Partida Rol por web

La maga contemplaba la escena mientras buscaba un sitio donde parapetarse y pasar desapercibida. Si tuviera una ballesta podría disparar contra la hidra. Pensó la maga, pero luego le recordó el cuándo había disparado por la espalda a Onfale y sus otros muchos estropicios con las armas de proyectiles, entonces negó con la cabeza. Lo mejor que puedo hacer es quedarme en una esquina y no hacer ruido.

Un débil tajo de Tybalt en la mejilla de una de las cabezas, y un virote gigante demasiado cerca como para clavarse bien en la carne podrida son los dos patéticos intentos de un grupo de pequeñas personas contra la grandeza y el poder de un ser descomunal.

En cuanto Flame y Tybalt dan un paso hacia delante, saliéndose del círculo, Leiath se vió obligada a inclinarse sobre la barandilla y ver de primera mano todo ese juego de mandíbulas y dientes peligrosamente cerca. Una de las cabezas cerró sus mandíbulas a solo un par de pulgadas de la nariz de la Bruja de Hala. Otra tomó al tiflin por la cintura y lo zarandeó en el aire.

Alice se siente impotente, pero sus pensamientos empezaban a cobrar forma. En el suelo de cubierta está la ballesta que dejó caer Onfale, y la consecuente tentación de poner a sus amigos en peligro con otro de sus disparos temerarios. No está cargada. Alice debería meterle mano a Onfale para hacerse con un virote y cargar la ballesta.

Una de las cuatro cabezas que le quedan al zombi se aproxima a la imagen falsa creada por Onfale de otro Onfale. Lo escruta, olisqueando a su alrededor para descubrir no huele a comida. Y tras perder interés, gira el cuello de nuevo hacia Flame y Tybalt.

[Para el rodaje de esta escena de acción se han utilizado a sies dobles de

Onfale, que por algún motivo su aspecto le hace especialmente hostiable]

No, no, no! - siguió a grito pelado la bruja cuando la hidra alzó y zarandeó a Tybalt. Le había cogido gustillo a eso de vociferar y ya no tenía freno-. Sueltale, maldita bestia!

Leiath quería alcanzar al guerrero para poder curar sus heridas y que no falleciese en las fauces de aquel horror zombie con otro de esos poderosos mordiscos, pero sabía que al meterse entre sus dientes se iba a llevar de lo suyo. Asi que, antes de avanzar al rescate del semiinfernal rezó a su diosa para que la protegise del contacto con esa criatura.
Después sacó su varita de curaciones y,  confiando en el poder de Hala, se metió entre los correosos dientes para alcanzar a Tybalt.

La rabia había llenado el cuerpo de Aire al ver cómo su virote fallaba contra el cuerpo de la hidra. Quería atacar a Onfale, a Leiath y a Tylbat. La magia la había oscurecido el corazón, demasiado. Sus ojos incluso parecían desprender una densa oscuridad.

Alzó la mano. Tenía que atacar. El fuego acudió a su mano, y las llamas parecían rodear el cuerpo de la joven. Todo se concentró en la palma de la mano alzada, y la lanzó contra la hidra.

Tybalt observó con frustración cómo sus cortes no conseguían más que arañar la sorprendentemente dura piel de la hidra. Pero aquel ataque truncado no era todo lo que le esperaba al tiflin, pues su instante de estupefacción le sirvió al gigantesco no muerto para que una de sus cabezas lograse agarrarlo. -¡Mierda!- Exclamó al notar cómo las fauces del monstruo lo zarandeaban para luego tirarlo a la fría nieve.

Pero el dolor a penas duró un instante. Allí donde su sangre mestiza debía comenzar a derramarse, a penas quedaban marcas de la terrible dentellada. Rápidamente y de reojo pudo ver quién había sido el artífice de tal milagro. -Bendita seas, sierva de Hala.- Agradeció. Con renovadas fuerzas, Tybalt descargó sus aceros sobre el putrefacto cuerpo de la arpía esta vez buscando apuñalarla. Moviéndose ágilmente, pudo asestar una primera estocada consiguiendo clavar la hoja hasta la empuñadura. Pero no pudo repetir el movimiento con la otra espada. En aquel instante, Hala debía estar cuidando de otro de sus siervos pues el espadachín parecía haber perdido toda su habilidad en apenas un momento...

Zorra codiciosa. Por encima de mi cadáver.

