Partida Rol por web

Evidentemente el caballo no le dio la pezuña a Elaziana, aunque si golpeó la palma de su mano con la cabeza.

—No lo sé—respondió a la pregunta de la hechicera sin preocupación—. Creo que siempre he podido hacerlo. No recuerdo que nadie me haya enseñado.

Entonces insistió.

—¿Pero venían a por mí?

—En el juego de los espías unos días tu coges información de ellos y otros días ellos la cogen de ti—le respondió Renaer a Lia con su habitual desenfado—. ¿Qué ha podido ser? Se me ocurren muchas coas. Lo mejor que nos podría pasar es que hubiérais llamado la atención buscando al cochero y esos rufianes hubieran aprovechado para ver que se cuece. Lo peor que haya un topo.

El noble se encogió de hombros despreocupado y entonces le sonrió a la elfa.

—Sé lo que estás pensando. Deberíamos buscar a ese espía, no podemos dejar que vaya a sus anchas. No es tan buena idea, eso sólo serviría durante un tiempo. Luego aparecerá otro espía y después de ese otro más. La única manera de guardar un secreto de verdad es no contándoselo a nadie. Lo importante no es tener cegado al enemigo, sino hacer que se fije en las cosas poco importantes.

Renaer entonces miró a la yegua.

—Si querida, venían a por ti. Lo siento pero voy a tener que sacarte de la ciudad.

—¡Dador de vida!—exclamo la yegua. A ver si al final si que iba a ser una ferviente alcorita.

- En tu seno acógenos.- 

Contesto de manera instintiva Vladislav cuándo la yegua pronuncio aquella oración tan común entre los creyentes. Altair era uno de los dioses, pero no el único dios, y él debía de guardar respeto por todos, y reverencia a aquellos que eran buenos para guiar al hombre en este mundo de caos. 

- Nos alegramos de haberte encontrado a tiempo, y que puedas estar bien. Y lamento que tengas que marchar de la ciudad que ha sido tu hogar estos años.- 

Lav se comportaba con la yegua Alcorita con más respeto que a ninguno de vosotros. Sin el mismo cariño que a vosotros era seguro, pero el respeto estaba a tope. 

 - Ya veo... de todas maneras, si sospecháis de alguien, házmelo saber. Tal vez pueda investigar un poco al sospechoso... -respondió tranquila, si Reaner demostraba su natural desenfado es que por lo menos la situación no era apremiante- a veces, saber quién es el espía es suficiente, no hace falta desenmascararlo para que otro ocupe su lugar.  

Miró a la yegua.

 - Una pena que el primer encuentro vaya ser también una despedida. No creo que nos olvidemos de ti, Maxeene. ¿La información que ha ido recabando la podemos escuchar nosotros también, o es clasificada? -añadió dirigiéndose al noble.

Si Lav conversara de la misma manera con Bonnie o su hermana, el capellán tendría una vida amorosa menos turbulenta. Pero se guardó el comentario, simplemente dedicó una mirada de curiosidad.

Rogen no pudo evitar sonreir, aunque quería disimularlo, al escuchar a Lav. Si no le conocíera creería que se estaba burlando de la yegua, pero el capellán no era así.

-Espero que estés bien en tú nuevo hogar Maxeene. Y ojalá podamos vernos en otras circunstancias menos violentas.-

No había mucho más que decir o hacer. Lo del topo era un problema, pero Lia tenía razón. Estaría bien saber quién es, pues así podrían vigilarlo y controlar la información que consigue. Y sobretodo saber a quién se la vende.

-¿Y ahora qué hacemos? ¿Vamos a descansar o a celebrar?-

—La verdad es que no sé muy bien qué información tiene—le dijo Renaer a Lia—. Maxeene, imagino que ya estás al tanto de que la Mano Negra y la Hermandad del Gran Ojo están armando follón en la ciudad. ¿Sabes algo al respecto?

La yegua miró a izquierda y derecha como si estuviera vigialndo antes de responder en voz baja. ¡Ver para creer! ¡La yegua que susurraba a los aventureros!

