Partida Rol por web

Asamblea de Bestias

Planta Número 12

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31/12/2014, 01:34
El Libro de Nod

Aquel era, y no otra, la joya de la Corona. Literalmente, cuando las puertas se abrieron, algo dentro de ti, algo que te transportaba a casa, más allá del oceano, se activó. Ese lejano recuerdo al dulce sabor al hogar. Era como verse transportado a uno de esos palacios victorianos propios de la vieja Inglaterra.

Aquella visión te hizo suponer que aquel hombre, Víktor, se había tomado grandes molestias para crear algo así en medio de una enorme ciudad como San Francisco por algún motivo. Como si hubiera traído su corte a aquella ciudad. Te preguntabas donde estaba el trono. Y si había un segundo trono solo un peldaño más abajo con tu nombre.

Víktor había dejado a Thomas en la tercera planta, con una sutil invitación a bajarse, haciendo referencia que "aquello que él estaba buscando" se encontraba allí. Por su parte, él, permaneció a tu lado en riguroso silencio hasta que el ding del ascensor confirmó que estabais en la planta correcta.

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31/12/2014, 01:44
Víktor

- Me gustaría darte personalmente la bienvenida a esta planta. - Te comentó, dando un paso al frente, saliendo del ascensor con un ademán señorial y elegante. Se giró hacia ti, con una media sonrisa, esperando que hicieras lo propio. Lo curioso era que allí, había muy poca gente en comparación al Hall.

Y la poca gente que había, en comparación, parecía estar en alguna extraña fiesta de disfraces pues, a pesar de lo lujoso y caros que parecían todos los vestidos que llevaban todos y cada uno de ellos, el más moderno parecía haber salido de un taller de costura del Siglo XVII.

Aunque claro estaba, como bien se había dicho, apenas había gente allí. Un repaso rápido revelaba una docena de personas repartidas en tres grupos, hablando entre sí sin alzar la voz, y que guardaron silencio al ver a tu acompañante salir del ascensor.

- Es mi deseo, convencerte de que esta noche te conviertas en mi Duquesa. Y no pienso reparar en gastos para conseguirlo, debo añadir. Pues la mayoría viene aquí buscando algo, siempre con deseo de pedirme algo a cambio de algo que me pueden dar. Pero esta vez, esta noche, contigo es diferente. Esta noche soy yo quien desea pedirte algo, y quien está dispuesto a dar algo a cambio. Como dije al verte entrar, media fiesta es en tu honor. - Añadió con ese aire señorial, con ese aura de poder y superioridad.

- Por eso, deseo pedirte que me acompañes. No te engañaré. No tengo otra intención que hagas tuya mi petición, y que al final de la noche, seas tú quien me deba algo a mí. - Comenzó a caminar por aquel salón. Sus pasos resonaban en el reinante silencio que había en aquel momento.

Aunque una suave melodía sonaba al final del pasillo por el cual, tu acompañante, parecía tener intención de ir. Una melodía que en aquel momento apenas era perceptible, pero que a cada paso, cada nota sonaba más fuerte que la anterior.

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31/12/2014, 11:20
Isabella Black

El viaje en ascensor se vio envuelto en un profundo silencio desde el momento en el que Thomas lo habia abandonado. Sin embargo, no fue uno de aquellos silencios incómodos, en los que uno no para de pensar cómo rellenar aquel momento con palabras vanas y vacías. Fue uno de aquellos silencios en los que sobran las palabras, en los que cada uno es capaz de disfrutar de la mera presencia del otro sin que las palabras contaminen aquella magia.

Y asi fue como subimos varias plantas. Doce, por lo que habia podido calcular. Sono entonces el inconfundible "clinc" del ascensor y las puertas se abrieron, explotando la burbuja que había envuelto aquel momento.

Ni siquiera fue necesario salir del ascensor para que me sintiera, inevitablemente, en casa, en mi bien amada y vieja Inglaterra. Toda aquella habitacion estaba impregnada de aquella solera, de aquella majestuosidad que envolvía los más aristocráticos ambientes de mi añorada patria. Era como verse transportado a aquella epoca victoriana de lujos y fiestas, de exquisitos círculos en los que, los más afortunados y aventajados disfrutaban de los exquisitos y deliciosos placeres de la vida.

Mi mirada se paseó, rápida, por toda la sala, y mis labios llegaron a entreabrirse ligeramente, en una mueca de absoluta fascinacion al contemplar aquel maravilloso lugar. Sin embargo, aquella admiración solo duró unos segundos, los mismos que tardó Viktor en comenzar a hablar, volviendo a ganarse toda mi atención... y al parecer tambien la del resto de la sala.

