidad. A veces, las relaciones más firmes no se basaban en el conocimiento, sino en las experiencias compartidas. Sin embargo, en aquella ocasión tenía la sensación de que lo que no conocía no era a Irati, sino la situación en que se encontraba.
- No pensé que hubiera prisa. -Indiqué encogiéndome de hombros- No se gran cosa de dioses, pero pensaba que su tiempo se medía en milenios o eones, que unos meses no suponían una diferencia como para que necesitases adelantarte a la oferta de Esus. En cualquier caso, de todos modos no creo que pudiera ayudarte a eso de... buscar. No es mi mundo. Pero debería poder estar de vuelta para cuando tengas la información necesaria para celebrar ese rito, supongo. Eso me lo confirmará mi... padre.
Y me seguía costando llamarle así, aunque suponía que eso cambiaría con el tiempo.
De hecho, terminamos hablando de ello, de presentarle a mi padre una vez lograse recargar el tridente. Aquella inteligencia artificial no se presentaría ante casi nadie, tan sólo ante quienes yo eligiera, y si tenía algo claro es que ese sería un círculo muy cerrado. La mayoría de la gente prefería que ni supiera de su existencia, y probablemente sólo lo mostraría ante mi familia y ante Irati y, llegado el caso, a Marcos. Y sólo por no darle de lado completamente, no porque realmente me hiciera una especial ilusión que el mago conociera a mi padre. Aunque igual sí me interesaba que mi padre supiera quién era, ya que éramos compañeros.
Eso me llevó a recordar que debía ir en busca de esos restos para dar con la forma de recargar el tridente, motivo por el que Irati me liberó de ese abrazo que terminamos compartiendo, disculpándose innecesariamente y quejándose de haberla hecho ponerse sentimental, como si fuera algo mal, y bromeando con tener una reputación que mantener.
- Oh, una reputación... -Repetí con cierta sorna- Vas a tener que hablarme de esa reputación, a ver si voy a ser el único que no la conoce. -Le seguí la broma, sujetándola suavemente del brazo cuando hizo el amago de comenzar a caminar- Espera un momento. Siempre te acabas mojando cuando estás conmigo. -Le dije, señalando que al abrazarme, y estar yo aún mojado por mi paso por las aguas del lago, se le había mojado la ropa y parte del pelo. Puse la mano delante de su pecho, por supuesto sin llegar a tocarla, y me concentré en el agua. Al instante, pequeñas gotas se fueron concentrando y deslizando por sus ropas y por el pelo, disgregándose y comenzando a flotar separándose de ella y flotando alrededor de mi mano. En unos instante, Irati volvía a estar seca, y la humedad que había tenido adherida era ahora una pequeña esfera de agua que flotaba sobre la palma de mi mano, la cual se precipitó al suelo cuando aparté mi mano de bajo ella- Ya está, carallo. Te sienta bien mojarte, pero se que te incomoda. -Le dije con una media sonrisa, disponiéndome a caminar, ahora sí, fuera de aquella selva- También te sienta bien ponerte sentimental.
Me sorprendió mucho que a André le pareciera que el ayudar a mi madre era algo que no corría prisa, pero al explicarse entendí lo que quería decir. El atlante daba por hecho que para mi madre unos cuantos meses más no supondrían gran cosa. Aquello era algo que no sabíamos en realidad, porque yo tampoco lo sabía, pero independientemente de eso… ¿Qué había de mí? ¿Se suponía que tenía que aguardar durante meses a que quizás aquel otro dios diera con un ritual que tampoco sabía si sería suficiente? Puede que a Astarté le dieran igual un puñado de semanas más, lo desconocía, pero a mí me corría prisa que se recuperara.
Pero callé, después de todo, André me dejó claro pronto que no creía poder ayudarme, ¿así que para qué insistir en que para mí era importante encontrar aquella información cuanto antes? Aquello sólo haría que se sintiera peor, y no quería eso. Sólo esperaba que realmente no hiciera falta conocer el mundillo de los dioses para encontrar aquella información como André parecía creer, y es que tampoco yo lo conocía. Sabía algunas cosas, pero entre lo que había tardado en enterarme de que era una semidiosa, y la aversión hacia las deidades que había desarrollado desde entonces… Esperaba que aquello no fuera un requisito indispensable.
