- ¿De día? Bueno, no soy la maestra del sigilo pero no suena discreto. Pese a su comentario había algo en la voz de la redactora que reflejaba confianza. Había visto y comprendido que Kate le sacaba un par de pasos de ventaja en ese caso de locos, y poco a poco, la coherencia de algo comenzaba a no valer tanto como uno hubiera querido. Probablemente habría un motivo tras la sugerencia de la chica...y después de todo aquello, Donna no estaba muy segura de querer saber que era.
- Podemos ir, si...acabó concediendo, pensativa. Su sangre hervía con una amarga mezcla de tristeza y venganza. Como Kate, estaba viendo como poco a poco cada pedazo de su vida empezaba a descascarillarse y chocar contra el suelo perdiendo todo su sentido.
- Señor ¿qué?- preguntó Donna, confundida, como si le faltasen datos. Sin embargo y de repente, sacudió la cabeza y se llevó la mano a la cara con desesperación. Espera, no me digas que es ese capullo con el que se reúne Charlmers porque ya he tenido suficiente con sus gilipollas trajeados...
-Sí. Ese es. Todo lo que le rodea es muy extraño. - Kate fue a por el portátil y hizo un gesto a Donna para que la siguiera. -Y lo más curioso de todo es que el otro día me abordó en un bar donde había quedado con una fuente y me pidió que trabajará para él. Y que mi primera tarea era encontrar a la hija de Chalmers... -Kate no paraba quieta mientras hablaba. Después de coger el portátil fue a por su abrigo y a por la bufanda, y también recogió su bloc de notas.
Hizo un gesto con la cabeza a Donna en dirección a la puerta y recogió el bolso, las llaves y el móvil. Ya estaba lista para marcharse y abrió la puerta para que Donna saliera. -No perdamos tiempo. -Añadió justificando así la decisión de marchar de inmediato en busca de la granja. Realmente le intranquilizaba hablar de Señor en su apartamento después de que se lo hubieran registrado por completo y no se sentía muy segura allí. Eso la encolerizaba. No sentirse a salvo en su propia casa era una putada muy goda, pero trató de mantener la calma.
-¿Has traído coche?. - En el rellano Kate sacó el móvil y se puso a teclear con toda la agilidad que tenían sus dedos un mensaje de texto mientras esperaba la respuesta de Donna y el ascensor. Antes de abandonar el portal y salir a la calle Kate se giró hacía su editora y le habló con gesto de preocupación. -Primero quiero ir al hospital, debemos de ver a un amigo. -Quería saber del estado de su fiel confidente y quería que Donna conociera a Jack, además tenía un par de preguntas sobre las misteriosas cartas que quería que Jack le respondiera.
Al salir a la calle miró de nuevo el móvil y releyó lo que había escrito. Estaba conforme, sin embargo no lo envió. -Todavía no...
La cara de Donna ante el comentario de Kate fue un poema, pero uno al que la joven se estaba empezando a acostumbrar en cierta manera: ese gesto de incredulidad ante una información que sabes de una persona veraz. La redactora estaba haciendo verdaderos actos de fe con ella...pero a situaciones desesperadas...
- Si, claro. Aun pensativa la mujer siguió a Kate fuera del piso, mirando con una mezcla de curiosidad y preocupación como la joven escribía en su móvil. Respondió a la petición de la periodista con un atisbo de compasión en la voz. No iba a negarle el visitar a una persona hospitalizada: podía ser una jefa dura, pero Donna era una mujer con un gran sentido de la empatia. Y aunque estaba claro que algo la reconcomía, no hizo ningún comentario hasta que subieron a su coche, aparcado un par de calles más allá.
- Creo que ese hombre está intentado comprar el periódico. Le dijo a Kate con rostro sombrío y las manos sujetas con fuerza al volante. Fue un par de veces a la oficina antes de que ocurriese lo de Linda, y Ronald lo largó con viento fresco. Pero ahora...bueno, ahora parece que no se lo puede quitar de encima.
Con un suspiro la redactora arrancó el vehículo, que ronroneó incorporándose al tráfico*. La marea de coches les dio un par de disgustos y atascos, pero nada nuevo en una gran ciudad como era New York: solo algo de retraso para llegar a el aparcamiento del hospital, en el que Donna aparcó. Sin embargo, cuando Kate abrió la puerta para bajar, la redactora solo quitó el contacto, sin moverse del asiento.
- Será mejor que subas tu sola. declaró la mujer, con una tibia sonrisa. No quiero molestar, así que te espero aquí.
Y así, Kate subió sola. La única pega que encontró fue averiguar el número de la habitación de Jack Sin Apellido, pero la recepcionista se mostró generosamente amable al darle el número al oír la descripción del vagabundo. No tenía pérdida y, por lo visto, Kate sería la única persona que visitase al pobre hombre.
Recorriendo pasillos llenos de jóvenes enfermeros corriendo y gente arrastrando sillas de ruedas y tuberos, Kate al final llegó a la habitación 402. El aire cálido del hospital olía a desinfectante, y el murmullo general de médicos pululando era una constante más estable que el ritmo cardíaco de muchos de los presentes.
Tras la puerta, para su alivio, estaba efectivamente el vagabundo, rodeado de dos camas vacías. Tirado cuan largo era, Jack tenía una vía a la que iba enganchada una bolsa de sangre casi consumida, pero por lo demás su aspecto había mejorado gratamente. Los moratones habían remitido levemente y las ojeras habían palidecido. Probablemente tenía mejor cálidad de vida atado a un gotero que en la calle...
- Kate. Fue su único saludo, con una sonrisa en el rostro. ¿Que te trae aquí? ¿Has leído el mensaje?
* Puedes añadir cualquier intento de conversación, pero te adelanto escena por si te interesa más entrar directamente con el asunto del hospital ^^
Se que no es la mejor escena, pero empecé a responder aquí y...xD Mejor responde directamente en New York, New York, ¿vale?^^