—Hace unos días, antes de cambiar de dueño, mi amo recogió a tres personas. Sólo pude ver bien uno de ellos, un elfo solar. Era rubio y guapo. Le acompañaban dos mujeres grandotas que parecían sus guardaespaldas. Una de ellas era una semiorca de piel gris. Les oí hablar sobre que alguien a quien llamaban el Impostor. 

—¿Hablaban de eso tan tranquilos?—intervino Ax—¿No les preocupaba que el cochero se enterase?

—Los caballos tenemos mejores oídos que vosotros. Podemos escuchar por encima de nuestros pasos. A vosotros el traqueteo del carro y el ruido de los cascos os ensordece. De todas formas sólo pude escuchar el principio de la conversación, después bajaron la voz—respondió la yegua antes de seguir con su explicación—. Hablaron sobre la guerra contra el Gran Ojo y sobre como ese Impostor podía acabar siendo un problema. Supongo que eran de la Mano Negra.

La información aportada por la yegua a Lav le produjo desazón, no por el contenido, sino por la falta de importancia que le veía. 

Uno impostor, era uno que se hace pasar por otro, algo que entre maleantes o espías seguro que pasa todo el tiempo. Le parecía una información realmente poco útil. Y menos aun para poner precio a la cabeza de la poderosa equina. 

El mundo estaba lleno de contradicciones que cambiaban con cada flujo de la marea. Esta debía de ser una de ellas. 

Sonriente, Elaziana observaba maravillada a la yegua mover sus labios gordos y llenos de pelitos articulando cada palabra. Era verdaderamente increíble.

—Estaremos pendientes a ver si volvemos a escuchar algo de ese Impostor. Claro, que es posible que si es un impostor se cambie el nombre cada poco. Puede ser que para la próxima le llamen El Mentiroso. — se encogió de hombros —Maxeene, deberías tener protección. No quiero asustarte, ¡pero podrían venir otro día a por ti! Varios de esos tipos escaparon... — miró pensativa a la yegua con un largo dedo en la barbilla. Desde luego se le hacía rarísimo hablarle al animal, pero le encantaba. — Tal vez te puedas tintar la crin de color rubio para despistar, ¿qué te parece? ¿Puede hacer algo para que Maxeene tenga vigilancia, señor Renaer?

Lia arrugó un poco la nariz.

 - Si esos pasajeros eran de la Mano Negra, ¿por qué los bandidos del mismo grupo criminal te buscaban? ¿Querrían asegurarse de que guardaras silencio? ¿Ha sido casualidad?

La mente de la elfa ya estaba dando quince vueltas al mismo tiempo, soltando preguntas al aire sin dar tiempo a contestar ninguna, cavilando las posibles respuestas.

Sacudió un poco la cabeza pues se le estaban acumulando pensamientos.

 - En cualquier caso, si esa información te dice algo Reaner*, ya nos dirás. Ahora mismo poco más podemos que hacer que tomar un vino y descansar.

La yegua dio unos pasos hacia atrás y hacia adelante nerviosa. Estaba claro que las palabras de Elaziana y Lia la habían alterado. Aunque fuera inteligente y pudiera hablar, no dejaba de ser una criatura sencilla acostumbrada a una vida sencilla y ahora su vida estaba en peligro. Gestionar todo eso debía de ser complicado. Renaer le agarró las riendas.

—Tranquila, vamos a asegurarnos de que estés bien. ¿Qué te parecería ser la montura de una Caballero del Guantelete?—le preguntó con una sonrisa—. Seguro que te gusta Nogdem.

El noble suspiró.

—Además no creo que quisieran matarte, eso podrían haberlo hecho. Diria que su objetivo era convertirte en su espía. Maxeene agente doble—bromeó—. Menos mal que este amable grupo de aventureros llegó a tiempo. Lo cual me hace acordarme...

Renaer sacó de su bolsa una cajita de madera alargada y estrecha.

