- Veo que has entendido perfectamente que es lo que quería decir. Será Isabella, nada más que Isabella, y nadie, nunca y jamás se atreverá a dudarlo. - A Viktor, la sensación de acertar con aquella mujer fue en aumento. Quizás, de no ser por quien era y por lo que era, habría caido rendido a sus pies y pidiendole tenerla a su ladoc omo esposa hasta que la muerte los separara.
Que ironía.
Precisamente, le estaba sugiriendo algo más que eso. Y sin que la muerte de por medio que pudiera separarlos. Y es que, a esas alturas, si Viktor pudiera enamorarse, lo habría hecho. Por suerte o desgracia, segun se mire, Había hecho algo más grande e importante: Se había encaprichado de ella, y la deseaba junto a él para el resto de la eternidad.
Había algo que le llamaba la atención, y eso era que Isabella lo considerara un igual. Acabaría entendiendolo, estaba seguro, que ellos jamás estarían a la misma altura. Lo que no sabía si Isabella podría comprender o aceptar, que para siempre, estaría a su sombra, sería su esclava, su niña y su consorte. Lo más parecido a lo que él pudiera llamar esposa... y lo más parecido que ella tendría a un marido.
Entonces, la corriente de ideas y de pensamientos lo devolvió a la realidad, todo en apenas un segundo, cuando ella reaccionó de una manera tan... sensual al gesto de Viktor de acariciarle la pierna. Quizás, le daría el privilegio de llevarla hasta su apartamento, y que le invite a pasar.
- De nada. Estaba seguro que estaría totalmente de acuerdo conmigo en que la velada acabara lo suficientemente tarde como para no desear acudir en la embajada el día siguiente. -
Y entonces sonrió cuando Isabella lanzó aquella pregunta. Quien era él, Viktor. - Si esta ciudad fuera un Principado... yo sería el Principe. El poder y la voluntad, en todos los niveles. - Y acabó por dibujar una gran sonrisa. Era curioso que usara el termino "Principado" y no "Reinado" coronandose como Rey directamente. También que se autocoronara sin más, de una forma tan firme y segura que parecía imposible que no lo fuera.
- Uno peligroso, no lo dude. Uno que la convertira en algo más grande de lo que jamás pueda imaginar. Una que hará que se le conozca simplemente como Isabella, hoy y siempre. Tambien uno del que jamás podrá escapar. - Finalmente, acabó su plato, limpiandose con la servilleta, y dejando los cubiertos sobre el plato, mirando una vez más, con interes hacia Isabella. Esperando más preguntas, dispuesto a saciar su curiosidad... al menos, todo lo que pueda expicarle por ahora.
Observé al hombre que había sentado junto a mi, estudiando todos y cada uno de sus movimientos, buscando algo en sus respuestas que me dijera si mentía o no, que me hablara de hasta qué punto podía confiar en un completo desconocido que sabía hasta qué talla de pie calzaba. Debería haber estado asustada. Cualquier persona normal, a aquellas alturas, habria estado marcando el numero de la policia, denunciando que un psicópata le espiaba. Pero yo no era una persona normal, ni estaba asustada. En lugar de eso, estudiar los gestos y ademanes de Viktor hacía que, inevitablemente, mi mente volara hasta otros lugares. Lugares como mi lujosa mansión. Durante unos segundos, a mi mente acudió la imagen de un Viktor dejando rienda suelta a la pasión, empujándome entre besos y mordiscos cargados de deseo en dirección a la habitación, mientras iba dejando a nuestro paso una ristra de prendas que se iba quedando por el camino.
Parpadeé un solo instante. ¿Qué me estaba sucediendo? Aquel hombre habia conseguido hechizarme. Me maravillaba. Me fascinaba. Y, tenia la sensación de que, a pesar de acabar de conocerlo, si me hubiera pedido matrimonio le habria dicho que sí sin dudarlo, en aquel mismo instante, con la misma ilusión de una colegiala.
-Así que un principe que actúa desde las sombras. Un hombre poderoso que no se exhibe de cara a la galería. ¿Me equivoco? - yo conocía a los personajes más influyentes de la ciudad. Conocía sus casas, sus coches, y a sus ex. Y, hasta el día de hoy, jamás habia visto a Viktor en ninguna de aquellas recepciones o fiestas. Jamás había oido hablar de él. Y eso sólo podia significar dos cosas: que iba de farol, cosa que descartaba, ya que sabia demasiado de mi y habia llegado demasiado lejos como para ser un don nadie, o que se trataba de uno de aquellos poderosos de verdad, de uno de los que mueve los verdaderos hilos, y que era una de aquellas personas realmente importantes, uno de los llamados dueños del mundo cuyo rostro desconocían los mortales.
Y, por alguna razón, aquella segunda opción me cuadraba más- Y dígame, Viktor. Si usted es el príncipe... ¿cuál es mi papel en este juego? ¿Qué espera de mi? - le pregunté, buscando que concretara algo más de qué iba todo aquello, o al menos si esperaba que aumentara su poder o su influencia con mis dotes diplomáticas.
Mi sonrisa se afilo entonces, convirtiéndose en una sonrisa sibilina, casi lasciva- No temo al peligro, Viktor. Y, si me conoce tanto como dice, sabrá ya que tampoco soy de las que huye. Sea lo que sea, tenga clara una cosa: estaré a la altura de las expectativas. De "sus" expectativas. - terminé de comer también, dejando los cubiertos sobre la mesa, limpiandome la comisura de los labios con un gesto elegante y comedido, realmente exquisito. -Una cena deliciosa. -acabe por decir, con un cabeceo, mirándolo con una media sonrisa en los labios. Y cogi mi copa, extendiéndola hacia él, en un claro intento de entrechocar su copa con la mia.
Tenia la sensación de que, si habia alguna noche en mi vida en la que tenía motivos para brindar, aquella noche era esa.
- No se equivoca, no. Pero dejeme hacerle una sola pregunta... ¿Es necesario que un hombre con poder lo exiba constantemente? No, el verdadero poder no consiste en mostrarlo, si no en decidir cuando hacer uso de él. La diferencia es sutil, pero se que me entendera. - Sin duda, Viktor estaba disfrutando de aquello, no solo de las preguntas, las frases y las palabras que salían de tu boca, además disfrutaba de tu lenguaje corporal, de aquella insinuación por tu parte.
Parecía estar pasandoselo bien con aquel hechizo sobre tu persona, incluso cuando parpadeaste para despertar, pudiste ver como ampliaba su sonrisa. Bien suponía lo que estabas pensando, bien lo sabía, pareció disfrutar con aquella idea tanto como tu. Y a pesar de todo, todo podría haber pasado simplemente por una imaginación tuya, pues no mencionó ni sacó el tema en momento alguno.
