Partida Rol por web

- ¡No Martin! ¡Ni se te ocurra hacerlo! El ataque a Dunne es un farol para que tu le des el libro. La ultima vez que la gema brilló en tono gris fue poco antes de la muerte del cura. - insiste Mcnalley a su compañero que tiene el libro en manos.

- ¡Y tu! - ordena a Ryan, señalando con la punta de su rifle - ¡Al suelo ahora! ¡Boca abajo y con las manos en la cabeza! ¡Ahora mierda! - la paciencia del pelirrojo llega a su fin, poco a poco.

Una maldición, la única forma de llamar al día que estábamos pasando, mientras que uno de los nuevos integrantes de nuestra tropa sufría extraños espasmos, Mcnalley apuntaba con su arma a Emmett, que creía que con el libro se podría arreglar el mal que constreñía el cuerpo de Frank. 

- ¡Vamos Mcnalley deja eso, son tus compañeros ... los que quedamos!. Levanto el rifle apuntando a Mcnalley. - Por todos los demonios Irlandés, baja el arma.

Martin empezó a entonar un cántico extraño y perturbador, algo que sabíamos, no pertenecía al reino de los mortales.

- ¡Vamos Mcnalley deja eso, son tus compañeros ... los que quedamos!. Levanto el rifle apuntando a Mcnalley. - Por todos los demonios Irlandés, baja el arma.

Richard continua en su intención, sin bajar el arma ni dejar de apuntar a Ryan, pese a la amenaza del niño rico Manson.

- No voy a hacer eso – responde el pelirrojo esbozando una sonrisa poco lógica – Tampoco le voy a disparar a este idiota siempre y cuando deje el libro en manos de Martin y no insista más ¿No ves que lo esta haciendo muy bien? - añade con notable cinismo, aunque el prefiere que otro que no sea Emmett lea el libro.

Tampoco le importa que le rajen un tiro a esta altura, cuando el horror siempre acechará en las memorias del pelirrojo.

¡AÁ síthad walyah-síkkad,

Nuth akleash loygor míshteadí

¡Kíth sukko tayísh ak-etto,

Gee esh tal aíkík dao loth!

Repetía el cántico una y otra vez como si de un mantra se tratara. La musicalidad de sus palabras me atrapaba.

¿Y qué más podía hacer frente un hombre que se quemaba lentamente y otros tres que se dedicaban a apuntarse con sus fusiles como si no fuésemos todos hermanos en esta madre guerra que nos había parido?

Al entonar el cantico, notas que la psique que posee el cuerpo de Emmett se retuerce con fuerza. Entonas entonces el canto con más fuerza, pero la psique diabólica hunde más profundamente sus raíces en la mente del granjero, aferrándose con fuerza a lo más profundo del subconsciente de este.

Frank continúa en el suelo, sollozando como un animal agónico sin fuerzas casi para respirar. La pus amarillenta ya cumbre por completo su cara impidiendo ver su rostro.

La cara de Emmet, que siempre había mostrado una sonrisa bobalicona y un tanto ignórate, se tornó a una máscara de desesperación e ira cuando Martin comenzó a recitar la oración del libro. Como un animal acorralado, el granjero se lanzó sobre el origen de su dolor. Con las uñas y los dientes por delante, olvidados por completo de las armas, Emmett trató de alcanzar el libro y arrancar las páginas que tanto dolor le estaban causando.

De pronto Frank comienza a estremecerse mientras se va cubriendo de ampollas que a medida que estallan lo cubren de pus amarillenta.

La piedra que ha sacado Earl comienza a brillar mientras se intensifica la dispuesta sobre quien lee un libro, que finalmente lee él en una lengua desconocida para mí.

Veo que Emmett efectivamente tiene los ojos rojos, aunque ignoro si es una persona con problemas en los ojos y simplemente los tiene irritados, pero cuando varios comienzan a apuntarse con los fusiles también empuño el mío apuntando al grupo después de quitarle el seguro. No lo anuncio para evitar que todos se unan contra el otro ya que es evidente que no puedo contar con Frank que parece cada vez más débil.

Cuando finalmente parece que el irlandés tenia razón y se lanza contra el que esta leyendo le disparo instintivamente, aunque lo sorpresivo de la forma del ataque hace que éste se pierda en el bosque.

El velo finalmente cae cuando Emmett se arroja sobre Martin y el libro, con la intención de destruirlo. Su accionar no difiere mucho de un animal, dejando las armas y cambiando por completo su actitud y revelando lo que verdaderamente es. Un maldito, idéntico a los campesinos caníbales que acabaron con el cabo y con Parks.

Richard dispara, pero la inusual agilidad de Ryan evita que la bala le perfore de lado a lado.

- ¡Mierda! - bufa el pelirrojo al fallar.

El soniquete seguía saliendo de la boca de Martin, una estrofa tras otra, que no parecía revertir las convulsiones sufridas por Frank, pero que si estaba haciendo mella en Emmett. Este como una bestia acorralada sale hacia Martin, por una vez Mcnalley tenía razón sobre algo.

- Maldita sea tu sombra Emmett, has tenido que dar la razón al pelirrojo. Evitando el cuerpo del irlandés, giro el arma sobre Emmett y aprieto el gatillo del fusil. - ¿Cuando te infectaste infeliz?.

