Abriéndonos paso entre la gente, llegamos al exterior, donde tendríamos que seguir caminando entre la multitud que se había echado a la calle para disfrutar de la noche. Hacía ya algo de fresco, pero dudaba mucho que la gente que a aquellas horas se encontraba por allí estuviera en condiciones de sentir frío.
Tuvimos que callejear un poco para encontrar una zona menos concurrida, aun no alejándonos demasiado. Una de las calles paralelas estaba algo más tranquila, y finalmente nos detuvimos en esta, tras un paseo bastante silencioso entre ambos. Terminé apoyándome junto a la puerta de un portal, posando también la planta de uno de mis pies contra la pared, tras lo que di un trago quizás demasiado largo a la cerveza.
- No te preocupes, lamentablemente también soy bastante resistente a esto. – le dije a André con una resignada sonrisa, levantando ligeramente el botellín.
No sabía por dónde comenzar aquella conversación, y decidí no pensar en cómo comenzarla y simplemente hablar.
- Ya sé que no nos conocemos mucho, pero… - dije bajando repentinamente la mirada, la verdad era que me sentía algo avergonzada, y es que quizás Sansón terminara mandándome al cuerno por meterme donde no me llamaban. – Un hombre de mar… - repetí, llevando tras mi oreja un mechón de pelo un tanto rebelde. - ¿Qué quieres decir con que lo eres en el más estricto sentido de la palabra? – pregunté, alzando la vista para mirarle. Quizás estaba yendo demasiado al grano, pero aquella me parecía la mejor opción, la más clara y sincera. – Me preguntaba si eres de otra raza, o si acaso eres como yo…
Realmente, nuestra salida del bar fue bastante más discreta de lo que yo mismo había imaginado. Dejamos a los demás charlando, enfrascados en tratar de "arreglar el país", como decía mi padre cuando la gente se ponía a discutir de asuntos importantes, y salimos al exterior con un botellín de cerveza cada uno. El mío era una Guiness, que en botella no era lo mismo que en una caña bien tirada pero era mejor que nada, así que agradecí el detalle de la pelirroja por haber tomado nota de mis gustos.
Una vez fuera, me sorprendió que Irati no quisiera permanecer junto a la entrada, como me había esperado, sino que me guío hasta una de las calles laterales, menos transitadas, tal vez para poder hablar con más calma. O más discretamente, razoné frunciendo ligeramente el ceño.
Finalmente, terminamos junto a un portal, Irati apoyada en la pared y yo en pie frente a ella, intentando no mirarla demasiado, pues la situación me resultaba ligeramente incómoda. Así que me dediqué a echar largos vistazos a un lado y al otro de aquella calle, comprobando quién se acercaba por ella. Tras hacer un comentario cargado de resignación acerca de nuestra capacidad para aguantar el alcohol, finalmente se decidió a sacar a colación el tema que le interesaba tanto, aunque parecía costarle arrancar. Aquello me ponía cada vez más nervioso, por lo que pudiera suponer si se trataba de lo que me había imaginado, pero al oírle recordar mis palabras acerca de lo que era, enarqué una ceja dándome cuenta de que no iba por ahí la cosa. En realidad, lo que quería era saber si era humano, o... otra cosa. O algo así me pareció entender.
No soy como tú. -Dije finalmente, tras un incómodo silencio. Y es que aquella cuestión suponía entrar en una conversación que yo siempre evitaba, la existencia de la raza de la que yo provenía, ese pueblo submarino cuya existencia no todo el mundo conocía y que yo había dado mi palabra de salvaguardar- No se lo que eres, en realidad. No tienes pinta de haber conseguido tus poderes olisqueando una margarita radiactiva, así que eso sí lo tendremos en común, pero estoy seguro de que no somos lo mismo. -Confirmé dando un trago a la cerveza- Soy un hombre de mar porque el mar es mi mundo, donde debería haber nacido, crecido y vivido. Bueno, puede que sí naciera en el mar, no lo sé... -Realmente no sabía nada en absoluto de mis orígenes, y mi tiempo en el reino submarino no me había concedido respuestas al respecto- Puedo respirar bajo el agua, nadar hasta las simas más profundas, soportar las peores tempestades... El mar es mi medio, no hay mucho más. Quizás venirme a Madrid no fue tan buena idea, después de todo. -Sonreí con algo de retranca, poniéndome serio al poco tiempo- Si lo que quieres saber es si hay otros como yo... No es algo de lo que me guste hablar, porque poca gente lo sabe y ellos lo prefieren así, pero sí, hay otros. No tengo nada de especial, salvo quizás el hecho de no pertenecer a ninguna parte.
Había otros, sí, todo un pueblo entero de gente con las mismas capacidades que yo. Y dentro de ese pueblo, por supuesto, había muchos mejores que yo en muchos aspectos. Pero ellos no me consideraban uno de los suyos, y entre los humanos yo siempre sería alguien "especial". Raro. Extranjero en ambos mundos.
¿Eso era todo lo que querías saber? -Pregunté a Irati tras dar otro corto trago, con interés- Menudo alivio, pensé que sería algo peor...
Tuve la impresión de que a André le preocupaba que alguien pudiera vernos, pero aunque terminara aquello siendo así, no creí que fuera a ser un gran problema. El lugar estaba lo suficientemente oscuro para que ningún tipo de foto se viera demasiado bien, y qué narices, tampoco hacíamos nada malo por tomarnos una cerveza en la calle. Bueno, técnicamente aquello era algo que no debíamos hacer… Pero no era nada ni mucho menos grave.
Me costó arrancar un poco, pero lo hice, y fui bastante al grano; preguntándole al “hombre de mar” por sus orígenes. Terminó haciéndose un silencio que no sabía interpretar, pero que me resultó incómodo, llevándome a apartar la mirada de su rostro hasta en un par de ocasiones a la espera de que me respondiera algo. A punto estaba de liberarle de hacerlo cuando se pronunció, afirmando con rotundidad que no era como yo. Aquello me procuró cierta desilusión que quizás pudo advertirse en mi rostro, y en silencio, escuché el resto de sus palabras, aquellas que me contaron bastante más de lo que esperaba que me contaría en un principio.
Aun no siendo explícito, sus explicaciones dejaban bastante claro que una de mis sospechas, aquella que había surgido en primer lugar, sí era cierta; y no pude evitar mostrarme sorprendida, así como con quizás cierto brillo de curiosidad en mi mirada mientras André hablaba. Aun así, mi ceño se frunció ligeramente cuando afirmó que no sabía dónde había nacido, un gesto que se repitió al oírle mencionar que aquel era un tema que no le gustaba tratar, y sobre todo al escuchar que no pertenecía a ninguna parte. Por lo general, las bromas de Sansón me hacían gracia, pero ante su ocurrencia acerca de Madrid no pude ni sonreír dada la situación.
Mi compañero de equipo terminó mostrándose aliviado, al parecer por creer que era otro tema del que quería hablarle, algo que me dejó bastante confundida. Me di un par de segundos para darle un trago a la cerveza, y volví a alzar mi rostro para mirarle.
- ¿Algo peor? ¿Cómo qué? – pregunté con extrañeza, y en un tono que advertía cierta exigencia, aunque no tardé en relajar mi rostro, dejando escapar un suave suspiro y desviando mi mirada hacia abajo. – ¿Sabes? Me habría gustado que fueras como yo… - dije esbozando una media sonrisa con cierta tristeza, terminando por volver a alzar la mirada hacia él. – Habría estado bien tener a un compinche en el equipo que comprenda lo que es y me ayude a esquivar el tema. – reí con suavidad. - Espera, ya nadie dice compinche, ¿verdad? – volví a reír, ya no de manera tan suave, dando otro trago a la cerveza antes de seguir. – No era saber si hay otros como tú lo que me interesaba exactamente, eras tú quién me interesaba, y como había escuchado cosas sobre la “gente del mar”… Quería saciar mi curiosidad. – reconocí encogiéndome de hombros. – Si no quieres hablar de ello, está bien. Y no debes preocuparte, no diré nada. – quise dejarle claro, lo cual hice junto a una sincera sonrisa.
Baje el pie que apoyaba en la pared, y separé también mi espalda de esta antes de continuar hablando.
- Yo tampoco sé dónde nací, también compartimos eso. – apunté con cierta tristeza, aunque no tarde mucho más en sonreír. – Pero sé a dónde pertenezco, y tú también deberías saberlo. – le señalé entonces con el cuello de mi botellín. – Ese acento te delata. Y no me creo que no te hayas enamorado de ese verde por muy de mar que seas. – volví a sonreír. – Eres del lugar en el que has echado raíces. – de pronto, estallé en una carcajada. – No ha sido a posta, te lo juro. – añadí en seguida ante aquella alusión a la vegetación.
Me quedé mirándole, aguardando su reacción, mientras reparaba en que incluso con aquella oscuridad; André resultaba muy atractivo.
