Partida Rol por web

Hacía tiempo que el sol se había puesto cuando la Casa Crogall llegó a la Puerta de los Dioses en las afueras de Desembarco del Rey. La Puerta de los Dioses era la más amplia y espléndida de las siete puertas de la ciudad. Se situaba al Noroeste de las murallas, donde el Camino Real se introducía en la ciudad, y estaba decorada con hermosas estatuas de los Dioses. La noche no les había permitido contemplar la majestuosidad de las colinas de la ciudad y sus emblemáticos edificios vistas desde el camino, aunque si que habían contemplado los cientos de luces que la iluminaban en la oscuridad y el putrido olor de la concentración de humanidad, nada menos que medio millón de almas, que llegaba desde las colinas.

Los Capas Doradas les dieron el alto en la puerta. Tres miembros de la Guardia de la Ciudad, ataviados como correspondía a tal cargo con sus capas de lana pesada teñidas de dorado. Cota de mallas, guanteletes y botas negros. El oficial del grupo llevaba su armadura ornamentada con cuatro discos dorados.

-¡Alto ahí!. -Gritó el oficial con voz autoritara. -¿Quién va?

Intentó, sin sobresalir dentro de su auto impuesto límite de señor, mantener el ánimo en la comitiva. Se cercioró de que nadie se sintiera temor durante el resto del camino. Preguntado alguna cosa trivial o contando alguna anécdota entre silencio y silencio. Quería, aunque fuera de una manera indirecta, recordar que eran una familia y que unidos podían hacer frente a cualquier adversidad. Eran de las pocas fuerzas que podían rivalizar con el dinero o el poder, aunque, a menudo, con dificultad.  A medida que pasaba el día las fuerzas, y el ánimo de Lord Evan, iban menguando. Se le helaba le corazón pensar que en la capital estaban en el punto de mira de algún desconocido. Pero no era algo que guardaba para sí, puesto que su máscara de depredador no deba que esos sentimientos aflorasen. Cómo si desembarco no fuera la suficiente peligrosa por si sola.  La tarde caía y en cuento tuvo un instante se aseguró de que su mirada se cruzada con la de Lady Varya para entregarle una pequeña sonrisa. En contraposición sus ojos querían trasmitirles de que tal vez fuera la última. Antes de llegar a divisar, o al menos las siluetas de la misma, Desembarco empezó a percibir su olor característico. Le inundaron un buen puñado de recuerdos de todo tipo. Hasta que escuchó como la pequeña mascota de traían consigo se movió levemente. Es paciente, pensó.

Cuando la guardia de la ciudad les pidió referencias esperó hasta encontrar la mirada para recibir instrucciones de su maestro de armas. Con un sutil movimiento de cabeza niega. Lord Evan aún quiere seguir bajo el amparo de anonimato.  Ros, este es tu terreno. Y siguió en silencio.

Buen día mi señor guardia. Soy Lady Scarlett, de Blackwood.  Solicitamos su venia para pasar.   Venimos a comprar ajuares y otro comercio vario.  Y admirar la belleza de nuestra capital si el tiempo lo permite.   Llevamos sólo una mascota exótica para vender por pieles si así algún comerciante lo considera, más las cosas varias de las necesidades para unos pocos días. 

La imagen de la capital no agradó a Ser Roshar, quien tuvo que hacer un esfuerzo por mantener la sonrisa. Ni siquiera tenía tiempo para enfrentarse a sus recuerdos... Había demasiado en juego y tenía que tener la mente despierta. Si el camino había sido duro, la situación solo podía empeorar en Desembarco, donde se enfrentarían en combate más cercano con sus enemigos.

Los guardias los detienen, para asegurarse de sus identidades, y Lord Evan prefiere la discreción. El caballero azuza su montura para aproximarse a los guardias, asegurándose de tener las manos visibles y de no parecer amenazante. Entonces Lady Scarlett se pronuncia, arrancándole una ligera sonrisa. 