Siempre con esa vista puesta en ti, que te hacia tener la sensación de que podía ver dentro de ti, desnudarte con la mirada, de ver como eras realmente... y lo peor era que parecía que a él, le gustaba aquello que estaba viendo.
- ¿Cúal es su papel en todo este juego? - Preguntó, alzando ambas cejas. Sin duda, estaba recreandose con tu curiosidad. Y lo que era peor, estaba recreandose con sus respuestas, con tu reacción por ellas. - Quiero que sea lo que desee ser. ¿Quiere cumplir el sueño de toda pre-adolescente? Sea mi princesa. ¿Quiere más libertad? Sea mi Condesa. Me da igual como quiera llamarlo, deseo que seas tu mi mano derecha. - No, no dijo lo que esperaba de ella. Uso la palabra "deseo". Lo que dejaba clara uns cuantas cosas, que no quería un igual, quería un sirviente. Claro estaba, un sirviente que estaría totalmente por encima de toda la humanidad, pero no por encima de él. Por otro lado, que el siempre cumplía su voluntad. Y por último, pero no menos importante, que quería que fuera ella y no otra quien ocupara ese lugar.
- Estoy seguro que estara a la altura de la situación, aunque lamentablemente ahora mismo, no sepa absolutamente nada. - Acabó por decir, con seguridad y sin temor alguno, chocando la copa con ella, en un suave golpe que hizo vibrar el vidrio produciendo un suave sonido. - Por usted. - Acabó por decir, y bebió de su copa.
- Y ahora... digame, Isabella. ¿Que tenía pensado hacer esta noche, después de esta velada? - Y se dirigió a ti por tu nombre, no por tu apellido. Algo quería decir.
-El verdadero poder no se exhibe, se tiene. Y se usa cuando es necesario aunque, en la mayoría de los casos, el mero hecho de poseerlo hace que hacer uso de él no suela ser necesario.- contesté, asintiendo. Claro que era uno de aquellos peces gordos. No necesitaba desmotrarlo. Saltaba a la vista, como su deleite por todo aquello.
Verlo disfrutar de aquella forma no hacía más que animarme más a continuar, a seguir adelante. Peligroso o no, irreversible o no, lo cierto es que aquel juego de seducción me estaba gustando. Estaba disfrutando con todos aquellos interrogantes y con todo aquel cortejo más de lo que habia disfrutado jamás en mi vida. Y, por una vez, me di cuenta de que yo, Isabella, que siempre debia tener el control de todo, que siempre debia llevar la voz cantante, que solo me contentaba teniendo la batuta en las más variopintas situaciones, estaba allí, sentada ante aquel completo extraño, sintiendo, con total y absoluta sinceridad y espontaneidad, una enorme satisfaccion. Por primera vez en mi vida, estaba disfrutando del juego de otro, me estaba dejando regir por sus normas. Y lo más curioso de todo era que, lejos de disgustarme, me agradaba, más de lo que nada antes habia conseguido hacerlo.
Entonces habló sobre sus expectativas, y sobre las mías. Y cuando escuché aquel "Deseo" de sus labios, noté como un escalofrio me recorria la espalda, haciendome ahogar en los labios un pequeño suspiro. Aquella forma de mirarme... por alguna razón, era como si fuera consciente de que Viktor sabia lo que cruzaba mi mente, como si le hubiera mostrado aquellas imagenes que habian disparado mi pulso y mi respiración. Sin embargo, no fue vergüenza lo que sentí. Nada más lejos de ello.
Era extraño. Algo que no habia vivido nunca antes: la sensación de no ser la dueña de mi destino, de saber que, fuera lo que fuera lo que contestara a su pregunta, tenia la sensacion de que Viktor ya habia decidido por mi. ¿Ser su princesa? ¿Su condesa? ¿Su mano derecha? Era todo eso lo que quería, y al mismo tiempo, no me bastaba con ser sólo una de esas cosas. ¿Que qué deseaba? ¿Esa era su pregunta? La respuesta acudió clara a mi mente, provocándome un escalofrío.- Quiero ser suya, Viktor. Eso es lo que deseo. Siento decirle que no me conformaría con menos.
Si sus palabras estaban cargadas de significados ocultos, las mías también dejaban claras varias cosas: que sabía cuál era su lugar y que, por primera vez en mi vida, entendia y aceptaba cual era el mío. Que estaba dispuesta a estar a su diestra, a ser su compañera, su consejera, su mano ejecutora, su condesa, su princesa, su amante, su reina. Sería lo que quisiera que fuera, siempre que fuera él quien estuviera a mi lado. Claro que quería ocupar aquel lugar, claro que quería dominar el mundo junto a él, bajo su manto. Habria que estar loco para no desear algo asi.
Sin embargo, mi cabeza intentó lanzarme un aviso, una llamada de atención. Todas mis alarmas interiores saltaron, después de pronunciar aquellas tres frases. Y es que, si algo no me caracterizaba, era ir ofreciéndome a desconocidos, por muy elegantes que fueran y mucho sex-appeal que tuvieran. Y mucho menos de aquella forma incondicional, con aquella fe ciega que me empujaba hacia él aunque, a decir verdad,no supiera absolutamente nada de todo aquello..
Para ser sinceros, tampoco me importaba lo más minimo. Tenia más claro que nunca qué quería. Y como lo queria. Entrechoqué mi copa con la de él, con suavidad, elegante y sofisticada como sólo yo sabia serlo- Por usted. - respondi, con una media sonrisa, bebiendo también de mi copa.
Entonces llegó su pregunta, una pregunta que hizo que mi sonrisa se afilara, adquiriendo un aire juguetón y seductor- Antes de conocerle, disculparme educadamente e irme a casa, quitarme la ropa, servirme una ultima copa, e irme a la cama. Sin embargo, a estas alturas, y para serle sincera, espero hacer lo mismo... aunque espero no tener que hacerlo sola.
Volvi a entreabrir los labios, dejando escapar un suspiro casi imperceptible, mientras mi pierna volvia a acariciar la de el, en un claro gesto de provocación, en el que mis ojos seguian clavados en los de él, esperando una respuesta a mi más que clara insinuación.
En cuanto dijiste que lo que más deseabas no era ninguna de aquellas ofertas que él te había propuesto, si no lo que deseabas era ser suya, Viktor dibujó una sonrisa. Una sonrisa satisfecha, que te dejaba bien claro lo acertada que habías estado con aquella respuesta. Por que aunque tu no lo supieras (aunque pudieras sospecharlo), ser suya era más que la suma de todas las anteriores.
