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El Ocaso de los Magos

Gran Torreón - Dormitorio de Morgause

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14/11/2019, 19:05
Narrador

El dormitorio de Morgause no es nada del otro mundo, pero es sin duda acogedor. Una ventana redonda a través de la cual puedes desde las alturas observar enormes extensiones de praderas está ubicada sobre tu cama de madera, sobre la cual reposa un colchón de buena calidad con un par de almohadas de plumas y mantas afelpadas. Hay un par de muebles con libros y recipientes cuyo contenido desconocido tampoco llama realmente la atención, así como una caja con diversos cachivaches y un par de pergaminos vacíos. En frente a tu cama hay un cofre vacío de madera reforzada con hierro, con su respectiva llave, también de hierro, insertada en la cerradura. Al costado de tu cama se encuentra también un antiguo telescopio que posiblemente ya no sea de utilidad para lograr el objetivo con el que fue diseñado, aunque con algo de suerte serviría para ver distancias relativamente cortas. Aparte de la puerta de madera que daría a un largo pasillo y las tablas viejas que recubren la pared, suelo y techo, impidiendo ver los bloques de piedra que había tras ellas, lo único que resaltaba en la habitación eran unas pinturas de personas abrazadas hechas con grafito encuadradas y colgadas en la pared. Quizás se tratase de antiguos magos, grupos de graduados o quién sabe qué, pero parecían tener sus años.

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14/11/2019, 19:20
Auxibia

Poco a poco Morgause se fue despertando. Aún con los ojos cerrados y sin realmente pensar mucho acerca de en dónde se encontraba, se desperezó, estirando cuerpo y brazos. Sentía qu etodo su cuerpo estaba algo oxidado, como si no se hubiese movido por mucho tiempo y el sedentarismo hubiese pasado factura. Cuando abrió los ojos notó a una mujer que la observaba desde la silla que había en una esquina de la habitación, con una inquietante sonrisa en el rostro. Tragó saliva y amplió un poco más su sonrisa.

¿Morgause? —inquirió, abriendo un poco más los ojos mientras se levantaba— Me alegro de que hayas al fin despertado, estaba comenzando a pensar que dormirías para siempre. Mi nombre es Auxibia, y estaré a tu servicio durante tu estancia en Gran Torreón.  —La anciana inclinó la cabeza por unos segundos en señal de respeto, para luego volver a dirigirle la palabra— Tendrás muchas preguntas, según tengo entendido... Enseguida voy a buscar a la señorita Eliza, se alegrará de saber que al fin un novicio ha despertado, toda esta situación la tenía realmente preocupada... —dijo llevando la mirada a un costado y ladeando la cabeza, lamentándose de que así fuese. Cuando se percató de que estaba desviando su atención de lo que en ese momento importaba volvió a posar su mirada rápidamente sobre Morgause y sonrió mientras cerraba los ojos—. De seguro ella podrá responder todas tus preguntas y más aún. —La anciana se abrió la puerta— Enseguida vuelvo —dijo por último antes de salir y cerrar la puerta sin esperar a que Morgause dijese una sola palabra, dejándola sola nuevamente; aunque claro, por mucho que la anciana no tuviese forma de saberlo, ahora no estaba sola, pues las tres voces estaban allí para hacerle compañía.

El cuarto era cálido, limpio y en líneas generales bastante agradable, pero lo cierto era que no había demasiado que hacer allí dentro, al menos no de momento.

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15/11/2019, 02:56
Morgause

La joven no había podido evitar sentirse un poco frustrada al no poder elegir a las tres voces, de modo que no dejara a ninguna descontenta por la elección. A pesar de que lo había intentado, parecía que tan sólo podía elegir a una de ellas, y, al final, había elegido a Frederika por encima de las otras. No había podido evitarlo, la emperatriz había hecho trampa, o al menos eso era lo que Morgause pensaba. Después de todo, todos sabían que a ella le encantaban las piedras brillantes... ¿y qué más brillante que una gema? No estaba segura, si bien algo le decía que aquello era algo que a Frederika se le podría haber ocurrido hacer, de modo que la eligiera a ella. Sea lo que fuera, tras suspirar, tan sólo había podido observar en silencio cómo el último bloque de mármol comenzaba a elevarse un poco por encima del resto de los bloques. ¿Le había otorgado más poder a Frederika por encima de las otras dos? Era posible, si tenía en cuenta la risa de satisfacción de la emperatriz. Genial. Ahora tendría que soportar, principalmente, el enfado de Elric, el cual no dudaría en recordarle su elección a su modo, incluso si era claro que no dejaría de quererla... también a su modo. - Quiero que lo sepan... no es mi culpa... - Se explicó con rapidez, luego de ver el cambio de estado de los tres bloques de mármol, esperando que no tuvieran mucho en cuenta lo que había sucedido. Sin embargo, no tuvo mucho tiempo para continuar explicándose, ya que las letras sobre el tercer pilar comenzaron a brillar de una manera que sorprendieron en demasía a la chica, lo suficiente como para callarse al instante, en el momento en el que intentaba comprender lo que estaba sucediendo.

Al principio, tan sólo se despertó con los ojos cerrados, sintiendo cierto agotamiento extremo en todo su cuerpo, o más bien como si hubiera pasado mucho tiempo sin hacer uso del mismo. Era algo... ciertamente extraño. ¿Acaso había estado tanto tiempo dormida? Bueno, ahora que lo pensaba, le había parecido, anteriormente, como si hubiera pasado una eternidad, antes de lograr materializar su cuerpo en aquella extraña situación. Sea lo que fuera, durante un cierto tiempo, no hizo otra cosa más que desperezarse, sin llegar a abrir los ojos, al menos hasta que sintió algo raro, como si alguien la estuviera observando, por lo que no dudó mucho en prestar atención a su entorno. Ciertamente, aquella no era el sitio en el cual se había encontrado con anterioridad, antes de que participara de tal extraña ofrenda de sangre. Si no fuera por el estado en el que se encontraba su cuerpo, no había duda de que habría disfrutado la comodidad del colchón de calidad. Sin embargo, su atención no tardó mucho en centrarse en la anciana que parecía haber estado observándola por un buen tiempo, mientras había permanecido sumergida en el extraño sueño de los bloques de mármol. - ... ¿Sí? - Respondió ante la mención de su nombre por parte de la mujer de cierta edad. - Vieja. - Se expresó Nalyr de manera simple, sin demostrar enojo alguno en su voz. Al parecer, se había olvidado de que Morgause había elegido a Frederika en vez de a ella. - Anciana. - Elric tampoco dudó en expresar su opinión sobre la mujer que se encontraba en la habitación. En el caso del mago oscuro, este parecía aún un poco enfadado,  de acuerdo al tono de su voz. - Vejestorio. - Frederika fue la última en expresarse, demostrando cierto desprecio respecto a la presencia de la extraña.

