Partida Rol por web

Bajo las luces de New York

New York, New York

Cargando editor
19/06/2013, 23:35
Director

Dimitri y David corrieron como alma que lleva el diablo. El ruso parecía maniobrar mejor en esos aspectos, pero el terror que sentía David era suficiente para forzar sus músculos al máximo, cargados de adrenalina y mantener su ritmo con jadeos más frutos del estrés que de un cansancio que no tenía el valor de llegar. Pagaría con días de dolor, pero no era tan alto precio para seguir con vida...

Si es que sobrevivía a aquella casa del terror, a aquella franquicia del infierno en tierra.

Con cada paso que daba, las puertas de su alrededor temblaban o ahogaban gemidos, sus propietarios encerrados tras las carcasas de madera, incapaces de liberarse como había hecho la italiana en medio de una nube de astillas. Hambrientos o furiosos, deseosos de acabar con aquellos que turbaban sus sueños pasando ante sus claustrofóbicos hogares como perros guardianes enjaulados.

Con un aullido que heló la sangre pudo escuchar pasos por las escaleras: pasos acelerados. Aquello no era una película con no muertos renqueantes. Al parecer Isabella estaba lo bastante bien conservada como para correr. A juzgar por los segundos desde la explosión de astillas el problema era su velocidad de reacción, no la que era capaz de alcanzar una vez en marcha. Problema o ventaja, fueses cazador o presa.

Lo único claro es que estaban en desventaja.

El ruso corría manteniendo vigilada la retaguardia y, por sus gestos de horror y preocupación, la zombie recortaba cada vez más terreno. Cuando entraba en el pasillo las puertas se silenciaban de golpe, sus contenidos asustados de la hembra alfa. Isabella era la reina recién llegada al palacio de la muerta y exigía tributos que ella misma se cobraba.

La puerta, bamboleante visión dado el ritmo de la carrera, cada vez estaba más cercana. Los jadeos se mezclaban cada vez más con la música del interior y ruidos de la sala que mostraban que alguien empezaba a preocuparse del follón que había fuera. David ya podía ver los detalles: los clavos y los remaches, la naturaleza metálica y gruesa de un portón de seguridad que seguramente daba lugar a lo que habría sido un espacio de trabajo o una cámara frigorífi...

Una cámara frigorífica.

¿Quién coño se ponía a trabajar en una cámara frigorífica? El hilo de pensamiento se forzó con rapidez y se cristalizó a velocidad de sublimación cuando David sintió el gemido de Isabella tras ellos, su aliento cercano a una distancia demasiado cercana a la muerte...

- ¡APARTA! Fue una única palabra, un grito de Dimitri, que se apartó del camino de la ghoul. Solo quedaba él.

Notas de juego

Tirada de Físico+Atletismo para reaccionar a tiempo. Es una tirada importante y complicada, advertido quedas, y te recuerdo que te quedan dados dramáticos.

Cargando editor
20/06/2013, 02:31
David Stanford [Superviviente]

Una cámara frigorífica tenía todo el sentido del mundo si trataban con cadáveres. David no era un erudito, y menos en aquellos temas, pero sabía lo que era, aunque no por experiencia propia, tener en un cuerpo dentro de un congelador. asumía que la cámara frigorífica era para tanto más de lo mismo, como los cerdos colgados troceados en extremidades en las zonas restringidas de un restaurante. No era algo raro. No dentro de aquel mundo.

Si a David le hubiesen dicho si quería alquilar una cámara frigorífica hubiese dicho "¿tengo cara de pertenecer a una tríada japonesa?". En cierto modo, casi asumía que era un buen lugar a donde meterse. No tenía ni idea de cómo toleraría la muerta el frío, aunque se temía que aquello, dentro de lo inverosímil, no fuese una jodida película, y que tardase minutos y minutos en enfriarse, asumiendo que no estuviese moviéndose o que no destrozase la puerta, algo a todas luces probable. Aún así, encerrarla dentro era su mejor opción.

Esa y fintar como si no hubiese mañana, pues no lo había, en cuanto estuviese llegando el clímax. Y parecía por la voz de Dimitri que ese momento era ya, así que se echó al lado contrario del hombre ipso facto, rezando para que la mujer tropezase, siguiese corriendo mientras intentaba frenar hasta la cámara frigorífica, o lo que fuese.

Asumía que Dimitri tendría un plan en mente, pero sino, el hombre tendría que intentar ingeniárselas. Obviamente seguiría corriendo como alma que lleva al diablo, aunque ciertamente la idea de usar a Isabella como bola de demolición para la madera, liberando algún bistec de carne muerta, era una opción atractiva. Peligrosa y letal, pero seamos sinceros, David estaba jodido. Era eso, refugiarse en la cámara, buscar otra salida, seguir a Dimitri otra vez o liberar él algún cadáver, y la versa, eso último no le apetecía.

Así que rezó para el gato no cogiese al ratón, finto hacia un lado y se encomendó a los Dioses. Una vez viese cual había sido su destino vería cómo proceder, si es que Dimitri no decidía por él.

- Tiradas (1)
Cargando editor
20/06/2013, 14:50
Isabella

David se apartó de aquella estampida de solo una mujer justo a tiempo, como si fuera un héroe de película esquivando una explosión con la silueta de la ghoul perdiéndose en su espalda, su boca abierta como un tiburón a punto de dar muerte a su presa.

O bueno, quizás un par de milésimas demasiado tarde y con más desesperación que heroísmo.

Isabella, incapaz de reaccionar a velocidad humana para detenerse, pasó a su lado como una centella golpeando el hombro del escritor con toda la energía de su carrera y lo hizo trastabillar contra la pared. Un dolor agudo recorrió todo su brazo como un millón de agujas clavándose sin piedad, un siniestro pero clamoroso grito a la vida. Desde el otro lado y en una poco digna pose en el suelo, Dimitri lo miraba con una sonrisa de orgullo cargada de adrenalina, mientras comprobaba que su plan había salido a pedir de boca.

O algo parecido. Podía ser peor. Siempre podía ser peor.

La zombie chocó contra el portón metálico con un desagradable ruido a huesos rotos, y la gigantesca placa se deformó antes de que las bisagras cediesen ante la brutal fuerza de impacto no muerta. Isabella dio un par de pasos confusos hacía el interior de la sala con la gigantesca pieza metálica sujeta en la cabeza gracias a la deformación del golpe, antes de que esta cayese al suelo con el sonido de una campana. La chica estaba ahora en medio de una habitación luminosa en la que, efectivamennte, Wagner sonaba con su impetuosidad.

Pero ahora mismo Wagner era lo de menos.

Cargando editor
20/06/2013, 20:52
Director

Desde fuera y apoyado como estaba en la pared, David no era capaz de ver la sala en la que la ghoul acababa de entrar, al menos no completamente. A primera vista no parecía tener el frigorífico funcional, pues no se notó ningún cambio de temperatura ni humedad, ninguna nueve de vapor ni brisa helada...aunque si de sonido. Ahora podía entender como nadie se había percatado de su movida y ruidosa incursión...El gigantesco y grueso portón de la cámara frigorífica había ahogado gran parte del ruido y ahora, aparte de la música a un volumen considerable, David podía oír gemidos y lamentos camuflados entre los acordes del gran compositor alemán.

Unos que, lejos de los cadáveres animados, estaba cargado de emoción. Peticiones en vano y llanto, una respiración acelerada tan patética que la grandiosa música parecía mofarse de su simple existencia. Un ser vivo suplicando por su vida. Por suerte David no era capaz de ver lo que se anunciaba como un deplorable estado pues aquel pobre hombre, fuera quién fuese, no se encontraba en su línea de visión...A Dios, o quién fuese, gracias, porque si había algo peor que ver a un muerto con eso era vérselo a alguien que aún podía seguir con su vida...

Si es que se puede vivir después de eso.

Pero el ruido indefenso compuesto por balbuceos y llantos fue suficiente para llamar la atención de Isabella, cuyo cráneo comenzaba a cubrirse de una capa granate de sangre, demasiado oscura y densa para ser humana. Ahí estaba el otro cebo del que Dimitri había hablado...aunque a juzgar por una expresión severa aderezada de culpabilidad, aquel pobre hombre no era lo que el ruso tenía en mente al idear su plan. 

Para sorpresa de David se escuchó algo más en su interior, el movimiento de una...¿silla de ruedas? ¿Podía haber un maldito paralítico en aquella nave infestada de caníbales y de horror? Si. El escritor pudo ver como un hombre increíblemente anciano impolutamente trajeado se movía por su campo de visión con mucho esfuerzo y una mezcla de preocupación, sorpresa y enfado a partes iguales, apartándose de la figura de la aún desorientada Isabella. Bueno, quizás mucho más enfado que de las otras dos.

- ¿Que demonios eres tú? espetó  con desagrado agitando un brazo dictatorial al cuerpo sin vida de Isabella, que se le quedó mirando sin comprender...y sin atacarlo. Estaba verdaderamente ofendido más allá de la presencia de un ente sobrenatural, como si la acción imposible de la mujer no le sorprendiese más que el hecho de que alguien se había atrevido a violar su santa sanctorum.

