Más tarde o más temprano todos los supervivientes hicieron el mismo camino...
A pesar de las Brumas, la luna eterna de Thánatos dibujaba el perfil de aquel pico en la lejanía. Una montaña tan alta que llevaba hasta el techo que separaba Thánatos de la capa superior, como mínimo, y quién sabe si no llevaría directamente a la Llanura de los Portales Infinitos directamente. Allí serían recompensados por el Demogorgón, o quizás por su lugarteniente Sevelik: la vuelta a casa a cambio de haber debilitado a Orcus rompiendo la Rosa de Laón.
¡...grrrroooooaaaaarrrr...!
Aquel rugido tan lejano les recordaba que aún era pronto para cantar victoria. Apuraron el paso hacia aquella montaña tubular al que la ilusión defensiva de Orcus daba aspecto de cuerno con púas desde las alturas.
El camino terminaba en una gran cueva circular. Las Brumas se habían extendido tanto que habían descendido hasta el nivel de la entrada de la caverna, colándose y ocultando el techo... Pero en teoría, según Laón, no había techo, y la cueva se extendía hacia arriba como un largo cilindro casi infinito.
Los primeros en llegar fueron Onfale, Lu Nantika y Becky. Su luz se apagó y permanecieron callados en la oscuridad hasta que el medallón de luz de Jadewo les deslumbró. El joven de Faerún lo había conseguido, y también estaban Leiath, Flame, Aire y Aristóteles. De la vieja guardia, de la que había empezado la aventura en Dorvinia, solo faltaba Fosco, y porque el muy cobarde se puso a salvo ya en Li'Huriek.
Becky no saltó al cuello de Jadewo. Ni siquiera saludó. Estaba visiblemente apesadumbrada. La maga rubia señaló a un extraño abanico de vidrio en las manos de Onfale.
Debemos tomar una decisión...
Laón nos hizo ese abanico mágico para que su aire nos empujase millas y millas hacia arriba en este lugar. Así que... quien agite el abanico se queda atrás. Debemos decidir si ese mártir es elegido por ser el más débil y prescindible, o si nombramos a alguien con una mínima posibilidad de sobrevivir.
Lo tengo claro... si se trata de la más débil y prescindible, Lu Nantika es la que debe empuñar el abanico. Si se trata del más fuerte, a mi modo de ver, hay tres candidatos que tienen una mínima posibilidad de sobrevivir....
Flame. Puede trepar por el interior de esta chimenea grotesca y seguirnos. Con su velocidad es posible que tarde horas en trepar hasta salir fuera del Thánatos, y se le terminaría la protección contra la energía negativa que le proporcionó Leiath.
Leiath. Pensándolo fríamente: su magia puede protegerla de la energía negativa, del frío adverso del Thánatos y darle alimento. Seguramente perecería en el primer combate que debiese afrontar. Si salimos a un desierto, como el de las Llanuras de los Portales Infinitos, necesitaremos de su magia para subsistir. Puede que hasta por dejarla atrás muramos todos.
Yo. La cuarta opción soy yo. Mierda, yo. Mi injerto de cola perteneció a un demonio nacido en Thánatos, así que genera los anticuerpos necesarios para resistir la energía negativa. Además, no he gastado muchos conjuros... dispongo de un caída de pluma para tirarme desde el borde de este ático infernal. Dispongo de un disfraz para parecerme al idiota de Mane o de su amigo Muerte-disco, y lo puedo hacer valer con mi dominio del idioma abisal. Podría conjurar un soportar los elementos para resistir el frío a medida que me alejo de la Puerta de Orcus y llego hasta el trineo abandonado de los mastines sombríos. En un día podría llegar, hambrienta pero viva, a Lash Embrar, y utilizar el regalo de Kiaransalee a Flame, ese billete de teletransportador, para ir a un plano más apacible en el que no haya un príncipe demoniaco que intente matarme.
Esas... esas son todas las opciones que yo veo.
El camino hasta encontrar al resto de supervivientes fue duro. Las heridas de las dos mujeres les retrasaban y su conjuro se había agotado hacía ya mucho rato. Tentado había estado de dejarlas atrás pero, como bien había explicaría Becky más adelante, necesitaba a una de ellas para activar el abanico. El encuentro con sus compañeros fue agridulce.