Nada más soltar aquel comentario final, me di cuenta de que había hablado más de la cuenta. Y al hacerlo, alcé las cejas abriendo los ojos como constatación de lo que pasaba por mi mente, tratando de disimularlo llevándome el botellín a la boca para dar otro trago a la cerveza. Sin embargo, ya era tarde, y la pelirroja se había percatado de ello y requería saber más al respecto, con lo que suspiré dejando caer mis hombros mientras ladeaba mi cabeza cerrando los ojos un instante.
Bueno... pensé que podría haber hecho algo que te molestase, o te hiciera sentir incómoda, o alguna mierda así. -Confesé, mirándola brevemente de reojo- Ya sabes, a veces puedo ser bastante toxo, ehm... tosco, arisco incluso. Y bueno... podría haberlo hecho hasta sin darme cuenta. -Añadí bajando la mirada al suelo con incomodidad- Me recuerdas a alguien, ¿sabes?
Iba a explicarme mejor, a decir algo más al respecto. De hecho, separé mis labios para seguir hablando, pero finalmente cerré la boca con la mirada perdida en el suelo, en el recuerdo de su rostro, de su cabello mecido por las corrientes marinas o por la brisa de la costa, incluso la sensación que me causaba la caricia de sus labios. Todos recuerdos que deberían ser agradables y bonitos, pero que sólo servían para recordarme su traición, su mentira, la forma en que había jugado conmigo para después dejarme tirado como una colilla. Así que callé, guardé silencio, porque ¿qué podía decir? ¿Que no era un recuerdo agradable?
Irati, por suerte, siguió hablando, explicando a qué venía aquella conversación en realidad. Había tenido la esperanza de que yo fuera como ella, significara lo que significase eso, para poder tener con ello algo de ayuda. Ella se rió, pero yo la miré con el ceño fruncido, confundido. ¿Esquivar qué tema? ¿Su origen?
No hace falta ser como tú para echarte una mano con eso. -Dije finalmente, encogiéndome de hombros- Si no quieres hablar de ello, dilo y punto. Como cuando no querías salir en las fotos tras las oposiciones, no te voy a pedir explicaciones al respecto. Si necesitas ayuda, eso es todo lo que importa.
Al menos, para mí, aquello era de sentido común, aunque había aprendido con los años que el sentido común era el menos común de los sentidos, que era como los culos, que cada uno tenía el suyo. Pero oye, me habían criado así, y aunque no estaba acostumbrado a currar en equipo sí que lo estaba a echar una mano a los demás en lo que pudiera. Puede que por eso terminase trabajando en Salvamento Marítimo, sencillamente porque se me daba bien y era la mejor manera de ayudar a otros. Si podía hacerlo, ¿por qué no hacerlo? Esa era mi máxima.
Sin embargo, enarqué rápidamente una ceja cuando habló de haber escuchado cosas acerca de "gente del mar". Poca gente había oído hablar de ello, aunque me constaba que a nivel de altas esferas algo sabían. De hecho, había oído hablar de algún contacto entre el gobierno español y el pueblo atlante, aunque sabía más bien poco del asunto, lo poco que me habían comentado de pasada cuando nadaba con ellos. Quizás no sería mala idea tratar de averiguar algo ahora, desde el otro lado, aprovechando mi nueva posición al servicio del gobierno.
¿Has... escuchado cosas? -Pregunté con suspicacia- ¿Qué cosas? Son muy reservados, pocos han oído hablar de ellos, yo tardé bastante en encontrarlos... -Expliqué, apartando mi mirada de nuevo con un gesto de desgana- No es que no quiera hablar de ellos, en realidad. Tanto me daría hacerlo, aunque mi experiencia con ellos no fue precisamente buena, al menos no al final. Pero di mi palabra de guardarles sus secretos, y aunque quizás no se lo merezcan... no es por ellos, es por mí. Mi padre me enseñó que la palabra de un hombre debe valer lo mismo que un contrato, que un apretón de manos va a misa, ¿sabes? Aunque si ya los conoces... no se. -Terminé dudando, encogiéndome de hombros.
La chica se apartó de la pared, y me confesó que compartíamos algo más. Ella tampoco sabía dónde había nacido, aunque sabía a dónde pertenecía, algo que me hizo mirarla con una ceja en alto, intentando determinar a qué se refería. También afirmó que yo lo sabía de igual manera, aunque pronto comprendí que se refería al viejo dicho de "no eres de donde naces, sino de donde paces", algo con lo que no estaba del todo de acuerdo. Sonreí al ver que se reía de su propia broma involuntaria, y di un trago a la birra antes de contestar.
Supongo que gallego es lo que más soy, pero cuando eres tan diferente no te sientes demasiado integrado. -Razoné- Soy demasiado "hombre de mar" en tierra, y demasiado "hombre de tierra" en el mar, por eso me siento a medio camino de ambos mundos, sin formar parte de ninguno de ellos completamente. Pero bueno, me he propuesto ser parte de este equipo y dejar las malas experiencias atrás, y soy rabudo del carallo, así que...
Así que me dejaría los cojones para lograrlo mientras fuera posible. Y si descubría que no lo era, buscaría un nuevo horizonte o una nueva sima a donde viajar. Llevaba toda mi vida viajando, aunque siempre regresaba a casa al final. Puede que Irati tuviera razón, y en el fondo sí supiera a dónde pertenecía.
Me había extrañado que André se hubiera esperado algo peor respecto a lo que quería hablar con él, llevándome ello a preguntarle por el asunto, tan sólo para sentirme aún más extrañada; al menos en principio, y es que parecía haber pensado que igual había tenido algún gesto feo conmigo o algo similar. Ladeé la cabeza ligeramente, pensativa, sin entender del todo la percepción que parecía tener de sí mismo.
- Pues a mí me pareces super jatorra. – dije sin pensar, encogiéndome de hombros con una sonrisa, aunque mi ceño se frunció cuando mi compañero mencionó sin mirarme el que le recordaba a alguien, pareciendo estar eso relacionado con lo que me acababa de decir. – Alguien de quien no quieres hablar, imagino… - terminé señalando con cierta incomodidad, más por él que por mí, y es que tanto lo que me había dicho como su forma de mirar hacia el suelo, me llevaban a pensar aquello.
La conversación terminó por proseguir, y ante lo comentado sobre contar con alguien como yo en el equipo, André se mostró extrañado; terminando por afirmar algo que tenía todo el sentido del mundo, ofreciéndome además su ayuda, una ayuda que no requería de explicaciones.
- Tienes razón. – reí con suavidad. – En lo de que no hace falta que seamos lo mismo para que me ayudes en el sentido de ocultar lo que soy. – comenzaba a sentirme un poco tonta hablando de lo que era sin mencionarlo, al final iba a parecer más bicho raro de lo que realmente era, aunque el que me consideraran diferente no era lo que me preocupara, sino otras cuestiones mucho más concretas. Ser prejuzgado estaba a la orden del día, y no quería sentirme incómoda recibiendo preguntas que no sabría responder. – No se trata de que no quiera hablar de ello, y algún día tendré que contárselo a los demás, o eso creo, pero supongo que es pronto. – me encogí de hombros, guardando silencio un par de segundos antes de soltarlo de repente, la mejor manera que se me ocurrió ante no saber cómo decirlo; y al hacerlo, sentí quitarme un peso de encima. – Soy una semidiosa. Una a la que le caen regular los dioses. – sonreí de medio lado. – Así que ya ves, por eso creí que podrías ser otro como yo… Hijo de Poseidón, Neptuno, o qué se yo. – dije de manera desenfadada.
Al hablar de la “gente del mar”, André volvió a mostrar su extrañeza, hablándome de aquella raza, de su relación con ellos, y de sí mismo; suscitando cada vez más mi curiosidad. Para mi satisfacción, no se negaba a hablar del tema, al menos no en rotundo; pareciendo dispuesto a hacerlo si con ello no rompía su palabra.
- En mi familia también damos mucha importancia a esas cosas. – apunté con una pequeña y breve sonrisa. – No es mucho lo que he oído de ellos. – comencé a decir, respondiendo a su pregunta. – Poco más que el hecho de su existencia, y cuatro cosas sobre su hábitat y características, la mayoría podría ser rumores incluso. – volví entonces a encogerme de hombros. – Reconozco que la mayoría lo he oído en programas sobre temas sobrenaturales, aunque alguna cosa me topé mientras investigaba sobre mis orígenes. Si lo que pretendían es proteger su existencia… No pasa nada porque me cuentes cosas sobre ellos, ¿no? – comenté reflexiva. – De todos modos no quiero ponerte en un compromiso. – señalé con cierta preocupación.
Terminé separándome de la pared, abordando lo relativo a nuestro origen, nuestra procedencia, y terminando por reírme sola de uno de mis propios comentarios. Aquello pareció hacer sonreír a Sansón, quien me habló entonces de cómo se sentía respecto a aquellas cuestiones. Sonaba bastante complicado lo que contaba, algo que yo nunca había sentido a pesar de contar también con una “dualidad”. Era mortal, y era diosa, pero no había algo así como un mundo de los dioses donde me hubiera podido sentir discriminada, y realmente tampoco me había sentido tan diosa como para encontrarme fuera de lugar en este mundo. A ver, a veces era así… Pero no a esos niveles.