Su voz tenía un potente y agresivo acento alemán pese a los temblores de una marcada edad, que reforzaba aún más la sensación de violencia en el ya afectado David. Nazis. Eran todos unos nazis, hijos de puta, dominadores de Europa. Los tenían que haber borrado de la faz de la tierra en la Segunda Guerra Mundial.

Completamente temerario el anciano siguió gritando al cuerpo de la muchacha, que con un gemido de desinterés se giró hacía el otro lado de la sala, donde, a juzgar por la nueva retahíla de lloros y lamentos estaba la otra presa... 

- ¡No he trabajado con ninguna verdammt Fraulein! le increpó como si fuera culpa suya su estado y comenzó a moverse con lentitud hacía el exterior de la sala, al parecer sin haber visto a ninguno de los dos hombres, que estaban colocados en un punto ciego después de su último salto por la supervivencia.

Cargando editor
20/06/2013, 21:03
Dimitri Ibrainovich

La voz del anciano pareció despertar a Dimitri de la decepción de haberse equivocado, haciendo que el hombre se levantase con una cantidad de dignidad a la que David era incapaz de aspirar después de todo lo que había visto desde que entró en aquella maldita nave. Con paso rápido pero seguro avanzó al medio del pasillo, saliendo de su escondite y poniéndose a la vista del alemán.

El sonido de la silla se detuvo, el anciano mirando con la cara desencajada de sorpresa al ruso, que sonrió con gesto torcido y ansioso mientras los gemidos y gritos de miedo del interior de la sala crecían en potencia y en número. Pese a la pantomima David, como buen actor, pudo ver el desagrado interior de Dimitri.

No había tiempo.

- ¿No me esperabas? Añadió, bravucón, antes de correr hacía el anciano.

Notas de juego

Bien. Esto se desarrolla, como puedes imaginar, en poco más que unos segundos y no es mucha pista decir que las próximas acciones serán frenéticas. Es una última oportunidad de David para salir corriendo hacía su coche y hacer como que no ha pasado nada (si puede) o quedarse a ver el final de la grotesca opereta no muerta...

Cargando editor
21/06/2013, 05:47
David Stanford [Superviviente]
Sólo para el director

David había quedado reducido a lo que podríamos llamar un momento seguro. Había capeado contra rusos excéntricos, policías suicidas con la cabeza más lisa que Darth Vader, investigadores privados salidos de una película de gángsters, periodistas atractivas sin segunda entrevista, bailarinas aún más jodidamente follables, camareros golpeados por el puño del diablo, y ahora, bueno, por un lado el ruso excéntrico se había convertido en un militar que sacrificaba gatos. ¿A quien?

A veinteañeras milenarias zombis venidas a soldados infernales. En concreto Isabella, que por unos instantes le había cogido ojeriza y obsesión maníaco-compulsiva a la idea de cargar contra David para comérselo vivo. Y no nos referimos a cabalgarlo hasta dejarlo en los huesos como si fuese un zombie más del mobiliario, no, sino a partirle el cuello, sacarle la columna y empezar a beber como si fuese una Capiriña.

Pero dejemos de lado al ejército de no-muertos encerrados en cajas de madera que tanto daría que hablar y pasemos a creador, El Profesor Xavier.

Entiéndase que estamos usando el lenguaje particular y habitual de David Stanford, un individuo que, seamos realistas, vive en una dimensión de la humanidad carcomida por drogas, alcohol y demasiada sangre en el glande, así que su cerebro tiene un montón de neuronas jugando al arkanoid mientras habla su propio Klingon.

El Profesor Xavier, también conocido simplemente como Charles, era el puto nazi paralítico que perfectamente podía ser el hijo pequeño de el Ángel de la Muerte tras meterse un buen repaso a los archivos de Sol Negro, La Sociedad Thule, y los enfermizos diarios personales de Heinrich Himmler, Richard Walther Darré, Rudolf Hess y Alfred Rosenberg. Si ese pequeño paralítico hijo de puta tuviese uno de esos cuatro apellidos David cagaría oro.

No era de extrañar que fuese machista ese enjuto tío cuya cabeza quedaba convenientemente a la cintura de David, pero de ahí a estar tan sumamente ciego como para ignorar que Isabella se había cargado de un empujón una puerta de acero y que se había colocado una corona de espinas como decoración en lo alto del cráneo había un paso. O ese tío era el Papa Noel y los zombis su circo de enano o ya le dirías tú a David por qué cojones seguía vivo con Isabella allí plantada como el último modelo de Terminator, la rebelión de las bulímicas feminazis.

David vivía en New York, no en Berlín o en Ámsterdam. Así que a él si aquello era una conspiración nazi, un legado moribundo o un capullo aleatorio que había firmado con sangre para vender su alma, pues como que le daba un poco bastante igual. Su acento alemán le causaba bastante repulsa en aquella situación, y si bien tenía bastantes ganas de colgarlo boca abajo del techo en la pista de hielo en pleno centro de la ciudad y hacer un llamado al pueblo semita, el pobre David no estaba ni para mover el esqueleto a un metro de distancia.

Entiéndase este lenguaje, una vez más, como la expresión de que David, sencillamente, había llegado una vez más al punto de tolerancia cero donde tus esquemas se rompen y eres simplemente incapaz de procesar más información. David era un humano con la mente muy abierta, había que decirlo, y había toreado con relativo todo hasta ahí.

Soldados zombis animados con magia azul que comían carne para sobrevivir. Peones zombis rúnicos demoníacos almacenados como botellas en una fábrica. Vampiros y Ghouls como para llenar un estado de fútbol, cerrar las puertas y echar napalm. Mucho napalm. Un viejo conocido magnate del petróleo con una casa vacía, que si bien se había ido de fiesta con el escritor y le había drogado él o una de sus chicas, ahora estaba vestido de militar con una pala para cavar trincheras en la mano, pelos de gato en la otra, y que estaba andando tranquilamente, pese a ser humano en resistencia física y percepción, hacia Isabella, la puta Lilith, y a su amigo el Doctor Frankenstein que sabía de galvanismo lo mismo que de frigopies e insultos en un perfecto alemán. Pero arios tenían que ser los pelos de sus pelotas, porque ya me dirás qué clase de maestro de la medicina zombie era aquel que seguía en una silla de ruedas.

Y así, señoras y señores, es como lo interiorizó David. Un individuo que tenía la cara de gilipollas más grande que te puedas imaginar, plantado en mitad del suelo rodeado de cajas llenas de muertos despellejados salpicados con runas, postrado con el culo sobre el asfalto  mirando con la boca abierta a esa trinidad que le había dejado completamente en modo de piloto automático.

No podía moverse, no podía pensar, y su mente vagaba libre contemplando aquel espectáculo en breves dantesco. Por supuesto, el más mínimo movimiento que amenazase su vida, aunque fuese el bólido de carreras de dos ruedas acercándose sobre él con el Doctor Josef Mengele encima, haría que el hombre activase todos los sistemas de autodestrucción de la nave y pusiese pies en polvorosa como si un ejército de ninfómanas sifilíticas estuviese cargando contra él y sin caja negra o copia de seguridad de los archivos cerebrales antes de esa horrible Solución Final.

Pero hasta entonces, haría algo que normalmente no solía hacer. Hacer el papel de mirón mientras el trío acontecía delante de sus narices. Sólo le faltaba encenderse un cigarrillo y decir "No, Dimitri, no me lo esperaba, pero dale caña que nos matan. Yo te espero aquí, sentado. Avísame cuando esté".

Hubiese sido recomendable llamar al manicomio para que le fuesen reservando la suit presidencial, pero la verdad, ¿iba a llegar realmente tan lejos? Quizás en diez segundos su más básico y primario instinto de supervivencia le hiciese saltar de nuevo y saldría de ahí con la follada mental de su vida y todos los huesos en su sitio, pero, la verdad, ¿realmente tenía pinta de que David Stanford iba a sobrevivir a aquello? Si Herr Arzt se caía de la silla y no se ponía a volar como un fantasma lanzando fuego azul por la boca, y si Isabella perdía literalmente la cabeza como lo estaba haciendo metafóricamente David, quizás. Una posibilidad remota salvo que el médico le tocase los ovocitos a la paciente o el ruso de repente sacase luz, fuego y destrucción de esa pala suya para cavar trincheras.

Notas de juego

El plan es... me quedo a ver qué se respira en el ambiente. Si hay un atisbo de que David se convierte en el centro de atención o va a correr riesgo vital de forma inminente, corremos como si no hubiese tomorrow one more time haciendo uso de todos los dados dramáticos, tiradas de Atletismo, Seducción zombie y clemencia masteril divina que te puedas echar a la pantalla de dirección.

Aviso: Todo lo que han visto aquí es obra de un falso profeta especialista bizarro (sentido neologista). Por favor, no lo intenten en sus casas salvo que quieran que le de otra embolia a Petit, que bastante habrá hecho summun facepalm al leer mi post.

Tenía que hacer un post así, lo siento. No por criticar nada, que todo está bien como está, sino porque necesitaba recordar (a mi y a todos) quien es David y cómo respira su discurso verbal real a la hora de intentar aceptar algo que no quiere o puede. Y no había nada mejor que con un post anticlimático que necesitaba para distender la tensión gluteal que me estás poniendo, porque está siendo, como escuché una vez "follaescuece". Lo cual significa que, hablando en David... duele, raspa y agobia, pero no puedes parar porque en el fondo te gusta y te está poniendo cachondo.

