¡Ding!
Un ascensor clásico, propio de los años veinte, pero perfectamente restaurado y adornado con tapices en matices rojos y dorados. Fina tela de terciopelo con un metal dorado que te llegaste a plantear que fuera oro puro. Y lo que aquello debía costar para algo tan niño como un mero ascensor que cualquiera -o tu suponías que cualquiera- podría usar.
Te encontraste con un hall donde el blanco prevalecía con fuerza. Mucho mármol mezclado con hierro forjado en negro en un extraño contraste entre lo elegante clásico, y lo elegante moderno. Aquel lugar tenía un pequeño fallo, un pequeño inconveniente.
No había nadie.
¿Era posible que aquel hombre, Viktor, te hubiera engañado? ¿Hubiera jugado contigo para deshacerse de ti elegantemente y proseguir la visita con tu padre y aquella rubia que se había presentado como Isabella? El quizás fue dejado paso a cierta seguridad, hasta que afinaste el oído.
Era una conversación, en algún punto del piso superior, por donde las escaleras se perdían.
Pero fue por las escaleras por donde bajó un hombre. Era un hombre de color, con una expresión dura en el rostro, vestido de negro ocn una larga gabardina. Lo más destacable era la cicatriz que podía verse por debajo y por encima del parche que llevaba sobre el ojo, que bien podías suponer, se lo había provocado alguna enorme criatura.
Y no tardó en plantarse delante tuyo.
Quizás demasiado rápido para el tiempo que había tardado y la distancia que os separaba. Como si no hubieras sido consciente durante unos segundos, de sus movimientos. Plantado delante tuyo, observándote con el único ojo que le quedaba sano.
La seriedad del momento, del instante, dejó paso a una cálida sonrisa, estirando el brazo con la clara intención de estrechar la mano contigo, en un efusivo gesto. - El pequeño de los Wilson ¿Verdad? - Te preguntó, retrocediendo un paso para evaluarte en segunda estancia.
- Créeme, no suelo hacer esperar a mis visitas. Pero no me han avisado con demasiado tiempo. Es impresionante lo rápido que se mueve la gente por este edificio, cuando así lo desea. ¿Te importaría acompañarme? - Acabó por preguntarte, llevando un brazo a la espalda, y señalando las escaleras con el brazo libre.
"Esto ya es tedioso, ¿Cuanto tiempo mas tendré que actuar como el niño educado?" Se cruzo de brazos y apoyo su espalda sobre uno de los lados del ascensor mientras este hacia su trabajo. Luego una mano alcanzo su frente, tapando una mirada fría y de aspecto enojado. "Estos juegos no me interesan, de aquí no estoy sacando nada. Poco me importan el dinero y los lujos que esta gente puede darse al tener un simple ascensor decorado de esta forma. No hay adrenalina, no hay emoción en esto, solo puras formalidades." Para cuando el ascensor llego Logan había vuelto a la pose en la que había subido, con esa elegante sonrisa y carisma que había heredado de su padre, aunque en su interior sabia que era completamente falsa en ese momento.
Como siempre la elegancia y clase en la decoración era evidente, el mármol era un material bastante agradable para el, por obvias razones. Solo había que mirar la época en la que vivían sus filósofos favoritos. Después de aquel momento de duda tras ver que no había nadie intento distinguir que decían las voces que escuchaba, hasta que llego aquel hombre a recibirlo.
-Logan, Logan Wilson.- Estrecho la mano con el, pero sin embargo dijo su nombre en un tono que demostrara el claro error que era el atribuirle el titulo de "El pequeño de los Wilson." -No se preocupe, señor...- Espero entonces que se presentara, puesto que no lo había hecho -Solo han sido unos segundos.- Luego aquel sujeto lo invito a subir por las escaleras. Estaba claro entonces que había otra persona con la que se encontraría después de hacerlo. ¿Quien seria? Desde ya cada persona que había conocido en este edificio distaba mucho de las personas normales de allí afuera, pero ¿Acaso eran verdaderamente diferentes? ¿Acaso no estaban regidas también por una rutina que los condicionaba día a día? Aun no había encontrado una respuesta certera a esa pregunta como para decir que no, pues por lo tanto aquellas personas seguían siendo iguales para el que cualquier otro.
