Partida Rol por web

Tomó nota de toda la explicación que le iba dando Grendell, a pesar de que su intención era otra, debería escribir un artículo de todas formas con que lo mejor era hacer las preguntas adecuadas para hacer algo interesante, y chinchar un poco a Michaels de paso. La mano de Kate fluía veloz escribiendo con rapidez lo que le iba comentando y centrándose en escribir mejor las palabras importantes que no conocía.

Cuando le preguntó si quería ver con sus propios ojos la momia Kate asintió manteniendo la sonrisa y se dejo guiar por Grendell hasta la fría sala donde exponían a la momia. Le había extrañado que ante la insinuación de Kate el hombre prefiriera continuar con la entrevista. Por un momento dudó de que sus técnicas de seducción hubieran funcionado, pero el tono de Grendell hacía pensar que sí que lo habían hecho por lo que quizá aquel hombre fuera tan vanidoso que quería primero asegurarse buena prensa.

Nada más entrar a la fría sala se quedó tan impresionada por lo que veía que su boca se quedó abierta durante un par de segundos. El grandioso faraón que había sido momificado estaba allí amenazante ante ella con todo su ajuar funerario. Kate no tenía mucha idea del mundo egipcio, pero sin duda aquello era muy impresionante.

Grendell apoyó su mano en el hombro de Kate y el contraste le provocó un escalofrío. No se había dado cuenta hasta entonces del frío que hacía en aquella sala. Seguramente para mantener en buenas condiciones a la momia. Kate le pidió al director de la exposición que le explicara acerca de los diferentes objetos y las costumbres de los egipcios para enterrar a sus faraones mientras tiritaba del frío. Aquel bonito vestido verde estaba hecho para lucir pero no para abrigar. Fue tomando notas de lo que más revelador le parecía para su articulo y después le preguntó acerca de la urna fea.

-¿Y esa?. -Dijo señalándola. -Parece menos lustrosa que las demás y sin embargo ocupa un lugar de honor. 

- Desde luego tiene usted un buen ojo...Nadie está muy seguro, Señorita Aldridge. Se cree que es un símbolo de las victorias que tuvo el Faraón en la zona de Babilonia, probablemente alguna reliquia familiar del monarca vencido.- Respondió Grendell con tranquilidad. El estilo no acaba de coincidir, como es bastante obvio, con el del ajuar, pero tampoco con el arte habitual en Egipto. Su colocación es mera imitación de la que tenía la tumba cuando fue encontrada, pero por mi parte hubiera prescindido de una pieza tan...burda. Se había esforzado en buscar una palabra más respetuosa que "cutre", por muy adecuada que fuera esta al objeto. Al menos en comparación con los magníficos dorados del resto de la cámara. Sin embargo el museo nos pidió que la representación fuera lo más fiel posible y, en el fondo, nos da una idea de que ya en esa época empezaban a estilarse los souvenirs y trofeos.

Abandonando la sala Kate y Grendell dieron un rápido repaso al resto de la exposición. Las momias toscanas y una impresionante colección de relicarios y féretros de piedra medievales, preciosas representaciones del arte funerario de Miguel Ángel, que no había podido salir de su querida Florencia. En el Romanticismo, las macabras representaciones de la muerte, esqueletos altivos pero suplicantes alzados sobre las tumbas de sus muertos, fotografías victorianas de personas ya fallecidas que fingían dormir. Un auténtico repaso, a veces hermoso y a veces inquietante, que sin embargo se había realizado con mucho cuidado. 

La última sala, efectivamente, fue la más dura. Un serie de fotografías del Holocausto, junto con un video explicativo que la periodista no se paró a mirar, mostraba la cara más industrializada de la muerte. La gente contemplaba las fotos con una catarsis, abrumada por un horror que, aunque ya había acabado, siempre quedaría grabado a fuego en el colectivo.