Ser Roshar observa al oficial, escrutando sus gestos, así como los de sus subordinados. Buscaba algún gesto de extrañeza, quizás por haber identificado algún blasón... No lo esperaba, pero habían demasiado rumores de la familia manchando su nombre y la palabra Crogall sería ya recurrente en la capital. Además, no sabía si era lo más prudente esconder su llegada a la ciudad... Sin duda les interesaba empezar a actuar sin que sus enemigos supieran de su llegada, pero el Rey podría recelar ante la noticia y los mismos Dannett podían considerar interesante compartirla. Era posible que el caballero debiera arreglar ciertos vacíos de información con la ayuda de monedas y concretar la llegada de la familia por si habían futuras comprobaciones. Aunque no se concordara con la realidad. 

Galdrín no pudo evitar un suspiro cuando divisó la capital del reino en un giro del camino. Era perfectamente consciente de que los problemas que habían sufrido por el camino no iban a evaporarse al cruzar las puertas, probablemente todo lo contrario, sin embargo el completar la etapa sin más contratiempos le producía cierto alivio.

A medida que se acercaban a Desembarco del Rey dio instrucciones a sus hombres de como deberían proceder en el interior de la ciudad. Ordenes sencillas: "mantenerse alerta", "no dejéis que nadie se acerque a la familia" y la más importante tal y como estaban las cosas: "no desenvainar armas si no es imprescindible"

Cuando por fin se acercaron a la puerta y el guardia les interpeló el maestro de armas reconoció la seña de Lord Evan y taconeó su montura, sin embargo Lady Scarlett se le adelantó y respondió al oficial una verdad a medias por lo que se mantuvo tras la señora a la espera de reacciones.

Lady Varya acompañó a su esposo tratando de dar normalidad a la comitiva, para cuando llegaban a las cercanías de la capital ya había oscurecido y no pudo apreciar la majestuosidad del atardecer en sus murallas. Lo que sí apreció fué el olor a 'humanidad', tal y como le había dicho ser Roshar que ocurría.

Su olfato se había acostumbrado al olor de la tierra pantanosa en la que vivía pero, como no había olvidado el hedor de Pentos, no fué demasiado traumático para la dama. A pesar de eso, se llevó la muñeca izquierda a la nariz para aspirar un poco del aroma a tomillo que impregnaba la bolsita aromática que llevaba atada y esperó pacientemente por como se desarrollaban los acontecimientos.

Cuando cree que por fin todo ha terminado, al llegar a Desembarco, se da cuenta que es todo lo contrario. Aquí están sus enemigos, acechando, esperando... Y el olor.

Buf! Huele a mierda. Mierda, mierda. No estiércol, o el fétido y aceitoso tufo de los pantanos. Esto era mucho peor. Observa a su madrastra llevarse el tomillo a la nariz y en ese momento odia no ser una dama para poder hacer lo mismo.

Espera, paciente, a como se desenvuelve el encuentro con el guardia, acostumbrado a las maneras silenciosas de su padre, pero Scarlett se adelanta y toma las riendas. Whalen la mira con admiración.

A veces tan odiosa... Y otras...

Aunque le gustaría odiarla, y así lo ha pensado, sabe que no es verdad. Se siente un hombre débil. Y se odia a si mismo por ello.

El oficial del grupo se adelantó para examinar a la comitiva y mostró una pequeña sonrisa en sus labios cuando Lady Scarlett contestó en nombre de todos. Se tomó unos segundos antes de responder mientras examinaba al grupo y dirigía una mirada hacía el fondo, allí donde se encontraba la carreta del lagarto-león. Parecía que la excusa de Lady Scarlett iba a colar hasta que el oficial vio al animal, en ese momento se recolocó y amplió su maliciosa sonrisa.

-Al parecer los Crogall dejan que sus mujeres hagan todo el trabajo. -Dijo con cierto retintín. -No es de extrañar, después de lo que se dice de ellos.

Los otros dos soldados se echaron a reír pero el oficial les cortó con un rígido aspaviento con el brazo. Ya no tenía aquel gesto sarcástico en la cara y había cambiado el tono de su expresión de súbito.

-Ya basta. Mostrad algo de respeto, es un Lord de nuestro Rey. - Dijo completamente serio. -Mick revisa la carreta del bicho. Hallad, inspecciona todos los objetos que llevan encima. Se minucioso. -Le dijo a este último.

Entonces dirigió una mirada cargada de desconfianza hacía el grupo. Otra vez volvían a pasar por lo mismo. Llegar a Desembarco no había supuesto para nada el olvidarse de miradas de desconfianza y comentarios cómo los que habían tenido que soportar por el camino. Pero además tendrían que soportar aquel insultante trato y gastar un tiempo valioso en esperar a que los guardias revisaran todas sus pertenencias.