- Sí, he oído el discurso… - respondí ante aquellas últimas palabras, las que hablaban de su propósito, mostrándole una sonrisa que pretendía transmitir complicidad. – No sé qué malas experiencias serán esas, pero estoy segura de que podrás dejarlas atrás, aunque deberías empezar por ver las cosas desde un lado algo más positivo, ¿eh? – comenté volviendo a señalarle con el cuello del botellín, echando un trago de cerveza antes de continuar. – Formar parte de dos mundos tiene sus inconvenientes, pero también puede ser la hostia, ¿o me vas a decir que no? Mira todo lo que puedes hacer, todo lo que debes saber, y las oportunidades que te puede ofrecer tu posición. Seguro que hay muchas cosas que ves desde una perspectiva diferente a la de la mayoría, y eso es un valor también. – expliqué con convencimiento. – Sea como sea, no creo que tardes en sentirte integrado en lo que es el equipo en sí, y eso seguro que te ayuda. - afirmé también con convicción, aunque de manera más relajada. - Yo no termino de estar segura de que encaje aquí… Pero supongo que aún es pronto, ¿no? – añadí con una sonrisa algo forzada, volviendo a dar un trago de cerveza.
Enarqué una ceja, meciendo mis ojos a un lado y otro de forma pensativa, al escuchar aquella palabra. Se me daban bien los idiomas, como a cualquier atlante en realidad, pero la palabra "jatorra" no la conocía, no me sonaba haberla escuchado nunca. Irati era vasca, y los vascos tenían su propio idioma, el euskera. Una lengua tan antigua que hacía palidecer al resto de los idiomas que se usaban en la actualidad, que de hecho había influido en la concepción del español, y que con el tiempo había terminado influido por él para actualizarse a los tiempos. ¿Que cómo sabía yo eso? Pues porque se me daban bien los idiomas, así que era un tema que me interesaba, aunque yo en vascuence sabía poco más que "kaixo", "egun on", "agur" o "aupa Athletic txapeldun".
En cualquier caso, aquella palabra no parecía importante, más bien parecía ser algo bueno que contrastaba con la idea que creía que se habría hecho de mí. Y con ello no pude evitar dejar caer el auténtico problema, aunque sin ahondar en ello. Pero la pelirroja se dio cuenta de ello, de que no era un recuerdo agradable, y asumió que no era un tema en el que no querría profundizar.
No... no he querido hacerlo, desde que... -Callé, frunciendo el ceño con la mirada en el suelo. Desde que había regresado, eso era lo que habría dicho de haber seguido hablando, aunque no se correspondía con lo que de verdad sentía por dentro. Era más bien desde que me había traicionado, desde que me hiciera pedazos el pecho, apuñalándolo de la forma más dolorosa- No he podido. No quería preocupar más a mi familia, estaban tan felices con mi regreso... Lo último que quería es que sufrieran por mí. Mi hermanita, Maruxa, ella sospecha algo, o eso creo. Carallo, soy duro como una roca, pero ella siempre ha estado velando por mí. Cuando éramos pequeños se lanzaba como una dragona contra cualquier galopín que se metiera conmigo, que me llamase "rarito" o alguna mierda así. -Relaté, sonriendo con melancolía. Eran tiempos más sencillos, y desde luego mucho más felices- Fue ella quien me convenció de presentarme a esas oposiciones, creo que para tenerme cerca. -Expliqué mirando brevemente a Irati de nuevo, perdiendo la sonrisa casi al momento, al tiempo que volvía a bajar la mirada al suelo- Pero no he sido capaz de contarle lo que pasó. Ni siquiera a ella. Me lo he guardado dentro.
Dejé aparcado ese asunto, intentando recuperar algo de compostura y no darle más vueltas a lo que no tenía remedio. Así que me centré en el "problema" que parecía tener Irati en el equipo, y es que la exposición pública parecía que pudiera traer preguntas que prefería evitar, acerca de lo que ella era y de dónde procedían sus excepcionales capacidades. Alcé mis cejas, sorprendido pero no en exceso, al desvelar que su poder era de origen divino, siendo ella una semidiosa, además con una relación no excesivamente buena con los dioses de los que obtenía su poder. Resultaba curioso el paralelismo, una semidiosa que no se llevaba bien con los dioses, y un atlante que no se llevaba bien con los atlantes. Menudo equipo formábamos.
No conocí a mis padres, así que vete a saber. -Indiqué riendo ligeramente, sin apenas humor- Pero no he visto nada que me diferencie notablemente de todos esos cabrones del fondo del mar, así que no creo que tenga nada que ver con dioses. Una vez conocí a una, eso sí. -Señalé, girando mi cabeza a un lado al recordarlo- Bueno, no se si era diosa o semidiosa, sólo me dijo que era heredera del poder de los antiguos dioses griegos. Prinkípissa se llamaba, un poco estirada para mi gusto pero agradable. No se si la conocerás...
Irati entendía que la palabra dada me resultara importante, algo que parecían haberle inculcado también en su familia. Aún así, dejó claro que algo ya sabía de antemano acerca de los atlantes, ya que había investigado para descubrir sus orígenes y había dado con información sobre ellos, aunque bien podía haber datos erróneos entre lo que sabía. En cualquier caso, quiso dejar claro que no deseaba ponerme en un compromiso, ante lo que me encogí de hombros.
Si fuera un tema agradable, estaría encantado de poder contar con alguien con quien hablar de ello sin faltar a mi palabra. -Indiqué con una sonrisa afable, casi agradeciendo la actitud de la chica, pero terminando por negar con la cabeza- Pero las cosas no terminaron demasiado bien para mí, allá abajo. Esos cabrones egocéntricos que no dejan de mirarse el ombligo un sólo instante no me dejaron más que puñaladas... Pero bueno, son como son, no puedo culparles. Debería haberme dado cuenta antes, y no dejar que... en fin.
Di un trago a la cerveza con desgana, tratando de esquivar el asunto y no seguir por ahí, pero cuanto más hablaba, más volvía una y otra vez mi mente a ella, a su traición, al mismo sentimiento que me arrastró hasta la costa tras ser expulsado del reino de las profundidades. Lo cierto es que creía tenerlo bastante más superado, pero estaba claro que no era así.
¿Yo tengo que ver las cosas de forma más positiva, pero tú no estás segura de encajar aquí? ¡Madia leva! ¡Menudo morro tienes! -Exclamé echándome a reír de forma escandalosa, sin poder evitarlo, hasta el punto de echar la cabeza hacia atrás mientras me sujetaba la tripa con la mano libre- Nah, se que mi condición tiene cosas buenas, muchas en realidad. Es sólo que, cuando llevas toda la vida sintiéndote diferente a todos los que te rodean... bueno, supongo que es como sentirse sólo en medio de una multitud, no se si me entiendes. Pero es como me he sentido siempre... o casi siempre. -Hubiera preferido que eso jamás hubiera cambiado- Digamos que estoy acostumbrado.
No me di cuenta de que había usado aquella palabra en euskera hasta que me percaté de cómo André enarcaba una ceja y se mostraba pensativo. No preguntó por ello, así que simplemente lo dejé pasar, creyendo que habría comprendido de qué le hablaba; al menos en esencia. Normalmente hablaba con mi familia y mis amigos en euskera, y aunque me manejaba perfectamente en castellano, a veces colaba palabras de mi idioma materno. Generalmente se debía a la costumbre, aunque había algunos conceptos que sonaban mejor en euskera, o que no veía que tuvieran una palabra equivalente en castellano.
Al mencionar que André no querría hablar de aquel a quien le recordaba, creí que el tema moriría ahí, pero mi compañero me sorprendió compartiendo conmigo algo más a ese respecto. No había querido hablar de aquella persona, porque no podía hablar de ella. Aquello llamó mi atención, como lo hizo la forma en la que desviaba su mirada hacia el suelo mientras continuaba hablando a pesar de ser evidente que le costaba hacerlo. André había regresado de algún lado, creyendo saber de dónde con lo que me había dicho sobre los atlantes. No había tenido una buena experiencia con estos, y creí que ambas cosas podrían estar relacionadas.
Sentí cierto pesar al oír acerca de cómo se había callado sus problemas para no preocupar a su familia, pero también cierta ternura, sobre todo por lo referido a su hermana. Sonreí incluso antes de percatarme de ello. Debía ser bonito tener un hermano, sobre todo si este velaba por ti como parecía hacerlo Maruxa. Me sentí algo incómoda al ver cómo al mirarme André, su sonrisa se esfumó de pronto, aunque pronto olvidé aquello ante su última confesión. No dudé entonces en acercarme y apoyar una de mis manos en su brazo, cerca de su hombro, en un gesto de consuelo.
