El dormitorio de Misha no es nada del otro mundo, pero es sin duda acogedor. Una ventana redonda a través de la cual puedes desde las alturas observar enormes extensiones de praderas está ubicada sobre tu cama de madera, sobre la cual reposa un colchón de buena calidad con un par de almohadas de plumas y mantas afelpadas. Hay un par de muebles con libros y recipientes cuyo contenido desconocido tampoco llama realmente la atención, así como una caja con diversos cachivaches y un par de pergaminos vacíos. En frente a tu cama hay un cofre vacío de madera reforzada con hierro, con su respectiva llave, también de hierro, insertada en la cerradura. Al costado de tu cama se encuentra también un antiguo telescopio que posiblemente ya no sea de utilidad para lograr el objetivo con el que fue diseñado, aunque con algo de suerte serviría para ver distancias relativamente cortas. Aparte de la puerta de madera que daría a un largo pasillo y las tablas viejas que recubren la pared, suelo y techo, impidiendo ver los bloques de piedra que había tras ellas, lo único que resaltaba en la habitación eran unas pinturas de personas abrazadas hechas con grafito encuadradas y colgadas en la pared. Quizás se tratase de antiguos magos, grupos de graduados o quién sabe qué, pero parecían tener sus años.
Poco a poco Misha se fue despertando. Aún con los ojos cerrados y algo hinchados, y sin realmente pensar mucho acerca de en dónde se encontraba, se desperezó, estirando su espalda y brazos. Sentías que todo su cuerpo estaba algo oxidado, como si no se hubiese movido por mucho tiempo y el sedentarismo hubiese pasado factura. Al abrir los ojos vio a una chica que lo miraba fijamente desde una silla en la esquina de la sala. En cuanto notó que el joven Misha había despertado se puso de pie e hizo una reverencia. Tenía una profunda cicatriz en el rostro y uno de sus ojos parecía haber dejado de serle útil desde ya hacía tiempo.
—Me alegra saber que ha despertado, Misha de Schwarzfels —dijo la chica con cierta monotonía y formalidad—, mi nombre es Calíope, y he sido designada como su sirvienta durante su estancia como aprendiz de mago. —La chica te inspeccionó por unos segundos— ¿Cómo se encuentra? —preguntó mientras inclinaba levemente la cabeza hacia un costado.
En cuanto pudiese explorarlo a fondo, Misha encontraría su dormitorio excepcional. El sitio más cómodo y lujoso en el que nunca hubiese vivido, y lleno de tesoros de otras épocas, pero ahora su atención se centró en la chica de las cicatrices. -¿sirvienta?- Preguntó sorprendido. El chico estaba acostumbrado a recibir ordenes, no a tener a quien darselas. -Por favor no seas tan formal conmigo, tratemonos de tú, al menos cuando no haya nadie más cerca.- Se incorporó en la cama explorando con la mirada la habitación. Decidió no ponerse en pie sino permitirse quedarse sentado sobre la misma y masajearse las piernas -No necesito una criada, necesito una guia. Estoy un poco descolocado. ¿Qué ha pasado? Lo ultimo que recuerdo es la cabaña y un hombre mayor que me tocó en el pecho y me mandó a un sitio oscuro... ¿Quieres sentarte?- Pregunto al darse cuenta de que no era muy caballeroso hacerla estar de pie mientras él permanecía sentado. Por supuesto al decir aquellas palabras se arrastro a la esquina de la cama y se sentó con las piernas cruzadas para dejarla a ella la esquina totalmente opuesta, dejando claro que no había ninguna segunda intención oculta.
La chica escuchó a Misha con atención.
—Así es, su sirvienta; cada mago tiene un sirviente personal que se encarga de que no le falte nada, de que su ropa esté limpia y su alcoba ordenada, entre otras cosas —dijo mientras se corría delicadamente con su mano un pequeño mechón de pelo del rostro.
-Por favor no seas tan formal conmigo, tratemonos de tú, al menos cuando no haya nadie más cerca.
—Yo... —la chica dudó— Está bien, si es lo que quiere, intentaré no tratarlo... —Calíope hizo una breve pausa mientras reformulaba lo que tenía pensado decir— tratarte —corrigió mientras inclinaba levemente la cabeza hacia delante— de usted.
-No necesito una criada, necesito una guia. Estoy un poco descolocado. ¿Qué ha pasado? Lo ultimo que recuerdo es la cabaña y un hombre mayor que me tocó en el pecho y me mandó a un sitio oscuro... ¿Quieres sentarte?