- ¿Dónde os habíais metido? Laón y Tybalt han muerto.- Dijo lanzando una mirada fría a todos ellos pero en especial a Leiath, quien les había abandonado en el fragor de la batalla contra las gárgolas. Su mirada se dulcificó al encontrarse con el cuerpo de Jadewo, con su leonina cabellera.- ¿Cómo estás?- Se interesó por su estado de salud, en el límite la última vez que le había visto. Esperaba que la Bruja de Hala al menos le hubiese curado y así poder reservar las pócimas que tenia para otra ocasión.
Por una vez, llegado el momento de decidir, Onfale se alegró de no tener cola. El poseía muchos de los conjuros de los que hablaba Becky pero le faltaba la inmunidad a la energía negativa del plano así que él no podía ser una opción para quedarse atrás. El mago expuso sus argumentos sin vacilar pues , además, sabía que la esclava no podía entenderle.
- La esclava es mi primera opción. No la debemos nada, más bien os debe haberla salvado la vida. Si no, optaría por Becky.- Observó a la rubia con cara de "no es que me caigas mal pero antes tú que yo". Nunca se había fiado de la atolondrada y misteriosa mujer por lo que dejarla atrás no le importaba en absoluto. Ya arrastraba ausencias mucho más dolorosas.- Sea lo que sea debemos decidir rápido. - No le hacía falta decir mucho más pues las brumas ya estaban allí, haciéndose con aquel plano infernal.
Me alegro de veros :P
Flame buscó por todas partes al que antes había odiado, pero al que luego había tomado especial cariño, y efectivamente, no se encontraba por ninguna parte. Las palabras de Onfale concluyeron lo que ella ya temía, su compañero de armas y semiinfernal había perecido en aquella misión. No podía creérselo, había perdido a un nuevo compañero, y cada vez a Flame le dolían más las pérdidas. Cada vez era menos fría y empezaba a tomar más cariño al grupo con el que se había juntado durante tantos meses.
Suspiró profundamente al ver que el resto seguían en pie. Luego miró hacia la bolsa de contención pensando en la maga roja y sin responder a la duda que importaba preguntó: ¿Habéis logrado rescatar algún pedazo del demonio? Algo que sirva para que Leiath pueda resucitarle como hará con Alice. Dijo pensando en la grandeza de Hala. Esperaba que la respuesta fuera que sí. Ella ya había resucitado una vez, y confiaba en que se pudiera hacer lo mismo por él, aunque fuera otra vez.
Luego miró a la esclava y asintió ante las palabras del eunuco. Efectivamente tenía razón, y ella no estaba tan loca como para ser la que se sacrificase por todos cuando le había costado tanto esfuerzo llegar hasta allí.
Hizo caso omiso de las pérdidas, pues la situación que se les planteaba era más importante. Los sentimientos tienen que estar en segundo plano, le había dicho Aristóteles al escuchar a Onfale. Y eso hizo, se mostró dura como una roca.
Miró el abanico y también miró hacia arriba. ¿Uno se tenía que quedar allí sí o sí? Si la dragona les hubiese acompañado, eso no hubiese sido necesario. Pero ahora ya era tarde, aunque seguían teniendo el huevo del dragón... Del cuál tendrían que deshacerse en algún momento. Pero eso tampoco era importante en ese momento.
¡Uy! dijo la joven mientras se acercaba a Aristóteles para cuchichear unas palabras. Tras acabar, asintió y habló con los demás.
He tenido una idea y Aristóteles parece que me da la razón. Creo que hay una opción más que no nos hemos planteado. Aunque todo depende de cómo funcione ese conjuro, que no conozco Metió las manos en su bolsa hasta sacar una cuerda y se la mostró a los demás Esto es lo importante de mi plan. Imaginemos que Lu Nantika nos abanica a los demás. ¿Y si Lu se ata a uno de nosotros con la cuerda? Según ella nos abanique, nosotros saldremos disparados hacia arriba, entonces la cuerda tirará de ella y también saldrá volando. De esa manera, todos podremos subir hasta donde tengamos que subir y salir de aquí. ¿No os parece?
Jadewo sonrió al ver a Onfale, el otro caballero del Rey Rob, no las tenía todas consigo de encontrarlo en tan buen estado de salud habiendolo por última vez tan cerca del guardian blanco.