A pesar de que hubiera deseado decir algo, la joven tan sólo se dedicó a escuchar lo que la mujer, Auxibia, tenía para decir. Parecía que ella sería como una especie de sirvienta que la ayudaría en lo que pudiera necesitar. No obstante, no pudo evitar sentirse un poco decepcionada, habiendo considerado que hubiera sido más divertido tener a un animal que hablara como sirviente. - ¿Los magos tienen esas cosas? - Preguntó la campesina, sorprendida, deseando poder tener una criatura así para ella. - ¡Tonterías! ¡Los esclavos son mejores! ¡La sangre! ¡La sangre! - Exclamó el mago oscuro, ciertamente irritado ante semejante idea, no dudando en recordar la utilidad de tener esclavos como sirvientes. - Es muy vieja y fea como para ser mi sirvienta. Deshazte de ella. - Frederika se expresó de manera imperativa, en contra de la idea de tener a alguien así como su sirvienta. - No lo sé... a mí me agrada. Parece simpática. - Dijo la joven, luego de que la anciana se marchara para buscar a una tal Eliza. ¿Quién era Eliza? ¿La chica que le había dado la bienvenida? Eliza también le agradaba. Aún así, optó por intentar levantarse de la cómoda cama, haciendo uso de su fuerza de voluntad, a pesar de que se sintiera tan "oxidada". - Será mejor darle una oportunidad. Sino... podemos cambiarla por un animal que hable. ¡O mejor! ¡Una piedra que habla! - Exclamó entusiasmada ante la maravillosa idea que había tenido, a medida que intentaba levantarse. - No, no... mejor alguien joven que pueda protegernos... como un caballero. Bueno, o caballera, que a ti parecen gustarte las jovenes. - Afirmó la emperatriz, haciendo que Morgause pusiera los ojos en blanco. No comprendía el motivo de su obsesión por los caballeros, ni que tampoco la molestara con su preferencia, sólo porque había sentido algo por su mejor amiga. - Me da igual pero... revisa si hay algo para robar aquí. No hay nada malo en obtener algunas riquezas mientras estamos aquí. Luego nos compraremos unas gallinas. - Aconsejó Naly, despertando un suspiró de incredulidad por parte de la joven. - Primero lo primero... Hablemos con Eli. - Le explicó a las voces, ya habiendo elegido un apodo para la persona que Auxibia había mencionado.

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15/11/2019, 03:25
Eliza Aldrwath

Habían transcurrido ya unos minutos que a Morgause se le habían pasado realmente rápido ahora que tenía nuevamente a sus voces con ella. Sintió pasos a través de la puerta cerrada, en el pasillo, acercándose más y más. El picaporte se inclinó hacia abajo y la puerta se abrió, aunque para para la sorpresa o desepción de Morgause no había nadie del otro lado. No fue hasta unos segundos después cuando la figura de Eliza Aldrwath apareció allí, con una sonrisa en el rostro.

Se trataba de una mujer mujer delgada que usaba un manto rojo con una capucha, la misma vestimenta con la que la había visto por primera vez. Algo que llamó particularmente la atención de Morgause fue la sensación que le transmitía la presencia de aquella chica, y no se trataba de algo meramente psicológico; jamás había sentido nada como aquello y tampoco recordaba haber sentido aquello cuando la vio por primera vez, era como si tuviese un aura que fuese capaz de percibir. Su mirada era de alguna forma pícara y divertida, y observó a la novicia por unos instantes desde la puerta antes de sentarse en la silla que parecía haberse arrastrado por sí misma hasta quedar a un lado de la cama. Tomó la mano de al aprendiz y la sostuvo entre las suyas.

Morgause —dijo con cierta sorpresa y aquella pequeña sonrisa aún inscripta en su rostro—, no sabes cuánto me alivia saber que has despertado... No sabíamos por cuánto tiempo iban a estar inconscientes: lo normal es que los magos recién despertados estén uno o como máximo dos días inconscientes. Ustedes han estado así por un mes. —El rostro de Eliza mostró cierta preocupación por unos instantes. Soltó tus manos, se acomodó en la silla y procedió a presentarse— Mi nombre es Eliza Aldrwath, y seré una de tus profesoras en Gran Torreón —djo ampliando un poco su sonrisa y entrecerrando levemente los párpados—, ¿Cómo te encuentras? —preguntó, para luego aclararse la garganta—. Debes tener muchas inquietudes; siéntente libre de preguntar cuanto desees, intentaré responderte todo lo que pueda.

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16/11/2019, 01:58
Morgause

Mientras conversaba con las voces, el movimiento del picaporte de la puerta llamó la atención de la joven, la cual permaneció en silencio, esperando a la persona que ingresaría en la habitación. Sin embargo, los ojos de Morgause se abrieron de par en par por la sorpresa, al notar que no había nadie presente cuando la puerta se abrió. Aquello hizo que se mostrara nerviosa por un instante, antes de que viera aparecer a la chica que le había dado la bienvenida en su momento. - Magia... - Murmuró para sí misma, a medida que vinculaba el hecho de que la puerta se hubiera abierto, sin que hubiera alguien del otro lado, con la aparición de la muchacha de la capucha roja. Aún así, lo que más sorprendió a la joven, fue aquella sensación extraña que la supuesta Eliza provocaba en ella, una sensación que antes no había sentido cuando la había visto por primera vez. ¿Acaso tenía algo que ver con lo que había sucedido en su mente? - No lo sé... pero esas cosas me ponen nerviosa. ¿Tienes una escoba? ¡Pégale con una! ¡De seguro te convierte en un sapo! - Exclamó la campesina en su mente, ciertamente asustada por aquel aura que podían percibir en ese momento. - ¡Bah! ¡Cobarde! Es obvio. Recuerda lo que dijo la anciana. "Tu estancia en el Gran Torreón". Eres una maga. Lo que sientes es prueba de lo que eres. ¡Poder! ¡Aplasta a tus enemigos, mi pequeña! - Le explicó el mago oscuro, antes de volver a ser el mismo loco de siempre. Aquellas palabras hicieron que Morgause sonriera entusiasmada al saber que ahora era una maga. No podía ser otra cosa, ¿verdad? ¿Eso significaba que ya podía hacer magia? ¿Cómo lo haría?