Al perfumista no le pasó desapercibida la mirada lasciva que la Maga Roja había lanzado a su ballesta. No en vano se había criado cuidando de un rebaño de mujeres. Se las sabía todas. Malcriadas, egocéntricas, vengativas, egoístas...

- ¡Es mía!- Se le escapó, le salió del alma. Recogió su ballesta del suelo protegiéndola con su cuerpo, como un perro con su comida, y lanzando miradas furtivas hacia Alice a través de la abertura del velo.

Respiración y control, Onfale.

No podía dejar que lo vieran alterado y menos aún con unadversario que, a pesar de su lentitud, no habían conseguido aún detener.

Flame respiró hondo al ver pasar las fauces de la hidra tan cerca de ella. Hasta ahora no había logrado encajarle ningún golpe, pero Tybalt no parecía poder decir lo mismo. Sus compañeros habían decidido empezar a tomar cartas en el asunto, y eso, sin lugar a dudas era una mala idea, pues no eran precisamente muy diestros cuando se ponían nerviosos. Aún así, Flame rezó a Hala por su alma, pues temía más a los que estaban detrás que las cabezas que tenía delante, y dejó a Ayash hacer el resto.

No la iba a coger, le dijo a Onfale, y si la cogía te hubiera perdido permiso, yo nunca he robado. Aunque el último punto de su charla no era del todo cierto su anterior libro de magia, el que perdió durante el asalto en la tienda, no había llegado a sus manos de una forma “legal”.

La maga suspiro, ya no tenía opción de coger la ballesta, por un lado era mejor para el grupo. La maga roja armada con una ballesta era un gran peligro tanto para amigos como para enemigos. Alice siguió agachada esperando a que la criatura sucumbiese a al aluvión de golpes  que estaba recibiendo. Podría meterse a combate cuerpo a cuerpos, pero sería más un estorbo que una ayuda.

Flame es como una fuerza de la Naturaleza. Como un tornado. Puede arrancar el tejado de una casa, pero no le pidas la precisión de dejar una pluma en lo alto de un cirio apagado, o atarse los cordones de los zapatos sola. Y esa era su ventaja, su... especialidad. Una hidra enorme, ya fuese viva o no-muerta, era su blanco ideal. Y por mucho ridículo que hiciese en sus primeras y tibias estocadas, tarde o temprano acabaría acertando aunque fuese de casualidad.

Ayash se hundió en el pecho de la hidra, y era un filo lo suficientemente largo como para atravesar el duro esternón bajo la capa de carne endurecida y el blindaje de escamas negras. Lo que ocurrió después era lo que tenía que ocurrir...

El torso debilitado empezó a quebrarse, y una gran grieta se formó iniciada por el espadón y bifurcándose hacia los virotes incrustrados. El peso de las cabezas hizo el resto, cayendo en distintas direcciones y tirando de los trozos segmentados de cuerpo hasta abrirlo como los gajos de una naranja. Contra todo pronóstico, habían vencido.

No está mal. Pero esto es solo el principio, vendrán más. Hay que reconstruir el muro de nieve, organizar los turnos para dormir y rematar a la hidra.

En la nieve, las cabezas y cuellos separados boqueaban como un pez fuera del agua, pero la biología había preparado esos cuellos para abarcar un gran ángulo de mordiscos que la defendieran de su depredador natural: el ser humano aventurero. Ni siquiera podía utilizarlos para serpentear porque aún estaban unidos al cuerpo. Pero sin movilidad alguna, desde luego ya no suponían una amenaza menos para el que voluntariamente o en el fragor de la batalla se metiese en las mismísimas fauces.

El fuego se extinguió de las manos de Aire en el momento en que Ayash penetraba en el cuerpo de la hidra. La energía oscura de la chica disminuyó, haciendo que el cuerpo se rindiera al cansancio. Aire, la extrovertida y particular Aire, se sentó en el suelo, debilitada, abrazando a su osito de peluche, mientras bostezaba sonoramente.

¿Ya no vienen más? Ha sido una fiesta muy rara, no nos han traído de comer ni nada por el estilo. ¿Es hora de dormir? Porque yo tengo sueño Volvió a bostezar, y unas lágrimas saltaron de sus ojos para recorrer su mejilla. Creo que he bailado mucho.

