Lew pareció tranquilizarse algo cuando David aceptó intentar tranquilizar a Samantha. La chica era una fiera y, por bravucon que fuera la estrella del rock, era un encontronazo que no quería tener. Las bonitas palabras que era capaz de articular David, más allá de su profesión, servirían de algo. Esperaba. Por que sino podía olvidarse de la compañía de la jovencita. Y Samantha era peor que muchas drogas: causaba la misma adicción, pero era imposible comprarla.
- Gracias, Stanford. Eres todo un colega. La sonrisa de Lew era sincera, aunque parecía más bien que David estuviese sacándole la basura. No era muy desencaminado: estaba encargándose de los trapos sucios con los que él no quería lidiar.
- ¿El nuevo? preguntó curioso, antes de soltar una socarrona risa pícara. Seguro que a sus amigas le encantas. Y te serviría para despejarte de la mierda de tu hija, creeme. Se asomó ligeramente por la puerta, acompañando a David y señalando el camino. Está más para allá, bajando la calle. El número...53, creo. Se ve, porque es nuevo y el jardín no lo tiene muy bien...
Como si el de Lew fuese una maravilla. Si no fuera por su jardinero, allí habría hasta panteras.
¿Intuyo que tu siguiente post es para la casa de tu misterioso amigo juerguista? xD
Bien.
- Gracias viejo- respondió David, dedicándole otra sonrisa de compromiso antes de echar a andar fuera del local- ¡Cuidaré de tu Sam!
Recordó para acabar de reconfortarle mientras se alejaba de espaldas.
David sacó el teléfono del bolsillo y marcó el número de Luca. No iba a ir a casa del Ruso hasta que comprobase que le había pasado esa noche. Quizás fuese antes del Lúmiere, nunca se sabe, pero también debía pasarse antes a ver a Sam y a su querida esposa.
Lo primero era dar por zanjado el tema de las drogas. Luego ver que Sam seguía entera bañándose en la piscina de su casa. Su mujer, y finalmente intentar hablar con Sasha a ver si le decía algo interesante. Luego ya se pasaría por casa del Hugh Hefner ruso o por el antro donde había estado su hija. Qué iba primero dependería de muchas cosas.
Sin más, mientras buscaba su coche echando a andar por la calle, pulsó el botón para iniciar la llamada a su médico. Siendo la hora que era a saber si estaba durmiendo, jugando al golf, llevando a su mujer al gimnasio o con la mano metida en el trasero de algún rico con el guante por delante.
Ugh.
Lo bueno se hace esperar xD
- Ya pensé que te vería en una bolsa de plástico después de todo el puto follón que me montó tu cuasi adolescente ex amante. admitió el médico nada más cogió el teléfono. ¿Para que saludar? Era algo tan mainstream...¿Que quieres, resucitado?
Lamento mi verborrea, pero...bueno, ando agonizando un poco por dentro y al ser una conversación telefónica me lo peudo permitir xD
- Jesucristo quiere saber si le echaron algo dulce en el vino durante la última cena- respondió David, con el manos libres y las manos en el volante, sobrio hasta el momento desde que había comenzado la calada mañana-. Pero bueno, ambos sabemos que es sólo una excusa para ver que tal está tu...- calló, arrugando el ceño, intentando hacer sinopsis cerebral-. ¿Que Samantha ha hecho qué?- preguntó en tono extraño, alzando un labio de forma hosca.
A ver, que estaba muy bien eso de que el mundo siguiese girando en su ausencia, pero... ¿¡Es que nadie podía estarse quieto en esa casa de majaderos!? La puta madre, así no hay quien se centre en buscar a una hija. Si es que hay que hacer de padre de todos.
Menos de uno mismo.
No mueras, amore, please.
- Al parecer todos tus putos contactos comunes con la niña hemos sido brutalmente bombardeados con spam sobre tu desaparición, jodío. Debió de ponerse bastante histérica cuando no le cogías el teléfono y a Charlie tampoco. Creo que la única que no está en el ajo por medio de mentira piadosa es tu mujer. Dale un beso a tu querido calvo. añadió Luca, consciente del casi milagro que había obrado el agente al mantener a Clare fuera de aquel follón el lo que ya era una situación de tensión extrema. De repente el hombre tapó el teléfono y volvió al cabo de un rato de interferencias. Mi amada esposa me dice que solo espera que no fuese una llamada de atención al encontrar un foco que requería más atención en tu vida. Dice que está segura de que no es así, pero que te lo diga.