Sé que es imposible saber cómo reaccionaría nadie de verdad ante toda esta locura infernal, pero podría decirse que Hank ha pasado de estar loco a estar cuerdo cuando ha entrado en contacto con la verdadera locura, y a volver estar loco cuando colapsa de tanta locura. Así, dicho pronto y mal. Sé que es ridiculizar un poco la escena de juego, pero joder, David está diseñado para ridiculizarlo todo, es así de sumamente gilipollas. Por si no recordabas cómo era este tío antes de que viese el cadáver de su hija, cosa que ahora mismo muy en su mente como que no tiene. Tiene a Isabella, al paralítico, y a Dimitiy, que en conjunto son una versión sobrenatural y amplificada de su excéntrico y alternativo día a día habitual.

Lo de los Nazis ha sido too much for my body como para que pudiese hacer un post serio y totalmente realista a lo Abraham Lincoln: Cazador de vampiros, sin más. Necesitaba tomar un poco el aire y recordar cómo sería el True David Brujah aquí. Que si quieres que rehaga el post, te lo rehago, pero eh, esta es mucha tralla de golpe y sin dosificar para procesarla tranquilamente a las bravas.

Esperemos, recemos, para que el otro mindfucked, Dimitri, se marque un "Save David, save the world". Por favor, sigue, Petit. Sólo espero que no se me termine de ir la olla como jugador, que ahora mismo hay mucha carne muerta entrándole en la boca de David y se atraganta que no veas.

Cargando editor
22/06/2013, 12:59
Katherine Aldridge

-Alexander... -Repitió en un murmuro estudiando de arriba a abajo a aquel individuo. -Siéntese por favor. - Kate había dejado la carta sobre la mesa junto al café olvidado que empezaba a enfriarse. Estudiaba a Alexander con tremenda curiosidad. Le llamó mucho la atención el tremendo parecido que tenía con Señor, y que no sólo se debía a la etiqueta. Muchas veces, en un hombre trajeado con el mismo corte de pelo y la misma imagen corporativa que el resto de sus compañeros se creaba esa similitud. Pero en aquella ocasión el parecido también se extendía al rostro y por un segundo casi se atrevió a pensar que podía ser su hijo.

El hombre caminaba rígidamente, y respondía con brusquedad. Prácticamente era una maquina. Kate pensó a que tipo de lavado cerebral tenían que someter a un hombre para que dejara de mostrar emociones y se comportara de tal manera. Kate quería mirarle a los ojos para adivinar algo más en su alma, si es que tenía, pero entre que estaba de pie y llevaba aquellas oscuras gafas no pudo ver nada.

-Sí se puede quitar las gafas para hablar conmigo le agradecería el gesto. -Respondió al asunto de ordenar y solicitar lo que considere pertinente. Se le hacía raro incluso como lo había dicho. La periodista señaló a la carta sin dejar de estudiar los ojos de Alexander. -Bien, ¿si no firmo esto va a matarme?.- Preguntó directamente.

Cargando editor
23/06/2013, 00:26
Alexander

Alexander tomó asiento obedientemente, esperando más ordenes de la mujer. No parecía lo más mínimamente afectado por ello, como si fuese su día a día, incluso aunque la periodista fues una absoluta desconocida. Pero la petición de que se retirase las gafas pareció afectar al frio guardaespaldas, que por un momento, dudo.

Que era más de lo que la periodista hubiera esperando, sabiendo de donde venía.

Hubo unos momentos de indecisión, sopesando si la petición de la periodista era tal y por lo tanto podía ser ignorada, o era una orden pronunciada de manera educada. Una dulce retórica para hacer sentir bien al vasallo. Sin embargo tras el titubeo de un par de segundos de tensión, el hombre se las quitó con parsimonia, dejando una vista entre sorprendente y algo desconcertante. Los ojos de Alexander, de un tono verde increiblemente oscuro, tenían una pupila demasiado estrecha para ser normal. Humana, incluso. ¿Que clase de empresa fuerza a sus empleados a llevar lentillas de diseño? Aunque estaba claro que nada de lo relacionado con Señor podría estandarizarse.

Parecida a la de un gato o un reptil, su mirada se clavó sin verguenza ni miedo sobre la periodista, esperando su reacción y con una tenue advertencia.

Acostúmbrate.

- No puedo hablar por Señor, pero lo dudo. dijo Alexander con, extrañamente, mucha más humanidad de la que tenía al entrar, como si la petición, pregunta directa de Kate y su tono de voz hubiera sido suficiente para romper esa cáscara. Creo que ha quedado claro que está altamente interesado en que trabaje con nosotros, pero puedo asegurarle que no admitirá un no por respuesta.

Kate empezaba a darse cuenta. El contrato, la carta personalizada de "disculpas", el sirviente-guardaespaldas ¿felino? ¿reptiliano?. Desde luego las lentillas conseguían algo: hacer al individuo más temible, inquietar al afectado. Despetar ese instinto de desagrado basal e instintivo hacía ciertas cosas que uno nunca ha tenido motivo para temer. Arañas. Serpientes.

Retorcido. E inteligente. Muy propio de Señor.

- Hay muchas maneras de cambiar el punto de vista de alguien. Hacer su vida mucho más desagradable, por ejemplo. La tranquilidad con al que pronunció esa opción fue lo que la hizo verdaderamente terrorífica, como si fuera una tarea totalmente habitual en él. Solo hay que darle un motivo que le interese. Para unos es dinero, para otros influencia, para otros proteger lo que les rodea.

Hubo una pequeña pausa, como si Alexander no supiese y entrar en ciertos detalles. Aunque a lo mejor era otra inteligente lección de su mentor y era una pausa narrativa, teatral. Una manera de crear suspense en una situación de por si bastante incómoda.

- Yo estoy aquí para ayudarle a discernir cual puede ser y demostrarle lo que puede conseguir con nosotros. Como una versión torcida de Socrates. O mejor dicho, un siniestro Cheshire que pese a todo resultaba mil veces más tierno que la Reina de Corazones que lo mandaba. Un guía extraño, de charla ciertamente inquietante pero reveladora.

Alexander se recostó en la silla levemente, esperando una respuesta o reflexión de Kate. Quizás el permiso para volver a ponerse las gafas. O una orden real.

¿Que quería Alicia?

Cargando editor
23/06/2013, 01:03
Dimitri Ibrainovich

Dimitri cargó contra el anciano mientras David, iluminado por una sobresaturación de locura, le contemplaba desde su refugio sin paredes. Todo había cambiado en cierta manera, mirado desde un cristal tan negro que el escritor había encontrado un nuevo espectro de luz. Uno entre absurdo y mundano, que dotaba a aquellas escenas imposibles de una realidad que las hacía no solo digeribles, sino risibles para el cerebro machacado del escritor.

El cinismo era peor que las drogas. David no podía estar sin él más de quince minutos.

Los golpes de los cadáveres encerrados contra las paredes y las puertas solo parecían animar al ruso como una multitud enardecida en un estadio de futbol.  ¡Derríbalo, Ibrainovich! ¡La temporada depende de ello! Pero a Dimitri no le hacía falta ánimo alguno, porque estaba claro que el cabrón lo estaba disfrutando. Estaba en su cara, y en ese puto ego gargantuesco que gastaba.

El alemán, demasiado sorprendido y afectado por la enfermedad del tiempo y la edad, no tuvo tiempo de reaccionar. El ruso se lanzó contra el cuello y…

Siguió corriendo hacia el interior de la sala, hacia los gritos y lamentos. David se quedó con cara sorprendida, y casi levantó las manos para gritar como un forofo contra el árbitro gilipollas del partido. Pero el golpe le sirvió para desequilibrar al hombre, que cayó al suelo como un improperio europeo. Quizás había tirado del cuello de la ropa o algo, pero había sucedido con demasiada rapidez y, sobretodo, sin suficiente sentido como para que el escritor entendiese que había pasado.

- Tiradas (1)
Cargando editor
23/06/2013, 01:43
El Alemán

Mientras el ruso hacía a saber qué, pero rusadas seguro, el hombre de la silla de ruedas (o del suelo, en estos momentos) miraba a David desde su nuevo lugar de reposo con una mezcla de enfado y ruego. Ese gesto de no estar en disposición de ordenarte algo, pero más vale que lo cumplas porque como pase a estarlo, desearás no haber nacido. Un gesto de alguien que ha estado toda su vida ordenando y no va a parar ahora por mala que sea su situación.

Era bastante revelado que el hombre ni se hubiese fijado en la presencia del escritor hasta que se vio derrumbado por el piso, intentado arrastrarse sin resultado agarrotando unos dedos fiejos y arrugados, repletos de pliegues y suave vello, rematados en unas perfectas uñas de leve patina amarillenta. Dedos de un anciano inválido.

Y que aún así, se negaba a pedir un favor.

- Sácame de aquí o moriréis todos. Y, por sorprendente que fuese y pese a lo amenazador de su acento, la frase estaba más cargada de miedo que de amenaza. La voz, que por primera vez sonó lo bastante anciana para el cuerpo del que provenía, tenía un temblor distraído mientras el hombre miraba hacia el interior con preocupación y desagrado. Como si supiese que hablar no valdría de nada…pero se negase a callarse. Mi mejor creación… ¡DESAGRADECIDO! Gritó, dando un puñetazo al suelo, antes de soltar una retahíla de insultos en alemán. ¡LES DIJE QUE LOS COMUNISTAS ERAIS PEOR QUE ESA ESCORIA JUDÍA Y NADIE ME ESCUCHÓ!