Ser Roshar río junto a los guardias, sin parar de manera tan drástica cuando su oficial les corta la diversión. Miró sus rostros alternativamente, quizás en busca de un gesto de confusión o, mejor, de irritación. Grabó sus caras en su mente y se aproximó más al líder. 

- Si se me permite preguntar ¿Qué es lo que buscan? - su mirada corrió a vigilar a los dos guardias. ¿Acaso osarían introducir algún objeto entre las pertenencias? ¿otra prueba falsa que los incriminara? ¿cuánto pretendía acercarse a nuestro "obsequio" el soldado? El caballero vigilaba sus movimientos, centrándose más en el que se acercaba a las pertenencias. Le parecía un lugar más apropiado para colar una evidencia y lo tendría más fácil sin un lagarto-leon que vigilara sus movimientos, además de Covern. - Entiendo que esta pequeña molestia cuenta con el beneplácito del Rey...

Era evidente que aquel no era trato adecuado para ningún Lord y, si no había sido ordenado directa o indirectamente por el Rey, podía acarrear consecuencias a los causantes. Consecuencias que se molestarían en endurecer... Porque ¿qué esperaban encontrar cuando ni siquiera tenían que entrar desarmados en la capital? No, no había nada... A menos que...

Una idea estalló en la mente del caballero... Rog Thanders... Se preparó para lo peor... 

-Lamento las molestias. -Respondió el oficial ante la pregunta de Ser Roshar. Se había quedado un poco desconcertado ante la risa del caballero momentos antes, mas no le dio mayor importancia. -Es el Torneo del Rey y cualquier seguridad es poca, sobre todo después de lo que se cuenta de vuestra casa. Os habéis labrado cierta reputación por aquí. - Le dijo.

-Sé que todo esto es un fastidio -dijo en tono comprensivo,- y que se podría evitar fácilmente pero ya de por si extremamos las precauciones por la noche y tenemos ordenes de asegurarnos de que no sois un peligro. Lamento las molestias. Mi nombre es Trepa Simonen, por cierto, fui fiel al Rey Robert desde el principio de la Rebelión y se me recompensó con este cargo, por tanto no pienso traicionar la confianza de mi Rey. Si vuestro señor tiene a bien ordenar a sus hombres que colaboren resolveremos esto con mayor agilidad para ambas partes.

Trepa había hablado con una melodiosa voz y buenas palabras, todos habían quedado con la sensación de que en realidad se trataba de un tipo encantador. Sin embargo, todavía sus palabras guardaban cierto tono de desconfianza.

Todo aquello era demasiado. No le gustaba ver como arrastraban el nombre de su familia por el fango. No dejaba de ser guardias, y eso de examinar lo que llevaban... No acababa de entender qué esperaban encontrar.

Trepa Simonen... No acabo de entender qué espera encontrar en nuestras pertenencias... Y desde luego, tampoco esperaba que alguien de vuestro rango diera pábulo a unos rumores... unas calumnias mejor dicho, como si fueran cosa cierta. Estoy convencido que un oficial de la guardia de la ciudad se basa más en hechos que en habladurías, para crearse un juicio sobre alguien, y que lo de antes no es más que una broma... 

Entonces se inclina un momento sobre la silla de su yegua para mirarlo un poco más de cerca.

Por cierto, oficial Simonen, nos gustaría saber quien ha ido esparciendo esas palabras... Debe ser alguien muy elocuente para convencer a un oficial del Rey, valiéndose únicamente de su palabra y de un escudo al que han pintado nuestro emblema.

Maldita bestia. -El maestro de armas creyó por un momento que la mentira, o verdad a medias, de Lady Scarlett había surtido efecto, sin embargo no contó con que un oficial de desembarco del rey pudiese reconocer y relacionar al lagarto-león con los Crogall. Por lo visto la fama que les precedía era lo suficientemente fuerte como para darles problemas hasta antes de entrar en la ciudad.

Galdrín se mantuvo callado mientras los nobles de su familia interpelaban al oficial de una forma mucho más educada de lo que el hubiera conseguido. Sin embargo no pudo evitar responder a la ridícula situación que se estaba dando.