- Deberías contárselo. – le dije con una sonrisa que intentaba transmitir comprensión. – No creo que sea bueno guardarse ese tipo de cosas dentro, y se nota que os queréis, seguro que le gustaría saberlo para poder ayudarte; y tú te sentirías mejor. – aparté entonces mi mano, queriendo añadir una cosa más. – De todos modos, si quieres hablar de ello, o de cualquier otra cosa, puedes contar conmigo también. – dije mostrando la que pretendía ser una cálida sonrisa.
Mi origen sorprendió a André, aunque no tanto como esperaba en un principio, claro que, a mi tampoco me había sorprendido excesivamente el suyo. Todo aquello tomó aún más forma cuando tras tratar de bromear con la opción de que fuera también un semidios, algo durante lo cual aún se le vio algo decaído, habló de su relación con los dioses. Había llegado a conocer a una diosa, o semidiosa, sobre la que terminó preguntándome si la conocía. Negué en seguida con la cabeza, sintiéndome yo también algo decaída. Eran tan poco lo que yo sabía de aquel otro mundo… Seguramente por eso no tenía el mismo problema que André en cuanto a sentir no pertenecer a ninguno de mis dos mundos, y es que pensándolo bien, puede que ni siquiera pudiera decir que había dos mundos para mí.
Mi compañero terminó rechazando el hablar de la gente del mar por aquella mala experiencia que había tenido con ellos y sobre la que no quería pronunciarse, aunque comentó alguna cosa más sobre el tema. No tenía intención de presionarle para que hablara, aquel no era asunto mío, y él ya sabía que estaba dispuesta a escucharle cuando quisiera, pero sí quise añadir una cosa. Sus últimas palabras me calaron, supuse que en parte por hacerme recordar una malísima experiencia.
- Pasara lo que pasara, no es culpa tuya. No sabías aún cómo eran, y no eres adivino, a menos que tengas otra capacidad de la que aún no me has hablado... – bromeé, queriendo restar tensión a la situación, aunque en seguida volví a tornarme seria; incluso algo triste. – Sé lo que es creer que conoces a las personas y verte de pronto de mierda hasta las orejas… Pero lamentarse de lo que podrías haber hecho para evitarlo no sirve de nada.
Me costó unos momentos, pero terminé sintiendo cómo el buen humor iba regresando a mí, y di otro trago a aquella cerveza. Al hablarle a André acerca de ser positivo y de cómo su situación seguramente mejoraría pronto, terminé haciendo alusión a la mía; no tardando en escuchar a Sansón pronunciarse a ese respecto, y a carcajada limpia. Me alegró genuinamente volver a verle reír, y terminé riendo yo también, la verdad era que me había hecho gracia su comentario, aunque no estuviera de acuerdo con él.
- ¡Eso no tiene nada que ver con ser positiva! – me quejé entre risas.
Pero mi compañero tenía aún algo más que decir, algo serio, ahondando en cómo se sentía. Asentí irremediablemente cuando mencionó si comprendía lo que quería decir. Cómo no comprenderlo.
- ¿Acostumbrado? ¿De verdad? – pregunté con cierta extrañeza tras sus últimas palabras. – No sé si querría acostumbrarme a algo así… - dije algo desconcertada, a la par que alicaída. – Me he sentido sola algunas veces por ser diferente, supongo que a todos los que nos salimos de los “normal” nos ha pasado eso. Aunque cuando más sola me he sentido ha sido al preguntarme por qué mi madre no quería saber nada de mí… - le conté, sin entender muy bien por qué, frunciendo mi ceño de manera involuntaria antes de reconducir la conversación. – Pero en general he tenido suerte, y no me he sentido tan sola, al menos no hasta ahora. – señalé con una desganada media sonrisa. – Me gusta estar a mi aire, pero también soy bastante familiar, creo que incluso más de lo que pensaba. – sonreí brevemente, con resignación. – Hecho en falta a mis amigos y mi familia, por eso decía sobre todo lo de no estar segura de encajar, aunque he de reconocer que durante la misión no he terminado de sentirme del todo cómoda, y que Madrid se me hace un poco cuesta arriba. – reí con suavidad. – Pero también he dicho que es pronto para determinar nada, ¿eh? Así que no me llames pesimista. Con suerte me quedo por aquí y arreglamos eso de que te sigas sintiendo solo. – dije algo más animada, guiñándole un ojo, esperando que él también pudiera animarse.
La idea de contarle a Maruxa lo sucedido no me convencía, no me convencía en absoluto. Sabía que Irati me lo aconsejaba con la mejor intención, sobre todo al ver aquel gesto con que me tocó el brazo al decirlo, y puede que en el fondo tuviera razón, pero... no me sentía capaz. Mi hermana ya estaba preocupada de por sí, pero si supiera hasta qué punto me habían roto el corazón se preocuparía aún más, y no quería eso. Yo siempre había sido el duro de la familia, la roca que aguantaba el romper de las olas, aquel por quién no era necesario preocuparse aunque ella lo hiciera igualmente. Quería cuidar de mi familia, no que ella tuviera que estar pendiente de mí.
No se lo que haré... Pero gracias por el consejo. -Agradecí a mi compañera, asintiendo- Y por el ofrecimiento.
La conversación prosiguió mientras yo me planteaba aquella idea, la de compartir lo que me había pasado, lo que me había hecho sentir. No era alguien que supiera hablar de sus sentimientos, no estaba acostumbrado a hacerlo. Era muy toxo para eso. Ni siquiera se me ocurría qué palabras emplear, aunque algo me decía que lograr convertir esa sensación de ahogo que se agolpaba en mi pecho en palabras que compartir... me haría sentir mejor. Al final.
Aún así, Irati quiso dejarme claro que lo sucedido no podía ser culpa mía, algo con lo que estaba de acuerdo sólo en parte. Si podías evitar un crimen y no lo hacías, el crimen seguía siendo culpa del criminal, pero también tenías tú parte de ella. De modo que negué con la cabeza, suspirando.
Sabía cómo eran. -Confesé con pesadez- Llevaba ya un tiempo entre ellos, había llegado a entenderlos. Es sólo que... me dejé cegar, supongo. -Reconocí con un gesto de dolor impropio de mí- Creí... que ella era distinta.
Aún así, la conversación siguió y fuimos capaces de reír y recuperar parte de buen humor, tratando ambos de ser más positivos, o al menos de intentar que el otro lo fuera. Irati entendía lo que era sentirse solo entre una multitud, aunque ella no sentía que se hubiera acostumbrado a ello, ni tampoco quería hacerlo. Me encogí de hombros ante tal idea, pues no era algo que yo hubiera elegido. Me había sentido diferente desde siempre, y eso e había llevado a sentir cierta distancia incluso cuando no tenía problemas para relacionarme con nadie, sino más bien todo lo contrario. Sin embargo, fruncí el ceño al oír hablar a Irati de su madre y de cómo ésta pasaba de ella.
Carallo, siento oír eso. -Me lamenté- Nunca conocí a mis padres, así que no sé si pasaron de mí o si les pasó algo. Un pescador me encontró y ha sido un buen padre para mí, y su esposa una buena madre. No puedo quejarme. -Relaté mirando a la pelirroja a los ojos- He pensado en ello algunas veces, pero siempre llego a la misma conclusión: si pasaron de mí, que les jodan. Ellos se lo pierden. -Afirmé de forma desenfadada- Y tu madre también. -Añadí, haciendo entrechocar suavemente mi botellín con el de Irati y alzándolo a modo de brindis- A tomar por culo. -Brindé antes de dar un trago a la cerveza- Y sobre lo de estar solos... Ahora somos un equipo, y tengo la esperanza de que con el tiempo seamos algo así como una pequeña familia, salvando las distancias. Marcos será el hermano serio y aguafiestas, Jeanette la hermana alocada, y tú tratarás de ir de buena y sensata pero no lo lograrás porque... eres pelirroja. -Bromeé, sonriendo de forma afable, propinándole una palmada en el brazo- Pero al menos sabré que puedo contar contigo si necesito hablar. -Añadí con algo más de seriedad, terminando por bajar la mirada al suelo durante un instante. Y antes de darme cuenta, con la mirada perdida, volví a retomar la palabra- ¿Sabes...? ¿Conoces esa sensación, cuando estás con alguien y el resto del mundo desaparece? ¿Cuando todo lo demás deja de importarte, y te ves capaz de hacer cualquier cosa, de sacrificarlo todo, sólo por estar con ella? ¿Cuando eres incapaz de verte a ti mismo en un futuro en que no estéis juntos? -Le pregunté volviendo a mirarla, aguardando a ver su expresión para saber si alguna vez había sentido algo parecido- ¿Y un día despertar y ver que esa persona no siente absolutamente nada por ti, que sólo has sido un juguete en sus manos, un pasatiempo? ¿Ver qué te desecha como a un trapo inútil? -Aparté mi rostro a un costado, con gesto serio, y sorbí por la nariz con una mezcla de incomodidad y emoción al lograr, por primera vez, hacer palabras de lo que realmente había pasado, aunque tan sólo fuera superficialmente- Eso fue lo que pasó. Es... lo que no he sido capaz de contar.
