-Claro, tio. Me lo dijo usted mismo cuando llamó hace un rato. Al Hole in the Wall, ¿no? - respondió el taxista, con el mismo tono que si acabara de descubrir que su pasajero esta chalado.
Por su parte, tus intentos por encender el portátil dieron resultado. El portátil encendió, desde luego, aunque volvió a quedarse en aquella pantalla azulada que, de alguna forma habian conseguido colar en el. Al menos no tendría que tirarlo a la basura.
En cualquier caso, alli abajo lo estaba esperando su taxi. El conductor era un negro con el pelo lleno de frondosas rastas y un sospechoso olor. En la parte delantera del coche estaba su ficha, con su nombre impreso en ella: John Rabbit
Qué oportuno.
- Bueno, pues vamos allá. -le dije, montándome en el asiento de atrás tras haberle echado un desdeñoso vistazo al fulano negro que me iba a llevar.
Mientras el taxi circulaba por San Francisco, miraba por la ventanilla, contemplando la hermosura de las luces en el anochecer de esta ciudad. Y, a la par que disfrutaba de ello, me iba fijando en la dirección que tomaba el vehículo. Si ibamos al agujero lleno de moteros llegaríamos pronto, pues no estaba lejos de mi casa. En cambio, si nos dirigíamos a comer una pizza, deberíamos atravesar más trozo de ciudad. Hole in the Wall... ¿cuál de ellos?
No pude evitar sonreir para mí al sopesar la posibilidad de tener que entrar en un antro repleto de desarrapados vestidos de cuero, babeantes de cerveza. Yo, con estas pintas.
El trayecto, efectivamente, no duró demasiado. Aquel antro de moteros al que el taxista le condujo no distaba demasiado de su casa y, casualidades o no del destino, tampoco encontraron demasiados semáforos y todos ellos estaban en verde.
El taxista paró entonces en la puerta del local, que a aquellas horas tenía una nutrida cola de gente esperando para entrar, la mayoria de ellos vestidos de riguroso cuero negro tachonado, o con una buena ristra de pinchos, o calaveras por doquier. Todo al más puro estilo ángeles del infierno, claro esta.
El hombre miró por el retrovisor, esperando a que Sandro pagara y se bajara del taxi.
Nada más salir, el portero, un gorila negro de casi dos metros con el triple de musculos que Sandro, le hizo un gesto para que se acercara a él, serio, con cara de pocos amigos, casi al mismo tiempo que quitaba el cordón que impedia el paso al resto de mortales a aquel bareto. Antro o no, estaba claro que parecía atraer a gran parte de los noctambulos de San Francisco.
Alli estaba su madriguera. Habria que ver también si el conejo habia entrado en ella.
Efectivamente, mis sospechas se confirman al ver cómo el taxista pone el intermitente para parar en doble fila junto a las luces llamativas de un local. Le pago la carrera y salgo, para encontrarme -tal como preveía- como un pez fuera del agua.
Delante mío hay una cola interminable de rockeros tatuados, barbudos embutidos en cuero y melenudos salpicados de pinchos. Los que se percatan de mi presencia, ahí plantado como un pasmarote, intercambian miradas cómplices y sonrisas burlonas.
No me da tiempo a pensar qué hacer antes de que a alguien se le ocurra hacerse el gracioso, pues veo el gesto que me hace el gorila y me acerco a él. Me abre paso ante la perpleja mirada de los concurrentes, que es probable que lleven ratos esperando. Tras el asombro inicial, se oyen algunos murmullos y alguna protesta. Incluso me parece oír que alguien utiliza el término de ‘... el gilipollas ése...’
Que les jodan.
- He venido siguiendo a un conejo. -le informo al portero, el cual, seguramente, ya debe estar informado.
El portero alzó una ceja, ante la afirmación de Sandro, mirándolo con una expresion que dejaba entrever que no tenia del todo claro que no se estuviera mofando de él- El Black Widows está dos manzanas más allá, chaval. Allí tienen todos los conejos que quieras... - por suerte o por desgracia, la clara alusion a un conocido local de streptease de la ciudad te dejo claro que, al parecer, aquel armario empotrado habia decidido tomarse a mofa aquella frase de presentacion tuya. - Anda, tira. Y dile a Ruby que Sean te invita a la primera ronda. - añadio, entre una socarrona carcajada, negando aun, con aire divertido.
No, al parecer el portero no habia visto ningun conejo por alli. En cualquier caso, no tardaste demasiado en deducir quien era la tal Ruby: la unica camarera de todo el bar. Una mujer de armas tomar con el pelo de un rojo intenso, con pinta de ser alguien que no se andaba con chiquitas.
Bueno, al menos podrias pensar en el proximo paso con algo fresco entre manos...
Parece por sus palabras que el portero no sabe nada acerca del conejo, al menos no de la clase que yo ando siguiendo.
