La gran biblioteca de Gran Torreón era una obra de arte en sí misma. La luz de las velas de las lámparas araña que colgaban del techo, a pesar de darle cierta calidez al ambiente poco era lo que iluminaban en comparación a los directos haces de luz provenientes del sol que se filtraban a través de los enormes ventanales que habían en una de las paredes del lugar. A diferencia de los dormitorios o de la propia Sala del Silencio, ni las paredes ni el suelo estaban recubiertos por ningún material, revelando su naturaleza de piedra caliza maciza, la cual también daba forma a un buen número de mesas y sillas que habían distribuidas en el lugar para quienes las necesitasen. Los libros que se podían encontrar allí se contaban de a cientos y de a miles, teniendo cierta reputación interprovincial y posicionándose entre las más grandes bibliotecas de Shinie.
Aunque tan solo leer los nombres inscritos en cada lomo de los libros llevaría más de un día entero, haciendo difícil elegir el ejemplar buscado, las decenas de estanterías de la biblioteca estaban divididas en categorías para hacer más simple la búsqueda de información. Estas categorías eran: Mitos y leyendas, que se basaba en como su nombre indicaba mitos y leyendas que se consideraban tales pues su veracidad no podía ser demostrada, Guías, las cuales íban desde cómo cocinar hasta cómo sobrevivir a una pandemia, Biografías, Investigaciones de lo más diversas realizadas por magos y eruditos y Archivos, que contenían nombres y registros en algunos casos tan antiguos que con tan solo abrirlos sus hojas podrían comenzar a despedazarse.
La biblioteca estaba entonces relativamente vacía, habiendo a la vista sólo un pequeño puñado de magos de túnicas violáceas buscando un libro en particular en la zona de Investigaciones, aunque no parecían encontrarlo. Por otra parte, una figura que a primera vista muchos describirían como aberrante se acercó a Morgause con un brillo en los ojos.
—¡Ghola! ¡Hola! M...Mi nombre es Thomas Wingledon —saludó a la chica con entusiasmo mientras le extendía la mano con su palma hacia arriba. Su voz era grave y parecía algo atrofiada—. Soy el nu...nuevo bibliotecario, ¿puedo ayudarte en algo? —le preguntó, mirándola fijamente con aquellos ojos achinados.
Vestía ropa normal, si se le podía llamar así a un gran poncho de lana sobre varias capas de suéteres y unos pantalones te tela blanca en sus piernas. En cualquier caso, no sólo no llevaba túnica sino que además Morgause no percibía aquella aura que había sentido de Eliza y Lorlen proveniente del hombre, lo cual prácticamente confirmaba que no se trataba de un mago.
La aprendiz había comenzado a caminar, sin un destino en mente, tan sólo dejandose llevar por los pasillos del enorme lugar. No tenía idea de lo que encontraría, si bien aquello carecía de importancia. Lo único que importaba, era explorar aquel sitio y, posiblemente, encontrar algo que la sorprendiera en cierta forma. Lo que halló, tras un tiempo de caminar sin parar, fue lo que pareció la entrada de una biblioteca, algo que ciertamente parecía interesante para ella, ya que podría hallar información de interés, principalmente sobre la magia. No obstante, no tenía mucha idea de con qué comenzar, por lo que, de momento, optó por ingresar al lugar en cuestión. Sus ojos no tardaron en abrirse de par en par al observar cada detalle de la biblioteca. - Un paraíso de la información, mi querida aprendiz. Aquí habremos de encontrar bastante de lo que podríamos necesitar, aunque... es posible que algunos libros estén escondidos del resto de los magos de este lugar. Libros prohibidos, tal vez. Permanece atenta. - Advirtió el mago oscuro, dudando de la honestidad de aquellos que lideraban el Gran Torreón. Estaba seguro que no compartirían todo el conocimiento, tal vez por temor, tal vez porque no deseaban que fueran más poderosos que ellos. De cualquier manera, la joven tan sólo asintió en silencio, considerando las palabras de Elric, incluso si, de momento, no le importaba mucho que hubieran ocultado algunos libros de ella. Aquello era lo de menos, en especial cuando aún tenía una gran colección de libros para leer. Aún así, no podía negar que aquella idea despertaba su curiosidad en demasía. ¿Qué clase de libros podrían haber ocultado los líderes de ese sitio?
No obstante, no tardó mucho en concentrar su mirada en los varios nombres de los libros que pudo encontrar en su camino. No sabía por qué comenzar primero. Quería encontrar algo relacionado a la magia, aunque no había duda de que necesitaría de una especie de guía. Sería difícil encontrar algún libro entre semejante colección. Mientras pensaba en ello, alguien se acercó a la aprendiz, alguien cuya apariencia dejaba mucho que desear, aunque aquello no afectó a Morgause en lo más mínimo. Nunca había sido de juzgar a otros por su apariencia, incluso si sabía valorar la belleza exterior, así como la interior. - Joder. Parece el hijo de un cerdo y un ogro. ¡Rápido! ¡Golpéale con un sapo en la cara! - Exclamó la campesina en su mente, ciertamente impresionada ante la apariencia de semejante persona, algo que hizo que la aprendiz negara con la cabeza, no pudiendo creer lo que estaba oyendo. - Ugh... Una criatura absolutamente desagradable. ¿Cómo se atreve a meterse en el camino de mi pequeña? La osadía. ¿Dónde están los guardias? - La emperatriz no dudó en expresarse, dejando en claro su disgusto, a pesar del hecho de que el sujeto en cuestión se hubiera presentado como el bibliotecario. Por su parte, la joven tan sólo frunció el ceño, no por las palabras del hombre, sino por lo que las voces decían en ese momento. - No deberían ser tan rudos. - Criticó a las voces, antes de volver a mirar al bibliotecario, dedicándole una sonrisa amable. - Yo soy Morgause. Una... ¿aprendiz? Sí, eso. - Se presentó a su manera. - ¿Has visto piedras que hablan? ¿O gallinas gigantes? - Le preguntó al sujeto, para luego negar con la cabeza con rapidez. - No importa. Libros. Libros de magia. - Le pidió al final, en el momento en el que optaba por estrechar su mano.