Alzó una ceja el mago al escuchar que tenían el teléfono de Durán y se sorprendió de que ellos fueran los más incomunicados. Asintió a Tecno con cierto entusiasmo y estiró la mano para pedirle el número de teléfono.
—Pues te lo agradecería mucho, si lo puedes apuntar en algún papel, una servilleta me vale. Es que yo no soy mucho de usar teléfono móvil. ¿Sabes cuándo es buen momento para llamarle?
Dudaba que tuviera tanta información, pero no perdía nada por preguntar. Mientras hablaba, el mago rebuscaba en la mesa y se apropiaba de una servilleta que tendió de forma educada a Tecno para que le escribiera allí el teléfono que le había ofrecido. Tras eso se irguió en la silla que ocupaba y tamborileó con los dedos sobre la mesa esperando el papel de vuelta.
—Seguro que nos vemos en Madrid, pero nunca está de más poder llamarle antes —dijo acompañando las palabras de una corta sonrisilla, como si fuera un niño pequeño que había realizado alguna trastada.
La conversación continuó con preguntas acerca de sus poderes, algo que él había empezado y ahora le iba a volver como un bumerán que quizás podía haberse ahorrado. Escuchó atento a sus compañeros y cuando entendió que le tocaba el turno se pronunció sin demorarse demasiado.
—Supongo que la palabra más simple para definirme es la de mago, soy mago y eso implica multitud de variables que afectan a mis capacidades. La magia no es una condición única y unitaria como puede ser el tener fuerza suficiente para levantar un coche, la magia me permite realizar muchas cosas.
Remató sin querer ser más concreto en sus particularidades mágicas. En sentido estricto no había mentido y explicar el proceso mágico le resultaba agotador y largo así que prefirió resumirlo de forma particular. Era lo mejor que se le ocurría para responder a aquella pregunta.
A André no pareció convencerle lo de hablar con su hermana, aunque al menos parecía dispuesto a pensárselo, mostrándose además agradecido por mi consejo y ofrecimiento. Encogí uno de mis hombros ante aquello último, pues no creí haber hecho nada de importancia. Después de todo, éramos compañeros, íbamos a pasar mucho tiempo juntos, si podía ayudarle, ¿por qué no hacerlo? Además el gallego marino me parecía un buen tío, y cuanto más lo conocía, más buen tío me parecía.
Al tratar de quitarle culpa de encima respecto a aquello que había pasado y de lo cual se sentía responsable, André negó mis palabras; afirmando que sí sabía cómo era aquella gente y que simplemente dejó que le engañaran. Mi ceño se frunció en seguida, pues no entendía a qué se refería, pero en seguida me vi envuelta por la consternación al darme cuenta de aquel gesto de dolor que no creí haber visto antes en el atlante; algo que parecía deberse a un “ella”.
Una mujer… Así que se trata de eso.
No quise insistir en el tema debido al dolor que mi compañero parecía sentir, dudando además que fuera a dar su brazo a torcer fácilmente respecto a si era culpable o no dado lo cabezón que decía ser. Yo seguía dudando que fuera culpa suya, aunque era poco lo que sabía sobre lo sucedido.
Pudimos recuperar el buen humor, aunque este no se mantuvo presente todo el tiempo en lo sucesivo, volviendo a un tema tan alegre como era el de la soledad. No me importó en realidad, al contrario, incluso aun sintiéndome algo extraña compartiendo con el hombre de mar asuntos sobre los que no hablaba con cualquiera, resultaba reconfortante poder tener una conversación como aquella con él.
Se encogió de hombros simplemente ante lo de estar acostumbrado a la soledad, algo que me parecía muy triste si realmente era así, pero fue ante lo de mi madre cuando decidió pronunciarse. Me habló entonces sobre su familia, pareciendo no saber qué había sucedido con sus padres biológicos. La conclusión que había sacado y que hacía extensible a mi madre, me sacó una sonrisa.
- A tomar por culo. – repetí, brindando con él.
Cuando al hablar de dejar de estar solos mencionó que siendo un equipo esperaba que nos convirtiéramos en una especie de pequeña familia y empezó a bromear con el asunto, André terminó metiéndose conmigo; gesto de camaradería incluido. Reí, estando a punto de protestar preguntándole qué tenía contra las pelirrojas, pero al escucharle decir que sabía que podía contar conmigo para hablar terminé sonriéndole.
- Así es. Nos esperan algunas cervezas más todavía, pero no dejes que se te olvide. – bromeé, poco antes de darme cuenta de cómo la mirada de André se dirigía al suelo nuevamente, pronunciándose poco después.
Las preguntas que me lanzó entonces… Removían demasiadas cosas en mi interior, como parecían estar haciéndolo con él, siendo obvio que él sí se había sentido de todas aquellas maneras.
- Algo así… - respondí cuando me miró, confusa y sintiendo cierta tensión por todo mi cuerpo, a la espera de que André continuara hablando; temiendo lo que estuviera por venir.
Y entonces lo dijo, de aquella peculiar manera, pero hizo palabras lo que tanto le pesaba; algo que incluso confirmó, aunque ya no hacía falta. Había apartado ya su rostro, no estando segura de si se había emocionado o no, pero en cualquier caso, no podía alcanzar a imaginar lo mal que debía sentirse, y me sentí mal por él. Por suerte, yo no había vivido nada así, aunque la decepción que había vivido con Jokin no había sido pequeña…
Me vi pronto dando un paso hacia André, queriendo mostrarle mi apoyo con algo más que palabras, dedicarle algún gesto que junto a estas le diera ánimos. Sin embargo, aquel paso hacia adelante se quedó en eso, terminando por agachar mi cabeza al darme cuenta de algo. Tenía la sensación de haber tardado en sumar dos más dos, pero finalmente lo había hecho.
- Yo… Lo siento mucho, André. Debe ser horrible pasar por algo así, cómo debió hacerte sentir, y cómo te hace sentir… - le dije volviendo a mirarle, sintiéndome incomprensiblemente mal por el simple hecho de estar frente a él. – Si te soy sincera, no sé muy bien qué decir, o si debería decir algo. Joder, eso de que te recuerde a eso… Es una mierda. – señalé con confusión y pesar, frunciéndose mi ceño. – Supongo que tengo mucho trabajo por delante… - terminé por señalar, no podía simplemente resignarme. – Tendré que hacer que verme te recuerde a cosas agradables en lugar de desagradables. – maticé con complicidad, dándole una palmada en uno de sus enormes brazos, terminando por agarrar este con delicadeza. – Has tenido mala suerte, pero todo irá a mejor, confío en ello. – añadí en tono tranquilizador, junto a una sonrisa revestida de dulzura.
No me pasó desapercibido el modo en que Irati confirmó haber sentido lo mismo que yo, al menos la primera parte, la buena, aquella que sí merecía la pena. Se había sentido enamorada, y eso era algo bueno, incluso aunque su presencia en Madrid para presentarse a aquellas oposiciones y trasladarse fuera de su terruño pudiera significar que las cosas no habían terminado del todo bien. A veces las relaciones terminaban porque sí, incluso algunas de ellas de forma amistosa. No es que yo fuera un experto, pero tenía ojos en la cara, y había visto más de una. Sólo esperaba que la pelirroja no hubiera sufrido mucho por amor, más que nada porque sabía lo que dolía, y no se lo deseaba a nadie.
Sin embargo, una vez que había empezado a hablar ya no podía detenerme, ni siquiera por eso. No lo pensé, no buscaba nada en concreto, puede que confesar aquello fuera tan sólo una muestra de debilidad, o de necesidad. Pero lo dije, y al hacerlo sentí que algo se rompía dentro de mí, o más bien que se abría más algo que ya estaba roto. No quería llorar, no pensaba hacerlo. Jamás había llorado delante de nadie, nunca, ni siquiera cuando era galopín. Así que me negué a hacerlo también en aquella ocasión, y lo logré en parte, pues mis ojos se humedecieron ligeramente, pero sólo eso.
Ni siquiera me di cuenta de que Irati estaba más cerca de mí hasta que comenzó a hablar, dejando claro que la había dejado sin saber qué hacer. No había nada que ella tuviera que hacer ni que decir, al menos para mí. En realidad, ya lo había hecho: escucharme. De modo que me encogí de hombros, restando importancia al asunto mientras luchaba por recomponerme.
Prefiero los palos que te llevas en una buena pelea, la verdad. -Admití, recordándome a mí mismo que me había llevado muchos. Los aguantaba bien, pero posiblemente por eso siempre encontraba la forma de encontrarme con alguien o algo que pegase más fuerte. Como la vez en que me disloqué un hombro interceptando la campana maciza de un campanario que se desmoronaba sobre la gente- Siempre he aguantado bien el dolor en el cuerpo. Pero esto es bastante diferente, no se.