-Celebro veros de nuevo.- Mirando a Onfale y a Becky.
Pero el semblante serio de Becky era todo un poema, así que dejó los festejos para después de la noticia que tenía que contarles Onfale y chica. Ciertamente no era una noticia agradable, sacrificar a uno del grupo para que el resto se liberara, escuchó los argumentos de Onfale y la aceptación de Flame, no le gustaban. Para Jad valía tanto la vida de aquella chica como la suya, tal vez Torm le había dado fuerzas para aguantar su último combate para hacer frente a este nuevo desafío. Pero por suerte las palabras de Aire le dieron una posibilidad.
-O tal vez usar algún otro conjuro de Sirviente Invisible para que use el abanico mientras el resto nos precipitamos. O si usamos la opción propuesta por Aire, tal vez podría ir atada a Leaith con su botas para temrinar de hacer el último tramo con la ayuda de las botas mágicas. O atar a Lu a distintos miembros para repartir su peso entre el resto.
Preferiblemente usar el conjuro Siriviente Invisible. Sino, la opción de Aire.
Los viajeros se miraron entre sí negando con la cabeza por dos veces. La primera, a la pregunta de Flame: no habían logrado ningún resto con el que resucitar a Tybalt por segunda vez. La segunda, a la propuesta de Jadewo del sirviente invisible. Era increíble que con tanta hechicera, bruja y mago nadie pudiese lanzar ese conjuro. No al menos sin repasarlo antes durante un par de horas.
Está bien... Entonces Lu usará el abanico, y estará atada a... Leiath... y a... Bueno, con atarla a Leiath debería valer.
Revisaron los nudos, el que ataba la cintura de Leiath y el que ataba la cintura de Lu Nantika, más de tres veces cada uno mientras Becky daba la explicación en abisal a la esclava. Le hicieron repetir el movimiento del brazo a Lu Nantika más de ocho veces: de abajo a arriba, un solo movimiento, con el brazo lo más estirado posible. Nadie sabía la manera más óptima de mover el abanico, pero todos daban ideas. Todos practicaban su mejor salto vertical. Solo tenían un intento, después, el abanico se rompería.
¿Ya estamos listos? Lu, escucha... Nu-dijo en abisal, levantando un dedo-, sah-y levantó el segundo...
GROOOOOOOOOOOOOAAAAARK...
A través del arco de la entrada vieron en el exterior, no tan lejos como les gustaría, a Orcus. Llevaba la cabeza de Melniir, la dragona roja, bajo el brazo. Gracias a esa referencia, Flame y Aire supieron que Orcus había encogido de tamaño desde el primer encuentro con él. Realmente había perdido poder con la Rosa de Laón... de ser más alto que Melniir a tener el tamaño de un ogro.
Aún así, Orcus seguía siendo intimidante, sobretodo para la vulnerable Lu Nantika, que se apresuró a agitar el abanico cogiéndoles a todos a contra pie. Saltaron como pudieron, de modos muy poco ortodoxos. Lo único que importaba era tener los pies en el aire cuando la ráfaga de viento les alcanzase. Vieron la placa de cristales romperse. Luego llegó el empuje hacia arriba. Se sintieron flechas, surcando el aire a toda velocidad. La Bruma no permitía ver qué compañeros habían logrado saltar a tiempo para cabalgar la ráfaga.
Y entonces...
Aminoraron. Seguían ascendiendo, cada vez más despacio. Y superaron la nube de Brumas emergiendo a... otro tramo de una chimenea de roca que no tenía fin. Más arriba volvía a formarse la niebla. Pero en esa bolsa de aire sin Brumas se detuvieron en el aire, y estiraron los brazos para alcanzar los salientes de las paredes... Leiath quedó suspendida en el aire, con sus botas, y la cuerda a la que estaba atada descendía hasta el primer tramo de niebla.
Irriikundir ontrobaeeeeerrrr...-gritó Lu Nantika, sin ver nada. solo estando segura de que estaba suspendida de una cuerda que tal vez no estuviese lo suficientemente bien anudada.
Flame se recolocó en la pared, pero el peor saltador, el de la armadura pesada, Jadewo, estaba muy mal sujeto a un saliente.