Si no, estoy jodida.
Me alegraba que el gallego pensara que podría estar de vuelta para cuando consiguiera aquella información necesaria para el ritual, así que terminé sonriendo tras haberme tornado algo preocupada; aun cuando como también señaló André, aún no había certezas acerca de cuánto tiempo podía llevarle su visita a aquellas ruinas.
Terminamos fundidos en un abrazo, habiéndome hablado Sansón de la posibilidad de mantenernos en contacto mientras tanto y de conocer a aquella versión virtual de su padre, algo que había recibido como una especie de honor. Pero llegó el momento de separarnos, instándome mi compañero a continuar en busca de la fuente de alimentación para su nuevo tridente. Fue al soltarle de forma algo repentina que acabé haciendo mención a que estaba provocando que me pusiera sentimental, bromeando con el hecho de que tenía una imagen de dura que mantener.
André en seguida me devolvió la broma, negando que existiera la mencionada reputación, y antes de poder contestarle me sujetó del brazo; llevándome lo inesperado de aquel hecho a renunciar a la réplica. Me detuve como me pidió, observando un poco incrédula cómo me había mojado como Sansón señaló que me sucedía siempre que estaba con él. Curiosamente, no me había percatado de ello. Quizás empezaba a acostumbrarme.
Pero entonces hizo algo inesperado más, y volví a quedarme callada, observando con cierta fascinación cómo absorbía el agua de mi ropa y cabello. Resultaba hasta bonito ver cómo aquellas gotas acudían hasta su mano, cómo desplegaba aquel dominio que tenía sobre el agua hasta terminar formando una esfera que acabó dejando caer.
- Espero que no me hayas dejado seco el pelo con tu truquito, mantener hidratada esta melena no es fácil. – bromeé, aunque mi sonrisa se borró en seguida al escuchar a André decir que mojarme me sentaba bien. Sabía que aquello no significaba nada, ahora podía estar segura del todo, pero… Me costaba ver a André como tan solo un amigo, y terminé sintiéndome algo avergonzada. – Tampoco me incomoda tanto. – acabé por decir ante su apreciación, con la boca pequeña, mientras afortunadamente nos poníamos ya en marcha; esperando que así André no se diera tanta cuenta de lo que su comentario había causado, de lo que ambos causarían.
Y es que el gallego aún dijo algo más, haciendo que le mirara sin que dejáramos de avanzar, en aquella ocasión sintiendo cómo llegaba a sonrojarme incluso; lo que causó que llevara nuevamente la mirada al frente casi de inmediato.
- Pues verás cuando me ponga sentimental de verdad. Si ya piensas que me sienta bien con lo poco que has visto… - comencé a bromear en respuesta, tratando de ignorar lo que oír aquello me había hecho sentir. – Te pareceré irresistible. – concluí con una ligera risa.
Tuve que echarme a reír, escandalosamente como acostumbraba con mi vozarrón, al quejarse Irati de la posibilidad de que le hubiera dejado el pelo demasiado seco. No tenía ni idea de si había sido así, a decir verdad. No sabía gran cosa del cuidado del cabello, y desde luego si el mío estaba siempre sedoso y brillante no era porque lo cuidase en modo alguno. Sencillamente era un atlante, mi pelo era así de forma natural.
- Galopina, no deberías pedir peras al olmo, carallo, que no soy un Llongueras de la vida, jajaja.
Aún a pesar de las bromas, parecía que haberle dicho que le sentaba bien mojarse la había avergonzado un poco. Tal vez me había pasado, tanto con eso como al decirle que también le sentaba bien ponerse sentimental. Pero yo era así, me tomaba confianza rápido, y con Irati tenía ya más confianza que con nadie, a excepción lógica de mi propia familia.