—No conozco los detalles, pero has estado aquí durmiendo desde hace ya un mes. Mi trabajo fue cuidarte mientras lo hacías, y en cuanto a tus preguntas no soy yo quien debe ni puede responderlas. —La chica sonrió de forma casi imperceptible ante el ofrecimiento de sentarse—. Gracias, pero debo ir a avisarle a la señorita Eliza que ha despertado —Calíope cerró los ojos por un segundo—, disculpe... —ladeó la cabeza con un ápice de frustración en el rostro— disculpa, que has despertado.
Dicho esto, la chica hizo nuevamente una reverencia y se dispuso a salir de la habitación en busca de esa tal Eliza, dejando a Misha solo en la habitación. Pasados unos minutos, la puerta se abrió y Calíope entró, esta vez con una bandeja sobre la que reposaba una tetera con su respectiva tasa de cerámica y una pequeña cesta con panecillos recién horneados. También había en un plato, al lado de dos tenedores de distintos tamaños, lo que parecían ser trozos de una brillante y jugosa fruta naranja cortados en cuadraditos. La chica se acomodó el mismo mechón de pelo que antes se había desplazado sobre su rostro y apoyó la bandeja sobre una pequeña mesita que había en la habitación, a un lado de la silla en la que antes había estado esperando sentada. Dio unos pasos hasta alcanzar un lado de la cama y le ofreció su mano como sostén.
—La señorita Eliza está ocupada, pero me dijeron que vendrá en cuanto termine con unos asuntos. Mientras tanto, deberías comer lo que he traido. Después de un mes sin comer supongo que tendrás hambre. —Antes de que Misha pudiese confirmar o refutar aquello su estómago rugió y el hambre, pasado ya el desasociego característico del despertar, se hizo presente. Muy presente—. Ven, intenta ponerte de pie.
Cuando la muchacha se fue, el aprendiz de mago se sintió ruborizar. ¿había estado un mes dormido bajo su atención? En otro lugar, en otra época, en otro mundo aquello no seria una gran cosa, pero para la cultura donde había crecido resultaba muy chocante. ¿Le había visto desnudo entonces? ¿Cómo había bebido y meado en aquel tiempo? Estaba en la gran escuela de magia, aparentemente había superado algún tipo de prueba y su mayor preocupación era si una doncella había tocado sus partes intimas...
Apartó aquellos pensamientos de su mente intentando centrarse en las cosas más importantes. El pudor y el recato que el sentía era fruto del pudor y el recato ajeno, así que si la joven no estaba escandalizada por su trabajo ¿por qué debería estarlo él? Aun así la sangre permaneció en su rostro un tiempo. "Quizá me lanzaron un hechizo para mantenerme limpio e hidratado y ella solo tenia que mirar de vez en cuando si dormía o no" se tranquilizó.
Se moría de ganas de aprender hechizos. ¿Podría volar? ¿Encender fuego con la mente? ¿Controlar el clima? ¿O seria el estudiante más tonto del lugar, incapaz de sacar un conejo de un zurrón?
Su mirada vagó por la habitación: el telescopio, los dibujos, los libros y el cofre. Le parecían pequeños tesoros, de hecho lo eran. El papel es muy caro, que alguien lo usase para escribir algo no muy importante era un derroche, hacer dibujos era una señal de riqueza. Nunca había tenido tanto lujo en su vida. Se preguntaba que historia habría detrás de cada objeto, ¿quién lo habia usado? ¿Para qué? ¿Quién habia hecho los dibujos?
Cuando la chica volvió y le ofreció ayuda, tomó su mano y se levantó. No llegó a caerse de culo de nuevo en la cama pero le falto poco, se quedó de pie sintiendo "sus nuevas piernas" protestar. Cuando el hormigueo remitió dio algunos pasos. Sus musculos habían menguado y se habían vuelto perezosos. En solo un mes habían olvidado todo el ejercicio y entrenamiento al que los sometía. Los muy traidores. Esto no iba a quedar así, en cuanto tuviese tiempo libre iba a correr alrededor de la torre hasta recuperar lo perdido.
Caminó con ayuda de Calíope hasta la silla. -No tengo mucho hambre, la verdad.- dijo. Su estomago también se había desacostumbrado a trabajar, aun así el pan olía a recién hecho, algo muy tentador. Le dio un mordisquillo a uno de los panecillos... dos minutos despues estaba engullendo como un pato y diciendo lo bueno que estaba todo, mientras Calíope le recordaba que debía masticar.