La biblioteca estaba entonces relativamente vacía, habiendo a la vista sólo un pequeño puñado de magos de túnicas violáceas buscando un libro en particular en la zona de Investigaciones, aunque no parecían encontrarlo. Por otra parte, aunque Julius no parecía estar allí, una figura que a primera vista muchos describirían como aberrante se encontraba hablando con Morgause.
No postees nada aún.
Justo en el momento en el que Senca había puesto un pie en la sala, una grotesca figura se inclinaba para besar con una sonrisa la mano de Morgause, que descansaba sobre la suya.
—Uhh... —dijo con su voz grave luego de volver a erguirse, resultando en un sonido que se asemejaba más a un gemido gutural que a la famosa muletilla de duda—. Nho, no he visto piedras que hablen, aunque una vez ví el dibujo de un mostro que se parecía bastante a una gallina gigante —le explicó a la chica levantando las cejas, como si tan solo recordarlo lo sorprendiese un poco—. Los libros de magia los guardan en otro sitio, nunca supe dónde, lho siento... —dijo llevándose una mano al cuello.
Thomas alzó la vista y sonrió al ver a un nuevo aprendiz llegar a la biblioteca. A paso rápido se acercó a él y le extendió la mano.
—¡Ghola! ¡Hola! Mi nombre es Thomas Wingledon —se presentó con entusiasmo mientras le extendía la mano con su palma hacia arriba. Su voz era grave y parecía algo atrofiada—. Soy el nuev...vo bibliotecario, ¿puedo ayudarte en algo? —le preguntó.
Ya pueden postear.
Morgausse estaba aquí, no es algo que me esperaba aunque al oír hablar de piedras y gallinas todo comenzó a cobrar sentido, me preguntaba que tipo de vida había tenido para desarrollar una obsesión así.
Cuando el hombre se acercó a mí, saludé a Morgausse con la mano, y escuché lo que me decía. Así que nuevo. Espero que pueda ayudarme, ¿qué pasó con el anterior?. Penélope lo sabrá.
Buenos días, buscaba a Lord Julius, me dijeron que siempre estaba por aquí. Y, también, buscaba algún libro. Quizá puedas ayudarme. Dije mientras elegía las palabras correctas, no se me daba excesivamente bien hablar con desconocidos.
Buscaba algún libro que trate sobre cambios de la mente, o del alma quizá, aún no entiendo bien la diferencia. Quizá exista una leyenda o alguna de esas personas dedicadas al estudio se lo haya planteado y haya escrito sobre ello.
También sobre ritos funerarios para magos. Dije al hombre todo lo que buscaba, por si sabía algo y podía prestarme uno de esos libros.
Luego de saludar a Senca levantando la mano y ahora que el bibliotecario estaba ocupado con él, Morgause vio y tomó la oportunidad de alejarse un poco de ambos para irse a ojear las amplias estanterías de la biblioteca por su cuenta, dejándolos solos en la conversación.
—Ah, sí, Lord Julius. —Thomas estiró un poco el cuello y recorrió la Biblioteca con su mirada, segundos antes de negar con la cabeza—. No sé dónde está —dijo algo desepcionado—, pero sí, normalmente está aquí la mayor parte del día. Uhh... —murmuró pensativo, mirándote algo confundido— ¿sobre la mente y el alma? No... ¿cómo? —preguntó sonriendo. Al parecer, entendía lo mismo o incluso menos que tú sobre el tema—. ¡Sí! —exclamó con entusiasmo—, hay un libro sobre ritos funerarios de magos, déjame buscar...
Luego de un par de minutos buscando con los ojos entrecerrados el volumen correcto en la sección de Guías, Thomas sonrió de oreja a oreja y sacó con ayuda de sus dedos gordos un libro menudo de una de las muchas estanterías de la sala. Estaba cuidadosamente encuadernado con cuero que regalaba a la vista unos detallados dibujos de flores, como si quien lo hubiese hecho sintiese especial respeto por el libro o quizás por su contenido y hubiese querido demostrarlo dándole aquel toque característico.
—Aquí está —dijo entregándotelo, aun sonriente—, "Todo sobre ritos funerarios".
Muchas gracias, lord Thomas. Dije haciendo uso del apelativo que parecía obligatorio, pero que no acababa de comprender. Quienes eran lord y quienes no, como saberlo, aquellos con túnicas a veces no las llevarían, ¿seguirían siendo lord entonces?, el tiempo me enseñaría esos detalles, suponía.
Una cosa más, ¿hay alguno sobre sueños?, el problema es que desde que estoy aquí duermo bien, eso me intriga.
Tras ello, me dispuse a llevar mi libro, [o mis dos libros sí el de los sueños existe] a mi habitación, las noches eran cansadas aquí, pero siempre tendría unos minutos para aprender antes de pasar al nuevo día.
Gracias amigo, vendré a por más, espero. Me despedí del hombre, y con la mano de la chica pelirroja, su mente estaría ahora en un lugar extraño por lo que conocía de ella. Era mejor no molestarla.