Tampoco es que pareciera que le hubiera molestado, y es que mientras nos poníamos en marcha advirtió con la boca pequeña que tampoco mojarse le incomodaba tanto. Puede que fuera una estupidez, de hecho seguro que lo era, pero mojarse era una parte fundamental de lo que yo era, de mi naturaleza. Que para Irati pudiera ser incómodo algo que para mí resultaba fundamental resultaba... incómodo, valga la redundancia. En cambio, saber que no la incomodaba, o no tanto, me hacía sentir... no sabía cómo, pero bien. Quizás demasiado bien, porque terminé mirándola de medio lado con una sonrisa que me pareció estúpida, y que me apresuré a borrar con un carraspeo. Al menos brevemente, hasta que bromeó con lo irresistible que sería si se pusiera sentimental de verdad.
Algo de lo que, por alguna razón, me era imposible dudar.
- Carallo, nos pusimos un poco sentimentales en tu sofá y casi acabamos quedándonos dormidos. -Le recordé en tono de humor, algo que no había pasado hacia tanto tiempo- Como te pongas sentimental de verdad, tú vas a ser irresistible, yo voy a ser "grande, cómodo y achuchable", y la siesta que nos vamos a pegar va a ser épica. -Afirmé antes de echarme a reír a carcajadas.
Aquella cuestión del pelo no había sido más que una broma, ni siquiera había llegado a considerar que algo así fuera posible, no al menos sin que André hubiera pretendido hacerlo. Sin embargo, pareció ser que el atlante no había medido realmente qué agua “arrastraba” consigo, algo que compartió a carcajada limpia, bromeando también con el tema. No me preocupó especialmente lo que le hubiera hecho a mi pelo, ya que no parecía tener mala pinta, suponiendo que a lo sumo tendría que ponerme alguna mascarilla extra; pero todo aquel asunto me dejó algo pensativa tras reír con sus comentario.
¿Hasta qué punto puede André extraer agua de los demás?
Aquella cuestión era tan interesante como espeluznante, aunque pronto la abandoné, centrándose mi cabeza y mi pecho en aquellos halagos que el atlante me había dirigido y que llegaron a hacerme sentir avergonzaba; no alcanzando en un principio más que a hacer un breve añadido sobre que realmente no me importaba tanto mojarme.
Pero a pesar de ello, quise retomar la normalidad mientras emprendíamos ya el debido camino, y entre André y yo la normalidad consistía muchas veces en bromear el uno con el otro. Nunca me había parado a pensarlo, pero puede que parte de ello fuera por su risa. Me gustaba su risa. Esa carcajada tan escandalosa, tan sincera, tan…
Tan él.
Así que como cabía esperar, a mi jocoso comentario le siguieron otros de Sansón de igual calado. Me recordó cómo habíamos estado a punto de dormirnos tras ponernos bastante emotivos, lo que me llevó a fruncir el ceño mientras le mirada de reojo, escuchando tras ello cómo bromeaba con lo que sucedería si me ponía sentimental de verdad.
- ¿Casi? ¿Cómo que casi? – reí, encontrándose André aún riéndose a carcajadas. – Nos dormimos… - abrazados... Pensé para mí, recordando aquel momento. Había sido realmente agradable estar entre sus brazos y poder estrecharle entre los míos. La lástima era que aquello fuera algo que no podría repetirse mucho. – Y vale que quieras que no me haga falsas ilusiones, pero decir que te dormirías incluso aunque fuera irresistible… ¡No te pases! – volví a reír, mirándole de pronto con una pícara sonrisa. - ¿Y si echamos una carrera? El que pierda será el “cómodo y achuchable” peluche del otro en la siguiente siesta accidental.
Salió a la carrera, últimamente iba a la carrera siempre, el sitio le resultaba enorme. Escuchó atento las explicaciones de los guardias y asintió con vehemencia. El viaje a la dimensión de bolsillo en otro momento le hubiera sorprendido, pero un ser humano tiene un límite de fascinación y Marcos ya lo había superado con amplitud. Así que fue a la dimensión de bolsillo como si fuera un paseo por el Retiro.
—¡Eh! ¡Eh! Soy Marcos Corso, el mago que acompañaba a los otros superhéroes —gritó a los guardias que vigilaban la posición de André e Irati.