- Ni yo me conformaría con menos. - Acabó por decir, satisfecho y gustoso por tu respuesta. En aquel momento, Viktor tuvo más claro que nunca que tu eras la idonea para el puesto que esperaba de tí. Por que por ironías del destino, aquel mismo deseo que tenías, todo aquello que deseabas ser para él, se parecía bastante a lo que él deseaba para ti. Y le habías soprendido, cosa que no era muy común en un hombre como él. No esperaba una respuesta tan positiva, o un punto de inteligencia tan alto. Era distinto observar a alguien en tercera persona, que hacerlo en primera, delante de esa persona, lanzandole las preguntas y oraciones deseadas para ver como reaccionaba.
Y estaba más que satisfecho.
Tras chocar las copas, él asintió con la cabeza. Y como si aquel choque de copas fuera algun tipo de timbre o señal, la puerta del salón se entreabrió, para dejar paso a un camarero que solo trajo un postre, para ti. Algún tipo de magdalena caliente, rellena de chocolate y bañada en el mismo y una bola de helado de tu sabor favorito. Para él no trajeron nada. Y sin decir más palabra, el camarero se retiro una vez más, cerrando la puerta tras él.
- Por favor. - Pidió educado, señalando el plato con la mano abierta, indicandote que podías comenzar, que a él no le traerían nada. - Que aproveche. - Volvió a decir, observandote.
- Espero que no tenga que hacerlo sola. Ni tenga que llamar a nadie para que le haga compañía, ni esta, ni ninguna otra de las próximas noches. - Acabó por decir, con los ojos clavados en ti. Con una seguridad en su voz absoluta, contestando a la primera de tus insinuaciones. Y no retiró la pierna, alargandola ligeramente hacia a ti como respuesta a tu provocacion, permitiendote que siguiera con aquella caricia bajo la mesa.
Aquella sonrisa me dejó claro que, fuera como fuera, sus intereses y los míos no podía ir muy descaminados, ni en lo profesional, ni en lo personal. Me sorprendí correspondiéndole el gesto, manteniendo una sonrisa insinuadora en mi rostro y mi mirada clavada en él. Lo cierto era que, a pesar de que ninguno de los dos habiamos dejado claro cuál era el alcance de nuestras insinuaciones ni de aquella especie de pacto que acabábamos de sellar, en mi caso, al menos, parecía tener claro que, de repente, mi vida había dado un giro de 360º para orientarse hacia un nuevo astro, hacia un nuevo centro: él.
Su forma de mirarme, aquellas insinuaciones, aquella pierna que estaba consiguiendo lo que nadie había conseguido en años con un mero contacto, me hicieron pensar en que aquella era la primera vez en mi vida en la que estaba considerando la idea de llevarme los negocios a la cama. O que más bien ya tenía claro que así quería que fuera.
El postre llegó entonces, y me sorprendió que sólo hubiera un plato para mí, con mi postre favorito, por supuesto, como no podía ser de otra forma- ¿No me acompaña con el postre? - pregunté entonces, mientras cogía la cuchara, tras agradecer el gesto, con un cabeceo y una media sonrisa. -Gracias... - añadi, mientras comenzaba a dar cuenta del postre, con pequeñas y elegantes cucharadas. Ni que decir tiene que, como el resto, estaba absolutamente delicioso, por supuesto.
Entonces llegó su turno de responder a mis provocaciones y la expresión de absoluto deleite esta vez se dibujó en mi rostro al ver que, lejos de esquivarlas o de sorprenderse por ellas, respondía a ellas con insinuaciones aún mayores. Me gustaba aquel juego. Me gustaba aquel hombre. Y me gustaba el cariz que mi vida estaba tomando en aquellos momentos.
- Eso, me temo, dependerá de usted, y sólo de usted. ¿Tiene intención de dejar que pase alguna de esas noches sola, Viktor? - respondí, yendo un pasó más allá, lanzándome de lleno a la piscina. Siempre he sido de la opinión de que eso de que el hombre debe ser siempre quien de el primer paso es una estupidez. Una costumbre arcaica que acaba convirtiendo el cortejo en una serie de despropósitos. No, yo no era así. A mi no me importaban los convencionalismos, ni lo que nadie pudiera pensar de mi forma de actuar. ¿Fulana? Nadie se atrevería a llamarme así. Yo no era ninguna fulana: yo era una mujer acostumbrada a tener lo que quería, cuando lo quería. Y lo quería a él. Vaya si lo quería.
Me vi de nuevo, esta vez en mi habitación, desnuda entre sus brazos. Y aquella vez tuve claro que, era más que probable que el contenido de las imágenes que acudieron a mi mente hubiera hecho que el rubor de mis mejillas fuera incluso visible.
Deposité la cucharilla en el plato, dando mi postre por finalizado tras ingerir la última cucharada. Me limpié entonces la comisura de los labios con un elegante gesto, sin apartar mi pierna de la suya, prolongando aquel provocador roce que tan lejos me estaba llevando. Y clavé entonces mi mirada en él: una mirada seductora, cargada de intención. Uno que dejaba claro que había conseguido encender en mi una mecha que dudaba que pudiera calmar así como así. - Dígame, Viktor... ¿Qué tenía usted pensado hacer esta noche, después de la velada? - pregunté, con una sonrisilla en los labios, con toda la doble intención del mundo.
Era hora de salir de aquel restaurante. Pero mi objetivo ahora era no salir sola. Deseaba salir con él.
- Tomaré el postre dentro de un par de horas. - Te contestó con aquella sonrisa cargada de orgullo y seguridad. Señorial, y a la vez cargada poder y deseo. Una clara declaración de intenciones de lo que iba a ser su postre, y cuando iba a ser su postre. Y no apartó la mirada de ti, ni un solo segundo. a decir verdad, no sabías cuanto rato llevaba aquel hombre mirandote, estudiandote sin parpadear...o cuanto tiempo llevabas tu mirandolo sin parpadear.
A pesar de lo que habría sido lo normal, que es seguir con la mirada el gesto de tu mano, y la comida en el trayecto desde el plato a tu boca, lo cierto es que el solo te miraba a ti. Como si fueras el único centro de atención de su mundo. Cuando lanzaste tu pregunta, levantó ligeramente el mentón. Algo habías hecho, bueno o malo, que conseguiste un ligero cambio en su actitud, que no duró más que unos segundos, pero algo cambió. No sabrías decir si era algo bueno o malo, por que el gesto fue más similiar a una mueca de sorpresa y diversión, que de cualquier otra cosa.
- Eso depende de mí, pero será una duda que no tendrá una clara respuesta hasta fin de año. Ahora bien, puedo adelantarle que la respuesta no le decepcionará. - Que para no decir nada, lo había diciho todo. Aunque quizás la espera pudiera matar a la mujer más fría.