Vale... Sé que es un mal momento. Ahí abajo Orcus habrá extendido sus alas y estará volando hacia aquí. Pero... ¿queréis saber un secreto?
Los pies de Becky se balancearon en el aire hasta que uno de ellos encontró un punto de apoyo. Aferrada a la pared de roca, Becky giró la cabeza para mirarles de soslayo.
Es el secreto de una gitana y un payo. Y de su hija que estaba a punto de nacer. La gitana vió el futuro... Vió una desgracia que se cruzaba en la vida de su hija. Pero también vió una tabla de salvación. Y convenció a su hombre para que hiciese un largo viaje para dar una ofrenda a un dios... Le entregaría un reino entero, rodeado de Brumas altas como murallas, a cambio de que el dios salvase a su hija de su cruel destino...
Hay... hay otro secreto... Mi nombre... el nombre que no recordé hasta que aquella githzerai psíquica torneó mis recuerdos en Li'Huriek... Vecky es un diminutivo de Vec. Y Vec es el apócope de Vecna. Y... yo, Vecky, soy uno de los avatares de Vecna. Me ha sido duro fingir ser tan débil... me ha sido duro mirar a otro lado, cuando podía haber evitado algunas muertes... Porque los lazos que establecí con vosotros durante el viaje... ¡eran reales! Os considero mis amigos. Y... yo... nunca quise mentiros...
Pero conozco más secretos. Desde que Uweya liberó mi mente. Sé los secretos de todos y cada uno de vosotros... y quiero que sepáis que no me importan. Vuestros secretos, por muy vergonzosos que los consideréis, no definen lo que sois...
Esto se me da fatal... Las despedidas, digo.
Es hora de que me reuna con Viktor Das Vracken. A estas alturas ya debe de haber trepado la Puerta de Orcus. En su mochila trae un tarro con una porción de Bruma... de una Bruma muy especial, que me daría mi propio reino. Y tengo el poder de abrirme paso ante las mismísimas narices de Orcus y cumplir mi destino. Ojalá pudieráis venir conmigo, pero sé que el mío es un reino que no os gustaría.
Becky hizo una pausa, dejando que los demás asimilasen el duro golpe, y dándoles la oportunidad de despedirse de ella antes de que la diosa se deje caer y les abandone allí, en medio de ninguna parte.
El grito de Orcus quebró todas las posibles negociaciones de cómo dar el Gran Salto. Habían legado a aquel mundo en la Gran Caída y ahora debían hacer lo inverso. Onfale saltó a la corriente de aire generada pro el abanico de Laón cual gato asustado por un pepino*. Nada de movimientos felinos y pausados, sino un salto esperpéntico acompañado de un estridente chillido.
Otro chillido, éste mucho más controlado, fue emitido desde la garganta del perfumista al atravesar las Brumas. Las odiaba, eran las culpables de todo, y no quería saber nada de ellas. Al llegar al final, a medida que su velocidad se iba pausando, Onfale buscó un saliente donde agarrarse. Cuando ya estuvo más o menos seguro escuchó atónito las palabras de Becky.
¿Una diosa?- Pensó con sarcasmo y luego se arrepintió al pensar que pudiera leerle el pensamiento. Siempre había sospechado de ella y no iba desencaminado. La maldita gitana vistani...les había mandado a una misión suicida para salvar a su hija no nata. ¿Qué pensaría Hala de todo aquello? ¿Y su abnegada Bruja? No creía que el mundo en el que Becky pudiera reinar fuera uno agradable a ojos de una diosa bondadosa.
- ¿Y nos vas a dejar así? Sácanos de este horrible plano.- A pesar de que no estaba siendo muy galán con su compañera de fatigas el tono de Onfale, siempre cargado de desprecio hacia Becky, ahora denotaba cierto respeto. Temía que lo convirtiera en sapo o algo peor.- Si de verdad eres una diosa, la Diosa de las Brumas, devuélvenos a nuestro plano.- ¿Podría hacerlo? Aún le costaba ver a Becky como algo más que una carga inútil.