—Vuestra recompensa—dijo tendiendo la cajita—. Una decena de pájaros de papel. Sí, lo sé, no es oro. Creo que con tantas idas y venidas empiezo a conoceros un poco. Pero necesitáis recursos mágicos, hacedme caso.

Habéis recibido una decena de pájaros de papel.

Si no se bebía ya no estaba entre lo que Lav necesitase ahora mismo. Pero supo reconocer que era con diferencia mucho más útil que prácticamente todo lo demás. 

Comunicarse de aquella especial manera, parecía ágil y seguro. Y dado que ahora tenían aliados a los que recurrir, le parecía idóneo tener esos pájaros de papel. 

Luego arrugo la nariz al darse cuenta de que casi que contaba con quedarse en tierra, y la sensación agridulce en su garganta le confirmo que necesitaba algo con lo que aplacar esas sensaciones. 

El nerviosismo de la yegua era comprensible. Y aunque Rogen no creía que fuese a estar mucho más segura siendo la montura de un miembro del Guantelete tampoco quiso decirlo en voz alta.
Sobre el Impostor no comentó nada, sin tener más datos sólo podían estar atentos por si escuchaban el nombre. Nada más.

Tampoco pudo evitar poner mala cara cuando vio todos aquellos pájaros de papel. Podían ser útiles, pero no servían para comprar cosas. No obstante si Renaer no hubiese aparecido podría haber muerto alguno de ellos. Así que por esta vez lo dejó pasar.

-¿No son demasiados? Quiero decir. Entiendo la utilidad de tener uno o dos. Pero diez se me antojan mucho. A menos que tengamos alguna misión en la que haya que escribir mucho.-

Se encogió de hombros.

-Bueno. Nosotros ya estamos aquí, creo. ¿Necesita que lo acompañemos con Maxeene por si acaso o podemos irnos?-

 - ¿Estos pajarillos son de un solo uso? ¿Si los intercepta alguien que no sea el destinatario, el mensaje se muestra? -preguntó con genuina curiosidad- teniendo en cuenta que cada vez hacemos más amigos y más enemigos al mismo tiempo, la capacidad de pedir ayuda rápida a los primeros no es poca cosa.

Lia se fijó en Lav arrugando la nariz, aunque lo interpretó de manera distinta a lo que realmente se pasaba por la cabeza del capellán.

 - Alguno podemos acompañarte como escolta, pero creo que Lav debería ir a descansar. Estaremos encantados de volver a verte, Maxeene.

Elaziana estiró el cuello para ver esos pajarillos de papel. ¿Esos eran los que se convertían en pajaritos de verdad para llevar mensajes? ¡Qué maravilla!

—Muchas gracias señor Renaer. —respondió entusiasmada — ¡La yegua de un caballero! Sabía que tendría alguna idea estupenda. —después miró a Lav con preocupación. —Luna tiene razón... ¡Mirad qué cara tiene el pobre! Más vale que alguien le cosa los navajazos.

—El día que uses el último de ellos, te alegrarás de que te diera muchos—respondió Renaer a Rogen con una sonrisa para después dirigirse a Lia—. Es bastante seguro. Sólo el destinatario puede abrir el pergamino y si alguien intentase cazarlo, el pergamino se consumiría en cenizas.

El noble le  guiñó un ojo a la elfa.

—No os preocupéis por mí—dijo mientras se montaba en la yegua—. Cuántos menos seamos, menos llamaremos la atención. ¡Estamos en contacto chicos!

Y tras despedirse, salió al trote montado en Maxeene.

Aunque no sirvieran para comprar cosas, los pájaros de papel eran una recompensa valiosa porque la magia siempre lo era. Aunque para desazón de Lia, era la única recompensa. No estaban en Beldia o Rhovesia, dónde en los primeros días del año existía la tradición de que los tres archimagos Melkior, Gasphor y Balthzor repartiesen regalos entre los niños. ¡Malditas costumbres benerluxianas que no hacen regalos!

El grupo continúa aquí.