Allí estaba Ibrainovich, que no se percató de la presencia de Kate, hablando con un hombre anciano que miraba con tristeza una fotografía. Al fin el ruso había encontrado a alguien con quién hablar de su pasión, pero no parecía que el anciano, en silla de ruedas, disfrutase tanto como él de aquella charla que Kate no llegó a escuchar, formulando las últimas preguntas a Grendell. Este parecía totalmente confiado no solo de las buenas intenciones de la periodista, sino de las intenciones de su subir a su despacho.

Y la exposición ya se había acabado...

- Espero que haya disfrutado de la exposición. comentó el hombre al salir, con una sonrisa en el rostro. Algunas personas se marchaban ya, con cara de habérselo pasado más o menos bien. Ahora que lo pensaba, no había vuelto a ver a Linda. Quizás había hecho el tour corriendo con sus amigotas para irse a comprar unos zapatos. Malcriada. Aunque por supuesto podríamos complementarla con una visita a mi despacho...

-Ha sido una exposición bastante interesante, a ratos incluso ha tenido un aire muy romántico. -Confesó. La visita en compañía del director comentándole todos los detalles de la exposición le valdrían para realizar un artículo muy completo acerca de la misma. Había muchos detalles que Grendell le había señalado y en los que ella no hubiera reparado si no fuera por él, además de los expertos comentarios con los que iba rociando cada explicación. Casi sentía pena por el pobre hombre dadas las expectativas que se había creado con respecto a ella.

Ante la idea de la visita a su despacho, Kate sonrió con la ternura que solo ella sabía darle a sus labios. -Claro, será un placer atar los flecos que quedan sueltos con usted... -   La sonrisa pasó a tener un aire más pícaro que tierno.

Una vez pasaron a su despacho, la joven periodista se sentó en una de las sillas cruzando las largas piernas y le preguntó a Grendell si podía fumar. Su gesto de chica tierna, inocente y facilona había desaparecido junto a su pícara sonrisa y ahora solo quedaba un vestigio de sonrisa convertida en la mueca de un depredador ante su presa herida.

-Creo que le debo una disculpa Señor Grendell. Solo quería reunirme con usted lejos de las molestas miradas de la gente. - Empezó a decir. -Sobretodo de un Señor en particular- Pensó recordando la rabia que le daba seguir sin saber su nombre. -Mañana en mi periódico se van a publicar dos artículos que le atañen. -Alzó su cuaderno de notas donde había tomado apuntes de toda la exposición y de los minuciosos comentarios de Grendell, además de la entrevista que le había realizado. -El primero tratara sobre la exposición del Museo y narrará con fidelidad la magnifica muestra de arte que he podido contemplar aquí. -Hizo una pausa. -En el segundo se hablará de la otra cara del director de la exposición, Norman Grendell, un hombre que esconde sus turbios asuntos detrás de su impoluta imagen de estudioso antropólogo. Licenciado en Harvard, experto en cultura egipcia y africana, profesor en Pricenton, colaborador del Smithsonian, organizador de varias exposiciones... -Fue haciendo un gesto con la mano en círculos a cada título que nombraba indicando así que la lista era bastante larga. - Y además conspirador, confabulado, intrigante... El artículo también recordara sus viejos antecedentes.  -Alzó la carta que Jack le había dado como una prueba irrefutable de sus palabras, Kate la había metido en un sobre nuevo pero era la carta original del vagabundo, la copia la había guardado en su escritorio. -Tengo aquí una carta de una fuente en que lo define a usted como un fariseo de la edad moderna, en ella se describen sus crímenes y delitos. -Miró su reloj con fingido interés- A estas horas el artículo estará retenido en la cola de preimpresión. Sólo falta que usted me dé su versión de los hechos, pero tanto si lo hace como si no, mañana el artículo saldrá a la luz. -Aquello también indicaba que si al hombre se le ocurría hacer algo contra Kate el artículo saldría de todos modos. Era un farol, no había ningún artículo, pero Grendell no tenía forma de saberlo. También era un farol lo que Kate le había dicho que había en la carta, pero eso tampoco lo sabía. Kate volvió su voz algo más suave para alcanzar el tono de un confidente amigo. -Sé que usted no actuó solo, sería injusto que cargara con la culpa de todo.