-¿Asegurarse de que no somos un peligro?, ¿y como lo piensan hacer?, ¿buscando armas? -El maestro de armas mostró las espadas que llevaba al cinto y señaló a los hombres a pie. -Son hombres de armas, como corresponde para proteger a nuestro Lord. Y eso sin tener en cuenta que nuestro lord heredero viene a Desembarco a participar en un torneo... con armas.

Inmediatamente se arrepintió de su arrebato e intentó arreglarlo.

-Ha sido un día duro oficial. Hemos sido asaltados durante el camino y estamos cansados. Los hombres colaboraran con ustedes pero nos gustaría entrar finalmente a la ciudad.

Por un instante consideró la opción de sobornar al oficial pero la desechó al considerar que a esas alturas podía hacer más daño que bien.

De saber que a quien nos íbamos a encontrar entrando a Desembarco iba a ser alguien tan íntegro como usted Ser Trepa, no hubiéramos sido tan discretos con lo Crogall.  Gente como usted es difícil de encontrar.  -dejó salir un suspiro como de alivio.

Con tranquilidad acomodó al caballo que se movía para platicar mejor con él, y observar sus acciones.  Se veía nonchalant, amable, pero aguda.  Me imagino que en la Corte hay quienes no dudan de que hemos actuado con toda honra y que hay quienes nos están sembrando mala voluntad con mentiras.  ¿Quienes son los honorables que mantiene la misma actitud imparcial que usted?  

De hecho creo que me acuerdo de usted-es, -entrecerró sus verdes ojos,- entre los Tully se sabía lo fiel que eran usted y sus amigos a la verdad ante el abuso, con la fuerza representada por Robert Baratheon.

Debe ser difícil contrarrestar las malas lenguas, ¿no?  ¿Quién osaría repartir tan frágiles mentiras?

Esperó paciente, no quería entablar conversación con unos porteros a altas horas de la noche con el cansancio acumulado por el temor de que el Lord se sobrepusiera a hombre. Se vio gratamente sorprendido cuando Scarlett intervino en el asunto. En las conversaciones que había tenido con ella sabía que era uno de los comodines que tenía la casa Crogall. Contuvo una leve sonrisa al escuchar el jefe de la guardia. ¿Trepa? Le queda como anillo al dedo. Hasta que empezó a escuchar cómo sabía exactamente quienes eran y cuál era su cometido en todo este asunto. Al escuchar las reacciones de Whalen y Galdrím sintió un alivio dentro de sí mismo.  Eran las interpretaciones de una misma reacción que le eran muy familiares. En esta ocasión les costó poco saber cómo tratar a aquellos porteros, habría sido demasiado ingenuo pensar que les dejarían llegar sin alguna sorpresa de bienvenida. Estaba claro que aquel hombre tan sólo era un peón más que solamente respondería ante la muerte certera o el oro, y la segunda opción era la más adecuada para Desembarco. Un leve escalofrío le recorrió el cuerpo al pensar que más les tenía preparado el tal caballero del zorro. Ya que sabían quiénes eran Evan interpretó que la intención tan solo era instigarles a amar algo de ruido para alimentar el fuego de las malas lenguas.

Le agradó la iniciativa de intentar sonsacarle algo al señor “Trepa”, así que dejó que Scarlett siguiera con su interrogatorio, después, si era necesario, intervendría. Nunca se sabe que sorpresas te puede deparar hasta el más insignificante de los hombres.

Las siguientes palabras que dijo el guardia hicieron que la cara de la dama se tensase, no le gustaba nada esa actitud y cuando dijo que los registrasen anotó muy bien su nombre y descripción en su memoria. No pensaba dejar que ninguna mano que no fuese la de su esposo la tocase. -Esperemos que Mick se quede sin mano- pensó con cierto deleite esperando que el tal Hallad no se aproximase a ella y los pusieran en su lugar. Cuando ser Roshar intervino y Simonen se explicó lady Varya casi se lo creyó, hubiese sido así si no hubiese estado habituada a las melosas y falsas palabras.

El puño derecho de Varya se cerró sobre las riendas de su montura, reteniéndola pues parecía que el animal percibía la inquietud de su jinete, mientras los jóvenes de la casa inquirian qué era lo que buscaban. Ella tenía varios secretos entre sus pertenencias que seguro no serían bien vistos por esos guardias por lo que se mantuvo callada, esperando las órdenes del oficial para, de ser necesario, poner el grito en cielo como señora de la casa*. 