Volví a sorber por la nariz, carraspeando de forma similar a un gruñido, y entonces fruncí el ceño al oír a Irati hablar de tener trabajo. La miré sin entender a qué se refería, parpadeando para aclarar mi vista. Resultaba mucho más sencillo bajo el agua, allí el mar se llevaba las lágrimas en lugar de dejarlas para sentir el incómodo escozor. En el mar todo se veía más claro, o al menos yo lo hacía.
¿A qué te...? -Comencé a preguntar, pero la respuesta llegó sola. Irati se refería a lograr que al vela no pensara en Ariel, sino en cosas más agradables. La decisión en su rostro logró hacerme sonreír, no mucho, pero sí lo suficiente, mientras sentía su mano en mi brazo tratando de animarme- Bueno, si alguien puede lograrlo eres tú, ¿no? Eres la de los "milagros". -Comenté con retranca, la ironía gallega de que hacía gala de vez en cuándo, bromeando con su condición divina- ¿Y qué hay de ti? ¿Afortunada en el amor, o sólo en el trabajo? -Me interesé, queriendo dar por finalizada la conversación sobre mis mierdas. Con un poco de suerte, terminaríamos hablando de cosas más agradables.
No pude evitar preguntarme si la actitud de André era fachada en parte, una posibilidad que era difícil descartar dado el comportamiento que había tenido con su familia, conteniéndose para no preocuparles y hacerles sufrir. Bastante había hecho abriéndose a mí, así que no era descabellado pensar que aun así no estuviera dando rienda suelta totalmente a lo que sentía. No era algo en lo que fuera a insistir, en cualquier caso. Cada uno enfrentábamos las cosas a nuestra manera, manejándolas del modo que mejor sabíamos, sólo esperaba que si esa humedad de sus ojos no llegaba a más, no fuera mientras además lo pasaba mal por tener que contenerse.
Pareciendo restarle importancia a que no supiera cómo actuar, André terminó hablando sobre que prefería el daño físico al emocional. En el fondo, aquello era una buena señal, ¿no? Eso significaba que eran físicos los palos que mayormente se había llevado, esos que dejaban muchas menos marcas.
- Yo también prefiero un par de buenas hostias. – dije con media sonrisa, bromeando antes de hablar con seriedad. – Las secuelas de una pelea no suelen durar mucho tiempo por lo general, tienen una clara explicación, y las ves venir. En cambio, lo que te ha pasado… Llevará tiempo, pero sabrás sobrellevarlo, incluso superarlo.- afirmé, desechando un comentario que se me había pasado por la cabeza.
Imaginaba que el atlante aún tendría muchas preguntas sin responder acerca de lo que le había pasado, pero no creí oportuno recordárselo, además, lo que debía hacer era centrarse en el presente y dejar de pensar en el pasado. Aún se le veía afectado, pero tenía la impresión de que se encontraba algo mejor, pudiendo además apreciar que sonreía de manera tenue ante mi determinación de dejar de recordarle a aquella mujer. Llegó hasta a bromear, con lo cual sonreí, terminando por retirar mi mano de su brazo.
Entonces, me preguntó por mí, por mi trayectoria amorosa, algo que me sorprendió y que se haría evidente en mi cara. Solté un resoplido de forma casi automática.
- Tampoco yo he tenido demasiada suerte en el amor, no a ese nivel… O eso creo, pero también es algo complicado. – señalé con cierta incomodidad, devolviendo aquel mechón rebelde tras mi oreja una vez más, mientras me mantenía pensativa unos instantes. Lo sucedido con Jokin era algo que muy pocos de mis allegados sabían. ¿Muy pocos? Joder, Mikel debía ser el único que lo sabía, y porque el asunto le pilló también por medio. – Tuve un novio… Sí, sólo he tenido uno, hasta entonces no había tenido nada serio, iba más de flor en flor. – sonreí divertida. – Sí, esta vez ha sido a posta. - reconocí por la relación del comentario con mis capacidades, regresando a ponerme seria para continuar hablando. - Todo iba bien, yo estaba coladísima por él, y jamás habría imaginado que las cosas terminarían como terminaron… - comencé a relatar, notando que la incomodidad había descendido, aunque comenzaba a aflorar en mí cierto pesar. - Ambos formábamos parte de un grupo, y terminaron saliendo a la luz grandes diferencias entre algunos de los miembros, y como ya imaginarás, él y yo no veíamos las cosas de la misma manera. Resultó inútil hacer entrar en razón al otro, y tuve que asumir que mi novio no era como creía, que había estado viviendo engañada. – compartí con amargura. – Tuve que romper con él, y con el grupo, ganándome una enemiga por el camino; aunque técnicamente todos ellos lo son. – señalé, frunciéndose mi ceño un instante. – Quizás pueda presentarte en algún momento a mi ex... – terminé apuntando con ácido humor.
Irati era prácticamente de la misma opinión que yo, prefiriendo los golpes físicos que esa mierda que te reservaba la vida para hacerte daño por dentro. Me pregunté sin pretenderlo si sería algo propio de nuestra condición. Al fin y al cabo, como ella misma afirmaba, nos recuperábamos rápido, y quizás por eso le otorgásemos a esas cosas menos importancia que otros. Mi padre me habló de ello desde bien galopín, de la diferencia que había entre otros y yo, cómo lo que para mí era irrisorio a otros podía hacerles mucho daño, dejar secuelas incluso. Siempre que pensaba en ello, me convencía a mí mismo de que fue en aquella conversación donde nació mi necesidad de ayudar a otros siempre que me encontraba con situaciones en que podía hacerlo.
Por suerte, me las había ingeniado para que lo que me causaba dolor resbalase como el agua por mi piel. No que no me importase, pues me importaba y me dolía, pero sí que buscaba la forma de pensar en otra cosa rápidamente. Si no podía aguantar el dolor, al menos podría esquivarlo. Así, pregunté a Irati por su suerte en el mundo de los amoríos, pretendiendo que la charla se volviera más superficial, pero por su reacción en seguida me di cuenta de que no sería así.
Fruncí el ceño, comprobando que no había tenido tampoco mucha suerte, aunque sonreí levemente al ver que al menos lograba bromear. Pero había habido alguien, y las diferencias se habían vuelto tan notables que se había visto forzada a romper con él y con todo su grupo, ganándose lo que definió como una auténtica enemistad.
Carallo, vaya par estamos hechos... -Comenté llevándome el botellín a la boca, sólo para darme cuenta en el último instante de que ya estaba vacío. Frustrado, miré el vidrio durante un momento, sólo para terminar mirando a Irati con gesto serio- Pues a tomar por culo, él se lo pierde. -Afirmé antes de sonreír con picardía- ¿Quieres que le zurre o sólo que le humille? -Continué su broma, imaginándome ese hipotético momento en que me lo presentase, y echándome a reír antes de ponerme más serio, siendo yo ahora quien me acerqué a ella y puse una mano en su brazo- Siento que hayas pasado por eso, de verdad. Ese tipo de diferencias son complicadas, y pasar de un extremo al contrario también. -Yo lo sabía bien, y no únicamente por Ariel. Había alguien más, alguien en mi pasado submarino, a quien esperaba no volver a encontrarme porque, desgraciadamente, sabía que en caso de hacerlo la cosa no terminaría bien para uno de los dos. Si algo no soportaba era a los putos terroristas, y él ya se había radicalizado demasiado para tener esperanzas de que cambiase de idea- Pero bueno, míralo así: has perdido a un novio y a unos amigos... -Resumí, abriendo mis brazos mientras inclinaba mi cabeza a un costado, sonriendo con aire forzadamente divertido- ...pero has ganado un André. -Bromeé, alzando las cejas un par de veces- Y un Marcos y una Jeanette, por cierto. ¿Se habrán dado cuenta de nuestra ausencia?
Hablar sobre todo aquello no era agradable, quizás por ello había pasado muy por encima por el tema, aunque seguramente influyera el que no conocía mucho a André. Aun así, sentí cierto alivio al poder hablar de lo que había pasado con alguien más. No era sencillo de explicar, pero de alguna manera, ello parecía restarle gravedad al asunto.
Sonreí de manera tenue, encogiéndome de hombros, cuando André hizo mención al par que formábamos de aquella forma tan suya; teniendo hasta que aguantar una pequeña risa al ver su frustración al no dar con cerveza en el botellín. Me impactó un poco la seriedad que envolvió entonces su rostro, y es que sin conocerle, el gallego marino era un tipo que podía dar miedo; pero no tardó en sonreír y reír entre desenfadados comentarios.
- No voy a entrar en detalles… Pero sí, él se lo pierde. – bromeé riendo, antes de que André volviera a ponerse serio, y yo también con él. – Te lo agradezco. No fue fácil, pero creo que lo llevo bien a día de hoy, al menos lo referido a él. – respondí a mi compañero mientras intentaba consolarme, tratando de sonreírle, pero consiguiéndolo a duras penas. – Creo que lo peor sobre eso, es la sensación de haber metido la pata hasta el fondo para una vez que me comprometo a algo más con alguien, como si eso no fuera para mí. – sonreí nuevamente con algo de amargura, pero me obligué a animarme, sobre todo recordando lo que André llevaba a sus espaldas. – Pero supongo que es un poco tonto pensar eso, el problema estaba en él, no en mí. – volví a sonreír, en aquella ocasión con algo más de ganas.