- Pero - Interrumpió cualquier frase o palabra que pudieras decir, en un rápido gesto pero elegante, alzando la mano, alzando el dedo indice. - Esta noche puedo asegurarle que será toda mía, nada más que mía y de nadie más. - Acabó por dedicarte una sonrisa perfecta, encandiladora, seductora.
- Si ha terminado... - Se puso en pie lentamente, de una forma muy elegante. Guardó la silla y caminó hacia ti, posando una de las manos sobre el respaldo de tu silla, y la otra ofreciendotela para que te pusieras en pie.
Su primera frase me hizo alzar una ceja, y apretar los labios en una expresión divertida. Tenía los mismos reparos que yo en decir las cosas claras, es decir, ningunos, y eso me gustaba. Sonreí, manteniendo la mirada fija en él; una mirada que decía que aceptaba, que lo deseaba; una mirada que lo retaba a cumplir su palabra- Entonces sólo espero que no le importe que yo también repita postre... - dije, dedicándole una ultima e intensa caricia con mi pierna antes de retirarla, en un claro gesto de provocación.
Y fue entonces cuando me perdí en aquella mirada. No, claro que no sabia cuánto tiempo llevábamos el uno perdido en la mirada del otro, pero tampoco me importaba. Nada importaba aquella noche, en aquel lugar. Sólo él. Sólo aquel hombre frente a mi, la criatura más maravillosa y perfecta sobre la faz de la tierra. No habia duda de eso. Cualquiera que lo cuestionara sería un iluso.
Fue su cambio de expresión lo que de repente me sacó de aquel ensimismamiento y aquella expresión logró arrancarme una sonrisa divertida por segunda vez en aquel pequeño espacio de tiempo. Algo que nunca antes habia sucedido en ninguna otra cita, con ninguna otra persona. Sin embargo, aquella respuesta me desconcertó. ¿Fin de año? Estábamos a día 15... ¿No me hablaría de sus intenciones hasta entonces?
Yo no era una mujer acostumbrada a esperar nada, ni a nadie. La paciencia no era una de mis virtudes, estaba claro, y siempre tenía lo que quería, justo en el momento en el que lo quería, ni más ni menos. Sin embargo, en aquel momento, alli sentada, frente a Viktor, tuve claro que no tendría más remedio que esperar. Y que, desde luego, la espera merecería la pena. No podria ser de otra forma tratándose de él. -Como deduzco que ya sabrá, no estoy acostumbrada a esperar tanto. Sin embargo... - hice una pausa, ladeando ligeramente la cabeza, mientras afilaba una sonrisilla en mis labios- podré hacer una excepción. Tratándose de usted... estoy segura de que sabrá hacerme más amena la espera... ¿Me equivoco? -añadi, dedicándole una mirada astuta y escrutadora, muriéndome por dentro de ganas por saber qué era todo aquello que tenia preparado para mi, que escondía aquel misterioso hombre de mirada irresistible.
Sin embargo, y a pesar de arder en deseos de saber más y de lo mucho que odiaba esperar, lo cierto es que había que reconocer que el "aperitivo" que me ofreció me pareció de lo más atrayente. Sencillamente, una oportunidad que ni yo ni mi disparado nivel de deseo estabamos dispuestos a rechazar. Inconscientemente acabé por morderme ligeramente el labio inferior, mientras notaba como el corazón se desbocaba ligeramente en mi pecho. Y acabé por seguirlo con la mirada, mientras se ponía en pie para acercarse hasta mi. Agarré la mano que me tendía, con un gesto elegante y delicado, a la par que intenso, poniéndome en pie, sin mediar aún palabra y sin apartar la mirada de él.
Y no fue hasta que no estuve en pie, que me acerqué ligeramente al hombre, deshaciendo la distancia que habia entre nosotros, para acabar acercando mis labios a su oido, seductora- Entonces esta noche seré toda suya, nada más que suya y de nadie más... -susurré, acabando por rozar deliberadamente el lóbulo de su oreja con mis labios, en una clara declaración de intenciones.
Entonces me separé ligeramente, para poder volver a clavar mi mirada en la de él; una mirada decidida, segura de si misma, pero cargada del mayor de los deseos.
Desde luego, aquella estaba siendo una noche perfecta.
A pesar de tu cercanía, a pesar del roce de tus labios con su piel, de tus susurros, de tus provocaciones... la piel de Víktor no se erizó, su respiración no se entrecortó ni el latido de su corazón sufrió cambió alguno. Al menos que tu pudieras percibir, claro estaba. Simplemente, se limitó a mirarte, con intensidad.
Practicamente podias sentir que estaba comiendote con la mirada. Que estaba disfrutando cada centimetro de tu piel. Estiró su mano, en un gesto lento, elegante y señorial. Llevó los dedos de su mano izquierda hasta la base de tu cuello, pasando la yema de estos por tu cuello lentamente hasta alcanzar el mentón, momento en el que aprovechó la cercanía para clavarsus ojos en los tuyos.
Fue difícil saber cuanto tiempo estuvo sosteniendote no solo el mentón con sus dedos, si no también la mirada. Fue como si no hubiera nada más importante en ese momento que su mirada y esa diminuta sonrisa que no se borraba. - Sé que estarás... a la altura. - Fue lo único que susurró, apenas audible, pero totalmente claro para tus oidos. En ese momento no sabías si se refería a la idea de estar a la altura en un futuro deseable e inmediato para ti, un futuro cercano con el que habías estado fantaseando solo unos segundos atrás, o si por lo contrario, se refería aun futuro a largo plazo. A ti como su duquesa, como su pequeña, como su juguete o como su reina.
O quizás las dos cosas.
Fuera como fuera, aquella voz que parecía tener la capacidad de seducir a la mas terrible de las serpientes, volvió a hablar. - Acompañeme. - Y te ofreció su brazo, como si de un caballero sacado de otra época se tratara.
Y comenzó a caminar. Por algún motivo, cuando os acercasteis a la puerta, esta se abrió de par en par, dejando espacio suficiente para que ambos pasarais. La puerta estaba flanqueada a cada lado por un camarero que no alzó la mirada cuando pasasteis.
El restaurante seguía vacio, y por ese motivo, pudiste ver a traves de las cristaleras que daban a la calle que había una limusina esperandoos fuera, con la puerta abierta y un camarero sujetando la puerta. Viktor te llevo, como si fueras una princesa, hasta la puerta de la limusina. - Por favor, las damas primero. - Dijo, con total educación, y esperó a que te subieras, para hacer lo propio después.
La puerta la cerró el camarero, y nada más cerrar, la limusina arrancó hacia un lugar desconocido.
Aquel autocontrol, aquella capacidad de Viktor para controlar hasta la más infima de sus emociones, se convirtió en la más efectiva de las provocaciones. Y es que, a pesar de la ausencia de reacciones en su cuerpo, su mirada dejaba claro que ambos deseabamos lo mismo. Podia sentir cómo me deseaba, cómo me devoraba con la intensidad de aquella mirada.