Estaba claro que su salud mental era, cuando menos, relativa. El miedo a la muerte era sustituido poco a poco por pura frustración, por más insultos y frases y quejas lanzadas a nadie en concreto, porque David no llegaba a entender más de la mitad de ellas.

- Tantos años para nada…acabó con un suspiro rabioso pero cansado. Negros presidentes, lesbianas en televisión… Miró a David, como si fuese una última declaración pendiente, la necesidad de un epitafio digno. Los americanos ganaríais la guerra, pero habéis condenado a la humanidad entera.

Notas de juego

*Nota: Aquí habría una pausa para dar a David la oportunidad de actuar, pero y dado que me has remarcado mucho su condición de observador, que el escritor nunca ha destacado por ser un buen samaritano y que el Alemán no se hace precisamente querer, continuo la acción dando por hecho que David ignora su petición de auxilio.

Cargando editor
23/06/2013, 01:45
Director

David no pudo prestar mucha atención a lo que ocurría en el interior, su cerebro reactivado evitando ese punto que pudiese devolverle al estado de caos mental en el que había estado sumido antes de subir a flote sobre el cadáver de su propia cordura.

Pero de coro al final de los improperios e insultos a los derechos humanos y el propio sentido común del siglo XXI, lo gimoteos y lamentos de la sala se volvieron un sollozo ahogado, que hizo que el nazi mirase al interior con la certeza de un lector que sabe como finaliza el último capítulo. David puso el oído en un intento de escuchar que ocurría: un tenue hilo del habitual torrente de Dimitri, una respiración ahogada entre hipos y lágrimas y el inquietante olfatear de Isabella.

Lo que solo significaba una cosa. Necesitaba una nueva presa. El chip de la terribilidad amenazó con activarse de nuevo en el cerebro del escritor. Estaba claro que el alemán llevaba todas las de perder para huir de aquel monstruo centenario, pero ¿cuanto le duraría el cadáver a la ghoul? ¿Lo suficiente para asegurar su huida?

Cargando editor
23/06/2013, 01:57
Dimitri Ibrainovich

Fuera como fuese, Dimitri quería asegurarse. El ruso salió corriendo de repente de la sala cargando un bulto en brazos que se suponía una persona, pero que David evitó mirar con una buena dosis de sentido común. Ver algo que le hiciera vomitar en medio de la carrera no sonaba como una gran ventaja. Y a juzgar por el tono granate de gran parte de su piel y lo tembloroso del bulto humano, el recién llegado no auguraba nada bueno al nuevo estado de inestable equilibrio del escritor

Cargando editor
23/06/2013, 02:17
Director

Así que David hizo lo más básico, lógico y coherente en aquella situación. Corrió. Corrió mientras el alemán llenaba el pasillo de gritos y sentencias nacional socialistas, probables amenazas que Dimitri respondió en la distancia. Corrió durante el pasillo repleto de ruidos y gemidos que hicieron sollozar al protegido del ruso. Corrió también y especialmente cuando, al final del pasillo, escuchó el último y desagradable ruido que hizo el alemán con vida: una última exclamación ahogada por su propia sangre y dolor. Corrió cuando atravesando el portón destrozado por una Isabella inteligente pero condenada, aún se escuchaba el sutil pero desquiciante ruido de tuentanos quebrándose bajo unas mandíbulas hechas para matar.

David solo corrió, y ni eso fue suficiente. No podía estar a salvo, no allí. Por eso se montó en el coche con tal rapidez que casi deja en tierra a Dimitri, que se estaba colocando en la parte de atrás cuando pisó el acelerador, pero tampoco se molestó en echarle.

No había tiempo.

El vehículo arrancó con el motor quejándose y las ruedas desgastándose en el asfalto, con su conductor mirando al frente con una obsesión que paradójicamente intentaba mantenerle en la sutil línea de la locura. Mientras el ruso susurraba en la parte de atrás palabras tranquilas a un personaje que el escritor aún no se había atrevido a mirar, pero que sabía que dejaría molestas e inculpantes manchas de sangre en la tapicería.

La única luz del coche iluminaba la carretera mientras abandonaban el complejo industrial maldito, a una velocidad demasiado alta como para ser segura. Pero es que David tenía la certeza de que partirse el cuello en un accidente era mejor que ser devorado vivo, y Dimitri parecía demasiado ocupado para hacer alguna objección al respecto.

¿Que demonios podía hacer? Lo más lógico, desde luego, sería ir a un frenopático con la camisa de fuerza ya puesta. Por ahorrarles tiempo. Pero tenía un ruso con más de un secreto en su parte de atrás del coche, donde por cierto también había un elemento lloroso y moqueante que necesitaba un valium tanto o más que David.

O una bala, si eras un poco misericordioso.

El asunto es que ahora había un monstruo suelto. No una de esas metáforas demagógicas para referirse a violadores o ladrones de coches, no. Uno real. David era un recién llegado a esto, pero si Isabella no merecía tal apelativo...se le ocurrían pocas cosas que pudieran hacerlo. La policía no iba a hacer nada, y eso sin contrar que los cabrones bien habíans sabido lo de las desapariciones y salvo el calvo de Jackson, pocos habían movido su grasiento culo.

¿Que hacías cuando pasaba esto? ¿Había un servicio especiailzado en plagas no muertas, o algo?

Notas de juego

Fin de la "cinemática". Te gasto un Dado Dramático para evitar la tirada de percepción contra el "recién llegado" por que hubiera sido fatal para David, pero la tirada de atletismo era facilmente pasable, asi que lo añado en ese mismo dado. Dos al precio de uina.

Lo dicho, libertad para reaccionar, preguntar, hablar y abofetear, que tema tienes. Según el curso de acción que decidas, es probable que tengas que gastar dados dramáticos (por que con tu espíritu ni de coña pasas la dificutlad) para que David pueda actuar con cierta normalidad después de lo que ha visto. dado que dudo que vaya a entrar ahora mismo en tratamiento psicólogico urgente. Exceptuando alguna idea concreta que puedas tener me encargaré de avisarte cuando hace falta, asi que por eso no te preocupes.

Cargando editor
23/06/2013, 08:10
David Stanford [Superviviente]

David siguió en su particular estado de catarsis durante la intervención del ruso, aunque no pudo evitar sentir satisfacción en sus adentros al ver al viejo caerse de la silla. Por lo general aquella escena le hubiese dado tierna pena en cualquier otra situación, pero tratándose de aquel bastardo en sus últimos meses de vida no pudo sino sonreír y morderse los labios con una sonrisa.

Cuando para más seña el hombre intentó pedirle ayuda, el hombre no pudo sino comenzar a reírse a sendas carcajadas, provocando un pequeño revuelo en los contenedores de madera. Era una risa rota y cascada, con voz de alcohólico escéptico y adicto al whisky.

- Mira viejo- le soltó con voz de loco en la distancia-, te metería en una residencia judía sino fuese porque ya estamos muertos, pero realmente necesito que me hagas un favor- alzó las cejas con una sonrisa de demente divertido, cual villano de Batman, y le enseñó el dedo corazón, elevándolo ligeramente como si no fuese una gran sorpresa-. Vete dilatándole el ano a Adolf cuando la señora de Franky- Frankenstein- te baje al infierno de un puñetazo en la pista de golf esa que tienes en la frente- simuló que pegaba un puñetazo al aire, hacia abajo, mientras se volvía a morder los labios, pellizándose para darse cuenta de que era real-. Y por cierto- añadió mientras se iba poniendo en pie-, si fueses más listo que mis pelotas sabrías que las lesbianas son la salvación de la humanidad.

Se hubiese quedado un buen rato sentado delante del hombre fumándose un paquete de tabaco mientras le explicaba qué significaba la palabra demencia y discutía con él por qué, si los americanos habían condenado a la humanidad, él había escogido la ciudad estadounidense más poblada para tener un invernadero de zombies. Le parecía algo como muy masoquista para un hombre que le tiene fobia a los penes negros y a las mujeres besándose entre si.

Sin embargo, el "momento David" de rapearle la boca al viejo aguilucho desplumado se tuvo que abortar cuando vio que Isabella volvía a ser real, y que seguía teniendo hambre. David realmente pensó con la boca abierta cuando más podía llegar a comer esa mujer antes de reventar o quedarse saciada, y qué demonios había estado haciendo estos novecientos años para seguir teniendo esos problemas autocontrol. David Stanford dejó de mearse en la cama a los pocos años de nacer. No sé, no le parecía tan difícil. David también necesitaba follar y no se iba frotando por ahí.

Cuando vio al ruso salir con el paquete entre los brazos negó con la cabeza, desviando la mirada. Fantástico, así que ese era el comunista y esa era la mejor creación de la que hablaba el Alemán. Muchas gracias, Dimitri, por venir a salvarme a mi y no a llevarte algo de la tienda de regalos. Un detalle haber venido para salvar a tu ser querido. Ya avisas a David cuando se trate de él, pero tú a tu ritmo, no te cortes. La próxima vez intenta avisarle de que buscar a su hija muerta le iba a llevar a ese indescriptible punto.