- Pero hablando de lo serio. No tengo tu puto análisis aquí a mano, pero desde luego tenía un par de picos muy majos. Unas prestitutas te echaron droja en el colacao, mi buen amigo. O algo parecido. No era nada preocupante, pero si que fue un consumo interesante para una sola noche.
David hizo ademán de soltar las manos del volante y ponerse a rezar a un Dios en el cual no creía, pero tal y como estaba y dado lo que estaba haciendo mejor frenarse. Sí, no se había llegado a enterar su mujer de todo aquello, gracias a Dios. No alcanzaba a entender entonces por qué Charlie quería que la viese, pero era un mal menor. Infinitamente menor.
Sin embargo, asintió cabeceante cuando Jean acabó de hablar. Típico y esperable. Demasiado. No era la primera y no sería la última que algo así le pasaba al novelista. Si no le mataban los pulmones o el hígado lo haría uno de esos engaños.
- Me lo esperaba- reconoció David, desperezándose como si acabase de volverse a levantar-. ¿Recuerdas qué drogas eran?- preguntó intrigado, alzando las cejas y sacando una mano por la ventanilla del coche, abriendo los ojos. Estar sobrio costaba que te cagas-. No fue nada, pero mejor no le digas que me quedé frito con una mezcla de alcohol y tranquilizantes. Te acabarían cayendo a ti las ostias.
Y tanto.
No en vano, Luca hacía lo mismo, pero con analgésicos en lugar de inductores del sueño. Tranquilizantes e hipnóticos a fin de cuentas. Más le valía no decir que su colega se había quedado frito con esa mierda, o la querida esposa se lo tomaría como un aviso zen para el médico.
- Había picos de LSD y ketamina. Subidón-bajón. Fueras con quién fueras, le iban las mezclas chungas. reconoció Luca, evadiendo muy inteligente alguna explicación que pudiera ponerle en el punto de mira de "su querida esposa". En realidad su esposa era bastante más encanto de lo que alguien esperaría estando casada con quién estaba, pero la cosa era quejarse. ¿Alguna pregunta más para comprobar mi memoria? Si es que ni siquiera te has molestado en preguntarme que tal en mi día de descanso...rezongó el médico con falsos morritos. Que serían todo lo telefónicos que quisieras, pero David se los imaginaba perfectamente. Ale, te dejo, que me toca tirar en el minigolf. Ciao, bello.
- Ale, a meterla en el agujero- dijo David con sorna, colgando sin más y pisando, como siempre que acaba una conversación telefónica, el acelerador. Al fin y al cabo, el hombre vivía muy acelerado. Demasiado.
Giró en una esquina, poniendo rumbo a casa de su querida esposa. Y luego, cómo no, a casa de Sam. A calmar fieras heridas. Porque eso era la adolescente en mente, por supuesto. Inmadura, muy a su pesar. O al menos lo era a ratos, y con los ratos bastaba, aunque eso también convertía, como pensaba su querida esposa, a Stanford en otro niño. No sin razón.
- Todos los días tiene que pasar mierda por la muerta- murmuró para si, negando con la cabeza.
¿Es que nunca conseguiría algo de paz? Un poco sólo. No era mucho pedir, vaya.
Al final acabaría bebiendo otra vez. David no aguantaría sobrio hasta el final ni de coña. Ya no el final de la búsqueda de Clare, sino el final del día, qué demonios. Aquello era su puto infierno. Uno muy ardiente, y no sólo por las cincuenta mujeres de su sombra.
Si no hay nada relevante en casa de Clare, por mi pasamos directamente a Sam con un par de pinceladas sobre la primera. Para agilizar. Si ves que en algún momento mi calidad de posteo baja más de lo que debiera es porque no tengo tiempo para todo (bien). Sorry de antemano.
Perfecto. Mañana espero estar mejor, así que te planto un resumen. No tendrá mucho, tranquilo. Su querida esposa está bien y piensa que ha estado de reunión intensiva con unos productores, para irtelo resumiendo. Se agradará de ver a David y pensará que su malestar físico ha sido por el estrés de la reunión. Te diría incluso que si quieres hacerlo tu, pero viendo tu agobio ni te lo planteo no sea que siquiera te lo pienses.
Asi que mañana más y mejor.