Mi mirada se clavó en él, correspondiendolo con un deje de deseo en ellos que no dejaba de crecer en su presencia. Y, a diferencia de él, en mi caso su caricia fue suficiente como para provocarme el más absoluto escalofrio de placer, uno de esos que te hacen contener la respiración durante unos segundos.
No, no sé cuanto tiempo permanecimos asi. Solo se que, si en aquel preciso instante me hubieran dicho que iba a pasar la eternidad atrapada en aquel momento, habria sido la mujer más feliz del mundo para siempre. Aquellos dedos sobre mi piel, aquella mirada, hicieron que saltaran chispas.
Entonces me ofreció aquel brazo que, por supuesto, no tarde en agarrar, dedicándole una delgada sonrisa y un educado cabeceo. -Por supuesto... -contesté, saliendo de aquel lugar junto a el, con el mentón ligeramente alzado y aquella pose señorial. Y es que, por primera vez en mi vida, me sentia total y absolutamente bien al salir de alli con aquel hombre, un hombre hacia el que no tenia ningun tipo de dudas, que tenia claro poseia todo aquello que podia desear.
Salimos entonces en direccion al parking, donde volvio a sorprenderme con una impresionante limusina, hasta la que Viktor me condujo casi como si fuera capaz de llegar a hacerme volar, si permanecia junto a el el tiempo suficiente.
Cualquier persona en mi situación habria pensado en su propio coche, aquel con el que habia llegado hasta aquel lugar. Sin embargo, en mi caso, aquello no me preocupaba lo más minimo. Algo me decia que alguien como Viktor no permitiría que amaneciera al día siguiente sin que el coche estuviera aparcado en mi garage. Y, curiosamente, ni siquiera parecio preocuparme el hecho de que sospechara que fuera a ser capaz de entrar a mi casa sin mi permiso, sin hacerme participe de ello.
En su lugar, le sonrei, asintiendo, mientras entraba en aquel lujoso vehiculo, con aire señorial y elegante, esperando a que Viktor me acompañara, y se sentara a mi lado. Cruce una pierna sobre otra en cuanto subi, sin preocuparme demasiado por un cinturon de seguridad que no me moleste en ponerme.
Y, en cuanto la puerta se cerró, con Viktor sentado a mi lado, me giré hacia él, mirandolo directamente a los ojos, con una delgada sonrisa dibujada en los labios-Supongo que no hará falta que le diga al chofer cual es la direccion, ¿Me equivoco? - dije, con cierto aire burlón, desviando mi mirada un instante hasta sus labios, en un gesto inconsciente, que hizo que mi corazón, de repente, bombeara con mucha más velocidad.
Deseaba besarlo. Vaya si lo deseaba.
Viktor se sentó a tu lado. Apoyó la espalda en el asiento, y cerró los ojos durante unos segundos, los mismos que usabas para cruzar las piernas, y girar la cabeza hacia él. Entonces, en ese mismo momento, como si supiera que estabas mirandolo, abrió los ojos y sin mover la cabeza, te miró de reojo, dibujando una pequeña sonrisa.
El tampoco se abrochó el cinturón, y la lujosa limusina arrancó. Como era evidente, la parte del conductor con la de los pasajeros estaba separado por un mamparo negro. El interior era amplio, grande. Lujoso y señorial. Llamaba la atención la gran cantidad de detalles y la riqueza de los acabados. Aquello era mucho más que una limusina, un medio de transporte. Era un palacio rodante. Y hubo otra cosa que no te pasó pro alto. Por el grosor de los cristales, asi como el sellado de las ventanas y las juntas para cerrar, sabías que aquel debía ser un vehiculo blindado de alta gama. Los habías visto antes ya, pero nunca algo así.
- Por supuesto que no, Isabella. - Por algun motivo, parecia que se le llenaba la boca cada vez que decía tu nombre. Como si lo pronunciara con un gran placer o simplemente, eso te pareciera a ti. - Sería descortes, que a esta altura de nuestra mutua relación, no conociera el lugar donde vive y reside. Aunque espero que con el tiempo, acabe olvidando tal residencia actual. - Y esta vez si, giró la cabeza hacia ti, lentamente, para acabar mirandote a los ojos fijamente. Sabías que te había visto mirarle los labios, y aun así no dijo nada, limitandose a mirarte, y sonreir.
Pero no era una de esas miradas de indiferencia. Más bien una que trasmitia un mensaje claro de "si lo deseas, tendrás que esperar", como si estuviera entrenandote ya para esos días en los que tendrás que esperar para saber que dese él de ti.
La limusina giró varias veces, acelero y frenó. Pero el chófer debía ser todo un profesional, pues apenas sentiste en el interior la inercia del vehiculo, permitiendote centrarte en otras cosas más importantes. - Estoy deseando... ver que puede ofrecerme en su casa, Isabella. Tenga eso por seguro. - Acabó por sonreir, ahora más ampliamente, mientras el coche se detenía frente a tu propia casa. El chófer se bajó, y abrió la puerta del lade de Viktor, dejando que este bajara primero, con un gesto elegante. Te ofreció la mano, para ayudarte a salir.
Una vez fuera, el chofer, una chiquilla que no tendría más de veinte años, cerró la puerta sin levantar la mirada ni decir palabra. Volvió a subirse al coche, y se marchó con él dejandoos a los dos ante la puerta de la casa. - Usted primero, esta en su casa. - Comentó, con una mezcla de caballerosidad y gracia.
Aquel automóvil era, sencillamente, impresionante. Por fuera tenía el aspecto de una limusina corriente, un poco más grande de lo normal, quizás, pero eso era todo. Sin embargo, el interior de aquel lugar era, sencillamente, una obra de arte. Un lugar amplio y cómodo rica y lujosamente decorado, con un gusto exquisito, he de añadir. Un coche a la altura de su propietario, eso estaba claro.
El coché comenzó a circular por la ciudad, y yo me olvidé del trayecto nada más arrancar. Por una vez, parecia no importarme cuántas vueltas diera el chófer, cuántas tardáramos en llegar a casa. Estaba alli, con Viktor, y tenía la sensación de que no había nada más en la vida que pudiera necesitar. Nada que pudiera hacerme cambiar aquel lugar y aquella compañía por ninguna otra cosa. Aquella sensación, por supuesto, me hacia sentir extraña. Nunca, jamás, había dependido tanto de una persona, y que Viktor hubiera conseguido crearme tal grado de dependencia que ni siquiera llegara a escandalizarme aquella insinuación suya sobre mi "futura" casa, comenzaba a preocuparme.