- Me pregunto si puedo hacer que las piedras hablen... - Volvió a murmurar, manteniendo aquella conversación con sus voces, a pesar del hecho de que la chica de la capucha roja se encontraba en la misma habitación que ella. - ¿Y desperdiciar tu poder en algo tan tonto? No. Mejor domina a los campesinos y formemos un imperio juntas. Olvídate del iluso enloquecido y la campesina ignorante, te convertiré en algo maravilloso. - Aseguró Frederika con confianza en su voz, ciertamente complacida por el hecho de que Morgause la hubiese elegido, a pesar de que la joven no había tenido idea de a quién pertenecía cada uno de los bloques de mármol. Además de que había elegido aquel bloque en particular sólo por la hermosa gema en el anillo. - ¿Un imperio? Mm... aunque también quiero la piedra... - Murmuró en respuesta a las palabras de la emperatriz, si bien no podía negar que la idea de alcanzar la grandeza no era algo que le desagradara, en especial si aquello haría que sus padres regresaran por ella. Sea lo que fuera, la repentina cercanía de la profesora, y el hecho de que ésta sujetara su mano entre las suyas, despertó a la joven de sus propios pensamientos, interrumpiendo la conversación que había estado manteniendo con las voces. Los ojos de Morgause se abrieron un poco ante la sorpresa, al sentir el tacto de Eliza. Ciertamente, no era algo que hubiera esperado. Su mirada permaneció por un instante concentrada en las manos de la chica, como si intentara ver algo en ellas, o tan sólo admirando las mismas. Sin embargo, no se demoró demasiado en levantar su mirada para mirar a la chica a los ojos, a medida que escuchaba lo que tenía para decir.

No obstante, el saber que había estado dormida durante un mes, fue algo que sorprendió a Morgause. ¿Tanto tiempo? Eso explicaba por qué se había sentido como si no se hubiera movido durante un buen tiempo. ¿Eso significaba que era una maga con poco talento? Teniendo en cuenta que, usualmente, los otros magos solían tardar tan sólo unos días... Prefería no pensar en ello. - Hola, Eli. - Dijo de manera simple en el instante en el que la chica se presentó, confirmando que sería una de sus profesoras, mostrándose un poco decepcionada luego de que la profesora soltara su mano, ya que había disfrutado de la preocupación que ésta le había demostrado. No era usual que alguien se preocupara por ella, excepto por su mejor amiga y otras contadas excepciones. - Nosotros también nos preocupamos por ti. Ella no es la única. - Afirmó la emperatriz, un poco molesta con el hecho de que Eliza hubiera sujetado la mano de su amiga. - No estes celosa, Frederika... - Se expresó en respuesta a la voz en su mente, antes de volver a centrar su atención en la chica que permanecía sentada. Los ojos de Morgause parecieron brillar ante la posibilidad de hacerle algunas preguntas. Le encantaba hacer preguntas. - Tengo muchas... - Se expresó con cierto entusiasmo. - ¿Cuándo voy a hacer magia? ¿Puedo hacer que una piedra hable? ¿Qué es esa cosa extraña que siento de ti, Eli? ¿Cuántos años tienes? Pareces muy joven... No es algo malo, no. - Se explicó con rapidez, pensando que tal vez podría haberla ofendido con el hecho de mencionar su edad. - ¿Qué es lo que enseñas como profesora? ¿Puedo tenerte sólo a ti como profesora? Los otros no parecen muy amables... ¿Te gustan las piedras brillantes o la música? ¿Tienes... pareja? ¿Usas algo para las manos? Son muy suaves, ¿magia? - Realizó aquellas preguntas casi sin detenerse, algunas de las cuales habrían parecido de poca importancia para otros en esa situación, y otras... muy personales, a pesar de que a la joven no pareciera importarle mucho el "tacto" al realizar tales preguntas. No había duda de que estaba demasiado entusiasmada, algo que se pudo notar en el momento en el que sonrió de manera encantadora, alegre al saber que ahora era una maga.

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16/11/2019, 08:14
Eliza Aldrwath

Eliza soltó una pequeña risita y se llevó la mano a la boca en un intento de ocultarlo de quién sería su alumna, mientras miraba a Morgause divertida.

Sí que te gusta hacer preguntas ¿eh? —bromeó para poco después acomodarse unos mechones de pelo detrás de la oreja, tapada casi completamente por su capucha roja—. Harás magia en cuanto estés lista para ello —comenzó a responder mientras llevaba su mano cerrada hacia delante, levantando un dedo—. No sé si puedas hacer que una piedra hable — confesó con una sonrisa y levantando un segundo dedo de su mano—. Tampoco estoy segura de a qué te refieres con esa cosa extraña, pero es posible que dado que ahora que tu alma ha despertado, hayas adquirido la capacidad de detectar a quienes tienen el alma despierta o, dicho de otra forma, a otros magos —dijo mientras sus dedos levantados llegaban a tres e inclinaba un poco la cabeza hacia un lado—. Tengo 26 años, ¿y tú? —preguntó con cierta curiosidad y levantando un dedo más— Yo enseño las artes de la sanación —comentó dejando levantados todos los dedos de su mano, para luego volver a cerrarla y disponerse a irlos levantando nuevamente a forma de conteo mientras respondía el resto de las preguntas—. Afortunadamente para ti, no, habrán otros profesores que te apoyarán en tu desarrollo como maga, y... —su mirada pareció entristecerse de forma casi imperceptible mientras bajaba un poco, aunque sus mejillas seguían levantadas y sus labios formando una pequeña sonrisa. Volvió a posar sus ojos sobre los de Morgause—. Son amables, en verdad lo son —revoleó los ojos lentamente mientras una sonrisa más genuina se vovía a dibujar en su rostro—, al menos la mayoría de ellos. Es sólo que están preocupados por todo lo que está sucediendo, y con mucha razón... No fueron pocos los que se opusieron fuertemente al reclutamiento de nuevos aprendices, pero a diferencia de como suele hacer, el director no dio lugar a discusión sobre el tema —Eliza se encogió de hombros mientras te dedicaba una media sonrisa—. Me gusta la música y... sí, hay piedras bonitas. —Te mostró las palmas de sus manos y luego las giró, dejándote ver sus nudillos y delicadas uñas— Mis manos—Auxibia irrumpió en la habitación, robándose la atención de Eliza.