Emmet se desquicia. Mi intuición y la certeza del irlandés iban bien encaminadas. Algún demonio lo ha poseído. Lo veo venir y me aparto ante su feroz embestida. Demasiado previsible y furiosa como para no darse cuenta de sus intenciones.

En ese momento que pasa a mi lado suenan los disparos. Oh, no...

Los disparos vuelan alrededor de Emmett, que con su repentina reacción ha sorprendido a todos. Después de todo el irlandés iba a tener razón por esta vez. Pero las manos del granjero no llegan a tocar el libro que sujeta Martin, antes de eso, cae al suelo. El niño rico ha conseguido hacer blanco.

Desde el suelo, Emmett  aun trata de arrastrase hasta el libro mientras habla con voz grave, una voz que no es la suya, una voz que parece salir de un lugar perdido en el espacio y en el tiempo. Estúpidas criaturas, vuestra resistencia es fútil. Hemos estado esperando a través de las corrientes del tiempo nuestra venganza y nada podrá detenernos. Aquel que mora bajo la montaña se alzará, ¡Y ESTE MUNDO SERÁ POR FIN LIBERADO DE VUESTRA PATÉTICA ESPECIE PARA SIEMPRE!

Martin termina de recitar la letanía por tercera vez, y Emmett  para de retorcerse en el suelo. Su mirada ya no rezuma odio si no tristeza. Con sangre en la boca, el granjero de Massachussets pronuncia sus últimas palabras antes de expirar. El destino... me alcanzó... Nunca hubiera... escapado... de las sombras. Las vi... alienígenas, perversas... más allá de la galaxia... Dios....

Una vez cae, Emmett comienza a hablarnos en un tono de voz distinto amenazándonos para después cambiarlo Soy uno de los que le han disparado, aunque soy consciente de que estaba afectado por algún trastorno. He debido matar a varios enemigos a menos que todos mis disparos se hayan perdido, pero eran enemigos. Emmett era de los nuestros.

Desvió la mirada hacia Frank encañonándolo con el fúsil por si acaso.

Las balas de mis compañeros, levantan el detritus del bosque alrededor de Emmett, mientras avanza ciego hacia la posición de Martin. En cambio es la mía la que por desgracia acierta a entrar por la espalda del granjero, es un flor de sangre la que brota, manchando la chaquetilla del uniforme que porta.  Palabras extrañas son exhaladas antes de su muerte, palabras de odio y rencor profundo profundo, palabras de venganza.

- Ya sabíamos eso. Son las palabras de despedida las que me desgarran el alma, las palabras de una mente atormentada por los demonios ... un compañero al que yo había matado. - No quería esto ... Evito mirar como Emmett, exhala su último aliento.

Como una persona poseída por el demonio, Emmett muere sin remedio ante el balazo del niño rico. Todos disparamos pero la agilidad del soldado es demasiado para casi todos. Al final Manson acabará por ganar su lugar.

- ¿¡Que demonios!? - especula Richard al oír las palabras extrañas, salidas de su compañero. Entonces el ultimo aliento del muchacho parece contener su propia persona, no la “bestia” que lo estaba poseyendo.

Cosas del espacio, malvados como nadie jamas, y muertos andantes son el destino para todos los presentes.

- Endemoniado hasta las orejas, Mcnalley. Diste en el clavo. 

Me acerco a Emmett, no sin algo de cautela pues me han impresionado sus gritos. Despacio me acuclillo a su lado.

- Lo siento Emmett. Lo he intentado. 

Entonces recuerdo al canguro. Y voy hacia él por ver si se puede hacer algo para aliviarle el dolor. 

Por instinto de protección empiezo a entonar de nuevo el cántico. Suena antes que me de cuenta que lo estoy cantando.

Busco en un bolsillo mis inyecciones de morfina. Creo que poco más podremos hacer por él. Y de golpe recuerdo que los dos que hemos encontrado pueden llevar botiquín de primeros auxilios.

- ¿¡Hey Dustin, lleváis el first aid kit!?

Al volver la vista hacia el canguro, Martin comprobó que ya no se podía hacer nada por él. Hasta la morfina llegaba demasiado tarde para el australiano con ínfulas de actor. El cuerpo se encontraba en el suelo encogido en forma fetal, toda la piel y los músculos de la cara habían desaparecido dejando ver el blanco hueso. A pesar de la falta de expresividad del cráneo desnudo, este parecía estar dando un  alarido de terror. 

En aquel momento a nadie se le paso por la cabeza dar cristiana sepultura a los dos muertos. La fatiga y el horror estaban haciendo mella en la ya destrozada moral de los cuatro soldados. Si permanecían un minuto más de lo necesario quietos, cerca del cuerpo exánime de sus compañeros, la desesperación y el tedio se apoderaría de sus cuerpos, se abandonarían en un hueco y esperarían la llegada de la muerte. Muchos soldados habían perecido de esa forma, esperando en un hueco del suelo a que la muerte los alcanzara, bien en forma de explosión artillera o bien por inanición. El grupo de forma inconsciente comenzó a caminar para evitar esta muerte inmóvil que les acechaba.