Sin embargo, aquella sensación de placer, aquel éxtasis, era mayor que cualquier otro pensamiento que pudiera invitarme a replantearme nada de aquello. Por lo tanto, mi sonrisa se ladeó en mis labios, y mis ojos siguieron clavados unos instantes más en sus labios, hasta que se volvio a mirarme con aquel aire seductor e irresistible, negándome con tan solo una mirada el placer de probarlos, al menos por ahora. Y eso, por supuesto, me hizo desearlos mucho más.
-Estoy segura de que seré capaz de olvidarla, si es capaz de ofrecerme algo que esté a la altura, algo que, viniendo de usted, estoy segura de que me ofrecera, superándolo incluso.
Ladee ligeramente mi sonrisa, casi al mismo tiempo en el que el coche se detenia, y mantuve mi mirada clavada en él- Me aseguraré de que jamás lo olvide, créame. - dije entonces, siguiéndolo con la mirada, ahora que el coche habia frenado y que él estaba saliendo del coche. Tomé aquella mano que me tendía, notando como el más profundo e intenso deseo ardía en mi interior. Desde luego, no era el único que estaba deseando ver qué tenía que ofrecerle. -Gracias... - susurré, con una delgada sonrisa educada, slaliendo del coche con su ayudaen cuanto me tendió aquella mano. Mi mirada se desvio entonces irremediablemente hacia el chófer, o la chofer, mejor dicho. Y, durante una décima de segundo, en mi rostro se dibujó una mueca de ligero asombro. No era más que una niña, una cría que no habria llegado ni siquiera a la veintena. Y, sin embargo, Viktor era capaz de confiarle nuestras vidas. - Curiosa elección. - dije, sencillamente, sabiendo que Viktor me entendería, sin necesidad de nada más.
Y, entretanto, encaminé mis pasos hacia la puerta de casa, abriendo la puerta, con una media sonrisa divertida en su rostro. Curioso comentario a aquellas alturas. Tenía mas que claro que, si Viktor quería entrar alli, no sería necesaria la llave.
La puerta principal dio lugar a un amplio recibidor que daba a la parte de abajo de una moderna mansion, prácticamente acristalada por completo. Sin embargo, no era esa parte de la casa la que me interesaba ahora mismo precisamente. Nada más entrar, me detuve en el recibidor, tendiéndole la mano en un claro gesto de invitación a entrar.
Estaba nerviosa. No queria reconocerlo, pero estaba nerviosa. Y es que, por primera vez en mi vida, no sabia qué paso dar a continuacion. Viktor habia dejado claro que él decidiría hasta cuando seguir jugando. Y yo, por alguna razón que aún no acabo a comprender, decidí que, por supuesto, debia consentir que así fuera.
Hice entonces lo único que podía hacer. Seguir allí, en aquella entrada, con la mano ligeramente adelantada hacia él, y mis ojos clavados en los suyos, ardiendo de deseo. -Adelante, por favor... Está en su casa, desde luego. - repeti, con cierto doble sentido mas que obvio, preguntandome hasta cuando más habria de durar aquella tortura de no poder deshacer la distancia que nos separaba, algo que, si duda, dejé que el percibiera sin ningun tipo de reparo.
Fue curioso que Viktor se detuviera en la entrada de tu casa, dejandote entrar y esperando a que, no solo entraras, si no que además esperara a que le dieras permiso para entrar. No fue hasta entonces, que el hombre se adelantó con un par de pasos para entrar en tu casa. Y pasó por delante tuyo, a una distancia mucho menor de lo que habría sido lo educado o correcto, hasta el punto que pudiste notar como el aire que sus movimientos producian te acariciaban el rostro, dejando por el camino el embriagador aroma de la colonía que llevaba el hombre.
Pudiste ver como él miraba a su alrededor, estudiando tu casa. No le gustaba en exceso tanto cristal, tanta posible luz diurna ni tan poca intimidad. Tampoco lo dijo, pues tenía claro que si todo seguía como debía ser, pronto, muy pronto, aquel lugar quedaría abandonado para que te unieras a él, en su casa. En su refugio.
- Sé que cuando le enseñe la alternativa a su actual residencia, olvidará esta en ese preciso instante. - Afirmó con toda la seguridad del mundo, volviendose hacia ti. - Ahora que estamos solos. - Por lo tanto, sabía que en aquel instante, no había nadie allí, ni siquiera el servicio. - Nada en este mundo me impedirá disfrutar de ti, Isabella. - Se acercó hasta ti, situandose a tu espalda, sin tocarte en ningun momento. Acercó sus labios a tu oreja, comenzando a hablar en susurros.
- Disfrutar de tu piel. Disfrutar de tu olor. Disfrutar de tu sabor... de tus manos, de tus supiros, de tus labios, de tus deseos más profundos. Nada en este mundo me impedirá hacerte mía, hoy, y para siempre. - Y en aquel momento pudiste notar como sujetaba tus caderas con firmeza usando sus manos, y pasaba los labios por tu cuello, en una suave caricia que despertaría el deseo de la mujer más fría.
- Dime que es lo que más deseas... y te lo concederé. -
No negaré que aquella certeza suya de que lo dejaría todo por él despertaba mi curiosidad, y me atraía enormemente. Y es que, en mi interior, la idea no me parecía en absoluto descabellada, a pesar de lo escandaloso de las circunstancias. Ahora mismo, allí, en la entrada de mi casa, tenía la sensación de que Viktor había estado ahí siempre, de que había sido mi amante, mi pareja, mi prometido, mi esposo durante mucho, mucho tiempo. Tenía la sensación de que le había pertenecido desde siempre, y de que no era la primera vez que mi piel se erizaba ante aquel susurro y aquella caricia, capaz de derretir el más helado de los témpanos.
Aquella forma de agarrarme, aquel susurro, aquella caricia de sus labios en mi piel... Fue demasiado para mí. Mi juició terminó por nublarse, dejando paso solo al deseo, al instinto, a mi yo más profundo, aquel que pedia a voces una y otra vez que me rindiera a él para siempre.
Y eso, precisamente, fue lo que hice. Sin previo aviso, giré sobre mi misma, rodeando su cuello con mis brazos, entrelazando mis dedos en su nuca, atrayéndolo suavemente hacia mi, aunque sin llegar a permitir que mis labios rozasen los suyos. Más bien los mantuve a escasos milimetros, a aquella distancia desde la que, sin duda, Viktor podria notar mi aliento- Quiero ser tuya, ahora y siempre. Quiero amanecer a tu lado cada día, de ahora en adelante, saborear el triunfo y ver, a tu lado, cómo el mundo se rinde a nuestros pies. Te deseo a tí, Viktor. Te deseo con cada poro de mi piel.