* ¿Lo habéis visto? Mirad en youtube gato y pepino
Mientras Onfale ataba las cuerdas, pues en más de una ocasión había mostrado sus destrezas con las cuerdas y los nudos, algo relacionado con su pasado, Jadewo guardó su escudo y sacó una cuerda con nudos para trepar mejor a lo largo de ella y con un garfio de escalada al final de esta, se anudó la cuerda a la cintura de la armadura de placas, mientras aferraba con la diestra el garfio de escalada, tal vez hiciera falta tenerlo a mano, por su Lu quedaba rezagada...
Aún no habían terminado de concretar y perfeccionar todos los detalles de su huída cuando la presencia de Orcus lo precipitó todo. De forma instintiva el grupo salió proyectado hacia el aire con el objeto que creara Laón, del cual no sabía que había sido de él. Todo resultó muy confuso, la sensación de fuerza de la proyección, el campo de visión distorsionado, los gritos de unos y otros... hasta que poco a poco el empuje de la proyección fue remitiendo... por suerte entonces podían ver más o menos donde poder aferrarse, así que Jadewo intentó aferrarse a un saliente, el impacto fue brusco, y su peso y el de la armadura no ayudaban precisamente, por suerte en sus tiempos mozos el joven se había ejercitado trepando árboles y rocas para fortelezar brazos y espalda. Pero aún así la situación era bastante precaria.
Entonces estalló la bomba.
Las palabras de Becky, que tanto le costaron pronunciar, saliendo poco a poco y con tremendo esfuerzo. En su asidero, Jadewo, a penas podía verla, pero eso no impidió que no se esforzara.
-¿Có-cómo puede ser posible?- Fue todo cuanto pudo decir. Así de estúpido.- ¿Pe... pe... pero y eso, eso es todo?
Jadewo era incapaz de asimilar la fuerza del mensaje. Era algo tremendo. ¿Acaso él había sido solo un mero entretenimiento? Durante su exploración en el templo, cuando la pilló en la cama en el nigromante, el joven encajó el golpe con bastante estoicismo. Pero cunado descubrió que tanto el nigromante, como Becky y los demás estaban bajo el influjo de una compulsión, estaba más que deseoso de pasar por alto el suceso, al fin de cuentas no eran dueños de su voluntad. Pero si Becky era realmente una divinidad, fue cosa de su libre voluntad... las nieblas o... el psíquico, no sería tan poderoso como para doblegar la voluntad de una divinidad... ¿No?
El guerrero estaba confundido, por si el solo hecho de que una caída al vacío no fuera suficiente peligro, ahora su razón y corazón también estaban siendo puestos a prueba bajo terrible presión. Y si por si eso no fuera suficiente, también se sentía débil, débil de voluntad por anteponer sus deseos, su necesidad de efecto, ante una situación tan crucial para el multiverso como esa rebelación.
Pero aún así, no pudo evitar retomar la palabra.
-¿Y que hay de ti, una diosa, es eso lo que quieres? Un... un reino vacío y frío, derrocar a Orcus para ocupar su sitio... destino... acaso no puede una diosa disfrutar de su voluntad...
Las palabras se agolpaban en los labios del guerrero, quien estaba sumido en un torbellino de sentimientos. Mientras se aferraba con esfuerzo al garfio de escalada con una mano e intentando hincar las púas de su guantelete izquierdo en una oquedad, para dar tiempo a sus pies a encontrar asidero. El rostro de Jadewo era un... galimatías de poema.
El grito de Orcus aterrorizó a Aire y casi se quedó paralizada. Fue Aristóteles el que hizo que reaccionara y saltara a tiempo, más mal que bien, pero al menos estaba en el aire.
Vio como el cuerpo de Orcus se hacía más y más pequeñito. Y, con gran tristeza, se despidió de su amiga la dragona. Sí, quizá no había sido la mejor y las había abandonado. Pero los buenos momentos, que se había inventado Aire, quedarían siempre, además de que siempre sería su mejor amiga dragona.
Tras una lágrima fugaz y un par de avisos de Aristóteles para que se agarrara a algo para no caerse, Aire se balanceaba intentando colocarse con más firmeza para no caerse. Las palabras de Becky la llegaron como un eco lejano, muy distantes.
Entonces... entonces... ¿Eres una diosa? ¡Alaaaa, cómo mola! ¿Entonces puedes concedernos deseos? ¿Y voy a poder hablar contigo siempre que quiera? Bueno, estarás muy ocupada y tal con eso de ser diosa, pero has dicho que eres mi amiga, así que...
