Todo aquello a Rogen le sonaba a que les iban empezar a mandar a hacer recados, incluso puede que misiones, y que su recompensa iba a ser lo bien que se lo iban a pasar y la gente que conocerían. Pero fijo que el dinero ni lo iban a oler. Torció la boca ante la idea, pero prefirió guardarsela para sí mismo. O al menos para cuando estuvieran a solas.
-Es una propuesta interesante, sin duda, pero ha de saber que ya tenemos compromisos tanto con la Confederación de ciudades de Benerluxia, como de los Halcones de Plata. Como comprenderá no vamos a hacer nada que les perjudique.-
El guerrero esperaba que aquello fuese suficiente para que les dijera que entonces no le interesaba tutorizarles. Era un pena, en verdad le habría encantado el poder unirse al Aegis. Las historias que cuentan de ellos son increíbles. Pero no pensaba suplicar.
Lia no sabía qué responder. Tener el contacto del Arcano de Hierro para pedir ayuda ante posibles problemas, no era mala idea. Pero la línea entre aprendiz y recadero era fina muchas veces.
De todos modos, imaginaba que Elaziana y Ax les haría ilusión, y la cara de Lav daba entender que no le interesaba lo más mínimo.
Lo que también la hacía dudar era la respuesta de Rogen. Ella pensaba que el guerrero aceptaría, aunque fuese un poco a regañadientes. Pero los Caracolas se conocían lo suficiente para saber que las palabras llevaban otro mensaje.
- Sabe, señor Aspros, tal vez concretando un poco más nos será más fácil decidir. Por ejemplo, 3 de mis amigos aquí presentes -hizo un gesto hacia Chispa, Lav y Ax- se han iniciado en los caminos de la magia, y nosotros -hizo un gesto hacia Rogen y hacia sí misma- estamos interesados en tomar también parte de ese camino hacia lo arcano.
Hizo una pausa para mirar a Rogen y sonreír. Con un poco de suerte aquello podía hacer que Rogen retomara el interés en la oferta del jefazo de Aegis.
- Usted es un gran mago y seguro gran tutor, y como tal, ¿nos podría enseñar a obtener esa habilidad, mejorar lo que aprendamos?
El interés del escéptico capellán, sin embargo, no sabía muy bien cómo ''convocarlo''. Con el poder de la amistad, tal vez.
Lav Buffo visiblemente ante la mención de su camino de la magia. El no hacía magia, no sabía ni media palabra de artes arcanas. El era un elegido de Altair, uno que tenía su favor hoy, como mañana podía perderlo. Uno que debía extender su palabras, y soplar sus vientos incluso si eso era hacerlo de manera literal.
- Yo de arcano no se nada, me debo a la mar, al viento y la espuma. Soy Capellán Lia, Capellán, no un..- Midió justo a tiempo sus palabras, pero se veía que iba a soltar alguna bordería. - ilustrado como nuestro anfitrión, o Rabi, el discípulo de Kernelius.
Me temo que la preocupación de Rogen es legitima. Si su tutoría intercede con los compromisos que hemos adquirido sería un verdadero problema. Entiendo que espera que seamos fieles a nuestra palabra. Porque como grupo, no tenemos otra cosa ahora mismo.
Nuestra palabra y voluntad. Porque de recursos no es que vayamos sobrados. Pero todo se andará, mis amigos aquí presentes son personas muy resolutivas.
En cualquier caso, si pudiera entrenarlo en sus artes, eso sería idóneo. Yo usare mmi fe. De momento n me esta fallando.-
Lav había hablado mucho, y sentía como una soga se deslizaba por su cuello. Cuantas mas palabras, mas cerca un nudo de doble lazo para atraparlo. Pero según su criterio había conseguido terminar sin ofender a nadie. O al menos eso esperaba.
Elaziana, por supuesto, estaba emocionadísima y no comprendía los recelos de sus amigos, ni veía peligro alguno o incompatibilidad con sus compromisos actuales. Y tampoco le importaba. Era un sueño hecho realidad. Aunque Lia tenía razón, y por lo que sabía, ese hombre era más de estudiar la magia, y a ella, en cambio, la energía la desbordaba como su necesidad constante de parlotear. Aún así seguro que le podía dar increíbles consejos acerca de cómo mover mejor los hilos de la Urdimbre. ¡O de cualquier otra cosa!