-Tengo ordenes del Rey, -le contestó a Whalen, -de no dejar pasar a nadie a estas horas de la noche sin antes asegurarme de que no se trata de un peligro para la ciudad. Sé que no es plato de buen gusto, pero está es la norma para todo aquel que llega cuando el sol se ha puesto.

Fue entonces cuando Galdrín, bastante irritado y molesto por todo aquello, se cansó de tragar bilis y explotó contra el oficial de la entrada. Simonen no pareció inmutarse cuando el maestro de armas mostró su espada ni cuando se refirió con alusiones a lo estúpido de buscar armas en unos caballeros armados. Al contrario, se mantuvo tranquilo y se limitó a mirar hacía las aspilleras que había sobre ellos en la muralla para recordarle que no estaban solos, después le contestó con una escueta mueca de satisfacción y amabilidad en el rostro. 

-No son armas lo que buscamos. Hay venenos  letales que pueden esconderse en los pliegues de la ropa y bastar para conspirar contra el reino. Por ello el examen ha de ser tan minucioso. 

Mientras Trepa Simonen hablaba con ellos, los dos soldados se encargaban de inspeccionar los equipajes y el cargamento del grupo. Iban a perder un tiempo muy valioso con aquella odiosa tontería. Y, aunque no tenían prisa ahora que estaban ya a las puertas de Desembarco del Rey, si que estaban cansados y tenían ganas de dormir y olvidar todo lo nefasta que había sido aquella jornada. El pobre Rog Thanders tampoco había sido ajeno al asunto. De su animal habían confiscado un par de frascos de especias que los guardias consideraron contrabando a pesar de la insistencia de Thanders en asegurar que se trataba de simples sazonadores de alimentos traídos de Dorne. Mick inspeccionó la carreta del Lagarto-león sin problemas, el animal estaba tranquilo y fue un alivio que así fuera ya que, aunque la mayoría deseaba que las fauces del animal le recortaran algo más las mangas, podría haber supuesto un nuevo problema para ellos que hubiese ocurrido aquel percance. Hallad se acercó al arcón que cargaba con las pertenencias de Lady Varya y le pidió que lo abriera para inspeccionarlo. 

Fue entonces cuando Lady Scarlett intervino de nuevo. Con cándidas palabras y una actitud dulce hacía el Capa Dorada se ganó su confianza. A pesar de todo lo que les estaba haciendo pasar, Trepa debía ser un tipo simpático fuera del trabajo, sin esa capa dorada colgando en su espalda, allá en las tabernas que sin duda frecuentaría; uno de esos tipos que cuentan historias y son invitados a jarras de cerveza gracias a su simpatía. Y como tal, le encantaba ser agasajado. No cabía duda de que aflojar unas monedas agilizarían el trámite, pero un agasajo verbal realizado con la simpatía de Lady Scarlett bastaba para confesar la auténtica naturaleza de todo aquello. 

-Siempre le fui fiel a Robert. Desde el comienzo de la Rebelión. Incluso cuando las fuerzas menguaron y parecía que íbamos a perder la guerra. - Respondió con una sonrisa amplia en el rostro que agradecía el comentario de la dama. -Intentaré que no se pierda demasiado tiempo. ¡Hallad, Mick!. ¡Agilizad el registro!. 

El registro no fue tan minucioso a partir de ese momento y los soldados miraron las pertenencias muy por encima, sin fijarse en los pequeños detalles y pasando por algo algunas cosas. La amabilidad de Lady Scarlett había generado buenos frutos. Apenas les demoraron diez minutos más antes de darle el visto bueno a su jefe, quien dialogaba animadamente de los tiempos de la guerra con la dama. 

-Muy bien, pues ya podéis pasar. -Lady Scarlett le preguntó quien osaba repartir tales mentiras sobre ellos para generar esa desconfianza en su contra y Simonen se disculpó. -Lamento de veras como os hemos tratado pero el joven Dannett nos dio buenos motivos para desconfiar de vosotros. En realidad no os acusó de nada específico, simplemente quería que pasarais un mal rato. - Confesó extendiendo los brazos con las palmas de la mano hacía el cielo. 

