Se trata, simplemente, de crear una descripción breve de una utopía o una distopía. Ambas son retratos de una sociedad que difiera esencialmente de la nuestra, en una u otro dirección: mientras que la utopía (por ejemplo, la "Utopía" original de Thomas Moore) presenta una sociedad ideal, perfecta en su funcionamiento, armónica y sin conflictos, la distopía presenta una sociedad indeseable desde su misma base, basada en idea moral o éticamente indeseables (Por ejemplo "1984", basada en el totalitarismo y la policía del pensamiento).
Puede no ser una distinción rígida. Hay relatos que vistos desde fuera son utópicos, pero que a nivel individual revelan sus flaquezas (e.g. "Un mundo feliz" de Huxley) o distopías donde florecen ideas o cualidades positivas (e.g. V de Vendetta de Moore).
Extensión: 200-400 palabras.
Fecha inicio: 03.02.2017
Fecha fin: 17.02.2017
Aquí les presento el futuro distopico que invente, en un futuro lejano (Año 6000 aproximadamente) en donde toda la vida murió y solo queda un último remanente de sociedad, con sus habitantes hechos seres tóxicos y una sola posibilidad para descansar en paz. Este mundo entraría en el género del Ciberpunk, con toques de "misticismo" en el factor de la torre Réquiem y en un mundo negro y muerto casi por completo. Sin más les muestro mi concepto de; "El Réquiem del Humano":
"Año…Año… ¿Cuándo fue la última vez que se registro el tiempo? Ha pasado tanto, tanto tiempo desde que supimos realmente que día era. Ahora no sabemos cuándo es de noche, cuando es de día…Todo sigue siendo tan gris como hace tanto, tan muerto como nuestro espíritu, tan seco como nuestra voluntad. Ahora, el último remanente de civilización se cierne devastado, perdido. No se sabe ni siquiera en donde estamos, como se llama el territorio…Solo le llamamos Liandri, la ciudad perdida. Aquí la vida ya no puede seguir, todo lo que le rodea está muerto, sus habitantes mueren lentamente, la comida es toda podrida si es que se llega a conseguir. Todo muere, todo está en cenizas… ¡Pero la maldita tecnología aun funciona! Aquellos aparatos que nos condenaron solo se revelan ante los Herederos del Plasma, pero todos ellos se han ido a la torre del Requiem y nos han abandonado."
-Habitante de Liandri, la Ciudad Perdida.
Este mundo distopico se centra en un futuro tremendamente lejano, donde la humanidad se ha desvanecido casi por completo y solo queda una ciudad en pie si se le puede decir así. Esta ciudad es Liandri, su nombre original fue olvidado hace demasiado tiempo. En esta ciudad, o las ruinas de lo que queda de ella, es donde habitan las últimas personas en pie, contaminados por la toxicidad de lo queda del mundo a tal punto que mutaron su ser en algo enfermizo, hombres de piel pálida y sangre negra que solo son capaces de vivir alimentándose de las cosas podridas, de lo toxico y lo radioactivo, pero aun mantienen su consciencia. Son entes tan podridos que al tratar de operar tecnología esta queda inservible. Pero entre lo que queda de la sociedad circula una leyenda, un grupo de personas que se "purificaron" llenando sus venas de una extraña sustancia a la que se le llama "plasma", que les otorga no solo la capacidad de operar la tecnología que queda con eficiencia, además su cuerpo logra desprender rayos de plasma, volviéndose baterías humanas. Pero muy pocos han adquirido ese poder perdido y han huido de la ciudad ya que ellos si dependen de comida en buen estado, rechazan lo toxico y se alimentan también de cargas eléctricas.
Pero estos seres tienen un privilegio yaciente de su poder para manejar la tecnología. En el centro de Liandri se alza un último edificio casi que intacto que atraviesa las negras nubes del cielo, apodado como la torre del Requiem. Se dice que quien sea bendito con el poder del plasma, podrá abrir la puerta a la torre y escapar del mundo a otro plano donde la vida surge de nuevo. Nadie sabe cuando surgió esa torre, quien la hizo o de donde viene el dicho. Hay personas que aseguran que el edificio, de fachada de cristal en toda su superficie, fue construido por Dios para darle descanso a quienes fueran capaces de recobrar su humanidad.
Hale, me lié la manta a la cabeza. Ahí va mi primera intentona:
El mal necesario
El Presidente contempló el horizonte ennegrecido más allá de la colosal cúpula que protegía la Ciudad. El mundo se había convertido en un páramo yermo, pero ellos habían logrado prosperar contra todo pronóstico. Las décadas bajo tierra habían aportado la unidad y el impulso para emprender la titánica labor de levantar un nuevo hábitat en la superficie; los cultivos hidropónicos seguían sustentando a la población, y los procesadores atmosféricos proporcionaban aire respirable bajo la cúpula. Todo lo demás lo obtenían mediante el sintetizado de productos, y la vida resultaba razonablemente cómoda para cualquier ciudadano. Todos tenían un hogar, todos tenían alimento, todos tenían una vida digna de ser vivida.
Casi todos.
Desde el alto edificio distinguió la forma serpentina del ferrocarril, que se desplazaba por las vías del exterior hasta desaparecer bajo los túneles que llevaban a la estación bajo la cúpula. Aunque le pesaba que aún quedaran desdichados que tenían que lidiar con las condiciones inciertas del exterior, su parte más egoísta agradecía que existieran. El tren se llevaba el exceso de desperdicios que no podían reciclar y traían carbón, una de las pocas cosas que la Ciudad no podía producir por sí misma, y que era imprescindible para hacer funcionar los descomunales procesadores atmosféricos. Sin el apoyo del tren, su modo de existencia podría venirse abajo rápidamente.