El rostro de Grendell se tornó pálido, no hasta el punto de parecer blanco, pero si lo suficiente para sembrar una duda razonable. El farol de Kathe había calado muy hondo. Tras moverse de un lado a otro de la habitación a grandes pasos se acercó a ella y la agarró por los hombros. Es... es... esta loca! no puede publicar algo así. Los ojos de aquel hombre mostraban pánico puro. Hundirá el museo, su periódico desaparecerá... y nosotros... trago saliva como si fuera la ultima vez que lo hacía nos mataran a los dos.

De nuevo se alejó de Kathe y comenzó a dar vueltas por la sala. Iba murmurando todo el tiempo, sumido aun por el nerviosismo.

He visto como se lo hace a otros... no quiero acabar así... Pero yo tenía permiso... si es cierto, tenía permiso. Se giró hacia la periodista. Pedí permiso, me dijeron que no pasaba nada. Él dio su visto bueno. No me puede dejar solo ahora.

La cara de Grendell estaba dejando de mostrar pánico para sumirse en desesperación. Como si le hubieran cortado los hilos se derrumbó en su silla y miró a la periodista en silencio hasta que unas palabras vacías lo rompieron. Ponga un precio, el que sea.

Por un segundo temió que todo su plan se hubiera ido al traste. Era una posibilidad bastante probable de que ocurriera, a fin de cuentas era un farol muy arriesgado. Y cuando Grendell la sujetó por los hombros temió que fuera a pegarle o algo parecido. Los ojos de Kate se abrieron como platos ante la sorpresa de aquella reacción tan agresiva por parte del director, pero pronto sus miedos quedaron infundados y el hombre comenzó a desmoronarse lentamente pasando por varias fases: primero negación, luego remordimientos, y por último negociación. Kate lo supo. Tenía la sartén por el mango.

-Bien, señor Grendell. -Kate recuperó la compostura tras el susto que se había llevado y mantuvo su imagen de mujer fría y dura clavando la mirada oscura y penetrante en el director. -Mi precio es el siguiente.- Sentía además un grato sabor de victoria. -Información. Le doy mi palabra de que el artículo no se publicara si me cuenta todo lo que sabe. 

Un pensamiento cruzó su cabeza fugazmente, y es que resultaba curioso como sucedían a veces las cosas. Un par de días atrás no tenía ningún caso sobre el que escribir, y ahora se encontraba con dos casos bastante interesantes. Por un lado estaban las misteriosas desapariciones, y por el otro estaba este hombre y todo el turbio asunto que parecía haber detrás de él. Agradeció a Jack la pista que le había dado, aunque muchas veces llegó a pensar que se trataba de una de las locuras del vagabundo, esta vez resultó haber dado en el centro de la diana. ¡Y menuda diana!.

El señor Grendell levantó por un segundo la cabeza Información... parecía que era lo único que había oído. Esta loca era lo que decían sus ojos, pero no soltó ni una palabra. Aquel no era el hombre seguro y tranquilo con el que había recorrido la exposición, solo era una sombra, pálida, casi demente en un sillón.

Usted no puede estar cuerda... con todo lo que esta pasando y aun quiere saber más... yo aun hay noche que no soy capaz de dormir... ya no es remordimiento, es asco puro. Esas personas me dan igual, a nadie le importa si desaparecen, si viven o mueren, pero hay un limite para lo que una persona puede ver sin que se le revuelvan las tripas. De repente como una persona que sale de un sueño y no se cree estar en su habitación comenzó a mirar a todos lados asustado.