Cuando André continuó tratando de animarme, hablando de que había perdido a un novio y unos amigos, pero que le había ganado a él; me sentí algo confundida por muy distintos motivos. La mención a amistades me resultó extraña, dándome la impresión de que quizás no hubiera entendido del tipo de grupo del que le hablaba. Por otra parte, escucharle decir que le había ganado a él… Llevó mis pensamientos por otros derroteros, lamentando para mi sorpresa durante un instante, el que probablemente no tuviera ni una maldita opción con André después de lo que me había contado.
Así, me quedé un momento bloqueada, riendo cuando acabó de hablar, haciendo mención a que también había ganado un Marcos y una Jeanette.
- De la tuya al menos sí, con lo grande que eres como para no percatarse. – bromeé sobre lo referido a darse cuenta de nuestra ausencia. – Saben que podemos cuidarnos, no creo que estén preocupados por nosotros, pero si quieres volver ya, regresamos. Entiendo que la Guinness te tire más que yo. – continué en tono de broma, riendo.
Terminé poniéndome seria, desviando mi mirada mientras apretaba los labios. Quería decir algo, pero no sabía muy bien cómo, o siquiera si debía aclarar aquello.
- André… - dije volviendo a mirarle. – Lo de que he perdido amigos… Es así, al menos en parte, pero con grupo no me refería a la cuadrilla, si es en lo que estabas pensando. – hice entonces una pausa, llena de incomodidad. – Esa gente tiene poderes y grandes habilidades, y es capaz de matar a quien no piensa como ellos o dificulta sus propósitos. – volví a callar, emitiendo finalmente un corto pero profundo suspiro. – No lo había pensado antes, pero puede que el Gobierno incluso me quiera dar la patada como se entere de que estuve trabajando con ellos...
Puede que algunos estuviéramos destinados a arrastrar ese tipo de problemas, que no supiéramos juntarnos con la pareja adecuada. O incluso más allá, rodearnos de la gente adecuada. O puede que sólo fuera mala suerte, o algo así. El caso es que Irati también había tenido que aguantar lo suyo y yo lo lamentaba, pues sabía lo que era. Al menos, parecía llevarlo ya más o menos bien, puede que porque fuera algo menos reciente que lo mío, que hubiera sucedido de una forma menos dramática, o simplemente que ella fuera más fuerte que yo en ese sentido.
Bueno, si su poder divino se parecía al de la única que había conocido antes, puede que fuera más fuerte que yo en todos los sentidos.
En cualquier caso, lo que aquella experiencia le había dejado era algo que yo también conocía. Culparse a uno mismo acababa siendo un recurso sencillo, tanto como culpar al otro. El mundo no era blanco y negro, había muchos colores y tonos intermedios, y si una relación no funcionaba solía ser culpa de ambas partes, en mayor o menor medida. Aún así, eran los sentimientos los que mandaban, aunque yo no sabía mucho sobre eso. Pero cuando uno estaba enfadado culpaba al otro, y cuando estaba triste se culpaba a sí mismo.
Ya, cerrar las puertas a poder volver a meter la pata. -Resumí aquella impresión, sonriendo con amargura mientras apartaba mi mirada- Se lo que es eso. -Compartí con ella, suspirando- Pero qué carallo, no soy una ostra para encerrarme en mí mismo, como no soy un pulpo para aferrarme a todo lo que pille. Mejor no buscarlo ni cerrarse a ello. Si un día surge algo, lo que tenga que ser, será. Y si no, pues oye, yo con poco soy feliz. -Indiqué sonriendo a Irati, encogiéndome de hombros- Antes lo era.
Por otra parte, la vida estaba llena de pérdidas. Y por mucho que éstas dolieran había que mirar hacia adelante, pues la vida también traía cosas nuevas. Era como las mareas, daban y quitaban en su ciclo eterno, ¿por qué luchar contra ello? Irati había perdido a su novio y a unos colegas, pero ante ella se abrían nuevas amistades, como los miembros del grupo del que formábamos parte, algo que me recordé entre bromas tratando de que recuperse el humor. No podía dejar de recordarme que aquello también valía para mí, que yo también había perdido algo pero ahora tenía gente nueva en mi vida. Irati recuperó, efectivamente, el humor. Bromeó con que no hacía falta volver pero que yo sí necesitaba más cerveza, lo que me llevó a alzar mi botella vacía.
Carallo, ya sabes que estamos celebrando una épica victoria... ¿Con un botellín vacío? -Bromeé- Pero aparte de eso, estamos privando a todos de nuestros mejores chistes. ¿Quién va a levantar la moral de la tropa, el mago? -Sugerí alzando una ceja, de forma socarrona. Marcos no me caía mal, de ninguna manera, pero le faltaba algo de chispa. No era precisamente la alegría de la huerta.
Aún así, cuando iba a sugerir que retomásemos el camino de vuelta, me di cuenta de que la pelirroja se ponía súbitamente seria. Y cuando al fin explicó el motivo, también yo adopté un serio semblante, frunciendo el ceño de forma pensativa.
Hmmm... Eso sí es algo serio. -Indiqué rascándome la barba- ¿Y qué objetivos son esos, si puede saberse? ¿Has hecho tú algo... reprobable, estando con ellos? -Pregunté, tratando de hacerme una composición del problema y su magnitud. De alguna forma, mi mente siempre trabajaba a demasiada velocidad. Los atlantes siempre fardaban de ser mucho más inteligentes que los humanos, puede que tuviera algo que ver- Malo sería que te echaran de una patada en tu divino trasero por algo que no has hecho. -Indiqué, no sin cierta retranca, mirando hacia arriba- Yo he trabajado para una potencia extranjera. Y he sido amigo, o algo así, de alguien que ahora es un terrorista. Igual nos echan a los dos. -Sugerí en tono divertido, como si no creyera realmente en esa posibilidad- De hecho, si te echasen por algo así yo me iría también, estaría claro que este no es lugar para mí. Aunque la experiencia me dice que pocas cosas no tienen solución hablando un poco, así que si te vienen con monsergas ya sabes, cuenta conmigo. Para eso has ganado un André. -Añadí finalmente, guiñándole un ojo en confianza.
André parecía comprender aquel sentimiento de fracaso al haber apostado por alguien y por algo, como si nunca se tuviera que haber corrido aquel riesgo. No era de extrañar, después de todo, y me planteé por un momento si quizás debí haberme ahorrado aquel tipo de impresiones, dado lo dolido que aún estaba él por todo lo que había vivido, y que debía haber sido aún peor de lo que se había animado a compartir. Sin embargo, en seguida me di cuenta de que no, y es que aun haciéndose evidente que la cuestión le afectaba por haberse sentido igual, André se mostró más que decidido a no dejarse llevar por aquello; y seguro que afirmarse en seguir adelante le venía bien.
Sonreí en seguida, y no sólo por la gracia que mi hizo aquel símil que hizo con las ostras y los pulpos, sino por ver animado al atlante; aunque aquella última y sutil mención a que no era feliz hizo que me apenara en parte.
- Esa es la actitud. – sonreí aun así. – O al menos eso creo. – reí brevemente, rascando mi nuca con suavidad. – Es la filosofía que yo llevo al menos… Que pase lo que tenga que pasar. – afirmé encogiéndome de hombros. – Y que no te quepa duda de que volverás a serás feliz.
Sonreí ampliamente, y la conversación prosiguió, terminando por plantearse la opción de regresar ya. Yo no tenía prisa por volver, sintiéndome cada vez más cómoda, pero ciertamente el resto terminaría extrañándose por nuestra ausencia; y también quería celebrar la victoria con los demás. André apoyaba entre bromas la idea de regresar, aludiendo a la necesidad de cerveza y de nuestro humor, metiéndose con Marcos; en un comentario que evidentemente era del todo inocente.
- Da gracias a que el mago está con ellos, si no a saber dónde acabe el equipo de apoyo. – bromeé ante el estado de embriaguez en el que ya habíamos encontrado a este.
Parecía haber llegado el momento de regresar, pero terminé tornándome seria, creyendo finalmente que había algo más que tenía que compartir con André. Como era natural, este también se puso serio, y en seguida comenzó a hacerme preguntas, frunciéndose mi ceño al escuchar aquello de si había hecho algo reprobable, apartando mi mirada para no tardar en bajar esta. Al menos me lo preguntaba, y no lo daba directamente por hecho, pero me sentí incómoda igualmente.