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16/11/2019, 08:38
Auxibia

La sirvienta se apareció sosteniendo una bandeja sobre la que reposaba una tetera con su respectiva tasa de cerámica, que dejaba salir un apenas visible vapor blanco. También había una pequeña cesta con panecillos recién horneados y un pequeño pote con manteca casera y un pequeño cuchillo de untar hecho de plata a un lado. Por último, se podía observar un plato con dos tenedores de distintos tamaños a un costado, que contenía lo que parecían ser trozos de una brillante y jugosa fruta anaranjada cortada en cuadraditos. La aciana sonrió a Eliza y a Morgause con su característica y extraña sonrisa y apoyó la bandeja sobre una pequeña mesita que había en la habitación, a un lado de la silla en la que antes había estado esperando sentada. Dio unos pasos hasta alcanzar un lado de la cama y le ofreció su mano como sostén.

Ven, debes comer.

Antes de que pudieses responder nada tu estómago rugió, haciéndote saber que el hecho de haber estado un mes sin recibir nada no le hacía ninguna gracia.

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16/11/2019, 08:43
Eliza Aldrwath

Eliza le sonrió y se levantó de la silla.

Gracias, Auxibia —dijo dirigiéndose a la anciana—. Morgause, una vez hayas terminado vístete —dijo señalando un manto te tela marrón con su respectiva capucha que había doblado a los pies de tu cama— y sigue a Auxibia. El administrador Lorlen querrá verte en su oficina. Yo tengo asuntos que atender; parece que los otros han comenzado a despertarse también.

Morgause posiblemente no hubiese entendido a quiénes se refería su profesora con los otros ni cómo es que sabía que esos otros habían comenzado a despertarse en aquel preciso momento si no había salido de la habitación ni hablado con nadie más aparte de ella, pero antes de que pudiese hacer preguntas, Eliza desapareció tras la puerta que ahora había quedado cerrada una vez más, dejándola a solas con su sirvienta.

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17/11/2019, 02:39
Morgause

Morgause respondió con un leve asentimiento de cabeza, ante las palabras de la profesora respecto al hecho de que a ella le gustaba hacer muchas preguntas. No había duda de ello. - Sí. - Afirmó de manera simple, esperando que la chica respondiera a cada una de sus preguntas, debido a que realmente estaba interesada en conocer dichas respuestas. Las voces permanecieron en silencio, no deseando distraer a la joven... además de que también deseaban escuchar lo que Eliza debería de responder. Basta decir que Morgause reveló una expresión de absoluta decepción cuando la profesora le explicó que no sabía si podría hacer que una piedra hablara, lo que significaba que era posible que no fuera capaz de lograrlo. Tendría que haberlo imaginado, no todo era perfecto cuando se trataba de la magia. Bueno, tendría que conformarse con hacer cosas increíbles. De todos modos, aquella pequeña mala noticia no evitó que la joven continuara escuchándole con atención, deseosa por saber más. - Tendría que haberlo imaginado... sería hermoso que una piedra hablara. - Se expresó aún con cierta desilusión en su voz, tan sólo esbozando una media sonrisa. - Sigo pensando que es una tontería. Hay cosas más importantes y grandes que podrías hacer con la magia. Como obtener poder. - Explicó la emperatriz de manera seria, considerando que hacer que una piedra hablara no era más que un pensamiento digno de un niño. - Es de esperar que una ignorante como tú hable sobre obtener poder pero no menciones los métodos para lograrlo, Frederika. ¡Secretos! ¡Conocimiento! ¡Aliméntate del conocimiento, mi pequeña! ¡Así obtendrás todo el poder que puedas desear! - Aseguró el mago oscuro, deseando que Morgause alcanzara la grandeza.

Como había explicado Elric, la profesora no tardó mucho en confirmar que aquello que sentía se debía al hecho de que su alma había despertado, lo que le permitía poder distinguir a los magos entre personas que no habían despertado su alma. Los ojos de Morgause parecieron brillar nuevamente al escuchar que ahora era una maga como su profesora o el resto de los magos en aquel sitio. Había dado un paso hacia la grandeza. Tan sólo debía de esforzarse por mejorar con el tiempo, y aprender todo lo que podía aprender. Aún así, por un instante, consideró hacerle otra pregunta a la chica de la capucha roja, si bien consideró, al final, que aquello podría molestarla, o que la distraería del resto de las preguntas cuyas respuestas deseaba conocer. Por esa razón, se mantuvo en silencio, tan sólo escuchándola hasta que la maga le hizo aquella pregunta sobre su edad. - Diecisiete años. - Le respondió con cierta alegría, suponiendo que la diferencia de edad con la profesora no era muy amplia. Tan sólo unos nueve años de diferencia. Eso no era mucho, ¿verdad? - ¿Acaso pretendes tener algo con ella? Mejor concentra tu mente en cosas más importantes. - Le reprochó la emperatriz, a pesar del hecho de que Morgause no había pensado en ello. Bueno, no por completo. La profesora le parecía realmente amable, por lo que no le molestaría llegar a conocerla un poco más. No obstante, no se había olvidado de su mejor amiga, y lo que había llegado a sentir por ella en esos años de amistad, si bien sabía que era más que probable que no volvería a verla de nuevo. - No escuches a la vieja creída... la chica es bonita y dulce. Regálale unas gallinas y será tuya. - Afirmó Nalyr, la campesina, con total confianza en su consejo. - ¡La osadía! ¡Maldita campesina ignorante! - Espetó la emperatriz, ciertamente de mal humor ante el hecho de ser categorizada como una "vieja creída".