—¿Puedo acercarme? —preguntó sin hacer muchos aspavientos. Estaba incluso dispuesto a usar magia, un par de pequeños portales para acercarse a la posición en la que se encontraban. Aunque temía que si lo hacía sin avisar, los guardias se asustaran o se pusieran violentos. Por eso pidió permiso primero.
Irati no tardó nada en corregirme, de forma inmediata y riendo a carcajadas. Casi parecía yo, riendo así, una versión fina y femenina de mí, mucho mejor. Yo, sin embargo, mantuve una sonrisa cargada de socarronería.
- No, sólo casi. -La corregí negando con la cabeza- Te voy a hacer el favor de no recordar cómo babeabas dormida sobre mí. -Seguí bromeando.
Evidentemente, eso no había pasado. Y si había pasado, yo no había sido consciente de ello, al menos. Había sido una siesta de lo más agradable, juntos en aquel sofá, y nada empañaría eso. De hecho, aunque fuera cierto que mientras dormía hubiera babeado, roncado o cualquier otra cosa, no restaría un ápice de lo especial que había sido.
- Vale, ahí me has pillado, ahí me has pillado... -Me defendí, alzando mis manos, una mostrando la palma mientras que con la otra no podía por estar sosteniendo el tridente- Si tan irresistible fueras, seguro que habría más cosas que hacer que dormir, jajaja. ¡Pero también habrá que dormir! ¡Que yo no soy ningún dios! -Exclamé volviendo a reír a carcajada limpia.
Mis risas se desvanecieron finalmente, por la sorpresa no únicamente de la sonrisa llena de picardía de Irati, sino sobre todo por su propuesta más que inesperada. ¿Una carrera? ¿Corriendo? Era como si yo la retase a nadar, no tenía mérito ninguno. Al menos, eso sí, la derrota no suponía ni mucho menos un precio que no estuviera dispuesto a pagar. Más bien al contrario, casi parecía un premio para el perdedor, tanto como para el ganador.
- ¿Correr? ¿En serio? -Indiqué enarcando una ceja, sonriendo a mi amiga de forma divertida- Si querías que repitamos la siesta no hacía falta hacerlo con trampas así, bastaba con pedirlo. -Dije colocándome el tridente sobre los hombros, apoyando mis brazos en él formando una cruz- Puedo ser tu peluche "grande, cómodo y achuchable" cuando quieras, pero no me hagas correr... -Me quejé con humor, llegando ya al borde de aquella especie de selva en miniatura.
Ya estábamos saliendo de la selva privada y subterránea de aquel extraño lugar, cuando me pareció oír una voz que me resultaba familiar. Iba caminando con un tridente nuevo sobre los hombros, con los brazos en cruz apoyados sobre su barra, y bromeando claramente con Irati a tenor de las risas que compartíamos, lo cual no restaba prisa a las ganas que tenía de salir de allí y llegar a nuestro destino, al lugar donde esperaba encontrar respuestas.
Prisas, sí, pero no tantas como para ponerme a correr.
Correr no iba mucho conmigo.
Sin embargo,tras apartar algunas ramas de la vegetación reinante, me di cuenta de que los guardias no estaban solos. Marcos estaba con ellos, y esa era la voz tan familiar que había oído. La verdad es que el mago parecía apurado, como si hubiera estado corriendo incluso, y eso llamó mi atención como yo llamé la suya a voces.
- ¡Marcos! -Grité mirándole sonriente- ¿Qué haces aquí? Precisamente íbamos a la biblioteca, esperábamos encontrarte allí.
André siguió bromeando con el hecho de no habernos quedado dormidos cuando afirmé que así había sido, haciéndome casi dudar de lo que había pasado. ¿Es que me había dormido yo sola en primer lugar y él se había dormido más tarde? Pero no, aquello de que había terminado babeando sobre él no podía ser, me habría dado cuenta… Además su cara dejaba claro que no iba en serio.
Con lo que sí claudicó fue con mi comentario sobre que decir que se dormiría aun cuando yo resultara irresistible era demasiado, algo que dije entre risas, como entre risas se dio también gran parte de su respuesta; lo que no impidió que me pusiera algo nerviosa al oírle reconocer que habría más que pudiéramos hacer en una situación tal, comenzando casi sin darme cuenta a imaginar algunas de aquellas opciones. Y de pronto, mientras André aún reía alegando necesitar también dormir por no ser un dios, tuve la impresión de que hacía demasiado calor en aquel lugar.