Tras aquel roce, me limite a rozar mis labios con los suyos, un roce imperceptible, que me costo horrores dejar solo en eso. No, desde luego no estaba mintiendo. Lo deseaba, como no habia deseado a nadie jamás. Y ahora, allí, a solas con él, no habia ninguna razón para esconderlo. De ahi que, la ultima palabra saliera de mis labios como un ruego, una suplica y un deseo, como si aquello fuera un compendio de todo lo que podia sentir en aquel momento- Bésame, Viktor. - susurré, imprimendo a aquella primera palabra el mayor de los deseos, uno que era prácticamente palpable.
Te das la vuelta, y pasas las manos por la nuca de aquel hombre que ahora te mira fijamente a los ojos. Una mirada penetrante, una mirada que va más allá de lomortal. Sientes un pequeño escalofrío, uno que se inicia en la punta de los dedos de los pies, y que jurarías que ha terminado en lo más profundo de tu alma.
Cuando intentas atraerlo hacia ti, te das cuenta que él practicamente no se ha movido, si no que eres tu la que avanzó hacia él, estirando el cuello en busca de sus labios. Sabes que puede sentir tu aliento, y tu puedes sentir el suyo. Un aliento gélido, que consigue ponerte el bello de punta, que consigue provocarte y despertar tus deseos más ocultos, más privados. Los reservados únicamente para tu imaginación.
Sin moverse, sin apartar la mirada de ti y sin soltarte, te observó, te escuchó y acabó por sonreir de aquella manera que había sonreido en la mesa mientras estabais comiendo. Una pequeña sonrisa de orgullo mezclada con la satisfacción. Apretó ligeramente sus manos sobre tu cadera. Comparado con él, eras pequeña. Y aunque sentías que te apresaba entre sus brazos con fuerza, y que posiblemente aunque intentaras liberarte no podrías, sentías que jamás se te ocurriría soltarte. - Concedido. - Es lo único que dijo, acercandose a ti, rompiendo aquellos escasos milimetros que os separaban ahora.
Besandote.
Un corto, pero intenso beso. Un único beso que se te había hecho corto, a pesar de que mientras sus labios y los tuyos estuvieron en contacto perdiste el sentido del tiempo, y de tu entorno. El juego no había hecho más que comenzar. Aquel agarré fue a más, y te levantó del suelo, cogiendote en brazos como si apenas pesaras. Y sin decirte nada más, comenzó a caminar por tu casa, directo hacia tu habitación, como si aquella también fuera su casa. Como si conociera perfectamente el camino. Como si hubiera estado allí mil y una veces, y aquella solo fuera una vez más.
- Ya... eres mía. Y siempre lo serás... - Fue el último susurro que dejo en tu oido antes de dejarte sobre tu propia cama. Él no se movió, mirandote. Sabías que estaba esperando algo de ti.
Puedo decir con total tranquilidad que aquel fue el mejor beso de mi vida. Nunca antes habia sentido un beso como aquel, y he de decir que, antes de conocer a Viktor, no es que hubiera sido una mojigata precisamente. Sin embargo, aquel beso lo cambio todo: llego a lo más profundo de mi alma, a donde nada ni nadie habia llegado antes, ni siquiera mi familia, aquellos a los que, en teoria, debia amar sobre todas las cosas. Y es que aquel beso fue mas que un beso: fue un pacto silencioso, un sí sin reservas, una entrega completa y absoluta, mi mas absoluta pertenencia al hombre que, en aquel momento me estrechaba entre sus brazos, haciendome sentir diminuta, frágil, pequeña... y enorme al mismo tiempo.
Rodeada por aquellos brazos que me aferraban con una fuerza que hacia que se disparara mi deseo, senti que podia hacer cualquier cosa, que podria llegar donde me propusiera, que no habia nada en este mundo que estuviera fuera de mi alcance. Y tuve claro que, desde aquel momento en adelante, sería la reina del mundo, junto a él, mi rey.
Enseguida supe que, aunque quisiera, Viktor no me liberaria de ese abrazo. La cuestion era que no queria, no podia separarme de él, ni de aquel cuerpo que me reclamaba con cada centimetro de su piel. De repente fue como si no hubiera nada entre nosotros, como si nuestra piel fuera lo unico que quedaba de nosotros, a pesar de que ambos seguiamos totalmente vestidos. No importaba: por un instante, mientras me besaba, fui capaz de sentir su piel, tan gelida y tan apetecible como sus labios que, en aquel momento, se me antojaron el mas delicioso manjar que hubiera sobre la faz de la tierra; uno digno de dioses, sin duda.
Asi es como me sentia yo: como una diosa, en brazos de su dios, deseando dar rienda suelta a un deseo que habia comenzado a desatarse en el mismo momento en el que Viktor me alzó y mis piernas se enroscaron alrededor de el, conduciendome hacia mi habitacion con la seguridad de quien siente que está en su propia casa. Y, por extraño que parezca, no me parecio algo fuera de lo normal que supiera a dónde ir, ni que fuera con esa determinacion hasta mi cuarto. Era como si, a pesar de ser un completo desconocido, llevara conociéndolo siglos, como si en lugar del misterioso tipo que acababa de invitarme a cenar se tratara de mi prometido, de mi amante, de mi esposo.
¿Y acaso no acababa de convertirse en eso, en el fondo? Aquel susurro suyo, mientras me depositaba sobre mi propia cama, como si fuera la suya, la nuestra, no hizo confirmar lo que ya sabia. Que, desde aquel preciso instante, acababa de convertirme en eso, y en mucho más; en más incluso de lo que mi mente pudiera llegar a imaginar.
Lejos de abrumarme o hacerme sentir vértigo, aquello no hizo sino acabar de desbocarme. Vi como me miraba, aun en la lejania, esperando de mi algo que yo, desde luego, estaba más que dispuesta a darle y que no pensaba retrasar ni un instante mas. Asi que alli, tumbada como estaba, me removi, alzando mi cadera ligeramente para arquear mi espalda, deshaciendome de aquel vestido rojo de tirantes que habia llevado puesto hasta aquel instante, dejando al descubierto una exquisita lencería de encaje negro, que contrastaba con la palidez de mi piel, y con el rojo de aquel vestido que ahora reposaba a los pies de la cama, junto a mis zapatos de tacón.
Cada uno de mis gestos estaba impregnado de una sensualidad que iba más alla de lo normal, que distaba mucho de los canones, o de lo que hubiera sido considerado "lo normal".