Con respecto a la mención de los otros profesores, la joven simplemente ignoró en gran parte aquella explicación, principalmente porque no le importaban aquellos que pudieran odiarla o demostrar desagrado hacia ella. Si no la querían, ella haría como que no existían. Era una verdadera molestia que Eliza no fuera su única profesora, aunque también era normal, teniendo en cuenta que sólo estaba a cargo de las clases de sanación. ¿Eso significaba que Morgause podría sanar heridas con su poder? No estaba segura. Al menos, parecía que no todos los profesores eran descorteses, según las palabras de Eliza. De cualquier manera, la joven aprendiz de maga no tardó en sonreír complacida al escuchar a la profesora decir que le gustaba la música y algunas piedras. - Ah... tal vez podría tocar algo para ti... - Se expresó un poco nerviosa ante la idea, considerando la posibilidad de tocar su flauta, ahora que sabía que a la chica le gustaba la música. También podría mostrarle su pequeña colección de piedras brillantes.  - No te olvides de las gallinas. - Le recordó la campesina en su mente, consejo que Morgause ignoró por completo ya que se encontraba ocupada apreciando las manos de la profesora, al menos hasta que la anciana de antes irrumpió en la habitación, llamando la atención de ambas. Por un instante, la joven permaneció callada, tan sólo disfrutando del aroma que los panecillos recién horneados emanaban en ese momento. Su estómago no tardó en responder ante semejante provocación a su apetito, no tardando mucho en aceptar la mano de la anciana para disfrutar del delicioso desayuno. Aún así, ante las palabras de la profesora, la joven asintió, un poco decepcionada por el hecho de no poder continuar disfrutando de la compañía de la chica.

Parecía que tenía muchas cosas que hacer, y que no era la única que se había convertido en una maga. Había otros. Algo normal, si lo pensaba un poco. - Oh... está bien... - Se expresó, a pesar de que la profesora ya había desaparecido con rapidez, sin llegar a darle tiempo para hacer otras preguntas. Habría deseado preguntarle sobre los pilares que había visto mientras había estado dormida, al igual que el sacrificio de sangre. Sin embargo, aquello tendría que esperar hasta que volviera a verla en otro momento. - ¿Cómo se atreve a marcharse de esa forma? No pierdas el tiempo en ella. No nos demuestra el respeto debido. - Dijo la emperatriz con cierto fastidio, luego de que Eliza se hubiera retirado sin darle tiempo a Morgause de despedirse de ella. - Pero... me agrada. Es muy amable... y sus manos son muy suaves. - Murmuró en desacuerdo a las palabras de Frederika. Suponía que vería a la profesora en otro momento. Lo único malo era que... no había respondido a su pregunta sobre si tenía a alguien especial en su vida. O tal vez lo había hecho y no se había percatado de la respuesta. Sea lo que fuera, en ese momento, su estómago le suplicaba que comiera, por lo que no dudó en concentrarse en el alimento, optando por tomar uno de los panecillos para luego cubrirlo con un poco de manteca, antes de llevárselo a la boca, disfrutando del sabor. - Delicioso... Gracias. - Agradeció a la sirvienta, tras tragar, para luego continuar comiendo. Su mirada, durante un instante, se concentró en el manto marrón, preguntándose si aquello era como una especie de rango dentro del Gran Torreón. Después de todo, su profesora tenía una capucha roja, mientras que aquel manto era marrón. ¿Los colores tenían alguna especie de significado? Había algo que sabía... no le gustaba el marrón. - Mejor el púrpura. - Aseguró la emperatriz. - No. Negro y dorado. - El mago oscuro no se demoró mucho en opinar al respecto. - ¡Rojo! ¡Para ser gemelas con la chica bonita! - Exclamó la campesina. Morgause puso los ojos en blanco, aunque la idea de usar algo rojo como Eliza no era tan mala. - ¿El marrón significa algo? - Le preguntó a Auxibia, luego de que quedara satisfecha con el desayuno, preparándose para vestir el manto que la profesora le había indicado.

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17/11/2019, 16:11
Auxibia

Auxibia tartamudeó un poco antes de hablar y pareció quedarse en blanco por unos segundos, mientras razonaba lo que habías preguntado.

Ahm... Sí, creo que sí —respondió algo contrariada para luego tomar una lenta bocanada de aire—, si no mal recuerdo  —dijo levantando lentamente el dedo índice—, es el manto que usan los aprendices —explicó por último con una sonrisa de satisfacción provocada por haberlo recordado, mientras bajaba la mano del índice.

Vio que estabas por cambiarte pero no se inmutó, sino que se quedó allí observándote con el eco de la sonrisa que acababa de dibujarse en su rostro, como si no estuviese sucediendo nada en particular.

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18/11/2019, 02:32
Morgause

La joven ladeó la cabeza al observar cómo Auxibia comenzaba a tartamudear, para luego quedarse en blanco, posiblemente debido a la edad que debía de tener. Una sonrisa no tardó en dibujarse en el rostro de la muchacha, simpatizando con la pobre anciana, la cual debía de cumplir su rol como sirvienta, a pesar del hecho de que sería mejor que descansara y disfrutara del resto de los años de vida que le quedaban. - No tienes que darte prisa, no te preocupes. - Le aseguró a la sirvienta, a medida que esperaba a que ésta respondiera a su pregunta, de manera paciente. Algo que ciertamente no se podía decir de las voces. - ¡Que osadía! No puedo creer que tengamos a una sirvienta así... Es como si nos subestimaran o quisieran insultarnos. - Se expresó la emperatriz con cierto fastidio en su voz. No había duda de que no apreciaba esa clase de sirvientes, a pesar del hecho de que a Morgause le parecía una señora dulce y simpática. - Incompetencia. Alguien debería de ahorrarle el sufrimiento. - Dijo con frialdad el mago oscuro, considerando la idea de sacrificarla en algún ritual de sangre. Para Elric, los sirvientes debían de ser utilizados hasta que carecieran de utilidad, para luego ser sacrificados. La única de importancia en su vida era Morgause, la cual era como una hija para él... o tal vez nieta. - Pobrecita. Déjala que descanse en tu cama, Mor. Se nota que necesita el descanso. - Indicó Nalyr, a pesar de que antes no se había mostrado muy a gusto con la idea de tener una sirvienta, aunque por otros motivos a diferencia del resto de las voces. La joven simplemente asintió al escuchar las palabras de la campesina, mostrándose a favor de la idea, algo que tendría que considerar, si no fuera porque no sabía si los magos se enojarían con Auxibia, si dejaba de hacer su trabajo. - A mí también me agrada. No es bueno que se esfuerce tanto. - Afirmó la aprendiz, a medida que se levantaba de su asiento para prepararse.

