Partida Rol por web

—Lo tomaré como un "no"—resopló Iskal después de que nadie hubiese respondido a la pregunta—. Es evidente que sabéis más que yo de moverse en ciudades así que haced lo que queráis. Pero que conste que a mi tampoco me gusta la idea de separarse.

Al igual que Nekaua, él estaba lejos de su elemento. Y si bien por instinto lo asociaba a que ninguna cacería resultaba exitosa si cada uno iba por su cuenta porque los problemas se podían multiplicar y aunque se tardase más era más seguro un grupo, tampoco sabía hasta qué punto las ciudades humanas y sus excentricidades modificaban aquella premisa.

Para sorpresa de Corianne, Clea no puso reparo.

—No es como si tuviéramos una cuenta atrás. No al menos de momento, así que si la mayoría está de acuerdo no veo porque no.

No es que hubiera una mayoría pero tanto Iskal como Nekaua habían cedido en su postura, por lo que el curso de acción parecía claro.

Rizo volvió a toser un poco y miró a Nekaua.

—Es el mejor sitio al que podéis ir tú y el hombre gato. Es donde menos llamaréis la atención.

Corianne recordó todo lo que sabía sobre los Merantia, Baractus Cufford o Steleio Bondus. Llevaba dos años fuera de Mena de Oro, pero al final Rhovesia no era muy grande, así que los rumores saltaban de una ciudad a otra con facilidad.

Tanto del grupo criminal como del alquimista la pirata no pudo aportar mucha más información de la que tenía Rizo. Caso distinto era el del herrero. El nombre le había sonado desde que lo había escuchado y ahora sabía por qué. Su padre le había hecho algunos encargos.

Baractus no era nadie especial, un hombre corriente con un oficio corriente. Uno de esos dorados que llevan toda la vida en la ciudad, viviendo de forma humilde y aguantando los envites de la vida en Mena de Oro. Era tan normal que nii siquiera la forja de armas era el grueso de su negocio. Éste estaba más orientado a la forja de útiles prácticos: herraduras, ollas, rejas y herramientas. 

La verdad era que su perfil no acompañaba nada con el de alguien que estuviese involucrado en algo tan gordo como el Polvo de Escorpión. Pero estaban en Mena de Oro y se trataba de un caso inusualmente extraño. Descartar posibilidades tan a la ligera podía ser un error.

Con el mapa mental en su cabeza, Corianne compartió con sus compañeros lo que sabía.

Me dijo Tali que hiciera público el resultado de sus tirardas de Saber Local por si no podía postear en este turno.

La resignación halló su lugar en un rincón recóndito del espíritu de Nekaua. Estaba lejos de estar de acuerdo, pero creía entender las razones detrás de aquel proceder: podían investigar los tres objetivos antes de llamar la atención, quizás podrían descartar más rápidamente alguno de ellos, o encontrar la pista correcta sin dar pasos en falso.

Si la gnoma sabía de lo que hablaba, sus compañeros no iban a necesitar protección, por el momento. 

¿Estás de acuerdo? preguntó a Iskal.

—Disculpa, Rizo, pero nadie te ha nombrado capitán de este barco. La verdad, Nekaua, esperaba que me protegieras, como prometiste—repuso Corianne—. Yo seré Gweldyn deCorcy, intrépida e irresistible aventurera. Tú serás Dura-como-una-piedra, mi inseparable compañera de correrías y devota protectora.

... Y amante, en tus sueños.

La coartada tenía sentido, en su cabeza. No sería la primera Goliath que, separada de su tribu, se dedicaba a lo que mejor sabían hacer: parecer fieros y dar mamporros si la cosa se torcía.

Clea rechazaba una y otra vez comportarse de una manera que no sacara de quicio a Corianne. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que la arrastrara del pelo la arrojara al primer charco de barro que encontrara?

—Está bien. Lo haremos a tu manera Daha.

Pero como hagas algún comentario de sobrada te suelto un sopapo.

—Yo debería ser quien se ocupe de los Merantia, se manejarme con tipos como esos; ninguno de vosotros dos tiene la más remota idea de cómo moverse en ese mundo, como yo no lo tendría en la montaña o... Dondequiera que viváis los felidos. Aparte de los Merantia, ¿alguno tenéis alguna preferencia?