Echó a correr cuan largo era, con el miedo nuevamente atenazando su corazón, incapaz de decir ninguna de sus encantadoras frases con aquel sonido de canibalismo taladrándole los oídos. Era demasiado para él, la verdad. Eso le quitaba el ánimo y la personalidad a cualquiera.

Subió el retrovisor entre el asiento del conductor y el copiloto, evitando así poder ver nada del cuerpo que acompañaba a Dimitri pero acompañándole a él, y no detuvo el vehículo hasta llevarlo al barrio rico, donde Lew y Dimitri tenían la casa. Sólo esperaba que Isabella no supiese ese dato.

No tenía más sitios donde ir. No iba a llevarse a Dimitri y su novia cadáver al piso donde estarían llorando aún su mujer y su hija. Y desde luego, tampoco iba a salirle a Charlie con ese pastel. "¡Eh! Sorpresa, no te vas a creer lo que acaba de pasar!" ¡"La tía era insaciable, de verdad. Todo el rato comiendo y ahí que seguía, uno tras otro. Era peor que la ninfómana esa que te tiraste en nochevieja!".

No, desde luego el piso vacío del empresario sería mejor, y con suerte tendría allí, oculto, lo necesario. Dudaba que la pala de cavar trincheras, usada y necesaria para aún no sabía qué, y el traje militar se los hubiese sacado del culo. Debía de estar todo en las cajas. Y tener a Lew al lado era un alivio, sobretodo porque el última instancia podía irse el mundo a tomar por culo mientras le pedía un poco de cordura a Sam, que buena falta le haría llegados a ese punto.

- Bueno, pues aquí estamos- dijo mientras se reía con un cigarrillo en la mano, tomándose unos minutos de descanso frente a la puerta con el freno de mano echado-. ¿Sabes que la tapicería nueva la vas a pagar tú, no?- añadió poniendo los huevos sobre la mesa con comicidad, apuntalando un necesario contrapunto a la situación-. Gracias por sacar mi culo de blanco de allí, realmente pensaba que mi funeral no tendría ataúd abierto.

Tiro el cígarillo por la ventanilla y sacó dos, tendiendo uno a Dimitri.

- ¿Fuma también tu amigo, amiga, o lo que sea?- añadió refiriéndose al saco de carne-. No voy a tener pelotas para ver más mierda como esa, si te digo la verdad, pero necesito que me digas qué o quien es aunque no pueda mirarlo- si no lo ves, no existe. Tápate los ojos en una peli de Hitch-"cock"-. Aunque sólo sea por saber qué has metido en mi asiento trasero- un sentido bastante plural, si se refería a su picadero, su trasero, o simplemente lo obvio, una parte de su coche como vehículo-. Pero he llegado a una conclusión. Ya no necesito seguir buscando al asesino de mi hija.

Recostó ligeramente el asiento, estirándose en él.

- Tengo una vida, y es bastante más feliz sin todo esto- aseguró en un alarde de iluminación, a sabiendas de que era lo más lógico y cuerdo-. No soy Indiana Jones, ¿sabes? Yo sé escribir, acostarme con mujeres y relacionarme con los pirados como tú- señaló a Dimitri con el cigarillo-. Es lo que he hecho toda mi vida. Da igual que sea Lew Ashby, Marilyn Manson- de algún lado tenía que haber sacado su hija ese gusto rockero-gótico, y qué mejor que las compañías de las compañías de su padre-. Con todo lo que he visto ahora mismo puedo escribir mil páginas y vivir de ello en L.A. de las rentas, siempre que lo justifique dándole una vuelta de tuercas a los personajes como si esto fuese Trainspotting.

Era obvio que David tenía su propio plan de supervivencia en mente. Sabía que ahora no era el dinosaurio más grande del tablero, y que no podría vivir con eso como una persona normal. Sólo le quedaba burlarse de Lovecraft interiorizando que aquello era la mente moribunda de un padre, una adolescente, un empresario, con la intervención cómica de un abogado y un empleado del metro. Los personajes y los actos de sus novelas siempre estaban basados en hechos reales, pero siempre como paralelismos de la realidad, no como un calco de la misma. Nada era autobiográfico, sólo una inspiración.

Musas.

Y ahora su principal musa era una ninfómana bulímica de novecientos años que se había dado al canibalismo y que vivía a base de galvanismo. Sería el remake de Frankenstein más bizarro de la historia, si entendíamos bizarro en su significado neologista. El plan de David era sencillo, como se ve. Salvarle el culo a su familia y evitar que aquello terminase con él.

- La ventaja de tener un segundo hogar en Los Ángeles es que está en la otra punta del país, a 42 horas en coche- espetó con una sonrisa de oreja a oreja, asumiendo casi que ya había terminado allí-. No quiero volver a saber nada ni de Isabella, ni de El Alemán, ni del ejército rojo- una tremenda carcajada interior le sacudió al llamar, casi sin quererlo, así a la horda de no-muertos que ese viejo loco tenía encerados-. Quiero poner a mi familia en la ciudad urbanita de los Estados Unidos donde haya menos mierdas sobrenaturales, y quiero hacerlo en el barrio más humano y seguro de todos.

Tiró nuevamente el cigarrillo y sacó un tercero, fumando como carretero. Ofreció otro a Dimitri. Lo encendió con el mechero del coche antes de seguir hablando.

- Explícamelo todo. Desde el principio. Y no te lo estoy pidiendo- ordenó en un aire de dominancia que no iba a dar su brazo a torcer. David podía ser muy persuasivo-. Qué pintas en todo esto, qué sabes, cuantos tipos de monstruos hay que sepas- parecía bastante dominante, como si no fuese a dar su brazo a torcer. Joder, tenia a El Ruso en su coche. No sabia qué había hecho contra el alemán, pero ahora mismo él y su paquete eran suyos. Por no hablar de que sabía dónde vivía y dónde estaba la fábrica de chocolate de Charlie-. Y dime la verdad sobre el Lúmiere, tú, yo, las drogas y mi hija. Y como me toque las pelotas uno de los dos se queda sin cara.

Era una amenaza, sí. Pero porque como él tuviese parte de la culpa sobre su hija, lo supiese y no se lo hubise dicho, a David le daba igual tener que hacerse la cirugía estética si con eso le partía la nariz al culpable.

- Sólo quiero irme y olvidar todo esto- dijo al fin, declarando lo que verdaderamente quería-. Me gustaba mi vida antes de Isabella y tú- y sin embargo, alzó una ceja-. Pero como sabrás si has hecho los deberes- si te has informado sobre mi como debieras-, puedo jugar con los adultos si me conviertes en uno. Un niño nunca puede ganar a su padre. Tiene la mano más grande.

Era algo sencillo de asimilar.

"Si esperas, Dimitri, que siga moviendo un solo dedo contra gigantes siendo un enano, puedes darte por jodido, porque voy a coger a mi familia y me voy a esconder en otra casa bonita a escribir otras cosas mientras me vuelvo a esconder bajo el ala de otro rico y la vagina de su esposa. Es lo que he hecho toda mi vida cuando había problemas más grandes que yo".

Ni siquiera le hacía falta vengar a su hija. Una venganza estando muerto nunca podía consumarse, y no necesitaba matar al Ghoul en cuestión. Era otro peón en un juego de reyes. Moriría volatilizado solo en cuanto algún gigante bostezase para su lado. David no era tan gilipollas.

- Mi padre tenía una granja- comenzó como si fuese a contar una historia-. No hizo nada de provecho en toda su puta vida. Era como El Alemán. Yo aprendí eso- tiro el cigarrillo por la ventana y no sacó más-. Me fui de casa y me puse a escribir sobre la mierda del mundo. Encontré a mi musa y empecé a meterme en los palacios de este barrio, uno por uno- paseo la mano abarcando la calle de arriba a abajo-. Lo que quiero decir es que para meterte con alguien más poderoso que tú tienes que ponerte a su altura. Y yo lo siento, Dimitri, pero si todo lo que puedes ofrecerme es una puta pala y un gato para combatir a mujeres como Isabella... prefiero seguir con las cantantes del coro de Lew.

Cargando editor
23/06/2013, 23:40
Katherine Aldridge

Kate se sentía un poco acorralada. Se lo estaba diciendo bastante claro: no te mataremos, te arruinaremos la vida. A ti o a los tuyos. Ella no tenía pareja, ni hijos. Su padres estaban lejos de allí, aunque tampoco sabía hasta donde alcanzaba la red de aquella especie de organización. Sin embargo si que tenía muchas fuentes valiosas que le importaban más allá de lo estrictamente profesional. Tal vez no debería haber dejado que le llegaran a importar tanto, pero jamás se hubiera imaginado en una así.

Los ojos de Alexander la dejaron ciertamente conmocionada. No le daban miedo los reptiles especialmente, ni tampoco insectos o esas cosas, la única fobia irracional que tenía era a la visión de la sangre. Pero eso no significaba que aquellos extraños ojos la dejaran tranquila. Luchaba por mantener la mirada fija en los ojos de Alexander durante la conversación, pero era difícil mirarlos y no pensar en lo horribles y desconcertantes que eran.