David apartó el puño cubierto de sangre. La rabia había desaparecido a su manera, convertida en una dosis de dolor insana que ahora habitaba el cuerpo vapuleado del vagabundo. La imagen del lugar parecía sacada de una película de Tarantino, un fotograma fugado a la ya de por si convulsa vida del escritor.
Jack yacía inconsciente atado a una silla de mil dolares que necesitaría una buena dosis de tintorería para volver a ser la misma. Lew estaba en la puerta que daba a su estudio: el lugar mas insonorizado de la casa. El rockero tragaba saliva, incapaz de reprochar la barbarie de David. ¿Acaso no era eso lo que haría cualquier padre?
No había hecho falta demasiado para convencer a su amigo. La mirada furibunda del escritor y el aspecto dócil del vagabundo arrastrado por el suelo del garaje había sido suficiente para hacerle tragarse su verborrea licuada por la cocaína y abrir a David las puertas de su casa. Samanta no había visto nada...porque probablemente habría dado dos hostias a David antes de llamar a la policía. Era difícil que les oyera, sin embargo, tras las puertas de aquella habitación.
Pero aquello no había servido de nada, y eso era lo que hinchaba aún más su odio.
No había dicho nada. Nada coherente. Su hija estaba muerta, su sangre había llegado al Hudson y había habitado su cuerpo para despedirse de los asuntos terrenales antes de marcharse. Esa era su puta mierda de excusa para aquella carta. Esa era la coartada del vagabundo, que si no era subnormal antes de que se hubiera liado a hostias con él, lo sería ahora. David no tenía una fuerza descomunal, pero la pura rabia le había habitado durante horas: hacía tiempo que había pasado la medianoche. Pero no se sentía cansado, no podía hacerlo.
No hasta que averiguase que coño había pasado con Clare.
David ha perdido un Punto Dramático. No por el hecho de llevarse a Jack, sino por hacerlo delante de una boca de metro sin que nadie le viese y/o le parase por ello, combinado con que Lew le dejase entrar en casa sin plantearse el dilema moral que implica. No es que el rockero tenga muchas neuronas para darse cuenta, pero por eso son dos acciones al precio de una.
Se que el post no parece muy abierto, pero es para aclarar si querías hacerle a Jack alguna pregunta en concreto. ;)
David se redujo a un amasijo redundante y primitivo de si mismo. Su hígado tenía que procesar una ingente cantidad de whisky procedente de las reservas privadas de Ashby. Con el rock de fondo como compañía melancólica para el alma, el dramaturgo se ahogaba en una nube de humo que había generado. La frustración le había anegado como el océano tras el calentamiento global haría tarde o temprano con la faz de la tierra.
Se ahogaba por dentro, con lazos presionando con furia contra cuello, corazón y cerebro. El hombre, dejado caer contra una esquina luciendo una venda sobre los nudillos, cual boxeador callejero evitando destrozarse las manos en acto de violencia, comenzó a sollozar como un niño pequeño. David Stanford era un hombre que no lloraba. En las peores situaciones podía llegar a mostrarse triste y deprimido como una viuda victoriana sin su fuente de ingresos. Alguna disputa especialmente fuerte con la que aún era su esposa según los papeles.
Aquello era algo con lo que nunca había supuesto que tenía que lidiar. Había pasado la mediana de aquel conflicto y superado el punto de inflexión. Ahora aceptaba el hecho de que su hija no se había ido de fiesta y había desaparecido. Que no podía aparecer por su propio pie sin más. Tenía su letra escrita y un testimonio esperpéntico que parecía salido de sus novelas más horrendas.
Hablábamos de jaulas y personas tratadas como animales. No hablábamos de primates que se habían convertido en empresarios o dueños de fábrica que tenían a niños tercermundistas fabricando zapatillas de marca a coste irrisorio para un precio de venta todavía más cómico. Hablábamos de su propia hija secuestrada y fallecida. Como padre y ser humano, aún se negaba aceptar con toda probabilidad que su niña estuviese muerta. Podía rajarse el cuello con un cuchillo jabonero ahora mismo de ser así, y el mundo le recordaría como el padre que no quiso seguir viviendo sin su hija. Vendería, como todos, más muerto que vivo con una buena historia, y el futuro le recordaría como el vividor follador de vida trágica que sembró legado y escuela.