Misha estaba comiendo el último panecillo cuando una mujer, la misma que le había dado la bienvenida en su llegada a Gran Torreón pero también la que misma que de forma indirecta se había referido a él como bicho raro entró por la puerta. Calíope acomodó su postura e hizo una profunda reverencia, para luego proceder a recoger la bandeja en la cual te había traido el desayuno. Algo que llamó particularmente la atención de Misha fue la sensación que le transmitía la presencia de aquella mujer, y no se trataba de algo meramente psicológico; jamás había sentido nada como aquello y tampoco recordaba haber sentido eso cuando la vio por primera vez, era como si tuviese un aura que fuese capaz de percibir.
—Buenos días Calíope, Misha —dijo posando su mirada sobre ti.
—Buenos días, Lady Eliza —respondió Calíope con una tímida sonrisa.
La mujer se corrió de la puerta y le dedicó un cordial gesto a la sirvienta, invítandola a salir, con lo que Calíope asintió levemente y salió de la habitación, probablemente a llevar la bandeja con sus respectivos utensillos a la cocina o a donde fuese que los lavasen.
—Al fin has despertado —te dijo Eliza con una sonrisa dibujada en el rostro—, temíamos que no despertaran nunca —comentó alzando una ceja. La mujer suspiró—. Mi nombre es Eliza, como ya habrás deducido —prosiguió mientras llevaba por unos segundos su mirada hacia la puerta—, y seré una de tus profesoras en Gran Torreón. Has de tener muchas dudas, siéntete libre de preguntar cuanto desees,.. Pero antes dime, ¿cómo te encuentras?
Misha saludo a la mujer con una inclinación como había hecho Calíope. "Allá donde fueres haz lo que vieres" solía decir su madre, cuya gran pasión, al margen de la cocina, eran los refranes.
Meditó la respuesta. -Me encuentro bien, aunque un poco raro. Como si hubiese despertado en un yo muy parecido a mi, pero que no soy el yo que cayó dormido. Quizá sea solo por la perdida de fuerza, mi cuerpo se ha vuelto blando y vago tras todo este tiempo sin entrenar.
-La verdad, milady, es que no sé por donde empezar a preguntar. ¿He superado las pruebas? ¿Voy a ser un mago? ¿Qué era ese sitio oscuro? ¿De haber eleguido a mi padre habría sido muy distinto todo? Por un instante pensé en no elegir entre las dos opciones, sino explorar la oscuridad y buscar mi propio camino, pero no me pareció prudente. Porque... esa era la prueba, ¿no? o a caso fue solo un sueño... ¡Pero perdone mis modales!- Misha se levantó de la silla, sintiendo que sus piernas le maldecian e insultaban, y le ofreció el asiento a la dama. ¿Qué clase de hombre permanecía sentado mientras una dama le hablaba de pie? Debía honrar la educación, no solo por que era lo correcto, sino para hacer honor al apellido que ahora portaba, aunque aún no tuviese muy claro si le importaba o era solo una palabra.
Se abstuvo de preguntar sobre el aura de la mujer, por considerarlo algo muy directo.
Eliza sonrió y, tras acomodar su túnica, se sentó en la silla que le habías ofrecido.
—Gracias, Misha —dijo antes de aclararse la garganta—. Sí, Misha, superaste la prueba en el preciso momento en que retiré las manos de tu pecho hace un mes —explicó con detenimiento—, cuando analicé tu potencial mágico. Si todo sale bien —hizo una pausa, levantando por unos instantes las cejas—, sí, te convertirás en un mago.
A pesar de que había respondido las primeras preguntas sin un atisbo de dudas en su mirada, no pudo evitar entrecerrar los ojos, fruncir el ceño e inclinar levemente la cabeza hacia un lado al escuchar las últimas tres preguntas con sus respectivos detalles.—¿Un sitio oscuro? —Negó lentamente con la cabeza—. ¿De qué hablas? La prueba consiste en analizar su potencial mágico —llevó los ojos hacia arriba, haciendo alusión a que quizás había algo más pero no era de importancia—, básicamente. —Volvió a negar con la cabeza— Me gustaría que me contases más sobre este... —dijo buscando la forma en que lo habías definido— sueño —terminó diciendo, con gran interés.
El chico pensó que igual se había metido en un lío por hablar demasiado, pero la mujer no parecía enfadada o preocupada. -Quizá fue solo un sueño raro.- Murmuró para ella, pero también para si mismo.