Afortunadamente ya sabía más o menos que decisión quería tomar, de lo contrario no lograría pensar con claridad. La había pensado en cuanto abrió el sobre de la carta y reconoció el contrato, antes incluso de que Alexander se presentara ante ella. ¿Y qué otra opción le quedaba?. No podía huir de ellos, a la vista estaba. Si se negaba irían a por su gente, volverían su vida más desagradable. Aceptar la condenaba sólo a ella. Aún que no sabía muy bien a qué. Estaba más que segura de que las palabras amables de Señor en esa carta estaban escritas sobre papel mojado.

-Bien, voy a ir a esa fábrica. -Desconocía si Alexander sabía a que fábrica se estaba refiriendo pero hablarle de esa manera era una forma de comprobarlo. - Si viene conmigo se encargará de que no me pase nada. -Se incorporó sin esperar respuesta e hizo un gesto al muchacho que le había traído la carta. Escribió una nota de despedida para Donna en una hoja que había arrancado de su bloc, prefería no mezclarla en todo aquello, en la nota le recomendaba que volviera a casa y esperara a que ella le llamara. Le explicaría todo llegado su momento.

Cargando editor
24/06/2013, 22:46
Alexander

- Como diga. La voz sonó lo bastante carente de emoción como para engañar a muchos, pero no a Kate. Había oído a suficiente gente mentir como para no darse cuenta de cuando intentaban engañarla... y las respuestas de las entrevistas estaban rellenas de esas medias verdades que cruzan la sutil línea de la mentira con perfecto disimulo. De eso se basaba el periodismo en realidad y, cuando una aprende el difícil arte de descubrir esos gestos en escrito, las expresiones faciales eran bastante más sencillas.

Aunque Alexander no lo ponía fácil, con su porte estoico y casi férreo. Fue un gesto sutil, pero suficiente. Aquella mención había pillado por sorpresa al guardaespaldas, aunque no tanto por la existencia de una granja* como por el hecho de que la periodista estuviese al tanto. Si eso era una sorpresa agradable o no ya si que Kate no conseguía averiguarlo.

Sin embargo el hombre esperó obedientemente a que entregase la nota al recepcionista, que se despidió con una sonrisa algo asustada al ver como Alexander seguía como un perro guardián a la joven poniéndose de nuevo sus gafas oscuras. Con Donna aún descansando de una noche que seguramente había sido muy dura, Kate pudo descubrir que tener un guardaespaldas (o algo parecido) tenía sus ventajas. 

Frente a la puerta exacta del hotel había un pequeño coche de gama alta, como no, de un sobrio color negro que relucía al sol sin una sola mancha de suciedad. Tenía las ventanas traseras tintada y al entrar un suave pero impersonal olor a limpieza llegó a la nariz de Kate. Ni polvo, ni pino ni ningún aroma, un interior recién vaporizado. No había en él el más mínimo gesto individual: tapicería gris, ni un ambientador, ni un adorno. Lo único que llamaba la atención fueron las luces anaranjadas del panel de control al dar el contacto.

Alexander arrancó el vehículo con naturalidad, como si pese a su frío interior estuviese acostumbrado a él, a sus gestos y maquinaria. Quizás era esa la empatia que el hombre había formado con su coche: ambos impersonales. Con ese pensamiento y un sepulcral silencio navegaron durante minutos por el tráfico de la ciudad sin que el conductor se alterase. Y esto pese a los pitidos y bocinazos generalizados por maniobras torpes de aquellos con los que compartían el asfalto: Alexander seguía centrado solo en la normativa de tráfico y los coches que se cruzaban ante sus ojos, con mente zen.

Hasta que pareció darse cuenta de algo.

- ¿Tienes la dirección exacta?- preguntó dejando caer levemente la gafas para que su mirada llegase a la copiloto desde el retrovisor, aunque era difícil tenerles tanto miedo cuando el hombre lucía una sonrisa realmente divertida en la cara. Como si pensase que Kate era muy astuta por usarlo de GPS para una localización que no tenía clara. O por ir de día.

Pero el coche estaba bien encaminado, según los datos que sabía. Noroeste de la ciudad, a las afueras. Alexander sabía de que lo que estaban hablando...

Las ventajas de tener un guardaespaldas.

- Tiradas (1)

Notas de juego

* Creo que había dicho que era una granja, pero si me equivoqué...mea culpa xDD

Cargando editor
25/06/2013, 00:15
Dimitri Ibrainovich

- No tienes que darme las gracias. Estaba allí para curiosear y saber que esta pasando y te encontré. No iba a dejarte allí. Ni a él. Bueno, al menos ya sabía el sexo del polizonte. En realidad no le conozco de nada. Reconoció el ruso mientras el cuerpo tembloroso se recolocaba en el asiento bastante más tranquilo, aovillado,  bajo la atenta mirada de Dimitri que aceptó el cigarrillo que le tendió David.  Una víctima de Jonas. El Alemán. Suponía. El escritor pudo comprobar por el retrovisor como el ruso le acariciaba la cabeza de manera distraída al pobrecillo, como si de una mascota se tratase. Y sin embargo, no intento rehuir el gesto, como si Dimitri corriendo por el pasillo como un salvador fuese suficiente para perdonarle todos los pecados. No iba a dejar allí que se lo comiese tu amiga. Pero diría que no. le va la nicotina

- Me alegra oír que te retiras. Respondió el ruso dando una calada al cigarro, que colocó cerca de la sombra de una cabeza que negó con nerviosismo y algo de miedo, como si lo único que esperase fuese una quemadura. Efectivamente, no. Encogiéndose de hombros, volvió a llevárselo a la boca. Quiero decir, yo llevaba años esperando esto y…bueno, pierde su encanto. Lo he matado porque estaba causando el caos, ¿sabes? Se justificó, encogiéndose de hombros. Pero sé que mi verdadera venganza fue dejar que me viese por ahí vivito y coleando y pululando. Se rió con una risa amarga, perdiendo la vista en el techo. Nostalgia. O algo así. Al menos Los Angeles está bien. Es una ciudad bonita. Un poco.

- Y desde luego esta mierda es mucho mejor que crepúsculo. Dijo, encogiéndose de hombros, como si le diera exactamente igual aparecer en una novela o no. Desde luego habiéndolo vivido, tener un alter ego literario debía de importar más bien poco. Pero ten cuidado. O te haces un ídolo de pirados o alguien te prende fuego por pasarte de listo.  Hizo un gesto severo y lanzó una mirada de exasperación por la ventana. Como si lo supiese por si mismo y no le gustase. Hay gente que vigila que nadie abra demasiado la boca sobre lo que hay.

- Si no quieres saberlo, no deberías saber nada, pero…Se encogió de nuevo de hombros. Como si en realidad le importase una mierda. ¿Por qué iba a preocuparse por alguien como David ahora? Un hombre corriendo entre almacenes con una ghoul sin llorar a su hija. Un hombre sin honor engañando a su mujer. No tenía remedio, no había salvación para él. Nunca la había habido.

Dimitri era un ser complejo. Era un vividor, pero la existencia le había arrastrado a ello. Era un hombre de otra época rodeado de urbanitas que se habían sumido poco a poco en una vida decadente que avanzaba inexorablemente hacía un mundo feliz. Había sido forzado a abandonar su estilo de vida, sus hombres. Su familia. Su patria ni siquiera existía.

Había tomado una máscara y, como David, su yo real luchaba por salir a flote. Reducido a escombros.

- Soy un soldado ruso. Dijo, consumiendo la colilla y tomando el otro cigarrillo que David le tendió. Como una confirmación, la manga estaba arremangada luciendo un tatuaje con el logo del ejercito comunista. Si, era un soldado ruso. Pero uno desfasado unos sesenta años. Uno inmortal.

Si esa mierda era real, desde luego explicaba por qué no le importaba inmolarse como un adicto a la adrenalina. Sabiendo que eres un reset con patas es difícil tenerle miedo a esas cosas.

- El Sol Negro pensó que la mejor forma de asegurar la pervivencia de la raza aria era conseguir unos ubermench atemporales que guiaran a la humanidad hacía la luz germánica. Y obviamente, probar con sargentos alemanes era desperdiciar valiosos cultivos genéticos porque…bueno, no sabes si algo es inmortal hasta que lo matas. Rio, como si fuera obvio y en cierta manera hasta divertido. Ah, ironía. Pero los judíos eran demasiado despreciables y las presas de esos experimentos éramos caucásicos cercanos al ideal ario. Movió la mano, como quitándole importancia a una disquisición que podría durar horas. Quizás solo intentaba calmar su mente. Presos políticos.

- El resto te lo puedes imaginar. Jonas era el jefe de experimentación. Te grababan símbolos en la piel y luego te daban de tiros a ver si te levantabas. Lo has visto. Negó con la cabeza, la mirada oscurecida y perdida en años negros. Con un gesto lento y reflexivo, apoyó la mano en la espalda hendida del herido. Vi que hacía algún zombie, pero luego los sacrificaba. No quería eso.

- Conmigo acertó, pero no tuvo tiempo para verlo. Desperté en medio de una fosa común. Me arranqué la piel donde me había tatuado y me marché. Desde entonces…bueno, no puedo morir. A veces es desesperante. Una sonrisa desafiante apareció en su rostro, como si solo fuese una puesta. Una entre él y la muerte: a ver quién dura más antes de disculparse.