—¡Claro que sí! — aceptó Elaziana sin poder contenerse. ¿Cómo iba a decir lo contrario? Era imposible que se le pasara la cabeza la posibilidad de que dijeran que no. Luego se encontró con los rostros de los demás Caracolas.—Quiero decir... Bueno, seguro que todos ellos dicen que sí en un rato. ¿Entonces empezamos ya? Verá, tengo un problema, señor Aspros, y es que a veces la magia me desborda. ¡Y pasan cosas extrañas! Una vez me salió un tercer ojo en la frente. Ah, y por si le sirve el detalle, no he estudiado magia nunca. Es como que me sale sola. Creo que me viene de mi abuela, ¿sabe?
—Ya estaba al tanto de vuestras lealtades, señor Stevers, y por mi parte éstas no van a suponer ningún problema. No vais a encontrar ningún tipo de exigencia u obligatoriedad de cumplimiento sobre aquellas tareas que os recomiende. Seréis libres para decidir si las ejecutáis o no.
—Señor Aspros, me muero de ganas de saber que clase de tareas creéis que son adecuadas para nosotros pero, ¿qué ganáis vos con todo esto?—preguntó Ax—. No me malinterprete, pero nos mandáis cosas y si no queremos no hacemos nada. Hay algo en todo esto que no me cuadra.
—Yo no gano nada, señorita Jürgendottir, ni lo necesito. Si alguien puede ganar es la propia Aegis. Un nuevo grupo de aventureros asociado con una experiencia contrastada. Esa inversión bien vale mi tiempo—Antonio apoyó la taza de té en la mesa—. Pero has dicho una cosa interesante. Nos mandáis cosas y si no queremos no hacemos nada. Para que esta relación funcione tiene que haber unos alumnos que quieran aprender. Si no los hay, nada de esto tendrá sentido.
El mago entonces miró entonces a la elfa.
—Puedo recomendaros algunas lecturas, pero no dispongo del tiempo suficiente como para dedicarme a la enseñanza de lo arcano, señorita Siannodel. Sin embargo no me necesitáis para eso. Lo que yo puedo aportar a vuestras vidas son experiencias bien distintas. ¿Alguna vez habéis oído hablar del té azul de la Orden de los Justos?
Lav respiro cuando vio que no era un contrato contractual como el que "firmaron" con el gobierno, o cuando se afiliaron a los Halcones. Pero empezaba a pensar que algún día, el que menos les viniera bien, las partes no iban a estar de acuerdo en alguna cosa y eso los pillaría de por medio.
Pero si no tenían un horario, o cuotas que abonar, por su parte no habría problema.
- Imagino que es algo para beber, pero me temo que no he gozado de probarlo, ni de oírlo. Y eso que en los navíos se escucha hablar prácticamente de todo.-
Se rasco la frente y miro al resto por si alguno tenia otra respuesta que presentar.
Bueno. Aquello había sonado mejor de lo que esperaba. Si de verdad Aspros estaba interesado en ellos, de cara al futuro, podía ser una buena inversión. Y si además, gracias al comentario de Lia, lograban aprender magia de él sería de lo más gratificante.
Sólo esperaba, seguro que al igual que alguno de los otros caracolas, que de verdad sus diferentes patrones no se pusiesen de acuerdo para mandarles misiones todos a la vez y que chocaran entre ellas. Pero seguro que eso no iba a pasar. ¿Qué posibilidades había?
-Pues si ese es el caso señor Aspros, me parece una buena oferta. Sobretodo de cara a un posible futuro vinculado a Aegis.-
¿Hemos escuchado/leído/o sabemos algo del te? ¿O podemos hacer alguna tirada para ello?
- ¡Oh! Lecturas, sí, sí, para nuestra futura biblioteca.
Lia no añadió nada más al planteamiento de la oferta de tutorización, simplemente asintió con la cabeza a los comentarios de sus amigos.
- En el Bosque de la Bruma hay unas plantitas de color azulado difíciles de encontrar que sé que algunos las usan para hacer remedios naturales, imagino que podrían infusionarse y servirlas como bebida... -empezó a pensar en voz alta, casi más para organizarse que para responder- aunque no sé si se refiere a eso, en realidad no había oído hablar de un té azul.