Sin pensárselo demasiado, y sin darle importancia al hecho de que la anciana estuviera presente, no dudó en desvestirse, deshaciéndose de su viejo vestido de pobre calidad, lo normal para una campesina, o más bien una huérfana sin hogar, excepto por el orfanato en el cual pasó gran parte de su vida. Tan sólo cubierta por su humilde ropa interior, reveló su delicada figura aunque medianamente entrenada, propia de una joven de diecisiete años a la cual le gustaba salir a correr cuando tenía la oportunidad. Aún así, no dejaba de ser el cuerpo de alguien que carecía del entrenamiento de un guerrero o una persona acostumbrada al trabajo físico pesado, si bien disfrutaba de una belleza frágil que tenía su encanto. En ese estado, sujetó el uniforme que habría de vestir a partir de ese momento, observando la apariencia del mismo con cierta curiosidad. - De todos los colores tenía que ser marrón... - Dijo la emperatriz, aún fastidiada con la idea de que su "pequeña" tuviera que vestir semejante espanto de la moda. La anciana había logrado recordar el motivo del color. Como había imaginado Morgause, aquello era algo propio de su posición en el Gran Torreón. Ahora sería reconocida como una aprendiz de aquel sitio, lo cual no era algo malo para ella. - Primero una aprendiz. En el futuro... alcanzarás la grandeza, y tus padres verán el error de haberte abandonado, mi pequeña Morgause. Nosotros podremos ver el verdadero valor en ti. - Aseguró el mago oscuro, demostrando cierto odio en su voz hacia los progenitores de la joven. - Ellos... tuvieron sus razones. Estoy segura. - Murmuró la aprendiz, no deseando reconocer que había sido abandonada porque no la deseaban. Ella quería creer que había una buena explicación a su abandono. De cualquier manera, tras quedarse pensando en aquello, se vistió con rapidez con aquel uniforme marrón, cubriendo su cabeza con la capucha para luego sonreír complacida. - Gracias. ¿Vamos, Auxibia? Aunque puedes quedarte a descansar. Estoy segura que encontraré el sitio por mi misma si lo prefieres. - Afirmó en un tono dulce a la anciana, no deseando que ésta se esforzada demasiado. Tenía la apariencia de la abuela que siempre habría deseado tener. Aún así, eso no evitó que Morgause buscara una forma de guardar la pequeña daga que había llevado con ella desde que había dejado su hogar. Nunca estaba demás ser precavida en toda ocasión.

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20/11/2019, 19:25
Auxibia

Auxibia levantó un poco las cejas y sonrió.

No, déjame guiarte; el Torreón es grande y sus pasillos son casi laberínticos en algunas zonas, una verdadera pesadilla para los recién llegados —explicó Auxibia mientras abría la puerta—. Ah, y —torció un poco el rostro— si fuera tú, me quitaría la capucha —le sugirió mientras asentía lentamente—. Exceptuando a Lady Eliza, nadie la usa en el día a día, al menos no dentro del Torreón. —La sirvienta salió al pasillo y se volvió hacia Morgause—. Vamos —dijo, invitándola a que la siguiera.

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21/11/2019, 02:34
Morgause

Al escuchar la petición de la sirvienta, la joven aprendiz simplemente asintió en silencio, considerando que no sería una mala idea tener a alguien que la guiara en aquel sitio, incluso si hubiera preferido que la pobre anciana descansara. Estaba claro que debía de esforzarse a menudo, algo realmente malo para la edad que debía de tener. - Perfecto... tendremos al vejestorio siguiéndonos durante el resto del día. Maravilloso. - Se expresó la emperatriz con cierto sarcasmo en su voz, no molestándose demasiado en dejar en claro su desagrado respecto a la presencia de Auxibia. Ante aquellas palabras, Morgause se encogió de hombros, como si a ella realmente no le importara la presencia de la sirvienta. Era una anciana amable, y su ayuda sería bienvenida. - Es débil y la muerte le toca los talones, si bien... Es posible que aún tenga algo de utilidad, antes de su inevitable sacrificio. - Le explicó el mago oscuro, Elric. A la joven no le agradaba mucho la idea de sacrificar en un ritual de sangre a la pobre mujer, por lo que aquello era algo que nunca haría, no cuando había sido tan gentil con ella, y ciertamente de mucha ayuda. - No... es buena. - Murmuró para sí misma, intentando convencer a las voces de que dejaran de mostrarse tan frías frente a Auxibia. A pesar de aquella actitud, no dejaban de ser unos de sus mejores amigos, por lo que no podía enojarse con ellos, por más que hablaran de manera tan cruel. Sabía muy bien que cada uno de ellos tenía sus motivos para hablar de esa forma, excepto por Nalyr, a la cual realmente no le importaba la presencia de la anciana.

- Está bien. Aunque si te cansas en algún momento, no dudes en decirlo. - Le explicó a la gentil mujer, esperando que aceptara su ofrecimiento en el caso de que fuera necesario detenerse a descansar. Por su parte, el hecho de que aquel sitio fuera tan extenso y laberintico, no hacía más que acrecentar el deseo de exploración por parte de Morgause. Era posible que encontraría grandes misterios en semejante lugar, o incluso tesoros aún por descubrir. Quién sabe. No podía evitar sentir una fuerte necesidad en ella por salir a explorar cada uno de los pasillos. El hecho de aprender, de obtener conocimiento desconocido para ella, era una gran tentación para la joven. No obstante, al escuchar el consejo de Auxibia, la aprendiz no pudo evitar fruncir el ceño. ¿Por qué no era bueno que usara su capucha? Eliza lo hacía, ¿por qué no ella también? Estaba realmente confundida. - Tal vez sea una señal de prestigio. - Supuso Frederika, si bien no había duda de que aquel consejo no había hecho más que irritarla. - O porque si usas mucho una capucha se te cae el cabello. Todos lo saben. - Afirmó la campesina con confianza en sus palabras, como si se tratara de una verdad universal. Sea lo que fuera, Morgause no le dio mucha importancia al asunto. Luego se aseguraría de preguntarle el motivo a su profesora favorita. Incluso era posible que las capuchas fueran mágicas y se comieran las cabezas de quienes no fueran dignos de cubrir su cabeza. Aquel pensamiento hizo que se estremeciera. - Claro, vamos. Muéstrame el camino al líder. - Le dijo a la anciana, en el momento en el que caminaba hacia la salida para seguirla.

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21/11/2019, 13:18
Auxibia

La anciana agachó un poco la cabeza y sonrió en gesto de agradecimiento ante la amabilidad de la joven aprendiz, y la corrigió levantando un dedo mientras cerraba la puerta después de que Morgause había salido de la habitación.

