Oscuridad. La pesada puerta metálica chirrió hasta abrirse. El guardia dejó la bandeja en el suelo de la celda sin llegar a poner un pie dentro. Cuestión de seguridad. La puerta volvió a cerrarse, con un estruendo que resonó por las paredes de piedra. El prisionero permaneció en su rincón, con una disciplina espartana.
Tu invisibilidad sirve para burlar al guardia,
pero no para engañar a mis ojos.
Farastu dudó. ¿Un farol del prisionero? ¿Una frase que repite, paranoico, cada vez que la puerta se cierra para asegurarse de que nadie se ha colado? El enigmático hombre cogió una calavera de rata infernal del suelo y la arrojó contra la esquina en la que Farastu observaba callado.
¡Ay!-protestó el ser amarillo, frotándose el chichón de la frente.
Te lo dije.
Sí, sí, sí, sí... bluowrrrrrrp... Lo que digas. ¿Eres el adivino Giarno Visucci?
Adivino, Maestro de Venenos,
Derrocador de Reyes y mucho más.
Pero sí, básicamente soy Giarno.
Farastu necesita tus servicios. Farastu tiene que encontrar a unos humanos...
Necesitaré un objeto de alguno de ellos,
para enfocar el conjuro y poder escudriñarles.
¿Un objeto? ¿Logró Farastu realmente hacerse con alguna posesión de los prisioneros que huyeron del Cárceri? El ser amarillo toma la flecha clavada en su pecho días antes, y la arroja a los pies del adivino.
Pertenece a un arquero llamado Tremens Dos Peniques, uno de los fugitivos a los que Farastu sigue.
Giarno se coloca frente a su desayuno y escupe en el cuenco de agua, y mordiéndose la yema de su dedo añade también unas gotas de su propia sangre. Parte la flecha en dos, con las manos, y echa una de las astillas al mejunje. Al revolver con la punta de la uña, el agua se vuelve diáfana mostrando una imagen.
Tremens y sus compañeros están atrapados en una red.
Unas Márilith les llevan por el desierto.
Reconozco este lugar al fondo: los lagos de Hierro Fundido.
Les llevan a Ferrug. Interesante...
¡Telepórtame! ¡Telepórtame! ¡Farastu acabará con todos ellos!
El adivino enarca una ceja. Si el mago pudiese teletransportarse, usaría ese poder para escapar de estos muros.
Para cuando llegues allí ya será demasiado tarde.
Ya les habrán matado otros, o habrán huído a cualquier parte.
Por algo lo llaman la Llanura de los Portales Infinitos.
Te propongo, Farastu, que vayas a conseguirme unos ingredientes
para mis conjuros, como pago a mis servicios.
Cuando vuelvas veremos si tienes que ir a Ferrug a por sus restos
o a una nueva ubicación en la que las huídas entre los
mundos no sean tan factibles como en la primera capa del Abismo.
Farastu emite un horrible sonido intermitente, presunta risotada, para confirmar que la propuesta le agrada. Pero Giarno se centra en la visión del cuenco. Busca en los rostros de las personas de la red. Busca a Becky. ¿Cómo ha podido eludir su destino? Debería estar allí, con los demás, camino de Ferrug. Este contratiempo no entraba en los planes de Giarno Visucci.