Empezó su relato: -Estaba en un sitio oscuro, totalmente negro. Estaba como sin ser yo, como sin ser nada hasta que recobré la conciencia de mi mismo y empecé a sentirme. A partir de ese momento pude caminar, aunque solo había negrura hasta donde me alcanzaba la vista.
Y entonces sentí algo detrás, era una cosa luminosa que cambiaba de forma como una piedra preciosa transparente rellena de luz naranja a la que le salían y desaparecían picos y aristas. Parecía dura como el diamante pero fluida como el agua.
Al tocarla volví a sentirme flotar hasta que aterricé de nuevo en el suelo. Ante mi aparecieron un señor que creo que era mi padre y una mujer sentada en un banco de espaldas a mi.
Una voz me ordenó elegir. Cuando puse mi mano sobre el hombro de la mujer me desperté en la habitación.
Esperó nervioso un comentarío de la mujer, que le explicase que era aquello que había vivido. Por un instante se le ocurrió una idea divertida: en "la otra posibilidad" se había despertado él mismo tras haber eleguido a su padre y tenía esta misma conversación con la "Eliza de la otra posibilidad". "Que ideas más locas me vienen a veces." Pensó. Y aunque lo habia descartado como una tontería se despidió para siempre de su yo de la otra posibilidad. Sus caminos se separaban aquí.
La profesora te escuchó con gran atención, asintiendo de vez en cuando revelando lo interesante que se le hacía todo aquello. Aún así, no parecía estar totalmente segura de qué era lo que significaba o el por qué detrás de aquel extraño suceso.
—No puedo darte una respuesta certera, Misha, pero es posible que haya sido obra de tu alma... —La chica cerró los ojos y negó con la cabeza levemente—. El administrador Lorlen quería hablar con ustedes en cuanto despertasen; por suerte para ti, si alguien puede intentar hallar una explicación para lo que te sucedió es él. Calíope te guiará a su... —Eliza hizo una breve pausa, corrigiendo sus palabras— la oficina en la que se encuentra —dijo finalmente con una pequeña sonrisa mientras la puerta se abría aparentemente sola—. Vístete —especificó señalando una túnica marrón con capucha perfectamente doblada que reposaba sobre los pies de tu cama— y sigue a Calíope, está esperando fuera. Ella te llevará con el administrador. —La puerta tras de sí se abrió y la chica dio unos pasos hacia ella—. Buena suerte, aprendiz —dijo con una sonrisa antes de desaparecer tras la puerta, que se cerró aparentemente movida por una fuerza invisible, dejándote solo en la habitación.
La mala noticia era que la profesora no le supo explicar el origen de aquella vivencia que quizá no fuese más que un sueño raro. La buena, que no vio en ella un mal augurio por el que hubiese que expulsarlo de inmediato del torreón.
El vello del joven se erizó al ver la puerta abrirse sola. Era la primera vez en su vida que veía magia. La segunda si contaba aquella vez que, en la plaza mayor de Pueblo Espina, vio a un hombre hacer desaparecer un conejo con un pañuelo de tela o sacar de su mano vacía un ramo de flores para una mujer del publico. Pero dudaba que aquello fuese magia de verdad. Al principió creyó que si, pero tras hablarlo con algunas personas listas del castillo se sintió un poco estúpido por haberlo creído.
-Asintió hacia la mujer que se marchaba y le hizo una inclinación. -Muchas gracias Lady Eliza. Que tenga usted un buen día.
Se puso la túnica que le había indicado. No le pareció incomoda, aunque se sentía un impostor con ella. Como si estuviese haciéndose pasar por un intelectual cuando en realidad no había leído un libro entero en toda su vida.
Salió de la habitación, muerto de curiosidad por saber quien sera ese administrador.
Cuando regresó y cerró la puerta tras de sí, apoyó la espalda contra esta. Como si, de alguna manera, aquello bloquease la vergüenza que le perseguía. ¿Cómo había sido tan idiota de dar la alarma en la sala del silencio? Pero al ver un cuerpo tendido y alguien caminar de puntillas para salir... Lo primero que había pensado era en un asesinato silencioso. ¡Se supone que deberían estar todos sentados!
Suspiró y lanzó un vistazo a su lujoso cuarto. La comida seguiría fría si esperaba un rato y ahora mismo tenia más ganas de despejar la mente que de comer. Por ello se puso a mirar cada objeto y rincón del lugar, intentando averiguar los gustos del anterior ocupante y si había algo que a él le pudiese interesar.