¿Te has dado cuenta, Aristóteles? Hemos hecho un montón de cosas y hemos conocido un montón de gente. ¡Y tú no querías irte de casa! Hemos tenido una amiga dragona y ahora tenemos una amiga diosa...
La aparición de Orkus no pilló por sorpresa a la chamán. Sabía desde el minuto uno que les estaba persiguiendo y verle llegar no le impresionó más que la primera vez. Lo que sí que le impresionó fue el cambio que había pegado, y especialmente la cabeza de Meniir. La impresionante dragona había caído ante el ataque de Orkus, algo que por otra parte tampoco le sorprendía, pero si había hecho eso con ella, no quería imaginarse lo que podría hacerles a él.
Todo lo demás sucedió muy deprisa, tan deprisa que apenas se dio cuenta de lo que estaba pasando, pero cuando se quiso dar cuenta, Becky se estaba despidiendo de ellos diciendo que era una diosa y a saber cuantas chaladerías más. Estaba tan acostumbrada a ignorar las tonterías de Aire, que lo mismo le pasó con Becky, que por otro lado tampoco es que estuviera muy cuerda. Así que cuando vio que se estaba despidiendo de ellos se dio cuenta de que no había terminado de entender todo lo que les había dicho. Solo había entendido que era una especie de diosa, o similar y que iba a gobernar un mundo gracias a un trozo de la dichosa bruma.
Lo peor era el tema de quedarse allí tirados, solos y colgados de la pared. Se movió rápidamente para agarrar a Jadewo que parecía ser el que se encontraba en peor situación. Para ella, estar en la pared era como estar en el suelo, y afortunadamente no tenía nada de lo que preocuparse, así que se apresuró a ayudar al rubio. Pero lo que no se imaginaba es que ahora estaban solos y no había forma de salir de allí, salvo, seguramente trepar.
Leiath había estado extrañamente silenciosa a lo lago del recorrido desde que encontrara al resto del aquelarre. Su mente había tenido que asimilar muchas cosas en poco tiempo y pese a la sabiduría que Hala había inbuído en ella, no había sido agraciada con una inteligencia de la misma magnitud.
Se habría quedado ella rezagada dándole al abanico si la hubieran dado unos segundos más de tiempo para reaccionar. Y no porque ella quisiera quedarse a morir tipo mártir, sino porque no quería irse sin encontrar un pedazo del Tiflin que al parecer había dado su vida de nuevo por el grupo.
Y ahora eso...
El mal genio de la bruja salió a la superficie como otras veces lo había hecho.
Cómo has podido...! - la mirada que le lanzó a Becky podría haber matado a cualquier mortal. - Sabandija mentirosa y traicionera!
Dices que eres una diosa, pero seguro que no le llegas a Hala ni a la punta del dedo meñique, si no, resucitarías ahora mismo a Tybalt y nos llevarías a nuestro mundo con tan solo chasquear los dedos. Pero no. Nos sueltas un cuento de que eres una divinidad y te quieres esfumar, huir como el gusano que eres.
Si esa historia que dices es verdad, hemos sido NOSOTROS quienes hemos hecho todo el trabajo. La bruja vistani tendría que habernos ofrecido el mundo a NOSOTROS pues tú eres una completa inútil.
La bruja echaba espumarajos por la boca de la rabía que salía como de un manantial.
- Y que las brumas son tuyas? Si eso es verdad, qué clase de diosa eres que quieres ver el mundo convertido en un nido de monstruos? Hala no lo permitirá!
Como realmente no se creía la historia que estaba contando, Leiath comenzó a calmarse. Diciéndose que la pobre Becky no tenía culpa de ser tan tonta y que ahora tenían otras cosas más importantes en las que concentrarse.
Bah, diosa de las flatulencias es lo que eres tú- murmuraba mientras se secaba las babas que le habían salido del enfado con la manga del destrozado vestido y se iba tranquilizando.- Ale vete si es lo que quieres, no necesitas ninguna escusa. Nos las arreglaremos con ayuda de una verdadera Diosa; Hala.
Yujuuuu, ya tengo internet!