Ahora, ciertamente, nada salvo la necesidad de una respuesta y quizás de venganza llenaban su juicio. Sólo procuraba que su otra hija, su esposa y sus más queridos allegados estuviesen bien. Él no era nadie sin su prole, y el sexo vacuo, las drogas duras, el alcohol barato y el alquitrán fumado no le ayudarían a ser más feliz. De su pecho manaba la brea como una fuente accidental en mitad de una planta petrolífera, anclada a un océano de tormentas y finales delimitados por cataratas cual mapa vikingo.
David tartamudeó sorbiendo por la nariz todo tipo de lamentos e improperios. Desde sencillos "Joder" hasta "Hijo de puta", refiriéndose a Jesucristo y María Magdalena respectivamente, pasando por escuetos "¿Por qué?" lanzados a nadie sino a la frustración. En aquellos momentos se odiaba a si mismo, pasando fugazmente por la fase de culpabilidad tras una aceptación parcial.
Si hubiese estado más con ella esto no habría pasado. Apenas nos veíamos, y ni sé de qué color tenía el pelo o con quien perdió la virginidad. De haber tenido un mejor padre ella todavía estaría viva.
Luchó contra el impulso de coger la botella de Whisky y estampársela al jodido vagabundo en la cabeza, aunque sabía que ese pobre diablo no tenía la culpa de nada. Hubiese deseado poder culparle, estacarle las extremidades y dejarle morir con una corona de espinos para después entregarse a Thomas Jackson y acabar sus días en una silla eléctrica. No le hubiese importado en aquel momento con tal de ver paliada la extrema de necesidad de sentir algo que le aliviase, lo que fuese.
La carga de oscuridad bajo su pecho siempre había sido grande, contaminado por un espíritu pobre y atormentado que se sumía en un odio a la humanidad y una desilusión ante la perspectiva de un futuro amargo y negro. David vivía esperando que la tercera guerra mundial o el fin del mundo tuviesen lugar, aunque no eran acontecimientos que desease. No hasta ese momento, salvando a sus seres queridos dentro de una cúpula de cristal.
El hombre permaneció allí un buen rato, dejándose ir lentamente por el sumidero de su autocompasión, haciéndose todavía más un desgraciado mientras se golpeaba la nuca contra la pared. No tenía nada, nada. Sólo la certeza de que el Lumiere era un sitio importante, de que su triste y débil camarero sabía algo y de que Jackson no le iba a devolver a su hija. Tenía la certeza de que aquel vagabundo era lo mejor que tenía, y que o lo dejaba ir o lo mataba, y Stanford no era ningún asesino, aunque en aquel momento ansiaba serlo con toda la potencia de sus válvulas.
No tenía armas contra todo aquello. Lo más que podía hacer era ahogarse en el alcohol del tugurio y acabar usando su lengua de sirena y su magnetismo de tocado por el cielo para acabar sacando algo con el paso de las horas. Y total, para vengar la muerte de su hija. Las posibilidades de que siguiese viva eran ínfimas, y Stanford, aunque pese a lo vivido por la misma desearía que siguiese viva, era realista. No se dejaba vender ante un alfiler ardiendo que se doblaba al contacto. Nunca había sido un iluso al que se le pudiese decir que Dios era clemente y que el karma existía, que la justicia divina estaba allí para todos y que los caminos del señor eran inescrutables como la vagina de una monja.
Sólo cuando reloj avanzado más tarde su pelo goteaba agua, y sus ojos el rojo de una llantina desmesurada, se dignó a encender el portátil de Lew. Sin preocuparse en absoluto por lo que estaba haciendo, a sabiendas de que ya nada importaba, entró en sus cuentas y generó una nueva entrada en su blog, en su página web, y en su Twitter, linkeando a las demás. Allí estaba escaneada la nota de su hija, con una entrada que reflejaba no sólo su más profundo sentimiento plasmado desde una perspectiva apta ser el prólogo de su nuevo, último y peor libro por escribir, sino también todos los datos que sabía hasta el momento.
Allí mencionó al Lumiere, la hora del avión, el ojo morado del camarero, la cuenta de twitter de aquel desgraciado que había quedado con su hija, la relación del local con todo ello, su incidente allí la noche anterior con El Ruso, y para más seña, puso las direcciones del Lumiere y de la casa del mismo. Mencionó al policía y la denuncia, aunque no escribió la comisaría en cuestión ni el nombre de Thomas Jackson. Que le molestasen a él no serviría de nada, salvo para retrasarle.