- Vi a Jonas en la exposición esta del museo antropológico y creo que le traje viejos recuerdos o algo. Un último impulso para intentar dar con la solución final. Se rio sin ganas ante su propio chiste negro. Pero me olí algo, y vi que había alquilado esto. Obviamente no era trigo limpio y quería saber qué pasaba.

- Por lo demás…pensó con mirada distraída algo forzada, buscando en su cerebro el resto de preguntas que David había formulado. Que yo sepa, hay vampiros, hombres lobo y zoántropos genéricos, zombies, magos, (aunque en realidad son humanos que hacen cosas raras)- aclaró agitando la manos.- y luego multitud de cosas extrañas como ninfas, nagas, animales malditos, espíritus y cosas así. Una vez oí a un tipo decir que incluso quedaban vivos un par de dragones. Rió, como si la mera idea fuese ridícula. Claro, por supuesto. Los vampiros son una cosa mucho más normal.

- Sobre el Lumiere…al parecer lo usaban como centro para secuestrar gente. Alcohol barato y poco control. Vi a una mujer llevarse a un detective que parecía sacado de una película de años 30 y a su amigo calvo. Que le dieran por culo si eso no era Jackson y su amigo el capitán. No he vuelto a ir, pero me da que no voy a volver a verles el pelo. Dimitri no pareció caer en la broma sobre calvos y su expresión, pero…joder, vaya puta mierda. Ni de eso podía conseguir uno reírse.

- Las drogas tienen poco que ver, creo. Se tomó unos segundos, como si buscase un hilo de relación que no encontraba. Al parecer el tipo de la ElectroSand se ha traído más que una discoteca y se estaba haciendo con gran parte del comercio.

-Lárgate si quieres. El desdén indiferente de su voz fue un golpe al ego de David, seguro de lo que decía. No le necesitaba, no si solo iba a gimotear como el cuerpo renqueante que sollozaba en silencio en su rincón del coche. ¿Se habría enterado de algo de lo que habían dicho? Lo que está claro es que no podemos largarnos y esconder el jarrón bajo la alfombra. Isabella o como se llame es demasiado gorda para que pueda estar suelta. Si nos despistamos, tendremos una Nueva York zombie en tres semanas. Replicó con agresividad, visiblemente asqueado por las ganas de hacer como que no había pasado nada de David. Como una gangrena. Duele pensarlo, pero o lo arrancas de cuajo o tendrás mucho más que cortar en tres días.

Vinieron unos minutos de incómodo silencio.

- En todos los sitios hay alguien que se encarga de poner orden entre los sobrenaturales. Declaró. Tenemos que buscarlo y pedir ayuda, pero tenemos que avisar. Al menos yo pienso hacerlo.

Para él era fácil hablar. Era inmortal, claro.

Cargando editor
25/06/2013, 18:27
Katherine Aldridge

Alexander era férreo como la roca más dura, y tan estirado que Kate llegó a preguntarse si tenía un palo de escoba metido por donde la espalda perdía su nombre. También era tan seco, gris e impersonal como un autómata y ella no dudaba de que podría aguantar perfectamente el interrogatorio más duro de la CIA. En su rostro no había ni una sola expresión, ni un gesto mal medido, ni una muestra inconsciente de expresión corporal.

Pero Kate era una experta en ese terreno, capaz de detectar hasta la más mínima micro expresión. Sus ojos y su percepción estaban muy entrenados en ese sentido. No en vano, había entrevistado a todos los políticos de la ciudad. Solía comentarse entre quienes la conocían y temían sus preguntas más comprometidas, que sería una grandísima jugadora de poker. Y al mencionar la granja, el rostro de Alexander traicionó su cara de poker por una fracción de segundo, momento durante el cual Kate logró ver sus cartas.

Había dado en la diana con la pregunta, como tantas otras veces su instinto le llevaba por buen camino. Ella no corrió a celebrarlo, se quedó tranquila e inexpresiva mientras preparaba la nota para Donna. También sabía guardarse sus emociones para poder jugar sus cartas, y en esta baza tenía un buen farol que debía jugar con cuidado. Le tranquilizó saber, no obstante, que aquel tipo era también humano y capaz de mostrar sensaciones, lo que desmontaba un poco su fachada de robot con ojos de culebra.

La acompañó hasta el coche, aunque hubiese habido cien coches aparcados frente a la puerta del hotel sabría que se dirigían a ese. Coche negro de alta gama, tan impersonal como su conductor. Era justo lo que se estaba imaginando desde que se había levantado de la mesa dejando olvidado su café.

Alexander puso el coche en marcha y empezó a conducir en la dirección adecuada, hacía el norte de la ciudad, buscando las salidas para ir a las afueras. Eso era lo único que ella sabía. Su rostro no mostró reacción alguna pero una sonrisa se hubiera dibujado de buena gana en sus labios. Durante un rato siguieron el camino adecuado en silencio. Hasta que él se dio cuenta de que estaba delatándose y quiso pillar a la joven periodista en un renuncio como el que acababa de tener él. Incluso sonreía. Otra reacción, otro renuncio.

-Sigue, vas bien. - Respondió Kate tan impersonal como hubiera podido ser él. Apuesta de continuación para reforzar el farol.

Kate llevó la mano al bolso y sacó el móvil. Era la hora. Presionó la tecla enviar y el mensaje fue enviado. "Scott, voy a investigar una granja en el norte, a las afueras. Es peligroso pero tengo que llegar al fondo de este asunto. La carta decía que fuera de día, tal vez no pase nada. Si no, cuida de mis padres y consigue que tu amigo publique lo que sabe. Un beso"

La carta de la hija de Stanford decía que fuera de día y que llevara herramientas. Esperaba que Alexander fuera esa herramienta.

Notas de juego

Seguramente yo la he convertido en fábrica... una granja-fábrica, estamos en crisis ¡hay que adaptarse!.

Cargando editor
25/06/2013, 23:04
Director
Sólo para el director

Notas de juego

Claro que sí. ¡Doble negocio, dobles posibilidades! XD

Cargando editor
28/06/2013, 16:53
David Stanford [Superviviente]

David Stanford se quedó ojiplático y con cara de poker tras oír todo aquello. Se estuvo riendo largo y tendido, como si nada. Vale, bien, había soportado todo aquel asunto hasta ahora de forma ya de por si parca, triste y moribunda. El problema era que en aquel momento a David le estaban entrando unas terribles ganas de suicidarse.

Es decir, ¿qué sentido tenía vivir cuando el futuro se te presentaba así? David no podría siquiera comer tranquilo si se tenía que plantear la duda de si un vello púbico excesivo se debía a que se estaba beneficiando a una licántropa. O si el capullo que se veía con su hija era algún tipo de mago, que en realidad es sólo un humano que hace cosas raras con las manos. Eso hubiese sido la respuesta a muchos gusanos que habían compartido cama con su progenie, desde luego.

Decir que el señor Stanford tenía madera de héroe era como decir que Hitler en el fondo no era tan malo. Algo sin el mínimo sentido. David era un ser egoísta que había buscado a su hija y nada más que a ella, y aún así ya se ve el parco e ineficaz trabajo perezoso que había hecho. No tenía ninguna intención de convertirse en un salvador universal y silencioso sin crédito ni recompensa alguna. Era de tontos hacer algo así a sus ojos. La gente se movía por interés, y el cementerio estaba llenísimo de héroes. Ahora mismo, de hecho, había dos nuevos preciosísimos llamados Thomas Jackson y Rick Rogers. Más les avía que su sacrificio hubiese merecido la pena, porque a David desde luego, no.

A él le preocupaba una Nueva York zombificada, claro, pero desde luego, y siendo realistas, solo movería un dedo si uno de sus allegados estaba en peligro, y aún así el muy bastardo era capaz de no aventurarse si aquello iba a terminar con su mente y su vida en ese orden trayendo no solo un fracaso rotundo, sino un suicidio estúpido. David no se pensaba aventurar en una empresa tan desastrosa, y desde luego, no como un mortal palurdo que le importaba tres cojones al inmortal de turno. Le iba a ayudar, hablando en plata y de forma cristalina, su puta madre la sepultada en Moscú.

- ¿Te parezco un puto agente del FBI?- fue lo único que respondió-. Te diré qué tienen en común los licántropos, vampiros, rusos inmortales, zombis nonacentenarias, hadas y trileros de tres al cuarto- imitó los gestos con las manos que había realizado Dimitri al hablar de los magos-. Que son egoístas. Y no sé si sabes quién coño soy yo, pero no soy lo que se diría un buen samaritano altruista, ¿sabes? Porque nadie en su sano juicio lo es- eso era discutible, pero para él era una verdad irrefutable como un templo-. Después de la mierda que acabas de decirme, no tengo muy claro si pegarme un tiro y reunirme con algunos seres queridos en un lugar tibio- hablaba de comprar un billete directo al infierno, claro, para algo tenía pesadillas recurrentes sobre un purgatorio con aspecto de local de streaptease-, pero desde luego, y no te ofendas- aunque por su tono le importaba una mierda-, estoy más tranquilo en la granja de mi padre que de aventuras con un Indiana Jones tan colgado como tú.