Este lugar no es seguro para hablar. Reúnase conmigo mañana, en cualquier lugar pero aquí no. Le diré todo lo que quiera saber... o más bien lo que pueda soportar.... pero por lo que más quiera cancele ese articulo.

La chica asintió y de inmediato se puso en pie. Todavía sentía la emoción en el interior de su cuerpo luchando por salir y gritar llena de alegría por el hallazgo que acababa de hacer, sin embargo se contuvo. Se alisó la falda del vestido y deslizó una mano suavemente hasta detrás de la oreja. Esta vez se había acordado de que llevaba el flequillo recogido.

-Ahora mismo llamaré a la redacción y les diré que lo cancelen, pero si trata de jugármela para librarse de mí sepa que pasado mañana sí que saldrá a la luz. -Dijo amenazante. - Le tomo la palabra. -Kate tomó un bolígrafo de su despacho y escribió en un papel la dirección de Le Moulin junto a una hora y se lo tendió a Grendell. -¿Le va bien?. - Espero la confirmación por parte del antropólogo para añadir escuetamente una frase más antes de salir del despacho. -Entonces allí nos vemos.

Una vez hubo salido del despacho y comprobó que nadie la estaba mirando, ser permitió el lujo de sonreír abiertamente con una amplia sonrisa en sus labios. Después regresó a la exposición recuperando la compostura y el gesto serio. Buscó con la mirada a Scott y deseó que estuviera solo para que le entregara aquello que le había prometido. O al menos que Señor no estuviera cerca de él.

Unido a un pequeño rebaño de turistas y curiosos Ulysses cruzó la puerta principal, en la que unos hombre trajeados pero muy correctos solicitaron que pasase sus pertenencias por un control de seguridad, haciendo cola tras unos japoneses. Pero incluso desde ahí podía empezar a sentir el ajetreado sentir del museo. Todo en el interior estaba señalizado para poder llegar a la zona de la nueva exposición, y gigantescas cartelas con impresionantes imágenes de mascaras funerarias, urnas y arte suntuario colgaban aquí y allá con orgullo.

Entonces Kate se dio cuenta de que, efectivamente, ella y los recién llegados solo eran relleno.

Allí congregados había ya un montón de gente, tanto que los guardias de seguridad controlaban la entrada de los visitantes con pases cada cuarto de hora. Pese a su curiosidad a Ulysses le tocó esperar, cotilleando desde donde estaba. Pero podo tenía que tener aquello que ver con lo que le esperaba dentro.

Y es que otra cosa no, pero aquello era impactante.

Nada más entrar, a la derecha, un cartel explicativo sobre el concepto de la muestra: una vista atrás de la mirada humana a la muerte a lo largo de su historia. Una simple sala introductoria que llevaba poco a poco a través de la prehistoria, el arte babilónico, antiguo egipto, roma, la edad media, edad moderna y la edad contemporánea, al parecer poco recomendada para personas sensibles.

Algunas vitrinas resumían toda la exposición: desde un pequeño ajuar prehistórico a una fotografía de las hilas de judíos esperando a ser gaseados...

Ulysses se sentía un poco amedrentado por todo aquello. en primer lugar, el espacio en sí -con todo el montaje expositivo- le  abrumaba. Por otro lado, las muestras tan explícitas de situaciones inverosímiles relacionadas con la muerte le resultaron bastante más violentas de lo esperado. lo que iba a ser una tarde de relax de visita al museo se había convertido de repente en una ambientación gore de todas las situaciones que pasaban por su cabeza donde se relacionaban torpemente los túneles del metro, la chica desaparecida, la tapa arrancada violentamente de la pared, las voces grabadas en la cinta de Ned y todo lo que había acontecido en los últimos días.

Sin lugar a dudas, no había sido una buena idea la visita, no. No fue capaz de terminar el itinerario completo de la exposición, y en un cambio de una sala a otra preguntó al guía por el baño y salió del grupo de visitas.

Necesitaba aire fresco...