No me incomodaba ser el centro de atencion de la sala, ni saber que todas aquellas miradas estaban puestas en nosotros, en cada palabra que salia de labios de Viktor. Tampoco me molestó aquella declaración pública de intenciones, aquella petición velada de que aceptara lo que me ofrecía, de que lo aceptara a él, de que aceptara estar a su lado.

No sabía quien era Viktor, no sabía siquiera a qué se dedicaba, ni qué implicaba exactamente aceptar todo aquello que me ofrecía. Pero sí sabia que, por alguna razón, estar allí, con él, me colocaba en la más alta de las posiciones, me convertía en el foco de envidias y anhelos de cualquier persona que estuviera en aquel lugar, y en cualquier rincon del edificio. Y eso, indiscutiblemente me gustaba.

Como me gustaba él. Aquello tambien era un hecho. Algo que, además, me inquietaba enormemente.

En condiciones normales, habria sido aquella posibilidad de obtener un poder ilimitado, aquella  arrogancia y aquella vanidosa pretension de estar en lo más alto, aquella sensacion de bienestar que me producia sentirme deseada y envidiada a partes iguales por todos aquellos que nos rodeaban, el hecho de ser el centro de atencion, de que todas las miradas estuvieran puestas en nosotros, lo que me habría inspirado, aquello que me habria provocado mayor satisfacción.

Sin embargo, en aquella ocasion, todo era completamente diferente. Cuando miré a Viktor, invitándome a seguirle, a acompañarle, a salir del ascensor con él, cuando escuché todas aquellas palabras, pronunciadas una a una con aquel exquisito tono, con aquella majestuosidad y elegancia, algo se movio en mi interior.  De repente, nada más parecia existir. Nada mas parecia importar: ni el dinero, ni el poder, ni la posición. Sólo él. Era aquello lo que más deseaba. Era aquello lo que más anhelaba.

Sali del ascensor, siguiéndolo con la mirada mientras caminaba por aquella sala, bajo la atenta mirada de todo el mundo, bajo la mia propia y me mantuve en silencio, esperando a que terminara, aunque una parte de mi tenía claro cual seria mi respuesta en cuanto pronuncio la primera palabra.

Me mantuve unos segundos entonces en mi sitio, observándolo, en cuanto guardo silencio, sintiendo como aquellas miradas estaban a punto de posarse en mi, como si esperaran mi respuesta.

-No estaría aqui si no deseara acompañarte, si no quisiera escucharte. - dije entonces, clavando mi mirada en la de él, elegante y señorial, cargada de fuerza y libre de titubeos- Muéstrame qué quieres de mí. Pídeme lo que deseas. - añadi, sin alzar la voz, caminando hacia el, con aquel aire felino y majestuoso que envolvia cada uno de mis gestos, con una seguridad y un aplomo que dejaba claro al resto que, en cierto modo, ya habia aceptado su propuesta. Que ya me habia convertido en aquella Duquesa de la que hablaba.

Y, sin mediar más palabra, me detuve ante el, curvando mis labios en una diminuta sonrisa cargada de significado. Y me dispuse a acompañarle a algun lugar en el que presumiblemente, aquellas enigmaticas palabras suyas cobrarian sentido.

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03/02/2015, 01:09
Víktor

Viktor avanzó por aquel enorme salón, al igual que tu hiciste junto a él, paso a paso. Según avanzabas a su lado, los presentes iban callando, guardando silencio y girandose hacia vosotros, siguiendoos con la mirada. Nadie saludó, nadie abrió la boca. Todos los presentes parecían perfectos en todos los sentidos.

No solo guardaban un porte exquisito y perfecto, además vestían de las más caras telas, y portaban las más exclusivas joyas. No te viste fuera de lugar, tampoco te incomodo que te siguieran con la mirada. Más bien te gustó. Aquella sensación de deseo, de envidia. Pero todavía no sabías porqué. Cual era el motivo de que allí, todos, quisieran ser tu.

Una mirada a tu hombro, y de ahí a tu acompañante solo para descubrir que, cuando lo miraste, él ya te estaba mirando de reojo. Con una media sonrisa, satisfecho, señalandote el camino por donde debíais marchar. Aquella primera sala no era pura apariencia.

Toda la planta estaba decorada al más puro estilo renacentista, con altos y cargados techos, con frescos, y con esculturas de bronce y piedra. No fue hasta que llegó a la última sala, la última de las habitaciones que él mismo extendió el brazo, abriendola y ofreciendote pasar a su interior.

- Por favor. - Pidió, con un gesto cortés y galán, sin ocultar aquella afilada sonrisa. 

El interior mantenía aquel aspecto renacentista, pero el techo era bajo, o más bien, era un techo normal. Dentro, combinada con aquella decoración propia de lsiglo XVIII había algunas comodidades del mundo moderno. Lo más destacable, un sofa que se encontraba frente a la enorme vidriera que mostraba toda la ciudad a los pies.