Aun en silencio, sin responder a aquel susurro, lo miré durante unos instantes, dejando que disfrutara de aquella semidesnudez durante algunos segundos, los necesarios para que pudiera recrearse. Esboce una sonrisa cargada de lascivia y deseo, sin apartar mi mirada de él, hasta que, finalmente, acabe por incorporarme ligeramente, quedando sentada en la cama, mientras iba en busca de sus manos, para tirar de él hacia mi, guiandolas hasta el cierre de mi sujetador. Y solo entonces, sin soltar aquellas manos que tan perfectas se me antojaban, acerque mis labios a su oido, rozandolo, en un gesto cargado de provocacion- Entonces, demuéstralo, Viktor. Hazme tuya, esta noche y para siempre.
Lo deseaba, mas de lo que he deseado nada nunca jamas, en toda mi vida. Y no tenia intencion de ocultar aquel deseo. Necesitaba sentirlo, volver a estar entre sus brazos.
Y, de repente, me di cuenta de una realidad abrumadora e inaudita, como todo lo que estaba sucediendo aquella noche: que ya nunca, jamás, podria volver a vivir sin el.
Aquel hombre se quedó mirandote, al pie de la cama como lentamente, te desnudabas. No apartó la vista de ti, no parpadeó, ni abrió la boca, observandote. Estudiandote. Y por el marcado interés que demostraba, parecía no solo satisfecho con lo que estaba viendo, si no lo que estabas haciendo. Según te quitabas el vestido, según iba quedando tu piel al descubierto, él se fue acercando hasta ti, tomando asiento en la cama, a tu espalda cuando quedaste incorporada.
Cuando tomaste sus manos y las llevaste a tu sujetador, él se tomó su tiempo. Lejos de quitarte el sujetador, como habría hecho cualquiera, e ir a lo que, en realidad, más deseabas, él pasó las manos por la piel de tu espalda, acariciando con suavidad y deseo. Acercó sus labios a tu cuello, dejandole un suave beso cargado de pasión, y luego uso los dientes para recorrer la distancia entre tu cuello y el hombro.
Acabó dando un pequeño mordisco, en tu hombro, y te rodeo con sus brazos, subiendo con sus manos desde tu vientre hasta los pechos, acariciandolso sobre el sujetador. Aparto el cabello a un lado, dejando tu cuello al descubierto y abandonando un beso en este.
Estaba disfrutando de ello, lo podías notar en sus gestos, en su forma de tocarte, sensual y pasional a partes iguales. Finalmente, llevó sus manos hasta tu sujetador, acabando por desabrocharlo y retirarlo, para dejarlo caer sobre el suelo.
- Y aun... te sobra ropa... - Susurró en tu oido, bajando las manos por tus costados, y acabó por quitarte la ropa interior lentamente, dejandote completamente desnuda. Entonces, podias sentir como te observaba, como disfrutaba de lo que estaba viendo, y como estaba disfrutandote antes siquiera, de haberte puesto un dedo encima.
Y al final, viste como pasaba su lengua por los labios.
Verme allí, a los pies de mi cama, desnuda frente a él, hizo que tuviera dos sentimientos encontrados: por un lado, he de reconocer que, por un lado, mi sentido común, aquella parte de mi que estaba siendo enterrada a pasos agigantados por mis instintos, intentaba llamar mi atencion, hacerme ver que acababa de entregarme en cuerpo y alma a aquel hombre, de quien lo unico que conocia era su nombre.
Sin embargo, a la otra parte de mi, aquella que gobernaba sobre mi en aquel momento, aquello la excitaba hasta decir basta. Nunca, jamás, en mi vida, habia deseado a nadie de aquella forma. Era algo casi exasperante, que llegaba incluso a hacerme sentir ganas de gritar de desesperacion.
Dejé que me mirara, que disfrutara de mi. En realidad, no habia prisa alguna, mas alla del ansia y del deseo que marcaban nuestros propios cuerpos. Sin embargo, me obligue a controlarme, a gestionar mi respiracion que, por aquel entonces, estaba completamente desbocada.
Y entonces, despues de aquellos interminables segundos, no pude más. Habia disfrutado ya de la caricia de sus labios, del roce de sus dedos en mi piel. Habia notado aquellas caricias en las que habia dejado impreso su deseo, Y quise más. Quise ser yo, en aquella ocasion, la que disfrutara de él.
Asi pues, me giré hacia el, agarrandolo por aquella camisa que llevaba tiempo sombrando tanto como mi ropa interior, jugueteando con sus dedos en aquellos botones- A ti también te sobra ropa... - susurré, en su oido, al tiempo que mis dedos seguian jugueteando en aquella tela, acabando por desabrochar poco a poco, los botones de su camisa, al tiempo que mis labios iban al encuentro de los de el, tomando esta vez la iniciativa, como acostumbraba a hacer siempre, en cualquier faceta de mi vida, buscando se yo ahora quien se deshiciera de aquellas prendas, para dejar la cosa en igualdad de condiciones.
Jamás me habia sentido tan deseada, ni tan dispuesta a entregarme a nadie.
Acabé, por lo tanto, de desnudarlo, dejando que mis labios se pasearan por aquella piel suya de porcelana, y que mis dedos dibujaran cada centimetro de su piel, disfrutando de su olor y de su tacto, jugando con mis labios en su cuello, en sus hombros y en sus labios, acercandome a ellos para provocarlo lo suficiente, notando como, poco a poco, iba perdiendo el control de mis actos, como me resultaba mas y mas dificil refrenar mi instinto.
Y, cuando terminé, cuando ambos estuvimos en la misma situacion, fui yo quien lo miró, mordiendome ligeramente el labio inferior, en una clara actitud provocadora: deseaba más. Queria más.
-Ahora estamos empatados. - dije, juguetona, mientras una delgada sonrisilla se dibujaba en mis labios. Y entonces me acerqué a el, buscando pegar mi piel a la suya, notar aquel tacto y aquel roce capaz de ponerme la piel de gallina.
Ya no habia vuelta atrás.
Desnudos, los dos, no tardasteis en caer en algún tipo de frenesí erótico y sexual. Un frensí que se alargó durante toda la noche, haciendote desear más según las horas pasaban. No hizo nada que no desearas previamente, pero hizo todo lo que querías. Como si te conociera de toda la vida, como si solo fuera de las muchas veces que os acostabais juntos.
Todo acabó poco antes del amanecer, cuando caiste totalmente rendida y agotada sobre la cama, durmiendote como si de una niña te trataras, entre sus brazos. La última imagen que tuviste fue la de su sonrisa, mirandote mientras perdias el conocimiento y te abandonabas a las fuerzas de morfeo.
Al despertarte la mañana siguiente, te encontraste desnuda.... y sola. Al incorporarte, mriaste a tu alrededor, pero no había pista alguna de aquel principe. Por un momento, pensaste que todo lo que había pasado era demasiado bueno para ser real. Y si no fuera por la carta que te encontraste sobre tu mesita de noche, seguramente eso mismo habrías seguido pensando.
Una invitación. Tal como te prometió.