Y más aún, ¿la Orden de los Justos? Intentó hacer memoria.
—No he escuchado hablar nunca de nada de eso. ¿Es una orden de jueces a los que les gusta... un té especial?—preguntó con inocencia, aunque sonaba un poco tonto. Tenía que haber algo más...
—La Orden de los Justos es un pequeño monasterio dedicado a Sirius que se encuentra en el Distrito de la Explanada.
El Distrito de la Explanada no era un distrito oficial de la ciudad, pero era el nombre que oficialmente recibían los extramuros de la ciudad. Un sin dios enfangado poblado por la gente más pobre y aquellos desalmados que sacan tajada de ellos. Un lugar en el que la labor de un grupo de fieles de Sirius sería más que agradecida.
—Además de ayudar a los necesitados, estos monjes fortalecen sus espíritu a través del conocimiento y la confrontación del pasado y el futuro y para ello se apoyan precisamente del té azul que cultivan allí—Antonio apuró su bebida—. Creo que sería una experiencia interesante para vosotros. ¿Por qué no os pasáis por allí? Un anciano llamado Hlam es quien está a cargo del lugar. Decidle que vais de mi parte.
—¡Vale! ¡Nos pasaremos!— contestó rápidamente Elaziana, ilusionada, reprimiendo a duras penas dar saltitos y palmaditas. Ese Antonio era más bien seriote.—¡Qué bien! Será como nuestra primera tarea, ¿no? ¿Debemos volver a contarle lo que hemos experimentado con esos monjes o ya contacta usted con Rogen cuando nos requiera para la próxima vez?
- Sirius, anotado.-
Dijo parco en palabras el sacerdote marino, pensando en si Sirius fue inspiración a la fundación de Aegis. Siendo como fue, según se dice, un hombre, el primer paladín de la Diosa de Nihal, ascendido a dios por sus logros y heroicidades. Ahora habitaba el reino de los dioses como consorte de la Diosa. Un hecho sorprendente, y al que el marino no aspiraba a imitar, se le antojaba algo imposible de realizar.
Sin duda sus clérigos debían de seguir unos votos de firmeza moral intachable para que su dios los apoyara.
Lav, tras reflexionar se dio cuenta de que en lo que a él respecta, la reunión había terminado, sobre todo si tenían que andar hasta la “Explanada” y volver hoy a su nueva casa.
Rogen se sorprendió un poco con la petición de Aspros. ¿Simplemente ir a ver un monje y ya está? Allí había algo más de lo que parecía a simple vista. Pero tampoco tenían mucho más que hacer. No tenían encargos de sus otros patrones, y los muebles de la casa ya estaban colocados.
-Muy bien. Iremos a verle, a ver qué nos dice.-
Venga. Vamos a ver un monje.
¿Nos dejarán probar ese té azul?, pensaba para sí.
- Vayamos entonces, el armario de la habitación de Ax puede esperar -comentó con tonito al darle a su amiga un toque amistoso con el codo.
Antes de marchar, se acercó a Aspros a una distancia prudencial y respetuosa, ya había visto cómo reaccionó el mago cuando Chispa se le acercó demasiado.
- Un placer, señor Aspros, y delicioso el té, estaremos en contacto -añadió con una sonrisa y le tendió la mano derecha con la intención de estrechar manos como despedida.
Antonio tomó la mano que le tendió la elfa con su mano izquierda, la volteó poniéndola palma abajo e hizo una inclinación cortés, despidiéndose como un caballero haría con una dama. Sin embargo Lia notó que no había cortesía en su mirada. ¿Quizás estaba molesto porque había hecho referencia a la mano que no utilizaba? Si era así, había sido elocuente en su manera de responder.
—Si necesitáis poneros en contacto conmigo, dejadle un mensaje a Gerta, la mujer de la recepción. Ella sabrá que hacer con él.
Poco después, la Banda de las Caracolas abandonaba el cuartel general de Aegis. Solo haber estado allí era una experiencia increíble, pero que el propio Antonio Aspros quisiera tener un ojo encima de ellos. ¡Eso era algo que no se podía explicar con palabras!
Y sentado tranquilamente en su silla, el maligno Amo del Calabozo se rió a carcajadas. Acababa de conseguir que los personajes se convirtieran en becarios dispuestos a trabajar a cambio de experiencia.
El grupo continúa aquí.