A todos los que llegaban en el ferrocarril se les ofrecía alojamiento y comida, pero parecían declinar la oferta a través de gestos y sonidos ininteligibles. El personal de la estación siempre los veía marchar con cierta compasión. Cuando estaban lo bastante lejos la Ciudad expulsaba los gases tóxicos producidos por la combustión y el reciclaje de la atmósfera, lanzándolos a una distancia segura para evitar una mayor contaminación de su entorno inmediato.
El tren dejó atrás el extenso anillo de tierra yerma y aire envenenado que perpetuaban los escapes de la ciudad, y se alejó más allá del páramo muerto, hasta los bosques convertidos en carbón que iban arrancando de raíz pacientemente. Cada hectárea de terreno despejada era metódicamente convertida en tierra de cultivo gracias al compostaje de los detritus de la ciudad, y la vista no alcanzaba el final de los valles frondosos poblados de aves. De vez en cuando miraban hacia la lejana ciudad, oculta por la muralla de gases negros, y se preguntaban confusos por qué no querrían salir de aquel apretado reducto.
Cuando se explicaba el siglo XX y el XXI en las lecciones de historia de la escuela, muchos de los alumnos solían tomarse a risa todo aquello. Era impensable que en el pasado la humanidad hubiera sido tan egoísta, tan obstinada, y que se hubiera preocupado tanto de tantas cosas inútiles, así como el temor a la falta de recursos... Claro que, después de que los maestros siguieran con la lección, y explicaran como en el siglo XXIII la Tierra, su origen, se convirtió en un mundo árido y reseco, las risas dejaban paso a la tristeza.
No parecía posible que la Humanidad en su conjunto hubiera estado a punto de desaparecer. Y no era debido a invasiones alienígenas, como en esas películas que tanto les gustaban a los habitantes de hace siete siglos, ni desastres naturales… Si no una guerra atómica. Y ni siquiera por falta de recursos, aunque sí había escasez de los mismos. Todo porque un líder de aquella época se acostó con la mujer de otro.
Sin embargo, de entre toda la muerte y devastación, de entre los cadáveres resecos y los desiertos atómicos, surgió algo más. Un hombre que los guiaría a todos hacia un futuro mejor. Su nombre se perdió, así como sus orígenes, pero haciendo uso de su gran oratoria, fue uniendo a los supervivientes, acabando con aquellos que se habían dejado llevar tanto por la barbarie que no tenían salvación, y juntando a todas las grandes mentes para salvar a la especie. Y eso hicieron. Y la salvación estuvo en el mismo lugar donde las personas han mirado durante toda la historia, aunque buscando cada uno cosas distintas: en el cielo. Pronto empezó la emigración espacial, al principio unos pocos, pero mientras la productividad en lo que quedaba de la tierra ascendía, más y mejores posibilidades de exploración surgieron, hasta que el planeta fue totalmente abandonado.
El resto, como suele decirse, es historia. La Humanidad descubrió que, al menos en su galaxia, la vida inteligente extraterrestre era inexistente, o se había extinguido o marchado. Como dueños del espacio, y con la ciencia de la mano, encontraron formas de energía con las que antes no se podía soñar, colonizando planetas enteros y llevando a toda la especie a la época de paz más larga jamás recordada, de casi ya cuatro siglos. Todo por un hombre que quiso soñar con algo más…
Perfecto o imperfecto
He aquí lo mejor de la humanidad, por fin, desde que el hombre decidió caer en un ciclo en el cual solo el odio y la muerte darían fin aquello. Hoy hablo en nombre de nuestra gran civilización, aquella donde no existe más el odio o el rencor, aquella donde nadie más sufrirá. Pero qué más podemos desear, ya hemos llegado a la gran perfección humana.
Aun así, jamás podremos alcanzar que todos lleguen a creer eso. Yo he sido maldecido, un ser que no para de pensar si lo que le rodea es real, ¿y acaso lo es? Desde pequeño jamás sufrí, nací en un lugar de lujos y felicidad, pero acaso yo lo era, eso creo, o eso era, jamás deje de agradecer lo que me rodeaba, y por todo lo que me daban.
Vecinos que jamás me llegaron a pelear, chicos y chicas que jamás me llegaron a criticar o a por lo menos a decir algo malo. Seguí creciendo hasta llegar a este momento, y… ¿Qué cambio? Nada simplemente en un momento de pensamientos, se me escapo la idea, o quien criticaría esta vida, acaso ¿alguien más lo tendría?, creo que no, porque desde pequeño nos lo han enseñado, y es que la humanidad por fin evoluciono, y ahora, somos lo más grande y perfecto que existe, y por ello jamás desearía lo contrario.
Vale pensar quien querría lo mismo, con el simple hecho de poder comparar, la decisión de un mundo donde todo es solo maldad y destrucción, donde la vida existe en solo una mente, porque todos lloran por la guerra o por quienes nos lastimas. O a su contraparte elegir viví en aquel sueño, donde todo solo es felicidad, donde nadie desea el mal, un mundo perfecto.
En cuanto a lo que mi mente llega a desear, el privilegio de la perfección es suficiente para mi vida.