Sin acertar a decir nada más, terminé proponiéndole una carrera, una con un castigo para el perdedor que no era tal; pues básicamente consistía en la posición en la que uno u otro dormiría de echarnos otra de aquellas siestas. Pero Sansón dejó claro en seguida que la idea no le gustaba, acusándome con humor de haberla propuesto no sólo para volver a dormir juntos, sino para asegurarme de ganar. Mi ceño se frunció, confusa. Ni siquiera había llegado a pensar en que André no pudiera ganarme, y mi propuesta no anticipaba el momento de que se repitiera lo vivido en aquel sofá, pero terminé encogiéndome de hombros con una media sonrisa al aceptar dejarme dormir sobre él cuando quisiera; quejándose también con humor por no querer correr.
- No era el propósito de la carrera… Pero vale. – reí. – Te tomo la palabra. Y cuando quiera, es cuando quiera, ¿eh? – le advertí, señalándole con un dedo incluso, terminando por volver a reír.
Abandonando ya la espectacular selva, pude oír la que parecía ser la voz de Marcos. Sin embargo, tras cesar mi risa, no tuve tiempo de preguntar a André si también la había oído; y es que en seguida pudimos divisar al mago y a su inseparable gabardina junto a los guardias.
El atlante no tardó en alzar la voz para llamar su atención, mientras yo me preguntaba si nuestro compañero estaría agitado por algo tal y como parecía. ¿Había estado corriendo? Esperaba que no huyendo de cualquier extraño monstruo que habitara aquel lugar. Quizás simplemente se había apresurado en ir en nuestra busca, pero si se trataba de eso, no era buena señal.
- Parece que has hecho ejercicio de más en balde. – añadí en tono de humor, ya más cercanos a su posición, tras las palabras que le dirigió André. - ¿Has encontrado algo interesante? – quise saber también, además de lo que el gallego ya había preguntado, esperando que nuestro compañero no trajera malas noticias.
Tomó el mago algo de iniciativa al ver a sus compañeros al otro lado, se desplazó allí usando un portal y les saludó con una amplia sonrisa en su boca. No había pasado mucho desde que se habían visto la última vez, menos de una hora.
—¿Qué tal? ¿Cómo fue todo? —preguntó con vitalidad.
Observó curioso el nuevo tridente de André y asintió al verlo, no sabía mucho sobre él, pero supuso que era importante.
—Supongo que me he adelantado, ya estuve en la biblioteca. Ha sido una visita muy instructiva, ya os contaré. Todo ha ido bastante bien.
Miró a ambos compañeros esperando escucharles y que le comentaran lo que habían hecho en el tiempo que habían estado separados.
—Si estáis listos, podemos irnos y hablar por el camino. ¿O tenéis algo más que hacer aquí?
El humor se había adueñado de la conversación, lo que evidenciaba a nuestra salida del bosque las risas que Irati y yo compartíamos aún. Las advertencias de la semidiosa, no podían resultarme más divertidas, aunque también con un punto entrañable que hacían que lamentase tener que ausentarme por un tiempo que aún desconocía.
Sabía que la echaría de menos.
Y el buen humor no se desvaneció al ver a Marcos, ni mucho menos. Le preguntamos por su presencia allí y por lo que había estado haciendo, y le aclaré que precisamente nos disponíamos a ir a la biblioteca creyendo que le encontraríamos allí. Pero don "no llega tarde, ni pronto" parecía tener prisa, tanta como para abrir un portal sólo para recorrer la distancia que le separaba de nosotros.
- ¡Guau, carallo! -Exclamé al verle aparecer junto a nosotros a través del portal- ¿Ahora abres portales hasta para llegarte a los cordones de los zapatos? -Bromeé echándome a reír a sonoras carcajadas.