Activó los dos mensajes y esbozó una parca, amarga, marchita y tremebunda sonrisa de satisfacción y venganza. Acababa de encender un mechero en mitad de una casa compuesta exclusivamente por explosivo incendiario. Toda una horda de fanáticos, admiradores y seguidores lanzados al vacío. La mayoría de ellos se limitaría a darle el pésame, por supuesto, pero la noticia se haría eco en toda la jodida ciudad. Poder leer de forma pública en internet aquellas entradas, durasen lo que durasen, era algo demasiado suculento para unas masas que tenían poco que hacer en plena crisis económica. Si la televasura era lo más visto y los conflictos políticos lo más interesante, el escrito impreso en una web relatando actos cruentos y barbaridades humanas más todavía.
Si verle procesado por corrupción de menores levantó un auténtico escándalo, aquello levantaría el infierno sobre la tierra. Y por eso sonreía. Porque David ahora ya no se debía a placeres banales o necesidades de niño pequeño y follable cual monaguillo. Ahora David Stanford era el hijo de puta que no necesitaba a la radio para que la ciudad supiese qué pasaba con las desapariciones. ¿Querían hablar de desapariciones? Ahí la tenían.
Los insomnes en cinco minutos habrían descargado esa foto. A la mañana siguiente a saber las cadenas de e-mails que circulaban entre las cuentas privadas de correo. David había puesto su dirección de correo pública, una de tantas, en los mensajes. Nunca la miraba, asumiendo que sólo había basura, insultos y halagos. Algo del estilo de "lo que escribes es mierda" o "fírmame las tetas, por favor". Nunca se sabía qué podía salir de ahí ahora.
Guardó una fotocopia de aquello en el bolsillo trasero del pantalón, junto a la cartera, y se preparó. Lanzó una moneda al aire y esperó a recogerla con el dorso. No tenía capacidad de decisión propia en aquel momento. Cara. Tenía que hablar con su mujer. David se frotó la nariz con el brazo cubierto de vello, aspirando algo de moco aún existente tras el diluvio.
Miró a Lew con un rostro de amargura que reflejaba a un hombre dementado que había perdido a su hija. Un rostro de pesadilla, que reflejaba más pena que ira y más puñal atravesando la sien que llamas en los ojos. Parpadeó. Un típico "Lo siento" brotó de sus labios. Sin embargo, su significado era demasiado amplio. Sentía lo de la sangre. Lo del vagabundo. Sentía joderle la noche y ocuparle la sala. Sentía hacerle cómplice. Sentía lo de su hija. Sentía lo de su mujer cuando se enterase. Sentía todo.
- Le soltaré- dijo sin más, sin mirar siquiera al vagabundo-. Cogeré el coche y lo dejaré en puertas de urgencias- no dentro, claro. Aquello lo había hecho tantas personas tantas veces que era un clásico-. Si no ha dicho un carajo sobre mi hija menos dirá de su cara, y si lo hace, me da igual.
Sonaba totalmente sincero. Por él, como si le arrancaban los intestinos con la mano en ese preciso instante. Ahora sólo tenía que ir a ver a su esposa y acabar de morirse antes de que ella se enterase por si misma. Iría en cuanto soltase el paquete, mientras la bomba mediática se gestaba a ritmo exponencial.
Para eso están los Puntos Dramáticos. Temo que te voy a hacer gastarlos mucho en el futuro, que David está en modo "I want to kill everybody in the world". Ni sabía que había una boca de metro, pero lo hubiese hecho igualmente. No hay más preguntas al vagabundo, si no hay respuestas. Supongo que David le habrá pasado toda la cartilla de preguntas y no habrá sacado nada. Me he tomado la licencia de un escáner y una impresora/fotocopiadora, pero sino, como si saca la foto con el móvil y la imprime luego en su casa. Vamos a dejar al moribundo en el hospital antes de que el pobre se muera y luego a ver a la mujer. Por mi, todo en el mismo post, para agilizar, salvo que algo salga mal.
El señor Stanford ante algo así ya no es el mismo, y estando devastado como está el hombre es un poco suicida y fuck the roles, que ya lo era antes, pero ahora imagínese. Quiero decir... que no esperes que sea de repente Django desencadenado pero tampoco pies de plomo.
Tirada oculta
Motivo: Hora de publicación
Tirada: 1d2
Resultado: 1
Tirada oculta
Motivo: Hora de lectura
Tirada: 1d4
Resultado: 3
Tirada oculta
Motivo: Hora de lectura (2)
Tirada: 1d4
Resultado: 4
Tramadas del director >:D