No es el "líder" —dijo abriendo un poco los ojos—, que sería el director, sino que es el administrador... —la anciana miró hacia el techo mientras movía las manos, buscando las palabras— el "sub-líder" —dijo finalmente haciendo comillas aéreas con los dedos— , digamos —explicó con una sonrisa—, aunque desde hace ya un par de meses no veo al director y, según parece, es el administrador Lorlen quien ahora dirige todo esto —dijo mirando a su alrededor.

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05/02/2020, 21:01
Narrador

Auxibia, notablemente más aliviada al escuchar a Morgause asegurarle que dormiría, se despidió con una sonrisa cariñosa a la cual le seguiría un bostezo y desapareció tras la puerta que daba al pasillo. Por unos segundos, la aprendiz había podido oír las desgastadas suelas de los zapatos de la mujer arrastrándose contra el piso mientras se alejaba. Se acostó en la cama y antes de que fuese capaz de reflexionar nada sobre lo que había sucedido durante el día el sueño hizo lo suyo, imbuyéndola en un profundo sueño.

Toc toc toc.

Silencio.

Toc. Toc. Toc.

El sol había asomado por el horizonte hacía ya poco más de una hora, tomándose con plena calma la tarea de derretir la nieve que había caído durante la noche para poco a poco calentar el frío viento otoñal que tan libre como era posible serlo recorría las amplias planicies aledañas a Gran Torreón, la última academia de magia en pie de toda Shinie.

Un cuervo dormitaba fuera, recostado en el marco exterior de la ventana. Respiraba tranquilamente tras el vidrio empañado de bordes escarchados mientras su plumaje etéreo, oscuro como la noche misma y brillante cual luna llena, relucía con fuerza ahora que los rayos del sol impactaban de lleno en él, calentándolo y relajando sus músculos entumecidos.

Mientras que Morgause se encontraba cómoda y cálida sobre un colchón que se sentía como el paraíso, bajo numerosas y aterciopaladas mantas y con la cabeza cómodamente reposada en una mullida almohada de plumas, la habitación en sí estaba fría. Cada vez que exhalaba veía en el aire algo que se asemejaba bastante al vapor de agua y al tocarse las orejas podría sentirlas notablemente frías.

Toc toc.

La puerta volvió a sonar. Había dejado su calzado a un lado de la cama y el manto de aprendiz a los pies de la misma, sin doblar y hecho ahora algo que se asemejaba más a un trapo descuidado que al manto de una aprendiz de mago, posiblemente una de las últimas que el mundo vería, o quizás una de las primeras en una nueva etapa que apenas comenzaba.

Notas de juego

La resistencia mental de Morgause se ha restaurado por completo.

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07/02/2020, 02:28
Morgause

La aprendiz había permanecido en silencio, mientras la anciana se despedía de ella de buen humor, tan sólo esbozando una amplia sonrisa que parecía desear dejar en claro que había comprendido su petición, y que estaba dispuesta a hacerle caso. Por un momento, inclinó la cabeza hacia un costado, a medida que observaba cómo Auxibia bostezaba, antes de que la sirvienta optara por abandonar su habitación. - Pobrecita... - Dijo para sí misma, antes de comenzar a caminar hacia la cama, notando cómo el cansancio la forzaba cada vez más a la idea de descansar por esa noche. Sin pensárselo demasiado, no se demoró en desvestirse por completo, revelando su figura desnuda en la solitud de su habitación, si bien no perdió mucho tiempo en abrigarse con las cálidas mantas, al percatarse de la frialdad del lugar en el que se encontraba. Aún así, nunca le había gustado mucho la idea de dormir con algo de ropa cubriendo su cuerpo, por lo que, incluso con el frío del ambiente, no dudaría en dormir como ella deseaba hacerlo, en especial cuando podía contar con la protección de las mantas frente al frío. - Frío, frío... - Se expresó en voz baja, a medida que se refugiaba bajo las hermosas mantas, y disfrutaba de la placentera comodidad de la mullida almohada. Tenía que admitirlo, aquella cama era algo que jamás había tenido en sus pocos años de vida. No sabía si podría soportar la idea de, alguna vez, abandonar aquel sitio, no si se acostumbraba a semejantes lujos. Ahora comprendía el por qué la anciana se había mostrado tan interesada en la idea de descansar. Si tenía la misma clase de cama, no podía culparla por ello.

No obstante, tras un cierto tiempo de encontrarse durmiendo, deleitándose en la calidez de las mantas y la divina comodidad del colchón, algo pareció arrastrarla fuera de su sueño, una especie de sonido, como unos leves golpeteos. Un tanto somnolienta, la joven abrió los ojos con cierta dificultad, no sabiendo muy bien por qué se había despertado en ese preciso momento. Lo primero que observó, fue el techo de su habitación, en la oscuridad de la noche. Si bien, no tardó mucho en desviar su atención al curioso ser que se encontraba del otro lado de la ventana de sus aposentos. - Uf... un cuervo. Malditas gallinas negras. Se comen la cosecha y no te dan ningún huevo. Como mucho te picotean los ojos si pueden salirse con la suya. Cabrones. - Se pronunció la campesina, ciertamente de mal humor al ver a aquella criatura. Estaba claro que Nalyr no sentía mucho agrado por esa clase de criaturas, no como la obsesión que parecía demostrar por las gallinas. - Cierra ese agujero que llamas boca, asquerosa campesina. No sabes lo que dices. Deberías de dejar de llenar la cabeza de mi pequeña con semejante basura. - La emperatriz parecía tener algo que decir al respecto, si bien, la atención de Morgause no se encontraba en esas dos voces, sino en lo que había escuchado luego de un breve instante de silencio. Allí estaba de nuevo, no lo había soñado. Alguien estaba llamando a la puerta de su habitación. La pregunta era... ¿quién? ¿Quién demonios la molestaría durante la noche? ¿Una piedra parlanchina? ¿Una gallina? - Tiene que ser una gallina. Cuidado, son traicioneras. No tanto como los cuervos pero... - Le advirtió la campesina, en el instante en el que la joven se levantaba de la cama, aunque ciertamente arrepintiéndose de haberlo hecho. - F-frío... - Susurró un poco molesta, recordando el hecho de que estaba completamente desnuda, y que la habitación no era para nada cálida. Por esa razón, no dudó en cubrirse con una de las mantas, como si fuera una especie de abrigo, a la vez que cubría sus pies con su calzado para atender a quien sea que llamaba a su puerta. - ¿Eres una gallina gigante? - Preguntó con cierta curiosidad, a medida que abría la puerta, sin demostrar temor alguno.