Un lugar que cualquier hombre envidiaría para pedirle a su prometida amor eterno.

Pero algo te decía que no era eso lo que Viktor iba a pedirte. Y a su vez, era algo aún más grande e importante.

Al entrar, cerró la puerta tras él, y cerró el pestillo, acercandose a la vidriera, contemplando la ciudad. - Quiero que me respondas a una pregunta. Cuando miras y ves lo que yo veo... ¿Cómo lo llamarías? -

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04/02/2015, 22:40
Isabella Black

Me deje guiar por Viktor, caminando de su brazo con aquel porte señorial, elegante y decidido que rodeaba todos mis gestos. Podia notar perfectamente cómo aquellos ojos me seguían. Podía notar su deseo, su envidia, aquellas respiraciones casi contenidas a mi paso. Nunca habia estado alli. Nunca habia visto a ninguno de ellos y, sin embargo, tenia una cosa mucho más que clara: que todos y cada uno de ellos querían ocupar el lugar que yo ocupaba, sin importar su sexo, su edad, o su condición.

Aquello me gusto, no lo negaré. No se trataba solamente de aquella profunda satisfaccion que siempre habia provocado en mi sentir la envidia ajena, saber que el resto queria lo que yo tenia, lo que solo yo podia tener. Tambien se trataba de el. Por un lado, aquella reaccion por parte de los presentes dejaba claro que, posiblemente, nadie hubiera estado antes donde yo estaba, en aquella posicion, en aquel lugar. Y no se trataba solo de mi ego, que se vio aun más hinchado al sentir que Viktor no era uno de esos mujeriegos donjuanescos que venden sueños a cualquier incauta: tambien se trataba del propio Viktor. Seguia sin encontrar explicacion a lo que estaba sucediendo en mi interior, pero, desde aquella noche en que lo vi por primera vez, habia conseguido despertar en mi emociones que nunca antes habia conocido. Amor, celos, deseo, lujuria, placer, desesperación, excitación, esperanza, anhelo, miedo, dicha... A su lado, habia experimentado todo eso y mucho mas. Y aquello hacia que, sin duda, el fuera diferente, no solo en mi mundo, sino tambien en el del resto.

Asi pues, continue caminando, felina y altiva, hasta que me invito a pasar a aquella ultima sala. Mire a mi alrededor, discreta y casual, observando aquella mezcla extraña y fascinante a partes iguales, que aunaba el pasado y el presente, convirtiéndolo en futuro.

Miré aquel enorme ventanal, caminando hacia el cuando Viktor lo hizo. Y me detuve a su lado, pasando por alto aquel sofa, hasta colocarme junto a el, observando la ciudad a nuestros pies.

Una delgada sonrisa se dibujo en mis labios, una de puro deleite, de poder en estado puro. Y es que, desde aquella posicion, tuve la plena certeza de que el mundo, aquel mundo que se desplegaba ante nosotros, era nuestro.

Y entonces llego la pregunta, aquella pregunta que hizo que, lejos de intimidarme o sonrojarme, mi sonrisa se afilara ligeramente, mientras acababa por posar mi mano sobre la espalda del hombre, situandome a su espalda, felina y zalamera.

Y me incline ligeramente sobre el, dejando que mi cuerpo se pegara al suyo, que notara perfectamente todas y cada una de mis formas en su espalda, mientras mis labios se inclinaban en direccion a su oido- Veo un reino. Y a su principe, observando todo aquello que le pertenece. Veo su poder, su gloria y a su rebaño, cuya existencia solo se concibe para satisfacer los deseos de su amo.  - le susurre, al oido, con un tono tan insinuante como mi propio gesto.

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14/05/2015, 00:09
Víktor

Estabas acostumbrada a que solo el tacto de tu piel, el dulce sonido de tu susurro o que el roce de tu cuerpo hiciera caer de rodillas al hombre más fuerte, al hombre más entero. Pero lo cierto fue que aquel hombre que ahora estaba junto a ti, aquel hombre que había hecho que descubrieras tu propio corazon, y lo más importante, que latía.

La mirada de Viktor se mantenía en la ciudad, escuchando cada uno de tus susurros. Su mano se movió, lentamente hasta tu cintura, atrapandote y pegandote a él. Aquel gesto dejaba claro que ahora él te consideraba algo suyo. Por la posición y por como lo hizo, quizás solo una posesión, pero te dejó claro que eras su mejor, más importante y más interesante posición.