(ahora va y me mata....)
A Onfale le dió un vuelco al corazón.
Ay... Me meo con vosotros. Sois tan adorables... Aclaro que no aspiro a matar a Orcus y quedarme con su Thártaros. El Thártaros es un queso de gruyer indefendible, con infinitos portales a otras capas demoniacas. No lo querría ni regalado. A mí, que he vivido tanto tiempo que me he hecho con un buen puñado de enemigos, lo que me conviene es precisamente un reino vacío-como lo llamó Jadewo-. Vacío de verdad. Para construir desde cero y desde el que mover los hilos en todos los rincones del universo.
La sensación de Onfale se agudizó.
Por cierto... No soy la Diosa de las Brumas. Las Brumas son la creación alquímica de los dragones libres-añadió, desechando a los dragones rojos de los establos de Orcus-, que también tienen derecho los pobrecillos a jugar a ser dioses. Uy... ese es un secretillo. ¡Pero qué deslenguada soy! Jijijiji... Me acabo de ir de la lengua. Aunque la mayoría de vosotros ya conocíais información suficiente para atar algún cabo. Soy Diosa de los Secretos. Sssssh... No digáis nada.
Onfale ya no tenía ninguna duda.
No os preocupéis de nada. Solo soy uno de los avatares de una diosa dividida en muchos cachitos. No tengo poder para matar a Orcus, pero sí para retrasarle. Y un último secreto: tenéis amigos en todas partes, vendrán a rescataros en unos segundos. Leiath... Hala es una sosa, solo busca mártires. Yo soy más generosa con mis fieles. Te iría mucho mejor conmigo, sacerdotisa.
Becky se soltó y su cuerpo cayó en las Brumas, mientras gritaba... ¡¡¡REZAAAAAAADMEEEEE!!!
Y en las otras Brumas, las que tenían sobre sus cabezas, se dibujó el contorno de un rectángulo. La alfombra mágica descendió hasta quedarse a media altura de aquella burbuja entre dos bancos de niebla. Y el pasajero que pilotaba esa alfombra, al que Onfale sintió acercarse, no era otro que Perezoso, su fiel camaleón. La alfombra era lo suficientemente grande como para llevar a seis pasajeros, y Perezoso era lo suficientemente pequeño como para solo ocupar un hombro.
El trozo de tela volador se acercó primero a Onfale, y uno por uno recorrió las paredes rocosas de aquella chimenea recogiendo a todos los humanos perdidos. Por último, tiraron de la cuerda para aupar a Lu Nantika. Y con todos a bordo, la alfombra ascendió, y las Brumas les llevaron lejos, muy lejos de allí.
Pero esa... esa es otra historia.
- F I N -
Los acontecimientos se desarrollaban delante de sus ojos con una rapidez e intensidad que apenas podía asimilarlos. ¿Becky una diosa? Aunque fuera un avatar, una ínfima parte de la totalidad de Ella, era algo difícil de creer.
Verlo para creerlo.- Le dio un vuelvo el corazón y pensó que quizá aquella rubia inútil le estuviera ahora hechizando, o algo peor, por haberla tratado con dureza todo aquel tiempo. No podía reprocharle nada. El aquelarre de Hala había sido manejado como si se tratase de una marioneta. De nuevo aquella sensación....una sensación que no le era desconocida, todo lo contrario, que se le antojaba familiar.
Y entonces ahí llegó. Con su piel escamosa de reptil que había adquirido el mismo tono lechoso que el de las brumas sobre las que se desplazaba. Sólo sus ojos saltones y amarillos podían apreciarse con claridad.
- ¿Pe-rezoso?- Preguntó casi tartamudeando de la emoción. Si Becky se soltó dejándose arrastrar pro el abismo, Onfale hizo lo propio cayendo sobre la alfombra mágica de brumas. Inmediatamente, dentro de lo pausado que eran los movimientos de su camaleón, éste trepó hasta su hombro. Sólo su contacto frío, su mera presencia, insuflaron en el perfumista una ingente cantidad de emociones difíciles de controlar. Una lágrima se derramó de uno de sus ojos cuyo recorrido cortó con un fugaz gesto de su mano. Nadie había visto jamás llorar al frío eunuco.
- Salgamos de aquí. Juntos.