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07/02/2020, 15:58
Auxibia

Auxibia esperaba afuera con una bandeja en sus manos. Sobre ella descansaban un par de frutas y... ¿hongos? Eran de un color marrón oscuro y el vapor cálido que salía de ellos olía extraño, y aunque no era un mal olor tampoco era uno que invitase particularmente a que los comieras. Había también dos huevos cocidos, ya pelados y cortados en rodajas. Como era de esperar, también había un cuchillo y tenedor en la bandeja, así como un vaso con agua.

Buenos días, Morgause, ¿has dormido bien? —le preguntó Auxibia con una sonrisa algo somnolienta—. Traje tu desayuno. La consistencia arenosa de los hongos puede ser algo... extraña, al princpio —señaló antes que nada, dándole prioridad total a explicarte la textura que tendrían los hongos al masticarlos—, pero no están tan mal.

Entró a la habitación, retiró la bandeja de la cena de la noche anterior con sus respectivos cubiertos, plato y vaso y colocó en su lugar la del desayuno.

Iré a llevar esto a la cocina —dijo mientras se dirigía a la puerta—. Los profesores han decidido... —Auxibia pareció dudar—. Decidieron que... —musitó mientras negaba con la cabeza, intentando recordar—. Que... —La sirvienta no parecía tener idea de qué era lo que los profesores habían decidido—. Bueno, no sería nada importante. ¡Ah! —exclamó de pronto—. Ya lo recuerdo; dijeron que tenían la mañana libre para... ¿hacer lo que quisiesen? —no parecía muy convencida—. Sí, sí, estoy segura de que eso fue lo que dijeron —afirmó entonces con total seguridad, frunciendo un poco el ceño y dando unos pasos hacia la puerta—. En fin, nos vemos luego Morgause —se despidió con una sonrisa mientras se disponía a salir de la habitación, sonrisa que luego cambiaría por una expresión de sorpresa al percatarse de que todas las ropas de la aprendiz estaban dispersas en el dormitorio. Con los ojos bien abiertos bajó rápidamente la mirada y cerró la puerta.

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10/02/2020, 01:19
Morgause

Al abrir la puerta y encontrarse de cara con la anciana, la aprendiz ladeó la cabeza hacia un costado, un tanto sorprendida. Había esperado ver a una gallina gigante pero parecía que se había equivocado. Aún así... ¿qué hacía la sirvienta en medio de la noche con comida? En ese momento, no tardó mucho en devolver la mirada a la ventana de su habitación, al igual que a la luz que entraba por la misma en la habitación. No estaba oscuro. Había dormido toda la noche, a pesar de que no habría tenido deseos de levantarse de su cama. No estaba acostumbrada a levantarse tan temprano, por lo que no era raro que pensara que fuera de noche, incluso si la luz había sido evidencia suficiente. - Bueno, podría haber sido una gallina gigante. Es mejor tener cuidado. - Afirmó la campesina, ignorando el hecho de que podría haberle informado que no era de noche. Sea lo que fuera, la joven tan sólo se quedó mirando en silencio la bandeja de comida que su sirvienta parecía llevar con ella, por lo que no se demoró mucho en apartarse para que ésta pudiera entrar y dejar la bandeja en cuestión. - Mm sí. Pensé que eras una gallina gigante. - No dijo nada sobre el hecho de que hubiera pensado que era aún de noche. No quería que pensara que estaba loca. - ¿Quién podría creer algo así de mi pequeña? ¡La osadía! - Frederika no dudó en expresarse en ese preciso momento, mientras consideraba la idea de criticar el desayuno que la anciana le había preparado a Morgause. Por su parte, la aprendiz tan sólo reveló una mueca de desagrado al notar la presencia de aquellos extraños hongos. - Ueg... - Se expresó de manera simple, a medida que hacía a un lado a los hongos para disfrutar del resto del desayuno. El hecho de que tuvieran una textura "arenosa" era algo que no ayudaba en nada en la idea de que probara semejantes hongos.

- Son como los hongos que crecen en las paredes de mi choza. - Aseguró Nalyr, mostrándose curiosa ante la apariencia de tales comestibles. - No desperdicies la comida. - Le reprochó la campesina, no muy contenta con la idea de que Morgause desperdiciara el alimento preparado para ella. Aún así, aquellas palabras no serían suficiente como para hacerla cambiar de parecer. Prefería comerse el resto del desayuno, lo cual sería suficiente para ella. - No me agradan. - Se expresó de manera simple, tanto en respuesta a lo que había dicho la anciana, como lo que había dicho Nalyr, antes de comerse, con rapidez, uno de los huevos cocidos, y esbozar una amplia sonrisa mientras mantenía la boca cerrada y llena. Tras tragar el huevo, continuó escuchando lo que la sirvienta tenía para decirle, volviendo a ladear la cabeza, confundida, mientras esperaba a que la anciana pudiera recordar lo que había olvidado. Los ojos de la aprendiz no tardaron en brillar ante la idea de tener el día libre. Ella siempre tenía tiempo libre pero... le encantaba cuando nadie le decía algo al respecto cuando se decidía a hacer uso de ese supuesto tiempo libre. - Vejestorio inservible. No puedo creer que le hayan ofrecido esas jóvenes sirvientas al resto, mientras que a nosotros, y al otro aprendiz idiota, nos tocó un vejestorio, y que parece que se va a morir pronto. - La emperatriz volvió a expresarse con cierto desprecio hacia la sirvienta, si bien Morgause no dudó mucho en negar con la cabeza, intentando ignorar aquel comentario. - ¡Genial! Mm... podría explorar o algo... - Se dijo a sí misma en voz baja, mientras consideraba lo que haría durante aquel día. No sabía mucho sobre el Gran Torreón, por lo que de seguro se perdería en el camino, aunque no dejaba de ser algo interesante para ella, incluso si se perdía. - Te veré luego, Bi Bi. - Se despidió de Auxibia en un tono dulce, antes de continuar con su desayuno. Una vez finalizó su comida, no perdió tiempo en vestirse, deshaciéndose de la manta que había estado cubriendo su cuerpo, para luego darse unas palmadas en el vientre y salir de la habitación con la sola intención de explorar aquel extenso lugar. Tal vez podría encontrar la habitación de Eliza. Bueno, lo más probable era que no pero... podría encontrar otras cosas en el camino. Daba igual.

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