—Sí, sí, de acuerdo—dijo Angus algo cohibido—. No hay problema, yo me encargo.
El joven se repeinó algo nervioso al ser el centro de atención por un momento, entonces Rabi y se levantó para firmar y aprovechó para girarse hacia Lia.
—Gracias por la invitación, pero llevo un tiempo ahorrando...—sorpresivamente el joven se puso rojo como un tomate hasta que finalmente anunció—. Es que voy a casarme.
- Por los siete vientos de Altair, que buena noticia es esa. Mi enhorabuena Angus. Que dicha mas oportuna. ¿Quién es la afortunada?.-
Lav estaba genuinamente sorprendido pero claramente contento con aquella noticia. Era de ese tipo de gente que siempre se alegraba con estas noticias, o cuando sabía que alguien iba a tener descendencia. Para el capellán los milagros del amor y la paternidad eran algo inconmensurable, aunque no hubiera vivido ninguno de ellos, y esperar no vivir a la fuerza el segundo.
Tanto fue así, que se había olvidado por completo de donde estaban o que hacían antes de que Angus soltara aquella extraordinaria noticia. Su cara de alegría se volvio a Rogen como diciendo, “miralo, el Angus se casa”.
Lo cierto es que la noticia de la boda de Angus le alegró aún más que la de la venta de la posada y saber que les iban a arreglar la casa. A pesar de que hacia años que no se veían era un amigo de la infancia, un caracola como comentó Lia, y se sentía feliz por él.
-Vaya. Eso sí que es un notición. Felicidades Angus. Estoy hay que celebrarlo sin duda alguna. ¿Cuando será la boda? -
También estaba intrigado en conocer a la afortunada, suponía que sería algún clérigo o enfermera o algo por el estilo. O alguien muy cariñoso para cuidar todos los golpes que se llevaba su amigo. O a lo mejor con ella no era así.
- ¡Há! ¡Nuestro Angus se hace mayor muy rápido! -exclamó Lia dando una palmadita en el hombro con alegría.
Los elfos consideraban la ''adultez élfica'' como un proceso de alrededor de 100 años, además de un concepto algo diferente del ''matrimonio clásico''. Aunque hubiera vivido siempre entre humanos, a Lia esas diferencias culturales a veces se le olvidaban.
- ¿Y cuándo pensabas invitarnos, eh? -echó una mirada a Renaer- ¿comida y celebración? ¡Nuestro amigo se casa!
—Ese es mi Angus—lo felicitó también Ax dándole una portentosa palmada en la espalda—. Siempre supe que tú serías el primero de nosotros en sentar la cabeza. La afortunada no será alguna caracola, ¿no? ¡Lo que nos faltaba es que nos hubieras ocultado eso!
Angus terminó de ponerse de un encendido que parecía que iba a echar humo por las orejas.
—N-no, no, no, no. No es una caracola—la voz le temblaba—. Se llama Ludvetta Saar. No sé si os acordáis de la frutería de la calle del Zálamo. Esa de la esquina. Sus padres eran los que la regentaba y ahora lo lleva ella. Todavía no tenemos fecha, estamos ahorrando para una casa.
—¡Vaya enhorabuena!—se unió Renaer a las felicitaciones—Ahora que vas a trabajar para mí... ¡voy a tener que hacerte un buen regalo! ¡Jajajajajajajajajajaja!
El noble no parecía para nada preocupado al respecto.
—Bueno magistrada. Ahora si hemos terinado, ¿cierto?—la tiefling asintió con la cabeza—¡Pues vámonos a comer! ¡Hay mucho que celebrar! ¡Venga!
Y juntos, todos los firmantes del contrato acabaron por marcharse del despacho de una magistrada que los miraba con frialdad por encima de las gafas. La verdad es que Renaer Noitmeer era un tipo peculiar y bastante generoso. Demasiado quizás. Puede que por eso Markus van Haal llevara sus finanzas con puño de hierro. Posiblemente esa era la razón de que todavía mantuviese su status.
El grupo continúa aquí.