Muchas gracias Ser Trepa.  Espero haya ocasión de verlo de nuevo durante nuestra visita.  Y que bueno que pudo ver que el único veneno que ha entrado a Desembarco está en las falsas palabras de ese joven Dannett.  Espero sea un error de visión que pronto corrija ese muchacho.  O le ayudaremos a corregirlo de la manera más amable posible. 

Muchos saludos a su familia pues, dígales de mi parte. Sonrió. Es cómo si ya los conociera.  Un gusto.  Y diciendo eso retomó el caballo y el rumbo.   

¿Queridito, nos quedaremos cerca del barrio de mercaderes?  Le dijo a Whalen. Así no te quedará tan lejos ir y venir por mis regalitos.  Ya ves que luego pueden ser muy pesados y es tardado dar muchas vueltas en algo así.  Le dió una caricia linda con su mano enguantada. 

La explicación de Simonen hizo que Varya elevase una ceja -¿Y solo se pueden introducir cosas peligrosas de noche? Si vienes de día no pasa nada...- sus pensamientos mordaces apenas se traslucían en su semblante, aunque menos mal que había quedado semioculta por el resto de la comitiva que se había adelantado a parlamentar. Cuando la dama vió que le arrebataban un par de frascos al mercader 'por si acaso', comenzó a pensar en una buena actuación para detener el registro, sobretodo al ver a Hallad cerca de su arcón. 

Para su suerte, su nuera habló de nuevo en ese momento y el capitán ordenó aligerar, lady Varya asintió para que Amelie abriese su baúl y dispuso su lengua para actuar rápido en caso necesario. Dejó escapar el aire lentamente y con una sonrisa cuando dieron por finalizado el registro de su equipaje y siguieron con el siguiente, aunque en sus brazos todavía se acumulaba la tensión. Asintió interiormente a la puntilla de Scarlett para con el joven Dannett, comenzaba a cansarse de la situación y empezaba a darle igual si eran ellos los instigadores o si había alguien detrás. Se lo iba a hacer pagar, el viaje incómodo, las miradas veladas, las muertes sin motivo.

Con el peligro dejado atrás, al menos en apariencia, la señora de la casa intercambió una efímera pero significativa mirada con su esposo.

Galdrín observó resignado como los dos hombres procedían con el registro y colaboró cuando fue su turno. Se le ocurrían mil razones por las que aquella situación era una perdida de tiempo para todos pero prefirió callar y dejar que fuese Lady Scarlett la que llevase el peso de la conversación.

Mientras los guardas finalizaban el proceso el maestro de armas escuchó el comentario de Scarlett y se dirigió hacia ella.

-Milady, por seguridad mejor nos alojaremos todos juntos en la zona alta de la ciudad. -Miro hacia Whalen y añadió. -Además, milord tiene que comenzar a entrenar para el torneo cuanto antes.

Galdrín dejó a la pareja y se acercó a diferentes hombres para impartir ordenes concretas para la entrada en la ciudad.

Su mirada correteó tras los guardias, vigilando al detalle todos sus movimientos. Sonreía, fingiendo diversión ante la molestia generada a los Crogall, y se llevó una mano a la bolsa del dinero esperando tener que hacer uso de las monedas para agilizar aquel... "tramite". Por fortuna Lady Scarlett conseguía ablandar al oficial con sus agasajos, ganándose enteramente su confianza, y Ser Roshar se hizo a un lado para no importunar en la conversación. 

Le resultaba evidente lo inútil de aquel registro, más cuando solo los hacían por la noche. Cualquier persona podría haber introducido veneno en la capital mientras brillaba el sol... Y eso, si hiciera falta. La verdad es que en Desembarco bien podías encontrar un vendedor de cualquier tipo de bien, dejando que el comerciante sea quien se juegue el tipo para garantizarse el suministro.

El caballero se alegró de que la inspección fuera menos minuciosa y esperó a que concluyese, y a que los guardias se alejasen de las pertenencias de la comitiva, para dirigir su mirada hacia el interior de la ciudad. En las cercanías debería poder encontrar a alguno de sus agentes, a quien le tocase vigilar aquella entrada para ir informando al resto de la red, y tenía que encomendarle una tarea. Ser Roshar nunca acababa de fiarse...