- De acuerdo, gracias. Lo tendré en cuenta.
Pero el caso es que algo han tenido que decirle, porque está claro que me estaba esperando. Este asunto es cada vez más intrigante y comienzo a pensar si no se tratará de una broma. ¿Quién de entre todas la personas que conozco podría permitirse asaltar mi ordenador para luego citarme en un garito como éste? La verdad es que no se me ocurre nadie.
De la forma más discreta posible -cuestión bastante difícil- me acerco a la barra, intentando emanar un aire de seguridad que haga que el resto del personal que transita por el tugurio acepte como natural mi presencia allí -otra cuestión difícil, sin duda.- La música que truena en los altavoces es espeluznante, pero no acaba de disgustarme; tengo observado que el rock duro favorece mis sinapsis neuronales.
Allí está, la tal Ruby.
- Sean me ha dicho que te diga que me invita a la primera. -le cuento cuando se interesa por lo que quiero.- Ponme una Bud, por favor.
A ver por donde salen los tiros, pero la experiencia me acaba de enseñar a no ir por ahí declarando que 'voy buscando un conejo', pues es una afirmación que puede malinterpretarse. Así que, de momento, me abstengo de añadir comentario alguno.
Ruby ya te habia echado el ojo, exactamente desde el mismo momento en el que pusiste un pie en el garito. Dificil no hacerlo, teniendo en cuenta que eras el unico que no parecía sacado del patio de una prisión de cualquier estado.
-¿Te has perdido, encanto? - preguntó la pelirroja, inclinandose sobre la barra, en una habil maniobra de marketing en la que, desde luego, dejaba ver "accidentalmente" su canalillo y, dicho sea de paso, la cadena que colgaba de él, con una pequeña A de plata en ella. Sin embargo, al nombrar a Sean, Ruby alzó una ceja, divertida, a la paz que sorprendida- ¿En serio? ¿Y que has hecho para que a ese agarrado le haya dado por invitarte? Muy cojonudo tienes que ser, señor Rosselly... - te dijo, riendo ella misma, mientras se giraba para hacerse cargo de tu pedido, con una sonrisa en los labios.
Y, lo que viste en aquel momento, activo todas las alarmas: en cuanto se agacho para coger la cerveza de aquel congelador pudiste ver claramente la figura de un pequeño conejo blanco tatuada en la espalda de la chica, en la parte baja de su espalda.
Asi que alli estaba el conejo. O la proxima pista que lo llevara hasta el, al menos.
Parecia que no le habia salido mal del todo la cerveza.
- Buen sitio para esconderse... - pienso al ver al conejo, tatuado en la espalda de la chica. Me quedo unos instantes embobado, examinando el contorno de su cintura.
Ella se ha referido a mí por mi apellido, o sea que, o me conoce -lo que está claro es que yo a ella no, me acordaría de un bombón así- o le han advertido de mi llegada.
- ¿Cómo sabes cómo me llamo? -le pregunto cuando me entrega la cerveza- No recuerdo haberte visto antes, o sea que no creo que nos conozcamos. No suelo frecuentar este sitio, como ya te has dado cuenta. -esbozo una sonrisa amable.
Y, tras una pausa, añado, algo más serio pero sin pretender dar la sensación de estar molesto:
- Mira, no sé de qué va todo esto, pero como broma ya ha valido. ¿Quién es el que me ha “invitado” tan amablemente a venir? ¿Tu jefe? Sea quien sea, ya le puedes avisar de que estoy aquí, y que me gustaría acabar con esto cuanto antes.
Levanto un poco la botella, sonrío de nuevo, y me echo un trago a su salud.
Ruby rio ante tu reaccion, como si te acabaras de volver completamente loco- No, no... Claro que no nos conocemos. Me acordaría de ti si hubieras pasado por aqui... Creo que eres el único que solo lleva de cuero la cartera y que se afeita, como mínimo, más de una vez al año... -dijo, divertida, acabando por tender hacia ti su mano, resuelta- Pero me llamo Alice, aunque casi todos por aqui me llaman Ruby Queen... Por el pelo, ya sabes... - añadio, enrollando uno de los dedos de su mano libre en uno de sus mechones, ladeando una sonrisa que sin duda sabia explotar.
Entonces cayó en la cuenta de que aún no te habia dicho por qué sabia tu nombre, y alzó ambas cejas, como si acabara de recordar- Oh, si, claro... Tu nombre... Lo pone aqui, en el sombre que dejaron ayer por la noche aqui para ti. A menos que me haya confundido de persona, claro... Aunque no creo, no viene mucha gente de tu estilo por aqui...
Y entonces, se acercó a la caja registradora, cogiendo un sobre rojo sobre el que tan solo habia escrita una cosa:
Sr. Rosselly
- ¿Y puedo saber quién lo dejó? -le pregunto mientras tomo el sobre, dispuesto a abrirlo y leer su contenido.