Solo hubo una palabra que le arrancó algo parecido a una sonrisa satisfecha, solo una de todas las que dijistes. Rebaño. Casi pudiste sentir el deleite de la palabra mientras contemplaba la ciudad. - Rebaño. Es esa la palabra correcta, mi querida Isabella. He aquí mi rebaño, solo ganado para satisfacer mis necesidades. Pero tu dejarás de ser solo ganado para convertirte algo más. Para convertirte en mi hija, en mi mujer, en mi muñeca. - Dijo la última palabra, y por algún motivo, tus sentidos estaban extasiados, sus palabras no dejaban pensar con claridad.

Te tomó la mano, arrastrandote hasta el sofa, sentandote en él, acomodandote en él.

Viktor se sentó a tu lado, tomandote la mano, besandote el dorso de la misma para ir subiendo lentamente hasta dejar un suave y humedo beso en tu cuello. - Te dolerá, solo al principio. Después desearás que no pare. Será lo mejor que hayas sentido en tu vida, no podrás negarte, no querrás negarte. Entonces serás mía, solo mía y lo serás para siempre. - Y con aquellas palabras susurradas en tu oido no pudiste más que cerrar los ojos.

Y entonces lo notaste, dos fuertes pinchazos en la base de tu cuello, un agudo dolor que dejó paso al más profundo éxtasis que jamás hayas sentido.

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15/05/2015, 00:59
Isabella Black

Una delgada sonrisa satisfecha se dibujo en mis labios al escuchar la respuesta de Viktor. Respuesta correcta. Algo que sin duda, solo dejaba clara una cosa: que ambos veiamos las cosas, al menos hasta cierto punto, de la misma forma. Y es que, a pesar de que en aquel mismo instante, en cuanto Viktor me agarro, tuve claro que me consideraba un bonito trofeo, una de sus posesiones, quizas la mas bella y la mas valorada, pero posesion al fin y al cabo, tambien supe, en lo mas profundo de mi ser, que aquello estaba a punto de cambiar. Sabia que aquellas palabras habian marcado un antes y un despues, habian hecho que aquel invisible contrato entre nosotros acabara por sellarse.

-Tu hija, tu mujer, tu muñeca...- susurre entonces, con las emociones a flor de piel, unas que, hasta entonces directamente desconocia. Y me deje guiar por el, manteniendo su mirada, como hipnotizada. Era incapaz de pensar, incapaz de ver mas alla de el, de aquellos ojos, de aquellos labios que anhelaba. De aquellas manos que, en aquel momento se deslizaban en busca de las mias, provocandome un ligero escalofrio. Solo estaban el, y aquel deseo, acompañado de aquella promesa.

Me deje guiar, como jamas, antes de conocer a Viktor, habia hecho. Y me recoste ligeramente en aquel sillon, dejando que se guiara a su antojo por mi cuerpo, dejando que sus labios deshicieran el camino que habia desde mis dedos hasta mi cuello. Y solo cuando consiguio arrancar aquel escalofrio, solo cuando consiguio que me faltara el aire en los pulmones y que me viera obligada a cerrar los ojos, llego aquel susurro, que hablaba de un placentero dolor, de una promesa a punto de completarse.

Y juro que, durante un instante, apenas una milesima de segundo de lucidez, mi instinto me aviso de que me apartara, que huyera de ahi, cuando aun estaba a tiempo. Sin embargo, no podia. No queria.

Lo deseaba. Y no hablo de un deseo meramente fisico. Reconocere que una parte de mi, una que el resto de mi cuerpo se negaba a creer, supo en aquel instante qué era Viktor, y qué estaba a punto de suceder. Y, sin embargo, me vi irremediablmente atraida hacia el, hacia aquella promesa, hacia aquel deseo en alza.

Y entonces sucedio: note aquel aguijonazo, aquella presion en mi cuello, mientras sus colmillos acababan finalmente por hundirse en mi yugular, provocandome inicialmente, tal y como habia predicho, un agudo dolor, que me hizo dejar escapar una expresion de ligera queja, al tiempo que mis dedos se cerraban con fuerza en torno a sus brazos, mas como gesto incosnciente que por intentar detener aquello.

Sin embargo, pronto aquel dolor ceso, y dio paso a algo mucho mas elevado. De repente, note como todos mis sentidos se veian nublados por el mas absoluto de los placeres, por el mayor deseo que nadie hubiera experimentado jamas. Se trato de algo tan fuerte, tan intenso, que acabe por abandonarme a aquel placer, a aquel mordisco, a aquel beso que, a aquellas alturas, me habia hecho deslizar mis dedos hacia su nuca, atrayendolo hacia mi, invitandolo a seguir alimentandose de mi, bebiendo de mi. Invitandolo, tal y como estaban las cosas, a no parar, a que siguiera aumentando aquel intenso y profundo placer en mi cuerpo.

-Viktor... - fue lo unico que alcance a decir, justo antes de que mi cuerpo reaccionara a aquel gesto, a lo que estaba sucediendo en aquel preciso momento.