Acepto entonces la invitación y comenzó a caminar, dispuesto a ver que era lo que tenia para ofrecerle este piso.
- Elijah. - El hombre estrechó tu mano. Un fuerte apretón de manos, que debajaba clara una buena condición física. Y aquello, habría sido hasta normal si no fuera por que su mano estaba fría como el mismo marmol que ahora os rodeaba en todos los frentes. - Solo Elijah. - Repitió, mientras soltaba tu mano, retomando aquella postura recta.
- Unos segundos o unas horas. Un pecado es un pecado indiferentemente de su gravedad. ¿Hasta que punto esta de acuerdo con esta afirmación? - Preguntó el hombre, mirandote de reojo con el único ojo que le quedaba, mientras iniciaba su marcha escaleras arriba, mientras caminabas junto a él.
- Aborrezco este tipo de fiestas. Aunque por suerte, estos espectáculos son mucho menos usuales de lo que puedas pensar. - Te comentó, mientras giraba la esquina y abría una de las muchas puertas que tenía el pasillo.
Dentro, descubriste un palco de un enorme teatro.
Por que alguien había montado un teatro -y no precisamente pequeño- dentro de aquel edificio. Todo estaba muy oscuro, la luz era pobre, y por el ruido, deducías que debía haber mucha gente en la parte baja del teatro. Al pararte un momento a escuchar, pudiste oir el siguinte fragmento de labios del orador que ahora mismo ocupaba el escenario.
No me parece, Fedro, que se nos haya planteado bien la cuestión, a saber, que se haya hecho de forma tan simple la invitación a encomiar a Eros. Porque, efectivamente, si Eros fuera uno, estaría bien.
Pero, en realidad, no está bien, pues no es uno. Y al no ser uno es más correcto declarar de antemano a cuál se debe elogiar. Así pues, intentaré rectificar todo esto, señalando en primer lugar, qué Eros hay que elogiar, para luego elogiarlo de una forma digna del Dios.
Todos sabemos, en efecto, que no hay Afrodita sin Eros. Por consiguiente, si Afrodita fuera una, uno también sería Eros. Más como existen dos, existen también necesariamente dos Eros. ¿Y cómo negar que son dos las Diosas?
Una, sin duda más antigua y sin madre, es hija de Urano, a la que por esto llamamos también Urania; la otra, más joven, es hija de Zeus y Dione y la llamamos Pandemo. En consecuencia, es necesario también que el Eros que colabora con la segunda se llame, con razón, Pandemo y el otro Uranio.
- ¿Le gustaría sentarse a escuchar lo que tengo que decirle? Quizás, su padre nunca encuentre lo que tanto busca... pero usted acaba de hacerlo en su lugar. Quizás, el hijo ha superado al padre. -
...creo que se te pasó esto >_<
"Que extraño. La temperatura de su cuerpo no es normal. Se que hace frió esta noche, pero en el interior de este edificio no es así. ¿Tendrá mala circulación?." Ese pequeño detalle merecía una linea de pensamiento, pero no tenia mayor importancia como para ocupar la mente de Logan por mas tiempo -Muy bien, señor Elijah.- El siguiente comentario de aquel hombre mereció por lo menos una mueca de diversión por su parte -¿Es usted religioso, señor Elijah? Quizá si, o quizá este usando la palabra "pecado" solo como apodo para aquellos actos que no deben ser hechos. En este caso, no tener puntualidad. He de decir que es un habito saludable si auto impone este pensamiento en su mente para ser puntual y darle a sus invitados el respeto que se merece. Y se entenderá que, al no tener el control sobre todo en todo momento, se puede errar de vez en cuando. No se preocupe, unos segundos no merecen castigo.-
Logan hablaba tranquilamente, como era natural en el, sin importarle realmente si ese hombre estaba escuchándolo o no -Sin embargo si usted realmente considera que aquello fue un pecado, y que recibiría el mismo castigo que cualquier pecado. Pues permitame decirle que un hombre como yo, libre de toda represión a sus actos que pueda inculcar la religión, quizá poco tenga que opinar sobre los pecados. Aun así debo discrepar con su afirmación, detalles minúsculos como esos no pueden ser considerados pecados y tampoco puestos como iguales sobre la balanza frente a otro tipo de pecados.- Finalmente parecía que no tenia mas que decir frente a aquella simple pregunta que el hombre le había hecho.