Le estaba mandando a la mierda de forma poco sutil, porque ciertamente, David estaba ya francamente más que harto de aquello, especialmente cuando Dimitri tenía las pelotas de decírselo con tan poco tacto, como si a un mundano como él escuchar toda esa verborrea sobrenatural le fuese a acabar reportando un alegre y tranquilo "sí, por supuesto, claro que quiero ayudarte, Don Quijote, ¿qué puede salir mal, eh?". Tenía cojones que se lo plantease siquiera. A un tío que tenía de todo menos ese tipo de motivación aventurera y suicida al puro estilo de "no me queda nada que perder". Demonios, tenía algunas cosas que perder, y David se ganaba la vida con las palabras para más seña. No es que fuese a hacer el huevo contra un zombie, precisamente. Si hubiese sido el campeón regional de boxeo aún tenia al menos la esperanza de que no se lo fuese a llevar un viento fuerte.

- Anda, bájate del coche con tu indispuesto amigo y ya me enviarás la factura de los asientos- dijo pegando un cabeceo hacia la mansión huera del hombre-. Si algo he aprendido en cuarenta y siete años es a no aceptar nunca ser el material fungible de nadie- irónico cuando en realidad esa era su vida, aunque con otras connotaciones que cambiaban radicalmente los acontecimientos-. Sólo espero que ser el último hombre en pleno cementerio nuclear sea mejor que tener una cama en el infierno- añadió como despedida, trazando un paralelismo entre cómo cada uno viviría su eternidad. En cierto modo le estaba deseando suerte.

Ese era su modo educado de terminar bien aquel asunto y decírselo de una forma más clara. No, David no estaba dispuesto a ser el Sancho Panza de un loco arremetiendo contra molinos. Era muy trágico exponerse a un apocalipsis zombie local, pero como bien decía Dimitri, ya había gente encargándose de eso desde el principio de los tiempos. Alguien con verdaderas capacidades, aptitudes y posibilidades tomaría partido en el asunto. Que dejase Dimitri su carta de recomendación al señor de la omeostasis de turno.

- No es que me guste esconder la cocaína en la urna del muerto- añadió estableciendo su propio paralelismo al polvo bajo la alfombra-, pero cuando tienes a los SWAT rodeando tu casa no te queda más remedio. Te agradezco que intentes comprarme un pasaje para las puertas de San Pedro- prosiguió en relación al interés velado de Dimitri en meterle en todo asunto-, pero no se te ocurra hacer como los señores de la guerra y poner a un niño a hacer la guerra- fingió que tocaba una guitarra o a martilleaba con elegancia un AK-47, no se sabía muy bien, sea como fuere, él era el niño, y Dimitri el señor la guerra-. Soy adicto a muchas cosas, pero alérgico a las jilipolleces. ¡Achús!

Que Dimitri era soldado, inmortal y centenario. David dramaturgo, suicida y cuarentón. Compárese su utilidad frente a Isabella la destructora de planetas. Le soltaba el aliento al hombre y lo dejaba en el sitio tiritando en su tumba.

- Pero gracias por la historia, avísame si tienes más- añadió dándole su tarjeta de contacto, con el número de teléfono-. Odio las novelas de vampiros, pero al mundo ese tipo de mierdas siempre se la ha puesto muy dura. Y yo sólo escribo sobre algo que me la ponga dura- añadió como si fuese algo más mental que sexual, pues no es que fuese precisamente escritor de porno duro-. Sólo espero no terminar como el soplapollas ese de Lovecraft- soltó la tarjeta y añadió como epitafio-. Y por cierto, Los Ángeles es una mierda, pero es lo que hay, colega. Manda fotos si Isabella te lo come todo, ya me entiendes.

Y hasta ahí. Habría gente que hubiese matado por la oportunidad que El Ruso ofrecía. Habría cientos de miles de invididuos que se hubiesen arrastrado cientos de metros con la lengua fuera y las extremidades atadas como gusanos sólo para tener la oportunidad de ver a un hombre inmortal, y no digamos ya para aspirar a luchar contra diminutos dioses sobre la tierra.

David, por desgracia, no era uno de esos acólitos. Era un ser vanidoso y egoísta, al menos en cuanto a su propia supervivencia se refería. Estaba dispuesto a sacrificarse por los suyos, de ahí que se hubiese metido en tamaño lío sólo por vengar a su hija, pero todo tenía un límite y un precio. Pese a todo, David tenía cerebro e instinto de conservación. Sabía que tenía barreras que no podía transgredir sin más y que para tumbar a un elefante hacía falta M99 y que no bastaba con una raqueta de tenis o, en su defecto, una pala para cavar trincheras.

No se trata de ganar o perder, sino de cómo juegas.

Era el tipo de hombre que podía pegarse un tiro si así su mujer y su hija iban a ser felices, pero que no estaba dispuesto a morir por salvar a siete millones de desconocidos, población de Nueva York. Esa era la pura y llana verdad rasa sobre David Stanford. Así que no, no estaba preparado. Para él todo aquello comenzó como una búsqueda de su hija, y acabó transformándose en una venganza tintada con el color de lo sobrenatural. Había llegado a pasar por ahí, pero nunca se sintió siquiera preparado para seguir pisando ese terreno cuando su verdadera motivación desaparecía del tablero.

Qué sería de David, en realidad, no era importaba. Daba igual si aparecía por la noche Isabella y le sorbía el cerebro con una pajita. O si en Los Angeles seguía con su vida tranquila y mortal hasta acabar estirando la pata de un infarto en pleno rodeo. Ni siquiera si al final escribía un libro sobre la odisea de su hija o si dirigía la nueva comedia titulada "La hija adolescente de Frankenstein".

Lo importante es que David seguiría haciendo algo que estuviese en programación. Los peces nadaban, no volaban. Las águilas volaban, no buceaban. Y así con cada personaje. Dimitri cazaba ocultistas nazis, David se debía a su pequeño círculo de seres queridos. Pero había sido toda una experiencia, desde luego. Estaba seguro de que la próxima que su hija estuviese leyendo Crepúsculo no le diría que el libro es un papel de baño áspero. No, lo cogería y lo lanzaría por la ventana asegurando que la escritora no tenía la mínima puta idea de lo que estaba hablando, y que como escribiese una segunda parte se iba a plantar en su casa para decirle que a su hija no la insultaba ni una asesina nonacentenaria.

Todo mundo tiene su propia comedia romántica.

David no podía perder la suya. De hacerlo terminaría siendo una raya blanca en una urna.

Yo intento vivir en una torre de marfil pero una marea de mierda azota constantemente sus muros.

Y por eso huía de la furia del océano hacia explanadas más verdes con un viento menos agresivo.

Querida Katherine, si estás leyendo esto significa que he encontrado el valor para mandártelo, bravo por mi. No me conoces muy bien pero si me permites, tengo tendencia a repetir una y otra vez lo duro que me resulta escribir, aunque esto es lo mas difícil que he tenido que escribir nunca. No existe una manera fácil de decirlo, así que simplemente lo diré:

He conocido a alguien. Fue una casualidad, yo no lo estaba buscando, no lo planee, fue la tormenta imperfecta. Ella dijo una cosa, yo dije otra, y cuando me di cuenta quería pasar el resto de mi vida congelado en mitad de aquella morgue, pero dos días antes, ocupando yo el lugar de mi hija la magnífica y mejor novia cadáver en este mundo sólo poblado por sombras tristes y alargadas.

Ahora tengo la sensación en mi entrañas de que pude ser ella, sólo tenía que haber estado en el Lúmiere unas horas antes y ella ahora seguiría viva. Mi bella enemiga está completamente chiflada de una forma que me hace vomitar, extremadamente neurótica y exige un mantenimiento exhaustivo. Devora a las personas como sólo Hannibal, Hitler y Mata Hari podrían. Ella es Isabella, y es la versión de mi hija después de ser despechada, leerse un manual de autoayuda y haberse conectado a una pila de drogas duras.

Lo peor es que no puedo pararla, me aterra, porque si vuelvo a acercarme a ese mundo tengo la sensación de que me perderé ahí fuera. Éste es un mundo enorme y malo lleno de vueltas y recovecos, y falta para parpadear para que desaparezca el momento, el momento que pudo cambiarlo todo, no sé lo que hay flotando entre nosotros y no puedo decirte por qué habrías de saltar al vacío por alguien como yo.

Así que te daré un consejo. Sigue buscando la noticia perfecta del periódico en los asesinatos y las desapariciones si esa es la razón por la que estás en este mundo. Si no es ese tu propósito, aléjate y dedícate a cualquier otra cosa. Sigue hablando de celebridades ignorantes como yo mientras educas a un pequeño monstruito muerdepezones y lo llevas a la guardería de la mano.

No sé si seguiré en Nueva York cuando tengas esto entre tus perfectos dedos de teclista, pero si en algún momento decides que has nacido para iluminar al mundo con tu luz, siempre tengo el número de teléfono abierto a la espera de que algún ángel rubio llame. Quizás seas mi única esperanza de redención y aportar algo útil al mundo.

Infielmente servicial,

David.

Notas de juego

Ahí tienes tu hilo conductor para lo que comentaste sobre David y Katherine en un futuro, y ahí tienes su epílogo escrito dedicado a ella para que le llegue en algún momento. Visto para sentencia.