En otra circunstancia, seguramente habría reído ante su calificación de mi trasero, pareciendo Sansón bastante tranquilo; incluso al compartir que también había motivos por los que podrían querer no contar con él. Mi mirada se volvió repentinamente hacia él ante la mención del terrorista, sorprendiéndome al oírle decir que si me echaban por algo así tampoco él se quedaría, siendo ello muestra de que aquel no era lugar para él. Negué con la cabeza casi sin darme cuenta, mostrando cierta sorpresa ante su confianza en que algo así pudiera arreglarse con una charla. Estábamos hablando de políticos, y hasta donde sabía, eran muy capaces de apartar a quien fuera que supusiera un problema para su imagen.
- Espero que no sólo para eso. – le dije con complicidad ante sus últimas palabras, obligándome a sonreír para devolverle aquel gesto de confianza y, en general, el apoyo que me ofrecía. – Y no lo digo porque próximamente tendré una mudanza que hacer. - bromeé, aunque no llegué a reír, poniéndome seria pronto. – Participé en cosas que no debí, pero nada grave desde mi punto de vista. En ese sentido no he hecho nada reprobable, tengo claros los límites, y no he llegado a rebasarlos jamás. – señalé con quizás demasiada contundencia. – No sé cuánto se habrán desviado sus propósitos a estas alturas… Al principio sólo se quería cuidar de nuestra tierra y nuestra gente… - volví a agachar la mirada, tragando saliva. – Supongo que peor que lo que hice, es lo que no fui capaz de hacer. – dije prácticamente pensando en voz alta, con mi ceño fruncido.
Resultaba algo chocante el derrotero que había terminado tomando la conversación. Estaba claro que nos conocíamos muy poco antes de aquella charla, y a aquellas alturas de esta, realmente parecía haber “ganado un André”. Terminé volviendo a mirar a este, tratando de ahogar aquel molesto sentimiento de culpa y obligándome a sonreír.
- No te quiero amargar la noche, hemos venido a divertirnos, ¿no? – señalé, tratando de mantener aquella sonrisa. – Volvamos, que aún tienes que darme a probar una Guinness de esas. – le dije guiñándole un ojo.
La pelirroja estaba de acuerdo en la actitud que se debía mantener ante lo que ambos habíamos pasado. Ni cerrarse en banda pensando en que iba a volver a pasar lo mismo, ni seguir el viejo dicho de "un clavo quita otro clavo". Que pase lo que tenga que pasar, y a seguir viviendo mientras tanto. Aún así, terminó tratando de darme esperanzas de volver a ser feliz, mostrándose convencida de ello, pero yo ni siquiera tenía ganas de ponerme a pensar en ello, así que sonreí y me encogí de hombros.
Ya hablando de regresar con el resto, bromeando incluso con la actitud de Marcos y la del equipo de apoyo, terminamos dedicando unos instantes a un asunto más serio, el de los problemas que cargaba Irati tras de sí y que creía que podía hacer peligrar su puesto en el equipo. Me apresuré a dejar claro que en ese caso también el mío estaría en entredicho, además de que aún librándome no seguiría en caso de que algo como aquello sirviera para expulsarla a ella. Tenía claro cómo era, los valores que me habían inculcado, y el tipo de lugar y equipo en el que estaba dispuesto a currar. Y más allá de eso, era un espíritu libre. No me costaba demasiado mandar las cosas a tomar por culo si no me convencían, era algo que me había caracterizado desde bien galopín. Si mi lugar no estaba en aquel equipo de superfuncionarios, pues me hacía un viajecito para airearme y santas pascuas. Los fiordos noruegos debían estar geniales, y me encantaba la cara que ponía la gente al ver salir del agua helada a un tipo tan grande como yo con tan sólo unos pantalones de cuero.
Te diría que yo tengo otra, pero lo cierto es que todo lo que tenga que llevar de casa de mi hermana a la vivienda que coja cabrá en mi viejo macuto, así que... -Bromeé con Irati, aunque lo cierto es que no dejaba de ser verdad. Había acudido a Madrid para las oposiciones tan sólo con la ropa que cabía en el macuto que solía llevar de viaje, uno de esos impermeables y estancos que podían transportarse incluso por el agua sin que se mojase la ropa de dentro, el más grande que había encontrado en el mercado. Había sobrevivido con eso hasta el momento, aunque seguramente una vez me instalase mi madre me enviaría bastantes cosas por mensajería desde Combarro.
Aquello quedó a un lado en seguida, pues la pelirroja aclaró que había hecho alguna cosa que no debía, aunque nada especialmente grave. Parecía más arrepentida de lo que no había hecho, y con el ceño fruncido me atreví a suponer de qué se trataba, al menos a grandes rasgos.
Los peores fanatismos de este mundo han nacido de llevar al extremo buenas intenciones. -Comenté con seriedad, sin saber si me acababa de inventar aquella frase o era algún tipo de cita célebre. Pero de las citas célebres acostumbraba a acordarme, con su autor además, así que supuse que era simplemente una reflexión de cosecha propia- Supongo que te refieres a evitar lo que ellos sí hicieron, ¿no? -Conjeturé, enarcando una ceja y suspirando a continuación- Yo me he parado a pensar alguna que otra vez en ese "colega" del que te he hablado, en si podría haber dicho o hecho algo para evitar que cambiase de esa manera. Es posible que sí, pero no pienso culparme por ello. Aunque te reconozco que no se cómo reaccionaré si algún día me entero de que ha cometido un atentado.
En el fondo, sí lo sabía, pero no quería admitirlo. Si me enteraba de que gente inocente había sufrido o incluso muerto por su culpa, iría a por él. Dejaría aquel trabajo si era necesario, para no mezclar a las autoridades españolas, recorrería el mar hasta encontrarlo, y le daría la paliza de su vida o palmaría en el intento. Pero aún mantenía la esperanza de que se guardase su fanatismo para sus discursos y grupos de amigos gilipollas. Porque, del mismo modo en que yo sabía lo que haría si cometía un atentado, él sabía lo que podía esperar en caso de hacerlo.
¡Ah, carallo! ¿Quieres entrar en el muy prestigioso y exclusivísimo club de amantes de la Guiness? -Bromeé con la pelirroja, echándome a reír mientras enfilamos la calle principal, rumbo de regreso al bar- No se, no se, tendré que hablar con Jeanette, a ver si te dejamos unirte...
Estaba claro que André cargaba con un peso a sus espaldas del que tardaría en librarse, pero viendo la actitud que mantenía, estaba convencida de que lo conseguiría; y seguramente más pronto que tarde. No creía en eso de que “el tiempo lo cura todo”, aunque en la mayor parte de las ocasiones se cumpliera, pero sí en que era mucho más fácil continuar adelante cuando querías seguir adelante y no ponías piedras en tu propio camino.
La conversación parecía ir llegando a su fin, pero un tema bastante peliagudo terminó por aparecer, y antes de ahondar más en este pude escuchar la respuesta de André a mi comentario acerca de la mudanza. Sonreí ante sus palabras, preguntándome si aquello sería tan así.
- Bueno, tampoco es que tenga demasiadas cosas, aunque sí bastante más que para llenar un macuto. – reír suavemente. – Son unas cuantas maletas entre todo. – me encogí de hombros, tornándome pensativa. – Imagino que tendré que subir a Hernani a por algunas cosas cuando tenga dónde instalarme.
Pero llegó el momento en el que la seriedad tuvo que instalarse nuevamente en mí, tratando aquel aspecto de mi pasado que me atribulaba más de lo que había creído. Me di cuenta de cómo mi compañero fruncía el ceño con mis explicaciones, pero fueron sus palabras y posteriores gestos los que me dejaron claro lo que había extraído de mis palabras y lo que pensaba al respecto. Asentí cuando buscó confirmación en lo referido a haber evitado lo que otros habían hecho, pareciendo en seguida entender demasiado bien de qué hablaba. Por lo que contaba se había visto en una situación similar, negándose a culparse por no haber podido impedir un cambio de pensamiento en aquella persona de la que hablaba.
Cuando afirmó no saber cómo reaccionaría ante un atentado, sentí un inexplicable frío que me llevó a abrazar mis propios brazos, sintiendo una fuerte congoja.
- No pude impedir que mi amiga matara a un hombre. - Solté sin mirarle a la cara siquiera. - Ni logré que pagara por lo que hizo… - Iba a continuar hablando, pero una idea cruzó por mi mente, una que me llevó a fruncir el ceño, asustada y confundida.
No sabía cuánto daño habían podido hacer ya, ¿y si realmente había estado en mi mano impedir parte de lo que habían hecho después?
Terminamos poniéndonos en marcha, y no queriendo amargarle la noche a nadie traté de dejar a un lado todo aquello que enturbiaba mi cabeza en esos momentos. André bromeaba con el tema de la Guinness, y traté de hace yo lo mismo.
- ¿Exclusivísimo? No me van los clubs elitistas, mejor me quedo con mi Franziskaner. – bromeé. – Pero si otro día te apetece hablar otro rato… Te dejo que me invites a una Guinness. – le dije encogiéndome de hombros al tiempo que le mostraba una tenue sonrisa, encontrándonos recorriendo la calle principal.