No tuvo mucho que decir ante el comentario sobre las fiestas, aunque fue mas por la sorpresa al siguiente momento de encontrarse con un teatro de semejantes proporciones en este lugar. Este lugar no dejaba de sorprenderlo, y era claramente admirable su arquitectura, cosas para las que tener tanto dinero a veces era útil si se podían crear obras como estas. Sus ojos parecieron captar, lo que aparentemente era una charla filosófica sobre un tema que le interesaba entre nada y bastante poco. Sin embargo gracias a eso pudo entender la obvia razón por la que había sido mandado a este lugar.
-Lo que usted tenga o no que decir, lo escuchare con gusto. Por lo demás, no estoy seguro de lo que busque mi padre en este lugar, ni porque yo lo habría superado en algún aspecto.- Logan dejaba claro en un modo educado, pero ciertamente imperativo, sobre la situación en la que se encontraba.
Lo lamento, juro que no lo vi o se me paso completamente.
- A la fuerza, cualquiera de mi condición debe ser religioso, aunque solo sea para darle la espalda. No se preocupe, esta es una afirmación que acabará comprendiendo. - Añadió el hombre de color, sin darle más importancia a la pregunta. Parecía ser un hombre que siempre tenía una respuesta, aunque la pregunta fuera una de pura retórica.
- Una retórica excelente, con un pequeño error. - El hombre se interrumpió, observándote durante unos segundos y manteniendo aquella afirmación en el aire unos segundos más, hasta que su vista volvió al espectáculo que había metros más abajo. - Ha creado una errónea asimilación de ideas al relacionar la pregunta sobre la realidad de la afirmación con mi leve retraso en recogerle. Y de esta forma, no contestó a la cuestión que se le planteaba. - Laberintos verbales no era lo que buscaba el hombre en su pregunta, eso quedó patente en sus palabras. Quería iluminación, una verdad, una realidad o al menos, una opinión.
- Aun así, si contestaré a sus dudas. - Hizo una pausa, mientras aquella obra seguía. - Su padre busca algo que no puede ser perseguido, debe ser dado. Ya se cometió ese error con anterioridad, y no volverá a ocurrir. Pero tu estas aquí, para que ser dado sin ser buscado. Pues tu padre lo que busca no es otra cosa que una solución a su propia mortalidad. Teme a la muerte, y no comprende que para no morir más, primero se debe expirar. -
-Hmm, entiendo. Déjeme replantear mi respuesta entonces..- Logan aclaro su garganta, aunque al contrario del hombre no parecía estar muy interesado en la obra. Pero la seguía con inconsciencia mientras hablaba -Primero debo recalcar el hecho de que yo no creo que existan los pecados. Para el hombre no hay nada prohibido, el solo puede cometer actos, tomar decisiones, sabiendo o no las consecuencias de estas. La idea de que por cometer un acto considerado erróneo o atroz por un sector de la sociedad mundial que sigue un dogma religioso sufrirás eternamente es bastante ridícula para mi persona.-
Un suspiro escapo de su boca, habiendo ya planteado su lugar subjetivo, podía abarcar la pregunta desde otro aspecto -Pero aceptare ponerme en su lugar, y la idea del pecado. Pero en este caso entrarían varias cosas en juego. Primero en principal ¿De que pecados habla? ¿Los siete pecados capitales bíblicos? ¿O de acciones que parezcan una acción atroz para la sociedad? Claro que, estas acciones serian consecuencias de los pecados capitales. Quizá entonces estemos hablando de lo mismo. Aun así, usted plantea la afirmación "Un pecado es un pecado indiferentemente de su gravedad" y esto visto desde el punto de vista simple, solo afirma que cualquier pecado es un pecado. Lo cual es cierto, aun existiendo una jerarquía de pecados en la cual por moral social los clasifiquemos de mas graves a mas leves, cualquier pecado dentro de esta jerarquía seria considerada un pecado por definición. Hasta ese punto estamos de acuerdo.- En ese momento se tomo unos segundos para arreglar el nudo de su corbata, que había perdido un poco su forma. Parecía estar en un estado extremadamente analítico, puesto que su rostro parecía haber perdido algo de humanidad y no expresaba una emoción clara en se momento.