Pero el mago parecía ir con prisa, de hecho parecía como si se hubiera metido una raya de polvo de hadas. Tanta prisa tenía que respondió de forma esquiva limitándose a un "todo bien" y preguntándonos si teníamos que hacer algo más antes de irnos... como si no nos hubiera escuchado, vamos.
- ¡Claro que no, despistado! -Le respondí entre risas, dándole una palmada en la espalda- ¡Si te acabo de decir que ya íbamos para allá, jajaja! -Le recordé mostrándole el tridente que portaba en la otra mano- Pues por la parte que me toca, resulta que tengo tridente nuevo. Bueno, en realidad no es nuevo, más bien una herencia. -Me corregí frunciendo el ceño- Resulta que era de mi padre biológico. Sí, eso también es nuevo. No tengo ni idea de lo poderoso que puede ser, pero alberga una inteligencia artificial creada por mi parte a su imagen y semejanza. -Compartí alzando el tridente delante de mí mientras caminábamos, con la punta dentada hacia arriba- Le ha dado tiempo a decirme que debería ir a mi ciudad submarina de origen, ahora en ruinas, para saber más de mi pasado. Pero el tridente se ha quedado sin energía y tengo que encontrar una forma de recargarlo. -Expliqué ya bajando el tridente- Se supone que en los restos de la nave donde fue encontrado debería haber algo que sirva, o podría analizar los restos y evaluar cómo crear yo algún tipo de cargador.
Esa era la cuestión, en resumen. No se me ocurría qué más contar, y no era decisión mía compartir ni un simple detalle de los asuntos de Irati, a la que miré de medio lado. Debía ser ella quien decidiera si compartir sus asuntos, y cuánto.
Pasar tiempo con André resultaba a menudo divertido, aquello me decía la experiencia, una más escasa de lo que me habría gustado; sin poder tener por seguro además que pudieran volver a repetirse muchos momentos como aquel. Era aquel un pensamiento un tanto fatídico, natural al partir de quien no sólo debía enfrentarse a lo desconocido, sino que también tenía que aguardar por quien habría de enfrentarse igualmente a ello.
Pero no fue en aquellos momentos cuando acudió a mi mente. Reíamos, al encuentro del mago, y terminé observando con una mezcla de sorpresa y diversión cómo terminaba siendo este quien nos alcanzaba usando uno de aquellos portales suyos por no avanzar un poco más a la carrera. Era como si se hubiera tomado demasiado en serio mi comentario acerca de haberse ejercitado de manera innecesaria.
Quien no se había tomado nada en serio, o casi, era André; riendo y bromeando con aquella llegada de Marcos, y posteriormente con las preguntas y comentarios del mago. La verdad era que este parecía algo aturdido, y es que no sólo ya le habíamos hablado de que nos dirigíamos a la biblioteca, sino que también le habíamos preguntado por cómo le había ido; devolviéndonos la pregunta mientras él nos despachaba diciéndonos cuatro cosas.
Así, me quedé mirando a uno y otro con una sonrisa durante el breve intercambio de palabras, hasta que Sansón empezó a entrar en materia en lo concerniente a cómo le habían ido las cosas; algo que hizo mientras retomábamos la marcha hacia la biblioteca. André le “presentó” su tridente a Marcos, con todo lo que ello conllevaba, terminando también por compartir con él la forma en la que podría saber más de sus orígenes y su necesidad de dar con una forma de recargar el tridente.
Sentí la tentación de bromear con que el tridente necesitara un cargador, pero me ahorré el hacerlo, después de todo aquel podía ser un tema sensible para el gallego.
- Impresionante, ¿eh? – comenté al mago a propósito de lo que acababa de contar nuestro compañero, continuando en el uso de la palabra para hablar sobre lo que yo había estado haciendo. – No he podido hablar mucho con él, pero he estado charlando con un dios nórdico de la naturaleza, ese árbol del que nos hablaron. – comencé a explicar a Marcos, aunque mi mirada también se desviaba de cuando en cuando a André. – Parece que no puede ofrecerme ayuda inmediata con el ritual que necesito hacer para ayudar a mi madre, pero ya me sacaré las castañas del fuego solita. – añadí, encogiéndome de hombros. – Aun así, me ha dado algo de información y me ha concedido lo que ha llamado bendición. Parece ser que podría llegar a ser una diosa de la vida… Una diosa yo, ¿te imaginas? – concluí con una ligera risa.
