Copos helados caían fuera, más allá del vidrio empañado de la ventana. La noche, oscura y sin luna, ocultaba sus secretos sabiamente de miradas indiscretas, que aún así la elegían como última imagen antes de dormir.
Toc toc toc.
Silencio.
Toc. Toc. Toc.
El sol había asomado por el horizonte hacía ya poco más de una hora, tomándose con plena calma la tarea de derretir la nieve que había caído durante la noche para poco a poco calentar el frío viento otoñal que tan libre como era posible serlo recorría las amplias planicies aledañas a Gran Torreón, la última academia de magia en pie de toda Shinie.
Un cuervo dormitaba fuera, recostado en el marco exterior de la ventana. Respiraba tranquilamente tras el vidrio empañado de bordes escarchados mientras su plumaje etéreo, oscuro como la noche misma y brillante cual luna llena, relucía con fuerza ahora que los rayos del sol impactaban de lleno en él, calentándolo y relajando sus músculos entumecidos.
Mientras que Milo se encontraba cómoda y cálida sobre un colchón que se sentía como el paraíso, bajo numerosas y aterciopaladas mantas y con la cabeza cómodamente reposada en una mullida almohada de plumas, la habitación en sí estaba fría. Cada vez que exhalaba veía en el aire algo que se asemejaba bastante al vapor de agua y al tocarse las orejas podría sentirlas notablemente frías.
Toc toc.
La puerta volvió a sonar. Había dejado su calzado a un lado de la cama y el manto de aprendiz a los pies de la misma, sin doblar y hecho ahora algo que se asemejaba más a un trapo descuidado que al manto de una aprendiz de mago, posiblemente una de las últimas que el mundo vería, o quizás una de las primeras en una nueva etapa que apenas comenzaba.
La resistencia mental de Milo se ha restaurado por completo.
Se quedó dormido antes siquiera de darse cuenta, la cama era como una nube y bajo las mantas se sentía en paz. La mañana llegó demasiado pronto y se despertó asustado con el sonido de alguien llamando a la puerta. - ¡Un momento! - pidió antes incluso de abrir los ojos. Se sentó en la cama con la mirada clavada en el suelo mirando la ropa. Juraría que la había dejado recogida pero si estaba ahí tirada... Se agachó a recogerla y comenzó a vestirse mirando por la ventana. El cuervo que había en la ventana le dio pena. Expuesto al frío invernal y a la inclemencias del tiempo lo tendría complicado para conseguir comida, la nieve y el frío eran malas para la cada de ciertos predadores. Se acercó a la mesa, cogió algo de pan que le hubiese sobrado de la cena y, abriendo la ventana con cuidado, lo dejó junto al cuervo mientras le susurraba palabras tranquilizadoras antes de volver a cerrar la ventana intentando no hacer ruido para no asustarle.
Tras eso, completamente vestido y listo para salir, se acercó a la puerta y abrió a su visitante.
Irina esperaba afuera con una bandeja en sus manos. Sobre ella descansaban un par de frutas y... ¿hongos? Eran de color marrón oscuro y el vapor cálido que salía de ellos olía extraño, y aunque no era un mal olor tampoco era uno que invitase de forma natural a que los comieras. Había también dos huevos cocidos, ya pelados y cortados en rodajas. Como era de esperar, también había un cuchillo y tenedor en la bandeja, así como un vaso con agua.
—Buenos días, Milo, ¿has dormido bien? —le preguntó antes de levantar las cejas y lanzar una desconfiada mirada al plato que llevaba en sus manos—. Traje tu... desayuno. Los hongos no saben demasiado bien y al masticarlos se siente como si estuvieses mascando una masa arenosa —señaló antes que nada, dándole prioridad total a explicarte la textura de los hongos— pero... —negó con la cabeza y apretó los labios mientras te dirigía una mirada consoladora— es lo que toca hoy.
Entró a la habitación, retiró la bandeja de la cena de la noche anterior con sus respectivos cubiertos, plato y vaso y colocó en su lugar la del desayuno.
—Iré a llevar esto a la cocina —avisó mientras se dirigía a la puerta—. Los profesores han decidido darles algo de tiempo libre durante la mañana, y por lo que me han dicho más tarde volverán a meditar. Parece que estás libre hasta entonces. Puedes recorrer los alrededores y conocer un poco Gran Torreón por tu cuenta o esperar a que vuelva para poder guiarte si quieres encontrar un lugar específico —explicó—. Ah, y si te vas solo... intenta no perderte —te pidió con una sonrisa.
Milo no pudo evitar sonreír cuando vio el rostro de la joven aunque no pudo evitar arrugar la nariz cuando el apestoso olor de los hongos inundó sus sentidos. No tenían un gran aspecto, pero el entrenamiento había resultado ser muy demandante físicamente e iba a necesitar toda la energía que pudiese reunir.
- Buenos días Irina, me alegro de verte. - dijo Milo. - He dormido como un lirón. ¿Tu has descansado? - respondió amablemente. - Lo probaré, no puede ser tan malo como parece. ¿No? - no estaba del todo seguro de lo que acababa de decir. Quizá sí que fuesen tan malos como parecían.
- Tómate la mañana libre, seguro que te viene bien. Tendrás cosas que hacer, proyectos personales y eso... - dijo haciendo un gesto con la mano. - Intentaré no perderme pero lo más seguro es que necesite que alguien me rescate. Mi sentido de la orientación es... Bueno, dejemoslo en que podía ser mejor. - añadió mientras se ponía colorado como un tomate.
Esperó a ver si la joven tenía algo más que añadir, engulló el desayuno con avidez para disfrutar de más tiempo para explorar el castillo y luego, tras dejarle algo más de comida al cuervo, salió por la puerta.
Motivo: Investigar el castillo
Tirada: 1d100
Resultado: 80 [80]