Que Corianne hubiera aceptado finalmente su plan como válido la llenaba de orgullo. No obstante, otorgaba un elevado porcentaje de responsabilidad a su persona de salir las cosas torcidas. Eso no Le gustaba tanto, pero de todas formas, le seguía pareciendo la mejor y más lógica opción.

Por otra parte, ese podía ser el inicio de una nueva relación con el grupo. A decir verdad, no había congeniado demasiado con ninguno de ellos hasta el momento y ahora veía que realmente había puesto en compromiso la misión en más de una ocasión. Ella no era una aventura experta, de hecho ella no era para nada una aventura, pero allí estaba y mucho tenía que aprender de sus compañeros.

Era la oportunidad de comenzar de cero y más concertada en el objetivo. Era el momento de comenzar a confiar en el grupo y demostrar su valía. Sólo esperaba que no fuera demasiado tarde. No quería defraudar al Patriarca.

- Si pudiera elegir con el corazón, algo me dice que se me daría mejor vigilar al herrero. - Chasqueo la lengua. - Aunque creo que pienso eso porque lo considero más fácil. No obstante, podría llegar a iniciar una relación con el alquimista demandando alguno de sus preparados... - Pensó en alto. - Me es indiferente... - Razonó. - Kifel, Iskal, Clea... ¿Cómo nos agrupamos? No tengo problema en ir con cualquiera de vosotros, supongo que seréis vosotros los que os juguéis a suertes ir al lado de la sacerdotisa insoportable. - Sonrió con su propia broma de lo que parecía una evidencia.

—Y yo puedo ser el gato de Clea, aquel al que le dio tanto de comer que se volvió tigre. Y hasta aprendió a hablar y caminar erguido—comentó Iskal cuando Corianne mencionó a Gweldyn deCorcy, pese a que no tenía ni la más remota idea de quién era Gweldyn deCorcy—. Total, ya tenemos el antecedente de los félidos vegetarianos, no puede sonar más absurdo que eso.

Lo cierto era que seguía sin gustarle en absoluto la idea de separarse, ¿pero qué otra cosa iba a hacer? ¿enfadarse y no respirar? No tenía más remedio que tomárselo con humor sardónico hacia si mismo.

Le frustraba la sensación de no poder aportar nada positivo en aquel entorno y tener que dejar que los demás eligiesen por él. Aunque en principio le parecía bien ir con Nekaua, lo que acababa de decir Corianne tenía sentido así que se limitó a devolverle a la goliath un resignado encogimiento de hombros antes de responder.

—Vaya donde vaya voy a parecer una trucha en el bosque—comentó—. Pero supongo que, aparte de por gato sobrealimentado, también puedo pasar por guardaespaldas.

La proposición de Daha se había convertido en un hecho, y solo restaba decidir quiénes conformarían los grupos que se ocuparían de cada uno de los sospechosos. Corianne ofreció una alternativa a la propuesta de Rizo, y Nekaua asintió. Iskal y ella podían asumir el mismo papel en diferentes sitios, en lugar de hacerlo en uno solo. Sin duda sería capaz de manejarse entre esos Merantia mejor de que cualquiera de ellos dos podría. Y, además, en verdad había dicho que la protegería.

Respondió al encogimiento de hombros del félido con uno propio.

Lo he dicho y lo haré. Prometí al Custodio que os protegería todos… respondió a la humana, pero mi escudo no es lo bastante grande para resguardar a tantos. No existe un escudo lo bastante grande para proteger a una banda que se toma caminos separados.

—En ese caso y visto que nadie ha dicho lo contrario. Corianne y Nekaua irán a esa taberna. Daha y Kifel se encargarán de ese herrero e Iskal me acompañará a la Alta Mena de Oro a vigilar al alquimista.

Entonces Clea se dirigió hacia la gnoma.

—Muchas gracias por vuestras ayuda Rizo. No os preocupéis y recuperaos. Nos encargaremos de encontrar la droga.

El grupo abandonó el colmado Jansen por turnos, de la misma forma que habían entrado. Por turnos dejando un buen lapso de tiempo entre salida y salida. La noche ya se había apoderado de Mena de Oro cuando todos llegaron al Oso y el Cazador para cenar. Fue una buena cena, igual que había sido antes la comida y después se dirigieron a la casa de Jean y Gordon. Después de dos noches durmiendo a la intemperie, esa la harían sobre un colchón.

Iskal continúa aquí.

Daha continúa aquí.

Corianne y Nekaua continúan aquí.