La búsqueda de Misha no parecía haber sido muy fructífera. Si había habido algo de valor o interés en aquella habitación, su anterior ocupante se había asegurado de llevárselo consigo antes de abandonarla. En la biblioteca habían libros que no auguriaban ninguna clase de revelación o información valiosa. Ejemplo de esto eran los tres mas voluminosos, de cuyos nombres sería difícil decir cuál era el menos interesante; Arquitectura: Materiales y cómo conseguirlos, Cronobiología de la Rana de Fuego o Memorias de un panadero austero. Por otra parte, si bien habían algunos recipientes de vidrio y un par de los mismos conteían líquidos dentro, estos eran inoloros y hasta no derramarlos sobre algo, beberlos o hacer algo en particular con ellao sería difícil saber qué utilidad tendrían puesto que no había ninguna clase de etiqueta que lo indicase.
Fuera, copos helados caían desde un cielo nublado, congelando el aire de la oscura noche, aunque lo cierto era que tras las paredes de Gran Torreón la cosa no era mucho mejor y la temperatura helaba la sangre de todos aquellos faltos de abrigo o magia que les permitiese sobrellevar el frío.
La resistencia mental de Misha ha disminuido en 10 puntos debido al cansancio.
"¿Qué clase de inútil guardaba líquidos en frascos sin ponerles una etiqueta?" pensó Misha irritado con el anterior ocupante de su habitación. En cuanto termino su exploración de la habitación tuvo dos cosas claras: que iba a leerse "Memorias de un panadero austero" y que no sería hoy.
Lanzó una última mirada por la ventana. Aquella nevada hacia que las mantas y sábanas de la cama le llamasen con más fuerza.
Mientras su mente se iba apagando arrebujado en un calido nido textil repasó sus dos grandes objetivos: Tomar un atajo para ahorrarse horas de meditación y buscar más información sobre las razas antiguas. Iba a ponerse manos a la obra con ambas en cuanto pudiese, aunque habría agradecido más información sobre la primera.
Antes de dormirse el chico pensó que era un afortunado por estar aquí. Solo por las mantas merecía la pena. La posibilidad de realizar magia era un añadido interesante.
Misha se durmió profunda y plácidamente. Unas horas más tarde, un golpeteo lo despertó.
Toc toc toc.
Silencio.
Toc. Toc. Toc.
El sol había asomado por el horizonte hacía ya poco más de una hora, tomándose con plena calma la tarea de derretir la nieve que había caído durante la noche para poco a poco calentar el frío viento otoñal que tan libre como era posible serlo recorría las amplias planicies aledañas a Gran Torreón, la última academia de magia en pie de toda Shinie.
Un cuervo dormitaba fuera, recostado en el marco exterior de la ventana. Respiraba tranquilamente tras el vidrio empañado de bordes escarchados mientras su plumaje etéreo, oscuro como la noche misma y brillante cual luna llena, relucía con fuerza ahora que los rayos del sol impactaban de lleno en él, calentándolo y relajando sus músculos entumecidos.
Mientras que Misha se encontraba cómodo y cálido sobre un colchón que se sentía como el paraíso, bajo numerosas y aterciopaladas mantas y con la cabeza cómodamente reposada en una mullida almohada de plumas, la habitación en sí estaba fría. Cada vez que exhalaba veía en el aire algo que se asemejaba bastante al vapor de agua y al tocarse las orejas podría sentirlas notablemente frías.
Toc toc.
La puerta volvió a sonar. Había dejado su calzado a un lado de la cama y el manto de aprendiz a los pies de la misma, sin doblar y convertido ahora en algo que se asemejaba más a un trapo descuidado que al manto de una aprendiz de mago, posiblemente uno de los últimos que el mundo vería, o quizás uno de los primeros en una nueva etapa que apenas comenzaba.
La resistencia mental de Misha se ha restaurado por completo.
El chico era de buen despertar. Cuando llegaba la hora de salir de la cama, no le veía sentido a permanecer en ella remoloneando, posponiendo lo inevitable. Por el contrario prefería salir de un salto y agarrar el toro por los cuernos. Y con el toro se refería a lo que el nuevo día le tuviese preparado.
-Un momento, por favor.- Solicitó a la vez que salía de la cama y se colocaba la ropa lo más rápido posible, dando algún saltito para entrar rápidamente en calor. "Esta noche te dejo un poco de pan en la ventana, amigo" pensó hacía el cuervo.
Cuando estuvo convenientemente vestido, invitó a su visitante a entrar: -¡Adelante!- dijo, mientras se colocaba el calzado sentado en la cama. Ya lucía de nuevo como un respetable estudiante de magia. Con la túnica un poco arrugada, pero listo para aprender.