Tybalt tardó un instante en darse cuenta de que no había clavado su espada en la hidra, si no en uno de los gajos en los que se había dividido después del terrible espadazo de Flame. El tiflin se quedó asombrado ante el resultado de un golpe de una fuerza de la que pocas veces había sido testigo. En su vida como esclavo había visto muchas cosas; muchas asquerosas, muchas otras ofensivas para cualquiera con un mínimo de decencia, otras tantas tan impresionantes como aterradoras y alguna que otra extrañamente divertida. Pero desde luego ver a una hidra partirse cual manzana no estaba entre todas ellas. 

Con el combate por fin finalizado, el espadachín guardó sus aceros y se acercó a la formidable guerrera. -Debo decir que ha sido un buen golpe, Flame. Quizás me lo piense dos veces antes de discutir contigo.- Le dijo con tono de broma recordando aquel breve encontronazo en el basurero de Uweya. Una media sonrisa apareció en el rojizo rostro de Tybalt a la vez que le tendía una mano a la guerrera como señal de camaradería. Hay quien dice que nada une más a dos personas que luchar juntos en una guerra. Desde luego Tybalt desconoce esta expresión. Pero lo que es innegable es que uno acaba cogiendo cierto aprecio por aquellas personas que te ayudan, directa o indirectamente, a no morir en un páramo helado lleno de criaturas no muertas. Aunque supongo que esta extraña evolución de la psique de un ser vivo es extrapolable a otros escenarios y situaciones, quién sabe.

En lo que se podría denominar una tregua con el entorno, Becky sugirió que debían mantenerse en guardia y reforzar una vez más su posición en caso de un futuro ataque. -Que alguien venga conmigo para reparar el muro. Y en cuanto acabemos ya podemos organizar las guardias para poder descansar un poco.- Sugirió el tiflin. Con la mirada puesta en el horizonte tratando de vislumbrar alguna otra inminente amenaza, esperó a que algún amable voluntario lo acompañase para restaurar la improvisada defensa que tanto les había ayudado en este primer encuentro.

Leiath no había dudado ni por un momento que sus valientes compañeros acabarían con esa hidra tarde o temprano, pero que hubiese sido tan rápido, sorprendió gratamente a la sanadora.

Aún rodeada de su aura protectora, fue detrás de Tylbat para terminar de cerrar su heridas mientas este se encargaba de arreglar el muro. Luego conjuró algo de agua para que todos pudiesen beber de ella o guardarla en odres para lo que necesitasen (no se fiaba del agua que pudiesen sacar de esa nieve corrupta).

Siento no ayudarte con el muro - le respondió al guerrero cuando éste pidio mas manos para el trabajo- pero es que estoy muy cansada. Debo reponer fuerzas lo antes posible, ya que la magia de Hala podría ayudarnos a ocultarnos de estos engendros y asi evitarnos futuros enfrentamiento. Asi que, si me disculpais, voy a descansar, prometo hacer la última guardia cuando despierte.

Ni corta ni perezosa, la bruja sacó su tienda de campaña y se metió a intentar conciliar el sueño; al día siguiente tenía un montón de trabajo que hacer.

Onfale cargó su ballesta dispuesto a volver a usarla. Ya no sabía a quién enfrentarse si a sus propias compañeras o ala hidra. Ni la hidra con sus cinco cabezas podría asemejarse a ellas. Cuando volvió a elevar la mirada Flame había acabado con el ciclópeo monstruo.

- Bien hecho.- Saltó de nuevo a la nieve y fue a ayudar a Tybalt con el muro cuando escuchó a Leiath hablar.- No te disculpes y vete a descansar. No sé qué hubiéramos hecho sin ti hoy.- El perfumista no es que estuviera mucho mejor que la sacerdotisa pero se había sentido tan inútil en el combate que no se merecía ni el descanso. Al alejarse la Bruja de Hala sus ojos implorantes la siguieron pero no se atrevió a decir "esta boca es mía". Ahora que había acabado el combate empezaba a asimilar de veras que se había quedado sin rostro.

La maga salió de su escondite. Uff ya termino todo. Pero no dijo nada durante el combate se había sentido inútil, desde su desafortunado encuentro con la muerte la maga había perdido mucho de su poder.

Miro el cuerpo de la hidra que aún se retorcía. ¿Alguien puede rematar a las cabezas?, deberíamos de recuperar los virotes de la balista puede que nos sean de utilidad. La maga esperaba que el próximo cara que viera fuera la de un zombi, la asquerosa y pútrida cara de Mane.