-Pero si lo que usted intenta decir con esta afirmación, es que si importar cual pecado se cometa el castigo debería ser igual para todos ellos entonces entramos en un problema. Solo comparemos dos cosas, el pecado de robar con el pecado de matar. Cualquiera de los dos podría ser consecuencia de cualquier pecado capital, codicia, envidia, ira, etc. Sin embargo, darles el mismo castigo supondría darle el mismo valor a un objeto material a una vida humana. ¿Y es esto correcto? Para mi no lo es. Claro que podría plantearse el caso de el robo de una persona, como por ejemplo que alguien mas conquiste a tu actual pareja. Pero en esto entrarían muchas mas cosas en juego, y la premisa principal se ramificaría demasiado hasta el punto de quizá se perdería. Por ende, simplificare mi respuesta sobre este segundo y posible punto que usted tenga en mente o no en: Por lo general, no estaría de acuerdo.-
Al finalizar su respuesta, pudo enfocarse en lo siguiente que había dicho aquel hombre. -¿Una solución a la mortalidad? No creo que eso sea posible, el hombre esta hecho para morir en algún momento y eso es lo que le da valor a la vida. Ademas, mi padre no es una persona normal pero aun así su vida esta dictada por la monotonía del trabajo. ¿Que clase de solución brindaría quitar su mortalidad? A el, o a cualquiera, me atrevería a afirmar que ninguna. ¿Cual es el valor de vivir de la misma forma aburrida durante toda la eternidad? Me da asco solo pensarlo.- Realmente hizo una mueca de asco luego de decir esto, demostrando que el sentimiento era verdadero.
-Pero usted esta dejando entrever muchos misterios sin revelarme sus verdaderas intenciones. ¿Puede explicarse?.-
Hola, quiero atencion.
- No cree que existan los pecados. - Repitió, lentamente después de ti. No te pasó inadvertida aquella mirada, en la que tu interlocutor te había dejado claro que su opinión era distinta. Y se acomodó en el sillón, volviendo su único ojo, a la obra que allí se celebraba. - Pensaba que era el conjunto de reglas sociales que permiten la convivencia lo que diferenciaba a los seres humanos, inteligentes y con la batuta del poder, de los animales. Y que esas normas separaban los pecados, de las virtudes. - Aun así, levantó el dedo índice, dispuesto a añadir algo más. - Lo cierto es... que la condena eterna es mucho más real de lo que puedas pensar. ¿No has sentido jamás la sensación o necesidad de alimentar tu alma? ¿De... salvarla? - Parecía que aquella pregunta si tenía cierta connotación de interés. No era una lección, o el deseo de iluminar con otro punto de vista. Más bien era el deseo real de conocerte.
- La diferencia entre un pecado y una virtud, es algo que no me pertoca a mi decidirlo. Pero diré que un pecado es un pecado indiferente de su gravedad. Además, cada cultura define unos pecados u otros. Es interesante ver como algunos son comunes... y otros difieren terriblemente. Y como suelen... coincidir... con las necesidades sociales del momento. Siempre me he preguntado si había cierta intervención divina, cierta mano invisible que condicionaba la voluntad de los hombres. - Se giró parcialmente, observándote interesado. Sobretodo esa faceta de inhumanidad analítica.
- No estaría de acuerdo. - Resumió tu conclusión, con una diminuta sonrisa en los labios. - Excelente. ¿Y con qué afirmación estaría de acuerdo? - Dejó la pregunta colgando, ahora mucho más interesado en el problema de la mortalidad.
- Usted no cree en Dios, ni en una solución a la mortalidad. Yo opino todo lo contrario, al igual que su padre. El hombre está hecho para morir... ¿Pero y si el ser humano pudiera trascender a su propia existencia? ¿Ser... algo más? - Le preguntó, obviando su asco ante la idea de vivir para siempre, y su última pregunta.
Ya que a esta solo contestó con una sola sonrisa. Una enigmática y extraña sonrisa.