A ver si ese pedazo de papel aclara de una vez por todas esta situación.
Ruby se incorporó ligeramente, poniendo ambas manos en sus caderas, mirando hacia arriba, con actitud pensativa- Pues... ahora que lo dices... No lo sé. - dijo, negando, mientras intentaba recordar- En realidad, fue Hatter quien me lo dio. Es mi compañero, pero hoy libra. Antes de irse me dijo que habia venido un tio... o una tia, no me acuerdo ahora... Y que le habia dicho que si venía un tipo con pinta de estar forrado y con cara de no tener muy claro que hacia aqui se lo diera. - dijo, señalandote, con una sonrisilla asomandose a sus labios- Si te digo la verdad, los dos pensamos que seria alguna despedida de soltero o algo asi... ¿Qué es? - preguntó entonces la camarera, inclinandose sobre la barra, para mirar sobre ella, con curiosidad.
El contenido del sobre tampoco era muy revelador. Dentro habia una tarjeta de color negro, escrita en blanco. En el centro habia un sólo mensaje: una dirección y una fecha: la de fin de año.
Tras mirar el contenido del sobre y echar una cuenta rápida de los días que quedan hasta la fecha, vuelvo a guardar la tarjeta en el sobre y lo pongo dentro de uno de los bolsillos del maletín.
- Pues sinceramente... Ruby. Si te digo la verdad, esperaba salir de dudas viniendo aquí, pero veo que no ha sido así. -comento, casi más para mí mismo que para ella.
Quedan quince días. Tiempo suficiente para averiguar qué hay en la dirección que pone en el papel y, a lo mejor alguna cosa más. Sacaría el portátil aquí mismo para comenzar a hacerlo, pero no voy a tentar a la suerte viendo la jauría de delincuentes que me rodea. Mejor lo hago en casa, que el ambiente es menos hostil.
- ¿Así que una despedida de soltero, eh? -río- Pues no, no creo que se trate de nada de eso. Es más bien... como un juego. Como un juego de pistas; algo así.
Con la primera tenía que encontrar un 'conejo' y creo que se trataba de ése que llevas ahí detrás. No sé a dónde me llevará la siguiente. -quien preparase esa pista debe frecuentar el local para saber ese detalle. Miro disimuladamente a mi alrededor, a ver si veo alguna actitud sospechosa, como la de alguien que esté especialmente pendiente de lo que hago.
Me queda media cerveza aún por apurar, y la compañía de esta mujer es agradable.
Por cierto, tu compañero... ¿Hatter? ¿Cómo podría hablar con él? Me gustaría saber algo más de quien trajo este sobre.
Ruby rió, melodiosa, apoyandose de nuevo en la barra, mirándote con aire divertido- Asi que alguien te ha propuesto un juego en el que tienes que encontrar un conejo y crees que podria ser este... - dijo, girándose con poco o ningun recato, levantándose ligeramente la camiseta para que vieras bien aquel conejo en su espalda.
-Escucha, si lo que quieres es quedar cuando salga para echar una copa, vale, te lo has ganado. -rio, negando, pensando que quizás estabas inventándote todo aquello para ligar con ella- He de reconocer que nunca nadie habia sido tan original...
Sin embargo, cuando preguntaste por Hatter volvio a mirarte, con aire extrañado, como si no se esperara aquello- ¿Hatter? Pues... suele estar aqui entre semana, por las noches. De hecho hoy le tocaba a el, pero le tuve que cambiar el dia porque tenia que ir a no se donde... Algo de una fiesta de nochevieja, creo...
Si quieres le digo algo mañana...
- Pues, lo de la copa, me encantaría… pero me temo que tendremos que dejarlo para otra ocasión. -le contesto, muy a pesar mío. Ciertamente la mujer no está nada mal y la perspectiva de lo que propone es sumamente atrayente, pero… bueno, el caso es que uno debe saber atar sus instintos e impedir que nublen tus verdaderos objetivos. Control mental en todos tus actos, por encima de los impulsos. Y ahora mismo, aún tengo demasiados cabos sueltos que intentar atar.- La verdad es que he tenido un día muy duro y el de mañana se avecina peor, y supongo que aún te deben quedar unas cuantas horas para terminar tu jornada laboral. -Acabo con mi cerveza, saco la cartera y le doy un billete que paga la consumición y deja una generosa propina.- Quédate el cambio.
Respecto a tu compañero, Hatter - ¿una fiesta de Nochevieja? ¿casualidad? - ¿Le toca turno mañana? Si es así, dile que quizás le llame, para preguntarle por quién dejó el sobre. Ya sabes, por lo del juego de pistas.
Me levanto del taburete pausadamente, mientras echo un vistazo al lugar.
- Adiós, Ruby. Quizás venga otra noche, con más tiempo por delante.
Ahora sólo queda salir discretamente de aquí, y encontrar un taxi que me lleve a casa.