Los tres os dirigís a la salida de aquel mundo mágico embolsado. Ha sido una visita corta pero intensa, los tres habéis descubierto cosas o aprendido algo nuevo. El almacén guarda mil y un secretos escondidos.
André aprovecha para pedir que lo lleven hasta los restos del accidente de la nave atlante y entre los restos prácticamente inservibles encuentra un cubo con lo que parecen ser instrucciones de cómo cargar el tridente. Aún no es capaz de descifrar cómo funciona, pero eso es solo cuestión de tiempo... A los Atlantes se les dan muy bien los idiomas.
Irati ha aprendido algo más sobre los semidioses, y el dios árbol le ha otorgado una bendición lo que le será útil en el futuro cercano y le ha comentado que puede que ascienda en el escalafón de las deidades. Dentro de poco podrá ayudar a su madre aunque esta charla no ha servido para avanzar en esa cuestión.
Marcos ha logrado hablar con un antiguo y poderoso mago español, la charla ha sido corta pero muy intensa. En poco tiempo, y gracias a la magia espacio temporal, ha logrado aprender mucho. Entre eso y el entrenamiento con Siete, estará preparado para la próxima aparición del nigromante Ksser.
Mientras marcháis rumbo al helicóptero y a la base en Madrid, o al destino que queráis, ciertos acontecimientos empiezan a suceder...
Un submarino de la clase Typhoon emerge entre las gélidas y bravas aguas del Mar Cantábrico. Bajo el cobijo de la oscuridad, el comandante de la nave observa el horizonte intentando divisar tierra firme con sus binoculares. Su segundo al mando Vasily lo acompaña.
- A unas veinte millas está el puerto de Ribadeo. Ahí está anclado el mercante Skovorodino.
Vasily asiente y le pregunta a su capitán:
- ¿Cree que nuestros agentes estarán ya desplegados?.
- Sin duda Vasily. - responde el capitán con firmeza - La camarada Vorsyeva está ya en la zona, y con ella seguramente un nutrido grupo de agentes del GRU. Serán apoyados por colaboradores locales y puede que la embajada haya enviado equipos de avanzadilla para cerrar la logística en las principales localidades de la región. Creo que Kuznetsov está también en la zona.
Vasily se santigua al escuchar el nombre de Stanislav. Iván "El loco" Kuznetsov, así lo conocen entre los mandos y las fuerzas rusas. Mira al capitán y comenta con preocupación:
- Pobre de los incautos que se crucen en su camino...
El comandante suspira y tras ordenar que todo el mundo baje para ordenar inmersión sentencia:
- Ojalá que los que se crucen con ellos tengan una rápida muerte. Si no que dios tenga misericordia de sus almas, porque ni Katrina ni Iván la tendrán...
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Eran las tres y cuarto de la mañana cuando el anciano reverendo Fernando Lorenzano, de la parroquia de A Pobra do Brollón (Lugo), oyó por primera vez los golpes causados por alguien que llamaba a la puerta.
¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!¡BOOOMM!
Sea quien fuere, el muy cabrito estaba aporreando bien la puerta. Reprimió un juramento de los gordos y se levantó. ¿Quién sería a esas horas, con la lluvia que estaba cayendo? Seguramente algún peregrino despistado en busca de refugio. Tendría que conformarse con quedarse en el antiguo establo que, aunque no tenía muchas comodidades, ofrecía al menos un techo sólido y un lugar cálido donde dormir ante una noche de lluvia y frío como esta.
Avanzó lentamente hacia la puerta y encendió la luz del recibidor. Quitó los cerrojos y tiro del pomo. Acto seguido vio frente a él la figura de un hombre. Era alto y delgado, con el rostro hundido sobre el pecho. El pelo largo mojado le caía sobre la frente. El visitante levantó la cara de una manera deliberadamente indolente. Sus ojos se posaron sobre los del sacerdote. Entonces el religioso lanzó un grito de terror, pues no eran ojos humanos, eran los ojos del mismísimo infierno.